CAPÍTULO 2
CARTAS DE AMOR
DE: María Gabriela Rodríguez
-2-
La trasformación
Pase varios meses remodelando la casa. A
veces me desaparecía mientras los trabajadores se encargaban de lo que les correspondía.
Mientras, me ocupaba del jardín trasegando las malas hierbas. Poniendo tierra
nueva para poder sembrar. Deje un espacio bastante grande para la hortaliza;
jitomates, cebollas, chiles, acelgas y espinacas. ¡Tantas cosa que puedo poner!
y no pueden faltar; las hierbas olorosas e indispensables en la cocina; epazote,
cilantro, perejil, romero, albaca y demás. Del otro lado más árboles frutales y
ya había muchos. Los pondría lejos de la casa, los que son más grandes, para no
tener montadas las raíces. Pero que den sombra y vista. El espacio alrededor,
con rosales, alcatraces, lavanda y cuánta planta de flores variadas; de olores
y colores. Son tan hermosas dan tanta vida y esplendor.
Un día me preguntaron que si el desván se
iba a comenzar arreglar. Había por tanto que desocupar todos los triques de
ahí. Por lo que quede confusa. Ese desván no se distinguía, a menos, que te
fijaras en ese espacio por un costado de la casa. Como estaba en tres aguas, los
desniveles del techo estaban muy curiosos.
De
frente se ven dos aguas una sobrepuesta de la otra, donde sale el tiro de la
chimenea que se ubica entre la sala y el comedor. Esta es una barra larga como
de cuatro metros en que divide las áreas en dos. Pero si ves la casa de costado
existe un tercer desnivel de aguas. El techo que cae de la parte trasera de las
recámaras del segundo piso. Este corre hacia el patio trasero. Por lo que no se
alcanza distinguir que exista un espacio en ese alerón. Y ahí está. Pequeñito
como de tres por tres y la entrada es hacia arriba. Se ubica en el techo del
rellano del cubo que da entre las dos recámaras del segundo piso. Hay que poner
una escalera para abrir, dicha diminuta puerta. En el techo casi no se nota esa
entrada, a menos, que mires con detenimiento. Solo tiene una pequeña aldaba para
poder empujarla. ¡No podía imaginar que hubiese algo ahí! Como pude coloque una
banca alta para sentirme segura para abrir la puerta, pues no sabía que tanto pudiera
estar atascada, así que debía tomar mis precauciones al abrirla.
Cuando compre la casa, la vendedora me
comento que había pertenecido a una pareja de ancianos retirados que no tenían hijos.
De lo que tenía de conocimiento al respecto. Que se las había dejado a un
sobrino lejano que los quería mucho. Y la había puesto a la venta, solo eso.
Cuando logre abrir la puertecilla encontré tal cantidad de polvo y telarañas
por todos lados que casi me ahogaba. Tosí hasta que ¡me oriné del espasmo!
¡Cómo puede la gente tener tantos triques!
Tenía una pequeña ventana que se abría
hacia afuera. Para poder desalojar el
olor y el polvo tan denso tuve que abrirla obviamente o me seguiría ahogado. No
había tantas cosas. En realidad en un espacio tan diminuto que no cabrían
muchas cosas. Unos baúles muy viejos, de hierro con piel curtida ¡han de ser
una antigüedad! Algunas cajas de madera que resultaron botellas de vino. Algunos
seguramente ya avinagrados. Sería cuestión de moverlos con mucho cuidado. Si
están buenos no deben de tener cambios de temperatura, pues se hachan a perder.
Irían a la cava que habilité bajo la escalera.
Había
otras cajas pequeñas, algunas de latón descolorido y abollado, otras de cartón
muy grueso. Algunas tenían fotografías muy viejas. Discos de 45 que obviamente
necesitas un tocadiscos para poder escucharlos, han de ser de fonógrafo… más antigüedades.
Había una caja de madera tallada con figuritas muy pequeñas con un unicornio en
el centro. Muy extraña me llamo mucho la atención. Los colores casi intactos, ya que estaba lacada, se veían como si fuese nueva. Tenía un pequeño orificio para
una llave muy pequeña, la cual, sabrá dios donde estaba. La coloque aparte para
ver si la podía abrir.
Sacaron
todas las cajas con sumo cuidado para ser revisadas. Ver que servía y que no.
Podría ser que esas cajas de vino llegaran a ser, las más preciadas. Pero
debían de estar en reposo, después del alboroto de moverlas. El vino tiene
vida. Se le debe apapachar y cuidar para que añeje con armonía y tenga esa
madurez que da ese sabor preciado. Aficionada a los vinos apliqué mi más cabal
gusto a cuidarlas. En lo que decidía que podía abrir una y deleitarme con su
exquisitez. Deje la caja de madera en la cocina mientras continuábamos con la
faena. La olvidé por un tiempo. Creo que esa caja decidió que debía esperar por
alguna razón. Después sabría el porqué.
Pasaron
los meses. Ya la casa tomaba forma, así como en mi vida llegaba la tranquilidad
esperada. Después de haber pasado por una perdida muy dolorosa que me había
dejado un hueco, que no llenaría con nada, o eso pensaba. Había decidido
alejarme de la civilización para dejarme llevar por mis pasiones, escribir y
cocinar. Los recuerdos que se agolpaban en mi memoria, me laceraban. Poco a poco dejé que fluyeran. En
algún momento decidiría que hacer con mi vida sentimental. De momento no
deseaba estar con nadie.
Siempre había pensado que una pareja, a la
cual, le dabas y te daba todo lo hermoso, no podía terminar nunca. De hecho no
terminó, solo se trasformó. Dejándome sola antes de tiempo siendo esa pérdida
irreparable. Me sentía vacía y sin que nada me consolará. Ni los hijos, ni los
nietos, me llenaban ese hueco. El que había dejado, el gran amor de mi vida. Tendría
que continuar sin él y eso requería tiempo y espacio. Analizar y pensar. Dejarme
llevar solo por lo que quería en ese momento, desaparecer. No podía. Estaba mi
otro amor el que me llenaba tanto y que no podía ya ni pensar. Llevaba ya
varios meses, sin tocar el ordenador y escribir algo lo que fuera, eso me hace
sentir segura y en paz.
En el inter me dediqué a recorrer algunos
estados de mi hermoso país. Mientras terminaban de remodelar la casa. Dedique
mi tiempo para hacerme de todas esas cosas que deseaba. Vi la oportunidad de conectarme
con personas que no conocía. Escuchar sus historias, platicar de trivialidades;
hacerme de ideas que plasmar. Pues tendría que ponerme a trabajar o mis fondos
se verían mermados. Pero quería algo que fuera poco común. Quería enganchar y
tejer, de todas las personas que conociera, obtener pequeños trozos de su vida.
Poder entrelazar ideologías de vidas disímiles, en lugares diametralmente
opuestos. Poder contar: que hacían en el sur, en el norte, en las costas, puesto
que todos somos un crisol de
diferencias. Un mundo donde las costumbres se tornan tradiciones y obligaciones,
donde la educación es arraigada y ancestral.
Así
son mis pueblos. Los que habitan guarecidos de la civilización. Aquellos que
guardan sus costumbres como sagradas. Esos, que no dejan que sus lenguas se
pierdan. Perderían su esencia y autenticidad.
Comentarios
Publicar un comentario
Todos los comentarios aquí expresados serán respetados. Así mismo, se les pide responsabilidad al realizar entradas.