Cartas de amor
María Gabriela Rodríguez
-1-
El encuentro
Hecelchakán, Campeche
17 de agosto 2015
Estoy en una encrucijada. Por más que quiero entenderlo, no puedo. Te
he perdido y ahora me doy cuenta, que en ésta vida o en cualquier otra, ya no tendré
tiempo para decirte cuanto te amo.
Sucedió hace mucho tiempo. Cuando te vi por primera
vez. Resplandecías con tu uniforme impecable lleno de condecoraciones y
estrellas ganadas en batalla. Como todo héroe que regresa a casa. Solo que tú,
no regresaste a casa… porque no tenías. Habías perdido todo, familia, amigos,
futuro.
Te habían reclutado por
el simple hecho de ser un X que nada tenía que perder. Vivías como un vil alcohólico,
aclarando, que no lo eras. Hacías lo que ellos, solo por hoy y así viviste
siempre. Solo un día a día, sin saber que
pasaría al siguiente, y al otro. Y ayer… ya no importaba. Porque nada hacías, para
llenarte de ganas de seguir viviendo. Al siguiente día, despertabas en una cama
fría y huera como tu vida. Pero jamás dejaste de escribir.
¿Por qué lo hacías? ¿A quién
le escribías? si no tenías nadie en la vida. Me pregunté entonces, cuando leí
cada una de tus cartas. Cuando las descubrí en el desván, dejadas, polvorientas,
desgastadas por el tiempo. Así como desgastaste tu alma y tu corazón. Cuando después,
descubrí para quién eran esas cartas.
Ha pasado tiempo desde
que te perdí. Estaba disoluta en medio de un abismo huero y denso. No sabía si seguir
con mi vida o dejarme vencer. Andaba de un lado a otro como fantasma y tremendamente
vacía. Huera de ti que me dejaste en la flor de la vida. Sí. En efecto. Había
perdido al amor de mi vida por segunda vez, tercera y tal vez, para siempre…
Ahora contaré nuestra
historia. Así me lo pediste, así te lo prometí…
Había decidido comprar la casa y no supe porque,
sencillamente me embrujó. Estaba tan desvencijada, que tendría que remodelarla
por completo. Pero no me importó. Daba la sensación, de que ahí; se había
cocinado pan en horno de leña; otrora,
se sembraron en el jardín, verduras usadas para la cena; que se olía un aroma
muy especial, cargado de amor y ternura. Aún, cuando no sabía qué era lo que me
atraía como imán. ¿Por qué, entonces?, sentía que había una extraña sensación
de apacibilidad. No lo sabía… de momento.
Cuando la vi por primera vez, con su porche
al frente. En el cual, me esperaba una banca llena de polilla y telarañas. Por
todos lados veía paredes con sus empapelados destrozados, caídos y
descoloridos. No había más que tapias desnudas que reflejaban el paso del
tiempo, como si fueran de hace un siglo. Dejé que entrara la luz del día
descorriendo las cortinas desgarradas con un sinfín hoyos. Que cuando se
filtraba la luz, se veían como lámparas dibujando estrellas.
Recorrí las habitaciones tratando de
imaginar, cómo habían sido antes. No pude. Porque estaban desnudas. Llenarlas,
equivaldría obviamente a darles mi toque, y no sabía cuál era. Quería esa casa
para tener tranquilidad, lo cual ya inspiraba. Pero ¿cómo la adornaría?, ¿cómo arreglaría
el jardín inexistente?, lleno de hierba mala, sin flores que den color y aroma.
La casa tenía en la entrada y en toda la
orilla del camino de terracería, unos arcos de hierro forjado con enredaderas,
lo cual, daba la sensación de profundidad. En todo el trecho hasta llegar
propiamente a la entrada de la casa, se veía ese túnel de olores y colores. En
la entrada, un porche rectangular de buen tamaño con su techo en declive, para
que no entrase el agua cuando lloviera.
La casa es de dos plantas. En la primera se
encuentra la cocina, la sala, el comedor y dos habitaciones muy grandes. Tal
vez ocupe una para mí habitación, eso de subir y bajar escaleras no es lo mío.
Como decía: en algún tiempo tuvieron empapelados los cuales ya estaban todos
destrozados y sin vida. Por fuera, a pesar de lo descuidada, se veían las
paredes estucadas y en algunos tramos de la orilla del patio trasero jardineras,
sin nada en absoluto, solo tierra, hierba humedad y soledad.
Entonces pensé que una nueva casa, será
como renovarme. Será renacer en vida; en donde cada pared pintada de un color
que reflejase mi sentir; tal vez naranja para la cocina, aunque dijesen que da
hambre, para eso es la cocina, para comer. Para preparar los deliciosos
platillos que tanto me gustan. La cocina refleja el gusto por el sabor y los aromas. Te hace disfrutar de estrujar, tal
vez una fruta. Sentir y oler, saborear y deleitarse. Me gustan los colores
brillantes y vivos. Son el arcoíris interno que nos da vida. Como el aura, tenemos
diversos colores según nuestros estados de ánimo.
Retomando: el naranja que da energía y es
estimulante, perfecto como decía para la cocina; verde que invita al descanso y
relajación, equilibrio y armonía; azul igualmente relajante y estimula la
creatividad, espiritualidad y fidelidad. No sé cómo podría combinar tantos
colores para que mi espacio sea ecuánime, algo que de momento, carezco.
Necesito quietud y voluntad para poder continuar con vida.
Decía entonces: pienso utilizar una de las
habitaciones como estudio para poder admirar el amanecer; claro está, que
tendré que privarme de un muro o solo una parte. Por fortuna, las dos
habitaciones están orientadas hacia donde sale nuestro Padre, el señor sol. Ver
el jardín lleno de flores y árboles, aspirar el aroma, y cuando abra las
ventanas embriagarme de toda la frescura de la mañana. Tengo que pensar en ello,
puesto que si me dedico a hacer historias debo tener un espacio donde relajarme.
Dejando que fluyan las ideas cual aire que se cuela por las ventanas. Que me acaricien
y me suspiren.
No quiero mi habitación cargada de
armatostes. No me gusta el desorden. Es horrible tener que brincar de un lado a
otro con cosas que no usas. ¿Para que, si no las utilizas?, digo yo. Además es más
fácil tener ordenado y limpio. Eso de vivir en espacios donde no se puede
limpiar. Como no puedes limpiar tu vida de cosas que ya no quieres, que no te
sirven, que no usas. Las debes sacar,
pues solo malgastan energía; por el contrario, debe fluir en forma positiva. Tampoco
voy con esas cosas de feng shui. Puede ser que sean buenas. Pero lo que da vida
a una casa, que es tu hogar, es sin duda lo que tú le pones. Es la paz interior
y la tranquilidad donde vives. Las plantas no deben faltar en ningún lado, es más
¡ni en el baño! Te dan energía y aire fresco. Son las que se encargan de
eliminar ese feo contaminante que tenemos todo el tiempo y convertirlo en aire
puro.
Afortunadamente en todo el rededor de la
casa había jardín. Era como estar en medio de una isla desierta, no muy
adecuada la comparación. Pero a la redonda, todo es verde. ¡Chispas haber si no
me hace daño tanta pureza! Eso de no respirar smog, comer con mugre y oler a
caño. Supongo que esto es mejor. El simple hecho de no escuchar improperios de
los vecinos y fiestas hasta el amanecer, es la gloria. Yo vivía en un edificio
de departamentos hacinados, pero en fin, eso había.
El día
que fui a verla estaba soleado. Había un aroma a hierba húmeda que me despertó
los sentidos. Llovió un día antes por lo que el verde de los arboles era
espectacular. Las flores estaban en todo su esplendor, los aromas que
desprendían dejaban una agradable sensación de satisfacción. Se veía un lugar
hermoso. En el espacio alrededor de la casa había frondosos árboles de todo
tipo; limoneros, naranjos, papayos, incluso, platanares.
Cuando concebí en mi mente la lista de los requerimientos
para remodelar la casa, imaginé ¿qué era lo que deseaba de mi vida? ¿Cómo quería
que fuera mi espacio vital? No era solo poner muebles por poner, de lo que
fuera y sin armonía. Entonces recordé. Me
gustan mucho los muebles de madera, maciza y rustica. Idearía unos con los
respaldos tallados con flores o aves. Los cojines de colores vivos, en aparente
sin ton y son. Veía una sala acogedora que no fuese grande. Con una mecedora
para poder leer con tranquilidad y comodidad. Imaginaba un comedor redondo; por
si tengo visitas es más fácil acomodarlas. Más bien amueganarnos con más
sillas, obviamente a tono con los cojines de la sala; todo en armonía perfecta.
En las paredes muchos cuadros. Podría utilizar la escalera que da al segundo
piso. El cual dejaría para las visitas. Me da flojera estar subiendo escaleras,
prefiero tener un lugar de descanso donde dormir relajada y en una atmosfera de
apacibilidad. Una cama grande podría ser aunque nade en ella yo sola; donde
pueda ver el jardín al despertar y apreciar el aroma de las flores. Siempre
duermo con la ventana abierta. No me gusta el encierro. En cuanto salto de la
cama, lo primero que hago es abrir todas las ventanas de la casa y que se
purifique el ambiente. Que entre, aire,
olor, sensaciones.
En el estudio quedarían bien, diversas fotografías
de todos aquellos que amo, de los que están y los que ya se han ido. De un lado
en blanco y negro, del otro en color o
tal vez las intercale, no se aún. Quiero enmarcar muchas fotografías de mi
nieto hermoso. Como ha ido creciendo y dejando en ellas, las huellas de su
vida. También pondré de las personas que significan en mi vida las ganas de
seguir adelante. Mis padres, mis hijos, mi hermano. Sin dejar a un lado las
personas que han pasado por ella. En las fotografías recreas esos pequeños y
efímeros momentos que se quedan paralizados eternamente. Cuando los ves,
retrocedes en el tiempo a ese instante y es hermoso. Me gusta tomar fotos y atrapar
esos momentos que te dan, una puesta de sol, un mar embravecido, niños jugando.
Me gustaría tener repisas en las paredes. Poner
diversos objetos. Dejando espacio para mesitas
bien acomodadas con plantas y adornos. Así como estantes para poner toda clase
de artesanías de cada rincón que se cruce en mí camino. Barro Negro de Oaxaca,
Talavera de Puebla; que por cierto, predominaría en la cocina y es punto y
aparte. Habrá cajas y baúles, cualquier cosa de Olinalá. Con su aroma especial
y característico y son manufacturadas en el estado de Guerrero. Figuras Huicholes
hechas de chaquira pegada con cera de abeja; que proceden de Nayarit y Zacatecas.
No podrían faltar los Árboles de la Vida de Metepec en el Estado de México; son
tan hermosos y llenos de color. Algunos sarapes colgados en las paredes
desnudas, hechos de algodón que vi en Guanajuato. Podrá ser que por ahí ponga
algunas figuritas de plata y de D´Argenta,
que hacen orfebrerías maravillosas.
En mi país, la artesanía es como lo verde a
los árboles, como la sal al mar. Serán comparaciones un tanto exageradas pero,
nada que no sea real. Cada pueblo, cada rincón de mi tierra tiene sus propias
costumbres y formas. Son tan apreciadas en otros países y aquí no les damos
importancia. Son coloridas llenas de imaginación, representan la esencia de
cada lugar, lo que les da vida propia.
Así como también tenemos vestimentas
propias de cada estado y de acuerdo a su clima y región. Por ejemplo: en Oaxaca
existen dieciocho grupos étnicos y cada uno tiene sus atuendos peculiares. Esto
se puede ver en todo su esplendor en una festividad llamada “Guelaguetza” en
donde cada una de las regiones del estado realiza bailables representativos.
Esta se hace en las festividades del día de la virgen del Carmen, cada año en el
tercer lunes del mes de julio. Su nombre significa “cooperar”, por lo que hemos
de decir que en este hermoso país se celebra mucho la cooperación.
En cuanto a ese tema que podría ser muy extenso,
puedo decir que han existido muchos momentos en que la gente, cuando es
necesario, se agrupa para ayudar a los que necesitan. No soy devota ni
aficionada a la iglesia, pero si muy creyente. Y no sería de extrañar que
tuviera un Janucá. Aunque se preguntaran ¿porque tendría una cruz o varias de
cualquier material y un objeto judío? O un Buda, bueno eso se los explicaré en
otro apartado.
Otra cosa a la que no podría renunciar, son
los Alebrijes de Oaxaca y figuras de
popotillo, que se hacen con pequeñas porciones de mimbre atadas para darles
forma. Muñecas de tela que las Marías en Querétaro hacen con sus listones de
colores. Quiero plantas en ollas grandes
de cobre. Pero no sé qué debo hacer para que no se hagan feas por la humedad. Ya
indagaré como hacerlo. Como tengo gran afición por los búhos; pero en
proporción tengo pocas jirafas y alguno que otro bicho por ahí. Tendría muchísimos;
de diferentes materiales, formas, colores y tamaños.
Decía que la cocina es punto y aparte. Debe
ser grande. Por lo que tendré que ampliarla. La que tiene, es muy chica para mí.
Es de buen tamaño, realmente exagero; pero necesito más espacio para poder
maniobrar cuando esté preparando, tal vez cochinita pibil, rico menudo,
chilaquiles, mole o alguna otra cosa que se me ocurra. Disfruto tanto de
cocinar como de escribir; supongo que la realidad es que soy eventualmente muy
conchuda o, práctica en demasía.
Tendrá que estar forrada de Talavera de Puebla.
Con mosaicos en las paredes. De mampostería, una barra muy espaciosa para poder
amasar y preparar. Con su debido fregadero para no tener que moverme tanto. Con
una repisa colgada al centro, donde estén ollas y artefactos propios de una
chef grumete. Alacenas bien ubicadas y estantes donde poner las vajillas de
diferentes estados que hay tantas y hermosas.
En la entrada de la casa, antes de llegar
al espacio donde está la sala y el comedor, hay un pequeño rellano no muy
grande. Donde se me antoja una pequeña fuente que se apreciará donde se
encuentren. En la sala o el comedor y dará un toque de grata tranquilidad. Escuchar
el rumor del agua es fascinante. Y como ese descanso tiene un domo de colores
que es un vitral de figuras de aves con ángeles; se filtrará la luz del sol,
dándole un aire de complicidad celestial.
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