NO TENGAS TEMOR Y SIGUE ADELANTE
Satisfacción. Orgullo. Felicidad. Son plabras que pueden encuadrar en este momento tan especial.
Siempre pensé e incluso logré hacerlo, que publicaría alguno de mis libros, en ocasiones, las cosas no salen como uno espera, pero llegan, siempre llegan en el momento que deben ser.
La intención de escribir ha sido siempre la de compartir, no la de ser esa famosa que reparte autógrafos, no por menospreciarme, es por el hecho, que me gusta compartir, lo demás, creoque llega solo.
Esta reseña que le pedí a mi maestra, amiga, compañera de andanzas entre letras y quehaceres propios de una persona que comparte sus vivencias, sus memorias, me ha llenado de inmenso orgullo; sin embargo, debo decirlo pues este espacio es para ello, para exponer cualquier cosa que queramos sacar, vomitar, externar. Uno de mis grandes monstruos, es el de la falta de confianza en mí, y no lo niego, como para qué. Es algo en lo que debo seguir tarbajando, como en muchas otras cosas en mi vida.
Gracias a todos por su apoyo y bendiciones
Reseña
Diálogos con él
Trinando Narrativa Editores
Novela de María Gabriela Erika Contreras
Rodríguez
Laura Athié*
laathie@lemmexico.com
No hay
preocupación mayor que el ser olvidado. Toda nuestra vida gira en torno
convertirnos en importantes para los demás. Queremos ser observados, estar en
las conversaciones de los otros, ser personas entrañables para la madre, el
padre, los hijos, en la escuela, el trabajo, en el amor. Permanecer en la
existencia de los demás es nuestra ocupación en el mundo actual. ¿Será esta,
también, la preocupación de Dios?
A Dios —escribe María Gabriela Érika Contreras—, El
Creador del todo, no le importa si la tez de la humanidad es de colores, si la
diversidad es su lema […] , lo único que le importa es que no dejen de tenerlo
presente.
María
Gabriela Érika Contreras, mujer prodigiosa de tres nombres reflexiona al
respecto y entrama una historia al respecto en Diálogos con él, una novela introspectiva y filosófica, que nos
presenta a una deidad sin género y con un sentido del humor satírico que teme a
algo: desaparecer en la memoria de los humanos: “¿Quién decidió́ ponerme ante
ustedes, como primera instancia, que soy varón?”, pregunta.
La
suya es una deidad con “cara de póker” de muchos nombres y permanencias que
dice malas palabras y se auxilia de loa ángeles a quienes zarandea cuando no
logran entender su misión en la tierra. El Dios de María Gabriela es irreverente,
entrometido, sarcástico y afirma que sigue, “y seguiré pensando, no estoy en
contra de las instituciones”. Además, quiere que seamos más inteligentes:
Mis chavales descarriados, si me necesitan, ahí estaré́,
si me piden, les doy, si piensan en mí, vale, qué felicidad, pero, por
favorcito, conecten su corazón a los pensamientos antes de abrir la boca.
No
es uno solo, es muchos y con múltiples nombres: para él, el politeísmo no es un
pecado, es la forma de encontrar una fe, tan sólo pide a sus hijos una tarea
nada fácil: “honrar, ahora exalten sus mentes —les solicita—, engrandezcan sus
pensamientos redirigiéndolos a la lo que debe de ser, al Creador, a la Madre
Tierra.
Aquí todos los dioses de todas las religiones son
amigos: Estaban, lo recuerdo bien: Elheia, Zeus, Poseidón un tanto molesto
fuera del agua, Ra, Anubis, Odín, el señor Chac y Xibalba, puesto que debía
haber contrapartes, pensativos del otro lado de la estancia, Shiva, Brahma y
Anú.
Pero, ¿cómo
es que habla Dios? ¿En qué piensa? ¿Quién es? ¿Se cuestiona su yo, como nosotros? En esta novela se pregunta
de manera constante como luchar contra las redes sociales hasta que se propone
unirse al Facebook o abrir un canal de YouTube para comunicarse con los suyos
mientras sufre con el problema del gozo frente a la tecnología y se pregunta: “¿Saben
acaso de dónde surgen las guerras que nos desuelan y nos llenan de horror?”. Reconoce
que los dinosaurios existen, siguen comiendo de su mediocridad y les reclama: “¿Quién
les ha hecho pensar que pueden pelear miles de años por un pedazo de tierra
prometida por mí?”.
Sus
pesares y cavilaciones toman cuerpo en la vida de varios de sus personajes que
son, desde su perspectiva, trascendentes al tiempo y al lugar porque podría
tratarse de cualquier familia en el mundo. Ninguno de nosotros ni de nosotras
como permanentes y no sabemos tampoco cuál es nuestra misión aquí aunque eso da
igual, lo importante es entender la intención, esa que él le repite a Josef y
el ángel Reiyel, su aliado en la tierra:
¿Recuerdan la intención? —nos pregunta—, ese
sentimiento que nace del corazón y que lo llena de fuerza monumental para
cambiar el rumbo de una consecuencia.
María
Gabriela engarza el devenir de Josef y de sus descendientes a partir de esa
columna vertebral que rige la vida de los creyentes católicos, quizá mal
interpretada por nosotros, desde el punto de vista de la escritora: Los 10
mandamientos. Así, a lo largo de sus capítulos y mientras Reiyel vuelve de
manera constante a conversar con Dios para decirle que la misión que le ha
encomendado es un entuerto: “Creador, necesito de su ayuda […] La humanidad se
está volviendo loca. No creen en ellos mismos. No tienen fe en su capacidad de
perfección”; su Dios piensa que quiere establecer un vinculo con los hombres y
con las mujeres. Un lazo al que llama, de fusión y fisión.
“Era uno de mis enviados —piensa Dios de Reiyel,
personaje que se va haciendo querido a lo largo de la novela, una especie de
Noé y un Buda que llegaría como maestro ascendido—, uno que se ha ganado el
derecho de manifestación, por simple grado de conciencia”.
Y
todos los que leemos somos mortales, erráticos, necios, tal y como nos describe
María Gabriela, llenos de incertidumbres y dudas, faltos de fe, capaces de
generar diferencias y agresiones cuando no congeniamos con la otredad: “¿Qué
pasa cuando en la mente de alguno se crea una verdad inalienable e individual,
que no puede ser exactamente la misma que piensa su hijo, su madre, el vecino
de enfrente?”, se pregunta un Dios que reniega ser llamado “culpable” de los
horrores en la tierra:
[…] ¡y yo por qué!, yo no soy el culpable, no tengo
velas en el entierro, no sé de qué me están hablando, no tengo nada que
perdonarles, ni nada por qué castigarlos, puesto que no han hecho nada malo,
de verdad.
Nosotros,
quienes nos adentramos a Dios en el libro de María Gabriela, recordamos también
los Diálogos de Platón, estas conversaciones que el filósofo sostiene con Gorgias, Menón, Eutidemo, Hipias Menor, Crátilo,
Hipias Mayor y Menexeno para reflexionar en torno a la vida y al ser y que
también cuestiona: “¿Quién es pues el Creador y
Padre de este universo? Difícil de encontrarlo y cuando se ha encontrado,
imposible hacer que la multitud lo conozca” (Platón, 427-347 AC). Así este habla este Dios en sus conversaciones
con Reiyel a lo largo de los encuentros y
desencuentros de los personajes que se enamoran, traicionan, se vuelven avaros,
nacen y mueren o adoran y crean empresas hasta quedarse viudos y perder la
razón para seguir. Al igual que Platón, quien imitó las tetralogías, como forma de orden poético para
presentar sus diálogos —jugando con tres tragedias y un drama satírico—, María Gabriela
introduce la risa y el dolor en su tejido textual y también, como el filósofo
griego, va decantando sus capítulos de diez en diez, como los mandamientos grabados
en piedra con los que Moisés bajo del monte Sinaí.
Somos,
sin duda, los que estamos aquí hoy, personas con otro chip. Como dice su Dios:
“Hace muchos miles de millones de años, los primeros habitantes tenían un
chip algo diferente al que gozan ahora”. Muchos, antes que nosotros, tuvieron
la capacidad de entender y de expresar la grandeza del creador. Desde Benjamín
Franklin (1706- 1790) hasta Oscar Wilde (1854-1900), en cambio nosotros, los de
hoy que no hemos entendido que “la iglesia pide que al entrar en ella nos
quitemos el sombrero, no la cabeza”.
Ustedes me perdonarán , —apunta Dios— me siento
tremendamente orgulloso de lo que he descubierto al fin: en efecto, yo creé el
universo, las leyes, a ustedes, ¿pero saben? Sin ustedes... ¡yo no existiría!
Todos
somos como José —como bien apunta la autora— que pasó muchos años buscando
sin encontrar. Sus preguntas eran sencillas, deseaba saber hacia dónde iba,
para qué y cómo. Pero también somos como Reiyel, el quinto ángel del coro de Dominaciones, que se ocupa de la liberación
y que sirve contra los incrédulos, quien se pregunta: “Creador, para
empezar, no tengo identidad, no sé quién soy, como me llamo, ni mucho menos
sé mi cometido”.
―¿Quiénes
de nosotros sabemos a qué venimos? Si lo que hacemos está bien, si vamos por el
camino equivocado o, al fin de cuentas, ¿cuál es el camino?
Nos
ha pasado así, como a él: “Cuando estaba por cumplir los quince años, le
llegó una revelación. Debía de dejar su espacio, el sitio donde había vivido
y andar por un sendero incierto, para llegar al primer escalón, lleno de
cardos, penas y dolores; tendría que completar su segundo circulo de
aprendizaje”.
Ahora,
en este tiempo de encierro, no sería tan malo que nos sucediera lo mismo que a
él, igual, quien “entonces entendió́ algo de suma importancia. Que debía, por
el bien de los demás, buscar la forma de adecuarse a cada grupo que se
encontrase, a modo de poder entablar comunicación con ellos”.
María
Gabriela nos muestra así, historias descompuestas como nosotros pero, ¿qué tan
descompuestos estamos todos? ¿Dónde inicia la descomposición? No ven que al
final no se llevaran nada cuando se encuentren conmigo, si es que es así́,
claro está, nos dice su Dios quien afirma que sigue observando con profundo
dolor en nuestras almas:
Creo que tendré́ que abrir una cuenta de Facebook y
en Twitter, voy a poner hashtag “#encuéntrame”, a ver si así́ hacen algo. Me pondré́
en los anuncios de los videos de YouTube, bueno, estoy pensando pues.
Pero
su novela nos abre un camino, puesto que sabemos que Dios, como ella escribe,
ha caminado entre nosotros en varias ocasiones: “les tengo afecto, tal vez un
poco de fe”. Habremos, si logramos liberarnos un poquito del diario trajín y
para lograr la paz de nuevo, de hacer lo que su Dios nos recomienda:
―Haz lo que dicte tu corazón, solo eso. No sigas
las tradiciones solo porque te las han impuesto, estás atentando contra mis dictámenes
si permites que sigan muriendo por ti, no es por ti la causa por la que mueren,
es por la ideología equivocada e impuesta por sus líderes que, de forma estúpida,
les hacen creer que son más valientes falleciendo por algo que no entienden,
el amor.
* Mexicana de origen libanés y
orgullosa madre de Abril. Escribe crónica de viaje y biografía familiar. Autora
de Robótica: los jóvenes que se atreven a
hacerla en México (2007), De cómo
cocinaban las abuelas (2011), Calva y
brillante como la luna (2013). Es Comunicóloga por la UABC (1996) y Maestra
en Política Educativa (IIPE-UNESCO París, 2008), Maestra y doctoranda en
Ciencias del Lenguaje por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP,
2018) y, Diplomada en Terapia Narrativa (ILEF México, 2016), con estudios de
posgrado en educación y política educativa en el IIPE UNESCO Buenos Aires
(2006) y FLACSO México (2005); así como de paidología y periodismo. Codirige
LEM: Centro de producción de lecturas, escrituras y memorias.
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