Las Extrañas Siluetas de La Vida de Darien
LAS EXTRAÑAS SILUETAS DE LA VIDA DE
DARIEN
MARÍA GABRIELA RODRÍGUEZ
copyright©MaríagabrielaRodríguez
Todos los derechos reservados
Este libro fue creado hace más de cinco años.
Muchas
cosas han pasado desde entonces. Algunos, hemos logrado entender que, en la
diversidad de pensamiento, se encuentra el entendimiento.
Agradezco
profundamente a todas y cada una de las personas que, en esta historia,
representan mi propia historia, sin ellas, no sería quien soy.
Después de haber escrito este compendio de
historias, las cuales son verídicas, de haber tomado posteriormente,
Diplomados en Memorias y discurso autobiográfico,
De acudir recientemente a terapia, entendí,
Que escribir, no es fuga, no es querer entender lo
que nos pasa en la vida,
Es, sin duda alguna, reconstruirnos, deconstruirnos,
y, actualizar nuestra historia.
En este punto, entiendo que lo que se vive, son las
más poderosas herramientas para ser, lo que queremos ser.
Con todo mi amor para mis guías eternas,
El que ya no está conmigo, la que me dio la vida
Y al amor de mi vida.
I.
El Inicio
II.
Desentrañando
sentimientos
III.
La esencia
traslúcida
IV.
El pasado
remoto
V.
Utopía
VI.
Fatalidad
en el jardín
VII.
Los sellos
inconscientes
VIII.
Preguntas
extrañas
IX.
Intenta no
sufrir
X.
Llenando
hueros
XI.
Los
certeros reproches
XII.
Quiero ser
tu cómplice
XIII.
Las ruedas
que giran y giran
XIV.
Medusa
XV.
Enfrentando
mis demonios
XVI.
Una boda
para dos
XVII.
Fue… boda
unilateral
XVIII.
Empezando
por los traumas
XIX.
Lugares
vacíos
XX.
La espera
silenciosa
XXI.
Sentimientos
encontrados
XXII.
Tristeza
crónica
XXIII.
Saltando
sobre fuego
XXIV.
Educación
a distancia
XXV.
El pulpo
de muchos rostros
XXVI.
No colgué
un título en la pared
XXVII.
El jinete
sin cabeza
XXVIII.
Recordar
es volver a sufrir
XXIX.
Mi familia
de acogida
XXX.
Alentando
amores
XXXI.
Mi otra
madre
XXXII.
El amor de
mi vida
XXXIII.
Demasiados
mandos a bordo
XXXIV.
Comienza
el viacrucis
XXXV.
No era
solo un árbol torcido
XXXVI.
Utopías
XXXVII.
No es
magia, es realidad
XXXVIII.
La necedad
andando
XXXIX.
La
tecnología al servicio del hombre
XL.
El proceso
de las intenciones
XLI.
El
universo que explota
XLII.
La víctima
no es tal
XLIII.
El centro
del universo
XLIV.
La
tormenta que ahoga
XLV.
Salvando
al soldado Brandon
XLVI.
Cansancio
eterno
XLVII.
El mismo
menú todos los días
XLVIII.
Honrando
el trampolín
XLIX.
Sí se
pagan los errores
L.
Mi más
sincero reconocimiento
LI.
Atajando
recuerdos
LII.
Cambio de
rumbo
LIII.
Las ruedas
siguen girando
LIV.
Epílogo
El inicio
Había llegado en
medio de hilos y telas. Como si su vida solo significase coser y remendar
viejas heridas que plasmadas en largas y metódicas estancias detrás de una máquina
de coser; como años atrás sus antepasados debieron de hacer. Dejando sus
espaldas incrustadas en el respaldo duro de la silla. Encorvados y tiesos como
su vida, todos los días. Antes de su llegada, nadie sabía su propósito. Cada
uno enfrascado en su rutina, vacía y sin sentido. Y él, simplemente llegó. Como
llega un deseo suspirado y anhelado en silencio inconsciente.
La mayoría de las
personas cuando cuentan cómo llegaron a este mundo. Lo hacen como si fuera el
evento del siglo. Guardan, no solo los recuerdos, también almacenan esas monerías
que tanto les gusta platicar: El día que dijo mamá por primera vez, cuando dejo
el pañal, el momento justo en que se dio en la maceta tratando de dar los
primeros pasos. Yo en lo personal, puedo decir que fue un suceso inexplicable,
desde antes de que llegara. Y decir con exageración que casi angélico. Pero
cuando se llega a este mundo, es con un propósito, el cual, tardaremos miles de
años luz en entender o peor descubrir y este angelito llegó para darnos muchas
lecciones.
Aún no nacía y,
como cualquier primogénito era aguardando y anhelando. Mi hijo, Harry Terkiannis
había llegado al pueblo un poco antes de cumplir los dieciocho y tenía veinte
cuando nació Darien. Como iba diciendo: pensé en ese entonces que, de alguna
manera sus padres, a pesar de muchas situaciones difíciles se aventaron al
ruedo con todo y la inexperiencia normal en los padres primerizos. Presente en
aquellos que, solo lo hacen y no saben las consecuencias del traer una criatura
a este mundo. La realidad es que nadie arriba con instructivos ¿verdad? Pero aquí lo importante y la pregunta es: ¿por
qué llegó? Y mientras me preguntaba el porqué, diré que la respuesta en este
momento no la daré; sencillo, no tendría chiste adelantar juicios funestos,
aparte de ignorarla.
Supondré de
momento, que tal vez no tenían la capacidad para ser padres, pero eso se vería
al tiempo. Como sucede con todos, se aprende del modo en que solemos hacerlo a
base de caerse y levantarse; de errores y aciertos; destrozos y, después dan
las gracias.
No pregunten
porque Darien decidió que quería esos padres puesto que son el sol y la luna;
Cortez y la Malinche; pinky y cerebro.
Uno por bruto, su padre y por lista su madre o a la inversa, cuestión de
enfoques y acomodos posteriores. Pero
debió de ver mucho amor en ellos para que decidiera llegar. O simplemente pensó
que era momento de que alguien colmara esos hueros tan grandes. Esos espacios de
vida sin sentido. Ese querer llenar totalmente su necesidad de dar, para
entender. Debió de vislumbrar que, de alguna manera, esa esperada llegada
significaría trasformar, aunque sean el atlántico y el pacífico; Chetumal y
Mexicali. Pero tal vez en los extremos radica el equilibrio. Pero, sobre todo,
porque no se conocían.
¡¿Y cómo es esto
de que no se conocían?!... Me enteré después de mucho. Sus padres se habían
conocido a través de la fantástica tecnología, detrás de la fría pantalla de un
ordenador creando su mundo cibernético. Ese, en el que vivimos la mayoría de
las personas. Indiferentes e inexistentes ante los sentimientos. Oyes, pero no
tocas, ves, pero no sientes. Ellos se pasaban las horas platicando,
descubriéndose, contándose cosas que tal vez, algunas eran ciertas, otras no lo
sé, ni lo sabré. A la fecha, es un tema tabú entre ellos. Siendo un vicio para
mi hijo las computadoras, entre Harry y la novia virtual, hicieron de ese recurso
su vida tras la pantalla; como esos chicos de las series de televisión. Lo
bueno que mi hijo no era un enganchador que secuestra chicas brutas por
internet. Con esa labia liviana y de no malos bigotes, no porque sea mi hijo.
Harry de pequeño
era un niño regordete con cara de garbanzo. Observen uno y verán una carita de
boca pequeña, cachetes rellenos y una nariz apenas asomando. Blanco de cejas
pobladas y pestañas tupidas de aguacero. Ojos vivaces que daban impresión de
travesura constante. Su cabello tan lacio y necio como él, que se pueden
ensartar pendejuelas y chingaderitas. Harry llegó en un día del
maestro, en completo estado de dolores austeros y carcajadas en el hospital al
filo de las cinco y veinte de la mañana. Yo había llegado quince minutos antes.
Continuando… decía
que cuando a su madre, Severa Allegrianni Bipolentiaris le enseñaron por medio
de tecnología, la cual en estos tiempos ya gozamos de su benevolencia. Pues ahora,
podemos saber si será niño o niña. Lo podemos ver en tercera y hasta cuarta
dimensión. Entonces, por medio de un ultrasonido común, de esos que practican
en una clínica o gabinete de laboratorio, que algo extraño tenía y que no
sabrían con certeza que era, hasta que llegara a este mundo. Los comentarios de
los galenos fueron tan diversos como inconsistentes; tumores, malformaciones y
toda una gama de horrendos diagnósticos. Durante varios meses solo tendrían eso
y atenidos a las exiguas ayudas, todos vivimos en la más absoluta de las incógnitas
durante los primeros meses. De hecho, ya
empezaba a ser el foco de atención y aún no nacía.
Algunas personas
se preguntarán en el trascurso de sus vidas, ¿para qué llegaron? y, la mayoría
de las veces, no encuentran una señal aclaratoria al respecto. Solo se centran
en sus vidas hueras sin saber cómo llenarlas de ilusiones y fantasías.
Atestadas de sueños incumplidos y aun así siguen viviendo en la más absoluta de
las ignorancias. ¿Por qué llegué? ¿A qué vine a este mundo? ¿Cuál es mi
cometido en él? ¿Para qué? Nos preguntamos y, terminamos pensando que, llegamos
simplemente para vivir o, para llenar una vida con ideales que no siempre se
cumplen. ¿Me pregunto, cuál es el mío?
Para entender esta
historia, nos vamos a adentrar en la mente de muchas personas. Dentro de lo que
se pueda, pues no creo que me pueda poner los zapatos del señor Freud. En
algunas ocasiones será doloroso y brutal. Sentiré como me clavan espinas cual
Jesús o peor, como me dejan en medio del helado Atlántico. Otras parecerán
increíbles e inconsistentes. Algunas verán que es la vida de cualquier familia,
se podrán sentir confusos, enojados, incluso identificados. Pero nada como
descubrir los hilos negros en personas que en no son extraordinarias. Serán
personas normales, con vidas comunes.
Parecerá un
laberinto de personalidades. Todas ellas tendrán su espacio y su porqué de
entrar en este fantástico mundo de Darien. Van a ir y venir, deambularán, serán
intercaladas en aparente ton ni son, pero todas, con un propósito. Aquellas que
indiquen la revelación pronta y ocurrente. Lo que cada uno de ellos representa.
Eso que cada persona pasa y no siempre se acepta el por qué o para qué.
Se preguntarán porqué
cuento esta historia que no es solo la suya. Es la de muchas personas que
llegaron a su vida y otras que no conocerá más que a través de mis palabras y
las de su familia. De cómo y porqué decido contar los vericuetos y circunstancias,
de hasta ahora su corta vida. Cuando soy, la menos involucrada con él. Será,
porque siento que debo de explicar que, su llegada significó grandes cambios en
muchas personas. También, porque me adelantaré a cosas que sucederían. Y no
porque sea bruja, ni tengo una bola de cristal. Solo fueron saliendo en el
transcurso de analizar y desnudarse al contar esta historia, el porqué de
nuestras vidas.
Para entender esto
viajaremos a mundos de ficción y de realidad. Cuando se cuenta una historia
siempre se mezclan esas partes de irrealidad y de verdad, pues de lo contrario,
no podría haber historias. Pero, el sentido de las aparentes quimeras quedará
expuesto en lo que supondrán ustedes; como esos anhelos que todo ser en algún
momento de su vida, desea que sucedan. Supondremos que es, lo que debería de
ser y solo por eso sabrán, que son más verdades que ficción.
Le llevará muchos
años descubrir su cometido y para que había llegado a este mundo. Él, solo se
ira desprendiendo de sus propias utopías, para convertirlas en realidades. Yo
dejaré pendientes, no solo en nuestras vidas, también en la de otras personas.
Pero lo que sucedió durante muchos años, con nosotros, los de esta historia, realmente
será interesante de contar, saber y entender.
¿La razón?, es un
florilegio de almas perdidas, en circunstancias, tiempos y condiciones
diferentes. Que llegaron para amalgamar sus vidas en este enjambre y lograr un
cometido.
¿Qué sentí cuando
fui a verlo? … Caminaba lentamente y con firmeza hacia el fondo de un pasillo. Con
su loseta blanca y pulida, cual debe de ser en un hospital. Oliendo a ese desinfectante
que tanto pica la nariz y en automático te genera ese recuerdo de enfermedad y
encierro.
Después de pasar
por el puesto de enfermeras, en el cual se encontraba una apostada cubriendo
diligentemente su turno. Me sonrió, algo extraño pero agradable cuando vas a un
hospital. Ella no sabe mi estado de ánimo, pero me brinda un remanso dentro de
la angustia.
Las paredes
blancas, algunas puertas desvencijadas, todo limpio y ordenado. Por fuera, no
puedes ver la inmensidad a la que entras. Es un edificio alargado de cuatro
pisos, pintado de colores vivos, lo cual debe de ser por una razón; es un
hospital infantil. Con los barrotes circundando, las casetas cuidadas por
guardias que te escudriñan. Patios con césped bien recortado. Bancas y pasillos
largos que parecen laberínticos modos de llegar al mismo punto; la salida y la
entrada. Personas sin nombre y con rostros desencajados. Algunas, con el dolor
reflejado en la cara. Otras llorando por alguna perdida o por la gravedad de
una enfermedad. Padres y madres, abuelos, amistades; siempre circundándolos la
desolación y la fe. Orando y rezando. Cuando le dije a la enfermera adonde me
dirigía y con una identificación de cartón, con mica plástica, que me colgaba
del cuello anunciando que era, una visita. Me proporcionó las instrucciones
pertinentes: <llegue al fondo de este pasillo, gire a la izquierda y del
lado derecho en la última habitación, ahí está>. Pasé por varios cubículos.
En algunos se veían las enfermeras y médicos con sus batas blancas y
estetoscopios colgados, se movían sin prisa, reían, platicaban.
Llegué a una
habitación con cuatro camas, en el área de nefrología. Entre sigilosa saludando
a las demás madres que se encontraban a un lado de sus respectivos infantes. Unos
mejor, otros peor. Me acerque circunspecta a tu cama inmensa. La cual, tenía
sus barandales. Me recargue en uno de ellos para poderte ver. No porque
estuvieran muy altos es que te veías como balsita en medio de un gran piélago.
Me sentí increíblemente contrariada, mis sentimientos se dispararon de manera
incontrolable. Estabas conectado a un tubo de oxígeno, tenías sondas para
alimentarte y administrarte medicamentos. Parecías astronauta diminuto y no
otra cosa. Como era de esperarse después de dos paros respiratorios y tu
condición frágil al nacer. Picoteado por todos lados. Tenías el catéter para el
suero en una manita y otro en el hombro; terminarías con un mapa lunar de
tantos cráteres. Tu cabeza estaba metida en una cápsula de acrílico blanco,
parecía el molde de yelmo moderno sin terminar. Servía como nebulizador. Solo
tenías puesto un pañal desechable y se veía tu barriguita redonda como Buda
recogida en lonjitas diminutas, igual… que una ciruela pasa.
Sin prestar
atención a mí alrededor, puesto que no me di cuenta de lo que estaba en ese
momento en el televisor con canales locales. Las pláticas de las otras madres
las ignoré. Un llanto por ahí silencioso como quejido acuciante, tampoco
escuché. Me concentré solo en mirarte. Quería meterme en tu mente y tu corazón.
Necesitaba con gran urgencia que me fueras reconociendo como tu abuela paterna.
Como tú compañera de travesuras. Tú confidente y cómplice leal. Tu admiradora
número uno, la que tanto te anhelará.
Quería que
sintieras mi energía, mis sentimientos suspendidos a tu alrededor como aura de
luz y tranquilidad. Que llegaran a tu subconsciente, esos decretos firmes y
acuciantes, trasformando en tu interior, esa gama cual crisol que tendrías de
pensamientos, tradiciones, cultura y vida. Te observé con tu carita cual
garbanzo minúsculo como la de tu padre. Me sorprendí tanto de esa calca
paterna, me habías dado un golpe de veinte años atrás cuando nació tu padre.
Algunos hijos se
parecen tanto a los padres o las madres. Así sucede con tu tía. Dicen que somos
hermanas. Pero en lo que respecta al parecido físico, eres una calca al carbón.
Blanco, no moreno quemado o curtido por
el sol como tus antepasados maternos. De facciones delicadas y sonrisa desde
que llegaste. Esa salió de tu padre, pero ahora, ya no sonríe. De carita
redonda, con el mentón ligeramente puntiagudo, grandes cachetes esponjados,
ojos de color hueso de mamey, grandes, expresivos y chispeantes en sumo grado.
Abundantes pestañas y curvas cejas. Estabas rapado de la cabeza, según ya
tenías mucho pelo y abundante como el de tu padre. El espacio entre la nariz
diminuta pero abultada como bulbo y la boca de labios delgados, es amplia, si
no sales de poco vello facial tendrás un hermoso mostacho. Tienes un lunar en
el hombro derecho redondo y rosado. De haber nacido con esas facciones paternas
pero el color de tus abuelos maternos nos hubiéramos vuelto locas de gusto. Nos
gustan los bebés prietos por no decir que querríamos un negrito. Pero tu padre,
con todo el conocimiento previo de sus gustos femeninos, generalmente blancas
tendiendo a güeritas insípidas. Pero tu mamá no es blanca como la leche, ni
morena como sus padres, tíos, abuelos y demás congéneres. Tiene un color
amarillento hepático como el mío. Detesto mi color informe entre guayaba amarilla
y plátano maduro. De cara redonda y con la mirada ocurrente. De cabello lacio
como su ser y negro.
En efecto, sonreías.
Te veías feliz. Nada de lo que ocurría a tu alrededor te importunaba. Estabas
tan tranquilo. Algo que podríamos pensar extraño, si tomamos en cuenta, que
tenías unos meses de nacido y que los seres humanos tendemos a recurrir a esos
episodios de molestia cuando nos sentimos enfermos y mal con tanto picoteo en
nuestro cuerpo. Te quedarán las marcas de todos esos piquetes y otras que no se
verán.
Creo que como se comentó
un día. Cuando naces, no sabes de sufrimiento, puesto que ignoras ese
sentimiento. No sabes de odio, ni de remordimiento, pues no se ha adquirido la
experiencia. En este caso, creo que, al estar todavía inmune de esos
aprendizajes comunes, que los instruidos en materia no te han dicho o inconscientemente,
ya te lo plantaron en el chip;
escuchando desde el vientre, pero, ya vivirás esas cosas como: “tapate hace
frio”, “te va a doler esta inyección”, “si corres, te puedes caer”. Mientras
los que ya crecimos, las pesadillas en la noche son por mero aprendizaje, tú,
aún no sabes todo lo que sortearas para aprender a ser tú, para ser solo
Darien.
¡Es la verdad! Es
lo que nos van enseñando, lo que vemos en casa, no son invenciones ¿o sí? Por
lo menos eso pienso yo…
La esencia traslúcida
El sonido de la
televisión y los llantos a tu alrededor no te hacían mella. Habitabas en tu
esfera; esa burbuja sólida, pero trasparente y porosa. Diáfana, porque dejabas
ver tus emociones. Permeable, ya que permitías sin reparos, que entráramos de
lleno a tu vida. Sólida, pues ya mostrabas tu autoridad contundente. Así habías
llegado. Apenas llegaste a este mundo y verás que la vida te deparará muchas
sorpresas. Pero más nos darás tú y eso será lo increíble.
Tomé con cuidado y
delicadamente tu manita entre las mías. Te susurré con lágrimas corriendo a
mares sobre mi rostro, aun tratando de salir de mi asombro por verte tan frágil
y a la vez tan fuerte. Sentir tu energía, observar en tu mirada una cómplice
sentencia de “aquí estoy”. Te musite muy bajito: ¿Sabes Darien que has llegado
por algo? Fue la primera frase que te
dije cuando después de haberte murmurado un padre nuestro y decretar, que, bajo
ninguna circunstancia permitieras que nada se interpusiera en tu vida, ni
siquiera tu condición.
Ese día no te
conocí. Ya te había visto antes, cuando saliste del hospital once días después
de nacer. Entraste en mi vida cual raudal sin freno y te amé tanto desde ese
preciso instante. Ame tu sonrisa. Adore tu fortaleza. Me diste el mejor de los
regalos y tú, ni te enteraste. Me otorgaste, ganas de vivir, cuando te vi en
los brazos de tu madre que complaciente te dejó en los míos y, al acurrucarte
contra mi pecho, parecía una loca con sonrisa estúpida en la cara, tan desquiciada
que parecía una chiquilla a la que le dan el regalo más esperado.
Mientras te veía
en medio de tu inmensa cama ya me habías hecho tus primeros pucheros, después
de que me regalaste muchas de esas sonrisas graciosas que haces. Achicas los
ojos, arrugas la nariz y enseñas las encías en mueca de sonreír. Cuando te
estabas poniendo molesto y comenzaste a llorar, se me ocurrió tomar tus pies
regordetes y pequeñitos, los empecé a acariciar como haciéndote masaje, después
de un rato, te tranquilizaste y volviste a sonreír. Sentí que, desde ese día, podíamos
llegar a tener una especie de señales propias, solo para nosotros dos o eso
quería desde que te vi; formar parte de tu vida intensamente. Tener un lenguaje
particular, propio de dos, sin más nadie, algo que nos uniera como un cordón
cósmico e invisible que se conectara de manera telepática.
El pasado remoto
Va a ser doloroso,
pero en fin… si tengo que explicar que sucedió. Como un ente inexistente y
extraño que reverbera en el aire, las palabras para mi hijo ese día fueron
contundentes. Él, sentado en un baúl y yo, en una silla diciéndole con toda la
seriedad y tranquilidad que podía tener en ese momento: – vete, ya no te quiero
aquí, ya lograste acabar con la poca paciencia que se puede tener –. El día
pudo ser como cualquier otro, soleado o nublado; con lluvia o mucho aire. En mi
cabeza, solo había nubarrones cargados de desilusión, torrentes de lágrimas
atragantadas en la garganta. No me hubiera calentado ni una fogata de fiesta en
playa. Pero eso, no importaba, pues todos los recuerdos incomprensibles pasaron
ese día por mi mente, desde el momento en que nació mi hijo, hasta el
sentimiento de culpabilidad que había atesorado durante tanto tiempo y, que no
sabía cómo quitármelo.
Había subido a su
habitación a rellenar o atascar la maleta. Mientras bajaba, anhelaba que fuese
como la primera vez, que regresaría al siguiente día. Años y años de culpa mal
entendida, mal encausada. No fue suficiente, que yo me hiciera la vida de
cuadritos, espirales y que giraran incontroladamente, aún con él, tenía culpas.
Pero esas culpas tenían su origen, obscuro y cargado como nubes en un cielo
pronosticando tormenta. Como día del juicio final. Pero esos yerros no eran míos.
Después lo entendimos.
Pero él, sí me
recordó mis culpas y de la manera en que siempre solía hacerlo. Escudado y
colgado de sus eternas muletas. Aquellas que le habían dejado hasta que él, decidiera
quietárselas. Me dijo muy enfadado: – ¿Por qué me culpas de algo que tú
causaste? Tú no me educaste, tú no estabas conmigo, tú no pasaste por lo que
yo… el no saber que quiero –. Con el rostro cual jitomate encendido de enojo e
impotencia pues sabía, que él estaba mal. Presentía que iba a huir en lugar de
enfrentar. Pero eso, mi hijo no sabía cómo hacerlo… aún. Mi madre rondaba por
la casa, al oír sus reproches y ese tono altanero, se le enfrentó y le dijo,
que no tenía por qué ofenderme, ni faltarme al respeto. Él no sabía en ese
momento o tal vez no quiso pensar, que solo era una reacción de defensa normal,
cuando sabemos que estamos haciendo mal o no queremos verlo.
Bueno como iba
diciendo… El día que Harry bajo del autobús que lo llevó al pueblo, llevaba en
su mochila de lona, cuadrada y dura como su vida en ese momento; sus recuerdos,
los fantasmas y sus fotos. Todas las que se llevó sin mi autorización,
dejándome sin ninguna que fuera la representación impresa de su llegada. Iba
fumando un cigarrillo, herencia mía, de mi madre, de mi abuelo, de miles.
Desaliñado y cabizbajo, seguramente sin bañar en muchos días. Cuál era su
costumbre, desde hace ya varios meses.
Es horrible
experimentar esa sensación de abandono. Como si tu cuerpo no te perteneciera o
visto de otra forma, no querer que tu cuerpo contenga un alma, neuronas y
sentimientos. Él, se sentía vacío, desorientado, sin rumbo y abandonado. Enfundado
en sus pensamientos aun frescos como el aire que le rosaba la cara. En esos
momentos, él, no pensaba, simplemente se dejaba guiar por sus pasos, dejándolos
que lo llevaran como autómata a un lugar al cual nunca había ido, el cual, desconocía.
Él simplemente, había huido, pensando que tal vez, podía probar suerte con esa
novia prometedora.
Caminando para
poder llegar a su punto de encuentro, a través de calles desoladas, con transeúntes
que lo miraban extrañados; cual forastero fuera de lugar. Ausentes de ese
bullicio que él conocía de ciudades grandes y pobladas, de avenidas inmensas y,
algunas, menos estruendosas. Sin ver un camión urbano en varias cuadras. Tal
vez la contradicción del pintoresco ambiente contra la inexistencia de ruido,
estrés y smog. Personas moviéndose frenéticamente de un lado a otro, tráfico y
largas caminatas en donde había vivido.
Mientras
escudriñaba a su alrededor y escuchando el sonido del viento que revoloteaba a su
alrededor desordenando sus ideas. Seguramente estaba empezando a maquinar la
historia oficial, esa que daría al llegar a la casa. La historia inventada que
contendría verdades a medias y mentiras completas y que, al paso del tiempo, le
daría la vuelta. Su vida se finco en bases nada cimentadas. Aprendió de un modo
nada bueno que podía mentir, manipular y engañar cuando quería obtener algo. Pero
no es nada raro que las personas mientan, todos mentimos, empezando a nosotros
mismos, cuando no queremos ver esas verdades que, por dolor, orgullo, necedad,
incluso ignorancia, nos hacemos de verdades a medias para no quitarnos las
máscaras y aceptar lo que en realidad somos. En su mente la imagen de la novia
que vería por primera vez de frente y saber que, por fin, podía tocarla,
abrazarla y tal vez, darle un ósculo cargado de ternura y espera ansiosa. Y con
una sola idea certera; de que se sabía solo, desamparado y sin brújula que lo
guiara.
Utopía
¿Qué era lo que
esperaba o en qué estaba pensando?... Después de algún tiempo y, de tratar de
hacerles entender a los progenitores de mi nieto, que debían mudarse. Salir de
ese pueblo. Ver otros horizontes. Buscar otras opciones. Yo decía, que en ese
lugar no iba a vivir más que dentro de cuatro paredes, hilos y telas que solo
lo remendarían y lo coserían una y otra vez, mientras necesitara de esas tantas
operaciones, pero que, solo su físico, seria remendado, más no compuesto; pues
eso nunca sucedería. Lo que sí podrían remediar, sería su mente y su interior, esos
pensamientos que sentiría encapsulados, enjaulados cual presa de los miedos
ajenos, su entereza forzada a abandonarse y doblegarse por temor a perderlo,
¡si aún no sabía cómo vivir!
Cuando a su madre
por medio de un común ultrasonido practicado en una clínica del pueblo, que
tenía algo extraño, no entendieron nada. Siguieron con sus vidas cargadas de
hilos y telas. Continuaron con sus horarios de madrugada al anochecer sin
pararse de la silla, más que para sus dos alimentos al día. En realidad, era de
esperar, dado a que en esa casa si no te ven casi muerto, no te llevan con un
matasanos. Cuando les llamaba por teléfono, pues se enfadaban si me llamaban
ellos; pues se gastaba mucho en el recibo telefónico o tenían la costumbre de
escuchar por otra extensión. Solo me decían que estaba bien, creciendo sin otra
complicación más que; la de no saber, qué era eso extraño que había en su
vientre.
Tuvo que pasar un
tiempo después de comunicarles que, en el pueblo no encontrarían hospital que
aceptara atender ese parto y que mejor se fueran a Puebla. En algún momento se
pensó en un hospital particular, pero los debates al respecto comenzaron por lo
normal, sería un gasto excesivo y sin saber que sucedía con el bebé, les
sugirieron que fueran a la Cuidad de México.
Para que eso se
lograra, fue gracias a esa labia necia de mi hijo, que ingresaran a mi nuera al
Hospital de Perinatología en la Ciudad de México, cuando ya su vientre era de un
globo cantoya y estaba a escasos dos
meses de parir.
Se presentaron al
hospital, pero no les permitieron ingresar a Severa, el argumento; casi estaba
a punto de parir. Alegaban, que no la habían atendido desde el principio,
entonces mi hijo, decidió ir a un hospital privado que estaba cerca de ahí.
Pidió hablar con el director, le explico la situación; tenían seguro popular,
nada más. Argumento ingenioso a pesar de que era la realidad. No tenían recursos
para poder ir a otro hospital, aunado, con el estado de salud de la criatura
que hasta ese momento no sabían con certeza, qué tenía. Salió de ahí con una
carta firmada del director dándoles todas las facilidades para el ingreso. Todo
ese enredo, lo arregló mi hijo, el que los padres de mi nuera abrieran la boca,
implicaría el desastre total. Protestarían de todo, se quejarían, alegarían que
ellos son dueños de un negocio y entonces todo el intento de lograr ayuda sin
gastar, se vendría abajo.
Cuando nació, explicaron la discapacidad que
tendría. Le suerte de ser el elegido de uno entre trecientos cincuenta mil. Determinaron
con exactitud, la magnitud y estado. Llegó a este mundo y fue recibido con un
certero diagnóstico: síndrome de ciruela pasa o en términos médicos, síndrome
de Prune Belly. Anomalía genética que
no se sabe con certeza la causa.
Para los que no
quieran indagar metiéndose a internet o simplemente porque es más sencillo
explicarles en que consiste este síndrome, les diré: es la ausencia de los
músculos del abdomen. Durante el embarazo la cavidad abdominal se llena de
líquido, haciendo que este se hinche por la ausencia en el desarrollo de los músculos.
Esto causa problemas en la mayoría de los sistemas, pero con severidad en el
digestivo, que deja a todos los órganos en una gran piscina y se expandan a sus
anchas; el urinario se verá directamente alterado ya que es requisito para
establecer la triada que conforma en síndrome, este será amenazado por
recurrentes infecciones en las vías urinarias; por lo que requerirá de cirugías
para derivarle las uretras; el respiratorio será el tercer componente, generando
de igual modo, infecciones, en casos más
severos, riesgo de paros cardiorrespiratorios. Los testículos no le bajaran por
sí solos, lo que, a la larga, repercutirá severamente en su condición física. Requerirá
de un implante en el escroto y por medio de cirugía bajarle los testículos, podría
ser totalmente estéril y tal vez el riesgo de padecer cáncer.
En algún momento
de su edad adulta, puede suceder que requiera si es el caso, de un trasplante
de riñón o estar sujeto a diálisis, si el caso llegase. Lo aciago en esto, es
que cuando todos nos metimos, en especial mi hijo, a indagar esa condición
extraña, tal vez no aquí en México y por desgracia nunca sabremos; que, con
tecnología y recursos a la mano, tiempo y buena disposición, se hubiera podido remediar
o mitigar dentro de los primeros tres meses de gestación. Resulta que, se podía
haber realizado una operación estando aun en el vientre materno, pero esa palabra
“hubiera”, no me gusta, porque ya pasó, ya sucedió. No culparemos a nadie de
esta situación, puesto que representa lo que es ahora y el hecho de que llegó
en esas condiciones por alguna razón específica, será una bendición por extraña
que parezca, está vivo y eso, es un milagro.
Fatalidad dentro de un jardín
Externar
sentimientos… me cuesta mucho trabajo… El día que fui a ver a Darién al
hospital, llegué en completo estado de angustia; si le puedo llamar angustia a
ese sentimiento que se presenta en condiciones de incógnita. Las predicciones
sobre el tiempo que viviría eran tan variables, como lo fue el clima ese día.
Me azotaron varias opiniones nada alentadoras: Una tía médica, que era muy
complicado que pasaras de unos meses. Le había comentado a mi madre cuando
llegaron a hablar de la situación en conferencia telefónica. Ella comento que
estaba en buen lugar, el infantil era el hospital adecuado para que se le
atendiera, pero pronosticaba tormenta segura. Otro galeno conocido, que
trabajaba en el área administrativa en la empresa donde yo laboraba, por
segunda ocasión y sin ponerle florecitas, que no esperáramos nada bueno. Más
aguas torrenciales y del sol que ilumina los días cuando amanece dando gracias
al altísimo por un nuevo día, nada. En ese momento, con pocos meses de nacido y
sin que mediaran tratamientos o posibilidades no había mucho que hacer, más que
esperar y seguir esperando.
Dentro de mi
cabecita solo decretaba, oraba y pedía que lo que debiera pasar, sucediera sin
más nada. No éramos galenos, ni alquimistas, éramos simples mortales que queríamos
que esa criatura viviera, egoístamente, pues no queríamos sufrir una perdida.
Pero éramos
nosotros los que sentíamos el miedo y la angustia de no saber, sin ponernos a
pensar si sería como en muchas otras circunstancias, no permitirle al que sufre,
más dolor y con mucho sacrificio de nuestra parte, dejarlos ir. Tiempo después y
de varios estudios, por fin determinaron que, dentro de los grados que tiene el
síndrome, el de Darien era el más benévolo o de otro modo, el menos agresivo.
Paso de categoría II a III lo cual dejaba muy cerrado el espacio de mortandad a
temprana edad, en la categoría I simplemente no estaría contando el proceso; fallecen
dentro de las dos a cuatro primeras semanas de nacidos. La categoría II es de
riesgo, sí en los primeros meses las complicaciones respiratorias son agudas y
las otras dos que componen la triada, si no es el caso, vivirá muchos años; con
sus debidos cuidados, sus múltiples complicaciones, entradas y salidas del
hospital y poniendo de cabeza enteramente a todo mundo.
Vivir, eso tiene
un significado muy amplio cuando una persona sufre por una enfermedad,
deficiencia o discapacidad, también alteran la vida de todos a su alrededor.
Tal vez, no se dan cuenta de lo que sucede con ellas, hasta que van tomando
conciencia de ello y, ¿que da esa condición?, la experiencia de ir viviendo con
sus propias limitantes, Agrandarlos o atenuarlos. Pero no se hacen solos, en
general, los que invadimos la inocencia de lo incierto, somos los que vivimos a
su alrededor, puesto que ya aprendimos que es el dolor físico, la angustia, el miedo
y la incertidumbre; y lo único que hacemos es, heredar esos aprendizajes sin
saber a ciencia cierta, si les duele, molesta o simplemente que aprenden a
sobrellevar esas cuestiones, nosotros ni remotamente entenderemos que, es mejor
dejarles sus propias vivencias.
Recuerdo a Rubén,
era hijo de Ágata, la esposa de mi padre y padecía de hemofilia. Lo traté muy
poco, pero vi ese peregrinar del hospital a casa muchas veces por un simple
golpe o raspón. Llevaba dentro de sus limitantes una vida casi normal, pues
eran más los que le ponía su madre, que los que él se permitía. Sabía que, si
se excedía en hacer algo, debía de tener a la mano sus bolsas frías para desinflamar
las articulaciones. Nunca pudo tener hijos, por algo fue. No falleció de
viejito; por las interminables transfusiones contrajo VIH, tenía treinta años. Pero
lo que si viví, fue el sufrimiento constante de su madre y la atenta
intervención de mi padre, alentándolo a que se cuidara, pero que no se limitara.
No lo quería en algodones; él, le enseñó a andar en bicicleta, su madre se
infartaba, pero aprendió.
Mientras bajaba
del metro, ese gusano anaranjado que trasporta como en muchas otras ciudades,
miles y miles de seres humanos con sus rostros tan iguales; durmiendo o
pensando en cómo tener algo más en la vida; soñando o simplemente truculando
como arrebatarle el bolso a quien se deje. Para mí, no era problema manejarme
en metro, lo había hecho muchas veces, conozco la Cuidad de México y no solo
por haber vivido ahí en algunas temporadas.
Me veía en el
vidrio sucio y rayado, con una imagen borrosa, descolorida, informe. No llevaba
más que lo puesto, no había cargado con una muda de ropa para cambiarme. Sin
bolso pues preferí ponerme una cangurera de esas que te atas alrededor de la
cintura; son muy prácticas y evitas que te arrebaté el bolso algún malandro. Había
decidido irme en un proletario camión en lugar de irme en auto, la realidad es
que no se me da eso de manejar en la Ciudad de México; cuando no se está
acostumbrado y se desconocen las rutas para llegar, el tráfico y tener que manejar
entre locos descarriados, es estresante.
Cuando salió
Darien del hospital después de que nació, ese ocho de noviembre del dos mil
trece, fuimos el veintiocho. Le pedí a mi hermano que nos llevara, iba con mi
hija, aún y que él sabe por dónde moverse, dimos tantas vueltas que ya me
imagino de haber ido sola me hubiese perdido fácilmente, así que no me quedo
más remedio que aguantar apachurrones y olores almizclados, independientemente
que gastaría menos.
Al caminar por las
calles se veía el cielo gris y cerrado, como si se augurara un torrencial
aguacero. Pero solo fue mi imaginación. Creo que el aluvión lo tenía dentro de
mi mente. Caminaba con la cabeza gacha. Ensimismada en mis pensamientos funestos,
mientras iba tomando café en un vaso desechable y fumándome un cigarrillo,
quemando mis neuronas, pero de pensar.
No recuerdo con
exactitud cuando fui. A Darien lo operaron en julio, pero lo que recuerdo es, que
cuando lo estaban preparando para la intervención quirúrgica en la que le
derivarían las uretras; una idea salida de la mente de un internista que
decidió hacer la intervención anticipadamente, pensando que, con eso podrían
retrasar lo más posible las infecciones y le daría tiempo a que se fortalecieran
sus órganos, entonces andaría con sus bolsitas y sonda o un pañal alrededor del
vientre.
Buscamos donantes
hasta que, en algún momento al no llegar nadie; será por falta de tiempo, por
ignorancia, miedo, que se yo; o simplemente por no cubrir con los requisitos. Acudieron
mi hermano y mi cuñada, con todo y el pavor que tiene a las agujas, pero al ver
esa criatura se le había olvidado todo. Ya llevaban dos o tres meses con el
internado, más los que siguieron hasta que salió después de la operación. Todo
sucedió muy rápido, empezó con infecciones frecuentes, índices elevados de
potasio y creatinina, todo para que empezara a descender su calidad de vida.
Era el principio de la continuidad en su vida. Hospitales, operaciones,
límites.
Los sellos inconscientes
¿Que si soy pesimista
y negativa?... ha sido un sello en mi subconsciente… Siempre pensando que las
cosas pueden salir mal o puede que no sea pesimismo, es realismo, contundencia.
No es que pensara que algo podía salir mal, era que en realidad así era de
esperarse, sabía más o menos por lo poco que vi a los consuegros, que no eran
muy dados a exponer, dialogar y menos aceptar comentarios. Por pláticas con
Harry me comentaba que había algunos problemas, cuestiones de dinero, decisiones,
quejas sobre él. ¿Cómo no llegar con la guardia atenta y tratando de no ponerme
a la defensiva?, era yo, la otra parte en disputa, la madre del padre de ese
hijo que necesitaba ayuda; la contraparte de un equilibrio que jamás y nunca se
iba a dar. Yo sabía que su condición iba a requerir que todos tuviéramos
pensamientos realistas, pero ¿realistas de qué?, si ignorábamos que iba a
pasar, solo quedaba el esperar y pensar que saldría adelante.
Es curioso y entra
en franca contradicción con nosotros, es decir mi familia; no estamos
acostumbrados a muchas cosas, no nos gusta ponerles flores a los problemas; no aceptamos
que cuando hay un lío se haga más grande, preferimos buscar una solución en
lugar de agrandarlo. Pero esa criatura logró que mi pensamiento consiente
cambiara por completo. Sentía que debía ser positiva y no dejarme llevar por
ningún tipo de pensamiento o sentencia negativa, pues lo único que lograría,
sería sentirme mal y no quería que sintiera ni percibiera esa inquietud, él no
necesitaba eso.
Lo que llamó mucho
mi atención y me sigue sorprendiendo, es la abismal diferencia que existe entre
esa familia y la nuestra; como debe suceder con muchas familias en cualquier
parte del mundo. Al principio, nunca sospeche que fuese tan extrema, así como sé,
que, para mi hijo, ese camino que empezó a recorrer con los ojos vendados, se
trasformó al tiempo, en grandes vericuetos que lograron que entendiera, los
muchos problemas que se avecinaban.
Los bebés desde el
seno materno, escuchan, sienten y perciben todo lo que sucede afuera. Sienten
alegría, dolor, aceptación o rechazo. Harry acostumbraba ponerle a Mozart
cuando estaba inquieto, también le ponía metálica
o Ramstein; variadito para que se
acostumbrara. En una ocasión me mandaron un video donde estaba bailando
rítmicamente, con una pieza de los Rolling
Stones, se veía hermoso llevando el ritmo con sus nalguitas de un lado al
otro y contoneándose de forma alocada.
Mi conocimiento de
Darien se ha basa, en una cantidad considerable de fotografías que me mandan
sus papás; por supuesto que lo he visto y no una, varias veces, pero hay
razones de mucho peso para no verlo tanto como quisiera, espero no tardarme
mucho en mandarlas a imprimir y colgarlas en una habitación, que seguramente
será el estudio; donde las musas me guían y con repisas llenas de libros que
compondrán mi burbuja particular.
Al llegar a las calles
aledañas al hospital, mientras aguardaba que mi hijo o mi nuera salieran en mi
búsqueda, me senté en la orilla de la banqueta, me fumé unos cigarrillos,
mientras mi mente viajaba.
Preguntas extrañas
¿Qué esperaba yo?,
no lo sé… Sus cuestionamientos eran fugaces. Ma, ¿cómo es Tlaxcala?, me había
preguntado mi hijo en un momento de aparente sin sentido mientras bajábamos del
camión e íbamos a cobrar uno de sus tantos finiquitos; de uno de tantos
trabajos que había dejado. Como menor de edad requería que lo acompañara para
retirar el dinero. En un periodo no muy largo, solo como de seis años ¡nada
más! Harry salió de la secundaria y empezó a descarrilar ese tren que más o
menos había estado a salvo, comenzó a entrar y salir de escuelas, trabajos,
casa, mundo.
Habíamos tomado un
camión de ruta atestado de personas sin rostro que van y vienen, dejando en el
aire su olor a sudor y cansancio. Cuando logré estar en la banqueta y poder
contestar a su pregunta, no tenía la más remota idea del porqué quería saber, por
clases de geografía no creo. Solo podía explicarle que, era el más chiquito de
los estados, sin chiste y el principal exportador de teiboleras, pero se quedó
guardada la pregunta en mi memoria y la respuesta, la obtendría después.
Teníamos más de un
año de haber regresado a Querétaro. Habíamos pasado cuatro años en Córdoba,
Veracruz, ahí fue donde Harry se empezó a perder y donde sucedieron los cambios
más intricados. No había logrado terminar la preparatoria, no trabajaba, se
salía todo el día a la calle a hacer sabrá dios que cosas; estando en Querétaro
fue lo mismo.
Mis hijos tuvieron
muchos cambios, no solo de ciudades, de casa también. Antes de irnos a Córdoba,
habíamos pasado como dos años y medio en San Juan del Rio, Querétaro. Ahí
todavía eran criaturas tranquilas y también se empezaron a cocinar los grandes
cambios posteriores en nuestras vidas como familia; pero eso lo iré aclarando
posteriormente, quiero mantener cierta cortina de caos en la historia.
Cansada estaba yo
de tanto hablar y explicarle, como de intentar que a sus quince años entendiera
que, no todo se le podía dar peladito y en la boca. Así mismo, yo me veía hace
treinta años y sabía el porqué de esas palabras y el porqué de su actitud.
Harry al llegar a
la casa de Severa, sintió que había llegado al cielo. Su imaginación voló tan
rápido, como el tiempo que tardó en tomar la decisión no volver a su hogar.
Nunca le había faltado nada, tenía comida, ropa, sustento, educación y amor; en
efecto, demasiado amor. Se había limitado a un mundo donde el sólo abriría la
boca para dos cosas: comer y pedir; protestar y molestar; huir y manipular. Para
bien o para mal cuestión de enfoques, estaba acostumbrado en su corta vida a
que todo tenía, de la forma que fuese, pero nunca le falto nada. No tuvo que
trabajar hasta que casi se le obligo pues, no hacía nada. Su tiempo era para
estudiar, jugar, hacer lo que toda criatura debía hacer, siendo impúber.
En su niñez no
supo de maltratos, ni malas palabras, no vivió sufrimiento ni carencias
afectivas, su entorno era de apertura, confianza y amor; esto no quiere decir
que no existían dificultades, estas fueron, como las que podría haber tenido
cualquier otra criatura.
Pero cabe la posibilidad que, para Harry, eso
no fue suficiente. No valoro en su momento lo que se le había brindado y lo que
se le seguía dando. Pero yo sí sabía con exactitud de dónde provenía su
necesidad o su necedad, su fastidio y al mismo tiempo el no querer usar esa
inteligencia que le sobra y no usa. Sabía y conocía muy bien, quien le había
proporcionado las muletas. Lo que no entendía era por qué no se las lograba
quitar y durante mucho tiempo pensé, que fui yo la causante muda e inerte.
Al tiempo nos
hemos dado cuenta de lo difícil que es quitarse las muletas, liberarse de los
cordones umbilicales y dejar de depender de esos compartimentos llamados comodidad,
conformismo, inseguridad.
Vio la inmensidad
de todas esas cosas materiales que ansiaba y que muchas, ya tenía. En su habitación, la cual tenía últimamente
muy desordenada, cosa poco común en él pues es muy ordenado; tenía su
televisión, se podía quedar viendo tele hasta que casi salía el sol para
anunciar un nuevo día; Su cama, la cual era imposible que lograra mantenerla
ordenada; también tenía un aparato para escuchar música, en el cual ponía esa
música de locos que lastima los oídos, tan pesada y estridente; rock metálico
dantesco y deprimente. Curioso, algunas
me llegaron a gustar. Abría la puerta del refrigerador y encontraba comida y la
infinidad de veces que sacaba latas de frijoles que estaban debajo de su cama o
comerse lo que fuera sin calentar. Su ropa siempre estaba limpia, hasta que nos
enfadamos y se le dijo que el lavara su ropa; pero no duro mucho pues corríamos
el riego de que saliera más caro arreglar la lavadora.
Al entrar en la
casa de su novia, vio televisores; en plural pues eran varios, por no decir que
se me hicieron muchas. No entendí para qué, si nunca tienen tiempo de ver
televisión, cada quien sus gustos. Esas máquinas de coser alineadas, como
taller bien montado de muchos años de esfuerzo, sudor y cansancio, de todas las
formas y para hacer de todo. Los armazones atascados de ropa terminada. Los
retazos de telas esparcidos como sus trozos de vida dejada atrás. La camioneta
y el coche; le dio cólico entripado, cuando se enteró de que habíamos sacado un
auto de agencia y después la camioneta. Su ambición era y es extraña.
Yo puedo entender
a las personas que buscan la forma de luchar por obtener algo mejor de la vida,
pero en la vida de algunas, es sentirse frustrado ante los logros de los demás
y no ver la capacidad de la suya; puede que, para Harry, fuese esa frustración,
al no querer descubrir su capacidad.
Cuando entro a la
cocina llena de utensilios y tan grande que se perdió en ella, no entendió de
momento para que tantos platos y vasos, dos refrigeradores, alacenas llenas de
tantas cosas; era para servir a los invitados en las fiestas, cosa que para
nosotros es algo extraño habiendo desechables, que contaminan o se reciclan; a
veces pienso que contaminamos más con acciones. Pero tomando en cuenta que ahí
viven, tres familias y una que entra y sale, eso es poco.
El cobertizo con
esas ollas de barro inmensas y los anafres y a sus ojos, esos descomunales
sembradíos de maíz. Observó la amplitud de esa casa tan grande y no las habitaciones
solitarias donde dormía; los inmensos ventanales que iluminaban esa estancia
donde podías poner tres comedores con sus salas y sobraba espacio, ver algo
desconocido para él, un altar con una Virgen de Guadalupe y títulos colgados en
la pared.
Él, al ver esa
prosperidad y la posibilidad de tener casa, comida y sustento por unas cuantas
horas de trabajo sencillo, cosa que sospecho con toda seguridad, que no pensó.
Que tendría que trabajar era lo lógico, pero se deslumbró, no imaginó cuán
difícil sería aprender lo que nunca había aprendido; para mi hijo, el tener
órdenes y disciplina, era algo que no siempre le agradaba. Su huida le iba a
costar cara. Había sido fácil, hasta que se topó con pared, eso lo aprendería
después y del modo en que menos nos habríamos imaginado.
Intentar no sufrir
Siempre espere que
regresara, ¡yo no lo quería ahí!, sufría mucho y me dolía… De momento no
entendí por qué y cómo decidió quedarse y sobrevivir ahí tanto tiempo. ¿Que si sentí
frustración?... ¡obvio que sí! Esto en el trascurso de más de dos años y de que
decidieran casarlos o casarse y de la llegada de Darien.
No podía imaginar
a mi hijo en medio de ese marasmo de ideas y costumbres, sentado y quieto tanto
tiempo, haciendo lo mismo, todos los días, tal vez, porque era algo nuevo para
él, en todos los sentidos. Pero ese triunvirato conformado por los suegros,
realmente es el tema ancla en muchas situaciones. Anodinos y a la vez muy
trabajadores, de mente poco abierta a debatir, cerrados y necios y con tantas
diferencias, como los colores en un arcoíris y es poco. Ejercen un fuerte modo
de vida, que nunca entenderé.
La primera vez que
se le ocurrió ordenar el taller; colocó los hilos por colores y enrollados, los
cierres y las telas acomodados, pero se llevó tremenda sorpresa al descubrir
que, no todo podía tener orden. Los últimos años a su alrededor era desorden y
caos, a pesar, de que siempre ha sido ordenado, de hecho, él es así.
Al darse cuenta de
que no había forma de mantener nada en su lugar, pues todo se usaba en momentos
diferentes y se requerían a la mano, aprendió algo diferente; adaptación,
aceptación e incluso respeto. Tuvo que intentar comprender ese proceder
extraño, en esa casa extraña, con personas extrañas y es donde ahora, a pesar
de no ser de nuestro agrado, no cabe duda que ese gran dicho es por algo; <el
respeto al derecho ajeno es… la conservación de los dientes> y Don Benito
Juárez se revolcaría por esta modificación tan explícita; sin embargo, ante esa
aparente aceptación de que todos pensamos diferente, en contraparte, ellos
dicen que los estúpidos e ignorantes, somos nosotros.
A diferencia de la
educación machista, mi hijo fue educado del modo más abierto. En casa no existe
y ni con mi hermano tampoco lo fue, aplicar la diferencia o deferencia, esa de que
por ser varón no haces nada, con nosotros; la cosa es pareja. Aprendieron por
igual a realizar de todo y sin tapujos ni preferencias; con la salvedad y se
aclarará posteriormente, de esa educación sobreprotectora. Pero será capítulo
aparte.
Se adaptó con cierta
facilidad, en parte, por su carácter noble. Descubrieron, por ejemplo, que era
bueno para hacer el quehacer de la casa, sabe hacer las cosas bien hechas,
cuando quiere claro. Al tiempo, algunos factores ayudaron a su no buena
aceptación, aún con eso, se quejaban y se siguen quejando. Quisiera saber si
hay algo que les haga sentirse bien, hasta con ellos mismos.
Tener que comer
dos veces al día y con suma alegría, con un estilo de cocinar de verdad de lo
más sabroso, yo me chupaba los dedos cada vez que comía en casa de mi nuera.
Para él, los guisos eran novedad; no es costumbre hacer guisos elaborados en
casa, la tendencia es la alimentación sana y sencilla; pero no cejó cuando
decidió hacerles cosas extrañas de comer, como el día que fue con el carnicero,
pariente de todos y de quien sabe quién más y pidió unos T bones como de medio kilo cada uno, lo vieron con cara de: ¿qué
madre es esa?, casi querían lamber el sartén; su espagueti o sus hamburguesas
los dejaron igual de sorprendidos, pero esos choques ideológicos, no fueron
nada comparado con los que seguirían. Quiero aclarar que no juzgo si hay amor o
no. Quiero suponer que sí. De lo contario, desde mi particular punto de vista,
no habría durado ni un suspiro en ese lugar, por mucho que fuese huida o eso he
pensado, de momento.
Llenando hueros
Al encontrarse con
la familia que lo acogería como huérfano, pues saberse corrido por su madre lo
dejaba en abandono total. De entrada, saber que tendría una imagen que no
conocía y que cuando la tuvo, no supo cómo entenderla y aceptar esa parte de
compartir a su madre, a su familia y su espacio, mucho menos compartirse él. Cuando
tenía Harry diez años y cursaba cuarto de primaria. Julia con ocho y en segundo
de primaria, llegó a nuestras vidas Antonio Trakillizantis.
En esa edad y,
habiendo vivido con tres madres; la progenitora, la madre de esta y la madrina
de su progenitora, era un mundo en el que, la figura paterna era inexistente. La
masculina recaía en breves, fugaces y ausentes espacios por mi hermano. Para
Harry en particular y lo ahondaré después con más detalle, no le fue nada
sencillo razonar esa intrusión de buen agrado, después, mucho después, entendió
el porqué de muchas cosas.
Cuando vio a ese
señor con la cara curtida de sol, serio y seco como las polvorientas calles por
donde camino mientras dejaba atrás el pasado y llegaba a un futuro incierto, lo
dejo en un estado de inquietud y asombro. Él, no sabía cómo eran, pensó que
tendría por gendarme al padre, que sería él, quien lo mandara y disciplinara;
eso esperaba y al tiempo llegarían a tener muchos enfrentamientos, pero el
tiempo le indicó, no que sería muy diferente, tendría problemas con los dos, la
suegra, no fue la excepción.
El conocía y a la
vez le era extraño, ese rol de familia que vislumbraba un padre, él tenía como
decía en algún tiempo de forma despectiva, un padrastro, después fue amorosa y
respetuosamente Pa. Desconocía la figura de un padre biológico. Nunca la tuvo y
supongo que no se hará presente a menos que, al tiempo, decida lo contrario. Y
aquí no puedo adelantar ni juicios, ni sospechas, amén de que no es mi
decisión. El tiempo, el mejor aliado en la vida.
La mayoría de las
veces pensamos que los roles de padre y madre son: el padre que manda, amonesta
y provee. La madre protectora, tierna que atiende el hogar. La estructura
molecular de la familia se ha modificado mucho en los últimos tiempos; hoy en
día, ambos trabajan, en muchos casos los dos ayudan en las labores de la casa y
la atención de los hijos, pero sigue existiendo esa brecha generacional, la
educación a la antigua, la forma cuadrada de algunas personas.
Observó una madre
que no tenía nada de lo que él conocía; él siempre había tenido en su mundo
amor y apapachos, pláticas y risas, sabía que podía platicar sin que lo
abofetearan, mucho menos ser sojuzgado. La imagen de las tres mujeres que han
rondado su vida en nada encajaba con esta. Sería en extremo, artera y mordaz;
un choque ideológico para mi hijo.
Con nosotras
bromeaba y jugaba, conmigo, el trato es abierto, sin faltarnos al respeto.
Recuerdo que en el patio de una de las casas donde vivimos, lo llenábamos de
agua donde solo había tierra hasta hacer lodo y cual puerquitos nos
enlodábamos, se me encimaban los dos, hasta que nos limpiaban con la manguera y
nos hacían quedarnos en paz, después de retozar como chamacos los tres.
Como decía, su
vida eran cuatro mujeres y muy fugaz en su corta vida de infante, la presencia
cual cometa de mi hermano. Bueno en realidad así ha sido siempre, un cometa.
Pero el hecho de vivir entre mujeres puede que sea un fenómeno el cual después
tendremos que desmenuzar, pues no es un caso aislado en esta familia.
Ver a la madre de
la novia, la que se pondría cual gallina cuidando sus pollos y recibir más
trabas y quejas que cualquier otra persona. La agresiva, indispuesta a
dialogar, la que decía la última palabra, aquella que con apariencia de mujer
sumisa y abnegada es nada condescendiente. Critica sin fundamentos, ignorante
de los sentimientos o necesidades de los demás, poniendo a los varones en altar
cual debe de ser y dejando a la hija en calidad de bulto de maíz echado a
perder. Severa, creo que llegó para no ser la dicha de tener una fémina. A
veces veo una criatura que parece sombra amorfa, trasparente y sin vida. Mi
nuera a la fecha, es un enigma algo desfigurado.
Con su hermana,
aquella que trepaba los árboles como changuito mientras que él, se azotaba de
panza dejando salir todo el aire que le quedaba. La que le ataba las agujetas
de los zapatos, pues él, casi dos años mayor no podía. A la que defiende y
quiere, pero que, invariablemente era ella, la que soltaba los golpes cuando se
dedicaba a fastidiarla. En realidad, no pudo convivir con Julia de la forma en
que dos hermanos deberían ser, pero no fue su culpa, al tiempo, en algún
momento, espero que descubran que pueden partir de cero. Serán el ejemplo a la
inversa, el experimento, si lo quieren así, de partir de las experiencias y
encontrarse como hermanos.
En contraste, los
hermanos de esa mujer vibraban más bajo que una roca en el piso. Su aura
pesada, sus rostros jetones, sin hablar y solo mamando de sus padres. Los dos
únicos que colgarían un título en la pared y los que sienten junto con sus
mujeres, que no merecen al piso donde caminan. Celosos de chamaco estúpido que
llegó para ver que, ni es tan tonto y que tampoco es dejado; llegaron a causar
conflictos tan serios que, uno se cuestiona acerca de la integridad de esa
familia.
Supo que el padre
había cambiado su anhelo de ser médico, por darle una vida a su familia; sus carencias
eran más que sus sueños, algo que mi hijo no conocía, la inconformidad. A pesar
de que no hay títulos colgados en la pared… aún, él no sabía de faltas o
ausencias, hueros o vaguedades, puesto que vivió la lucha constante de nosotras;
de una forma u otra hicimos lo necesario para sacarlos adelante. A pesar de los
desplantes y quejas, sabía que no les faltaba nada, su educación fue siempre
abierta con amor y respeto, nunca se les increpó o se les habló con majaderías
ni se les sometió o incluso, nunca pasaron de una nalgada única, certera y no
fue necesaria otra más.
Yo supe de una
nalgada de mi madre, que, por cierto, me dolió varios días y tendría como trece
años; algún desmadre habré hecho que de verdad merecí esa única azotina y vaya
que hice muchas. Mi hermano la recibió de casi tres años, cuando se azoto en el
suelo de un supermercado haciendo berrinche porque quería unos carritos. Ya
adulto podría haber recibido unas buenas cachetadas, pero nunca llegaron.
Así paso con mis
hijos, cuando Julia se ponía morada por hacer un berrinche mejor la metía mi
madre a la regadera y abría la llave del agua fría. No es que fuera salvajismo
puro, no la dejaba ahí más de dos segundos; eso tardaba en dejar de gritar y
patalear, si fueron dos veces fueron muchas.
Harry fue un
problema, de verdad y ahora nos da risa. Pues resulta que tiene el trasero tan esponjado
que una nalgada en realidad le dolía más a uno que a él, así fuese con un cinturón,
pero de igual forma, nunca ha existido la agresión en la familia. Harry me
contó después de mucho tiempo, que solían ser autoritarios, incluso agresivos
en su trato. En un pasaje cuenta mi hijo, que cuando su novia quiso salir de
casa, la golpearon y encerraron. No la dejaban salir a ningún lado, ella se defendía
sin lograr mucho avance; dialogar con ellos no era tarea sencilla, se
acurrucaba en su cuarto llorando, dejando pasar el tiempo, esperando hasta que
las aguas se calmaran; en algún momento me contó que le habían pegado estando
embarazada de Darien, no pude creer semejante acción, para mí, eso no podía caber
en una mente sana y juiciosa. Pero ese episodio se quedó corto, al paso del
tiempo lo descubriría con tristeza y esto viene al caso aún, cuando me esté
adelantando. Severa como cualquier hijo que pasa experiencias difíciles, no es
la única culpable, ni la mártir, ni mucho menos la sufrida, pero si hemos de
ser equilibrados, cosa que no es nada sencilla, ella, simplemente aprendió de
lo que vivía en casa.
Lo que al juicio
de uno es censurable, para otros es lo correcto y viceversa. Seguramente para
sus padres no les hizo gracia y de hecho así fue y sigue siendo, que llegara un
extraño a quitarles a su muñequita, a su niña preferida, a su bulto permanente,
al estorbo medio amado; a la que le han llenado la cabeza de pájaros haciéndola
sentir, no solo menos, inexistente, dependiente de sus decisiones y atada de por
vida a su cordón umbilical. La han maniatado de tal forma que difícilmente
lograra salir de su casa, de su cárcel, del pueblo. Para ellos, el intruso
sigue siendo mi hijo y, para nosotros ellos son los cuadrados que no ven que
fuera de su esfera existen otras formas de vivir. Pero lo que ahora estoy
narrando y que después ampliaré en detalle, no ha sido para muchas personas
algo que el entendimiento pueda… ¿aceptar?, su ideología difiere en gran medida
a la de nosotros, como puede suceder en muchas familias, solo que es muy
doloroso entenderla.
Los certeros reproches
Después de un rato
de aguardar afuera del hospital salió Harry a mi encuentro junto con Severa y
su madre. Como sabía que era visita y sintiéndome departamento de quejas y línea
directa a supervisión, estaba consciente de que debía ser prudente. Puesto que
ya mi nuera y mi hijo me habían dicho que era muy complicado dialogar con
ellos, cualquier cosa que dijese, seria posteriormente utilizada como desquite,
por haber sido imprudentes, nunca se les perdona ahí, salirse del guacal.
Pero he de ser
sincera, después de escuchar las quejas de la madre, de cómo mi hijo era un
flojo y había que estar de tras de él pues no ayudaba nada, me altere. Tenían
varios meses encerrados en el hospital, se turnaban para estar con el bebé. En
algún momento Harry se dedicó a vender dulces o lo que se le ocurriera, pedía
dinero a las personas, comía lo que podía para dejar que Severa se alimentara
mejor. Del pueblo dos veces por semana les llevaban ropa limpia y algo de
comer; no mucho. Compartían un refrigerador comunitario en la casa de
asistencia, les pagaban el hospedaje; Pero estando los dos ahí, ¿cómo podían?
Pregunto yo, que ayudara si no había forma. Al paso del tiempo corroboré, que
aparte de ser contradictorios y necios; les importa muy poco dejar a la mano
del señor la vida de los demás, así sean sus hijos o nietos. Con una mano dan y
con la otra quitan. No saben ser nada agradecidos y la ayuda que uno pueda
proporcionar, sea grande o pequeña la ven como obligación y no como dar de
corazón, se sienten incluso ofendidos y además protestan y se quejan de todo,
para ellos nada es suficiente. Claro está, que la queja se extendió a todo el tiempo
que llevaba en el pueblo. La consuegra llegó a tildar de padrote a mi hijo, culpó
a Severa de ser caprichosa y dejar que el novio flamante aparecido de la nada se
quedara; parecía que había llegado belcebú y no un chamaco desorientado y con
cerebro a ponerlos de cabeza. Creo sin exagerar que, de haber sido machista,
golpeador y vago lo hubiesen aceptado sin chistar.
En algún momento,
después de mucha presión de los papás, Harry salió de la casa y se fue a
trabajar a puebla. Vivió, comió y se sostuvo como pudo por casi un año. Regresó
dando lástima como dijo la consuegra. Flaco y demacrado, se quedó de nuevo;
pero con esa experiencia algo amarga, se percató como era su costumbre, en que
podía manejar los lados flacos de la gente. Al mismo tiempo entrever, que, si
seguía en el pueblo, a la sombra y dependiendo, jamás saldría de ahí. Fue su
primera barda a saltar y nada agradable pero fructífera al tiempo.
Después de
escuchar las lamentaciones y tratando de hacer una especie de puente muy endeble
entre ellos y mi hijo, sin llegar a la justificación, pero si dando razones por
las cuales, a un chamaco de veinte años, que nunca sufrió en la vida y ahora
con una criatura delicada y broncas, se le exigía que respondiera tal y como se
le había educado. Esto sale a relucir cuando les dije, que él, no estaba
acostumbrado a rascarse las bolas, que había visto la forma de resolver
problemas y no se quedó con lo que ellos buenamente les daban o decidían; de lo
contrario, no hubiesen tenido atención médica, entre otras cosas. Para que se
enteraran, era yo infinitamente más exigente, cosa que a la fecha no entienden;
después supe la razón de ese enconado rechazo hacia nosotros.
Puesto que no les
podía ayudar gran cosa, me quedaba el estar detrás de él; incitándolo a que
buscara soluciones y no que se quedara cruzado de brazos. Fue una forma un
tanto brusca de ayudarlo, debía agarrar el toro por los cuernos. Ante la queja
de que lo había botado, les dije: <no abandone a mi hijo>, expuse lo más
equilibrada que pude, tratando de ser educada y serena a pesar de que hervía y
me sentía volcán en erupción; ellos, vuelvo a lo mismo, al paso del tiempo
siguieron recriminando esa actitud. En mí, no era aceptable que lo corriera, en
ellos golpear a su hija era lo adecuado, eso sí funcionaba. El problema fue,
que no solo era Harry el agredido, también lo estaba siendo Severa; les dije ya
muy molesta: < qué derecho tienen ustedes de juzgar las decisiones que yo tomé
con mi hijo, si no les pareció, porqué lo dejaron quedarse en su casa; por la
necedad de Severa como dicen, ya está bastante grandecita para decidir > a
lo cual, una respuesta idiota: < Es que pobrecita, como se enferma tanto y
le dan sus sangrados, es delicada de salud, pues que hacíamos >. Me quedé
turulata. < Entonces, si ustedes la maltratan
y la golpean está bien, ¡no pues sí!, tienen toda la razón >. No supieron ni
por donde les cayó el balde de agua fría, mi hijo sí se dio cuenta, pues ya
sabe cómo soy cuando me pongo mordaz. Lo que les enfado aún más, era que estaba
defendiendo a su hija y eso no se lo esperaban.
Me habían
comentado sus formas cuadradas, pero esto, no se acercaba a esa plática. Desde
que salió de casa mi hijo, esta fue la primera vez que intentamos dialogar mis
encantadores consuegros y yo; como era lógico, para mí, no era precisamente el
mejor momento, ni lo más adecuado. Mi lógica estúpida de ser coherente lo
pensó, pero pareciera que a ellos se les atragantaban las quejas en el cogote,
como si fueran rocas de hiel. Las dudas, aceptables, el no saber quién o cómo
era yo nuestra familia. Yo sabía y entendía ese proceder, también tenía dudas;
quería entender dónde se había colocado mi hijo, quería saber cómo pensaban y
cómo se conducían; lo normal cuando se conocen las familias de la nueva pareja,
solo que, generalmente en circunstancias un tanto diferentes. Asimilar ese proceder
tan cuadrado y eso, que ya había logrado entenderme mejor con mi nuera, pero
ellos eran otro mundo. Desafortunadamente ese primer encuentro que no fue el
adecuado y mermó mucho mi intento por meterme y opinar lo que fuera, después
entendería que nunca se daría eso.
Luego que salió
Darien del hospital a finales de noviembre, de alguna manera me tomó por
sorpresa que les dejaran pasar con nosotros la navidad ese año. Estuvieron como
una semana y, ahí fue donde Severa comenzó a darse cuenta cómo éramos como
familia. Abiertos, cariñosos, jugábamos, platicábamos sin tapujos, bromeábamos.
Su mundo, ese, en el cual se había desarrollado, a pesar de ser ella mucho más
extrovertida que su familia, la llevó a la conclusión de muchas cosas. Entendió
la razón de haber botado a mi hijo de la casa. Se dio cuenta de que no había
rencor o enojo, solo un amor infinito, el cual, me había orillado a dejarlo
partir a pesar de que me había dolido hasta el alma. De momento no entendió
nuestra forma rara de ser, ¡era lógico caray!, yo no estoy para juzgar, somos
diferentes ideologías como todos en este mundo. Después de mucho, entendió que,
empezando por mí, siguiendo todos los demás en la familia, podían decir lo que
fuera y nunca se les juzgaba. Cuál será choque de pensamiento, que, a la fecha,
a veces me habla de tu, a veces de usted. Sucedieron muchas cosas al tiempo. Me
dolieron como ella nunca tendrá una idea, hasta en el alma.
Se asombró, de que
podían indistintamente decirme Ma o mamá, madre, bola e incluso simple por mi
nombre. De igual modo a mi madre; María,
corchis y lo tomó a mal al principio, no le agrado esa familiaridad, era
lógico, no estaba educada o acostumbrada a eso, pero se dio cuenta, de que
nunca nos faltábamos al respeto. En la
noche, decidió la madre de Severa, que ella entraba con Darien para que yo
pudiera estar con los muchachos y platicar. Pensó que amonestaría a mi hijo o
que confabularía con ellos, no sé. Nos fuimos a cenar unas hamburguesas los
tres tan campantes y tranquilos. Mientras cenábamos, platicamos de lo más
ameno; ellos dos solos, son muy diferentes, Se tratan de manera muy especial a
la que demuestran estando en presencia de sus padres o familia. Bromeamos y reímos;
es cuando Severa se empezó a dar cuenta de la forma de ser tan distinta, conmigo
sabía que podía ser ella sin que se le juzgara o criticara; vislumbró esa
complicidad entre mi hijo y yo, la forma de hablarnos sin que en ningún momento
nos faltásemos al respeto. En un momento posterior, incluso se dio cuenta, de
que no necesitaba alzarle la voz o hablarle con malas palabras para llamarle la
atención o hasta dejarlo mudo y sin poder protestar.
Me agradaba la
manera en que estando solos se comunicaban, a diferencia de estar en la
presencia de los padres, tal vez no era lo adecuado para nosotros, insisto, es contradictorio,
pero eso me indicaba que tendrían una buena relación entre ambos, pese a las
adversidades. Ellos solos, podrían hacer mucho… deberían… sigo con mis verbos
funestos.
Las discrepancias
ese día desataron la ira de mi hijo, la mía, la de Severa y lógicamente la de
sus papás. A la mañana siguiente salió la señora pues ya no tardaba en llegar
el consuegro. De nuevo, se cargó de balas y municiones, continuó su ataque
hasta que logró hacerme explotar; se soltó llorando sintiéndose la ofendida, cuando
la realidad es, que solo fue concreta y precisa con sus comentarios arteros y
ofensivos. Cuando llegó el consuegro y mientras comían, yo hablaba. Me dedique
de lleno a poner en claro, a pesar de que las represalias podían ser funestas.
Sentí que debía de mantener no solo la postura de mi hijo y mi nuera, que
finalmente son los padres del bebé, debía dejarles en claro que dejados no
éramos… ¡Estaba furiosa!, terriblemente contrariada, no entendía en donde
diablos habíamos caído, ¡todos!
La plática acalorada
se centró en dos temas fundamentales: A la réplica de que no querían que Harry
se quedara, previa necedad de Severa, volví a insistir en que, si no habían
estado de acuerdo, tiempo pasado, para qué seguir con el tema; finalmente no
tenían que haber esperado dos años desde que llegó, para que lo sacaran de su
casa. Si el haberlo recibido fue el error, como ya le había dicho a la señora, en
realidad fue un gastadero de saliva; ya no era tiempo de decir eso. A pesar de
todo, no me limité y me fui con todo. Haberle dado oportunidad, bajo su
pensamiento e ideología, a un chamaco al cual no conocían y esperar que actuara
conforme a sus disposiciones un tanto divergentes y después de todo este
tiempo; además, ser precursores de una boda, la cual, se promovió por una
sencilla razón; es un pueblo y como tal, después de tanto tiempo ya debían
casarse, so pena del que dirán.
La otra cuestión
fue peor, pues involucraba a su hija; todo imaginaron, pero nunca, que saldría
en defensa de ella o creo yo que fue contradecir sus ideas tontas e ilógicas. A
pesar de que dependían económicamente de ellos, muy entrecomillado, eso a mi
juicio, no era justificación para amedrentar y cuestionar en qué estaban de
acuerdo o no. Aclaré la lógica un tanto tirándole la piedra a Harry, hablando
con Juan para que entendiera Pedro; si no se les daban un salario, puesto que
finalmente iría a dar de regreso a la manutención de los gastos de los tres, ya
que vivían en la misma casa; pero, la cuestión aquí era que ellos decidieran lo
que debían o no hacer con su criatura, era su responsabilidad nada más. Esto no
fue del agrado de ambos, peor aún, cuando les deje en claro que, si yo tuviera
la capacidad económica como la que gozaban ellos, no estaríamos peleando por
pesos y centavos o de estarlo, tendría el mismo derecho de opinar; cosa que
dudo mucho que se me permitiese.
A mi hijo no le fue
muy bien, le llamé la atención fuertemente; que, si le daban o no diez pesos
para sus chicles, ni modo, tenia de dos sopas gastárselos o guardarlos para su
familia. Le dije que él había tomado la decisión y, por tanto, no cabía el que
se quejara y menos ahora que tenía una responsabilidad que es una familia; que
se fajara los pantalones y que acatara las reglas, pues no tenia de otra. De
alguna manera fue un discurso de doble filo, me fui sobre Harry echándole en
cara sus errores y al mismo tiempo era como tirar la piedra a los otros; Harry
lo entendió a la perfección y no porque lo estuviera defendiendo, a él, en otro
momento y no de manera agradable pues la pasó muy mal, cuando le logré llamarle
la atención de muchas cosas. Al final, este asunto fue en ese momento y en muchos
posteriores el tema central y el motivo por el cual, yo procuraba no ir al
pueblo, ni meterme en nada, pues todo sería en adelante, motivo de
controversias.
Por otro lado, si
los reclamos hacia la supuesta pasividad de Harry, que gracias a estar educado
para ver la forma de resolver los problemas y no hacerlos más grandes; había
logrado que se les atendiera en el hospital de Perinatología y posteriormente
que el bebé fuese atendido en el Hospital Infantil, contradictoriamente a la
forma de ser de mi hijo, de atenerse a que todo le den en la manita, peladito y
en la boca; estaba capacitado y era capaz de moverse en las aguas más turbulentas
y salir airoso de ellas. Eso forma parte de su carácter el cual, apenas estaba
descubriendo.
Un día le pregunte
a mi hijo porque no se fajaba los pantalones y se imponía junto con Severa
sobre las decisiones respecto a su vida y la de su hijo, esto sucedió en el
momento en que menos esperaba esa respuesta; me explico que de hacerlo,
probablemente ya no estuviera con su mujer, pero como le importaba mucho, la
quería y deseaba salvar esa relación, no podía más que tratar de ir resolviendo
los problemas e ir atajando el camino de tal forma que, cuando fuese el momento
pudiera sacarlos de ese lugar. Por otro lado, no podía tampoco enfrentarse a
los papás, pues solo dejaría desamparada a Severa a merced de los desquites y
arranques de los dos. Este comentario fue después de algún tiempo y de muchas
broncas.
De nuevo salía ese
miedo que no dejaba que ella, fuera capaz de decidir por ella y para ella;
mucho menos para su hijo. A la fecha y así seguiremos. Los berrinches que
hacemos todos de este lado son, por las estupideces del otro bando, son de
telenovela chusca, lo malo es, que es real.
Me echaron en cara
que, de haber sabido que les mandaba dinero de vez en cuando podríamos haber
tenido coordinación y que fuese alternado; a lo cual les explique tajante con
cierto resquemor: <mando cuando puedo, si puedo y si tengo, nosotros no
poseemos un negocio de miles de pesos, soy empleada, si no llego a trabajar
pierdo dinero. No somos ricos ni pregonamos nuestra forma de vida, se les ayuda
en lo que se puede, finalmente somos familia, el que estén bajo su techo y les
trabajen, parecen más sus esclavos y no su familia>, es duro llegar a esos
extremos. Entonces entendí que las cosas, se debían de acomodar a su gusto y a
sus reglas, no había consenso en eso, ni en ningún otro trato o acuerdo. Esta
feliz reunión, fue un día de esos largos meses que se quedaron en el hospital,
después de que Darien tuviera su primera operación.
Quiero ser tu cómplice
¿Qué podía lograr?, buena pregunta… Me quede
preocupaba, más que eso me angustiaba, que su ser no se llenase de ganas de
vivir; así como yo, no había vivido casi nada de lo que debía de haber hecho. Me
asalto ese ogro terrible llamado pesimismo, a pesar de verlo reír y con su aura
fuerte, no quería pensar que se dejara, que no luchara, puesto que por algo había
llegado y por alguna razón seguía vivo, a pesar de los pronósticos. Lo deje ese
día sintiendo que debía de hacer algo. Me salió esa parte de madre protectora.
Me asaltó la idea de hacer lo imposible por verlo cada vez que pudiera o de ser
posible cada fin de semana. ¿Con qué objeto?… Que viviera la otra parte de la
moneda, pero eso iba a ser muy complicado. El tiempo es el mejor solucionador
de problemas.
Tenía que ser
objetiva y realista, después de mucho pesar, las cosas se desarrollarían de
manera muy diferente. Quise soñar que se volcaría en mí, cuando descubriera que
podía ser alguien en la vida. Que podía de ser alguien mejor, mejor que yo. Que
todo eso que su físico imposibilitado le podía llenar de frustraciones, podría
encausarlo en cosas que le llenaran y, que le dieran independencia. No quería
que siguiera dependiendo de ese cordón umbilical, que lo ataba a tradiciones, cultura
cerrada y hermética. Ellos decían que como no sabían hasta cuando viviría, para
que vivir. Me molestaba, aunque en cierta forma me servía de ancla, el ir de
vez en cuando a verlo, a pesar de tener que estar aguantando los celos, la
dureza y la sobreprotección hacia él; pero de esa forma, me daba cuenta del
modo en que iba a vivir en ese mundo lleno de contradicciones, que, a la larga,
causarían problemas específicamente a Darien. Ese niño caería pronto en la
categoría de rebelde igual que su padre, lo tacharían de necio, inquieto y
desobediente, les causaría una serie de conflictos por el simple hecho que él
hace las cosas; cuando quiere, si quiere y como quiere, él, no se detiene a ver
si puede hacerlo simplemente lo hace y eso no va agradar mucho con una mentalidad
protectora y compasiva, autoritaria y displicente, como la que tienen sus
abuelos maternos.
Quiero ver cuando
empiece a hablar, claro está, cuando se le hinche la regalada gana, no los va a
dejar siquiera decir agua va; me voy a reír y no saben cuánto. Como el vulgo
dice: < van a saber lo que es amar a dios en tierra de indios >. Si mis
predicciones no son erróneas y en base a observaciones y ese carácter férreo
que tiene; independientemente de que, en su condición, ya maneja a entera
voluntad a quien se deje, ¿que será después?, una hecatombe descomunal y es ahí
precisamente donde radica mi terror incontrolable, que sé, que no puedo
remediar nada. Al paso del tiempo se irá acostumbrando a sus dos comidas al
día, como su prole familiar; a dormir fuera de horarios inexistentes; a vagar
de un lado al otro, eso nada raro, pues con las entradas y salidas de hospital
la rutina no existe. Sabrá lo que es frío, hambre, dormir en el auto de sus
abuelos mientras ellos venden en el mercado. Su vida no será nada sencilla. Nada
de infancia feliz. Nada de vivir como niño rodeado de otros niños jugado con
lodo o en los columpios. Será como un hongo en medio de la fauna silvestre, dejado
a la mano de dios. Pero nada de esto será para mal. Eso quiero pensar, pero
como me gusta adelantarme y atrasarme, mantener esta historia en un contexto de
desconcierto, aparente desorden y caos, les contaré un episodio muy lamentable.
Tres meses antes
de que Darien cumpliera los tres años, sucedió algo terrible y esto es otra
muestra de lo extensa que es la diferencia de cultura e ideología. Tenía mi
nuera más de dos meses quejándose de que se sentía mal, como era de esperar, no
acudiría al médico hasta que las molestias fuesen muchas. Se aguantó, puesto
que tenían mucho trabajo; acudir a vender al mercado rigurosamente los lunes,
atender a su chamaquito y demás quehaceres. Un domingo, ya no pudo más y les
dijo que se iba al hospital. A regañadientes sus padres la llevaron, no
alcanzaron a llegar a la Cuidad de México, a duras penas llegaron a Puebla. La
ingresaron al hospital, le hicieron estudios de emergencia y dictaminaron que
tendrían que operarla al día siguiente, pues no sabían con exactitud dado a los
síntomas que presentaba, que era exactamente, salvo un posible tumor en una de
las trompas. Sucedió entonces que sus padres la dejaron en el hospital, tenían
que ir vender al día siguiente, no se podían quedar, que tal si pierden un
chorro de lana.
Cuando me llamó,
pues le habían indicado que debía de haber alguien con ella, me fui a Puebla, con
la certeza de que me encontraría con muchos problemas, pero no podía dejarla
sola; cuando me pide ayuda, no cuestiono, simple y sencillamente hago lo que
tengo que hacer. Apenas llegue y estaba mi consuegro tratando de solucionar la
bronca de las bolsas de sangre, recordemos la anemia crónica de Severa. Como no
había quién, de su numerosísima familia fueran a donar, hubo que comprar las
bolsas al banco de sangre y como ya estaba ahí, que mejor, ¡sirve de algo!, me
dejaron en el banco de sangre del otro lado de la cuidad y, regrésate en taxi
con las bolsas, bien lindos mis compadres.
Pasamos la noche
platicando de las mismas cosas de siempre, sus problemas, sus temores, nos
dedicamos a desentrañar el desenlace de la operación, pensando positivamente y
también realista. Esto fue muy duro… me dolió demasiado… me sentí tan
impotente, desilusionada, triste. Al día siguiente pasó el médico a informarnos;
había que firmar una responsiva para la operación. Nos explicó con detalle
bastante claro y conciso, que no sabía con que se encontraría, según las
reglas, debíamos de estar de acuerdo en que se aceptaba realizar acciones en
caso de toparse con alguna situación complicada. Ambas, yo más que ella,
vislumbre la gravedad del asunto y sopese infinidad de situaciones.
Dada a la forma de
pensar que tenemos, recurrimos a las posibilidades, de tal forma que, de tener
una situación complicada, se vea la forma de solucionar y en el peor de los
casos, si no la hay, no entrar en desesperación pues nada se consigue con ello.
Yo estaba aterrada, temía por la vida de mi nuera y no fue para menos.
En pocas palabras
me dejaron toda la responsabilidad en la toma de dediciones y de cuidar de
ella. ¡Menudo problema me había encandilado! La ingresaron a quirófano y a la
hora y media de haber ingresado se armó un alboroto; estaban pidiendo de
emergencia cuatro bolsas más de sangre. Me preguntaron que, si podía pagar las
bolsas, obvio no podía. Marqué infinidad de veces al consuegro, al hermano y
nunca obtuve respuesta. Estaban vendiendo. Cuando después de cinco horas salió
el médico a informarme, sentí que el mundo se derrumbaba a mis pies. Que la
fatalidad se hacía presente y que la vida nos daría la vuelta de la peor
manera.
Sucedió que
llevaron a Severa en el justo momento, de haberse tardado no hubiera llegado
viva. Embarazo utópico. Se le había reventado la trompa y tenía hemorragia
interna. Dado a que no se cuidó lo suficiente después de la cesárea de Darien,
resultó que tenía muchas adherencias, por lo que fue muy complicado poderle
retirar solo la trompa afectada. El médico tomó la determinación después de no
poder detener el sangrado y, de estar en riesgo su vida, quitarle la matriz y
las dos trompas.
Ella anhelaba
tener otra criatura, a pesar de las órdenes tajantes de que si podía evitarlo
sería mejor, pues corría el riego de forma alarmante dada a su condición física,
de tener serios problemas. Yo, como muchas otras personas incluyendo mi hijo,
no entendíamos esa postura; si tenían los problemas mayúsculos con Darien, los
gastos, las situaciones que se generan por su condición física, ¿cómo traer
otra criatura?, pero cada cabeza es un mundo.
También estaba
consiente de sobra, de la situación anímica, de sentimientos y emocional que le
generaría esta situación, iba a ser aplastante. Habían puesto en riesgo su vida
y ahora quedaría a la deriva y expuesta a su ideología estúpida.
Cuando al filo de
las nueve de la noche se aparecieron sus padres, caray iba a ser muy complicado
explicarles lo que había sucedido. Decirles sin echarles en cara su manera tan
ilógica de pensar, sin decirles que eran unos irresponsables. Como pude con
manzanitas y palitos, palabra por palabra tal cual me había explicado el
médico, les dije lo sucedido.
Tenía que ir por
unos medicamentos. Así que los dejé asimilando la información, nada alentadora
y muy dura. Cuando regresé no lo encontré. Supuse bien, habían ido a buscar al
médico, necesitaban corroborar mi versión puesto no me habían creído nada. Cuando
me acerque el galeno, les estaba diciendo lo mismo solo que nada de florecitas,
ni de alientos; fue directo al grano y nada delicado. La verdad sea dicha les espetó
sin el más mínimo sentimiento de compresión, que se tardaron en llevarla, en
consecuencia, que no podía poner en riesgo su vida por el hecho de que no
tuvieran más nietecitos, finalmente sería un riesgo innecesario y con la
criatura en esas condiciones como para qué, ¡así o más claro!
¡Por favor!...
¿que diga lo demás?… ¡fue muy duro!… no podían pasarla a la cama pues no tenían
cuidados intensivos, estaba el hospital en remodelación. Se quedó en quirófano
hasta decidir si se enviaba a la Ciudad de México o la dejaban ahí. Entonces
les dije que se fueran a descansar, para ser honesta no por ellos, me
importaban poco, estaban acostumbrados a malpasarse y ya entrados en el lio,
pues que batallaran un poco; fue por Darien, lo traían ellos. Ya se había ido
al mercado cosa que no era raro, pues se iba con su mamá a vender. Estaba
haciendo mucho frio, iba a mal cenar, sabrá que había comido. Decidieron que se
quedaban.
En algún momento
que estábamos hablando de lo sucedido, traté de guardar la compostura, intenté
serenarme ante los comentarios; el culpable de que le pasara eso, había sido de
nuevo mi hijo, cuando en junio había ido a verlos y pues cual lógica de marido
y mujer, dejó embarazada a mi nuera con todo y el dispositivo intrauterino
puesto. Eso no fue nada comparado con las siguientes acusaciones. En pocas palabras que preferían golpear a su
hija que correrla como yo al mío. Entre otras monadas y para no variar sacando
lo mismo de hace mil años. No fue todo lo que me endilgaron lo que provocó que
me sintiera fatal, fue la forma en que lo dijeron, la intención con la que
actuaron y, sobre todo, darme cuenta que, nunca podría lograr que dejaran de
tirar al caño a mi hijo y de pasada a su hija, cuando saben que ellos son los
que están mal, pero eso es utopía; cuando no se quiere cambiar, creo que ni
perder a un ser querido, logra el milagro.
Yo les había dicho
que me iba con ella a México para que pudieran ellos quedarse con el niño.
Después de las calurosas gracias por mi ayuda y de lo bien que había
solucionado el problema, honestamente, ¿para qué seguir? No importaba lo que
hiciera, no les preocupa lo que uno piense o ayude. Ellos siempre estarán
inconformes, criticaran y despotricaran. Me fui con el corazón en un puño, el
alma destrozada, con el sentimiento de que no debía nada, ni a ella, ni a mi
hijo. Había hecho lo que podía, más, no era posible.
Las ruedas que giran y giran
¿De nuevo?...
¿sentimientos?... fueron encontrados y contradictorios… Cuando fueron a
visitarme después de casi dos años para anunciarme que se casaba Harry, ya
había pasado por los días más tristes de mi vida. Me había sentido más sola de
lo que en toda mi existencia, mi alma y mi ser podrían sentir. Saberlo solo,
enfrentado una vida que él había escogido, pero sin la plena conciencia de lo
que quería, me llenaba de angustia y remordimiento, de culpa e impotencia.
Ahora que pienso
en lo que sentía durante tantos y tantos meses, sin saber, cuáles de sus
mentiras eran verdades completas o verdades pintadas de mentiras a medias.
Conociendo a mi hijo sabía que aún tendía a esa forma clásica de martirizarse
siendo la víctima. Por otro lado, sé, que en ningún momento le dije: < regresa
a casa >. Le pedí que hiciera la preparatoria hasta le propuse que le
ayudaba. Me decía que sus parientes agregados opinaban que no tenía caso. Yo
fastidie mucho a mi hijo con eso, mucho, sabía que se daría de topes en la pared
por ello. Si quería buscar otro trabajo no podía, pues no tenía ni la preparatoria,
lo maniataron y desconozco la razón real, aun cuando en efecto, se dio de
topes. Pero lo que no entendía y sigo sin entender, como se lo dije un día
delante de los señores: < tienes la mesa puesta y en charola de plata, que
más quieres; ellos ya hicieron la parte más dura ya el negocio es rentable solo
tienes que aprender y seguir en él >, ahora entiendo que sentía mi hijo.
No estoy segura de
recordar, haber ido al pueblo antes de que se casaran, supongo que sí o no
sabría que Harry dormía en un cuarto que está en la entrada de la casa,
separado por el basto jardín. Del lado contario se encuentra otra habitación
mucho más amplia que por medio de un baño se conecta a las escaleras de la casa
o propiamente dicho con lo que conforma el taller, que es la parte de abajo de
casi toda la casa. Seguía teniendo un cuarto vacío y frio, desprovisto de calor
y tranquilidad, como perrito arrimado.
Ese día en
especial fue horrible… Te fuiste y cual criatura humilde, respetuosa y amable
me dijiste: – adiós ma cuídate, te quiero – me quedé destrozada. Una vez más
llena de culpabilidad. Te había corrido de la casa y yo quise pensar que
regresarías a los dos o tres días, pero no fue así, no regresaste. Cargue con
esa culpa mucho tiempo. Después de que te boté de la casa, se fue contigo una
parte de mí, nunca lo dije. Yo sé que sí lo notaron y solo veía mis propios
demonios. Sufrí mucho. Muchas veces llore en el trabajo con mi amiga Mary, con mi
amiga Silvia, con mis pocos amigos. No tocaba el tema en casa, era motivo de
conflicto. Muchas noches solo daba vueltas y vueltas sin saber si había hecho
bien o no. Pasaban los días y no regresabas, los meses y yo aullaba de dolor.
Peor me enojaba cuando tenía a medio mundo diciéndome que había hecho lo
correcto, me molestaba tanto, me sentía atacada; ahora pienso que fue una forma
no solo de enfrentarme a mí misma. Fue de culpabilidad por no querer
desprenderme de ti.
Llegaron los
consuegros. – Venimos a solicitar su presencia para el enlace de estos
muchachos – me dijeron los suegros muy seguros de su postura de padres
responsables y actuando conforme a la tradición. Me quedó muy claro que no
fueron a pedir permiso, mi hijo apenas rayaba la mayoría de edad. Sentenciosos
y categóricos los padres de Severa, la novia que yo, no conocía, ¿en realidad
qué podíamos conocerlos?, nada. Comentaron también que, según sus costumbres,
debía acudir la madrina de bautizo y confirmación. Finalmente, a Harry solo se
le bautizo y eso, por imposición, como siempre de mi madrina, luego comadre,
ella decidió, organizo y los llevo. También debían estar los padres y la
familia. – Usted deberá de ayudar en la organización de la boda y auxiliar en
el cuarto que se ha destinado a los regalos de boda, recibiendo y dándoles las
gracias a los invitados por los presentes dados –. Me explicaron mientras nos
veíamos con cara de desconocidos, tratando de arreglar un enlace matrimonial
sin previo trato, ni conocimiento de ambas partes, como si fuese, de esos
enlaces de la época de antes de nuestro señor o mejor dicho cual extraños que
deciden los padres con quien te casas. ¿Otra cosita más? Pensé irónica y
sarcásticamente. Ya mostraban sus modos de pensar, muy incluyentes los señores.
Esa fue la primera
vez que nos vimos o por lo menos la que yo recuerdo. Son tantos los huecos que
inconsciente o conscientemente tengo, como comentare después, dudo que los tiempos
en aparente desorden cuando la realidad es que no desvirtúan de forma
trascendental los hechos. Estábamos en un momento poco apropiado, pero no hubo
de otra. Ese día habían operado de un hombro a Antonio, por lo que estábamos en
el hospital, el aún dormía, no se enteró de nada. Avisaron que llegaban y había
que recibirlos. No preguntaron si podían ir, simplemente tenían que ir a dar
las buenas nuevas. Estábamos mi madre, mi hija y yo observando a los padres de
Severa, con los rostros secos y agrios. No dejaban ver ningún sentimiento. Se
veían como lo que eran, extraños sin saber con quién, van a tratar y con
antecedentes mal aportados por mi hijo. Él se había hecho el mártir y sufrido,
dijo que lo había corrido de la casa, lo cual, había sido cierto, pero no explico
por qué lo había botado. Nunca aclaro que había sido su conducta la causante,
ni que él tenía todo lo que podía necesitar. Solo llegó con su máscara de
chamaco extraviado y si saber qué hacer con su vida. Desde el primer encuentro
no hubo forma de intentar mostrarnos totalmente tal cual somos. Nos quedamos
marginadas y sintiendo que se iba interponiendo una muralla China, así de
grande y amplia, tan grande entre el pacífico y el atlántico, como la
diferencia de cultura, ideología y educación.
Se veía claramente
que era gente de pueblo. Aclarando que, bajo ninguna circunstancia es en tono
despectivo. Somos respetuosos con las personas sea del extracto que sea, es más,
a veces, recibe uno más grosería de personas supuestamente educadas y de lana,
con abolengo y que se creen las ultimas cocas del desierto.
Con una vestimenta
queriendo verse arreglados, pero que no era tal. No esperaba a la crema y nata
de la alta sociedad, tampoco voy a ser grosera criticando, cada quien es como
es. Sabíamos que tenían un negocio y que ganaban muy bien. Que tenían una casa
muy grande, pero no sabíamos, hasta que los conocimos, eran de esas personas
que luchan a brazo partido, de sol a sol, que guardan en ese chip genético el orgullo y la tenacidad.
Correctos, pero con un aire de falta de confianza hasta para dar la mano, de
esa que te rozan solo la punta de los dedos sin dar la mano completa y mucho
menos ese cálido apretón de manos que demuestra seguridad y certeza. Ni
siquiera cerraron la palma de la mano como queriendo que no la sostuvieras lo
suficiente para descubrir su esencia. La mirada huidiza, procuraban no ver a
los ojos. Tendían más a tener la cara abajo, en forma sumisa, pero no, era de tirria;
esas actitudes de personas que por lo bajo destrozan. Mi cabeza daba vueltas,
lo que menos quería era que llegara a esa determinación tan tajante. Por otro lado,
después de dos años de vivir en casa de la novia y en un pueblo, lo que menos
esperas es que no lleguen a un enlace matrimonial. No quería que hiciera algo
de lo que no estuviera seguro, y de lo que después, se pudiese arrepentir.
Me comentaron que,
había que acudir a la casa de la madrina, para hacerle partícipe del enlace y
obviamente solicitar su presencia. Eso me cayó como balde de agua fría, pues
tenía mucho tiempo que no nos veíamos, había dejado zanjada esa relación en no
muy buenos términos. No quería pensar en que tenía que verla, podía haber
inventado cuanto pretexto me viniese a la cabeza, pero, sabía que, si no era
yo, seria Harry quien la llamara. Las razones, hay muchas; gratitud, respeto,
espina que hay que quitarse con pinzas, pero la más importante y creo que en lo
bajo fue la que pensé; Harry tenía que enfrentarse a ella en un terreno
diferente y en tiempos muy distintos. Por otro lado, ya cuando logré dar vuelta
a la página me di cuenta que yo, no debía nada.
Medusa
¿Qué cómo era
ella?, esto no es fácil de explicar… Este evento es solo la muestra de un
botón. Lo comentaré al margen, a reserva, de ampliar posteriormente quien era
mi honorable comadre. Estando en Córdoba cuando las cosas ya estaban muy
álgidas, la relación entre cuatro adultos y dos criaturas no era nada sencilla.
Ella ya había perdido el control de su matriarcado desde el momento en que
Antonio había entrado a la familia y como mi pareja debía y tenía injerencia en
las decisiones de todos, lo cual no le era nada agradable, pues siempre había
sido ella, la que decidía y ordenaba.
Un día por causas
que no quedaron muy claras, en una ciudad caótica para manejar, pues los
automovilistas son muy brutos. Ahí el peatón no existe les viene valiendo
progenitoras como se cruza uno en una calle, por la esquina donde están las
rayas marcadas imposible, son invisibles. Resulta que trató de pasar por el
segundo o tercer automóvil, los cuales invariablemente se avientan para poder
cruzar la avenida, estas tienen la preferencia, así que, si vienen sobre
avenida, van tendidos. Los que están sobre una calle y quieren cruzar, solo
aceleran para poder pasar como torbellino pues difícilmente podrán pasar si no
se abalanzan sobre los otros, literalmente y, si no ven que un peatón va a
cruzar salen como bólidos, así de simple, no hay forma de que den el paso a los
peatones, a pesar de que los vean, esa es una triste realidad.
La tropellaron. Se
fracturo la pierna en dos, la cadera y estaba magullada. Le hicieron cirugía poniéndole
clavos y placas, requeriría rehabilitación. Afortunadamente el chico que no la
vio, se paró, la atendió en lo que llegaba la ambulancia y la empresa se hizo
cargo de los gastos. No sé a ciencia cierta mi decisión de que se fuera a la
casa mientras se recuperaba, estaba en ese entonces viviendo en un cuartito y
en realidad no estaba muy conforme. Como siempre he pensado que las cosas pasan
por algo y no se puede uno cuestionar en el momento esos porqués. Pues podrían
haberle puesto la enfermera en su departamento, pero no. Tenía que suceder, así
de simple.
Tenía un enfermero
para cuidarla y que realizara los ejercicios que debía hacer para poder caminar
lo más pronto posible, ya que no había razón para que no pudiese hacerlo. Había
salido bien de la operación y gracias a que durante muchísimos años todos los
hermanos grandes nadaban, entonces sus músculos en realidad estaban en muy buen
estado.
Antonio había
ideado con una escalera empotrada al filo de techo del closet que era de
mampostería, con unas cuerdas para que pudiera hacer los ejercicios, se
incorporara sola y evitar que la estuvieran levantando hasta para limpiarle la
cola. Durante varios meses en que el médico terminó harto y le dijo a mi madre
que ya debía caminar. Pero obvio, mientras tuviera a la chacha, que atendía a
la comadre; la que le limpiaba el trasero, la que le daba de comer y aguantaba
sus clásicos humores, quejas y majaderías, hasta que la cuerda se rompió. Le
había llevado el cómodo obvio se lo ponía, le ponía los pañales, se le llevaba
de comer, claro a su antojo. Ya tenía la andadera y el famoso bastón de tres
patas. Se le ponía bolsas de arroz en los tobillos para que fuera haciendo
fuerza, no quiso caminar por que, no se le dio la gana. ¡Que padre tenía
atención, mandaba a los niños, a todos y más a mi madre a su santa voluntad!
Un día harta le dije,
más bien le propuse, que mientras terminaba de recuperarse, se fuera a un lugar
donde la pudieran atender como es debido, que sería más rápido y que estaría
mejor. Había investigado de una fundación, era una beneficencia donde tendría
todas las atenciones, no era que se quedara ahí encerrada toda la vida. Eso
bastó para que se sintiera corrida, que la estaba echando de nuevo de la casa,
pero ya no había de otra; estaba viendo desmoronarse a mi madre, a los
muchachos cansados y todo el tiempo de mal humor, la que se llevó la peor parte
fue Julia como siempre y Antonio estaba a punto de explotar cosa que no es su
costumbre. No la estaba corriendo, solo estaba protegiendo a mi familia,
incluso la estaba ayudando a ella.
El alboroto que
armó después de que subió las empinadas escaleras de la casa como si nada
tuviera, fue fenomenal. Imprudentemente decidió irse primero con una vecina,
que estaba a unos pasos abajo dando la vuelta a la esquina. Pobre llegó el
momento en que le dijo que ya no podía tenerla ahí, se estaba metiendo para
variar en lo que no le importaba y además qué necesidad tenía la señora de
tener ahí una persona que ni de su familia era y además jodona.
Entonces la
comadre se fue a Querétaro, donde viven dos de sus hermanas. Las casas están de
estas están juntas, llegó con una de ellas; no podía llegar con la menor pues
no sería bien recibida por el marido, acabo por hartar a la hermana y se salió
de ahí. Como solo tenía su pensión y no sé cómo o por qué fue a dar a esa
comunidad hasta casa del cuerno. En algún momento antes de que saliéramos de
Córdoba me llamó para pedirme que la ayudara para pagar un terreno, le dije que
no.
Después de ese
evento, ahí acabo el poco trato que quedaba con su familia, después de que era
la única familia que tenía; se salvó una, que es punto y aparte. Así salió de
nuestras vidas mi comadre y madrina requerida para mi hijo en su flamante
enlace matrimonial.
Enfrentando mis demonios
Su vida cambió
drásticamente. Ella vivía en una comunidad alejada, más o menos como cuarenta
minutos de donde nos encontrábamos. Tendría que recordar cómo llegar a su casa,
lo cual, después de haber ido una sola vez, dudaba mucho dar con ella. Mientras
iba manejando hacia su casa con mi hijo a un lado le pregunté: < ¿Estás
seguro de lo que vas hacer?, ¿tienes idea de la responsabilidad que eso
implica?, yo no conozco a tus suegros, no sé cómo viven y no sé qué has hecho o
vas hacer salvo lo que tú me has contado. Lo que si te puedo decir es que debes
de entender que saliste de una casa donde tenías todo y llegaste a otra en la
cual tienes todo. Sabes que tonto no eres, que tu inteligencia te hace armar
vericuetos, de los cuales, luego no sabes cómo salir. Espero que sepas lo que
estás haciendo, a pesar de que no esté de acuerdo. Pero la realidad y sabes
cómo pensamos; que uno debe de enfrentar las consecuencias de las decisiones
que tomamos >. Solamente me dijo parcamente que, si sabía lo que hacía, que
la amaba. Me tuve que conformar con esa exigua explicación.
Como no había ido
más que una vez a casa de la madrina, dimos algunas vueltas con los futuros
suegros siguiéndonos en su auto. Hasta que me detuve y les dije: < yo voy
después y le aviso. Tendré que dar con la casa, pero no los quiero distraer más
>. Se fueron y me quede sola pensando que debía hacer. Creo que fue providencial
que sucediera así, veía a mi comadre poner el grito en el cielo, llorar como
loca y puede que hasta saliéramos corriendo de ahí o me pondría como la mala de
la película como siempre y se hubiera ido para ayudar de volada a que la boda
saliera perfecta, ella todo lo puede y todo lo sabe. La reacción era
inimaginable, como el clima a veces poco predecible hasta para los meteorólogos
más avispados.
Muy en el fondo
sabía que debía de buscarla, no sé porque en realidad. Tal vez dentro de mi inconciencia
sentía que era una incorrección o una falta de respeto a las indicaciones de la
familia de Severa. Podría ser que también a propósito, causara ese
enfrentamiento con Harry para que intentara dejar sus muletas o visto de otro
modo que conocieran a la que había causado los estragos en mi hijo.
Manejé un tramo de
carretera, hasta que di con lo que me recordaba que era la entrada a la
comunidad; le marqué a su celular para que me aguardara en algún sitio.
Mientras manejaba por esas calles llenas de baches y polvo, viendo a la gente
pasar con los rostros curtidos y afligidos, llenos de pesadumbre y hambre. La
comunidad donde la gente se amontona en casas mal construidas, de cartón o
medra, que vas añadiendo conforme unos pesos les llegan, casas recicladas, sin
servicios. La casa de la madrina que había comprado con esfuerzos y de pedir a
quien le pudiera o quisiera ayudar, con partes que ya no usaban; parecía un bazar
de cosas sin aparente orden, pero ella siempre le daba su toque; un cuadrito en
la pared, plantas y adornos colocados de tal forma que, le daban a esa casa sin
estucar por fuera, lo acogedor que sentías por dentro. Siempre curiosa tirando
a cierta coquetería para arreglar, dada a las cenefas de lo que se le
ocurriera, podía pintar flores, aves lo que fuera; incluso pintaba los muebles
si quería darles otra vista. Cuando la vi parada esperándome, al subirse a la
camioneta me espetó de lleno, que cómo no podía acordarme llegar a su casa, le
comenté que seguía siendo muy despistada. En cierta forma así era. Decía mi
madre que cuando manejara me volvería más orientada, pero quiero suponer que
cuando no te interesa a donde te diriges, no se presta atención, eso pasaba con
ella.
Al entrar a la
casa sentí ese sello propio, la tranquilidad y armonía que le imprimía sus
espacios, totalmente contradictorio con su espacio vital, con las personas a su
alrededor y con ella misma. La primera y única vez que había ido a buscarla,
fue en otra casa que estaba ahí mismo en esa comunidad. Fue tiempo después de
que ella se fuera de Córdoba y en términos nada agradables. El motivo de mi
visita era esa conciencia que me hacía tener que corroborar que en efecto se
encontraba bien, ya que nunca hasta ese momento había vivido sola; salvo un
corto tiempo antes del accidente. Dependiendo solo de ella misma y sin tener a
quien cuidar, más que de ella. Probablemente era un vestigio de mi
responsabilidad, esa que, durante años de estar bajo su cuidado, me hacían
asegurarme de su tranquilidad. No había sido fácil durante tantos años vivir
con ella, todos fuimos presa de su forma de ser tan aplastante.
Parcamente solté
sin más preámbulo: < Se casa Harry, en diciembre el día veintidós, si
quieres ir le marcas para que te de la dirección >. No me senté, estaba
parada cerca de la cocina fumándome un cigarro para mitigar los nervios y la
ansiedad. Nervios de que no quería alargar la plática y ansiedad por qué no me
agradaba estar en su presencia. Fue todo lo que de mi boca salió. No quería detenerme
a decir más pues sabía que, de entrada, saldrían los reproches, las culpas, los
porqués. Tenía miedo de que me cuestionara al respecto, de cómo había llegado Harry
a esa decisión o porque había salido de la casa. Explicarle que lo había
corrido, implicaba que me diera la eterna letanía de toda la vida, sus eternos
demonios del pasado: - se fue porque no lograste educarlo, lo corriste porque
era más fácil quietártelo de encima, siempre tu eterna irresponsabilidad, nunca
has hecho nada bueno y tus acciones, causan que no tengas estabilidad -. Pero
me preguntaba, ¿cuál estabilidad?, he dicho que no existen las familias
normales, esas que se componen de mamá, papá e hijos, aquí eran dos madres, la
mía y ella, el cometa de mi hermano y después mis hijos. No éramos nada
extraordinario. No por el hecho de que no hubiese padre no cabía una célula
familiar. Pero esa inestabilidad se generó a base de muchos contratiempos.
Ese día no quería
detenerme, nuestras vidas fueron una bola de estambre enmarañada con tantos
hilos sueltos, que, hasta la fecha, no hemos logrado ir sacando de uno en uno
para hacer nuestra propia cobija. Hemos tejido sobre esos hilos sueltos
deteniéndonos en cada calle, mirando como el viento se mueve a su parecer, como
si fuera ella la que está detrás; dejando que esas muletas sigan cargando el
peso muerto de no saber quiénes somos. Solo quería salir de ahí y dejar todo atrás,
aunque eso implicara no enfrentarla o de otro modo no enfrentarme a las
realidades que aún me estorban.
Una boda para dos
Llegó el día de la
boda. Después de que nos sentenciaran sobre la asistencia de la familia seguía
en mi trance. Yo no aceptaba esa unión, mi temor por no decir pavor, era tan
sencillo que habitaba en mi ser como sello de huida. Pensaba que, como una
decisión mal pensada podía tomarse como una salida fácil, sin saber realmente a
lo que se enfrentaba mi hijo. No quería
ir por no tener que desafiar ideologías diferentes, tener que confrontarme con
la culpa de haberlo orillado, a sabiendas de que él lo había decidido. En mi
interior todavía existía esa parte de sentido de protección donde me decía “no lo
dejes cometer el mismo error” veo esas ruedas que giran y giran e invariablemente
nos llevan al mismo punto de partida. Yo me había casado cuando tenía dieciséis
años.
Me salí de mi casa
un día, harta de la asfixiante vida con mi madrina. Mi madre en ese tiempo no
estaba con nosotros. También había decidido que tal vez podríamos estar mejor
sin ella, eso fue lo que pensó; que nos hacía menos daño dejándonos en manos de
la sabia y correcta, de la que siempre sabía cómo resolver los problemas y
educar mejor que ella.
En fin, a medias
cuento esto pues lo extenderé, porque será necesario. Sobra decir que no duró
mi matrimonio. Pareciera que la vida nos había colocado en un camino lleno de
piedras y bardas; como cuando juegas con bloques de madera y quieres formar un
algo, que en tu mente se dibuja. Tratas de construir y, solo lo logras en medio
del aire, sin cimientos, sin pilares que sostengan, sin aquellas cosas que dan
la cohesión a la vida.
Para ese día y con
un escaso sentido común, puesto que sabía que era un pueblo que me era
desconocido. No formaba parte del entorno cómodo de la cuidad donde vivía, las
reglas de etiqueta podían ser muy intrincadas por no decir inexistentes. No me
decidía que debía de ponerme o que quería; era tan complicado determinar algo
tan simple y a la vez tan obvio. Por lo que había observado y por un poco de
lógica, sabía que no debía de optar por un vestido de noche elegante, me habría
sentido disfrazada o, de hecho, mostrar lo que no era, tampoco soy tan mula
como para esas acciones. Simplemente podía llegar con un sencillo traje tipo
sastre, es más, hasta con uno de los que usaba en el trabajo con otra blusa
hubiese sido bueno. Pero también por esa actitud y cierta altivez de la familia
no podía llegar simplona y sencilla, estaba confundida, los ricos eran ellos,
¿no?
Podía bien
imaginarme a Antonio de traje y corbata muy guapo llamando la atención de las
féminas, con un simple pantalón de vestir, camisa y una chamarra de cuero, no
importaba, él se vería bien, él se habría incluido con toda la tranquilidad que
irradia, no obstante, habría sido complicado ver a la madrinita a pesar de que
es muy sosegado. Imagino la escena como si fuese película mental, dándole la
mano, muy correcto, pues es incapaz salvo muy contadas excepciones, que no le
haga el más mínimo caso a una persona, incluso casi puedo asegurar que sería tan…
correcto, que le diría: – Buenas tardes Ana Dessastroisse – respeto disfrazado de sarcasmo impropio de él;
de mi comadre creo que podría optar por dos formas muy propias de su forma de
ser: dejarlo con la mano extendida dándose la media vuelta o saludarlo con una
retorcida sonrisa sarcásticamente abierta y lanzando veneno al por mayor – todavía
en la familia que interesante…alguien ya logro que sentara cabeza –. Alguna
estupidez por el estilo.
Me habían prestado
y luego ya fue regalo, un huipil rojo de algodón, yo hubiese estado feliz con
ese atuendo, porque no tenía que aparentar nada. Me presentaría con lo que a mí
me gustaba, con lo que yo me sentía cómoda; hasta podría decir que como soy,
diferente simplemente. A la madrina le hubiera dado coraje entripado verme así,
me habría portado mula al decirle quién me lo había regalado, decirle con esa
sorna que luego se me sale sin querer, que fue obsequio de su hermana; su enojo
habría sido cusa de un ataque cruento a su orgullo, pues es la única con la que
seguiría teniendo tratos. De poder o tener, ella se habría puesto lo mismo,
pues nos gusta ese tipo de ropa. Pero como bajo muchísimo de peso sobre todo
después del accidente y de su vida no tan tranquila, seguramente ya no tenía
ropa. En realidad, como creo conocerla, supongo que llegó de indigente diciendo
que no tenía nada adecuado y se lo compraran.
Puesto que no me
conocen, no saben cómo soy, no habría sido más que un arroz quemado, pero nada
que fuese inadecuado. La realidad es que no tenía la más mínima ilusión por
buscar que ponerme ese día que debió ser el más importante, para una madre el
día de la boda de su primogénito o el segundo, el tercero, es motivo de fiesta
y algarabía; para mí de angustia y desilusión. Tampoco hubiera ido al salón a
peinarme, ponerme la uña, las pestañas postizas, jamás y nunca he ido con los
disfraces. Salvo que la situación así lo exigiese, dudo mucho que llegue yo
hacer semejante disparate, siento que el sentirse tal cual se es, vale más que,
aparentar lo que no se es. Para rematar en la noche llevaba uno de lana, que
ese sí lo tenía que regresar, en Tlaxcala hace frio por las noches.
Me ponía a pensar
hasta en cosas tan ilógicas. La boda fue en sábado, lo cual no daba chance pues
faltaríamos al trabajo y nos salía muy caro no ir. Pero el domingo debíamos
salir a buena hora, pues tomando en cuenta que, son casi cinco horas al pueblo
y aparte regresar. La idea era salir el sábado muy temprano y haber que pasaba.
El suegro de
tacuche mandado a hacer o eso se comentó, muy elegante y fino, lo cual no puedo
asegurar. La suegra con un trajecillo de saco y pantalón que no tenía nada de
elegante, en verde pasto quemado. El traje de mi hijo de imitación de Armani, bien
puesto, se veía muy bien. El vestido que uso Severa, esponjado con tantas orlas
que se perdía en él, pues es un taponcito de uno cincuenta. Se habían ido a la
Ciudad de México para agenciarse los atuendos, algunos supongo. Lo supe porque
mi hijo me pregunto dónde podían encontrar la ropa, aun no estaba muy
familiarizado con la ciudad, ellos menos. A la sufrida de la madrina le
prestaron un traje de la suegra, pues no tenía nada para ponerse ese día.
La gente de pueblo
es y será la que por fortuna preserva tradiciones, que los de cuidad ya no le
damos casi importancia. No importaba que nos hubiéramos puesto, los días de
fiesta ahí, son para gozar y nada más; no para ver quien lleva el mejor
atuendo, el más caro, el más fino. No se ocupan de ver si lo repitió en la
fiesta del primo del vecino el año anterior, esas nimiedades no existen. La
realidad en ese lugar solo se sostiene en una cosa, quien gasta más en la
fiesta; en eso marcan el estatus territorial y económico.
Comentaban que, según
la tradición de ahí, son los padrinos de velación, deben y sin cuestionamientos,
ser los proveedores del bautizo del primogénito, lo cual no sucedió en este
caso, puesto que fue un bautizo al vapor y sin contratiempos, después de que
saliera Darien del hospital; dadas las circunstancias de que no se sabía cuánto
tiempo estaría entre nosotros, lo bautizaron otra pareja parientes de la
familia materna. Para ese bautizo casi furtivo no solicitaron nuestra
presencia, me comento mi hijo unos días después que lo habían organizado de
rapidito, así que ni para que protestar, fue rápido, urgente, apremiante que se
le bautizara, ¡quién sabe cuánto duraría la criatura!
Bueno si he de
contar otros detallitos medio extraños, como el hecho, de que mientras el niño
crecía durante el primer año, debía de dormir con la madre y de preferencia con
la abuela en medio de las dos; con un rosario y la biblia, para que el chamuco
de los niños no se llevara su alma. Cuando a nosotros, nos depositaron en
nuestras respectivas cunas cual angelitos, Harry no había durado ni dos meses
en el cesto pues ya se movía mucho, por eso me dijo un día que ni gastara en cesto,
que esas cosas no les gustaban. Cosas de la vida.
A los padrinos de
velación se les dio la fiesta del primer año, para darles las gracias por ese
favor y corre por cuenta de la familia. De nuevo tiran la casa por la ventana
gastando según su estatus, así que el primer año fue otra fiesta de miles de
pesos. Honestamente no recuerdo porque no fuimos, seguramente por la misma
razón. No creo que a Darien le llegue a molestar en un futuro saber que fue hasta
el segundo cumpleaños que fuimos a su fiesta. Pero ya estábamos un poco más
entonados y menos huraños con la familia o por lo menos las aguas, aún no
llegaban a tornado.
Para el día de la
boda y posterior primer año de Darien, en efecto el fiestón fue de esos que se
ven en las casas ricas, que no sufren por lo que gastan o como en los pueblos,
algo semejante a las fiestas que se dan en Xochimilco cada vez que le toca la
fiesta del Niño Pan; toneladas de comida que otorgan a cuanto transeúnte pase
por ahí, se conozcan o no. Borregos, puercos, gallinas, arroz en costal,
alcohol a destajo. Yo no voy en contra de las celebraciones no soy Grinch, lo que a veces me cuestiono es
el motivo real de estas, ¿la sociedad, las costumbres, el qué dirán, el
estatus? si hay, que padre, se gasta y, ¿si no hay…? Claro está que, para una
familia que se da el lujo de en buenas temporadas de friega trabajando de sol a
sol, se embolsan tranquilamente más de un millón de billetes azules, mismos que
gran parte son para reinvertir, pero es un negocio que deja mucha lana, nada despreciable,
pero, es un oficio muy sudado, desgastante, destructor de estructura ósea,
vista y demás.
Fue… boda unilateral
¿Cómo imaginé que
podría ser?, ¡horrible!... Harry, sin que yo lo viera, sin tener conocimiento
de causa, podía asegurar que se sentía un ser disfrazado; un arlequín pintado
con una sonrisa inerte, un bambuche y no otra cosa. Ese que los nervios y
además las ausencias lo estaban dejando cual mimo o títere sin cabeza, en medio
de una mescla de informalidad y contrastes. Hubo quienes estaban con traje,
otros con simples pantalones de mezclilla, vestidos de noche y faldas tan
cortas y blusas que solo dejaban las lonjas salir a dar paseo. ¡Yo no encajaba ahí!,
me sentiría como jarrón de porcelana, entre barro de talavera o a la inversa,
cuestión de enfoques de quien estaba fuera de su lugar, obviamente yo. La
contradicción radica en que, igual trato con respeto al barrendero que me
encuentro en la calle, que a un profesionista; la educación mora en lo que sale
del corazón y alma, no de como vistas. Lo que no encajaba ahí es mi forma de
pensar y de ser ideológica ante algo que no me era extraño, no era la primera
vez que acudíamos a una fiesta de pueblo, somos toda la familia sumamente
adaptable, nos incluimos con facilidad en el ambiente por el simple hecho de
disfrutar; nos viene valiendo gorro si comemos con tortilla y sin cubiertos. Las
experiencias son fascinantes, disfrutas la algarabía en sumo grado. Seguramente
y, sin temor a equivocarme, me hubiera divertido de lo lindo estoy segura de
ello.
Un día que fuimos
de visita, nos llevaron a unos quince años, sabemos que ahí, en el pueblo, así
como en muchos lugares, solo usaran si acaso cuchara. Se me ocurrió pedir una pues
era mole. Mi consuegro medio raro o molesto me dijo que ahí las cucharas eran
las tortillas. Ya lo sabía, no era el punto, puedo comer con las manos si
quieren, fue la forma: a la casa que fueses has lo que vieses. Y así nos educaron
¡de verdad!
Cuando me percaté
y entre en razón que no llegaría a la boda, lo sé, sí sentí que defraudaba a mi
hijo, me dolió y mucho, siendo otra de las culpas que he cargado. Simplemente
un día antes despedace el auto sacado de la agencia cuatro días antes. En un
choque de lo más estúpido. Creo estar consciente, que no fue a propósito; me
pregunto ¿no lo fue? No cabe en mi cabeza la posibilidad de haber sido tan
torpe y chocar para no ir a la boda. Podría haber sido la absoluta tontera de
ponerme tacones… si eso fue, se me atoró el tacón y al dar la vuelta la cual,
no podía hacerla rápido; puesto que la entrada del estacionamiento para el
trabajo estaba a unos pasos adelante. Mi mente no reacciono simplemente me
dejé. Podría haber maniobrado, ¿frenado? ¿Equivoque el pedal? No lo supe. Solo
sé que mis reflejos que son muy buenos, ese día no funcionaron. Pero lo que fue
más angustioso, ¡que choque un auto nuevo!, salido días antes de la agencia Esto
explica literalmente, las grandes ganas que tenía de ir; preocuparme más del
coche que de no llegar. Sabía y lo corroboró después el enfado de mi hijo,
saber que había comprado Antonio un coche nuevo, tal vez, solo tal vez recurrí
al sentido inverso de protección al decirle; mira que tú puedes tener uno si
trabajas o ve de lo que te has perdido.
Fue ese
sentimiento inconsciente que me aguardaba como monstruo para abalanzarse sobre
mí. En cuanto tomé el cinturón de seguridad y me lo quité, verme la nariz de
reno por la bolsa de aire y saberme ilesa, me tranquilizó. Todavía quite del
tablero del coche la colilla de cigarro que iba fumando, esos días no era yo.
Bajé del coche en estado de aparente shock.
Estaba desorientada, pero consiente, atontada, puesto ignoraba que había pasado,
mi mente solo registró el saberme liberada de algo, que no quería hacer y, es
donde te das cuenta de lo fuerte que puede ser subconsciente; tanto como un pulpo
que te abraza con todos sus tentáculos, como los recuerdos que te llegan del
pasado y que no enfrentas. Lo que pensaron el noventa y nueve por ciento de las
personas que asistieron, las cuales eran familia de la novia; pues la única que
estaba con él y no era ni de la familia, era la madrina, seguramente fue que
era de lo peor y una irresponsable, ni modo así sucedió.
En esa fiesta
donde se tiró la casa por la ventana. En la cual, según la tradición caminaron
de la casa de la novia por las calles empedradas y polvosas de San Cosme, donde
casi todos se dedican a la manufactura y maquila de ropa. En un pueblo que el
contraste de las casas es tan increíble, como espantoso.
Pasaron por casas
llenas de columnas románicas o disque barrocas; por otras que tenían leones inmóviles
adornando los balcones; algunas parecía que las había esbozado un arquitecto
después de fumar mota, pues no les veías la armonía por ningún lado; unas que,
en efecto, no deberían de estar ahí, tal vez en Santa Fe se verían geniales.
Muchas otras de cartón y madera. Campos de maíz, baldíos llenos de basura. Caminaron
sin pensar en otra cosa que, celebrar una unión, si detenerse a espulgar los
pasados o presentes; simplemente se dejaron guiar por esa corriente de
humanidad tan informe, sin coherencia, variopinta, contradictoria como todo en
ese lugar.
Llegaron hasta el
atrio de la única iglesia del pueblo, en donde, con flores de papel y adornos
cargados, recibieron a los novios. Las personas se arremolinaban en torno a la
entrada esperando que saliera el cura. La figura traumática de Harry dándole el
brazo a su madrina, para que no se fuera a caer con su bastón en mano, el cual
supongo que fue por precaución, pues hace mucho que ya no lo necesitaba; era su
muleta que nos recordaba ese accidente imprudente que “casualmente” tuvo. Inconscientemente
Harry sentía que debía protegerla, su sentido de responsabilidad ante la
persona a la cual le debe, no solo su educación, también sus muletas, como ese
bastón que cargaba la humanidad de la madrina impositiva e intolerante; la que
siempre fue tan laxa con él y que cuando vi su expresión sonriente y
satisfecha, heroica como siempre, sintiéndose airosa por ser la que lo llevo al
altar. Como se ve en una de las fotos, colgada de su brazo caminando hacia la
iglesia.
Vi lo que
significaba para mi hijo, su madre no estaba, lo había dejado solo de nuevo. La
que iba a su lado era la que nunca lo había dejado; esa era su expresión
traumática. Tal vez por eso el en las fotos se veía con la mirada triste e ida,
como buscando en el horizonte lejano la madre que debía de haber estado ahí, a
pesar de todo.
Cuando vimos las
fotos y el video de la boda, en automático, sin mediar palabra, sin pronunciar alegatos
que fuesen indiscretos; ¡qué bueno que no habíamos ido!, triste, sí. A mi madre
no le gusta el escándalo, el ruido ni la gente, antisocial y poco tolerante, lo
contrario de la comadre. Yo sé que no estuvo bien, que no fue lo correcto, no
haber ido, pero creo que también, era mi derecho y mi decisión. Que mi hijo
guardara cierto resquemor por ello puede que sí, tal vez ahora ya lo olvido o
por lo menos ya lo asimilo, ya entendió la razón no justificada, pero si tal
vez aceptada. Los que no olvidaron fueron los otros, ellos esperaban que llegara
casi con la camilla, bueno la verdad es que no creyeron que me accidentara, me
lo comentarían después; ellos no entendieron semejante disparate. Sencillamente
y siendo realistas, tenían razón; cómo era posible que no llegara la madre del
novio… ¡Pues no llegué punto!, ¿arrepentida?... solo al principio, después para
nada…
Empezamos por los traumas
¿Debo de hablar
del pasado, aunque me duela?... está bien… Mi hijo durante mucho tiempo creyó o
así le hicieron saber, que había sido el fruto de un acostón irresponsable de
parte mía, esa claro fue la versión de mi honorable comadre, la única que sabía
con certeza como educarlo; ella se encargó de hacerle creer tantas cosas y
dejarlo bien marcado como res en matadero.
En algunos ratos
de nostalgia o lucidez extraña, se cuestiona si la madrina estará bien. En
otras, sin remordimiento saca toda su furia despotricando contra ella. Algunas
veces llora como bebé, por haber sido tan rebelde y termina diciendo que da
gracias por lo que ha vivido… Ahora está empezando a colocar en su justo lugar
cada supuesto error. La verdad de esto es que, mi hijo había sido planeado,
aguardado y esperado. En un momento de desorden y desvarío de mi parte,
tratando de encontrar un ancla que me hiciera sentir que podía valerme por mí
misma, alguien que me diera esa razón, para seguir adelante; a pesar de la
contradicción que significaba, seguir viviendo con mi madrina.
El padre de Harry,
un ser realmente bueno en muchos aspectos, noble, sencillo y sentimientos
puros, fue durante mucho tiempo no solo mi mejor amigo, mi confidente y
celestinos mutuos. Yo podía haber escogido cualquier pedazo de tarugo, daba lo
mismo, pero no, lo había elegido a él, por ser como es, nada más. Yo,
probablemente al igual que mi madre, no entendía con absoluta realidad el ser mamá,
lo único que sabía, era que quería una criatura.
No lo dejé en
abandono, ni en el absoluto cuidado de la madrina. Para ella fue un alguien en
quien volcarse, a no tener de momento a quien rescatar, a quien guiar. Tuvo que
pasar mucho tiempo y muchos problemas para darnos cuenta, de que, no era que
Ana fuese la mala de la película o la bruja malvada. Dentro de su cabecita algo
traumada como muchas personas lo somos, cargaba un sinfín de situaciones y
hacían que tuviese, lo más normal del mundo; una infancia problemática y falta
de seguridad en ella misma en grado máximo, añadiéndole el argumento eterno de,
“soy la sabia que todo lo puedo”. Al tiempo nos fuimos dando cuenta que, no es
el camino correcto, la soberbia y la supuesta autosuficiencia no son muy buenas
compañeras en la vida. Impositiva, tajante, intolerante, metiche, incongruente;
pero todo tenía su porque de ser. Ella se alimentaba de los demás. No sabía
cómo tener vida propia, salvo la que tenía a través de los que se apropiaba.
Aún recuerdo
cuando vivíamos en el fraccionamiento. En muchas ocasiones nos poníamos a jugar
los cuatro, no mojábamos y cualquiera que empezara, bastaba para que la casa,
el patio y nosotros quedáramos empapados. Había algunos fines de semana que
podíamos estar en santa paz y armonía. Estando en San Luis nos poníamos las dos
muy monas a hornear galletas o pasteles, no todo en absoluto fue malo; sería
muy injusta en decir eso. Pero si puedo poner las situaciones en una balanza,
podría ser, que fuese más pesado lo malo, que lo bueno.
No era la mayoría
de las veces lo que decía, era como lo decía, para concretar, la intención; el
cómo planteaba ella, lo que demandaba se hiciera y porqué. Era como tener un
sargento mal encarado y nada accesible. Amorosa con Harry, pero no ese amor
sano, desinteresado, incondicional y podría tomarse así, pero era aprensivo,
dominante, ciego y opresivo e incluso protector, cosa que, en conjunto no creó
otra cosa más que dependencia. Todo esto sirvió de parapeto para mi hijo se
volviera un ser sin personalidad y carácter, ella decidía, pues yo era
ignorante al respecto, supongamos que como las madres primerizas que acuden con
la madre cuando tienen una duda, pero las madres cuando dan a luz a un hijo nos
proveen de un chip que proporciona un
sexto sentido de lógica o de saber que algo anda mal; en mi caso no funcionaba
del todo, estaba eclipsado. Las madres no sé en qué circunstancias, detectamos
alteraciones en los hijos, en este caso, no tuve mucho tiempo, no solo forma de
aprender, ni de prender ese interruptor; mi comadre me indicaba que hacer y
cómo, me había enseñado a dormir a mi hijo enrebozado, es muy práctico. Enredas
a las criaturas y te deja las manos libres para poderte mover, lo veo con las
Marías cuando traen a sus criaturas en la espalda y se mueven como si nada. Se
tranquilizan en efecto, proporciona un método natura; ya que cuando lo colocas
a la altura del pecho, escuchan los latidos del corazón. Me indicaba a qué hora
dormirlo, claro que eso fue al principio antes de que entrara a trabajar, así
que la realidad es que, en efecto ella se encargaba de Harry. No puedo negar
que mientras estábamos las dos en las mañanas no me despertaba tarde, ni me
hacia la taruga. En algún tiempo, se le llevo a la guardería, pero no duró
mucho. Yo me encargaba de preparaba su comida previa supervisión claro, lo
bañaba, le sacaba fotos, tejía sus chambras en dos agujas; nunca aprendí en
ganchillo. Al paso del tiempo se fueron cimentando eso pilares en el aire que
le darían a mi hijo, esa inestable forma de pensar y actuar.
Lugares vacíos
Con una expresión
de angustia más que de gozo, por saber que se uniría en sagrada comunión y después
de haber tenido que hacer su catecismo, puesto que no había hecho la primera
comunión, ni tampoco estaba confirmado. No entiendo, yo le hubiera dado una
mochada al cura, pero entiendo que ahí, eso, era una utopía.
Como era de
esperar, las personas preguntaron la razón de la ausencia de su madre, puesto
que se les hacía inconcebible que no asistiera. Ahí nadie me conocía excepto
mis consuegros: - tuvo un accidente no pudo venir, ¿y no tienes más familia? Mi
abuela no podía venir sola, mi hermana tampoco, mi tío está trabajando - no
sabían que, de haber ido, solo hubiéramos ido dos. Lo curioso o extraño de esto,
es que nadie de la familia creyó que me había accidentado, pensaron que era
mentirosa y que me pasaba de irresponsable. Lo peor no fue eso, podríamos haber
ido, así como estaba, pero… ¿cómo para qué? Y entonces a pesar de que me pueda
sentir arrepentida, que no lo siento; de que me sienta culpable, puede que sí,
solo tengo un sentimiento de inconformidad. No había razón lógica para que no
fuera y eso se quedara junto con otros recuerdos dolorosos, pero superables. Cual
raciocinio en un evento de esa envergadura, no nos colocarían a cuatro o cinco
almas en mesas diferentes, sería tonto, lo cual no nos dejaría mucho espacio de
maniobra. Mi madre no quería ir por el simple hecho de no estar de acuerdo,
tajante y sensata. Evitar confrontaciones que sabíamos perfectamente se darían
al estar Ana ahí. Conocemos al dedillo la calidad de la melcocha. Se
abalanzaría de lleno a cuestionar, criticar, recriminar, cuál es su costumbre. Mi hija julia no le agrada nada la gente, ni
el ruido, mucho menos las fiestas. Quiere muchísimo a su hermano, pero le da
coraje que se escude en lo que no debe. Son totalmente diferentes y eso tiene
su explicación. Independientemente de que, dada a la forma de ser de mi hija,
esa, no se hubiera quedado calladita cual señorita modesta y bien portada, que
lo es. Estar a metros de la madrina era algo simplemente imposible, no se
hubiera medido, la habría hecho llorar, se habría montado un espectáculo de
circo Romano, fácil. Mi hermano ya se había ido a vivir a Ensenada, por lo que
sería realmente complicado que quisiera ir, aparte de que en sus prioridades no
incluían la boda de mi hijo, le tiene una tirria enconada por la misma razón,
por seguir cargando muletas y peor, por no querer ver que todos pasamos por la
misma vida y sin embargo hemos tratado de seguir adelante. Aunque él, no tenga
mucha boca con que opinar al respecto.
Esa es toda la
familia de mi hijo: seis almas fundamentales que son los satélites que rigen nuestro
propio universo estático, circulando de un lado a otro sin aparente sentido,
pero que invariablemente están ligadas sus trayectorias entre unos y otros. Las
desviaciones de uno les afectan a los demás. Somos un auténtico muégano los que
componemos esta familia. Compuesta por mi madre, mi hija, mi hermano y su
esposa, Antonio y yo. Después de que logramos sacar de nuestra esfera a la
madrina. Son los que circundan un universo de posibilidades que antes no
sabíamos que podía existir; cuando la madrina dejo de pertenecer a nuestro
mundo, descubrimos que podíamos ser felices.
Para ellos la
madrina debía estar incluida, lo estuvo muchos años, pero desde ese día
vislumbraron quien era la antagónica en esta esfera tan extraña a los ojos de
la familia de mi nuera; nadie queríamos ir y en efecto nadie fuimos. Tristemente
se dieron cuenta después de la boda, de lo latosa, metiche y chillona, quejosa
y pedinche que era.
Después de la
boda, quería quedarse con Harry, quería que durmiera con ella y lo tenía
prendido de sus faldas como chicle; no se le fuera a perder. Les hizo comprar
un montón de chucherías y se pasaba el día como siempre pidiendo que la
atendieran. Mi nuera me contó que quería meter su cuchara en todo, critico
hasta cansarse y de pasada, la ofendió. No sé si fue por necesidad o por
imposición, pero esa ocasión y la siguiente que ella fue al pueblo, la llevaron
de regreso a Querétaro, no fuera a ser que ahí se quedara. La segunda
prácticamente Severa la corrió, ya la tenía harta y terminaron por medio
entender sus papas, quien había sido la causante de que Harry fuese como es.
Increíble que recibieran de quien menos debían, según nosotros, esas críticas que
en lo absoluto ellos aceptan, su ideología es, que los padrinos son como en
muchos lugares o familias, los reales sustitutos a la falta de los
progenitores. Lo que les escandalizo, fue, esa irreverencia con la cual se quejó,
cuestionó, arremetió y para colmo, decidió que mejor se quedaba para educar a
Darien, ¡válgame sea el señor! Por eso la llevaron de regreso a su casa, creo
que mejor la debieron de mandar por paquetería.
En la espera silenciosa
¡Mi nieto
hermoso!... La llegada de Darien a este mundo fue complicada. Yo solo
preguntaba: < ¿Qué ha sucedido? ¿Cuándo nace el bebé? > Entre las idas y
venidas del pueblo a la Cuidad de México a consultas. La vida no se las puso
fácil, esa criatura antes de llegar ya tenía el premio mayor. Darien nació el
ocho de noviembre del año siguiente que se casaron, es decir, que después de la
boda se pusieron a chambear dos mesecitos. Así entonces pensé, que ya era una
urgencia esa boda, pues de lo contrario hubiese sido muy mal visto en el pueblo,
no ante nosotros, que llegara una criatura. Después de que Severa pasara por
diversos problemas en su embarazo, ya que había que estabilizarle la presión;
tenía pronosticado preclamsia. Hubo que tener a la mano bolsas de sangre por si
era necesario transfundirla, ya que sus plaquetas estaban por los suelos, sufre
de anemia crónica desde muy chica. Recordemos ese asunto de que no son muy
afectos a los galenos en la familia o tal vez en la comunidad, sabrá el Padre
Creador esas ideas, cada quien sus pensares. En los meses de espera, se
hospedaban en una casa de huéspedes provisionalmente mientras entraban y salían
del hospital, el cual se encontraba a un costado. Ahí pasaron muchas noches de
angustia y cuestionamientos. No ha de ser nada sencillo medio saber o tratar de
adivinar que deparaba para ellos esa criatura, cual era de esperar, las dudas
los asaltaron de tal forma que la angustia se presentaba de mil maneras. Estar
de malas, echar culpas, de preguntarse, ¿y ahora qué haremos? En un cuarto con
una cama matrimonial de colchón en buen estado, aún tenía la bolsa plástica, a
medio pintar con un amarillo tirado a naranja, compartiendo el refrigerador
comunitario que estaba en un área que hacía de sala de estar y comedor, con un
televisor con solo canales locales. Se tenían que bañar muy temprano o ya no
había agua, con dos baños igual compartidos en que no sabías, si te pegaban los
hongos, bichos y microbios. No había forma ni economía de ir a otro sitio, los
suegros les daban lo indispensable, tenían que vivir con lo que tenían. Ahí
pasaron muchos meses, fue su refugio indigente donde pasaron los días más
angustiosos de su vida.
Cuando nació
Darien, mi hijo y mi nuera sintieron que el mundo se les ponía en su contra,
que les habían mandado el peor de los escenarios. Su vida se tambaleo y a pesar
de que nuestro Creador no manda nada que no puedas soportar, para ellos eso era
limitaciones, gastos, ajustar sus vidas nada centradas, seguir atenidos a los
padres - suegros - proveedores. Si en algún momento llegaron a tener sueños,
esos se cortaron pues no saldrían del pueblo, ni del taller que les daba para
esos gastos que se les avecinaban, ni tendrían de momento futuro cierto, solo
algo inexistente que no comprendían.
A pesar de que los
tres hijos tienen sus terrenitos con sus casitas y ya estaba en proceso de
construcción la casa de Harry y Severa, cómoda, muy espaciosa. Nada como las
casitas de los dos hermanos; con su local y anexo para taller, nunca se irán a
vivir ahí, por lo menos dentro de la vorágine de acontecimientos que se han
desarrollado desde que nació ese increíble angelito. El tiempo, este
solucionador de problemas dictara el trazo.
Siguieron en ese
cuarto desolado pues les habían dado indicaciones; no podían trasladarse en
camiones, metro, ni nada en que llevaran y trajeran microbios; algo que me
pareció ilógico pues en un hospital entra y sale gente, en una casa de
huéspedes donde no sabes quién se mueve con su respectiva carga de bichos
pegados a las ropas, cabello y demás, pero tenían que seguir las órdenes. Así
tuvieron que pasar semanas más. Entre tanto, pasábamos los días en angustia y
zozobra, ellos entrando y saliendo del hospital junto a su hijo, turnándose
para estar con él, mientras pensaban que sería de su vida con ese bebé, con sus
vidas y el futuro.
Yo en mi espacio,
sin poder cooperar mucho, a veces les mandaba algo de dinero, no mucho pues mi
economía no se acerca a la de los consuegros, esperando que amaneciera al
siguiente día y el siguiera con vida; Rezando porque esa criatura fuera una
razón para seguir adelante, no solo para sus padres, también para mí. De algún
modo las circunstancias de su nacimiento representaban esas respuestas a mis
dudas y culpas. Sentir que mi hijo tendría una razón por la cual luchar cuando
yo, por comodidad y cobardía, no lo hice por él, ni por mí.
Fue muy sencillo.
Creo que dentro de mi mente al igual que mi madre, no podemos quejarnos de todo
lo malo de Ana. Nunca hubo carencias, tuvimos al igual que mis hijos lo
necesario y más. Yo suponía que, a pesar de la forma de ser tan impositiva y
tajante, estaban otros factores positivos, nos había inculcado la
responsabilidad, la cortesía, teníamos tareas que realizar y no había forma de
no hacerlas pues enfrentarse a ella era muy desagradable. Vimos en ella su
sentido de organización y responsabilidad casi enajenante; mucho tiempo después
lo hablamos con mi madre. Al estar Ana trabajando de sol a sol, la que nos
educó desde que llegamos hasta muy pasados los siete años de mi hermano, los
cuales le llevo de diferencia; mi madre fue la encargada de darnos todo. Los fines
de semana eran el horror, mi comadre se dedicaba a dar órdenes y contraordenes,
mientras se echaba como vaca, pues trabajaba toda la semana, para Ana su
autoritarismo era incuestionable.
Se la pasaba en la
cama viendo televisión o leyendo, hurgando cosas para desordenarlas y luego,
obvio, ponerlas en donde según era su lugar, su entretenimiento favorito, pedir
y mandar, < Hazme chilaquiles, ahora quiero un emparedado, ahora tráeme esto
o aquello >.
No había tregua
los fines de semana, eran de verdad terribles, por eso, de lunes a viernes
éramos libres, podíamos ir y venir a nuestro antojo. No había forma de que no
supieran de nosotros, pues era un lugar que en ese entonces era muy chico;
todas las madres se conocían. Mi vida era poner discos de vinilo y grabar
cintas. Me salía a ver a los amigos o nos íbamos al cine. Como éramos una
bandita de varios, en ocasiones llegaban a la casa y nos poníamos hacer hot cakes dejábamos un batidillo y entre
todos recogíamos el desastre.
En una ocasión se
nos metió la loquera de irnos de pinta, fue chistoso, llegué a la casa y le
informé a mi mamá que nos íbamos a Chapultepec, se quedaron asombrados de que
avisara; pero esa era la consigna, debíamos y a la fecha, de avisar donde
andamos, pues si necesitaban buscarnos sabían en dónde empezar.
Cuando se fue mi
madre de la casa y nos quedamos solos mi hermano y yo con Ana, las cosas no
fueron sencillas. En ese momento no podíamos entender como podría ser que a esa
edad nos dejara; mi hermano rondaba los siete más o menos y yo estaba en la
edad de la punzada. En efecto nos sentimos defraudados y desdichados, pensando
en la razón que causó que mi madre no se quedara con nosotros. Pero sin juzgar ahora,
ella pensó que era lo mejor.
La primera vez que
se fue estábamos todavía en el fraccionamiento, creo que para mi madre llegó un
momento en que la presión fue mucha, ella no lo hizo por mal, simplemente las
broncas eran muchas. A veces uno no sabe cómo actuar, por miedo o por falta de
confianza, pero lo que sí sabemos, es que, aun estando lejos, siempre que la
necesitábamos ahí estaba para nosotros. Al paso de los años la historia se
repitió, mi hermano se fue de la casa, enojado y sin saber que haría, más que
con una decisión dentro de su mente, de dejar la cárcel. En su lugar se quedó
mi hijo, el cual llenó ese huero. Mi hermano era la niña de los ojos de Ana,
fue su posesión más preciada, pero eso no evitó enfrentamientos muy violentos
con ella y prefirió irse. Ya había nacido Harry cuando se fue, antes de eso
decidió que él le ponía nombre a la criatura. Un día cuando ya había pasado más
de un mes y no se le registraba, tomo el periódico, anoto en papelitos cuatro
nombres y dijo que el último sería el afortunado; menos mal que fue Harry, me
gusto. Eso de Sad, Luiggi, Angelo; era una crónica de una fiesta de extranjeros,
obvia verdad.
Cuando se fue, ya
había tenido varios altercados con Ana, al grado uno de ellos que para no golpearla
de lo enojado que estaba, terminó por tirar plantas y destrozar la puerta de la
entrada de un golpe con el puño. Rara vez nos enojamos, pero cuando sucede,
solemos salirnos de los cabales. En una ocasión mi madre llegó a tener un
explosivo pleito con ella, estaba yo muy pequeña, a mis gritos y jalones soltó
del cuello a mi comadrita; quien sabe que hubiera pasado.
Sentimientos encontrados
¿Reivindicarme? ¡Por
supuesto que sí!... Quise hacer de ese
nieto mi razón de sentir, vivir y también de sacar mis remordimientos a través
de él. Iniciar mi viaje a desmembrar los porqués, las acciones y sus
consecuencias. Quería dejarle una historia, en la cual trasformara todos esos
recuerdos de mi vida, de tal forma en que resurgiera como fénix y me
desprendiera de toda culpa, de toda insatisfacción, de todo miedo; me quitara
las muletas y reconociera mis fallas, porque dejársela a él, va a ser la única
forma de que sepa el otro lado de la moneda, que haga él, sus propios juicios,
puesto que no estoy ocultando nada. Que juzgue sin mediar terceros, que sepa
que él deberá de tomar sus propias decisiones y perseguir sus sueños, a pesar
de su condición. Él nos está enseñando lo que nosotros no aprendimos, a salir
adelante por su propio esfuerzo. Saber que el papel que jugaron mi madre, la
madrina- comadre y otras personas, las cuales ahora debo colocar en su justo
lugar y saber que tenía que pasar por cada aprendizaje para conocerme en
realidad.
Ahora, varios años
después, mis hijos están poniendo en su justo lugar todas las cosas que han
pasado. Intentan armar su propio rompecabezas, que literalmente ha sido, rompernos
la madre para aprender de algunas por no decir muchas; en realidad han
aprendido mucho. Otras serán los catalizadores que generen que esas mariposas
salgan de su crisálida. Para Julia,
entender y aceptar que, de no haber vivido esas vicisitudes, no sería quien es,
ni entendería que las experiencias por duras que sean, son los aprendizajes que
te van dando el equilibrio en la vida. Para Harry ha sido creo yo, con más
dureza, mucho por sus propias decisiones, otras por las circunstancias, pero
está logrando, poco a poco, paso a paso, enderezar su rumbo y entender, espero,
que siempre tendrá madre, pero que debe de quitarse las muletas, las culpas y
descubrir quién es Harry.
Cuando les dieron
las indicaciones sobre los cuidados, alimentación, medicación y todo lo
referente al cuidado de Darien, comenzaron otros cuestionamientos. La criatura
no podía comer carne de ninguna, especialmente roja, sal, ni muchas otras
cosas, nada de plátano, en fin, una larga lista. Cual la lógica indica sobre
sus complicaciones, tiene que tener cuidado con el potasio, pues le puede
generar sencillamente, un paro cardiaco, aunado con la deficiencia en las vías
urinarias, no puede procesar correctamente los alimentos que en una persona
normal sería diferente.
En algún momento decidieron
los papas de Severa, darle una bomba mal fabricada, en el aparatito ese que
parece licuadora, el problema fue, como mencionamos, sería como darle de comer
a un barril sin fondo; la criatura simplemente no se llenaría, con tanto
espacio en el vientre, ¿cómo lo llenarían?, aparte de combinaciones
inadecuadas. Uno puede decir que sabe muy rico el jugo de naranja con plátano o
que se pueden poner verduras y frutas a destajo, así como se antoje, y no; como
gran controversia entre los galenos y los que con bases reales explican los
beneficios de comer de forma ordenada, pero esto podría ser un tema muy extenso
y polémico.
Mi madre durante
muchos años fue vegetariana, a medias, con lo cual ahora entendemos porque es
tan sana a sus setenta y seis años. Hice el intento, trate de hacerle entender
a mi nuera que podía tener a niño muy bien alimentado recurriendo a sustitutos,
el embrollo es que, ahí los que deciden son sus papás, < no le hace daño si
come un pedacito de plátano, no le pasa nada si come bastante, se recupera más
fácil > el niño tenía infecciones, que
siga tomando leche, a la fecha no lo entienden, muchos no lo entienden; cuando
hay infecciones no deberíamos de tomar lácteos y harinas, pues es como darles
de comer a las bacterias.
Les dijeron que
usar una faja podía ayudar a fortificar el vientre, al fin músculo, si lo
ejercitas se fortalece. ¡Nooo, como!, así ya no come, se llena rápido, además
le puede doler. ¡Y como carajos sabemos si le duele o no! Por lo que he
observado en estos cortos tiempos, o no le molesta o lo más acertado, le vale
gorro. Obviamente cuando lo operaron menos podía usarla puesto que con el pañal
o las bolsitas en el vientre podía ser problema. La sorpresa la daría después
el mismo Darien.
Cada situación que
prevaleció desde que nació y desde que se fue mi hijo, causó un desajuste muy
extraño en mi vida. Fue como despertar de una pesadilla de la cual había estado
en trance durante toda mi vida. Comencé a cuestionarme, mi conciencia despertó
descontrolada y volvió más visible lo que hacía y de cómo vivía, de lo que
sentía; se iniciaron estallidos más recurrentes de mal humor, de frustración,
de soledad y necesitaba saber el porqué.
Tristeza crónica
¿Que como me
sentía? ¡Vaya pregunta!... Llevaba algún tiempo sintiéndome impotente y harta,
me sentía enferma y desdichada. No hacía nada por ser productiva y en muchos momentos,
me dejaba caer y abandonaba esa idea de cambiar. Tenía un trabajo casi burocrático,
aburrido, monótono, me habían ayudado a entrar a esa empresa cuando tenía
treinta y cuatro, lo cual no dejaba mucho margen para un trabajo estable,
después de haber pasado muchos años como mesera; luego de que nació Harry debía
lógicamente que trabajar.
En ese entonces
vivíamos en San Luis Potosí, nos había llevado Ana en un arranque de sus
eternas decisiones. Mi madre no quiso irse con nosotros. En ese momento y
retomando lo anterior, acaso fue falta de confianza, a pesar de que sabíamos
que podía hacerse cargo de nosotros, ¿fue miedo?, ¿inseguridad?, nunca lo
hablamos hasta muchos años después. La opinión de mi hermano, la realidad, la
desconozco, es tan hermético en sus sentimientos como en su propia actitud,
frio y hasta cierto punto indiferente a su familia. De ninguna manera que no
nos quiera, no para nada, solo que el por alguna razón, vive en una burbuja aislado
de la vida que lo rodea.
Estaban por abrir
un restaurante vips en la cuidad, gocé de la inmensa fortuna de aprender de las
antiguas formas que dieron a esa cadena su fama, ahí aprendí lo que es trabajar
en equipo; la responsabilidad ya la tenía. Para poder salir de turno, había que
realizar la limpieza del área que nos asignaban, por lo que dejar las
azucareras y saleros llenos y limpios, los bordes de los complementos como el
pomo de mostaza rellenos y parejos y las salsas de igual modo, de hecho, había
que mantenerlos así todo el turno. Pulir el acero inoxidable hasta que lo
dejaras como espejo o no salías. Nos acostumbraron a la letanía invariable e
irrevocable de dar la bienvenida al cliente, sugerirle la comida del día,
venderle complementos, dar las gracias y dejarles la cuenta antes de que la
solicitaran, lo cual en algún momento valió que, cuando llegara el primer shopper de cien, que era lo máximo y fuese
mío.
Son por decirlo
así, clientes que no sabe uno ni quiénes son y llegan solo a calificar el
servicio y los estándares. Arriban como si nada y luego te enteras que te examinaron.
Recuerdo que se sentaron en un gabinete. Era una señora de edad, una mujer
joven y un niño. En muchas ocasiones estábamos solo cinco vendedoras como nos
denominaban, por lo tanto, nos teníamos que repartir todo el restaurante, así
que tenía muchas mesas a mi cargo. Ese día alrededor de las tres de la tarde,
tenía ocupadas cuatro mesas, una de ellas pegada a ese gabinete, con tal vez
veinte comensales y otras dos mesas con dos personas, no estaba camote como
decimos en el gremio, pero si acelerada; en realidad era poco el movimiento,
pero si andaba muy ocupada. Solo sé que cumplí con mí trabajo, de lo contrario,
no me habrían calificado con cien. Ese episodio fue muy curioso y contradictorio.
Mi comadre me dijo que como era posible que no me sintiera orgullosa de haber
logrado eso, que no me podía poner de tapete en el suelo y que valorara mi
trabajo y a mí, ¡perdón! ¿¡Cómo me tiras al suelo y luego me quieres levantar!?
Siempre era una contradicción con ella, en todo.
El gerente que
estaba en ese entonces, mi mentor y héroe, muchos lo detestaban, pero yo lo
adoraba, por el simple hecho de que decía: “si vas hacer algo hazlo bien hecho
y a la primera y te quitas de líos”. Gerente hecho a la antigua, con muchos
años en la cadena, que sabía muy bien lo que hacía, tanto que, cuando salió era
gerente triple A, algo así como un master. Yo temblaba de miedo cuando me
llamaba por mis tres nombre y curioso siempre a la inversa. Cuando era simplemente
Kika, ni me alteraba.
La rutina era la
misma y sencilla, si acaso lo que variaba era la forma en que veíamos cada
quien a los clientes. Yo descubrí que me gustaba la gente, disfrutaba de
atenderlas y adivinarles los gustos, las mañas. Me fascinaba saber de qué humor
llegaban desde que los veía entrar, me buscaban mucho porque antes de sentarse
ya había servido el café como les agradaba o pedía los platillos que sabía que
ordenarían. Me gustó el servicio al público, gozaba de escucharlos, observar
las diferentes formas de pensar y actuar; era una forma de extender mi otro yo,
ese, que hacía que a través de las personas encontrara un punto de referencia,
una delgada fibra que me uniera a algo, que yo no sabía, algo con lo que yo no
me identificaba.
Siempre abierta,
amena, platicadora, me gustaba estar con mis compañeras, trataba de obtener una
identidad, no tenía la más mínima idea de que quería conmigo misma, ni hacia
donde me dirigía. Como estaba en un trance, esa indiferencia, incluso ante mí
misma, fueron muchos años de contradicción. Disfrutaba lo que hacía, pero me
fastidiaba después de un tiempo y cambiaba de lugar, mientras tuviera veintes,
cara linda y un trasero que dar. En efecto, no me importaba, simplemente me
acostaba con quien se me pegara la gana. Así como somos de abiertas tanto mi
madre como yo, así lo soy con mis hijos. Con Julia he tenido la suficiente
apertura para decirle muchas cosas que hice, ella ha sido un hermoso remanso en
medio de todas mis estupideces, tranquila a pesar de sus tropiezos, lo cual es
el polo opuesto a lo que yo hice. Ella será la primera que, con todo el orgullo
y necedad, colgará un título en la pared. Pero dejaremos de un lado solo un
poco el tema Julia, es algo importante.
Antes de que naciera
Harry, mi vida se había llenado de incongruencias. Saltaba de un chico a otro,
nada que fuera serio hasta que llegó ese con el que me casaría y antes de eso
perdiera mi virginidad. Tan inmaduro como yo, tan inseguro de si, con muchos
conflictos de familia, como cualquiera puede tener en la vida. Pero me había
servido para huir, lo había tomado como tabla de salvación en medio de mi
piélago de dudas e insatisfacciones.
Un día,
emberrenchinada con mi comadre para variar, me salí de la casa. Llegué a casa
del novio y les dije que no quería regresar. Ahí me quede importándome muy poco
que pasara. Llegó Ana en tal estado de histeria ¡qué raro, si ni sabía! Grito,
dijo cuanta estupidez pudo y se fue tan enojada que, se encerró en el closet de
una de las recamaras de la casa gritando como loca. No era la primera vez que
lo hacía, lo recluirse en algún sitio o debajo de un tinaco siendo aún muy
chica; ya había hecho esos dramas y otros con anterioridad. Después de unos
días llegó mi madre a vernos, hablo con nosotros, fue muy explícita y
contundente como siempre en sus comentarios y dijo: - si lo que quieren es
coger hasta hartarse váyanse a la casa o hagan lo que quieran, pero dejen de
hacer estupideces - Y ahí me quedé. Paso un año hasta que decidieron que nos
casáramos, a lo cual no estuvo de acuerdo mi madre. Dije bien, decidieran, pues
fue en cierta forma necedad o estar jode y friega de los padres, a esa edad
quien se tragó que nos casamos, ¡nadie! Muchos años después platicando con
personas de esa época del fraccionamiento tenían el entendido de que nunca nos
habíamos casado, ¡qué ironía! y no duramos. La realidad fue que en intervalos
de un año de vivir en casa de sus papas y luego dos fugaces temporadas como las
de un buen aguacero de noche, hasta que definitivamente cada quien se fue por
su lado.
Después de muchos
años decidí que debía cerrar ese círculo, luego de treinta y tantos años nos
vimos. Manteníamos comunicación puesto no nos habíamos separado en términos
conflictivos. La verdad es que, tal vez por el amor que en algún momento me
tuvo y a pesar de ser de carácter fuerte y terriblemente rencoroso, que no
tenía idea de sus sentimientos, pero nos volvimos a encontrar; yo necesitaba
quietarme piedras que no me correspondían y cerrar círculos inconclusos.
En efecto yo logré
salir adelante y madurar dentro de todas mis locuras. Él, seguirá vagando y
perdido, inmaduro e inestable, supongo siempre. Él dice, que vive cada día sin preocuparse
del después, que disfruta de su forma de vida, que ama su libertad y vive el día
a día como si fuese el ultimo. Pero lo único que vi fue una inmensa soledad y
un no saber qué quiere. Afortunadamente me di cuenta de que yo no había tenido
la culpa de nada, sencillamente éramos unos chamacos de pañales y no sabíamos
ni lavarnos los calzones.
La historia la
repetí de alguna manera. Mi madre se había casado con mi padre por la misma
razón, por inexistencia de identidad, por inseguridad, por huir. Cuando decidió
que quería un hijo, busco a mí padre; ya se habían divorciado. Un día a
bocajarro, tomando café en un Sanborns, le dijo que le pagaba el hotel y que
cooperara con sus espermatozoides, mi papá se atraganto con el sorbo de café. Cabe
mencionar que en efecto me reconoció, el día que me llevaron a registrar, me
dieron en toda la progenitora, cuando mi madre por no discutir con dos necedades
dejó que me pusieran a su antojo, cada quien un nombre; de ahí que si solo
hubiera sido Herminia y no anteponer mi madrina-comadre el María como mi mamá y
para no quedarse relegado y olvidado, me enjareta el Lucas mi papá. Pero
tampoco es tan mal, ¡tengo muchas personalidades!, por eso luego no sé por cual
decidirme; ninguno de los tres me gusta. Por eso soy María Herminia Lucas
Briseis, como esa brisa liviana y diáfana amada por Aquiles. Me agradaba como me
decía mi abuelo materno, él me llamaba MaríaHerminia, así sin espacio, el de
cariño que era gorgor ¡y no se vayan a burlar, salió de gorgojo!, cuando nací
estaba llena de pelo casi cual chango, fea con ganas y con media cara morada de
un golpe, esto fue con una cesta de mimbre de esas rígidas que se usaban en el
mercado, estaba mi madre en uno y se golpeó con la canasta esquivando unos
chamacos; tres días antes de que yo naciera. Me decían con mucha burla, pura
mofa claro está, que era feísima, nada agraciada, ni hermosa como mi hermano
cuando nació, ese sí fue un bebé lindo; ya después me compuse, cuando tenía un
año y estaba cachetoncita y rellenita, me agregaron el mote de bolita.
Saltando sobre el fuego
Mientras me
debatía entre en encontrar un punto de equilibrio, después de ese fallido
matrimonio de juguete, en que no me sentía dejada, divorciada, soltera, ni
nada, seguí con una vida llena de locuras desenfrenadas. Saltaba de cama en
cama, recorrí de la A llegando casi a la Z, el alfabeto de nombres que nunca o
salvo algunas excepciones me dejaron nada bueno más que vacío y ausencia.
Trozos de mi alma y mi cuerpo esparcido en girones, sintiéndome cada vez más, perdida.
Pero todo eso no
fue nada, comparado con el sentimiento de culpa que me apropie y arrope, cuando
llegó Harry y posteriormente Julia, a diferencia de este, mi hija sí arribó a
este mundo por un tarugo acostón, sin ningún sentimiento, por simple atracción
y ganas de tener sexo. Esto va hacer brutalmente expuesto, difícil para mí y
seguramente doloroso para muchos. Podrá ser que se sientan incómodos, tal vez
identificados, pero que es algo terriblemente difícil exponer, no solo ante un
espejo.
El cómo somos, es
necesario de explicar y forma parte de esta historia bestialmente exhibida. Aun
cuando muchos episodios son intensos no solo para mí, serán el parteaguas, no
solo de la reivindicación de quienes somos o cómo nos vemos. Darnos un nombre y
un rostro, que no sea un bambuche; es decir, una figura de barro ridículo. Serán
verdades que ni son malas, ni buenas. Son aquellas que ayudaran a entender que,
nada pasa porque sí, todo tiene su respuesta e incluso, el entender esas ruedas
que giran y giran, los círculos que no se cierran y esos que se repiten.
Exponerse ante extraños y compartir esta historia es solo, contar la novela
dramática de cualquiera. Una persona inexistente. Aquella que sienta de debe de
sacar sus peores temores y ser libre.
Decía que pasaba de
cuerpo en cuerpo buscando uno que me pudiera dar eso, que ni yo sabía que era.
De entre todos esos, que no llegaron a nada, un compañero del trabajo, estando
en San Luis Potosí, un chico con un carácter de los mil demonios, muy terco,
responsable en su trabajo, de pocas pulgas, que no le gustaba que hicieran las
cosas mal. Ese que pensaba que solo él podía hacerlo y le costaba trabajo
sociabilizar y trabajar en equipo; todo parecido es mera coincidencia, se
llaman genes. Una sola vez tuvimos sexo, solo eso, vil y absoluto sexo. Cuando
descubrí que estaba embarazada, lo cual fue totalmente una sorpresa, pues se
supone que habíamos usado esas cosas horrendas pero necesarias, llamadas
condones. Dado a mi inestabilidad en ese aspecto, siempre estaba protegida,
fuese dispositivo intrauterino, muchos años pastillas anticonceptivas; todo
esto gracias a la bendita apertura de mi madre al llevarme y decirme cuídate,
nada más. Pero como no solo era un embarazo, hay miles de cuestiones llamadas
enfermedades, a pesar de ser tan irresponsable, creo que, dentro de todo,
siempre sabía con quién me metía o ya hubiera muerto de sida.
El día que
platicamos simplemente no creyó que fuera de él, lo cual siendo honesta era de
esperar, sabía que no era muy modosita que digamos. El padre de Harry como
hombre noble y de buenos sentimientos, no optó por la negación. En realidad, y
para no quitarle merito, me dijo después de su enfado por haberse enterado por
terceras personas; lo cual era de esperar pues ya no vivía en San Luis, se
había ido a otro lado después de salir de la academia de la federal; que, si
necesitaba algo, le avisara. Solo me ausenté y no volvimos a saber nada hasta
uno del otro, hasta mucho tiempo después; pensé que había huido con sus debidas
y respetables razones, sin querer saber nada de ese hijo, como ni yo insistí
así se quedó el asunto. Creí que, si no se quiere saber nada, ahí se debe dejar
las cosas. El tiempo solucionador de controversias. El padre de Julia, se casó
con otra compañera del trabajo, tal para cual de genio y de otras cosas, hasta
donde sé, siguen juntos y con familia.
En el momento en
que me enteré que estaba embarazada, para empezar, sabía que tendría problemas
con la autoridad; necesitaba ayuda y esa, solo me la podía brindar mi madre. Con
ella, desde que tengo uso de razón he podido hablar sin tapujos, sin juicios,
es como platicar con una amiga, salvo que es tajante y directa. A mi madre no
le gusta hacer las cosas grandes y enredadas como a mi comadre, ella va al
grano, no hay grises, ni florecitas.
Somos intensamente
unidas, como lo son los átomos, como si la teoría de la relatividad se mostrara
en nosotros. Un gesto, un tono de voz delata a cualquiera de las dos, al grado
que, cualquier cosa que le pase a una, lo detecta la otra; es una forma que
pocas veces he visto, una conexión casi telepática, no es exageración, no
podemos mentirnos, mucho menos si estamos frente a frente. Esa misma conexión
tiene Julia con ella, espero llegar a la cuarta parte algún día.
Esto no fue nada
sencillo… y sí, muy doloroso… Llegó a vernos mí madre, hablé con ella; no me
sentía nada capaz ni preparada para tener otra criatura, estaba en completo
estado de shock y con muchísimo miedo. Si no había logrado en año y once meses
encontrar la estabilidad, ¿cómo podría con otro crio?
Cuando se embarazo
mi madre de mi hermano, mero accidente alcoholizado de su padre, el cual era
conocido de la familia, para quitárselo de encima se le hizo fácil, dejar que
satisficiera su necesidad fisiológica y que se fuera. Cuando le dijo a Ana en
estado de pavor, más que por su reacción, la cual se sabía cuál sería, era por
mí; mi madre tenía miedo de mi reacción. Antes de decirle, hizo estúpidamente
lo que fuera, para que no continuar con el embarazo. Pero, insisto e insistiré,
que por algo pasan las cosas y por algo estamos en este mundo.
Ana decide que
siga adelante. Cabe hacer una aclaración importante, mi comadre en algún
momento trato de tener una relación estable con un tipo, intento embarazarse, sabrá
el Padre Creador por qué no logró tenerlo, ya que las cosas pasan cuando deben
de pasar. Yo, emocionada y al pendiente; cuando Brandon llegó, fue mi luz, mi
vida y todo mi ser. Me volqué en esa criaturita hermosa desde que apareció en
mí vida, lo hice mío, éramos absolutamente muéganos y no otra cosa.
Pero resulto que
quería quedárselo su papá, decía que le daría mejor vida, estatus, mucha lana y
buena educación. Él tenía tres féminas, a los dos años de esto, tuvieron el
ansiado varón; por lo que no sabremos si fue la decisión adecuada, pero en ese
momento era la viable, que lo adoptara legalmente Ana. Después de tantos años,
me pregunto si todo este embrollo, más las muchas cosas que vivimos, hicieron
de mi hermano, el ser que es ahora; frio, distante, con una identidad que
siento que muchas veces, ni el conoce, disfrazado de querer ser alguien, genéticamente
y fuertemente cargado de padre y sin él; egoísta, nada afectuoso, indiferente,
soberbio y a la vez defensor férreo de María y de mí. No es mala persona, lo
adoro.
A Brandon
Sthepanos, hay que quererlo como es o no, así de simple. No se le puede pedir
lo milagros, aunque sepa que está mal. Es como un cometa disperso, que va y
viene al movimiento de su propia trayectoria, ¿cuál?, la que él decida. Pero
como el decidir que naciera, fue por alguna razón, como el sentirnos orgullosos
de lo que ha logrado, es excelente trabajador, sus mejores orgasmos los tiene
trabajando, ambicioso, idealista, contradictorio pues maneja a la gente a su
antojo y voluntad y con un carísima de envidia; pero que es terriblemente
inseguro de sí mismo. Tan hermético, que no deja que sus sentimientos afloren
por miedo a ser vulnerable. Necesita estar en constante movimiento e ideando
que va hacer a continuación, aunque todavía no afiance lo que está haciendo en
el momento, cuando se mete en algo no lo suelta, aunque eso implique no hacerle
caso ni a su familia, es decir, a su esposa y sus hijas; mucho menos a
nosotros.
Sus prioridades
pueden ser tan fugaces, como el Halley,
puede ponernos, como ya lo ha hecho en una burbuja de jabón, impulsando un
proyecto y termina por romper esa pompa en menos de lo que uno se puede
percatar, cuando va el reclamo, está en otra cosa y simplemente ya se le olvido
que estaba haciendo y de los destrozos que causó.
Malísimo para
delegar responsabilidades, pues él puede hacer todo como un superhéroe. Bueno
para criticar a los demás, cuando según él, todos somos una bola de tarugos que
no sabemos hacer nada, menos él. Muy malo para enfrentar las broncas o para dar
la cara cuando la caga, es más fácil para él hacerse el tarugo, que dar la cara,
aunque sea para decir: lo olvide, así de simple. Pero curiosamente no lo hace
de forma consciente, simplemente su falta de seguridad y sus prioridades mal
ajustadas y, sin que sea pretexto algunos cables mal puestos, sé que algún día,
entenderá muchas cosas.
Pero, así como mi
hermano tocó nuestras vidas para darnos miles y millones de alegrías, como
también algunos contratiempos, algunos muy dolorosos; así también Julia, pese a
mi temor y gracias a la ayuda de mi madre, de hacerme entender que debía de
responsabilizarme de mis acciones y dejando a un lado, la estúpida idea de no
tenerla. Ella existe para ser mi guía, para enseñarme que ni he sido tan pésima
madre, que puedo ser una buena amiga, que entenderla ha sido de las cosas más
complicadas y a la vez las más satisfactorias. Para ella como lo será Darien,
pero creo que corregido y aumentado; la tenacidad, la terquedad, serán sus
armas clave. En ella no cabe el conformismo, ni la mediocridad, tampoco es
dejadita ni sumisa. Rara vez por no decir nunca, se queda callada, externa lo
que piensa valiéndole madres lo que opinen los demás; generalmente sus
argumentos son correctos, aunque, tendrá que ir aprendiendo que, en la vida, no
siempre se tiene la razón. No podemos ir por el mundo pasando por encima de
alguien o algo por el simple hecho, de que queremos que se haga como a uno le
plazca, aun, cuando sea razonable. Ese es un error que me ha costado mucho
entender. Querer que los demás piensen como yo quiero que sea, así no funciona.
Pero mi hija está
por algo, llegó a nuestras vidas por muchas razones. Sería el equilibrio que se
necesitaba y la poderosa razón para que mi madre regresara a la casa y no se
fuera nunca más; cosa que honestamente dudé. Nunca cruzó por mi cabeza el
pensar, que María se quedara o propiamente dicho, que mi hija se la apropiara;
no lo sé, ignoro esos intrincados efectos de las supuestas coincidencias y casualidades,
seguiré pensando en esas ruedas que giran. Estoy obsesionada con ellas, existen
miles de razones que no comprendemos y forman parte de un todo, el de la vida
de cada ser, son como trayectorias de átomos que invariablemente se cruzan es
sus trayectorias, amalgamadas como neuronas, sin conexiones, no funcionan.
Cuando nació
Julia, mi madre entendió muchas cosas, no solo, que no podía dejarme sola con
ella, de hecho, esa criatura llenó a María de ganas de vivir, la embrujó, la
enganchó, se reconocieron al instante; se apoderó de ella y Julia, dato
curioso, desde antes de nacer yo ya había decidido que, si era niña, seria
Julia y ella decidió que mi madre le pertenecía.
Mi hija no supo de
la señora María, hasta que nació, así que suponemos que esa decisión excedió
sus expectativas, que sería su ancla en la vida vacía y huera que tenía. Como
si fuese un ente que había dejado pendientes en la vida de mi madre. Como si su
existencia se hubiese forjado desde antes, para darle un sentido que no había
encontrado. La razón de que Julia no sabía de la existencia de mi madre, es una
obviedad, recordemos que mi madre no estaba con nosotros, es decir, que no oía
su voz, no la sintió. La reconoció semanas antes de llegar al mundo. Solo iba
estar unas semanas y después, tal como fue con Harry, se volvería a ir; ¡sorpresa!
siempre dejamos pendientes en la vida. Y dije reconocer, puesto que siempre he
pensado que, llegamos a una esfera familiar, por alguna razón específica, y
descubrirla es tarea individual.
Educación a distancia
A Julia, a
diferencia de Harry, la educó María. Las divergencias entre los dos son
abismales. Recibieron educación de personas totalmente diferentes y además para
colmo, mi comadre se encargó de enfrentarlos siempre. Mientras para Harry era
todo entre nubes de plumas, donde se movía a su voluntad resolviéndole los
problemas, enseñándole en vivo y a todo color la forma de manipular y mitigar
las broncas cada vez que fastidiaba, molestaba y abusaba de todo el mundo. Aprendió
como el hacerse el mártir y sufrido, provocando que termináramos por caer en
sus antojos; la misma mecánica de Ana. Se encargaba de que Julia, siendo casi
dos años más chica le hiciera las tareas e incluso le ataba las agujetas de los
zapatos, pues según él no podía.
Para Ana la
reacción ante el abandono de mi hermano y la posesión de Harry género, que
cuando nació Julia, mi madre decidiera que se quedaba con nosotros, dejó todo
lo que tenía, es decir sus pertenencias, su vida en apariencia tranquila, el
poder ir venir a su antojo, sus amistades, su figurada libertad, la cual en
realidad nunca había tenido y cuando la descubrió, fue cuando se quedó por
Julia. Mi madre decidió hacerse cargo de ella ya que sería una verdadera
batalla campal dejarla en medio de Harry, de mí y de pasada con mi comadrita,
lo que le proporcionó, fue educación. Después de habernos dejado y de lo que
ella había vivido y aprendido de su propia soledad, entendió que lo mejor que
podía hacer, era forjarla fuerte, segura de sí misma, independiente.
Mi hija no pedía
ayuda, no se conformaba con caerse y llorar, se levantaba, se limpiaba y seguía
adelante. Le indicaban los caminos que podía seguir, si eran buenos o malos,
pero la decisión sea cual sea, la tomaba ella; con lo que, por un lado, la hizo
en efecto fuerte, por otro lado, es muy complicado a la fecha que se abra para
poder externar sus dudas, angustias y dolores. Se cierra en su burbuja y decide
que ella sola debe de resolver sus líos, aunque en algunas ocasiones se los
busca, solo por el hecho de saber que pasa y cómo sale librada de ellos. Terriblemente
fría y a la vez sumamente sensible, a veces siento que no la conozco, cuando la
realidad es que julia es, como yo hubiera querido ser.
En esta ecuación
la incógnita seguiría siendo yo, debo de ser honesta y plantear no solo lo
malo, lo bueno también. Yo debía trabajar y como mesera, mis horarios
generalmente eran vespertinos. Llegaba al filo de no sé qué hora de la
madrugada, cuando llegaba y no me largaba de parranda o despertaba en alguna
cama. Pero llevaba dinero a la casa. Ana había quedado pensionada y mi madre
trabajaba, por lo que entre las tres y con esa sabia forma de administrar el
dinero de la comadre, en realidad a los chicos no les faltaba nada, estaban en
escuelas privadas, vestían y tenían diversiones.
La verdad creo que
en muchos momentos disfrutamos de estar los tres, como ese episodio de
enlodarnos como puerquitos. Durante los primeros años, los cuales fueron honestamente
los más terribles ya que los ataques verbales de Ana sobre nosotras hacia los
niños eran fatales. Las quejas, los engaños, decir que éramos las
irresponsables, malas madres, las putas. De hecho, a mí ya me lo hacía siendo
muy chica, cuando mi madre trabajaba haciendo quehaceres de casas. Decía muy
orgullosa de si, que, quien sabe en qué cama y con quien se estaba revolcando. Para
los chicos el estar en constante enfrentamiento, pues Harry era muy fastidioso
y se pasaba el tiempo molestando a su hermana y la otra nada dejada, terminaban
separándolos y separados siguieron, a pesar de que dentro de ellos existe amor.
En realidad, se quieren, solo que Julia se desespera, tontamente, pues no es culpa
de su hermano ser como es. Lo que no entiende es porque ahora que ya es padre y
puede quitarse esas muletas, no lo hace. Muy aceptable el razonamiento, en la
práctica, es mucho más complicado que decirlo. La manera de pensar de mi
comadre es simple: piensa que ella es la única que tiene capacidad de resolver
problemas, de meterse en la vida de todo mundo y decirles que tienen que hacer.
Por ello no tiene a nadie su lado, ni una sola persona que de verdad quiera
estar por el simple hecho de quererla. Ni la hermana protectora que la ve, por
gratitud o educación, se detiene. Huyen despavoridos cuando empieza la letanía
de cómo deben actuar.
Si somos
realistas, esos niños mientras crecieron viendo a una madre ausente, pero
presente, tampoco un ser que pudieran sentir de su propiedad o, tal vez presente,
pero sin inmiscuirse. Era muy fácil, tenía quien hiciera las cosas por mí,
¿para qué preocuparme?; el detalle fue, que, en algún momento de mi vida,
empecé a tener conciencia y, fue entonces cuando las culpas se agolparon de tal
forma que me estaba ahogando.
El pulpo de muchos rostros
Después de saltar
de trabajo en trabajo, pero siempre buscaba emplearme en algo, así fuera hacer
quehaceres. Una compañera del grupo de auxilio donde llegamos a estar mi hermano
y yo, el cual solo era para carretera; de ahí que fuese el trato tan amplio con
la Policía Federal.
Me dijo que su
hermana necesitaba quien le ayudara en su casa. En realidad, era un trabajo de
concha, hacíamos las cosas entre las dos, platicábamos, me hacía sentir más
amiga que chacha. Me ayudaba con la preparatoria pues iba en la tarde, así que
salía de ahí después de comer y a veces, hasta con una siestecita. Todo estaba
perfecto hasta que el marido pretendió tirarme el calzón, preferí irme, antes
hacer algo que no debía, quería mucho a toda la familia; pocas veces salió mi
conciencia al rescate como esa ocasión.
Nunca me gustó
trabajar en antros, porque no me gusta tomar alcohol, no sé robar y soy
malísima para hacer tranzas. Los ambientes de los antros son muy extraños. No
son malos solo hay que saber moverse y evitar todas las tentaciones que hay;
desde el alcohol, las drogas, las cuales tuve al alcance de mi mano y jamás me
llamaron la atención. El saber robar era lo de menos, ahí supe que no estaba
mal educada, solo un poco desorientada, pero andar de antro es otra cosa, salir
a bailar, echar relajo con las amigas que ni son tales, conocer tipos de todos
los gustos y formas.
Algo que también
será controversial es que muchas de mis relaciones pasajeras o no, importantes o
simples, quedaron en buenos términos, si nos tropezábamos en algún sitio,
saludos cordiales y plática normal; “que has hecho, que es de tu vida”, cosas
así. Algunos me han visto y pasan de largo, pero no le doy importancia. Lo que sigo valorando en las personas que
aparecieron en mi vida, es la amistad que se generó. No todas han sido
nefastas, ni tampoco todos se incluyen en esas relaciones tormentosas de una
noche o un mes, algo muy curioso y poco entendido; como un chico con el que
salí un tiempo, simpatizaba con su inmensa familia y muchísimo tiempo después
de que dejamos de vernos, yo continué teniendo tratos con una de sus hermanas,
al tiempo, ella y su marido llegaron a ser muy importantes en mi vida.
Tengo pocos amigos
en el sentido puntual de la palabra. Uno de mis amigos más queridos, realmente
lo quiero muchísimo. Durante largos años, cuando andaba para no variar
desorientada, nos veíamos en el antro donde estuviese trabajando. Ya no
habíamos visto en algunas ocasiones, pero no nos tratábamos. Un día nos
encontramos en un bar, en donde llegaban todos después de que salían del
trabajo, es decir, que si llegabas a las cinco o seis de la mañana encontrabas
a toda bola de empelados de antros, discotecas, restaurantes y afines. En una
ocasión me invitó a su mesa, nos pusimos a platicar; teníamos conocidos en
común pero no habíamos trabado plática antes. Desde ese día fuimos auténticos
chicles. De alguna manera ese tiempo fue, de entrecomillada tranquilidad, pues
el único lugar a donde iba y no todos los días era donde estuviera él.
A la hora que
llegara me esperaba hasta que se desocupara y entonces, nos seguíamos en gran
plática arreglando el mundo. La realidad es, que, de manera incongruente, la
que quería arreglarle el mundo era yo a él, siempre lo sentí tan solo, tan indiferente
a lo que le rodeaba. Él trabajaba de bar tender, porque le gustaba; pero más le
gustaba agarrar la jarra. Yo detestaba que se perdiera de esa forma, tenía
anhelos e ideales, pero en ese momento le valía madres, tenía veintitantos, a
esa edad no nos importaba nada. Más chico que yo, sus ideas eran otras,
afortunadamente al paso del tiempo aterrizó como todos hacemos, con muchos
raspones, heridas sin cerrar y hueros que apenas está en proceso de desaparecer.
Con él podía platicar de cualquier tema, lo que fuera, a la fecha, tenemos
debates álgidos. Le aguanté lo indecible, hubo veces en que me dejaba en la mesa
esperando, terminaba por irme. Le podía gritar, enojarme, dejarle de llamar y
él ni en cuenta, cuando me buscaba terminaba por hacerme reír y me olvidaba de
todo.
Él no sabe ser
serio, tiene un concepto de la felicidad, que pocas personas tienen, para él es
indispensable que los demás se sientan felices, bromea, hace burrada y media,
lo que sea para sacar a quien se deje, una buena carcajada. Después de mucho le
perdí la pista, eso fue mucho tiempo antes de que Antonio llegara a mi vida,
andaba de un lado a otro, paso por varias ciudades, trabajando, buscando,
perdiéndose. Se casó, se divorció, se volvió a juntar, se separó; su vida toco
fondo y cuando nos volvimos a encontrar, ya éramos otras personas y a la vez
las mismas. Pareciera que no nos habíamos dejado de ver nunca.
Esto lo cuento,
porque forma parte de las pocas personas que me han dejado huella, de esas que
quieres a pesar de todo. Sigo siendo su adoración, me sigue queriendo de la
misma forma que siempre, solo que ahora más serena, más tranquila. Seguimos
siendo los mismos chiquillos, solo que, con más experiencias dolorosas. Lo hermoso
aquí es lo que sucede con mis amigas, podemos dejarnos de ver y seguimos siendo
las mismas. Eneas, así, sin otro nombre u apellido, forma parte de ese cumulo
de ángeles protectores que circundan mi vida, para recordarme que no era ni
mala, ni nefasta; que solo estaba medio perdida.
¿Cuántos hueros
tengo que llenar?, ¡muchísimos!... Siempre busqué quién llenara ese hueco tan
grande y solo conseguía lastimarme más. Hice muchas tarugadas, deje pasar los
mejores años de la infancia de mis hijos, dejé de disfrutar de tantas cosas y
los lastime a tal grado que, lo que repercute en sus acciones, es solo el
reflejo de las ausencias y desamores.
Con nada podre ya
llenar esos hueros, así como tampoco puedo decir, que mi madre no le dio a mi
hija todo lo que necesitara para ser la increíble persona que es ahora, ni esas
muletas han ayudado a que mi hijo descubra, que, si cambia eso negativo, por el
opuesto, logrará poco a poco descubrir quién es Harry, para Harry, sin tener
intermediarios.
Pero había un Grillo
buscando a Pinocho y empezó a tocar más fuerte mi puerta, ese salvador y héroe
que, con su armadura oxidada después de mucho hablar e incluso detenerme casi
al borde del abismo; no siendo esta la primera vez, me ayudó y me salvó.
Cuando estaba
trabajando en Sanborns, una de mis tantas entradas y salidas de restaurantes,
al cual entré en una época de mucha crisis. Mis hijos estaban pequeños tendrían
tres y dos, no quiero recurrir a la memoria andante de mi madre. Sucedió que me
birlé un bote de medicamentos de mi comadre; pues siempre parecía farmacia
ambulante y nunca tenía nada, muchas se quedaban cerradas, con su eterna
capacidad de sufrimiento y de llamar la atención cuando notaba que no era
atendida como ella quería; eterna enferma de algo, pero creo que solo de la
cabeza. Tomé varias no sé cuántas, pero si eran más de diez, le había recetado
diazepam, mi intención aclaro, no fue matarme… ¡No lo que quería hacer!, técnicamente…
podría ser, tal vez me quería sentir como ella, llamar la atención, fugarme,
perderme.
Llegué al trabajo
y en algún momento del turno fui a los vestidores, saqué la servilleta, me
senté en una silla y me tome unas cuantas, las suficientes que, cuando
reaccione, me di cuenta de que estaba en una camilla en urgencias del Seguro Social.
Cuando me dejaron salir, estaban esperándome mis hijos, mi madre y Ana. El
golpe he de decirlo, fue brutal; creo que una golpiza hubiera sido suave, pero
enfrentarme a mis hijos fue mucho.
Esa fue idea de mi
madre, a la cual se opuso mi comadre, pues pensaba que era muy fuerte para mí y
para los niños los cuales solo pensaron que era paseo, estaban muy chicos.
María en cabio pensó que era una forma muy tajante y brusca de decirme; que, a
toda acción, le corresponde una reacción, cual debe de ser y de acuerdo a la
teoría Newtoniana, de igual fuerza. ¡Y vaya que sí! Nunca he olvidado ese
episodio.
Cuando ese héroe
de armadura oxidada se dio cuenta de que estaba tramando hacer algo semejante o,
que estaba peor que olla exprés apunto de botar la tapa y me estaba dejando
caer a un pozo del cual no quería ver el fondo, ni mucho menos salir de él;
montó en cólera cual potro salvaje al cual se le quiere dominar; su pasión, por
cierto, montar caballos sin domar.
En ese tiempo
trabajábamos como sucedió en otras ocasiones en el mismo lugar y, casi a punto,
de verdad cachetearme, logró de alguna manera hacerme ver y entender que no era
ni remotamente, una causa perdida. Que había tenido mis locuras sí, pero, ¿quién
no las tiene?, que me sentía insegura, aceptado, pero nada que no se pudiera
remediar, que podía recuperar mi vida y a mis hijos también, pero necesitaba
estabilidad, obviamente.
Pero para tener
esa estabilidad necesitaba empezar por algo necesario, un empleo estable que me
permitiera tener otras aspiraciones, otros logros; que pudiera incluso,
desengancharme de ese ambiente, no por malo, pero tampoco eterno.
¿Pensar?... ¡yo no
pensaba!… se me prendió el foco, podría funcionar. En un inter había decidido
por cuarta o quinta vez hacer una carrera. Había hecho mi examen de admisión a
la Universidad Tecnológica de Querétaro; administración, cosa que no entendí
muy bien puesto que soy muy mala con las matemáticas, pero nada mala con el
estudio.
La primera vez que
trate de hacer algo fue en un Conalep en gastronomía. Me gusta mucho cocinar, hubiera
sido una muy buena chef. Perdón ese verbo no existe. Lo intente tres veces más,
una de ellas, cuando me había ido con mi padre a vivir la segunda vez, un año y
medio tal vez menos. Me habían inscrito en la Universidad Internacional de
Hotelería y Gastronomía. Una fufurufa escuela muy buena, en donde debo decir,
que estaba muy bien, pero cual era de esperar con un padre que no había tratado
gran cosa y una esposa medio especial, las dos estancias en diferentes tiempos,
no fueron realmente buenas, más que para darme cuenta de que quería a mi padre
por el simple hecho, de que yo quería quererlo.
Víctor Manuel no
era mala persona, era un ser muy egoísta, con el cual, no podías entablar una
conversación bilateral de más de dos palabras, antes de que fuera unilateral. Su
esposa me enseño algunas cosas que creo, al tiempo y ahora lo veo, me
sirvieron; como el hecho de que no se puede uno engañar queriendo aparentar lo
que no eres, máxime cuando según me querían cuidar mucho y darme lo mejor,
puesto pensaban que no estaba educada; eso incluía dejarme cortejar por un
casado con muchísima lana, eso les iba a dar mucho cache.
Mi padre en pocas
y llanas palabras poniéndolo en su justo lugar, vivió su vida. Nunca trato de
ser padre pues no estaba en sus prioridades y su inmenso egoísmo, aunado con su
pensamiento corto, al grado de que, un día hizo una tarugada y no supo, ni
hacerla bien. Había desfalcado a la empresa donde trabajaba, tan no supo
hacerla que lo metieron al bote unos años. Pero lo que, si supo hacer bien y,
eso sí se lo celebre, fue y no sé cómo, adoptar legalmente al hijo de su mujer;
la lana mueve montañas. Él sí recibió lo que a mí no me dio, pero a ese chico
lo quise muchísimo; murió antes que su madre, sufría de hemofilia y fue por una
mala transfusión. Su madre falleció unos
años después, ya había que dializarla, sufría de deficiencia renal crónica, de
cuidarla se encargó mi padre después de regresar con ella; sus últimos meses de
vida. Él se quedó con la casa, no por abusivo, en realidad ya había testamento
de su mujer, lo que sucedió que sería una rebatinga de no haberlo hecho, pues
la familia de ella se habría desollado; solo que mi padre olvidó no ser egoísta.
Dejó un verdadero berenjenal a no dejar testamento, cuando intempestivamente
falleció de leucemia; probablemente pensó que no se iría tan rápido, creo que
nadie nos lo esperamos.
Muchos años antes,
había dicho que no me dejaría nada, no lo esperaba, solo lo cuide y me mantuve
cerca en el trascurso de mucho tiempo. Yo, me quedé tranquila, sin ese sentimiento
de deuda, ni tampoco de remordimiento, ni mucho menos de resentimiento.
Hay personas a las
cuales puedes querer, pero no serán de esas que su ausencia deja un hueco que
no llenas con nada, podrán pensar que como puedo sentir eso si era mi padre; en
realidad el solo coopero con sus espermatozoides. Los padres y madres que
engendran no llevan tatuado el privilegio de serlo por ello o, en todo caso, a
los padres que adoptan no se les llamara así. Les dirían cuidadores,
educadores, proveedores. A la familia para bien o para mal, depende y con sus
debidas excepciones, no la escogemos.
Algunas teorías,
las cuales serían de gran controversia, se dice, que uno escoge a los padres,
porque siempre dejamos círculos sin cerrar, asuntos que no se aclaran, aprendizajes
que no entendemos y más; estas teorías, las cuales desde mi punto muy
particular, tal vez, no están tan erradas, ya que si analizamos, esas ruedas
que giran y giran; los roles repetitivos en las generaciones; las acciones que
repercuten cuando nos hacemos los clásicos y… ¿porque a mí?, ¿porque llegue?,
¿a dónde voy y de dónde vengo?, salen a relucir muchos trapitos sucios. Por eso
he llegado a tener enfrentamientos, el simple hecho de que Brandon sea mi
hermano, lo debo de amar, algunos sí creen eso, yo no y no es el caso.
Lo místico, es un
comportamiento muy natural en las personas, creer en alguien, en algo. ¿Que
creo yo?... dije que en algún momento
dejaría aclarado el punto del pensamiento espiritual… Soy por elección y por
educación creyente de un alguien, sin poner nombre o imagen, que te da cuando
le pides, que te cuida y te guía, creo en el poder de la mente, como esa fe
interna que te da las armas para que, en este mundo, puedas crear el camino que
quieres seguir. Contradictoriamente a todo lo que he expuesto hasta ahora, será
cuestionable que piense así. En efecto, fue por aprendizaje y por vivencias. En
algún tiempo, cuando vivíamos creo que Xochimilco, acudía a clases de
metafísica. Mi madre también los tomó, pero en otro momento, fueron pocas
clases, no recuerdo con exactitud. Dejé eso por muchos años, dicen que cuando
el alumno está listo, aparece el maestro; a mí, se me han aparecido muchos,
algunas ocasiones los tomé en cuenta, otras no. Lo que sí puedo externar es que,
la fuerza de la fe o la mente como quieran ponerla, es muy fuerte.
No creo en la mala
suerte, no creo en las coincidencias, no pienso que existan las casualidades;
pero para esto, tarde muchísimo tiempo en entender, vivir y ver que, pide y se
te dará, también pasó mucho tiempo para entender que los estados de ánimo
repercuten directa y proporcionalmente a lo que recibes día con día. La
negatividad es como un imán. Así que, mentalizarse en lo que uno quiere hacer,
no es que sean milagros, son canalizadores de energía. ¿Será?... tal vez… por eso
ahora veo que vivimos acelerados inconformes, quejándonos; pero pensamos que es
normal, ¿no?
No colgué un título en la pared
En efecto, es
verdad, mis padres no estudiaron nada de nada… mi padre no terminó
contabilidad… se notó ¿verdad?... Yo me quedé finalmente solo con el
bachillerato, mi último intento, fue hacer administración en línea; no seguí
para variar por matemáticas.
Si… lo he pensado,
creo que sería bueno y necesario, pero tengo miedo… y en efecto sería
diferente… Mi madre cuando tenía veinte, entro a trabajar a una agencia de
publicidad, inquieta como era, que no aceptaba que solo debía contestar el
teléfono y poner cara de mona. Al empezar a curiosear vieron que podía tener
potencial para realizar proyectos de más responsabilidad, lo cual, significaba
que tenía que estudiar.
< Mariquita,
¡deberías de irte al país vecino, ahí se puede todo! > Le había dicho el
gerente de la agencia de publicidad. Pero la niña María se espantó, le dio
hueva, ¡cómo dejar su vida, para irse a un lugar extraño!, la idea de
esforzarse por hacer algo en su provecho no la entendía, ¡no, eso era mucho! Así
como dejé pasar una beca completa en la Alianza Francesa, me fascina el
francés; pero me dio hueva. ¿Arrepentirme? ¿Cómo para qué?...
De ese chistecito
de mi madre me enteré muchos años después obviamente, cuando ya estaba en edad
disque de entender, que las oportunidades pasan y pasan y siguen pasando; que
uno no las quiera tomar, es otro rollo.
Así con esa
desfachatez y cinismo, con la desvergüenza, que en realidad es exageración,
pues fue una anécdota que sirve de ejemplo del carácter de mi madre. No la voy
a juzgar, ni tampoco creo que sea nada del otro mundo, estas cosas pasan más de
lo que imaginamos. Abundan y se propagan por ser cuentos de hadas, pero no
todas las personas se encierran en una jaula de oro.
Estando en la
agencia de publicidad empezó a tener tratos con personas importantes, las
mejores cuentas que había ahí, eran de empresas como en ese entonces, la
cervecería Moctezuma; estaba de boga, la rubia superior; la despampanante Gina
Romand. Entre esos personajes se le pegó como lapa un tipo un poco más alto que
María, ella mide uno cincuenta, uno mes más grande; chaval de familia de lana,
alcurnia bien ganada con trabajo y sudor. Un Ingeniero egresado de la Universidad
Autónoma de México. Metido en los negocios de la familia, excelente visionario
y heredero de la fábrica de hacer negocios, que es la mentalidad de los judíos
y libaneses, como él.
El cortejo
esponjante y acaramelado, en que María disfrutó de tener cuanto se le daba la
gana, pero, cuando a ella se le daba la gana. El galán en cuestión, en esa edad
que te puedes permitir hacer lo que te plazca, que cualquier otra fémina
hubiese aprovechado que la dejaran con departamento, auto y cuenta en el banco
y con visitas eventuales hasta que se fastidiara. Fue muy claro en que no se
podía casar con María, pues ya tenía prometida, cual es la costumbre de las
alianzas económico-estratégicas, la cual por cierto mis respetos y mi
admiración, fue la media naranja exacta para ese magnate durante muchos años.
Pero decía, María
no quería una jaula de oro, mando derechito a un baile al galán después de unos
buenos meses, según cuenta; que ni arreglos florales más altos que ella
lograron ablandarla. Si acaso esta historia fuese de esas verdades a medias o
mentiras completas, yo, no lo pongo en duda; mi madre era muy hermosa, se le pegaban
con frecuencia los monos, pero esta historia, con la salvedad del que me
querían enjaretar mi padre y su mujer, era un indigente en comparación; mi
admiración para la inteligencia, humildad, carisma y humanidad del galán de mi
madre. Esto viene al caso por una razón, a veces dentro de nuestra mentecita
loca, pensamos que la libertad, es hacer lo que se nos da la gana, andar por la
vida sin ataduras y responsabilidades; pensamos que atarse aparentemente a algo
o alguien, que en ese momento solo nos coartaría el tener otras oportunidades
mejores o peores, sin saber que la libertad es en esencia, el saber cuándo,
cómo y porque tomar decisiones que buenas o malas nos generan consecuencias. En
otras palabras, ser libre es estar en armonía y equilibrio con lo que hacemos,
teniendo conocimiento del origen de nuestras acciones.
¡Si ya se!... A
estas alturas las incoherencias entre lo que expongo, lo que pienso y lo que hemos
vivido, distan mucho de ser eso, coherentes… Ella pensó que tendría cara bonita
y nalgas firmes mucho tiempo. Lo peor del caso y es la realidad, vivió presa de
su propia libertad; nunca aprovecho ni la cara, ni las nalgas, más que eso y,
no se puede negar, su canasta de huevos es muy grande y sus colmillos de mamut
extinto. Nunca fue su fascinación el sexo y cuando lo hacía era cuando se le
daba la gana. Así como tenía lana, así la gastaba. Nunca previó pues ni por
asomo pensó que podía tener algo… lo que fuera. Para que si la vida es para
vivirla y el dinero para gastarlo.
Para ella, la
supuesta libertad que perdió por elección cuando se quedó por Julia, era ir y
venir a su antojo, quedarse un día o varios con una amiga y luego irse con
otra; poder decidir sin presiones si quería vivir diez años con una familia o
quedarse en temporadas con nosotros. Su idea de la libertad estaba
contradictoriamente ligada y proporcionada a la inversa de su no querer tener
responsabilidades, de no enfrentar sus consecuencias, de su miedo al fracaso;
el cual no podía tener puesto que nunca arriesgaba nada, de sus demonios
internos que le generaban inseguridad en ella misma, cuando pensaba que en
efecto no era nadie, ni quería hacer nada.
El jinete sin cabeza
Cuando estaba en
la universidad me dijo el de la armadura oxidada, que siguiera con la escuela;
eso fue casi dos años antes de que lograra entrar a la institución. Cuando dejé
el estudio por haberme quedado sin trabajo y nos habían pedido la casa donde
nos enlodamos como puerquitos y hacía de comer tortas de avena con verduras
fiadas, entonces, movió sus hilos largos y entré a trabajar a donde él, ya
había entrado.
Sus tentáculos no
se ceñían solo a las relaciones familiares que ahí estaban, los brazos llegaron
por otro lado. En junio veintiséis del dos mil dos entré en esa institución,
que ahora, gracias a no estar en ella, puedo hablar con toda tranquilidad, satisfacción
y orgullo.
Pero antes de
abordar ese espacio de tiempo, el cual será el complemento de muchos otros
hueros que me persiguieron, me nulificaron, me frustraron, pero si han visto la
película Intensely, esa de animación para niños, que veo más para adultos
que quieren madurar un poco, entenderán que, a veces, requieres de tristezas para
encontrar alegrías, necesitas de ausencias y pérdidas para entender las
fortalezas, como lloré con esa película y con muchas otras, incluso me ha
pasado con algunos libros; entonces, apliqué el famoso FODA en la vida.
Quiero contar que
esa relación, que sin duda alguna muchos no creerán y, la realidad es que no me
importa, pues no le debo nada a nadie y no tengo porque justificarme de nada,
ni ante nadie. El eterno debate inmemorial. ¿Puede existir una verdadera
amistad entre un hombre y una mujer?, déjenme decirles, so pena de enfado de
algunos, cosa que me viene importando muy poco y entraré en debate álgido. Las
personas, por un sinnúmero de circunstancias en las que intervienen educación,
cultura, creencias y pongan el nombre que les venga en gana, no les cabe en la
cabeza, primero que nada; en cualquier relación, la amistad es la base sólida,
efectiva y afectiva que mantiene sana una relación. En esta, se entrelaza el
respeto, porque nos aceptamos tal y como somos; convivimos de tal forma que,
sabemos cómo pensamos, sentimos y anhelamos; hemos hecho de nuestra amistad, prioridad
y preocupación mutua.
La amistad desencadena que se tengan
sentimientos que no incluyen la falsa fachada de querer quedar bien, pues nada
se pretende, no entregamos en cuerpo y alma por el bienestar de la otra
persona, les dedicamos tiempo, espacio en nuestra vida y en ello tenemos la
autoridad moral y de amor de poderles decir lo que sea, sin temor a ser
rechazados, ofendidos o incluso mandados a china a un baile.
Otros beneficios
es el reír, que ayuda al sistema inmunológico llorar, librera estrés; abrazar
con fuerza descomunal libera oxitocina la cual ayuda a sentirse alegre y estimula
los pensamientos positivos. Esto fue una embarrada de ciencia básica sacada de
internet. El héroe de armadura oxidada que se llama Gabino Monta Bolas Grandes,
pues dentro de sus más amados pasatiempos, era montar toros, hasta que tuvieron
que operarle el aparato pues corría el riesgo de que no se le parara nunca
jamás. Estuvo en la Marina de México, cuando salió, era GAFE, cocinero en el
país vecino, de donde que mastique chorreando el inglés que ya ni él se
entiende. Este tipo raro y de muy mal carácter, increíblemente noble, o más
bien diría muy tarugo; llegó a ser y, es a la fecha, a pesar de muchas broncas
cual toda amistad pasa, tras muchas aventuras y alegrías, tristezas y enojos,
el mejor de mis amigos. Nos conocemos de tal forma que difícilmente nos podemos
engañar. Somos cómplices, somos leales en extremo, fieles el uno al otro; por
lo que dirán que eso es utopía. En lo absoluto lo es, conozco varios así.
Durante mucho
tiempo salíamos juntos en bola de cuatro a seis almas, nos divertíamos, nos
íbamos a bailar, nos poníamos a tomar tequila, pues al señor no le gusta otra
cosa. Platicando de tantas cosas y arreglando el mundo. El amor que sentimos el
uno por el otro va más allá de lo físico, la respuesta es sencilla, pero nada
aceptable para la ideología de muchas personas; no le hacemos daño a nadie, no
lastimamos, pues no engañamos a nadie. Para engañar es necesario algunos
elementos, como son la posesión, lo celos, la insatisfacción por la vida que se
tiene, el egoísmo, la careta y la falsedad. Engañar es traicionarse a sí mismo,
pensando que esa persona puede ocupar el espacio de otra, suponer o pretender
que podemos ocupar el espacio y los sentimientos de otra persona y
transmutarlos para que solo sean nuestros; es decir robar el lugar de otra
persona. Por eso es que tengo ganas de cachetear a su mujer, no a su esposa, a
la otra indigente de sentimientos que durante muchos años aguardo como reptil
arrastrándose y se agazapó como fiera cazándolo y acorralándolo hasta lograr
que su supuesta relación, después de que dejara a su esposa y terminara quedándose
con él. Pero ojo, las segundas, las otras, las que a la mala y con traición
empezando por ellas mismas, se quedan muy a gusto pensando que ganaron, que
pena me da su caso; generalmente terminan en fracaso. Pero hasta ahí dejo ese
asunto pues sería darle importancia en esta historia a quien ni remotamente la
tiene. Lo mencioné ya que me importa la estabilidad de mi amigo, así como él se
preocupa de la mía y aquí entra el ejemplo de: te puedo ayudar, mas no te
resolveré el problema; te apoyo, pero no estoy de acuerdo; te quiero por eso
respeto tus decisiones, aunque sean una estupidez.
Vivimos mucho
tiempo en una esfera cerrada y hermética que solo ocupaba un espacio vital y
ese solo pertenecía a nosotros dos. No dejábamos que nada entrara en ese
espacio, ni compartíamos con nadie más ese tiempo, así fuera un segundo, solo
era de dos. ¿Qué fue lo que sucedió?, que la amalgama que se había formado de
una amistad real, sincera y sumamente fuerte, dio paso al respeto inalterable y
tajante, por el camino que seguiríamos después. Cuando abandoné la idea de
buscar, en el momento que dejé de sentirme perdida y sin rumbo que seguir,
desde el momento en que comprendí, que me debía respeto a mí misma, que podía
quererme y que valía como ser pensante, me tracé un plan en mi mente y, con la
ayuda de un trabajo estable pensé que sería posible ir dibujando esa vida que
quería tener; fue cuando concebí el vivir sola con mis hijos.
No recuerdo
habérselo comentado a mi madre, supongo que sí, pero no es relevante. Mientras
me iba asentando en el nuevo trabajo y pensando que, en realidad no necesitaba
de una cama acompañando a un bulto, que debía de empezar a descubrirme e
incluso desnudarme para dar con la que yo quería ser, apareció. Como he dicho,
no creo en las casualidades, esta, no podía ser la excepción.
Recordar es volver a sufrir
¿Retroceder?...
Hablar de la
infancia ¡no acabo!... ¿es una forma de no tener desconciertos?… En el
trascurso de muchos años, en esa búsqueda incontrolada de llenar ese hueco de
aparente falta de amor, me di cuenta que no era que buscara amor, lo que
necesitaba era amarme, respetarme, aceptarme. Mientras viví una infancia llena
de tranquilidad de lunes a viernes. Jugando cartas con mi madre hasta antes de
que llegaba la bruja malvada. Yendo y viniendo entre las calles de un
fraccionamiento, que era en ese entonces una delicia; pues todos nos
conocíamos, era tan pequeño cuando llegamos. Ahí mi hermano y yo disfrutamos de
los mejores días de nuestra infancia. Ahí sufrió sus primeros accidentes. Era
tal la inquietud de Brandon que nunca media las consecuencias.
Recuerdo el primer
accidente. Tenía la costumbre, como cualquier ser normal, de treparse al
tobogán por las escaleras, pero no de bajarse del modo adecuado o mejor dicho
convencional. Él, no se deslizaba por la rampa descendiendo velozmente como
cualquier chiquillo, se bajaba como bombero por los tubos de los costados. Un
día le falló el tino y fue a dar al suelo, se conmocionó y se quedó como muñeco
de trapo tirado en la tierra alborotada por el cuerpo inerte que cayó con todo
su peso. Lo único que pensé, fue cargar a mi chamaco y correr; no sé cómo, pues
la entrada del parque estaba retirada de la casa. El parque lo teníamos
enfrente de la casa, pero era toda una manzana, enorme a mis ojos de chiquilla.
Fueron a dar al hospital con el Jesús en la boca durante el trayecto de más o
menos una hora a la ciudad de México.
Nosotros vivíamos en
el Estado de México, en ese entonces el recorrido era de una hora, hoy mejor no
digo. Al día siguiente, cuál era su costumbre se levantó temprano. Se vistió
como siempre, cual caja fuerte. Cuando fuimos a buscarlo a su recamara, no
estaba. Las tres estábamos pegadas a la ventana viendo cómo se subía y baja del
mismo modo una y otra vez; solo dejamos rodar las lágrimas y nos fuimos a hacer
otra cosa, dejando al chamaco que hiciera lo que le venía en gana. Brandon
tenía tres años.
No fue el último.
En uno que otro, no sabemos porque salió vivo. Como aquella vez que se fue con
unas amistades de paseo y se le ocurrió que quería bellotas, pero no de las que
estaban en el suelo, esas para qué. Se trepó a un árbol hasta que topó con el
musgo del pino. Pensaron los presentes, que recogerían al niño en inventario;
vieron cómo se enconchó como pelotita y casi a punto de llegar al suelo se
irguió, se puso lo más duro que pudo y aterrizó con raspones en todos lados
menos en sus huevitos; así dijo el cínico.
Un esguince de
tercer grado en un tobillo y una de sus muchas cicatrices en la cabeza. Su
expediente de traumatología era una réplica del Quijote sin compendiar. Dejamos
ese lugar después de que cumpliera los diecisiete y que abandonara a mi marido
la primera vez y fuimos a dar a Xochimilco.
Habían rentado un
local cual chorizo, donde casi se metió lo que había en una casa de dos pisos
muy amplia y atascada de plantas. Ahí entre la primera vez al Conalep. Habían
conseguido de traspaso una dulcería, la cual le sirvió de negocio a mi hermano,
pues se llevaba las cajas de dulces y las revendía en la escuela en supuesto
secreto, pues le hacía mal obra a los de la cooperativa, pero le valía gorro.
Mis andanzas comenzaron
o más bien siguieron. Llegué a encontrar un buen chico, pero no podía haber
llegado a nada estando en ese trance de no sentirme nada. Al año siguiente
regresó mi flamante marido y me fui con él, lo dejé a los cuatro meses y no
volví.
Llegó el día en
que mi comadre decide que nos íbamos a San Luis Potosí, recordemos que mi madre
no se fue con nosotros. Las visitas a la familia de Ana no eran novedad, pasábamos
las vacaciones de julio y agosto, antes así era; las de semana santa, navidad y
año nuevo, alternando entre Querétaro y San Luis. Les comenté que en Querétaro
tiene dos hermanas y en San Luis estaba otra de sus hermanas. La familia de mi
comadre estaba compuesta por cuatro del primer matrimonio de su padre, del
cual, son: un varón que es el más grande y luego tres mujeres; del segundo
matrimonio fueron dos varones y una mujer.
Dado a que no
trataba a la familia de mi padre, era muy chiquita; solamente una hermana y un
hermano. En algunas ocasiones vi a mi abuela materna. Recuerdo una señora
sombría y callada, nada afectuosa igual que mi tía, pero el marido de mi abuela
era un amor. Una sola vez me acuerdo de haber ido a Chapala con mi tía y una de
mis primas, ahí vive mí tío. En realidad, no hay mucho más que contar en cuanto
a la familia paterna. De la materna ni que decir. De pequeña celebraban mis
cumpleaños allá en el fraccionamiento bonito, hasta que el alcohol causante de
la separación provocó que dejaran de ir. A mi madre no le hacía gracia que nos
acostumbráramos a eso, ella no toma, ni consejos.
Pero dentro de la
familia de mi madre hay personas que son realmente valiosas. Personas que llegué
a querer infinitamente, entre ellos mi padrino de confirmación; una de las
cuñadas de mi mamá y sobre todas ellas y no por mal; por admiración y orgullo.
Una prima de mi madre, la cual es el vivo ejemplo andante y sonante de lo que
es tener muchas bolas y no dejarse caer. Esta tía mía, hermosa mujer que se
parece ahora más a la mujer biónica, de tantos implantes, pues se ha sometido a
tantas cirugías y es un peligro cada vez que pasa por el detector en un
aeropuerto, que es bastante seguido ya que suena como si fuera terrorista.
Con la magia de la
medicina moderna casi toda ella tiene fierros y placas de aleaciones metálicas;
pero eso no es lo maravilloso, lo es, que no se deja vencer, con su dolor
permanente viaja cada vez que puede. No se cuales países le faltará por conocer,
pero creo que han de ser muy pocos. Disfruta de la vida literalmente como si
cada día fuese el último de su vida; bien dice que, así se quede encerrada o se
mueva le va a doler, que mejor se mueve. Ella no se detiene a pensar si en una
cirugía, no sale de ella, lo hace y ya. Con un marido que es un santo, vive
dejándome con la boca abierta cada día. Su hogar, en Florida en el país vecino.
Dentro de la
familia de mi madre, hay personajes muy especiales. Primos talentosos que hacen
de su profesión lo que les gusta y aparte les pagan por ello. Tíos que llegaron
a ser figuras importantes en algún momento, gracias a lo que se dedicaban, como
aquel tío que tampoco estudio nada, pero fue un excelente autodidacta, hablaba
varios idiomas, era una enciclopedia andante; como mi abuelo. Vivió y conoció
muchos lugares, algunos por gusto otros por exilio forzoso, por ser medio
imprudente con algún presidente en turno. En algún tiempo colaboró con un
periódico y tenía tratos personas muy importantes. No pienso colgarme de ahí, soy
honesta, no le llego ni a la suela de los zapatos y no porque me sienta menos,
no, es porque cada quien debe de hacer lo que le corresponde. En fin, tengo un
poco de todo, como en todas las familias.
De mi abuelo
materno que puedo decir, era su adoración. Él fue el que me enseño y no de muy
buena forma, cuando se me ocurría preguntar qué significaba alguna palabra,
¡madres! < ve y busca en el diccionario, luego me indagas los sinónimos y
antónimos, después me explicas en que la puedes utilizar > etc. Si viviera,
una de dos o ya me hubiera colgado hace muchos años, o me estaría matando con
varita de higo a la usanza de sus tiempos, la razón; por ser tan estúpidamente
desperdiciada.
Padre poco
amoroso, más bien ausente, algo irresponsable. Que esperaba con ansia los
viernes, para que mi madre fuera por él y llevarlo a la casa. De chica me había
comprado una alberca roja, rectangular, se le salían las piernas por los costados,
pero ahí estaba conmigo siempre. Tenía
una colección inmensa de fotografías y películas mías, haciendo monada y media,
donde quedaron, ni idea.
Disfrute muchísimo
a mi abuelo, cuando ya estaba muy enfermo pues tenía unos cuantos trastornos;
diabetes, presión alta, cáncer de próstata y de pilón enfisema pulmonar. Su
vida siempre fue hecha como se le dio la gana. Cuando el médico le dijo: Don
Hugo debe de dejar… inmensa lista de cosas que no debía hacer, comer, beber,
etc.
< haber médico,
¿si dejo y hago todo eso voy a vivir más? > Por supuesto que no, ya estaba
en el filo de huir con la flaca, que seguramente como decía; quiero una de esas
que son malas pero que están muy buenas, terminó sus días haciendo lo que se le
pegaba la gana. Mi madre cerraba el tanque de oxígeno aguardaba un poco,
prendía un cigarro y se lo pasaba por enfrente de la nariz, ya no podía ni
hablar, solo hacia señas con la boca como pescadito.
En el hospital mi
madre se quedó con él las veinticuatro horas del día durante no sé cuantos
meses, días, semanas, pues nadie podía ayudarla. Pero la realidad es que fueron
los mejores días de sus vidas. Se dijeron lo que jamás se habían dicho. Hablaron
de lo que nunca en otro momento pudieron o quisieron hacer, hasta se despejo
esa idea absurda de que la madre de María, no era su madre biológica. De chica
y aún más grande pensaba que era así, por el simple hecho de que la había dejado
en manos de su abuela paterna y su madre nunca se interesó por ella. Cuando en
una sola ocasión por exagerada necesidad la mandaron con ella, la puso a
barrer, María no sabía de hacer nada, todo le hacían; le rompió la escoba en la
cabeza, fue a dar de regreso con su abuela.
Lo que deja a la
familia de mi comadre en un estado de stand
bay. Durante muchos años la única que tuvimos, la que nos acogió como
miembros más en ella. Las esperadas vacaciones, las anheladas fiestas de fin de
año. Durante algún tiempo a pesar de las diferencias que existen como en todos
lados, llegué a disfrutar de reuniones llenas de tranquilidad y armonía.
Las sobremesas en
Querétaro eran fenomenales, los fines de año en San Luis, cuando llegamos pocas
veces a juntarnos casi la mayoría de los hermanos y algunas primas, con baile,
risas y parloteo a más no poder de toda la chiquillada. Cuando nos juntábamos muchos,
mandaban a la chamacada a dormir en la sala con edredones y bolsas de dormir;
era tan divertido.
En una ocasión la hermana más chica junto con
su marido, nos llevaron a los más grandes que éramos como cinco ese día de
campamento a la Media Luna, esto en San Luis Potosí, una laguna hermosa. Ahí,
con todo y tienda de acampar, comiendo no sé qué cosas y durmiendo amueganados
disfrutamos de lo lindo. Nos llevaba uno de los hermanos más chicos al cine, era
un relajo, sobre todo a la hora de acomodarnos, teníamos que ponernos en cierto
orden o no tenía chiste.
Yo disfruté mucho
a la familia, aprendí de todos y cada uno. Cuando llegábamos a la casa en
Querétaro, me ponía a hurgar los discos de vinilo y libros que abundaban, en
San Luis era mismo. De los primos más grandes, es decir aquellos en los que la
diferencia de edad rondaba entre los dos o tres años arriba o abajo, llegamos a
tener una buena relación. Lo curioso de esto es, que solo en mi mente guardé un
chip lleno de recuerdos gratos,
cuando me di cuenta que la relación entre los hermanos chicos y grandes no era
nada buena con mi comadre, salvo con la más pequeña, entendí muchas cosas.
Mi familia de acogida
Yo quería a esa
familia, fue la única que tuve, la que me acogió sin mediar nada. De todos y
cada uno siempre recibí amor, respeto, atenciones. Si acaso en algún momento me
llamaron la atención por algo, seguramente fue con cariño y preocupación como
otro adulto lo hiciera por alguien de la familia. Que todos y cada uno tiene su
historia, obviamente que sí.
A los hermanos no
les fue muy bien cuando quedaron huérfanos y a la llegada de la madrastra, les
tomó mucho tiempo asimilar muchas cosas. Todos con sus traumas, desde el más grande
hasta el más chico. Cada uno forjó su vida a como pensaron que era lo correcto
o lo que decidieron, que querían hacer. Ninguno ni los que se quedaron solteros,
ni los que tiene hijos, quedaron realmente satisfechos de lo que hicieron en la
vida. Ni el más grande, que no sabía que estudiar y por cuestiones de “suerte” después
de licenciarse en veterinaria, realiza una tesis sobre la rabia. No la rabia
interna de su familia. Se va al extranjero y salta como espuma a la OMS. Se pierde
de la familia y se vuelve el snob innombrable.
Pero eso no es
extraño, sucede en todas las familias, son las cargas que arrastran de sus
ancestros, son esas ruedas que giran y aquellas que se repiten; incluso llegan
a estar tan unidas, como debe ser en las esferas familiares, que como cualquier
pareja adoptan y entrelazan ambas burbujas, intercambiando situaciones muy
semejantes. Las ausencias, los hueros, los abandonos, las indiferencias, la
diversidad de gustos. Como no sería extraño que algunos no salgan del closet y
otros lo sean abiertamente. Otros dejen a su esposa con la que duró años y un
día decida que, por su salud mental, la de él claro y se vaya. U otros que
tengan aventuras y la esposa por decidía, por conchudez o que se yo y siga con
él, en vez de hacer lo que realmente quiera hacer. Así entonces las familias de
mí madre y la de mi comadre, llegan a ser como todas, semejantes a cualquier
familia existente.
Durante muchos
años hubo una creencia mal entendida, que fue aclarada hasta muchos años
después y solo con una persona en concreto. La familia o parte de ella creían o
les hizo creer mi comadre, sin ser clara o explicita, directa y tajante; por
ese efecto de mártir y heroína de la película, que mi madre y ella eran pareja cosa
que no es verdad y no es que fuese malo, cada quien vive como quiera vivir y
nadie absolutamente, debemos de juzgar la vida de los demás. Las decisiones que
cada persona tome son suyas nada más. Cargamos frustraciones, escondemos
nuestros sentimientos detrás del que dirán, o por la educación que se recibió,
por tabús, etc. Sin pensar, que lo único
que hacemos el prolongar el dolor de no vivir como uno quiere hacerlo.
Cuando se conocieron
mi madre y Ana, las dos eran dos almas perdidas. Sin rumbo y sin personalidad,
sin metas o anhelos. Para Ana, ser rescatada de las garras de la desilusión,
una vida sin sentido, verse atendida por alguien que ni la conocía; fue como
sentir, qué era lo máximo. Al fin encontraría un propósito en la vida. Para
María, dejar que la salvaran de quien sabe qué cosa y decirle qué hacer, cómo,
cuándo y mantenerla, apoyarla muy entrecomillado, pues siempre la hizo sentir
que no era nada sin ella; pero se le hizo fácil, ¿qué más podía pedir?, solo
tendría que aguantarla, que difícil podía ser.
María después de
que falleciera la abuela Torito, tuvo que salvarla por lo menos dos ocasiones.
La primera, pretendió tirarse de un balcón, dice que solo sintió un golpe seco
y quedó en el suelo como muñeca de trapo. La segunda, aceleró un auto y antes
de que llegara a una curva se apagó, sin más, cuando reaccionó, bueno… medio
reaccionó, encendió sin problema alguno. María se perdió cuando se fue su
abuela; bien dijo que no le gustaba mi comadre, por algo era.
Se conocieron
cuando mi madre trabajaba y se tenía que arreglar de salón de belleza y toda la
cosa. Ana trabajaba en uno, no se explicaba mi madre como una persona tan
jetona, seria, callada podía hacer ese trabajo. No hablaba y María tampoco es
nada dada a ese asunto de los chismes; sigue sin serlo. Así que había esa aura
de curiosidad entre ellas.
Así se conocieron. Ana contándole su vida tan
trágica y sola y, la otra enganchándose sin saber que le deparaba esa extraña
relación cual película de terror. De ahí empezó el matriarcado de Ana y la
soledad de María. Pero lo curioso del caso es que ninguna de las dos lo hacía
por mal. Es decir, cada quien dentro de su mentecita pensaban que era lo
correcto, lo mejor. Es por eso que ahora por fin, puedo poner en su justo lugar
a cada una sin reproches y sin resentimientos.
Abrirse, desnudarse, representa el entender
que aun cuando sentimos que nos hicieron daño y no fue así, ahora entiendo que
cada persona debe de recorrer su camino, ese trazado por nosotros mismos, con
todo y las acciones, que sean buenas o malas y repercuten en las que nos rodean
y forman parte de eso que es el aprendizaje de lo contrario, no seriamos lo que
ahora somos. Que es válido mas no aceptable decir: me hubiera, otra vez ese
verbo que me da horror, haber hecho de mi vida otra cosa, ¿cómo para qué? El
día que inventen si es que no es existente ya, pero sería un arma de
destrucción masiva; una máquina del tiempo, chispas pobre Newton se ha de revolcar
con los mortales, seria inoperante. Sencillamente seria como echar a perder un
experimento, que aún no se ha hecho. No detesto, no odio, no guardo rencor y,
si dentro de toda esta gama de peculiaridades encuentran similitudes,
felicidades, somos seres humanos.
Alentando amores
En algún momento
de mi vida se empezó a desquebrajar la relación con la familia de mi comadre,
nos empezamos a ausentar; ella ya no era propiamente bien recibida con el mismo
agrado. Causaba invariablemente conflictos, lo mismo de siempre, se metía en lo
que no debía. Cuando decide que nos fuéramos a San Luis Potosí, suponía que la
relación con la hermana que vivía ahí sería más o menos buena, lo cual, gracias
a su injerencia imprudente no fue así, era de esperar que su hermana defendiera
a su familia, pero, aun así, solía llegar de vez en cuando a la casa.
A pesar de que yo hacía locuras y más locuras,
antes de vivir ahí y sobre todo ya estando cerca, fui formando una relación
extremadamente estrecha con su hermana, lo que no le agradaba nada a mi
comadre; creo que esa molestia estaba íntimamente ligada a varios factores, no
aceptaba que pudiera yo tener una relación estrecha con nadie que no pudiera
ella aceptar; lo cual era imposible, nadie le agradaba, siempre ponía trabas y
pretextos.
Tengo una amiga,
una de las pocas que tengo; en realidad son cuatro. A Elizabeth la conocí
cuando estaba con mi papá e iba a la universidad. Estábamos en el mismo salón,
andábamos de un lado para el otro, juntas como hermanitas que somos. Elizabeth
me llegó a conocer en muy poco tiempo, una chica terriblemente observadora,
analítica, inquisitiva al grado máximo; con una especie de sexto, séptimo y no
sé cuántos sentidos muy desarrollados. Un día y lo recuerdo con gracia, fuimos
a San Luis de visita. Nos fuimos en tren, cuando todavía había, de eso hace mil
años luz, hicimos un montón de horas, pero llegamos; Ya después optamos por
regresar en autobús. No estuvimos muchos días, pero fueron suficientes para que
destrozara a mi comadre con solo observarla, no me dijo nada en algún tiempo.
Pero mi comadrita linda si se aventó con toda la artillería valiéndole muy poco
decirle a Elizabeth lo que pensaba.
De entrada, que
era una chamaca ligera, insensible, que se aprovechaba de mis debilidades para
manipularme a su antojo, lo peor fue decir que no me veía como amiga, que lo
que buscaba era tener una relación conmigo amorosa y pasional. ¡Cielos eso fue
muy estúpido! Obviamente a mi amiga le importo muy poco sus comentarios, solo
se sintió muy molesta porque no entendía, cómo podía vivir con ella, que me
hacía mucho daño; tenía mucha razón. Elizabeth a la fecha y después de que nos
perdimos la pista muchos años, sigue siendo pilar fundamental de mi vida. No
estamos todos los días mandando mensajes o hablando por teléfono. No nos hemos
visto desde que nos reencontramos, sin embargo, estamos firmemente unidas. Ella
después de una vida muy complicada, se volvió a casar. Su marido que es
semejante al mío, un hombre maravilloso, adoptaron a una criatura, la cual
tenía su rostro completamente quemado; su madre le había vaciado acido sobre el
rostro. Lleva varias operaciones y es el ser más increíble, amado intensamente
por sus padres; la rutina diaria de ese par es tan intensa, que no sé de dónde
su madre saca tantas energías, bueno si se, su hijo se las proporciona. Es la
maravilla del amor.
Otro dato de
amistad incondicional. Ligado a mi comadre y que también vio y vivió lo que era
aguantarla. Cuando el accidente mientras estaba en el hospital y nos turnábamos
para cuidarla, que no fueron muchísimos días. Trabajábamos en la misma sucursal
cuando estábamos en Córdoba. Ella fue mi mancuerna perfecta en muchos sentidos,
nos compenetramos tan rápido que después, ya no había forma de que dejáramos de
ser inseparables. Podemos pasar horas platicando, nos conocemos muy bien, nos
apoyamos a pesar de la distancia y seguimos estando presentes. Margarita se ofreció unos días en ratos a cuidar
a la comadre accidentada. Inteligente, observadora y con gran corazón que sabe
dar sin esperar nada, de mentalidad abierta y gran sentido de equilibrio, logró
sortear los arteros comentarios de Ana, la escuchó, la ayuda con sus pláticas la
hizo sentir que era una mujer muy inteligente y buena. Pero esto no lo hizo por
mal o por darle el avión, fue una forma sutil, pero con su dosis de
psicoanálisis de hacerla entender que su molestia era por dentro, con ella
misma. Nunca supe de parte de mi comadre
un mal comentario hacia Margarita, lo cual era extraordinario, que no criticase
a alguien. Para mi comadre no existían las amistades, ni las de mi madre, ni
las mías. Obviamente ella nunca ha tenido ni tiene ninguna. Dice un dicho:
muerte pobre, pero no te mueras solo.
Mi otra madre
¿Amor?, en
diferentes formas, lo he conocido… Como decía, su molestia de que tratara a su
hermana era tal, que sacaba su arpón y se ponía con su letanía eterna que
constaba en qué; < Te hace daño tener esa relación tan cercana con mi
hermana, solo te critica, te llama la atención, se mete en lo que no le importa
y ni te quiere > Pero el tiempo y otros factores, trasformaron esas
actitudes egoístas, en lo que después, llegó a ser la relación más hermosa que
podía haber tenido.
Yo no recuerdo
haber hecho nada extraordinario, para que el inmenso amor que había entre Magdalena
y yo llegara a donde llegó. Dudo mucho que al estar escribiendo estas líneas no
empiece a llorar. Así como he sido brutalmente honesta, en todo lo que he
contado, así sé, que se sentirán algunos ofendidos y otros orgullosos; pues
sabrán lo que es amar a una persona, simplemente porque se nos da la gana. Mi
relación con ella fue simple, llana y sin complicaciones. Nada nos hacía correr
o apresurarnos, simplemente sucedió.
Tenía una fijación
especial, primero por admiración pues me resultaba fascinante la forma en que
llevaba su vida de pareja. Eran una burbuja cerrada y propia, en donde solo
ellos dos se pertenecían el uno al otro. Existía tal armonía que rayaba en una
extraña complicidad mimetizada y muda, sin necesidad de confrontaciones, sus
arreglos eran entre dos y nadie absolutamente podía interferir. Muchos pensaran
que la que decía la última palabra era ella, yo, pongo eso en duda razonable. Siento
y así lo percibí, aunque nunca lo viví, que eran de esas pocas parejas, que el
dialogo, el consenso, el equilibrio llegaba a tal punto, que, si uno no estaba
de acuerdo, cedía ante el otro y a la inversa.
Llegaron a tomar decisiones realmente difíciles, dolorosas e incluso
inadecuadas, pero fueron sus decisiones y, se atuvieron a sus consecuencias
juntos, ninguno que yo sepa oculto nada, detrás del otro. Probablemente como
cualquiera, no fueron los padres perfectos, cometieron errores como los
cometemos todos; pero, también trataron y pensaron que hacían lo mejor que
podían o debían, sus tres hijos dos varones y una mujer, tienen sus entres;
poseen sus defectos y sus virtudes como los tenemos todos.
Sus diferencias radican,
no en los pleitos normales de los hermanos. Sus broncas se cimientan en algo
más simple, que aún, no han visto o simplemente no quieren ver. Aceptar que han
decidido cada quien el rumbo de sus vidas y si no están de acuerdo en la de los
demás, eso no es de su incumbencia; los errores si se les puede decir así, son
solo sus propios aprendizajes y no han descubierto que ellos deben de dejar a
un lado, los que no les corresponden y tomar los que son suyos.
Desde que tengo
uso de razón y que trataba a la familia, tengo una relación más estrecha con el
más grande, me lleva cinco meses. Es el ser más complicado que conozco, el más
controversial y contradictorio. Puedo casi asegurar, que muchos de la familia
incluso sus hermanos, no han descubierto las facetas ocultas detrás de su
máscara de fuerte e intransigente. Es sumamente sentimental, pero no deja que
aflore por temor a perder su vulnerabilidad; no le gusta que lo lastimen, por
lo cual nunca se expone. Expresa sus sentimientos y su afecto, de la forma más
brusca y cavernícola, algunos pensaran que es ataque y jactancia exagerada,
pero no, el solo se muestra con quien sabe que no le dará la espalda o lo
juzgara. Con cierto grado de inseguridad que radica, no en el como persona, es
de las pocas que hace lo que quiere y está conforme y a gusto como es; sus
decisiones erradas solo le han dado la madurez y la experiencia un tanto amarga
de que no es muy estable con sus relaciones amorosas; e insisto, la razón es
que no suele demostrar sentimientos a pesar de querer mucho a una persona. Lo
que percibo y no porque sea malo, irresponsable o mal compañero, simplemente,
es de los que le gusta hacerse cuestionamientos, pensar y analizar si va por el
camino correcto y cuando no se siente seguro, prefiere salir del juego en vez
de cambiar sus posturas, las cuales muchas ocasiones son para muchos erróneas y
hasta necias, pero solo el que recorre el camino sabe dónde están las piedras.
Pragmático en cuanto a su vida, es suya nada más y eso no es del agrado de los
demás. Necio en demasía, hace que la gente se salga de sus cabales con esa
forma muy propia de pensar; dice bien, que los demás hagan lo que consideran
mejor mientras a mí no me afecte, no hay mucho consenso con él; sin embargo,
tiene muchísimas amistades las cuales defiende por encima incluso de su
familia. Se entrega de lleno cuando decide que quiere hacerlo y no hay forma de
cambiar, leal con sus afectos, cuando decide amar va con todo.
Le he visto llorar
como niño. Cuando falleció su abuelo materno. Cuando murió la madrastra malvada,
que terminó siendo la abuela adorada sobre todo de ellos. Lo he visto llorar de
dolor por perder un amor. Lo conozco, como puede que mucha gente no lo conozca;
pero en muchas ocasiones me dan ganas de ahorcarlo, otras de verdad lo quiero
en demasía.
Con la hermana no
tenía realmente ninguna relación, ni buena ni mala, pero me dolió y mucho
cuando me reclamó después de que su madre falleciera, no llamara para saber
cómo estaba su papá. Ese reclamo se me hizo fuera de lugar, conociendo
perfectamente cómo era la relación que teníamos, bilateral punto. A esta
mujercita, le gusta cargar con piedras que no debería de tener, solitaria de
modo inconcebible, encerrada en sí misma, con pendientes que la han hecho sentirse
culpable y reprocharse sus acciones, sin tomar en cuenta las consecuencias. Lo
que sé o no, es a través de lo que me comentaría su mamá, es decir que no puedo
decir más, pues era solo pláticas de dos y así debe ser; lo que yo tengo de
impresión después de tantos años de tratarnos es lo que dije. Es muy solitaria
y vacía e inconforme con ella misma.
El más chico, el
que estuvo realmente pegado como chicle, amueganado, como estampilla con su
madre toda la vida; el que sé, obtuvo los mejores momentos, las mejores
pláticas, el que más recibió la confianza de su madre, el confidente, el
equilibrio, la cordura cuando su madre se sentía confusa por algo. El más
dedicado con sus papas y con el mismo. Excelente padre, de esos pocos que se ven,
el que antepone a su hijo por sobre todas las cosas. Llevamos ahora una muy
buena relación. No me he reprochado nada, ni me cuestiona de nada; pienso que él,
sí estaba consiente que la relación con su mama, era de dos; no me ha juzgado
por no haber regresado a San Luis, ni por no llamarle a sus papás de vez en
cuando. Sabe que lo quiero, sabe que estoy al pendiente; pero mi amor estaba en
otro lado.
Un día de esos en
que mi madre agregada y yo platicábamos de tantas cosas, me preguntó qué
pensaba de ellos, de los tres. No sé cuál fue la razón, como madre conocía muy
bien a sus hijos; podría ser que como adulto, una visión de joven podía
entenderlos de otra forma. Siempre pensé y así se llegué a decirle en muchas
ocasiones, que les había dado lo que debía, que el hecho de que los mantuviera
fuera de esa burbuja, en donde solo eran dos, no implicaba que no pudiera acercarse
a ellos de otra forma.
Nosotras llegamos
a un punto sin temor a equivocarme o a exagerar, en que era yo, como una hija
más; tenía otros afectos muy importantes, no era la única de la cual se había
apoderado y ella era como una madre; de hecho, así lo fue para mí, pues nuestra
relación era sumamente franca y muy estrecha, llegué a ser su confidente y al
tiempo, ese punto de equilibrio en el cual, ya no era solo la chamaca rebelde,
que le daba lata; descubrimos que nos
queríamos, simplemente porque nos queríamos querer. Me había aceptado desde
siempre, tal y como era, no me juzgaba, no me quería diferente; sus regaños si
podía decirles así, eran llenos de amor y ternura, nos podíamos enfrascar en
verdaderas e intricadas polémicas, lo que hablábamos se quedaba y se quedó
entre las dos.
La otra razón por
la cual tenía esa fijación en ella, era porque había vivido tal y como ella
había decidido que quería hacerlo, había trazado su modelo de vida bajo sus
preceptos, buenos o no, pero eran por convicción, defendía sus valores de forma
férrea y vivió sin dejar que las piedras que no eran suyas le afectaran y, las
que le pertenecían se las guardo y nunca las soltó; pero tampoco le causaban
molestia. Ella como los otros tres tuvieron sus problemas con la madrastra, al
tiempo y por amor, porque esa es la realidad, fue la que se hizo cargo de ella,
hasta que falleció. ¿Porque por amor? Ella era agradecida, la abuela adoraba a
sus hijos, creo yo, de una forma diferente a la que podía querer a los otros
nietos.
A la hija de la
abuela, aquella que se turnaban para cuidar las más grandes; la que durante
mucho tiempo fue como el pilar central de la familia, ese cordón invisible que
hacía de catalizador entre todos, la más sensata y coherente, con todo y sus
respectivas fallas; como todo ser humano, pero que hacía que se amalgamaran
cuando era necesario.
Siendo la más
chica de las mujeres y, a la que le tocaría las partes más duras. Irse
desprendiendo uno a uno, de los que se han ido. Ha sido y es la más fuerte, a
la que le tocó llegar por una razón o muchas, no lo sé. En los últimos meses de la vida de su
hermana, a la que le dio amor y tiempo y sé que fue un golpe muy duro; no más
que haber perdido a un hijo, a sus dos hermanos y a su madre; pero es el eje de
la familia, la argamasa que los mantiene unidos, la que se apodero del papel de
nana cuidadora de las almas en pena y de la que recibí mucho amor y atenciones,
guardo en mi memoria gratísimos momentos con ella, estoy segura que, de haber
tenido más tiempo y menos interferencia podríamos haber tenido una buena
relación. La quiero muchísimo por innumerables razones.
Cuando falleció mi
madre adoptiva, yo había estado con ella días antes. Sabía que ya se iba ir, lo
sentí, lo vi ese día que entré al hospital para quedarme con ella esa noche. Era
yo muy cínica con ella, pero jamás y nunca le podía haber faltado al respeto,
aun cuando habláramos muy abiertamente y me toleraba lo que no a muchos, sea la
verdad; bromas, juegos, incluso mis medios regaños, como se le pudiera regañar
a una matrona como ella.
Detestaba que
tenía canas, muchas; ya de familia son de canas prematuras. Siempre y desde que
tengo uso de razón, se pintaba el pelo. Ese día que llegué al hospital le dije:
< y ese color zanahoria que te pusiste, que >. Se rio, con esa sonrisa de
“ya vas a sacar tus babosadas”. Cuando me quedé sola con ella, platicamos un
rato, lo suficiente. Me pidió que le diera masaje en las piernas y los pies,
que le rozara la cabeza como si fuera a espulgársela, que le acomodara las
almohadas; era muy mandona, sí, terriblemente posesiva con lo que era suyo; en
el trascurso de la noche, me quede observando cómo se iba el ser que había
amado tanto. Me avisaron unos días después, que ya se había ido; ya lo
esperaba.
Nadie o muy pocas
personas sabrán realmente lo que sentí, sí me dolió, ¡claro que me dolió!, que
la extraño, bueno es mucho; pero sé que aquí sigue, detrás de mí. Sin embargo, puedo decir, a pesar de que sabemos
que las personas morimos, es natural, es lo consecuente en la línea de la vida;
la extraño demasiado, me hace mucha falta, todavía nos faltaban muchas cosas
por vivir y, por otro lado, me quedé en paz, pues no me guardé deudas, ni
dudas, le di absolutamente todo lo que debía darle y más. No albergué
remordimientos en mi corazón, ni se quedaron hubieras; Me quedé con la mejor de
las satisfacciones, darle mi amor incondicional. Ahora la tengo conmigo
siempre, le canto las mañanitas en su cumpleaños; le hablo el día de la madre,
ella sí me regañaba si lo olvidaba, yo soy anti fechas y a mi mamá también, le
chocan. Los días veinticuatro y treinta y uno de diciembre, le digo que feliz
año y que sigamos juntas.
Cuando fuimos en
su cumpleaños el año anterior a que nos dejara; había venido su hijo el más
grande. Vive en Polonia desde hace muchos años. Esa ocasión decidí, a pesar de
saber que, si llegaba con María, no había problema, pero llevé a Antonio con
nosotras; la razón y después le expliqué el porqué. Ya lo conocía, pero
necesitaba que viera que estábamos bien, fue como pedirle su bendición.
Cada quien vive
diferente las perdidas, algunos se quedan con tantas culpas, porque no
quisieron, no pudieron, no pensaron, lo que sea; lo que creo yo que sucede, es
la forma en que las tomamos; a veces lloro, en otras me rio con ella, otras le
hablo para que me ayude; me dolió perder a mi abuelo materno, él había dejado
mucha huella en mí, gracias a él en muchos sentidos es que escribo. Se fue mi
padrino y apenas nos habíamos vuelto a reencontrar. Los sufrimientos ante las
pérdidas son el reflejo de lo que consciente o inconscientemente se cumplió
como cometido. Entonces, así como cada una de las personas que pasaron por
nuestra vida, nos dejan un aprendizaje; es nuestra opción seguirlas, aprovecharlas,
guardarlas, atesorarlas. Y estamos hablando de pérdidas, estas no son solo
físicas, en donde la persona fallece; las hay de presencia, de sentimiento, de
actitud, de rumbo. Mi pérdida era de rumbo. Mi pérdida fue de madre por sus
hijos. Fue por mi nieto, fue por mí misma.
El amor de mi vida
¿Ahora después de
tantos años? y unas cuantas patoaventuras… ¿cómo me siento?... Cuando entre a
trabajar a esa institución llena de sorpresas, cargada de tradiciones, con un
cúmulo de aprendizajes de tantas personas, como crisol tan amplio que era como
vivir en todas partes y en ninguna. Que lograron hacer de ella, un ejemplo
viviente de lo que se puede hacer, cuando las personas saben preservar los
valores y el orgullo de pertenencia. Así era antes, mucho tiempo antes.
La confianza que
me imprimió mi amigo Gabino, me llevo a conocer y descubrir, lo que tanto
tiempo me pase buscando y nunca había encontrado; cuando en efecto dejé de buscar,
de pretender y de ponerme una careta de falsedad, para empezar a actuar tal
como era, con mis defectos y mis virtudes; como mi modelo de pareja, ese
ejemplo de virtud que esperas de la otra persona, aquello que esperaba y que
debía de identificar como el elegido, aquel que me acompañara en el resto de mi
vida, apareció.
Cuando llegó Antonio a la sucursal donde yo
estaba, fue en agosto, es decir, “casualmente” dos meses después de que yo
entrara. Había llegado de Mazatlán, después de haber estado en Tepic; salió de
la Ciudad de México luego de muchos años, buscando la oportunidad de tener un
puesto mejor, pero muy amueganado con su familia, lo que era problemático para
visitarlos, estando tan lejos. Aparece la oportunidad de moverse de nuevo y
llega a Querétaro; cuando así tenía que ser, ni antes ni después. A los pocos
días, semanas no sé, de verdad; una compañera me dice muy graciosa, así lo
tomé: < mi Hermi anímate mira que está soltero, un hombre hecho y derecho,
bueno y sencillo, serio y educado >. Mi primera reacción fue de mandarla por
un tubo y decirle que estaba loca de remate.
Cuando entras a
ese lugar todos sin excepción, los sindicalizados, entramos de mozos, hacer
limpieza, ir por mandados; conforme pasa el tiempo y vas aprendiendo las
diferentes áreas, te van dejando que las realices hasta que, por medio de
aplicaciones y antigüedad puedes lograr tener un puesto.
A los dos meses de
entrar y de hacer mis labores me mandaban a ayudarle al encargado del depósito,
donde se quedan en custodia las prendas que llevaban las personas a empeñar;
ese señor tranquilo, sereno muy cuerdo, me enseñó muchas cosas, no olvido lo
que me dijo una vez: < nunca se quede conforme, aprenda, observe, analice y
siempre haga más de lo que debe de hacer y bien > Ahí pase muchos meses hasta
que me movieron de sucursal.
En cada entrada
para hacer limpieza del espacio donde estaba Antonio, se volvió uno de los
momentos esperados, la razón, fue de lo más inesperada. Yo estaba acostumbrada
a escuchar todo tipo de música, me gustaba lo que a mi mamá le gustaba, viví
con la música vieja y no tanto la de mis tiempos, aunque también era de mi
agrado; pero me tocó la época de todavía escuchar buena música, finales de los
setentas y ochentas, pero como había varias estaciones de radio, más un montón
de discos de vinilo, me daba mis entres con la música.
Cada vez que
entraba me metía en otro mundo. Soy mala para saber quién canta o como se
llaman las melodías, solo atinaba torpemente a decir < yo conozco eso, pero
no sé quién es > después sucedió que me comportaba tal cual soy, bromista y
alegre, desfachatada y juguetona, pero sin faltar al respeto. En la puerta
había colgadas unas campanitas, con lo cual no se podía ocultar la entrada,
pero lo que invariablemente no evitaba, era hacerlo brincar cuando le picaba
las costillas por detrás. Nunca me dijo que no lo hiciera, ni tampoco lo tomó a
mal. Platicábamos de cosas intranscendentales. Yo lo veía serio, tranquilo,
juicioso, no se metía con nadie, no lo veía que hiciera ronda de cotorreo con
los demás, saludaba de mano a todo mundo; su mundo era tan extraño, como
intrigante.
En todo ese tiempo
nunca me pasó por la cabeza absolutamente nada, que no fuera disfrutar de la
música y medio platicar con él, de hecho, era más fácil que yo hablara como
cotorra a que el comentara algo. Cuando me cambiaron de sucursal me dijo: – a
ver si luego nos vamos a tomar un café –. Me dio su teléfono, me fui y paso
mucho tiempo antes de que yo me decidiera a llamarle; chistoso a mí eso no me
pasaba, no me detenía a pensar si le llamaba o le hablaba a un tipo, era tan
poco equilibrada que muchas ocasiones me fui a la cama con alguien que había
conocido unas horas antes en algún antro. A mí me valía madres mis relaciones,
fui tan promiscua, que ahora que entiendo muchas cosas, no me siento bien al
respecto, pero tampoco sigo cargando con esas piedras que solo me llagaban y
laceraban el alma.
Cuando por fin
logré llamarle, nos vimos en un jardín en el centro, continuó con la costumbre
de saludarme de mano. No nos veíamos todos los días, en un principio me sentía
muy extraña; después, cuando simplemente me dejé llevar y me di cuenta de que
no me ponía ninguna careta, ni me aceleraba pues no esperaba nada, eso fue,
desde el principio y con todo y ese comunicado de mi compañera, yo no buscaba
nada. Y no porque fuera más grande que yo, eso no tenía importancia. Era su
forma de ser la que me llevó de la mano con su calma y serenidad. Él, estoy
segura tampoco pensaba nada en un principio, puede que hasta le causara gracia
tratar conmigo y distraerse de su monótona vida, lo era y mucho. Conocía a
algunas personas de antes o por conocidos en común, muchos compañeros tienen
años trabajando y se han movido de un lado a otro, pero nunca lo vi salir en
grupo o con otros compañeros, sino hasta después. Quien era Antonio no lo
sabía, tampoco me importaba, yo fui lo prudentemente honesta, me mostré tal
cual era, con mis miedos, mis traumas, mi vida y lo que esperaba de ella, en
ese momento, sola. Así pasamos tres o
cuatro meses; ya había pasado de darme la mano a saludarme de beso en la
mejilla.
Resulta que se
casaba una compañera del trabajo y lo invité, ese día iba la honorable comadre
y mis hijos. Después de un rato en la fiesta se fueron y me quedé yo sola,
todavía faltaba fiesta. La primera foto de los dos juntos, fue ese día. Yo
traía un vestido amarillo pollo, tenía todavía en ese tiempo el cabello largo
por debajo de los hombros, con mis chinos que me dieron el mote junto con los
lentes que usaba, de Margaret. El muy apuesto con corbata, usaba el cabello un
tanto largo y se lo peinaba para atrás, relamido como si una vaca lo hubiera
lengüeteado, lentes de fondo de botella y armazón de pasta. Pero siempre vi
algo que me llamaba la atención. Él llama la atención, tiene un no sé qué, que
se yo; una mirada coqueta que no parece eso, una sonrisa contagiosa, plática
amena y de lo que sea, uno no se puede aburrir con ese hombre.
Pero desde el
principio y ahora que lo analizo eso fue lo que me hechizó, esa aura extraña,
carismática sonrisa, mirada traviesa que conscientemente no sabía que mostraba.
Y yo inconscientemente no había registrado. Cuando me fue a dejar a mi casa,
ese día y por favor no se pregunten si antes lo hizo, irme a dejar ¡porque no
lo recuerdo! Cuando se iba a despedir me extendió la mano y como suponía yo, con
un beso en la mejilla, pues no, ¡oh sorpresa! ¡Me dio un beso en la boca! El
primero y sentí lo que no había sentido antes; me había dejado con las piernas
temblando y llena de miedo, de gozo, de expectación y sobre todo de alegría. Ya
pocos días antes, ya nos tomábamos de la mano o muy raro pues no es de su
agrado, me pasaba el brazo sobre el hombro; pero como es muy alto, le es
incómodo.
Me derretí con ese
beso, fue magia. Por primera vez recibía un ósculo aguardado, pero sin prisa,
inesperado pero anhelante, tierno pero cargado de deseo. Actuando como niño
travieso que se esconde detrás de las faldas de mamá, reaccionamos de forma
inesperada, es decir, no sabíamos hasta ese momento que estaba pasando o que
seguía a continuación. Uno solo. Se despidió y me dejó muy propio en mi casa. Bien
he dicho que en un ósculo se representa lo que toda una vida puedes sentir, es
donde fundamentas, en el alma y en cada fibra, eso que sabemos que es amor.
Pasaron otras
tantas semanas más, empezamos a vernos en el departamento donde vivía,
escuchábamos música, platicábamos, empezábamos a llevar una relación un poco
más parecida a algo que podría ser de pareja, de novios o amigos o que se yo.
Seguíamos despacio, no había prisa.
Antes había viajes
donde los empleados y las familias podían ir a algún lado que se escogiera y se
organizó la ida a un balneario. Esa primera vez solo fui yo. Me quedé en el
departamento pues nos quedaba más cerca de donde íbamos a salir en la mañana;
es chusco este episodio, dada la forma en la que estábamos llevando la
relación, esa circunspección poco común en mí. El temor de que, en realidad, no
sabía cómo actuar aun con él, ¡carajo ya no éramos adolescentes!, a la hora de
que decidiéramos irnos a dormir pues la levantada era temprano, que risa ahora,
me acosté con todo y la ropa, en una minúscula orilla de la cama, quietecita y
cual tabla. ¡Esa fue nuestra primera noche!, ¡juntos!
Yo ya había
aprendido a querer su música, extrañaba su presencia, me gustaba estar con él.
Bromeábamos, ya se abría más. Un día inexplicablemente, como todo lo que sucede
con Antonio, estábamos escuchando a Joe
Cocker, el cual ya conocía, pero solo por aquel programa de los años
maravillosos; era You are so beautiful la
que estábamos escuchando, mientras
las prendas de ropa, se iban desparramando por todos lados por donde pasamos. Era
inevitable que fuera así de sorpresivo, así es él, impredecible y a la vez
previsible; me di cuenta de que era un paso importante, más que eso, sería la
puerta que no dejaríamos cerrar nunca más.
Al día siguiente
me llegó a la sucursal un arreglo de flores; no tengo que decir que me había
dejado en completo estado de pendejes, lo cual fue después choteo. Resulta que
no fue ese arreglo hermoso y grande el premio romántico de nuestra primera vez,
no; sucedió que lo había encargado días antes, pero como llegó auditoria, sorpresivamente
como siempre, lo dejó en espera hasta que se fueran, lo cual coincidió con ese
evento tan especial; no dejó a un lado su propósito, realmente fue una
experiencia hermosa y cargada de ilusión. Como no supe lo era cortejo, ni
noviazgo en su expresión real, el ir descubriendo facetas de una relación en la
que, de entrada, no había prisa; fue mágico irnos descubriendo, conociendo poco
a poco situaciones que sé, ninguno de los dos sabiamos como hacerlas.
A finales de mayo
principios de junio, estábamos platicando tranquilamente de que quería hacer
algo con mis hijos. Ya sabía muchas cosas la situación de la familia, mi
inquietud al respecto, mis andanzas y es querer de alguna forma, estar con
ellos. Le dije que quería buscar un lugar a donde nos fuéramos mis hijos y yo,
a lo cual, muy campante, riéndose y dándome lata como sigue siendo su costumbre,
me dijo que le rentara un cuarto. En ese momento me reí tomado de choteo el
asunto y le contesté; pues mejor vivimos juntos y nos quietamos de líos. Yo lo
dije sin pensar, se me salió como decir cualquier otra cosa, no era esa mi
intención de hecho dejé el tema y pasamos a otra cosa como si nada. No pasaron muchos días y me dijo que había que
ir buscando donde cambiarnos, en ese momento todavía no me caía el veinte de lo
que significaba, ¡no tenía la más mínima idea de lo que sería vivir juntos!, mi
cabeza no podía registrar esa posibilidad y menos después de tantos años; bueno
la realidad es que, debía de ser completamente diferente que cuando era una
chamaca de dieciséis.
Encontramos un
departamentito muy mono de dos recamaras y una mini estancia con un patio y el
baño afuera. Lógicamente se llenó con sus cosas pues yo no tenía nada. Cuando
les dije a mi mamá y a la comadrita la decisión, de parte de mi madre no hubo
otra objeción que, el lógico temor de que en realidad y con toda justificación,
los niños no estaban acostumbrados a mí.
En una temporada
muy corta había podido entrar al restaurante vips de Celaya, cuando
supuestamente no se admitían reingresos, yo entré y salí cuatro ocasiones,
gracias y ahora lo entiendo y admito, a mi expediente impecable como
trabajadora. Entre los tantos pleitos que se daban en la casa, no solo por los
niños, más por mi falta de responsabilidad, me los llevé; fue horrendo, los
dejaba en casa de una compañera con la que vivía, los cuidaba la muchacha,
cuando no podía se los llevaba a su casa; estaban muy pequeños Julia aun usaba
pañales. Harry más que Julia recuerda con desagrado esa época, fue muy triste.
Un día llegó mi mamá y se los llevó de regreso a la casa.
Acordamos entonces
que María se iría en las mañanas, los recogería de la escuela que les quedaba
muy cerca y se iba en cuanto llegara Antonio. En los pocos meses que empezamos
a convivir como una familia, con sus buenas y sus malas, tratando él, de
incluirse en algo que no sabía, igual estaba yo; nos habíamos aventado al mar
sin saber nadar, los dos. Pero de alguna manera se empezaron a vislumbrar, cómo
se irían dando las cosas después. Me había ilusionado con tener un espacio para
mí, con la gran influencia de mi comadre que sin lugar a dudas algo debía de
dejar. Pinte el depa de blanco, había comparado manta cruda para hacer cortinas
y las pinte de colores con pintura para tela. Como muchas ocasiones llegamos a
usar huacales para guardar la ropa a falta de armarios, conseguí unos y los
pinté de colores. Puse en la pared de una de las entradas pues había dos
puertas; una que estaba enfrente de la entrada de la calle y otra que salía al
fondo del patio donde estaba el lavadero, no había fregadero adentro; un árbol
con sus hojas y flores, pasto y toda la cosa; psicológicamente de manera
inconsciente había puesto lo que representa la solidez de una familia; como
hacen en las pruebas psicológicas que te hacen que dibujes una casa o una
pareja de hombre y mujer; si no les pones piso, detalles, el caminito de
entrada, está uno perdido, quiere decir, que no hay estabilidad en la vida.
De las primeras
cosas que pasaron en esa nueva aventura, no estaba acostumbrada o no sabía cómo
manejar algunos asuntos, cual era normal en nuestro caso. Había puesto una
estufa de gas de dos hornillas así que decidí comprar una, solo que no tenía
horno. Comento este detalle porque yo ganaba muchísimo menos que el, pero sentía
que de alguna manera podía y debía aportar a la comunidad y bienestar de la
casa. Otras cuestiones se fueron puliendo con los años, no estaba o estábamos
acostumbrados a pedir. Tan hechos a nuestro pequeño mundo, de ese que mi
comadre nos limitaba, organizaba y decidía, que a pesar de que aportábamos las
tres; no sabíamos cómo hacerlo. Entonces lo que sucedía era que teníamos
nuestros apartados pa los chicles y demás. En general dentro de todo era
independiente lo cual me fue muy extraño adaptarme al compartir, opinar,
consultar, pedir. Esa parte de estructura familiar que de entrada él sabía que
venía en el paquete completo; pobre hombre, hasta en eso nos reeducamos.
El primer cambio
se dio, cuando se abrió la sucursal de San Juan de Rio. Hicimos las respectivas
aplicaciones y con ayuda de Gabino, nos quedamos los dos. Van de nuevo los
críos a la casa con sus respectivas guardianas. Ahí se acomodaron un poco los
papeles, como era nueva el ganaría casi lo mismo que yo, en lo que empezaba
haber comisiones sobre ventas.
Llegamos con una
señora que rentaba sus habitaciones a señoritas, pero como clienta de la
institución, asidua en los empeños, no tuvo objeción en alojarnos en su casa.
Después rentamos una casita de dos pisos muy cómoda, puesto que nada más éramos
dos. De esa, nos pasamos a un departamento muy mono, era muy agradable, ahí se
llegaron a quedar los niños unos días, pero aún no terminaba el ciclo escolar.
Nos fuimos
ajustando como pareja mientras corría el tiempo. El acoplamiento entre los dos
fue increíblemente más fácil de lo que muchos pensaron, creo que los demás
tenían más temor de que no funcionara, que nosotros. Ahora después de catorce
años, creo que el secreto, fue en parte lo mucho que me dejó de enseñanza mi
otra madre, aparte saber lo que no quería que sucediera; pero el complemento
perfecto en realidad y dándole su crédito justo, es su tranquilidad y
equilibrio para enfrentar la vida. Yo sabía que debía de hacer, no sabía el cómo;
pero creo que, si alguien me hubiese dicho que encontraría, quién aguantara mi
genio, mis loqueras, mis estallidos y demás, me reiría, pues una perita en
dulce no soy ¡pero para nada! Pero Antonio es el polo opuesto, el equilibrio,
la tranquilidad, el cerebro pensante; creo que si fuese un loco desequilibrado
no habría funcionado o simplemente llegó y sucedió, porque así tenía que ser.
Cuando conocí a su
familia, bueno una parte fue estando todavía en el departamento cuando llegó a
Querétaro; hicieron una comida para la primera comunión de su sobrina. Ahí
conocí a la parte de la que sería mi parte favorita de su familia, uno de sus
hermanos más grandes que vive en Orizaba. Su familia es excepcional, son
increíbles, adoro estar ahí. Cuando pasamos unas vacaciones en Orizaba, no
recuerdo si fueron vacaciones o fin de año, la cosa es que estaba su hermana, me
comentaron que no sabían cómo saldría Antonio, si en rifa con boletos
regalados, por premio mayor o que, creo que al igual que muchos se asombraron
que decidiera hacer vida con alguien. No entremos en más honduras, que las
normales y espero que no se queden desilusionados; finalmente, volvemos al
mismo punto, todas las familias tienen sus broncas, sus traumas, sus secretos y
sus virtudes, está en concreto me fascino, pues son tan amueganados, tan
compactos, son muchos; cuando nos llegamos a juntar la mayoría de la familia,
realmente es increíble la armonía que expiden todos. Algunos con sus
diferencias, nada que no sea lo común. Habrá alguien a quien no le agradé y
nunca le agradaré, pero ni me importa, pero bueno en todos lados se da.
Encontré una familia de nuevo y más grande, ¡qué es supermegahermosa!
Demasiados mandos a bordo
En el trascurso de
esto años, hemos pasado por muchas buenas, por algunas malas, pocas nefastas y
muchísimas hermosas. Las malas, gracias a que no hubo forma de consensar entre el
matriarcado de Ana y que aceptara la relación de forma medianamente aceptable.
Confrontaba a los niños, les metía en la cabeza ideas, que desafortunadamente
si hicieron mella y eso que María hacía de catalizador. Les fue casi imposible
aceptar y entender, cuando ya logramos vivir juntos todos, que lo que Antonio
dijera, opinara, mandara, cuestionara; cosa que, jamás y nunca, fue nada
imposible, ni loco, ni malo, que fuera extraño o marciano. El problema es, ¿cómo
concilias tres o cuatro adultos con dos criaturas?, estábamos hechos a otras
formas, a pesar de que se intentó mucho tiempo; los dos años en San Juan y los
cuatro en Córdoba, pero en algún momento, se dio por vencido y prefirió
quedarse al margen, pero cerca, siempre; a un lado, junto, apoyando y cumpliendo
su parte que le correspondía, estar a mi lado. Pero ahora entiendo otras muchas
cosas, como el hecho que consciente o no, le privábamos sus interferencias, era
como adaptarnos a algo sin saber cómo. A eso agregamos la forma de pensar de
María en lo tocante a Julia, dejaba y sigue dejando poco margen de maniobra. Para
todos y cada uno ha sido un ajustarse conforme ha pasado el tiempo y aun así
hay muchos huecos todavía.
Antes de que
sucediera ese percance en Córdoba y saliera por fin la comadre de nuestras
vidas, la relación entre nosotros en lugar de fracturarse por las diferencias,
broncas, rebeldías y demás, se hacía cada vez más fuerte. Logramos llegar a un
punto en que en muchas ocasiones no necesitábamos decir nada, nos adivinábamos,
nos amalgamamos en perfecta comunión. Estando en San Juan todavía existió un
poco de, medio tranquilidad, dentro de lo que permitía la comadrita, los niños
estaban menos acelerados, fue creo, que la mejor etapa, vivíamos bien, era un
lugar agradable. Julia hacia sus pinitos yéndose de empacadora a la farmacia
que estaba a tres puertas de la casa, María se paraba a espérala a la salida
hasta que la otra la mando mucho al cuerno y le dijo que la dejara en paz. Estaban más que bien en la escuela, fueron
muy buenos estudiantes hasta ahí, bueno Julia es otra historia. Buscábamos los tiempos
para jugar todos, Antonio se los sacaba a caminar junto con una perrita que nos
dejó mi hermano todavía estando en Querétaro; se salían los domingos temprano y
regresaban a despertarnos.
En pequeños o
grandes detalles algunos perceptibles, otros los descubrieron mucho después;
Antonio llegó a dejar su huella en mis hijos, les costó mucho adaptarse, pero
cada quien a su modo sabían que podían contar con él. Sirvió a la larga, no de
momento pues protestaban; que les dijera que reutilizaran las hojas de las
libretas, que no les daba otro lápiz si no le daban uno casi chiquito, que
cuidaran sus cosas en pocas palabras.
Cuando mi madre se
tuvo que ir en algunas ocasiones, unas porque mi hermano la necesitaba, otras
mi abuela, hermana de su papá; cuando se cayó a los casi noventa y nueve años y
había que cuidarla, entonces se fue un tiempo. En ese inter estábamos por irnos
a Córdoba, habíamos aplicado y tendríamos mejores puestos, se quedaron en San
Juan mientras terminaban el ciclo escolar.
En esos espacios
de tiempo en que se quedaron solos no fue nada sencillo para ellos, Julia tuvo
que sortear a la comadre y a su hermano, fue muy duro. Más duro; cuando ya
estando en Córdoba, los dos también se quedaron solos con Ana y Antonio, yo no
sé cómo no se volvió loco él y los niños no quedaron peor de lo que ya estaban.
En Córdoba se dieron los cambios más difíciles, mientras para nosotros como
pareja estábamos más que tranquilos, pero el lugar no fue nada agradable; la
humedad no nos ayudó mucho, no estábamos acostumbrados a ese calor, no había
mucho que hacer, chiquito y la gente medio conchuda pero muy abierta. Ahí se
empezaron a descarriar los chicos. Harry había terminado la secundaria y se
suponía haría la preparatoria, lo cual no hizo; entro a una, se salía de clases
o no llegaba, empezó a vagar, después entro a otra de sistema abierto, tampoco
siguió. Trabajaba o más bien disque trabajaba, pues en realidad no hacía nada.
Los problemas se agudizaron y máxime en las temporadas en que no estaba María,
la comadre tan linda se encarnizaba con Julia y a los dos los seguía poniendo
en contra de Antonio. El seguía en su intento de tratar de acercarse a los
chicos de forma velada, tal vez para no ser atacado o rechazado, se los seguía sacando
los domingos a caminar y nos poníamos a jugar los cuatro.
Cuando un día de
repente me entró la locura, que al final, nada que no sirviera de aprendizaje.
Hablé con Antonio y le dije que, si me apoyaba, quería irme a la escuela de
valuadores de la institución. Como ahí se les prepara de manera amplia y
certificada, son los únicos valuadores capacitados en todas las áreas para
poder incluso, trabajar por su cuenta. Son una de las muchas bondades de esa
institución. De entrada, no le agrado la idea, no porque me preparara, al
contrario, su temor era que podía ser que nos costara trabajo después, poder
estar en la misma cuidad, ya que al principio los mandan de un lado a otro
donde sean requeridos, hasta que puedan tener una sucursal propia. Pero
accedió.
Yo descubrí
después y lo pensé en algún momento que, debía hacerlo para poder darme cuenta
de muchas cosas. Una de ellas, es que suele adelantarse a las cosas. Me dejo
ir, sabiendo que sería un aprendizaje más. Yo en cambio vislumbre que si seguía
adelante me quedaría sin familia y sin él, eso no me agrado nadita.
Para empezar, sí,
definitivamente de haberlo hecho mucho antes, hubiese sido increíble, de nuevo
verbos que no uso, pero esa experiencia me ayudo a conocer, no solo más el
lugar donde trabajaba, la gente, la forma de pensar de otras personas y valorar
las oportunidades; pero, sobre todo, valore a mi familia y a mi pareja. Cuando
decidí que renunciaba al curso, llevando casi las tres cuartas partes; la razón
más importante, en efecto, si continuaba terminaría sin Antonio, sola y
haciendo desmadre y medio, de nuevo me asaltó esa inconciencia que había logrado
quitarme; si seguía, sería fácil de nuevo; había quien cuidara de mis hijos,
mientras no se desesperara, estaba Antonio ahí, no, esa no era la intención.
Menos aún quedarme sin él, eso no cabía ya en mi cabeza, ya no me veía sin el
de ninguna manera.
Regresé y no
sentía que había sido fracaso, simplemente debía poner en una balanza las
prioridades y por ahí no era, donde me debía dirigir. Regresé a mi jaula de
changos, la que, por cierto, ha sido la labor que más disfruté, desde que
estuve la primera vez ayudando a ese señor tan hermoso, lleno de vida y consejos
sabios. Como estaba sola en Córdoba, sin que tuviera que estar viéndoles las
caras todo el día a los demás; no estaba aislada y convivíamos mucho, pero ahí
hacía y deshacía, literalmente hacia lo que me venía en gana, el espacio era
mío nada más y no lo compartía con nadie. Leía como loca, podía escribir
tranquilamente, escuchaba mi música, tenía mi depósito ordenado y más práctico
para poder realizar el trabajo rápido y sin problemas. No hubo en cuatro años
un problema, ni hubo una auditoria que no se asombraran de lo organizado que
estaba y la facilidad para encontrar las prendas, aplicando bien las
observaciones de mi maestro, había adecuado un sistema que, sin salirme de las
reglamentaciones establecidas, podía ubicar con mucha más rapidez las prendas
que se desempeñaban.
Mientras lograba
encontrar un equilibrio personal, comencé a escribir como medio de fuga, en ese
momento. Me daba la oportunidad de sacar todas esas cosas que me molestaban,
las que veía, las que me hacían sentirme frustrada. En un inicio fue eso, un
pasatiempo ante la agonía que ya estaba comenzando a tener. Los problemas con
Harry se estaban agravando, se había metido en tanto líos, que un día me fui a
la Cuidad de México a indagar donde lo podía meter, una escuela militarizada,
un internado, algo que me ayudara a que entendiera que se estaba yendo por el
lado equivocado; su rebeldía se estaba agudizando. Las cosas se pusieron peor
cuando después del accidente de Ana, Harry se quedará en aparente abandono,
pues sin su guardiana que lo protegiera de las garras de nosotros, él se revelo
aún más.
Aquí fue cuando
Antonio y yo tuvimos una estúpida separación, que a la fecha no entendí por qué
la causó. Yo le propuse después de que había salido la comadre de la casa, que
nos separáramos, que cada quien se quedara en un espacio, eso no significo que
lo dejaría o que ya no quería saber nada de él. Lo que yo sentía y así lo
percibí, fue una presión exagerada de parte de mi madre; creo que fue una
absoluta falta de comunicación de parte de todos. Antonio procuraba no meterse
de lleno con las decisiones al respecto de mis hijos, pero, por otro lado, una
constante ha sido, que se da cuenta de las cosas, le molestan, pero no dice
nada, lo cual, nos deja muchas veces con la responsabilidad de tomar decisiones
y a veces mal. Antonio de muchas maneras, siendo como es de tranquilo y equilibrado,
podía ejercer de contraparte y tener autoridad con ellos; pero no lo fue así.
María se sentía presionada por él, pero no decía nada; era de alguna manera y
creo que fue lógico, mi madre no estaba acostumbrada tampoco a acatar reglas,
como tampoco a tener alguien más que, aunque no estuviera errado, tampoco sabía
cómo comunicarse.
Yo no me daba
cuenta, que lo único que necesitábamos, era haber puesto las cartas sobre la
mesa y reorganizar esa familia sin la comadre. Llegamos a lograrlo, pero mucho
tiempo. Cada quien se fue a un departamento, iba a comer a la casa, de paso a
mi sucursal le llevaba el desayuno, seguíamos casi con la misma rutina, los
fines de semana me quedaba con él, hasta que Harry se me salió de las manos
completamente y Julia daba sus primeros brotes de adolescente rebelde, pero sin
llegar a los extremos. Yo no sabía qué hacer, estaba entre la espada y la
pared. Si seguíamos ahí corría el riesgo de caer en un hoyo y sin fondo. A
María le estaba causando estragos físicamente seguir ahí, mis hijos se estaban
yendo al caño; Julia estaba perdiendo interés en la escuela cosa que nunca
había sucedido, pues en realidad no era nada buena la educación ahí; ya se
había pensado en meterla a una particular, cuando se decidió por el peor de lo
escenarios y lo que se nos venía encima. Teníamos que salir de Córdoba, pero
eso implicaba dejar a Antonio y no sabía cuánto tiempo. Esa fue nuestra primera
crisis fuerte.
Había comprado un
terreno y estaba construyendo una casa, antes de que pensáramos en el éxodo.
Mientras veía la forma de que me pudiera mover y regresar a Querétaro, pues era
la opción más viable, mande a María y a Harry con mi hermano. El cual aún vivía
en Querétaro, estaba iniciando un negocio junto con unos socios; ese es tema
aparte y será nuestra segunda crisis. Al quedarnos mi hija y yo solas, Antonio
seguía en su departamento en lo que terminaban la casa; la cual disfrute muy
poco, era tan bonita, la habíamos hecho para nosotros y no la disfrute. Cuando
se vendió, la pareja que la adquirió dijo que les había gustado que sentían que
tenía mucha tranquilidad; pero sobre todo que habían percibido que había mucho
amor ahí; en efecto esa casa se hizo con amor, la llenamos de amor.
Al quedarnos solas
Julia y yo, empezaron otros vericuetos, no muy buenos, de hecho, muy dolorosos.
Mi hija, como adolescente que estaba empezando a descubrir sus soledades, sus
alcances lo que podía o quería hacer. Empezó a andar de novia lo cual no había
hecho, pero a los catorce, quince era de esperar. Siempre como he dicho, hemos
sido muy abiertas, se les había educado del mismo modo que a nosotros, dándoles
los valores y las bases de lo que es bueno y malo; para ella, tomar decisiones
no era nada nuevo, lo hacía desde muy chica, tenía la libertad y la confianza
suficiente, solo que no siempre sabia como acercarse y dialogar. Se había
creado una burbuja impenetrable y a la ausencia de mi madre y siendo la que
siempre estaba cerca de ella, hacerlo conmigo era una tarea complicada. El
problema no era que empezara de novia, sabía que en algún momento lo haría, el
lio es que se empezó a rodear, cual había hecho siempre con personas más
grandes. No muy dada a socializar con
criaturas de su edad, aun mas chica; puede ser por su forma de pensar o porque
de alguna manera, había madurado más rápido.
Vivió muchas
situaciones que le hicieron ver la vida de otra forma, con lo cual, no encaja
generalmente con sus contemporáneos. Así como el no saber quedarse callada y
decir las cosas tal y como las siente, eso muchas veces le genera conflictos.
Sus primeros novios más grandes que ella la llevaron al momento que, aunque no
hubiera querido que llegara tan rápido, otra vez ese verbo que no se debe usar;
comenzó a tener relaciones íntimas. Lo bueno dentro de todo y gracias a su
forma de ser, sabía que debía cuidarse; lo que me hacía sentir mal y era por
simple culpabilidad, que cayera en ese juego falso del cual, yo había sido
presa siempre. No quería pensar que actuara del mismo modo que yo lo había
hecho y eso me daba pavor, angustia, me sentía realmente mal y culpable. Por
mucho que se quiera poner en algodones a los hijos no es posible; deben de
caminar su propio trecho y caerse con sus propias piedras. En ese sentido por
ejemplo Antonio era y es de la idea de que se pueden atenuar las cosas antes,
pero creo que entiendo su postura, no es padre; por mucho que se acepte ese
papel; generalmente los padres tienden a pensar que las broncas se deben
evitar, con lo cual no hay proceso de aprendizaje que es, lo que nosotros
pensamos, aquí es a la inversa, curioso. Es la misma rueda la que genera esos
aprendizajes de la vida. Curiosamente él se dio cuenta mucho antes, que la
niña, andaba haciendo sus diabluras, cuando llegaba a la casa a la hora de la
comida para ver cómo estaba Julia en lo que yo llegaba y se tardaba a veces en
abrir la puerta.
Por fin llegó la
oportunidad de poder regresar a Querétaro, no era precisamente en un puesto que
me agradase, pero no había de otra. Aunque en su momento y como todo, tuvo sus
ventajas. El día que nos fuimos pues la mudanza llegaría después, fue un
momento que nunca voy a olvidar. Llegó Antonio a despedirse de nosotras, era
inevitable, no sabíamos cuando podía el moverse a Querétaro de nuevo, todo
quedaría en stand bay, en angustioso
suspenso, la dolorosa separación, antes de subirnos al taxi se nos arrasaron
los ojos. Vi en su rostro tristeza, desilusión, frustración y dolor.
Comienza el viacrucis
Llegamos con mi
hermano en lo que buscaba un lugar a donde vivir, escuela para Julia, en fin,
lo propio de un nuevo cambio. Pasaron casi dos meses y pensamos que, por todo
el desorden del cambio, las separaciones, los reencuentros, solo elucubramos… pero
yo no estaba tranquila, se había prendido un foco rojo de alerta, la sentía
extraña, la veía rara y pese a que mi hija es muy alerta a cosas extrañas no se
dio cuenta de nada, mi madre lo atribuyo a miles de razones; confirmé mi temor,
cuando le llevé la caja con la prueba de embarazo.
Mi hija, el día que lea esto, espero que logre
entender, que, en primera, no fue su culpa; es decir, fue accidente, algo salió
mal, sencillamente no se colocaron bien el preservativo. Para ella fue
demasiado duro, un golpe brutal a los quince años, un muro infranqueable y no
saber más que, ¿y ahora que voy hacer?, ¿la escuela, mi vida?, vio derrumbarse
a sus pies todo lo que quería de ella. Más doloroso y creo que a la par de ella,
para no variar, el sentirme culpable, no estaba con ella ese día, María fue la
que se chutó el primer ramalazo y eso sí que no fue nada bueno, la que debía
estar ahí era yo. No la juzgamos y, ni remotamente nos enfadamos, ni por asomo
la culpamos. Quise hacerle ver que tomara la decisión que fuera la íbamos a
apoyar; de nuevo, pero en circunstancias muy diferentes, pues no fue un acto
irresponsable, dentro de lo que se pueda pensar y ella no lo entendió en ese
momento, ni lo ha entendido. Se sigue castigando por tomar una determinación que
era sin lugar a dudas la correcta, aunque no la aceptable para muchos; puede
ser, que más que culparse, no entendía, cómo podía ser tan fría para tomar
determinaciones ante las consecuencias. Dije de nuevo, puesto que mi madre fue
el pilar que fundamentó al llegar Julia tomara mi responsabilidad, aquí fue
distinto. Todo esto la ha hecho mucho más fría, encerrada en sí misma, con una
fuerte coraza ante los varones, poco demostrativa de sus afectos, con un muro
tan grande para no a ser lastimada; cuando la realidad es que nadie la hirió, ni
ella se lastimó y no termina por ver que no puede cargar con esa culpa, ni con
muchas otras que no le corresponden. Sí, ha sufrido mucho… y más yo por no
estar cerca cuando debía…
Siendo un tema
tabú, que se sigue cuestionando e incluso estigmatizando. En mi caso concreto
yo no podía hacer eso, no era lo correcto, ya estaba en condiciones de tomar la
responsabilidad de mis actos, eran con plena conciencia; pero a nuestro juicio
y el de ella, sobre todo, no cabía truncar una vida que apenas empezaba, la de
ella. Yo sé que no le va agradar que comente esto, pero, quiero que tal vez, al
igual que yo intento desprenderme de mis culpas mal encausadas; que otras
personas intenten procesar situaciones que, en muchas ocasiones son el reflejo
de lo que tienen a su alrededor; de la educación, de la ignorancia, no porque
sean tontas o malas, es por falta de confianza ante sus padres, por fuga, por
rebeldía.
A mi hija le tocó
vivir una de las situaciones más amargas, se sintió frustrada, culpable y sola,
como nunca lo había estado, tomo la decisión que era adecuada, en ese momento y
deberá algún día de superarlo como muchas otras experiencias amargas que sirven
para aprender, madurar y no cargar culpas que no sirven, salvo para encerrarse
más en uno mismo. Muchos se sentirán
molestos, defraudados, desilusionados, pero les diré, quienes son para juzgar a
los demás cuando no han visto sus errores o peor cuando no han aprendido de ellos.
Ella fue fuerte y sensata, otros, ni siquiera dan la cara cuando cometen un
error que lastima a los demás.
Ahora, cuando veo
lo que ha recorrido Julia, sé que saldrá adelante gracias a esos errores que ha
hecho, que vea la vida con tenacidad, apego a sus ideales; ella observa a su
alrededor y procura aprender de cada cosa que ve, oye y analiza. No es
perfecta, pero es el ser que yo hubiera deseado ser, ella más que cualquier
otra persona, es la que me ha enseñado a ser una mejor madre y una mejor
persona. Puedo decir abierta y honestamente que no puedo sentirme más orgullosa
de mi hija, no podría tener una hija mejor y por eso ahora sé, por qué debía
llegar, pues tenía que enseñarnos mucho de lo que es vivir. Es por ello que hoy, entrando de nuevo al
tronco de toda esta bola de estambre enredada, empiezo a sacar hilo por hilo.
Tenía que poner a cada quien, en su justo punto, en el lugar adecuado para
poder entrelazar la razón de muchas cosas. Empezar a desentrañar mi
inconformidad, mi soledad, mis culpas.
No era solo un árbol torcido
Harry siguió en su
trance, con todo y que mi hermano nada paciente, en lugar de intentar
encausarlo, se dio la vuelta y solo hizo lo que siempre, cuando no le interesa
tomar una responsabilidad, le corresponda o no, olvidarse del asunto. Para mi
hijo fue sentirse relegado, que no formaba parte de ningún lado, rechazado y
castigado, causó más rebeldía. Aquí comienza ese peregrinar de mi hijo.
Llegamos al punto donde estando en la casa sin saber cómo ayudarlo, lo deje
ir.
Cuando no
encontraba por ningún lado esa fuerza para poder continuar, la llegada de
Darien a mi vida dio un giro desconocido para mí. Me sentía responsable de
querer hacer algo con él. Cabe la posibilidad que el motor, fuese esa criatura.
Podría ser que cuando me di cuenta de
que lo estaban matando y no en forma literal, obviamente, era esa actitud de
pensamiento cerrado lo que no me gustaba, decidí que podía hacerlo de forma
paralela y que intentaría llevarlo al mundo al que debía pertenecer. Pero grandes
sorpresas me llevarían. No podía entender, como dejarlo en esa burbuja aislada
y vacía, cuando tenía tanta cabeza para extender en el mundo. Y así fue como
pensé en sacarlo de la caja de algodones. Gran error… Un día como muchos de los
que llegue al pueblo a verlo.
En los primeros
años de vida no fui muy seguido, tenía miedo y era comprensible, creo que todos
teníamos ese miedo atorado y observar con tristeza que, no lo dejaban ser; lo
detenían, le solucionaban, lo acogían en la mente de cada uno de ellos,
pensando que mientras estuviera en sus vidas, su único cometido era cuidarlo
para que siguiera viviendo. Pero de alguna manera me di cuenta, que él quería
vivir a su modo, en su mundo y con sus ideas que nadie le entendía; lo
imaginaba rebelde, queriendo hacer su voluntad poniéndose metas y llegando a
ellas, solamente con el esfuerzo medido y calculado por el mismo, nadie le
decía que hacer o cómo hacerlo, lo hacía y punto.
Como lo vería
después en algunas visitas. Un día, con motivo de segundo año de mi nieto,
comentábamos con el consuegro, que dadas las circunstancias que se habían
presentado, pues Harry había decidido a finales de octubre que se iba, ya desde
hace mucho rondaba por su cabeza la idea de entrar al Ejército. Curiosamente
estando aun en Córdoba, cuando buscaba la forma de que se alineara por el
camino recto, busque todas las alternativas posibles; incluso hasta había
encontrado un colegio religioso donde se quedaría encerrado estudiando, cosa
que, ya ni eso hacía.
Yo no habría
imaginado que el querría entrar a la milicia; pero como los hubiera no existen,
ya que las cosas deben y pasan cuando son su memento, cuando deben llegar, porque
son para algo, de ser así no estaría Darien y ni mi hijo fuera lo que es ahora.
Durante tres días, por teléfono un día y
al otro también, le dije a mi hijo que pensara, razonara y pusiera en una
simple hoja en blanco, mentalmente o si prefería físicamente, junto con Severa,
que era lo que querían que se hiciera.
Yo siempre los he
alentado a que tomen sus propias decisiones y se ajusten a sus consecuencias,
como pareja deben de hacer las cosas entre los dos; cosa poco factible estando
en la casa de quien manda. Le expliqué que como madre no podía o más bien no
debía decirle que hacer, puesto que no era mi vida, ni mí parecer. La forma en
que nos hemos educado, ha sido esa, la de inculcarnos lo correcto, pero al
final, cada quién debe de tomar su camino. Cuando platicamos respecto y, que
era lo que debía hacer, le dije: < no hay decisiones fáciles, ni difíciles,
uno decide si la hace y como la hace >.
Los suegros sabían
que quería irse y, lo único que buscaba mí hijo, era que su familia tuviera una
vida mejor, que estuvieran protegidos, quería sentir que aportaba con un
trabajo; estando ahí nunca sintió que aportaba en algo trabajando con ellos, se
sentía como la chacha que como ahí vive, te sujetas a los mandatos de los
señores patrones; como joven podía tener ideas o proyectos buenos, nunca
aceptaron, ponían el pretexto tal vez razonable, que ellos sabían cómo manejar
su negocio; si Harry y Severa querían hacer otra cosa tendrían que apoyarse en
ellos, finalmente las maquinas eran de los suegros y las decisiones las tomaban
ellos; los chicos, ni quejarse, se atenían a lo que les mandaban y eso causaba
impotencia en los dos. La realidad y cada vez lo ratifico, si las cosas no son
como ellos dicen, malo; mi hijo salió de una educación autoritaria para caer en
una peor.
En un principio
pensé y lo hablé, que sentía que era fuga; no veía a mi hijo metido en ese
ambiente fuera de su entendimiento, pero creo que a veces uno busca los
extremos más complicados para poder salir a flote. Varias ocasiones antes de
este episodio, me pidió, incluso el mismo habló por teléfono con Gabino y le solicitó
su ayuda para entrar, tan sensato, firme y tajante como es; solo le espetó un
tanto encabronado, que muchas veces le pidió, que el decidiera que quería hacer
de su vida, que muchas veces le dijo que estaba cometiendo muchas estupideces;
ahora si quería hacer algo tenía que ser por sus medios y por su esfuerzo, que
ya le habíamos dado mucho y no lo había valorado; algo semejante le había dicho
un sinfín de veces Antonio a Harry. Lo mando al cuerno y le dijo: “si tantas
ganas tienes de entrar hazlo y ya”. Lo primero que me paso por la mente era;
huir. Ya habíamos llegado a otros planes antes de eso, me había pedido prestado
una cantidad para que pudieran ellos continuar con su propia producción e irse
capitalizando, a fin, de tratar de depender menos económicamente de los padres
de Severa. Eso fue meses antes, ya habían recuperado la inversión y la
doblaron. Trabajaban mucho los dos, pero el brazo fuerte y la mano derecha del
suegro era Harry; como negocio ya de muchos años, el consuegro tenía siempre
mucho trabajo, no solo en temporada escolar. Indiscutiblemente que debió pasar
mucho tiempo, para que aprendiera el negocio y tuviera el conocimiento de, cómo
usar las máquinas, se adaptará al ritmo de trabajo y, como todo, lograr después
de mucho algo de confianza, la suficiente como para que en algún momento el
suegro, aceptara incorporar algunas novedades, pero eso me lo dijo, poco a poco,
atragantándose el cogote y después que mi hijo se fuera.
Él lo sabía. Sabía
que tenía la mesa puesta y la charola en la mano, que, de una forma u otra, con
los problemas digamos normales de una familia en que todos se meten y nadie hace
nada; los hermanos de Severa poco se inmiscuyen, las esposas arman muchos líos,
al fin broncas de familia mal educada, pero no quería eso.
Cuando me comentó
la oportunidad de que podía intentar ingresar a la milicia, pensé; puede tener
de dos sopas y las dos son buenas, si logra entrar que lo veía difícil más no
imposible, mucho menos para su terquedad, tomando en cuenta que es más miope
que un topo, estaba pasado de peso, se la pasaba sentado todo el día, lo que no
le daba nada de condición física; le sugerí que se pusiera en los pocos ratos
que pudiera hacer ejercicio, no lo hacía y hasta se burlaban de él. Pero por
otro lado su obstinación y necedad hacían, junto con la inteligencia poco usada,
que también le pedí que hiciera la prepa y tampoco se decidió; me dejaba muchas
incógnitas en el aire. Entonces le quedaban dos posibilidades, aguantar o rajarse.
De entrada, se llevaría la mejor de las experiencias; disciplina, orden y
normas que, contradictoriamente en algún momento, nunca quiso o pudo llevar, ni
estando con sus suegros, por lo que no le quedaban muchas opciones, si lo hacía
consiente, ganaría y si lo hacía por huir, se daría cuenta de una forma un
tanto brusca de que era lo que debía valorar más, de igual forma ganaría. Las
experiencias de la vida son frecuentemente, las que nos hacen madurar o por lo
menos tratar.
Ese día el
consuegro me dijo que ya no quería trabajar al mismo ritmo pues sin su brazo
derecho que le ayudara con lo más pesado y, sin la oportunidad de llevar a cabo
los planes que tenían, ya no quería seguir. Viéndolo de otro modo cosa que
también consideré después, que se comenzara hacer pato y ya no cargara el con
todos los gastos y mi hijo tuviera que organizarse para mandarle dinero a su mujer;
al tiempo eso fue lo que sucedió. La triste realidad es que, ni ha bajado el ritmo,
sigue jodiendo a Severa y en efecto ahora exigen que el otro mantenga a su
familia como si ganara los miles de millones; aparte de otras cuestiones poco
lógicas; ellos no saben cómo viven o sobreviven en ese ambiente, eso, a ellos,
les viene quedando muy guango. Por el lado que lo viera, forma parte de la
responsabilidad, aun cuando Darien genera muchos gastos, simplemente las idas a
la Ciudad d México cada mes o dos meses a consultas, eso ya basta para que ni
Severa pueda dejar de trabajar y siga dependiendo de sus padres; lo peor del
caso y yo lo sé, es que sus padres e
incluso ella no entienden, no aceptan, no asimilan, los soldados rasos no gana
una fortuna, les dan muchas cosas estando en su lugar de trabajo; otras muchas,
diría yo demasiadas las tienen que comprar ellos, ahí adentro, un café, un
refresco, una dona; equipamiento, cosas para el aseo, botellas de agua pues no
pueden, hablando de practicidad tener garrafones por ejemplo; es un ambiente
difícil y conflictivo, indiscutiblemente que muy bueno para muchas cosas, tiene
infinidad de bondades que se deben de tomar en cuenta, la bronca es que la
familia y la misma Severa entiendan que, todo tiene su proceso; nada es gratis,
nada es fácil. ¡Pero sí que están buenos para que nada les parezca! si no es a
su modo y a su acomodo.
Yo sentí que,
podía ser esa determinación una forma en que Severa se encargara de tener su
propia producción mientras estuviera ahí, teniendo forma aprovecharla y menguar
la idea que le rondaba por la cabeza; como locura no tan descabellada, quería
irse con su marido, el cual estaba en ese momento en un estado donde el clima
es tan extremoso como difícil, nada adecuado para ambos; Severa con su anemia
crónica y sus sangrados de la nada y Darien propenso a infecciones, el calor no
era el mejor aliado. Pero aquí lo que me llamo la atención es esa disparidad de
ideologías, por un lado, la idea de querer como pareja hacer su vida, como
fuera, contra lo que sea y eso podía un arma de dos filos y no precisamente
malo, solo tal vez arriesgado, pero quien no se arriesga no sabrá cómo le va
ir, no hay bolas mágicas. Una parte de mi interior me decía que lo llevaran a
cabo, la otra, la cerebral, decía que físicamente los dos podían correr ciertos
riesgos, pero igual que mi hijo si no lo hacen no saben, y si no intentan no
aprenden.
Harry por fin
decidió que se iba. No le dijo absolutamente nada a sus suegros, sabía que le
seguirían dando largas y en el peor de los casos drama seguro. Según ellos no
querían decir nada por temor a enfrentamientos, yo le pedí todo lo contrario,
finalmente ahí viven y saben cómo reaccionan, mi pensar no tiene nada que ver.
Solo les dijo que iba a ver lo de su cartilla y hacer el servicio para
liberarla. Cuando fui para el cumpleaños de Darien me preguntó si yo sabía
algo, que, si regresaría, le dije que no, que no iba a regresar y que yo le había
pedido que fuera honesto. Mientras platicábamos vi al consuegro con una reacción
que no me esperaba, estaba consternado, por un lado, se sentía orgulloso de que
lograra saltar sus bardas e hiciera lo que él veía correcto, al mismo tiempo
desilusionado pues él lo había acogido como hijo y como tal quería que
continuara con su tradición en el negocio; lo sentí molesto porque simplemente
el otro se brincó las trancas y los dejó con todas las broncas; por otro lado
creo que sintió, al igual que yo, que sería un aprendizaje, duro pero bueno. Cuando
en el trascurso de cuatro meses entre que hizo circo, maroma y teatro para
poder ingresar; fue un verdadero zarzal de líos, problemas y espinas. Dadas las
condiciones poco favorables, fue un verdadero vericueto que se quedara, gastos
al por mayor, compras de quien sabe que tanta cosa, finalmente se quedó.
Puedo imaginar a
mi hijo más de lo que pudo habernos contado. Pienso que, al ser de las pocas
cosas que decidió con o sin conciencia; realizarla a pesar de todo
contratiempo; haber tenido el valor y lo que él solito estipuló, no podía
imaginarse lo seria estar absolutamente solo. No esa soledad de cuando se fue
de la casa, no esa, puesto que sabía que podía haber regresado, que tenía a la
mano a su familia, que podíamos ir a verlo, hablarle por teléfono; no, era otra
soledad que no conocía, esa de estar con gente extraña y saberse solo, esa que
te corroe las entrañas cuando duermes en un catre duro, oyendo ruidos
desconocidos, esa que cuando deseas un abrazo, no lo encuentras, cuando tienes
días francos y vagas por las calles buscando rostros extraños para poder
desahogar tus soledades.
No, no ha sido
fácil, al contrario, admiro a mi hijo por entender que debe seguir adelante
para saber quién es y hacia dónde va. Aun cuando en algún momento y sin saber
la razón al escucharlo muy desencajado un día que me marcó. Había estado dos
semanas sedado y vigilado en el hospital, su mundo en fracción de segundos se
nubló, en algún momento se perdió en ese laberinto de contrariedad y pensó,
tontamente en vez de buscar ayuda, cual era lo adecuado, salirse por la vía
rápida. Yo sé que pasó por su cabecita, yo lo viví, solo que no puedo asegurar
si las intenciones fueron las mismas. Afortunadamente creo que ahora entiende
que primero debe de conectar el cerebro antes de tomar una mala decisión. Supongo
que el mismo Darien está contribuyendo a esa ayuda.
Puedo medio, solo
medio imaginar cual fue su frustración, desesperación, enojo, tantas cosas;
pensando en ese momento, cuál hubiera sido el desenlace de no haber llegado un
superior y le quitara el arma de la mano. Tuvo que haber sido un momento en
extremo doloroso, nublado en que no enchufo el cerebro. Podemos tener en
situaciones extremas, reacciones que después, no entendemos cómo llegamos a
ellas, simplemente nos cegamos. Que también creo, no podía regresar con la cola
entre las patas y derrotado y fracasado. Hacer algo, que, dentro de su cabecita
loca, sabía que podía ser muy bueno, mas no sabía en realidad a lo que se
enfrentaría hasta que no lo viviera en carne propia. En su caso como en el de
muchos supongo, se ha de ver hecho rueditas, espirales, círculos de tantas
realidades que casi segura, no imaginó y lo peor del caso siendo honesta, no me
preocupa, ni me angustian los problemas a los cuales se puede enfrentar;
curioso, pero no me asusta, ni me paso en vela las noches pensando si come,
duerme, vive o se muere de miedo. Cuando se fue, yo sabía que tendría que
enfrentarse a muchos problemas, algunos, a él le servirían para aprender a
solucionarlos solo. Yo no podía seguir resolviéndole la vida, ya no y me dolió
mucho, pero formaba parte de ese aprendizaje; así como ahora entiendo que
podría haber hecho algo para Darien viviera conmigo, protegerlo y ayudarlo,
pero… ¿sería lo correcto?, serviría de algo, no, solo elucubro sin saber lo
importante, que quien debe decidir es mi hijo, este o no cerca. También, para
no variar me sirvió a mí; saber el sentimiento que había en él y que yo, no
podía hacer nada; cuando tenía días de descanso mientras estaba en su tiempo de
entrenamiento y esperar a ver si se quedaba, si lo aceptaban; no tenía como muchos
donde quedarse o se encerraban todos los días en la base o los mandaba a
despejarse la cabeza, este lapso de tiempo le ayudó a analizar muchas
situaciones que, en otro momento no habría hecho.
El hizo su
entrenamiento en la base de Ensenada, en una ocasión me pregunto si podía
quedarse unos fines de semana con mi hermano, a lo cual yo le dije que no creía
posible pues generalmente salían. Él le llamó para preguntarle, Harry le pregunto
directamente, que si podía quedarse y si le prestaba su lavadero para lavar sus
uniformes. Podía y de hecho solucionó el problema, yo le di algunas ideas,
sabía que no le darían chance. Lo entendí, pero no lo acepte, o lo acepte, pero
no lo entendí. Argumento que no quería dejar a mi hijo solo con mi cuñada y sus
hijas, puesto no le tenían confianza; acaso era tan malo, tan malo. El que
tenía que aprender a solucionar sus problemas era mi hijo, le serviría más a
él, que a los demás, que se les ha tendido la mano cuando la han necesitado.
En el pueblo
cuando había temporada de trabajo, es decir antes de temporada escolar, era
estar en la silla a las cuatro de la mañana y pararse dos veces a medio comer y
parar al filo de la media noche; sin dejar de ir los lunes rigurosamente a
vender en el mercado de San Martin Texmelucan, la noche de lunes para martes
los uniformes escolares. Pero eso a levantarse a las cinco, bañarse con agua
fría, ponerse a correr como tarugo, hacer ejercicio, comer lo que les dieran y
aguantar el cambio de clima; le toco llegar en invierno y ¡Ahí no hace frio, es
lo que le sigue! Ahora sufre de los primeros calores de cuarenta grados.
Para mi hijo las órdenes
son y no, un problema, es un chico muy noble, lo cual le da ventaja o
desventaja cuestión de enfoques, pues no se puede quejar de ello, educación y
bases de moral que cualquier criatura recibe; así que no puede decir que no
sabe, cuál es la diferencia entre bueno y malo, lo correcto y adecuado, si a
eso le aunamos su inteligencia desperdiciada, que está acostumbrado más bien a
manipular para obtener lo que quiere, si lo sabe utilizar de forma correcta
puede llegar lejos.
Ahora tendrá que
quedarse calladito y no podrá ni decir pío, aunque no esté de acuerdo, ni modo
así le tocó. Tendrá que aprender a sortear situaciones o seguirán arrestándolo,
lo cual no es nada bueno. Muy sociable, platicador, observador que sabe cómo
ganarse a la gente y como aprovechar los hueros que se le vayan presentando. Lo
primero que le pedí cuando se fue, era que hiciera lo posible por estudiar, que
hiciera la preparatoria como fuera y que ingresara al colegio militar, esto por
dos cosas; una para que tuviera una buena preparación y le generara mejores
ingresos y, la posibilidad de mejores oportunidades; la segunda menos riesgo,
menos problemas y forma de avanzar para obtener rangos más altos. Pero algo que
no entendí muy bien y que vino para variar de la familia de mi nuera; el
ingreso como soltero, lo cual era la forma en que podía ingresar al colegio y
hacer una carrera; pero no podía ingresar al colegio si declaraba después estaba
casado y afiliara a mi nuera y al niño.
Yo, la verdad, no
entendí es estupidez, porque fue una estupidez, si no declaraba que estaba
casado y no afiliaba a su mujer e hijo, ¡cuál era el problema!, ellos están más
que atendidos uno en el Hospital Infantil y la otra en Perinatología; ¡que! ¿Acaso
pensarían que se sentiría solterito y los dejaría, o que se desentendería o que
sería mal visto?, no sé qué pensaron, pero eso para no variar, es su mente
cerrada. Se ha dado la arrepentida ilógica de su vida por haber sido rebelde y
no hacer la preparatoria, pero más se va a sentir estúpido por no haberse
impuesto y haber hecho lo correcto; otra vez usando los verbos que no se deben.
Ya lo hizo, ya ni
modo, tendrá que revalorar cuando cumpla sus tres años reglamentarios, que
decide hacer con su vida; con la suya, no la de los demás, ni para los demás;
pues si él no está conforme, no lo estará con los que tiene junto a él, sabe
que no tiene mucho de dónde escoger, puede regresar con sus suegros, lo cual no
será nada satisfactorio, se sentirá atado de nuevo y peor pues dejaran saber
sus burlas y sus quejas, lo tildaran de fracasado y será una vida indeseable. La
misma Severa sabe que deben salir de ahí.
Y eso yo lo sé, lo viví, lo sigo viviendo, pero es mi camino, el suyo es
otro. No solo lo hemos visto nosotros, lo han visto otras personas; Harry
quiere a Severa, pero lo que significa Darien para Harry es completamente
diferente, todo su ser se llena cuando esta con el niño, más ahora que no lo
tiene cerca. Mi hijo adora a su criatura, es su vida y su ser; se ha volcado en
el cómo ese ente que llegó para transformar su mundo y su vida; por eso sé, que
no habrá poder humano que haga que lo separen de su hijo. Ahora puedo ver tras
bambalinas, lo que comenté en algún momento; se llevan totalmente diferente
cuando están solos, que estando con la familia de mi nuera y es, una triste
realidad; pero como no puedo más que ser realista, positiva y objetiva, ni lo
puedo cuidar, ni vale de nada preocuparme pues no está en mis manos, solo me
queda orar para que este bien y dejarlo.
Lo imagino
haciendo lo que nunca, ni de pequeño, ejercitando su relleno cuerpo cebado por
no hacer nada, sudando a mares, usando sus neuronas, siendo honesto dentro de
sus preceptos, dejarlos sin dejar de sentirse extraño en un mundo de órdenes
contradictorias, analizando sus errores y lamentándose al mismo tiempo;
intentando quitarse las muletas de trozo en trozo, como cebolla de capa en
capa. Un día hablamos por teléfono cerca de hora y media, lo escuche pidiendo
auxilio, literalmente su voz temblona y apagada, en que daba a notar desconsuelo
y desesperación; al mismo tiempo resignación y un hálito de madurez, me contó
que había platicado con una psicóloga, la tercera o cuarta en su vida; que
entre las cosas que le llamaban la atención era su inestabilidad, pero más su
falta de seguridad en el mismo. Muchas veces le dije que debía de indagar que
quería Harry para Harry, que quien era Harry por sí solo, esos cambios bruscos,
pasar de un momento de seriedad y cargando una careta o armadura oxidada, para
no sentirse lastimado al darse a conocer, a otro de nostalgia e inquietud, nervios
y aceleramiento inoportuno; pero lo más importante que no daba todo lo que
debía dar. Mi hijo ha demostrado no una, muchas veces que le sobra cerebro, a
diferencia de Julia, esta es perseverante, terca y se afianza de lo que desea
hacer y hasta que no lo logra; el otro, sabiendo que puede, se deja llevar por
las aguas fáciles cual barquito de papel que maneja la corriente.
Que sucederá, no
lo sé y ya no estará en esta historia, pues ese no es el cometido. Solo sé que
pide a gritos auxilio y sosiego, que necesita estar con su familia y esta vez, hablo
de nosotros; nos necesita y como siempre aquí estaremos. Pero lo que percibí
ese día, no fue nada agradable; me sentí impotente, alarmada y con una fuerte
sensación de que sentía inmensamente solo. No cabe duda que alguien lo cuida,
sea su conciencia o un ente lejano; esta plática fue semanas después del
episodio del arma.
Utopías
Sus esperanzas de
que su pudiera irse su familia con él se vinieron abajo, lo cual le dejaba la
posibilidad de solicitar un cambio, para poder estar más cerca o más accesible
a ellos. Me preocupa sobremanera, pero no puedo, no debo hacer nada; que siga
esa criatura metida en esa casa, en ese ambiente, sin tener otras
oportunidades, sin tener a su padre cerca que haga la contraparte en educación
y equilibrio.
Decía muy horonda mi nuera, que quería que
entrara en preescolar a una escuela Montessori, si claro, quiero verlo, aun
cuando se le ayudara a pagar; va aprender a ser independiente, a pensar, a usar
su potencial para regresar a un a casa donde lo van a molestar, a limitar, juzgar, tildar de rebelde y anexas, aunado con
esto mi nuera y no es pretexto, lo quiero aclarar por qué yo lo he vivido
durante mucho tiempo, ella también sufre de la tiroides solo que en ella si es
solo hipotiroidismo; un mal que aqueja a tantas personas y que es complicado de
sobrellevar, te trastornan tantas funciones, pues es la glándula que regula
infinidad de funciones en el cuerpo. A diferencia de Harry, Darien se altera
con su madre, mi hijo lo tranquiliza, ella lo ignora, se desespera, lo deja
cómodamente al cuidado de los demás. Para ella, como decíamos, en su casa no es
aceptable que se sienta mal, que sienta cansada, deprimida, de mal humor, que
tenga hambre o no, eso a su familia le viene valiendo y le sumamos la falta de
ayuda y conocimiento para saber cómo ayudarse; se puede sobrellevar eso de
muchas formas.
Un día le expliqué
que podía hacer, incluso le dije que podía ayudar a Darien al mismo tiempo que
ella se ayudaba, enseñándole cosas, jugando con él, buscando una forma de vida
paralela; esa criatura es tan susceptible, que se da cuenta cuando algo no está
bien, a su corta edad, se vuelve el héroe ayudando a los desvalidos con su ternura
y su entrega total.
Lo que no quiero y
espero no suceda, que sea esa actitud la tomen como pretexto de claro
sentimiento de autoflagelación para obtener atención de él, pues eso lo
detectará en algún momento y se retirara. El necesita ser útil, ver que los
demás entienden y por consecuencia ser útiles. Si él puede, no espera que los
demás no lo hagan, máxime siendo normales.
Lo dije en un
inicio y lo sostengo; no veo mal esa diferencia de ideología, de vida, de todo;
lo que no entiendo y no es mi problema, lo que va a pasar Darien para quitarse
esas piedras, será interesante de ver, los que van a batallar con él, son los
demás, él no, para nada. Mi hijo me comentó en algún momento: - no sé si sea
bueno que solicite un cambio por la condición médica de mi hijo, acabo de
entrar y no creo que me lo den - esto fue un consejo que le dio un superior,
¿porque la duda?, ¿de dónde asumía algo que aún no había hecho?, denotaba esa
falta de confianza, a lo cual, solo le comenté que cuando se hacen las cosas
bien y se actúa correctamente conforme a lo que debes hacer, las recompensas
para sí mismo en primer término y los añadidas llegaban, así como también le
dije; que desde mi punto de vista debía de buscar la forma de estar cerca de su
familia, si recordamos esa manera de pensar media incongruente tarde o temprano
le meterían pájaros en la cabeza a Severa y por otro lado le estaba anticipando
las reacciones de Darien conforme fuera creciendo. Y sucedió el enfrentamiento.
Llego Harry a la
Cuidad de México, contra todas las broncas que se echó encima, pues no le
tocaban vacaciones aun, se aprovechó de brincarse algunas trancas y logró que
lo dejaran salir unos días, esto le costó caro, no solo en dinero, pues le
pidieron que realizara algunas tareas a costa de su bolsillo; en fin, llegó y
se encontró con su mujer e hijo. Recordemos que habían terminado con sus
anhelos cuando aseguro a su familia, eso le quitaba toda posibilidad de poder
aun haciendo la preparatoria de ingresar al colegio.
El aprovecho esta
venida para poder ingresar a Darien al hospital militar; eso fue lo que tanto
pelearon los padres de Severa y ella misma, ¡cómo no iba hacerlo!, ¡qué tal si
se daba a la fuga sintiéndose soltero!, total que importaba que se quedara como
vil soldado de tropa, pudiendo haber hecho una carrera y ganar más, obtener un
rango, eso no importaba.
Se me ocurrió
estúpidamente, que como mi nuera se tenía que regresar antes al pueblo, pues tenía la inmensa
fortuna y suerte, de haber sido elegida por los dioses, de tener que participar
en una casilla electoral; si, estoy siendo sarcástica, aparte de cuadrados,
politiquillos, como si eso dejara algo bueno, en fin, se queda mi hijo para
poder llevar a Darien al hospital, se me hizo fácil a sabiendas y que coraje de
verdad saber lo que va a pasar, como si en efecto tuviese una bola de cristal y
adivinara el futuro.
Yo sabía desde la
última plática de más de hora y media que tuve con mi hijo por teléfono, que quería
venir a verme, lo sé, estaba en medio de un marasmo de confusiones y
contradicciones; más que eso de nostalgia, ganas de que lo abrace fuerte y le
diga que lo amo, que vea en sus ojos y sienta en su voz, que ha avanzado en el
camino del reencuentro, no ha sido nada sencillo, de hecho ahí está el punto
¡con un carajo!, tenemos que pasar por cada una de esas bardas, piedras,
dolores, soledades para encontrarnos. Me duele mi hijo, soy madre, él es padre.
Le advirtió Severa
que debía de llegar al día siguiente con el niño, en primera porque le harían
una misa; lo que me pareció de lo más estúpido e incongruente y que en efecto
fue mi augurio cual arbitrio funesto y certero; si quería venir a verme a
Querétaro, era solo, ¡no podía traerse a su hijo, suyo de él!, su queridísimo
suegro no quería que se lo llevara, no fuera ser que no lo regresara, ¡Eso
quisiera hacer, quedármelo, nada más a él!
Pero después de
todo, no llegó más que a enojo de parte nuestra y de él, se tuvieron que quedar
mi hijo y mi nieto el día de la misa, con todo y enojo; había que empezar a
introducirlo en las consultas en el hospital militar, así que, al día siguiente
los alcanzó mi nuera y ahí se quedaron hasta el día de la cirugía, la cual, ya
estaba programada en el Hospital Infantil. Para variar con su labia y artimañas logró en
menos de una semana que, le arreglaran las citas, hicieran exámenes y le
entregaran copia del expediente, que normalmente se tardaría tres meses, se lo
dieron en cuatro días. Para mi nuera, era ineludible que esa confianza que le
tiene a su marido, se viera reforzada; está moviendo los hilos de tal forma que,
pueda de manera neutra, estar con ellos, fuera del pueblo, lejos de la malsana
influencia y logrado entender que dos son más que uno.
No es magia, es realidad
¡No soy bruja, ni
tengo bolita mágica!... es simple lógica o ilógica, no sé… Yo veía a una
criatura que en la medida que fuera creciendo, lo iban a tomar por rebelde y
desobediente; presentía que se debatirían entre dejarlo ir al preescolar y
ponerle tutor en casa, no le fuera a pasar algo; o puede que ni tutor, si los
otros sobrinos ignorantes, si es que van, para Darien no sería más que pérdida
tiempo, él claro está , los dejaría con los ojos cuadrados y triangulares cada
vez que decidiera hacer algo que él quería, sin importar y solo midiendo sus
fuerzas, atajando sus molestias, simplemente porque es terriblemente terco y
perseverante.
Imagino su enojo
al ver, la extraña diferencia, entre atascarse la boca cuando le dan de comer,
empujándole cucharada tras cucharada sin darle tiempo a masticar, con lo cual
parece ardilla almacenando la comida en los cachetes, a comer con su cuchara o
con la cuchara favorita de la comunidad; la tortilla y empujándola con sus
manitas.
Una ocasión que
estuvo con nosotros solo con su mamá, fue un año nuevo y se quedaron dos
semanas, Darien tenía un poquito más de dos años, tenía poco de haberse soltado
a caminar, parecía pingüinito o algo perecido, suponíamos que necesitaba
guardar el equilibrio entre su inmensa barriguita y la fuerza que suponía el
esfuerzo de caminar; recordemos que con los músculos del abdomen hacemos
prácticamente todos los movimientos y esfuerzos, pero, la realidad es que caminó
cuando el decidió que quería caminar, no obstante aun no quiere hablar, ha de
decir que para que, si todo le adivinan y es cierto; me preocupare cuando
comience a hablar, horror va ser una pesadilla para todos, será el niño NO.
En esos días nos
dejó con la boca abierta, estábamos sorprendidos de su capacidad no solo de
aprender, de imitar, pero sobre todo de observación; es tan analítico, que de
entrada, el decidía en que, momento y cómo, dejaba que las personas se le
acercasen, a mí que no me ve muy seguido, se pone rejego el primer día; claro
que lógico después del viaje y llegar de noche, pero él se divierte a su modo. En
una parada técnica que hicimos para tirar el agua acumulada en la vejiga,
pasaron por delante de la camioneta unas chicas, las cuales fueron seguidas con
la mirada atenta de la criatura hasta que desaparecieron de su vista; desde muy
pequeño es coqueto o yo diría que conchudo y se deja querer si él quiere claro
está.
De las primeras
cosas que me llamaron la atención fue, que estaba acostumbrado a que le dieran
de comer, lo sentaban en su periquera o en las piernas del abuelo, yo le puse
un cojín en una silla, para que alcanzara y le puse su plato y su cuchara; cuál
no sería la sorpresa, le quito las manos a su mamá para agarrar él solo la
cuchara y comer.
Cuando le
mencionamos y le hicimos con el ejemplo de masticar y luego meterse otra
cucharada, dejó de rellenarse los cachetes de comida; dejó de masticar con la
boca abierta y ya no empujaba la comida con las manitas. Al día siguiente de
que llegaran, ya se había acostumbrado al espacio, en mi a casa a diferencia de
la de sus abuelos maternos, podría ser como dijo mi nuera, que era como si se
manejara en su recamara; ese espacio es un poco más grande de lo que abarca mi
sala y comedor con la cocina, honestamente no creo que sea esa la razón, pues
se movía como pirinola por todos lados, y no pienso que sea esa la razón por
que sencillamente los muebles no están dispuestos igual, así que cómo podía
pensar en que, veía la mesa del comedor y sin pensar saber por dónde moverse;
no se pegó ni una sola vez; corría como loquito y esquivaba los muebles como si
nada.
La necedad andando
El primer día que
Darien vio a mi hija; no estoy muy segura de que tanto la recuerda o no, pues la había visto varios
meses antes; otro yoyo territorial que pretendió cual perrito dejar en claro
cuál era su territorio, la dejó con un palmo en la nariz, hasta que Julia
descubrió, inconsciente o consciente, yo
pienso que lo primero, que si se ponía a la altura de la criatura, jugando con él,
obtendría algo y como estaba azorada de la vivacidad y lo mulísima que es su
sobrino, la tenía enganchada, al grado que parecían no uno, sino dos criaturas
corriendo para todos lados.
Como fuimos al
supermercado, pues había que llevar leche, Darien toma mucha y pañales en
paquete grande; le llevo Antonio unas colchonetas de plástico, de esas que se
arman de colores para poner en el suelo; a él, también lo traía tarugo. Julia
se encargó de armarlas para hacer un túnel, al que, en el otro extremo, le puso
una cobija; se pusieron a jugar cual enanos, las risas de los dos y de nosotros
eran estridentes. Corría de un extremo a otro, mientras mi hija se escondía y
le salía por el otro lado, pregúntenme que pensé al verlo moverse de esa forma,
que no era más que esa terquedad de hacer lo que le viniera en gana. Según lo
que dicen, esa molestia física de cierto dolor manejable, el cual
indiscutiblemente solo él sabe si lo tiene o no, no hay manera de saber si le
duele o no, que tanto o si es poco o nada; ¡le voy a mandar a poner sensores
para medir su dolor!, lo cual me deja con la certeza, de que para variar, somos
los adultos los que enseñamos lo que ellos no se dan cuenta, el dolor, el
enojo, el rencor, la prudencia, cualquier cosa que van experimentando por su
propia cuenta, hasta que neceamos en lo contrario.
Un día en que
estaba jugando, empezó a sacar debajo del sillón, la camita que se esconde, en
la cual, era donde dormía él; tontamente rodeado de los cojines para que no se
fuera a pegar con los muebles que están cerca, ni remotamente le hubiera pasado
nada, solo se sentía sultán entre tanto cojín. Al principio quisimos ayudarlo
hasta que nos mandó a la goma, cual era de esperarse; logró meterla y sacarla
solo, nuevamente eso requería esfuerzo. Comenzó con señas a poner sus manitas
en la camita para que me acostara, no necesita hablar, con sus movimientos se
daba perfectamente a entender. Me acostaba y se trepaba encima de mí para
hacerme diablura y media. Se ponía a observar lo que hacíamos, como lo
hacíamos; tengo la costumbre de hacerle apapachos a mi marido, en la barba o
juntamos la cabeza, le agarro el brazo; mientras comíamos de repente comenzó
Darien a ponerme la cabeza junto a la mía y haciendo su típica carantoña con gestos
de risa enseñando dientes y le hacía a Antonio con la manita cariños en la
barba igual que yo; cuando regresó a su casa trató de hacerle lo mismo al abuelo,
no le agradó que llevara monerías diferentes; su expresión bastó para que
Darien lo dejara de hacer, se dio cuenta de que había regresado a su casa, así
que adaptarse y cual camaleón es, recordó que ahí es donde todo le hacen.
Me da tanta
ternura y al mismo tiempo me retuerzo de la risa con sus gestos, ¡es tan
expresivo!, como cuando descubrió que, si me hacía gesto de enfado en vez de
asustarme o dejarlo en paz me reía, eso bastó para que ese gesto, fuera su
bienvenida cuando me veía. Salíamos a caminar en las tardes por la privada, con
su cuerpecito de robot y si en algún momento le daban ganas de que lo cargaran,
comenzábamos a jugar con él y mágicamente se le olvidaba. Incansable,
terriblemente inquieto, sagaz y muy intuitivo.
Cuando fuimos a
regresarlos a su casa, me sentí muy mal, había descubierto que ese niño sería
muy complicado en la relación con su familia materna, me di cuenta de que iba a
vivir entre dos mundos y nada que ver con que lo veamos o no, simplemente, él
ya trae su carga, su carácter, su pensamiento infinitamente más abierto que el de
sus parientes cercanos, me di cuenta que no puedo, más bien no debo de meterme,
pues lo peor del caso es que me quede con una impresión muy extraña de su
madre.
La tecnología al servicio del hombre
Podríamos haber
pensado que por el hecho de que estaban de visita, ella supuso, que
acapararíamos a la criatura, que nos haríamos cargo de él, de pies a cabeza; lo
curioso y no sé cómo explicarlo, yo pienso que, con todo y que este esté en
casa ajena, no solo atiendo a mi criatura, si veo que están haciendo otra cosa;
lo vigilo. A un niño pequeño hay que tenerle mil ojos; simplemente no me pongo
a perder el tiempo en el teléfono o dejo a mi criatura ahí sin ver ni que hace.
No sé, me dio la impresión de que su atención, no estaba precisamente atenta,
que si en mi casa lo dejó que se entretuviera con lo que pudiera mientras ella
se metía en el teléfono, no imagino en su casa como es, cuando tiene a los
primos para estar con él. Contradictoriamente ella me comentaba, que, si está
muy consciente de que debe ir al preescolar, y que sabe que no debe de
desperdiciar esa capacidad que se nota a leguas, la pregunta es; ¿podrán
después de empezar a darle alas para volar y mente que ocupar, lograr que no
existan diferencias y problemas?, pero como no puedo ponerle la excusa de que
se sienta mal en algunas ocasiones, tendrá que aprender, como madre, que eso
pasa a segundo término.
Y no seré la más
indicada para dar ese consejo, lo sé. Es muy cuestionable, ahí es donde yo
sabía que no podía inmiscuirme; en primera porque no es lo correcto,
solucionarles los problemas a los dos, ellos deben de decidir qué hacer con su
hijo. Por otro lado, sería más complicado para él, estar dividido en dos mundos
tan diametralmente diferentes y contradictorios. Pero mi mente se negaba, una
parte de mi me decía que podíamos arriesgarnos, que podía pedir una especie de
tregua, tal vez un tiempo, ayudarle a fortalecerlo, para en efecto, se
preparara para lo que se le avecinaba. Darle un chance de que tuviera esa
educación que le permitiese sortear los problemas y saber cómo salir adelante. Ayudarlo
a que se hiciera independiente, que tenga algo con que defenderse en la vida,
pues no tendrá madre, ni padre toda la vida, ni abuelos para siempre, ni
nosotros tampoco. Saber que puede aprender y lograr sus objetivos y no dejarlo
como una persona que dependa de los demás para seguir; me da pavor cuando
empiece a hablar, cuando quiera leer, cuando exprese sus ideas. Pueden pasar
muchas cosas y hacia donde volteará ese niño. Pero era algo que debía de
analizar y sobre todo hablar con sus padres, solo con ellos. Así como en muchas
ocasiones los padres generamos respuestas ante las dudas de los hijos, pero lo
correcto es darles las armas, las decisiones son de ellos.
El proceso de las intenciones
¿Analizar?,
¿reflexionar?... ¿será?... No sé si comenzar por el principio, cual debería de
ser, pero tal vez iniciar con las repercusiones y el desenlace de esta crisis
que se apodero de mí sería interesante. Puesto que esta me llevó a realizar
cambios muy drásticos y a la vez comenzaron a generar esas dudas, no solo
respecto a mi nieto, mi hijo y a mi frágil estabilidad que estaba carcomiendo
mi vida. Ha sido muy fácil hablar de mi hijo y de mi nieto, de la familia de mi
nuera, de las diferencias marcadas, pero al extender cómo somos nosotros o, de
dónde parten esas insensateces, que en aparente sin sentido, revolviendo
tiempos, personas, situaciones, ya que, de alguna manera tenía que expresarlas,
no solo para entender quién es Harry, quien soy yo y cuál es el motivo de los
conflictos.
Somos una familia
“normal” y lo pongo entrecomillado porque no existen las familias normales, en
todas y cada una existen desavenencias, hueros, inconformidades, alegrías y
satisfacciones; decir que aquellas que componen un padre y madre son mejores,
que las que carecen de uno de los dos o ambos, seria inconsistente con una
realidad; que si aquellas en que son dos madres o dos padres, no deben según la
moral e ideología de la sociedad que, aplaude al machismo y la abnegación como
fundamentos de la familia correcta o que se basa en ejemplos; cuando deciden
que estos son negativos y afectan la psique de las criaturas; es como encumbrar
al que golpea, humilla y denigra sabiéndose protegido por la sociedad, que ve
con buenos ojos que se alcoholicen, se droguen o incluso que exista
promiscuidad. Cuando cada cosa que se hace como progenitores, sea lo más insignificante
o lo más grande, con palabras, acciones, ejemplos o hechos, interfiere en el
resultado a futuro.
Se han de
preguntar a qué viene todo este choro, cuestionamiento, introducción fuera de
tono de la historia que estamos contando. Parecerá extraño, pero tiene que ver
todo. Y no solo conmigo y, les aseguro que será un enjambre interesante y nada
fútil. Durante muchas veladas, en que nos encontrábamos tratando de desmembrar
y saber: ¿qué quería de mí?, ¿hacia dónde iba?, ¿que había hecho?, porque, cuándo
y cómo. Y como me había dejado llevar por la fácil salida del “no sé y me vale”
o, de evadirme en medio de desenfrenados enojos e histerismos, sin llegar
realmente al fondo de nada.
Podía tener días
en que, simplemente no aguantaba un simple comentario y explotaba, no solo en
llanto, en gritos, es ansiedad al extremo. Ya estaba siendo muy frecuente que
me saliera de mis cabales, que mis estados de ánimo se trasformaran de un
segundo a otro en aparente tranquilidad a estallidos de enojos o insatisfacciones
recurrentes. El cuestionarme con: ¿Qué hacía de mi vida? ¿Que esperaba? Pero,
sobre todo, que podía sacar de fructífero, tras muchos años de estar aletargada,
indiferente e inexistente.
En una ocasión le habíamos
dejado tener a Julia unos pollos que nos dieron el supermercado, parece
inofensivo, lo fue, por varias circunstancias provocadas para variar por mi
comadre; la tensión familiar, era una olla exprés. Yo no estaba en ese tiempo
en la casa, me había ido a la Cuidad de México a estudiar, cada fin de semana
que llegaba casa, era departamento de quejas.
Es día estábamos todos, no sé por qué fue en sí,
el problema, no me acuerdo con exactitud; Ana encerrada en su recamara como
siempre con tal no ver a Antonio; en un momento de estallido aparentemente sin
explicación, tome mi plato de comida y lo azote en al suelo y grite que ya
estaba harta. Creo que al poco tiempo fue cuando decidí regresarme, con todo y
el enojo de Antonio y de mi madre, sabían que me sentiría frustrada y
fracasada.
En efecto así me sentí,
pero nunca y lo dejo muy claro arrepentida. No perdí lo mejor que he tenido en
la vida. Uno piensa que cuando llegas a cierta edad, indeterminada, por cierto,
puesto que puede ser que, a los veinte, se pueda ser racional, o llegan a los
cincuenta y apenas medio atan cabos, la edad es tan relativa, cual Newton
quiera que sea así. Pero en la vida terrenal entre los mortales, actuamos de
una, representamos otra, la física, es decir, que tan jodidos nos veamos al
espejo y la cronológica; lo cual nos deja la incógnita ¿qué maduramos?, ¿a qué
le llamamos madurar? Es algo, que yo en lo personal, creo que es como la rueda
de la fortuna, a veces estas arriba y a veces abajo, y está en directa relación
con lo que aprendes abajo y arriba, no muy claro el asunto, ¿verdad?
Suponemos que comienzas
a tener algo más de eso que se llama conciencia, de lo que nos rodea, de las
situaciones a nuestro alrededor; no solo de la vida, también la de personas que
están con nosotros; las que dependen de uno, a las que les procuramos ya sea
buenas o malas acciones; y cuando aún no entendemos las leyes universales, nos
da igual ese asunto de tratar a los demás como queremos ser tratados, o aquel
que dice que con la vara que midas serás medido; es entonces, tal vez, cuando
te dedicas a reflexionar del pasado.
Seguiré disertando. Entonces, yo me decía que
no podía estar arriba en la rueda de la fortuna, que seguía abajo, pues no
había aprendido nada; lo que sucedía es que no quería darme cuenta de lo que
había hecho ni abajo, ni arriba. Decíamos entonces que ese pasado, obviamente
ya pasó se fue, chupo faros, se desvaneció como hielo en playa y nada de él
puedes cambiar; y que el futuro, ese que aún no llega, en el cual,
afortunadamente no existen las bolitas mágicas, ni que te hecho las cartas, te
leo el futuro, como ¡para que! Aparte
de que no es posible, no serviría de absolutamente nada; entonces en algún
momento lo ves obscuro y sin sentido, peor aún, cuando lo que tienes en ese
instante, no lo puedes distinguir como la realidad que es; lo pintas de colores
ya sea rosa o gris porque como no tiende a blanco ni a negro, es como cuando no
sebes en donde empieza el calor o el frio; las medidas aplicables a ver un vaso
medio lleno o medio vacío, y todo, para que no sea tan dura la realidad y no querer ver más allá de las cosas
infinitamente hermosas que existen a nuestro alrededor. Dentro de este caos sin
sentido, en una historia que parece sin pies ni cabeza, las reflexiones pueden
ser un tanto fastidiosas, pero aguanten la vara y continúen.
El universo que explota
Haré un paréntesis
y contar lo que sucedió en algún momento, o en muchos momentos en realidad. Este
episodio me dejó en un estado de shock durante muchos días, este en concreto, explote
y llore tanto, como hacía mucho no lo hacía; y que mi derramamiento de lágrimas
podría haber creado un gran piélago; no solo de dudas, remordimientos,
impotencia, como sucedió. Estaba tan desolada que tuve cual ave fénix resurgir
de mis propias cenizas para poder seguir y entender.
Sola no estaba. Como
en muchas otras ocasiones estábamos reunidos en casa, con algún amigo o dos o
tres. Generalmente los mismos, Gabino el de la armadura oxidada, el abogado que
era el tercer mosquetero cuando en esos tiempos tan difíciles nos juntábamos
los tres y hacíamos el mundo nuestro. Él es también de las personas más
importantes en mi vida. El otro amigo incondicional que nos ha sacado de las
broncas más dolorosas.
Había llegado a
Querétaro con una mano detrás y otra adelante. Sin estudios, con una vida
terriblemente difícil, logró levantarse, hacer una carrera, licenciarse en
leyes. Muy inteligente, capaz con un huero inmenso de falta de confianza,
solitario, de los que sabe con quién puede abrirse para no perder su
vulnerabilidad y salir lastimado; noble en exageración, el da sus calzones y no
le importa, ha llegado a ser como un ángel de la guarda para mi hija y una guía
muy certera para mí. Le daré su crédito merecido cuando platiqué de los
destrozos en que me vi involucrada y los cuales logro atenuarlos. El otro, es Eduardo,
un compañero que tuve cuando trabajaba en vips y que en ese tiempo fue un buen
compañero, amigo, confidente y desde entonces muy dado a decirme que estaba muy
loca; pero al tiempo cuando nos volvimos a encontrar, centrado y yo más
equilibrada, la amistad de la cual he hablado, seguía en pie, sin fracturar y
creo más sólida; como dos adultos que podemos dejar atrás las relaciones que
buenas o malas, dejan lo que vale la pena. Ha sido para mi marido y para mí una
buena amistad, con todo el respeto y cariño que existe. Tan ha sido buen
camarada, que fue el elegido por su sentimiento equilibrado, para un evento que
fue importante. Los tres aleccionados de muchas cosas que me habían pasado, los
tres al igual que mis únicas amigas en diferentes épocas, siguen junto a mí. Cualquiera
de ellos sabia más de mi vida que yo misma, a la par de mi marido podíamos
pasar toda la noche platicando de mil y un cosas, tirándonos tranquilamente una
botella de tequila.
A veces las
pláticas cuando se centraban en situaciones como el trabajo, recordemos que
Gabino, trabaja en el mismo sitio que yo estaba, pero aun fueran los otros dos,
el resultado era el mismo, nos metíamos hasta la cocina tratando de arreglar el
mundo; cuando el tema aparte del trabajo, era la situación con mi hijo o mi
nieto, esta se tornaba escabrosa, pero nada como cuando se tocaba el tema de
mis inquietudes, insatisfacciones y enojos, los cuales, mucho después
entendimos el porqué.
Sucedió un día, muchos de esos que se presentaron a lo
largo de algunos años y es increíble, ahora lo veo desde otro prisma; mi gran
debate entre intentar redimirme con mi pobre actuación con mi hijo y el ver que
a mi nieto se le avecinaba una vida muy complicada y entender que no poder
hacer nada al respecto, más que aguardar a que ellos solos marcara las pautas y
ver con mucha gracia como se iban a desesperar.
Pero la desesperada era yo, queriendo justificar mis traumas
que ya no podía cambiar, lo que veía y que no me correspondía, entonces algo
estaba mal; aparte de mí claro, de mi propia insatisfacción, de mi propia vida
llena de hueros sin llenar.
No somos de esas personas que nos tildemos ni remotamente
rencorosas, de hecho, tenemos la ideología de; “si tu mal tiene remedio para
que te preocupas, si no tiene, para que te preocupas” y es algo que
difícilmente se hace; el ser humano se desgarra el alma cuando tiene problemas;
los hacen más grandes, más chicos, les da vueltas, los apapachan y acogen para
que sigan viviendo, entre tanto piensan, en qué momento decidirán buscar alguna
opción y eso, si lo hacen; mientras siguen en una burbuja para supuestamente
cuidarse de los ataques y lamerse la heridas. Entonces me di cuenta de que
no podía culpar a los demás por lo que yo sentía, ni tampoco podía castigar a
mi hijo, por lo que yo había hecho. La que estaba inconforme era yo. No podía
ejecutar a la familia de mi nuera por ser como son, puesto que es su forma de
vida, no se les puede cambiar. Enojarme porque él se debate entre su educación
y la de ellos, ese era su problema, no el mío. Entonces tenía que escudriñar en
mi cabeza, alma y corazón, el motivo de mi insatisfacción. La cual después de
atar cabos, no solo la tenía yo, también la tenía mi hijo, mi nuera, sus
padres, mi madre, mi hermano, mi comadre, mis amigos; si quieren hasta ustedes
añádanse a la lista.
Entonces despiertas y te preguntas ¿en qué mundo vivo, que
vida quiero, que hago?, no tienes todas las respuestas. El corazón o, mejor
dicho, los sentimientos hacen o provocan grandes decisiones, a veces, ni uno
mismo sabe hasta donde se puede llegar. Cuando nos quedamos detrás de una barda,
parados y pensando ¿que habrá detrás de ella?... ¿sí podemos saltarla?, ¿y si nos caemos?, ¿y
si no sabemos cómo nos va a ir después?... y si, y si, y si sigues así, nunca
jamás pasaras esa barda, de eso… que se llama miedo; la falta de confianza,
apatía y ese no querer salir de la burbuja de la comodidad de donde todo te
dan, todo tienes.
Pero como
cuando después de una tormenta llena de truenos ensordecedores y nubes negras
cargadas de lluvia, sale el sol esplendoroso y limpia en cielo dejándolo azul,
lleno de estrellas por las noches y alguna luna llena que alumbra el camino;
así pues, ¿qué sería de la tristeza sin la alegría, la desesperanza sin la fe, y
el enojo sin el entendimiento?, es entonces cuando los sentimientos juegan un
papel intrínseco, que solo el que los siente, decide cuanto valor darles o
cuanta medida aportarles; acaso habrá quien ante el dolor lo vea y sienta como
esa carga de redención que lo apodera de sus sentidos, viendo como carga esa loza
pesada diciendo, es mi cruz o podrá ser que ante un problema mayúsculo, le
busque una plétora de pensamientos positivos y soluciones antes de rendirse.
Ahora supongamos, que esas vicisitudes, son solo la antesala, de los
aprendizajes que obtendremos de ellos.
La victima que no es tal
Mi
comadre había vivido en una burbuja de insatisfacciones; se había dado la tarea
durante toda su vida de cargar con la bandera del sufrimiento, el manipuleo,
sentirse la victima de la vida que llevó. No es mala persona y quiero dejarlo
claro, ahora que puedo poner en su justo lugar a cada persona; ella solo
pensaba y sentía que, hacia lo correcto, salvaguardar a los que eran de su
propiedad, o sea nosotros, de los errores que pudiéramos cometer; y no nos
enseñó a vivir, pues ella no pudo o no quiso vivir; se dejó llevar por el
camino más fácil el de culpar a los demás, mas no supo cómo intentar, caminar
su propio camino con todo y sus errores y piedras; entonces cargo con las de los
demás.
Culpó a
sus padres, a su madrastra, a sus hermanos, ella se sintió aislada, lo cual le
hacía recurrir a muletas, que éramos nosotros. Nos encerró en un hábitat de incongruencias y
críticas, no éramos nada, no teníamos nada, sin ella no existiríamos; pero al
tiempo, descubrimos, que, dentro de sus exageraciones y sus enfados, no pedía
nada que no fuese malo o incongruente; ¿ser responsables, educados, honrados?
Ella no permitía que no fuésemos a la escuela porque teníamos flojera, llovía o
hacia frio; revisaba las tareas a la hora que llegaba once o doce de la noche y
si no estaban hechas nos despertaba para hacerlas. Tal vez no fue muchas veces
la forma; pero la realidad es que no se sabe, somos rompecabezas o puzles, todos los hijos son diferentes,
todos los seres somos disímiles unos de otros. Como tampoco es pretexto el no
ser padre o madre, es cuestión de querer o no habría adopciones; pero aquí un
punto importante, el carácter y la genética, que no se pueden cambiar. La
educación, el medio ambiente, la cultura, sí. ¿Cómo equilibrar ese crisol de
variantes? Con amor, respeto, comprensión, disciplina, reglas. Hacía tiempo que
había comenzado por rondar y hurgar en mi vida; esas acciones, sentimientos y
consecuencias; estaba en la típica época del despertar de la conciencia. Cuando
llegó ese momento en que amanecía y ya ponía cara de horror, tengo que
despertar y levantarme de la cama; con los parpados hinchados y tan pesados que
no querían abrir.
Tenía ya
mucho tiempo, desde Córdoba en que por error de interpretación o simplemente
por desconocimiento, estaba mal medicada para la odiosa tiroides; lo cual me
generaba muchos cambios, aunado con el estrés, esta pobre glandulita se ponía
más loca que de costumbre. Me sucedió lo que nunca antes, era Aurorita; me
costaba dormir y yo, sin dormir bien, soy nefasta. Empecé a tomar medicamento.
Ya estando en Querétaro y que me lograran estabilizar, mis depresiones y
ansiedad no disminuían, se acentuaban, ¡entonces no solo era la glandulita
dichosa!, ¡la rutina me estaba matando!... ¡¿Qué?! ... ¿no puedo echarle la
culpa a algo?… ahora resulta, ¿estaba loca entonces?…
Horror
desde un día antes, dejar planchado, preparado el desayuno, la comida, si nos
tocaba comer en el trabajo y si no también. Los sábados y domingos pasarnos
lavando y haciendo el quehacer de la casa, pues entre semana ni ganas. Cada
día, de cada semana, de cada mes. Llegar al trabajo, hacer lo mismo todos los
días; renegando de las incongruencias y las sandeces de los demás; regresar a
casa para hacer las mismas cosas; ver a la misma persona con la que he
habitado, dormido, compartido; enojándonos, riéndonos y amándonos infinitamente
desde hace años.
Mis
pensamientos se estaban aglutinado y amalgamando, como si mesclara de repente y
sin sentido, viejos sentimientos que iban llegando, como si esa fusión, diera
como resultado una cámara del tiempo, en donde, el pasado se unía al presente y
me fastidiaba el futuro. Me di cuenta por qué comencé a escribir, no era ya
solo por fuga. Hice de escribir en un principio no solo huir; cuando mis
primeros escritos fueron una variedad de sentencias de cualquier cosa que veía
a mí alrededor, de aquellas cosas que me inquietaban; como esa hija que vivía
en un pueblo, donde solo servía para cocinar, remendar y recibir sin deseo el
semen de la hombría que diera para procrear; o aquella que desmembraba las
relaciones de pareja, o de los hijos, los valores y la educación; o aquella
otra que hablaba de los niños de la calle. Estos se fueron tornando protestas
contra la sociedad, contra la injusticia y la inconformidad, pronto descubrí
que la facilidad con la que brotaban las ideas y las plasmaba en un ordenador era
increíble, pero me faltaba.
Requería
de aprender cosas de las cuales no tenía una noción real, entonces decidí tomar
cursos de redacción, de narrativa, y otros que me llevaron a la sentencia, que
hoy me deja con un buen sabor de boca y las neuronas trabajando, además de que
me gusta, lo disfruto; tenía que dar ese salto y tomármelo en serio, saber de dónde
sale una reflexión de una insatisfacción; una alegría hacerla una victoria; un
logro crear una recompensa; de una ausencia un remanso y crear los motivos para
escribir.
Lo que
fue fuga en un principio, se tornó en la forma de empezar a desnudarme, aquella,
en que expandiera mis miedos, mis sueños, esos anhelos ocultos que tras una
historia ficticia y al analizarla, descubriera que era yo la que pedía a gritos
algo y que aún no entendía. Ahora lo hago porque sé que puedo hacerlo. No se
tomen muy a pecho ese desliz esponjante y andante de sentirme de lo mejor, me
falta mucho para eso, espero llegar a ello; pero lo importante es que me gusta
y lo disfruto, no lo hago para ser una lumbrera y aquí no entra, el conformismo
de hace unos años; de saber que he sido buena trabajadora, buena hija, buena
madre; no, es el sentimiento de hacer por dar a los demás, nada más.
Se ha
convertido en la delirante forma de extender mi otro yo, ese, que no dejo o no
quiero dejar salir, ese que me corroe y me estaba matando de hastío y de
ausencia.
En algún
momento no hace mucho, alguien me dijo: “si no aspiras a vivir de esto, no lo
hagas, no sirve”; pero entonces me pregunto, si acaso esa prima que hace teatro,
la cual, no es de ese medio comercial y lleno de dinero, con producciones
millonarias, que da clases a chiquillos, ¿gana para vivir?, sí, y vive bien, no
es famosa en las televisoras, por algo será, tiene sus razones; lo que sucede
es que ama su trabajo, adora lo que hace, lo disfruta como si fuese la razón
inexplicable de su vida, la cual tampoco fue de lo más perfecto, ni lindo.
Como
ejemplo de aquellas personas que hacen una labor por el simple hecho de aportar
algo a los demás y que, cual ley universal se te regresa, aumentada y
corregida. Sin hacer menos ni criticar por mal, no estoy dispuesta a ser una
Cohello, ni nada semejante; son buenos, mis respetos; quiero ser YO, nada más;
no quiero comercializarme, quiero dar utilidad, sobre todo utilidad a mí misma.
Admiro en demasía, lo adoro, al maestro Saramago, como a muchos otros; leer por
leer, no… ¿Que si me divierto?, sí… y mucho, ¿que si analizo a veces?…
Otra
persona me dijo: “la gente busca lectura para entretenerse, no para pensar, ya
se tiene suficiente con el día a día, para que sufrir; es como ir al cine, vas
para distraerte, ¡carajo!” Ahora quiero ver que los chicos lean, por lo menos
las tiras cómicas, tal vez, solo tal vez, acaso una criatura que le caiga esto
en sus manos, de entrada, no sepa ni de que madres estoy hablando; peor, tal
vez un adulto joven diga que son tarugadas, en fin, estoy divagando; el punto,
esto es como semillas de curiosidad, que se van dejando esparcidas, quien las
coseche, será otra cosa.
El centro de mi universo
¿Hasta
dónde voy a llegar?… ¡ni idea!, algún lado será, debo llegar algún lado… Recordemos
que este florilegio de historia, que empezó con una criatura y que espero, no
llegar al fastidio en la narración y cumpla el cometido esperado. Pero como
toda historia deberá pasar por sus hecatombes, luchas, héroes, laberintos,
hadas y ángeles protectores. Así como algún capítulo de solo reflexión y nada
de acción, aburridos pero detectores buenísimos, para dar rienda suelta a los
sinsabores y los hueros. Podría ser que
seamos muy buenos para aconsejar,
dar opiniones, exponer nuestros puntos de vista, meternos en la vida de quien se nos pegue la
gana y luego cuando nos voltean la tortilla, no nos parece, nos sentimos
invadidos y lastimados, pero no vemos que detrás de esas ayudas, en ocasiones
por amor otras por simple interés, dejamos de lado lo importante que es
quedarnos con lo bueno y desechar lo malo; independientemente de que nadie
podemos o debemos ponernos los zapatos de los demás, creo que no es lo correcto,
puesto que solo el que trae los zapatos sabe cómo y por dónde camina.
Pero que sucede
cuando afectamos o nos afectan diversas situaciones que no vienen al caso y las
hacemos nuestras, como si quisiéramos traerlas como segunda piel o viviendo
dentro de ellas. Aquí viene una parte interesante y muy álgida.
Cuando regresamos
a Querétaro mi hermano estaba iniciando un negocio en sociedad con una pareja
de amigos. Este era de acabados para la construcción, un amigo suyo fabricaba
acrílicos con diversos materiales como bambú, henequén y otros, lo cual le daba
al material para diversos acabados, muy interesante y diferente; utilizaban
maderas finas y resistentes a la intemperie, por lo que se podían hacer toda
una gama de aplicaciones.
Han visto que de
repente se pusieron de boga esas pérgolas de madera con techos de bigas
trasversales, algunas con lona resistente otras con acrílico, pues esos
acrílicos y esas monerías junto con, muebles, pisos para exteriores y cuanta
madre cabía en la imaginación; vi diseños ya montados muy hermosos. Como
negocio podía ser muy lucrativo pues no lo había en la ciudad. Sucedió durante
un tiempo, con esa hiperactividad de mi hermano, montar stands o showrooms por todos lados, en Sams donde trabajo muchos años y otros lados.
Podía haber
funcionado en grado máximo, de no haber sido, gracias a su extraña forma de
pensar. Soberbio y egoísta que tenía a su lado a personas que, no solo lo
quería y lo ayudaban; tenían la capacidad para poder hacer un equipo y dejar
que el hiciera lo mejor que sabe hacer, vender; vende su imagen, vende su
carisma, vende su palabrería, se mete hasta el fondo en lo que hace y ello le
da la ventaja de manejar los conocimientos y a las personas a su antojo y
voluntad.
El problema es,
que él piensa, que solo lo que él hace está bien; él, es el todólogo que todo
lo hace y, no sabe cómo delegar responsabilidades; si él se mueve a mil kilómetros
por hora los demás pueden hacerlo, si el piensa en grandes ideas, los demás
deben de pensarlas. No considero su idealismo, como una irrealidad, sin la
mancuerna de la confianza y el saber cómo aprovechar las virtudes de los demás
o las debilidades para hacerlas fortalezas; el famoso FODA en administración,
que bien se debería de utilizar en la vida cotidiana. Fue en ese tiempo, cuando
yo trabajaba un día sí y otro no, mi puesto en el trabajo era así, entonces era
chofer de niñas, lleva y trae, pero hasta ahí. Dentro de mi conocimiento de
causa de cómo era mi hermano, preferí no meterme, pues saldría muy raspada. De
todos modos, salí mal.
Cuando empezaron
los problemas pues él para las finanzas es pésimo, él quiere vivir como
millonario, quiere aparentar lo que no es pensando que dando a manos llenas le
van a tener respeto, piensa que teniendo un status social le dará ventaja; eso
es genética, así era su padre. Pero en él, eso va más allá de una careta, va de
la mano con su falta de confianza en él, en no querer ver las muchas virtudes
que tiene y aprovecharlas de la forma adecuada. No es porque no lo ame
infinitamente, es un increíble ser lleno de luz y ángel; el cual está vivo, no
por sus múltiples accidentes, que sabrá dios porque no le pasó nada; está
porque tiene que descubrir quién es y para qué está, cosa que, le está costando
mucho trabajo y aun no logra esa estabilidad a los pasos que vamos, no sé cuándo
llegue ese día.
Resultó que aún no
podía regresar Antonio a Querétaro, así como pedí su auxilio desesperado cuando
es asunto de Julia, de un día para otro mándame dinero y no preguntes; él ya
sabía para qué, ya lo había visto venir, como muchas otras cosas.
En esta ocasión
tomé yo sola la determinación, claro está consultándola con él y dándole las
bondades de esa ayuda, solo que no medí las consecuencias. Estaba en mis manos
ayudar a mi hermano, así como lo había hecho miles de veces con su familia;
sabíamos que el negocio bien llevado podía seguir adelante; dentro de mi cabeza
en ese momento, yo confiaba no solo en mi hermano, a pesar de su arrogancia
estúpida; el negocio necesitaba liquidez y pagar deudas que no eran del negocio,
eran por la malísima administración de Brandon, aunque no estuviéramos de acuerdo
en sus forma de llevar o de gastar no había forma de decir nada o era pleito
seguro.
Vio la forma de
obtener un préstamo, como la garantía no daba para que se lo dieran, hicieron
un arreglo con los balances, los que, en efecto, daban para demostrar que era
rentable; pero se requería otra garantía. Sucedió que me pidió un terreno que
había comprado Antonio y estaba a mi nombre, aparte otro aval el cual con todo
y que no estaba de acuerdo, pues el siempre ve más allá, ve alrededor, ve
diferente. Gabino lo hizo por mí, o por mi madre, no lo sé.
Ese dinero se fue
al caño pues prácticamente sirvió para disque pagar deudas con el amigo
proveedor de los acrílicos, abusivo y mala onda, que junto con el otro que
estaba como presidente de la empresa y su esposa que era la socia, se lavaron
las manos. Pero esos según él, eran sus amigos.
Tormenta que ahoga
Cuando se disolvió
la sociedad con la esposa de su amigo, entre yo en su lugar; gran error, cuando inventariaron el negocio,
lo valuaron en infinitamente más de lo que valía en realidad, al tiempo y con
ayuda descubrimos que le había visto la cara de pendejo. Lo que quedó en
garantía al pago de la parte de sociedad… fue el terreno.
¡Perdón fue un
desliz!... Esto sucedió a la inversa, quiero aclarar, primero de disolvió la
sociedad y después se solicitó el préstamo, pequeño error de tiempos, esa
temporada no sabía ni quien era… Está bien…sigo sin ser yo, pues…
Se hizo tal
desastre, que no solo el terreno se había perdido, había dos deudas, que no
eran mías; todavía para tratar de retrasar el embargo de mi casa y la de Gabino,
el tercer mosquetero, el abogado, hizo circo, maroma y teatro para sacarnos del
problema. Fueron muchos meses de angustia en que mi amigo, a pesar de detener
el problema, no logró que no se hiciera un profundo abismo entre mi hermano y
yo; eso me causó mucho estrés, cansancio, dolor, angustia. De nuevo Antonio
viendo como estábamos, siguió poniendo de su bolsillo para atenuar las broncas
en lo que se arreglaban. Nunca se arreglaron de hecho.
Esta experiencia
mandó a mi hermano a un hoyo tan profundo que le costó mucho tiempo salir. Huyó de Querétaro con la cola entre las
patas, derrotado, enojado y sin nada en las manos; sin darnos la cara y dejando
miles de broncas, una deuda que no vale la pena mencionar el monto, pero que
tristemente sabemos que nunca pagará, como no ha sido capaz de pagar con
atenciones simples, decir mínimo ya no a mí, a Antonio; lo siento, la cague,
gracias, algo, eso… no entra en su cabeza. Aun y con eso, jamás y nunca se le
han cerrados las puertas, ni de la casa, ni de ayudarlo; Antonio lo recibe con
tal algarabía cuando llegó a ir a la casa mucho después y supongo que, dado a
su forma de ser, que a pesar de que todo tiene un límite, hay un motivo más
fuerte, María; él se preocupa más por ella que el otro descerebrado. Así como
durante años no ha sido capaz de preocuparse o dar para su madre, para María
claro; le llama cuando se acuerda, si se le pide algo es muy probable que nos
sentemos, pues nos cansaríamos; en realidad es el toma y daca inexistente, pues
cuando ha necesitado, se le dado; ahora, honestamente estoy en la postura de
entender que no se puede esperar nada que él no quiera dar y eso, si tiene
tiempo.
Pero no puedo
decir que no nos quiera, es incongruente, demasiado, ni que no quiera a su esposa,
pero su forma de querer es desde mi punto de vista es; acomodativa, conveniente,
de acuerdo a sus prioridades y que no le estorbe o cause conflictos, lo limite,
frene o exija demasiado o nada, más bien. Sin ser mala persona, no es tampoco
una persona que se le aprecie por su apego a los sentimientos, los afectos, las
responsabilidades a menos, que sean para darse él, el placer de sentirse el
todopoderoso.
En este momento y
creo, que como muchas cosas que lastiman, a pesar de que será doloroso para mi
madre, prefiero hacerme a un lado y no continuar con sentimientos que solo me
molestan y me duelen, a mí, he dicho que no soy rencorosa, es un sentimiento
inconexo a la aceptación y ver realidades. Si alguien te lastima o te molesta,
no debería de ser un asunto, de tomarlo personal, por el contrario, tampoco de
expresar que el que sale dañado al tiempo es aquel que hace el daño; simple ley
universal. La cuestión es no dejar que efectivamente no dañen y nos lastimen,
es por ello que, así como esta de lejos, así lo quiero y evito confrontaciones.
He llegado al punto como decía con mi hijo, que no es que no me preocupe,
simplemente no dejo que me afecte, pues no puedo resolver nada, será que solo,
mejor me ocupe y no me preocupe; ya no quiero pensar en las personas como afectos
que necesito para vivir, yo doy, pero si no obtengo respuesta, no tengo porque
cortarme las venas por quien no tiene el mismo tiempo que yo para decir, hola
como estas. Antonio como ser equilibrado y tranquilo, ha aguantado toda clase
de arrebatos de esta familia loca, ha tenido sus deslices por ser buena persona
que confía en los demás, teniendo sus descalabros; mientras nosotros nunca
hemos tenido un pleito, enojo, irnos a dormir sin decir nada, jamás nos hemos
levantado la voz, nos hemos acoplado, cual dos seres que tenemos defectos y
virtudes, cosas que no nos gustan el uno del otro, pero que no las hemos hecho
grandes al grado de no sobrellevarlas. Tan simple como la forma de apachurrar
el tubo dentífrico, para que pelear por tonterías. Como su decisión al igual
que la mía, él sin comentarla de hecho o habría pegado de gritos y le hubiera
parado los tacos; pero mi hermano es así, que le vamos hacer.
Así como Antonio
es buena gente, creo que como a mí, le han visto la cara de tarugo, simplemente
porque es buena persona. Habíamos recibido por parte de la institución una
cantidad de acuerdo a la antigüedad, cuando se nos incorporó al Seguro social;
obviamente a los que tenían miles de años luz trabajando, les fue más que súper
bien, de ahí salió la casa que se construyó en Córdoba.
Pero no faltan las
personas realmente pasadas de listas, abusivas y que, gracias a sus atributos
físicos, pero no de cerebro claro está, abusen. Mi gran enojo fue que la señora
compañera de trabajo, necesitaba dinero para hacerle su fiesta de XV años a su
hija, claro quien le podía soltar dinero, aun con una garantía, que no indagó
si en efecto era sólida y le vieron la cara de tarugo. Su maridito le había
dejado las palcas del taxi que trabajaba; cuando pasas por líos legales desafortunadamente
te vuelves tan desconfiado, como interesado en saber todo.
Un día le pide las
placas, que disque las va a vender, ¡qué coño! si las palcas son concesiones en
este país tan lindo; las podrás rentar, mas no vender. Sin la garantía, sin que
tuvieran en que caerse muertos los dos, pues no tenían nada por lo mismo, les
daba por gastar y meterse en líos. Hice el intento de que alguien viera la
forma de rescatar algo, pues no fue poco, no meto las manos al fuego, la gente
en ese pueblo feo como le puse a Córdoba es muy pinche gandalla, la abogada se
debió de arreglar con el marido, la fulana terminó separándose de él, ya andaba
como siempre de cascos ligeros con otro, ahí eso es lo normal; me terminé
molestando con la abogada y se perdió mucho dinero.
Sé que el dinero
va y viene, no nos llevamos nada al hoyo al morir; para mí acumular no es de mi
agrado, me gusta vivir bien, pero a diferencia de Brandon, yo no atesoro lo que
no tengo, lo que tengo lo disfruto, agradezco de las cosas bellas que tengo a
mi alrededor; para mí o, incluso para María y Julia se nos hace ilógico gastar
cuando no necesitas, o pelear por centavos cuando gastas miles. Pero yo
entiendo que eso es un reflejo que va mucho de la mano de la forma en que se
vivió de infante, de joven. Mi pregunta es, de dónde mi hermano sufrió de
carencias, de ningún lado, en él, es genética.
Salvando al soldado Brandon
Yo, no puedo, ni
debo reclamarle a Antonio nada, no es correcto, ni justo, cuando él ha dado y
sigue dando, de repente exigirá, pero por saber nada más. Que ha modificado
muchas acciones, sí, que nos ha hecho a nosotras ser diferentes también. De la
misma forma en que nosotros confiamos en él, confía en nosotros. Él sabe que enfrentar
a mi hermano, cosa que no haría, pues no es su naturaleza, el simplemente evita
los conflictos, no pelea, no discute; pero sé que él también puso ya un muro de
indiferencia velada y callada. No digo que no se enoje solo no lo externa; a
veces, no sé si eso sea bueno o malo, pues no cabe la parte de conciliar, opinar
o incluso de ser tajante, sabe que la primera que se pondría mal sería María,
ella sabe, que Brandon no actúa de la forma correcta, pero no hace nada por
remediarlo; se escuda en el razonamiento eterno de que él es así y punto;
bonito remedio, pero no se le puede cambiar, ella es así, se enoja, se estresa,
pero no reclama; creo que todavía no se quita los remordimientos.
Me pregunto si
esta actitud no responde más a un acuerdo interior semejante al que en algún
tiempo sentí yo por mi hijo. El de compadecerlo por no haberle dado lo que
debía, por haberlo abandonado y sentir que no merece que el otro pedazo de
tarugo se preocupe por ella. O acaso mi comadre fue tan fuerte, que le dejo marcado
a Brandon la imagen de su madre, tan insignificante que no puede ver que ella
fue la que lo educó.
A Brandon le ha
tocado de parte de mi madre, llamadas de atención al estilo María, con tonos
muy fuertes; sumamente dolorosos y tajantes. Lo ha rescatado de diversos pozos
de desorden y angustia, lo ha procurado como madre y como cualquier ser que
trata de encausar de nuevo a un hijo. Ha tenido sus temporadas, en que lo deja,
para ver, hasta cuando se digna a llamarle y solo para contestar: “de que te
preocupas estoy bien, mientras no sepas lo contrario”, pedazo de estúpido, no
es solo preocuparse por saber si estás bien, eso ya lo sabemos, que nunca estas
bien; lo que espera es que él, se preocupe por ella, cualquier madre y seamos
realistas nos hace sentir insignificantes, que un hijo sea tan indiferente;
peor cuando no es merecido. Pero el, no solo desapareció de su vida a Ana no
viviéndola a ver y cuando la vio por una tarugada de Harry cuando estaban con
él, la corrió de su casa. ¡¿Pero maría?!
Un día según palabras de mí hermano, y digo según… que mi madre era una
cabrona, pero que lo había educado bien.
Después de haber
estado enojada con el mucho tiempo, en que no quería ni hablarle, ni sabe nada,
hasta que vi que mi madre se estaba desmoronando pues ella dice: - solo se
tienen uno para el otro, igual que mis hijos, igual que yo con cada uno de
ellos; - siendo una célula tan pequeña, es injusto que no se hablen -. ¡Bien
fácil madre!
Cuando lo yo lo
busqué, si claro fui yo la que accedió a bajar la guardia y presentarme ante su
alteza, siempre soy yo la que dobla el brazo, eso molesta, pero ya no duele.
Hablamos largo y tendido; prometió de todo, accedió a todo, se disculpó, cosa que,
sí fue extraordinaria; ¿de qué ha servido? no de mucho, cualquiera puede decir
lo siento y no sentir nada.
Salvavidas a la mano
Entonces sucedió que,
aunque muchas personas salieron a mi rescate, durante mucho tiempo, otras me
indicaron el sendero correcto, algunas pasaron de largo, otras permanecieron y
solo yo, podía llegar al final del túnel. Dentro de aquellas personas que
pusieron una montaña de granitos de arena, para ese cubo donde jugaría, donde
mi vida daría tantos giros como tempestades, de esas personas se desprenden
también, la vida de mi madre, mi hermano, mi hijo y tantas más. No sabremos entonces
quién es la o el antagónico; como tampoco quien será el bueno o el malo del
cuento, ni la mala de la película, simplemente existen. Heme aquí y ahora
tratando de elucidar cada situación, cada persona, cada aprendizaje y error. Abriré
las ventanas del alma y cerrare las puertas al entendimiento insulso e infausto;
efímero y acuciante; vago y también lleno de regocijos y logros y deleitosos
amores. Espero poder realmente abrirme lo suficiente, no solo para saber quién
soy, tal vez para dar a alguien más, la pauta del saber quién es, porque
estamos y para qué. Nadie que yo sepa, sabe todo, conoce de todo, ni ha
aprendido por osmosis. Nadie jamás, no se ha tropezado, caído, levantado y,
dejado trozos de su alma, corazón y cerebro, para ser lo que son ahora. Nadie
deberíamos decir o pronunciar; hubiera, porque incongruentemente es el verbo
que debemos de usar, pero en presente y no en futuro, no en pasado. Los ahora
son los pequeños instantes que nos hacen ver y ser, esos que significan: soy,
hago y ahora. Esta no es solo mi historia, es la de muchos. Es la de cualquiera
de aquellas que, no supieron apreciar lo que pasó en millones de instantes,
fragmentos de sus vidas y, que llenaron las de otras, haciendo un cúmulo de
hilos enredados, amalgamados, entrelazados y que de alguna manera trazaron no
solo mi vida, la de muchos también. Así que mejor cuento una historia que haga
pensar a quien sea, en esos millones de fragmentos de sus propias vidas.
Podemos mentirnos, sí, pero nos mentimos a nosotros mismos. Podemos mentir por
miedo, por vergüenza, por miles de razones. Pero esas mentiras solo son bolas
de estambre enredadas que, cuando queremos hacer algo estamos tan metidos en
una vida, que no es la nuestra. Hay mentiras tan simples que sirven para causar
reacciones que, de forma explícita, no sabemos cómo enfrentar; pero las
mentiras que enmascaran las realidades, son las peores, pues no nos dejan ser y
pensar como en realidad queremos o debemos. Culparemos a los demás de todas
ellas, nos pondremos detrás de las culpas de los demás y las haremos nuestras
como si de ello dependiera el justificarnos. Les daremos créditos por un
sinnúmero de acciones que realizaron en nuestro beneficio, cuando lo único que
sucedió, fue que no nos dieron las bases, más aún, las muletas para seguir
caminando a través de ellos. Para eso no dieron el libre albedrio, para
determinar con autonomía nuestras decisiones, claro está y asumir las
consecuencias. ¿Sencillo? Absolutamente que no. Pero nunca imposible.
Sin embargo, no hay peor cosa, que
mentirse a sí mismo, dejarse la careta de mártir y sufrimiento eterno, sin
querer cambiar, sin querer ver, que hay más allá de esa vida que tanto nos ha
lastimado. Entonces, seguimos atesorando esas muletas al grado, de ya no saber
ni quiénes somos, ni a dónde vamos.
Cansancio eterno
Frustrada, cansada,
desilusionada, inerte… Estaba llegando, casi a la mitad del medio siglo de vida,
¡cielos que ridículo se oye eso! Es como si me sintiera anciana, decrepita,
inútil y buena para nada, como dice mi madre, en son de guasa. Pero la realidad,
es que así me sentía. Trataba de no sentir que la edad se me había venido
encima y no había hecho nada de ella, todo lo contrario, había sido un
verdadero desperdicio. O por lo menos eso es lo que pensaba, sentía y agonizaba
por ello.
Hacía ya unos años
que había comenzado con esa sensación de inutilidad en el alma. Estaba
enfrascada en un sitio, que como muchas personas llegan, porque tienen que
llegar. La hermosa edad o tiempo de responsabilidad o la de que el consciente
le da zarpazos al subconsciente y surgen los cuestionamientos, que brotan de
una fuente agua con fuerte propulsión a chorro como una manguera de bombero.
Cuando menos me lo esperaba, estaba haciendo algo que me daba para vivir, de
ningún modo malo, en realidad tenía muchas ventajas y muchos contras, era un
todo y un nada. A pesar de haber hecho lo que se me pegó la gana, eso se
comentara después; pero lo que creo sucedió, es que hice sin hacer, busque sin
encontrar, derive sin encallar.
Yo tenía un
trabajo de oficina, por así llamarlo, con un horario de envidia; tomando en
cuenta los horrendos trabajos, en donde, tienes que laborar más de doce horas
para ganar un mísero sueldo de obrero, que a estas alturas ya no sirve ni para
frijoles y chiles. En realidad, muchos vivimos rasgando las paredes, cuando el
supuesto es que estamos de maravilla, ganamos para comer, rentar o pagar la casa,
la gasolina o el trasporte de dos progenitores que trabajan y por lo menos dos
chamacos con los cuales no se acaba nunca, pero eso es lo que dicen los sabios.
Mientras otros con más neuronas deciden, que mejor se van a otro lado pues aquí
no les favorecen con buenas partidas. A eso, aunemos un medio donde la
educación, la cultura y muchas otras cosas, no son importantes. Pero bueno este
no es el tema, ni tampoco decir que la migración de talentos en muy alta, pero
pensándolo bien si viene al tema.
Decía, el trabajo que,
en su momento, el que fuese que realizara, era de manera rutinaria y mecánica,
todos los días de la misma forma y de igual manera, monótono y pasivo. Son de
esos lugares, ambientes y labores casi burocráticos por no decir otra cosa, en donde
es una labor de cadena, de equipo y secuencial; imaginen cuando van a una casa
de empeño porque no les alcanza con lo que le queda del gasto o quiere irse de
antro y no tiene ni un quinto partido por la mitad, entonces, llega a una de
esas casas, esta, de algunos cientos de edad, tradición y renombre que cuidar.
Llegas tomas
asiento o paradito en la fila si no hay bancas; si hay mucha multitud sea en
temporadas navideñas, sacramentales de supuesto recogimiento, pero para ir a la
playa o vacaciones escolares o, la entrada de escuelas, uniformes,
colegiaturas, libros y todo eso que piden y que nada dan, ni buena educación.
Después de tomar
asiento si hay, o paradito en la fila en lo que le atienden; claro está, si no
están tomando cafecito, comiendo, metidos en el celular, que debería de estar
prohibido en casi cualquier lado. Eso de estar con la familia y nadie se pela,
solo acarician el celular como oro. Cuando
logren atenderlo, puede o que reciba una sonrisa o una cara agria más que el
limón, pero bueno de todo hay en esta viña del señor.
Le dará sus
tesoros, los cuales a veces pensara que valen las perlas de la virgen de siglo
XV, resulta que le dicen que es pura falsedad, lógicamente se va a molestar,
pero créame para eso estudian y mucho; yo supe de eso.
Bueno digamos que
si es pepita de mina o simplemente oro como quiera. Le ofrecerán un préstamo
por su prenda, le harán un contrato buenísimo, con todas las facilidades y
hermosuras para usted, que sarcástica me estoy poniendo, pero por otro lado si
diré las virtudes de ese lugar porque se las merece y en demasía. Ya se fue con
su lana para gastar, fin de la historia.
Ahora bien, qué se
hace internamente, se revisa que en efecto, sea lo que usted dejó, tal cual,
pues otra persona escribió lo que el que la recibió y le ofreció su préstamo,
el supuesto dictado fiel de las palabras salidas de la boca del primero que
usted vio al dejar sus tesoros; luego la revisa otra persona que se encarga
específicamente de esa labor, esta o este, podrá omitir tal vez las faltas de
ortografía, hay quienes ni eso toleran; en caso de haber alguna diferencia
deberá de hacerla saber; ya sea la más mínima cosa, para poner por medio de
sistema de cómputo, ya saben la tecnología al servicio del hombre y así cuando
usted regrese por ella, no se quiera pasar de listo pidiendo de más o diciendo,
que llevo un diamante y era una roca de mar.
Esa cosa que usted
dejo, se embolsa, se sella con maquinita caliente, es decir que, no se puede
abrir. Para no hacerles el cuento fastidioso y llegar al punto, cada quien
tiene una labor, la cual debería de ser invariable, rutinaria y
sistemáticamente la misma, lo cual, se supone que no debería de ser ningún
problema; véase a los amarillos trabajando por miles en filitas haciendo lo
mismo un día y otro también.
Las labores de
maquinaria de reloj no son extrañas, se realizan en la cocina de un restaurante,
en una fábrica X, el meollo del asunto es; cuando trabajamos por qué, no queda
de otra y ese tenemos, ¡aleluya!, alguien con trabajo en estos tiempos; otra,
que pasemos por él, cómo quien pasa sin pena ni gloria, como la caca del
perico; que ni huele, ni hiede. Lo
inconcebible y mucho después trate de entender, es el gran conflicto que
representan las relaciones humanas. Por lo menos en este caso particularmente,
puesto que todos vivimos dentro de nuestra propia burbuja. En este como en
todos lados, quien sea, a menos que… y ni así, trabaje en su casa siempre dependerá
de otras personas para su labor.
No trabajo sola y
aislada, tengo otros compañeros a mi alrededor, que realizan labores diferentes,
las cuales algunas están ligadas al mío. En ese espacio conviven varias
personas, las cuales de una u otra forma se entrelazan para darle forma a un
final o un principio. La realidad es como todo, es una cadena de trabajo. Como
maquinaria de un reloj todas las piezas deben funcionar correctamente.
Sucede como en
todo lugar, hay cabezas; esos cerebros pensantes que realizan la labor de
supervisión. Nunca faltan como en toda sociedad, así sea la más pequeña, que es
la familia como mínimo núcleo, donde existen padres que mandan y ponen orden, pero
como en todas ellas, sucede que, los seres humanos no somos iguales,
afortunadamente; siempre tendremos ideas, conceptos, incluso, educaciones
diferentes, que es lo que nos da la realidad de la diversidad y el aprendizaje.
No obstante, cada
una de las personas seremos toda la existencia, tan egoístas, que siempre
querremos que sean como nosotros pensamos que deben ser y es un error fatal. ¿Y
a qué viene todo esto de que me encuentre en trance de inconformidad?, es
sencillo y a la vez complicado explicar, se trata de entenderse a sí mismo y,
ahí déjenme decirles que está muy complicado entendernos.
Siempre nos
pondremos una careta de lo que queremos expresar, de lo que deberíamos o de lo
que no queremos ser; más jamás y nunca, de lo que en realidad somos,
sencillamente porque no sabemos o peor no queremos abrir los ojos. Así como
puse el ejemplo de mi hermano hay millones de seres que son células unitarias
que creen que están erróneamente, en otro planeta. Inconformes de sí mismos,
manejando un taxi porque no supieron ser buenos profesionistas o no estudiaron.
Sirviendo en dependencias públicas o privadas para ganar un sueldo para medio
vivir, pero que no quieren aprender a servir a los demás, pero que cuando están
esperando en un restaurante exigen buen trato, que monería somos.
El mismo menú todos los días
Mi rutina de todos
los días: llegar a las ocho y cuarto, preparar mi área de trabajo, encender mi
ordenador, revisar si tengo lo necesario para la labor del día; luego para
evitar retrasos y molestias me voy a desayunar tranquilamente antes de que comience
mis labores, el cual es sumamente rutinario, fruta con yogurt y granola, esto
me permite, evitar comer a deshoras, también la actitud responsable hasta donde
puedo, de cumplir con mi horario y no estarme ausentando de mi lugar de
trabajo, lejos de que según no está permitido; pero como todo siempre existe
ese estira y afloje, cosa que muchos les venía muy grande y se abusaba de ese
privilegio.
Me apostaba en mi
lugar y comenzaba el día, el cual puede ser lento o agitado, depende de los ánimos
de cualquiera de los presentes en esa área. Pero tratar de convivir o medio
adaptarse en un ambiente, que lejos de ser sano, dejaba a la larga tantos
conflictos que, siendo muy realistas y hasta cierto punto crueles, no dejaba
nada bueno. Físicamente te va desgastando, el estrés te va agrandando el
sentimiento de frustración, al grado que te vuelves una olla exprés a punto de
explotar.
El convivir con
seres a los cuales, por obviedad, no puedes cambiar su modo de pensar y actuar,
pero que cada cosa que hacemos es como un estrecho camino donde se cruzan
constantemente. Lo que haga uno les afecta inmediatamente a los demás, lo cual,
si externamos o como se dice comúnmente llevamos al trabajo las broncas de casa
y viceversa, todas nuestras ondas locas, afectamos en automático y cual Ébola
se convertirá en virus mortal. Aquí no había
de solo dedícate a lo tuyo; los asuntos personales, esos, de que fulano y
zutano me caen mal y no le hablo, son día con día. Tienden a hacer de cada cosa
insignificante, un marasmo de intrincados problemas que solo causan la falta de
respeto, de intolerancia y la ausencia total de responsabilidad. Pero todo esto
dirán ustedes ¡sucede en todos lados! Y sí, están en lo cierto, pero no del
todo, ni en todos sin excepción espacios laborales. Tratar de convivir en un
espacio de trabajo es complicado, más aún cuando no se está en el lugar
adecuado ¿por qué? por infinidad de circunstancias.
Así me sentía,
fuera de lugar, aislada a pesar de que durante mucho tiempo traté de anexarme y
logré, por qué no decirlo salir adelante y realizar mis labores como deben de
ser. Tengo por salud metal hablar de esta época. Simplemente porque forma parte
de ese aprendizaje, de ese entender y razonar que, cuando una situación te está
haciendo daño y afectas a los que te rodean; porque sirve de parteaguas para
muchas personas, que no saben que están mal encausados. Hacen lo que no les
gusta y no es lo adecuado, les desagrada, pero no pueden hacer otra cosa, o
simplemente se conforman. Me llevó catorce largos, fructíferos, dolorosos y
aletargados años, descubrir la verdad, indagar ¿qué hacía ahí?, ¿porque seguía?
Y hacia donde me dirigía; me llevó ese tiempo aprender, querer, detestar,
llorar y alegrarme, hasta llegar a donde me encuentro ahora.
Honrando el trampolín
En esta
institución hace millones de años, cuando eran un puñito de personas,
muchísimas de ellas familiares; antes se permitía eso, había en ellos un alto
sentido de responsabilidad, complicidad sana, comunicación y engranaje casi
perfectos. Los antiguos empleados podían hacer y deshacer, pues sabían al
dedillo la forma de operar, los gerentes eran de extracción sindical con lo que
daban la tranquilidad, no solo de saber, desde cómo se debía barrer y trapear,
lavar baños y ser IBM.
Su manejo de
operaciones diarias era estratosféricamente más grande de lo que ahora, gracias
a la competencia, el pastel se ha dividido mucho. Se fueron modernizando
conforme la vida misma iba avanzando, pero, antes hacían el trabajo más
rudimentario, simple, rápido; estaban acostumbrados a utilizar más la cabeza,
bueno las neuronas; menos tiempo para el ocio.
Antonio me contaba
así como muchas personas que conocí en el camino, que decían con orgullo de
verdadera pertenencia, tener veinte, treinta y más de cincuenta años
trabajando; son personas felices, disfrutaron de muchas cosas; esa mayoría de
personas y que muchas todavía están, de verdad eran felices en el trabajo, lo
defendían, luchaban por él, se partían la madre contra el abuso de los
patrones, aun eran un poco más benévolos y menos ambiciosos, realmente
trabajaban en equipo, sus asuntos personales eran de la puerta para afuera,
punto.
Existen muchas
empresas por decirlo de algún modo, ésta, por ejemplo, también lo es, puesto
que genera empleos, ganancias, beneficios de servicio, es una empresa punto.
Que su capital humano es aún más importante que su capital financiero; el
motivo, los empleados son los que les dan a ganar, ellos son el pilar que mueve
a la empresa haciéndola productiva. Productividad:
la relación estrecha y directa, entre lo que realizas y, en lo que te realizas.
Los seres humanos no somos maquinas, ni robots; tenemos sentimientos,
necesidades, ilusiones y metas. Que sucede cuando desatiendes a tu capital
humano, se hace un desastre.
Cuando yo entré
había poco más de dos mil empleados entre sindicalizados y los de confianza que
fueron anexando según las necesidades de los sabios con mentalidad burocrática,
que debía de haber el departamento que supervisaba al departamento, que, a su
vez, supervisaba al inspector, que se dedicaba a ver, si el superior del
gerente, hacía que toda la bola de abajo es decir los empleados que son el
primer eslabón con el público, hacían bien su chamba. La supervisión no es
mala, todo lo contrario, es la que controla y ajusta, que las reglas y
procedimientos se lleven a cabo como debe de ser. Lo que esta terriblemente mal
equilibrado y, esto sucede en este hermoso país, cuando sirves a dos amos.
Voy a entrar en un
tema muy álgido, altamente debatible y con muchas aristas. La razón por la cual
estaba como frijol en un saco de arroz. Pero el error y lo sé, lo aclaro de antemano,
no son los demás los culpables, soy yo y tal vez muchas otras personas, que no
entendemos esas incoherencias. Como sindicalizados, las personas se deben a
estatutos, contratos colectivos, normas y reglas impuestas y reglamentadas por
ellos; aquellas que regulan y equilibran entre el patrón y los proletarios; los
que arreglan, es toma y daca de que hacer y cómo hacer, dentro de las normas
del patrón.
Desde que yo entré
me aleccionaron de mis deberes y obligaciones, de un lado y del otro; debía seguir
las normas de la institución, así como las reglas del sindicato. Yo observe
desde el principio una división extraña, una barda inmensa entre unos y otros.
Pareciera que el enemigo siempre era el patrón, no había en realidad un
equilibrio entre ninguno de los dos, ni un consenso de las acciones de los
empleados. Si se hacia el trabajo correctamente, ¡qué bien!, no tenías líos,
aparentemente; pero la incongruencia radica en que ahí no importa si haces o no
haces bien tu chamba. Voy a comentar un episodio que aparte de que fue la gota
que derramo el vaso, fue lo que me hizo ver muchas cosas.
Después de trece
años de trabajar, de tener, comparado con muchísimos un expediente casi
microscópico; yo no había acumulado actas administrativas al por mayor como
trofeos de buen comportamiento, faltas e incapacidades, eran tan pocas y si hay
quienes se la viven enfermos de algo, faltan por quítame estas pulgas, en fin. Sucedió
que, entre mis tantas ideas de lograr una forma para supuestamente estar más tranquila,
apliqué a otro puesto; cosa que muy en el fondo sabía que iba derechito a la
cueva del lobo, caperucita no era dejada y en esa sucursal había que ser sumisa
y otras cosas.
Ya había pasado
por las cajas varias veces, ya sea porque era mi puesto o por cubrir las horas
extras cuando me fastidiaba de la rutina. Para acceder a un puesto después de
haber sido aceptado, pasas por un periodo de prueba por así decirlo,
correctamente dicho es periodo de competencia, saber si estas capacitado para
ese puesto. Me fui a la sucursal, donde
de hecho, había entrado trece años antes, ya conocía a las personas que estaban
ahí, generalmente los cambios son entre las mismas sucursales así que, solo
cambian de una a otra.
El área de las
cajas está totalmente aparte, aislado del resto; lo cual da la ventaja que no
había en donde estaba, de pláticas, risas, gritos, celulares y ver a la gente
esperando a ver a qué hora los atienden. La compañera que tendría es otra de
mis pocas amigas, así que ni porque preocuparme. Pero, no conté con que
probablemente era que, no querían que me quedara ahí, por razones que en
realidad aparte que desconozco, ya no importan; gracias por su ayuda, no
imaginan el gran bien que hicieron, de haberme ido a otra que estaba disponible
seguiría en un lugar que ni quería, haciendo lo que detestaba. En la primera
semana de competencia, después de poner sus reglas, cosa que no debí de haber
aceptado.
Voy a ver si logro
ser clara para que entiendan el punto. Los puestos tienen funciones específicas
que están determinadas en una circular, esas reglas que se ponen, de lo que
debes y no debes hacer. En el puesto que estaba, claramente decía caja de
empeño y desempeño; por la necesidad y arreglos de ambas partes, muchas
ocasiones esas son en definitiva acomodativas, interpretativas y de acuerdo a los
responsables de cada área y el gerente. Decidieron que ahí, las dos cajas
hacían de todo parejo, primer error. De acuerdo acepté porque sabía cómo se
manejaban todas las funciones, aunque no recibiera comisiones sobre ventas que
manejaba la otra caja, pero ese no era el punto… de momento. A los pocos días
me encamotan como se dice en el
ambiente gastronómico, cuando estas más que hecho bolas y no sabes ni cómo te
llamas. Me piden que realice unos cobros de unas boletas extraviadas, que,
posteriormente se volverían a ingresar al empeño. No quiero hacerlos bolas. El
punto en concreto fue que entre todos esos movimientos que realicé, no cobre
uno.
Este que no fue
cobrado, las prendas que se habían dejado en empeño ya habían salido a la
venta, por lo que estaban en el área de ventas; un área totalmente diferente,
con una persona al frente que se hace responsable de ella. La cuestión fue, que
se supone que deben de llevar un seguimiento de las prendas que salen, para ir
de nuevo al empeño; una persona va por ellas las lleva con el valuador y
entrega el contrato en la caja, se registra ese cargo y se cobra. Sencillo si
tengo un juguete apartado en una tienda voy líquido y me lo dan. Si debo en la
tarjeta abono y mi deuda va disminuyendo; no espero a que me entreguen mi
juguete sin terminar de pagar o me aparezca mi deuda pagada por magia.
La persona o las
personas que se involucraron en ese llevar y traer, si se percataron de que la
prenda que sacaron de la sala de ventas, no estaba amparada por un comprobante
de pago; entregaron el juguete sin verificar que no estaba liquidado, por
decirlo en palabras más entendibles. Claro está, no fue otro error más que el
no cobrar ese movimiento, las prendas se quedaron de nuevo, no pasaba a
mayores, salvo que, como en muchos otros casos; ir a buscar a la persona.
Aprovecharon de lo
lindo esa oportunidad, salida como por arte de magia de movimientos que se
hacen todos los días, pero en específico en esa sucursal, como lo hacen diferente,
sabían que daría exactamente ahí el traspié. Pero insisto muchas gracias por
eso. ¡A mí, no me jodieron, me ayudaron!
Sí se pagan los errores
Antonio y otras
personas, me comentaron que yo no tenía por qué pagar por ese error; otras que
sí tenía que hacerlo; me fui por el camino indicado, por conciencia, ¡Fue mi
error! No cobre punto. Pero en realidad, en efecto, no debí de haber pagado.
Aquí reflejare esa división incomprensible. Entre los cuestionados al respecto,
estuvo un gerente que antes fue auditor, es decir que era de extracción
sindical, muy equilibrado y justo, conocedor de los tejes y manejes de muchas
cosas; una compañera que pertenece al comité seccional, hubo de todo.
Cuando después de mucho debate, de preguntar que
hacía, de cuestionarme lo correcto, deslindando mi responsabilidad, la cual en
efecto estaba clara, no había cobrado hasta ahí vamos bien. Lo que me molesto
sobremanera, fue la indiferencia y la división, cada quien interpreta como le
acomoda.
Como dije del
trabajo en equipo, de la maquinaria de reloj; al día siguiente se podía haber
arreglado el problema, como en muchas otras ocasiones, llegaba a suceder; se
entrega una prenda a la persona equivocada, por la razón que sea, se va a
buscarla y se arregla en lio o, paga el empleado que cometió el error. Pero,
casualmente, nadie se dio cuenta hasta muchos días después. Ese día solo me
quedé helada cuando en mi corte había un faltante, me sentí morir y peor.
Puesto que la
flamante gerente trató de ayudar e investigamos que podía haber sucedido, si no
se pagó un empeño, si no se cobró un desempeño, si esto, si aquello, todos los
movimientos de las cajas se reflejan en los cortes del gerente al final del día,
ahí botan los errores punto. Pero no buscamos donde debíamos buscar; en las
reposiciones las cuales, a los días siguientes, aparecieron mágicamente
selladas.
Fueron tres
personas, las que estaban directamente involucradas, más la encantadora gerente,
que le encanta dejar a los demás las broncas pues a ella no se le da eso de
enfrentarlas. Ella estaba en la otra sucursal, donde estaba antes de irme a esa
cueva de lobos. La realidad es que han paso tantos, a ellos sí los mueven y
quitan a antojo y voluntad.
Un día me llamó la
atención, porque habían decidido que no se iba a usar ni radio, ni celulares,
ni se iba a leer; solo leía yo de hecho, ni nada en ningún lado, me dijo
mientras salíamos del área de ventas y me vio con los audífonos puestos y el celular
en la bolsa del chaleco. Yo no tenía atención al público; mi puesto era, nada
que ver con atender a la gente. Sí, lo sé, me pase de rosca; le dije que,
cuando lograra que todos obedecieran y se sujetaran a las órdenes, yo cumplía
con la norma. Porque conteste así, nadie obedecía, nadie hace caso de las
reglas, sean escritas o no, para que, si ahí no pasa nada, nadie te hace nada.
Pues bien, después
de que pagué mi error, les dije que renunciaba al puesto y me regresaba a mi
lugar; se supone y lo voy a aclarar, que hace mucho tiempo las indicaciones de
factor humano era que no se podían renunciar las aplicaciones; es decir si
decidías moverte de puesto, lugar de
residencia, te la pellizcabas, pues se supone que haces un examen antes y que
ya sabes el puesto adonde quieres aplicar, aparte de que eso genera un sinfín
de movimientos a nivel nacional que hacen que otras personas paguen por esas
fallas, pues van de regreso. Si durante el tiempo de competencia de verdad eres
una piedra pueden optar a menos que… el secretario del sindicato y el gerente
decidan lo contrario y te dejen, total engrosas tu expediente, pagas los
errores económicamente, punto.
Yo decliné, no me
dieron una incompetencia que podrían haberla dado lo cual no era posible puesto
realizaba bien mi trabajo, errores los tiene cualquiera y ahí son invisibles;
se esponjaron diciendo que no me la habían dado, que lindos.
Lo que a
continuación hice, fue quitarme la venda de los ojos. Decíamos que cuando
cometes una falta se realiza un acta administrativa y una constancia de hechos,
estas las mandan al departamento jurídico de la institución, te mandan una
amonestación o una suspensión de días y la guardan en tu expediente. Como ya
estaba la constancia de hechos por el faltante; casualmente se decidió, cosa
que se puede hacer, mas no se debe, que se quedara interna, es decir que no se
enviara a jurídico para su evaluación.
Después de muchos
días, de que ya había regresado a mi puesto y que muy horondamente se
pavonearon diciendo que no me habían dado la competencia, más no, que yo había
renunciado. Entonces me comuniqué con al gerente y le dije que mandara la
constancia a jurídico como debía de ser, que yo me atenía a mis consecuencias y
las aceptaba. Sabía que podrían pasar varias cosas, que me sancionaran, que
determinaran que en efecto había sido mi error el cual ya estaba cubierto o que
investigaran que la cadena había sido vulnerada y, que no solo había sido mi
error.
Al día siguiente,
cosa extraordinaria, pues es muy difícil que lo haga, se apareció el
apreciadísimo secretario de sección del sindicato. Me encerré con el flamante secretario y le
dije: < quiero que manden la constancia de hechos a jurídico >.
Para mí era lo
correcto, era lo que debía proceder; independientemente del enojo y desilusión
enconado que tenía por la injusticia, ¿saben que contesto?, que me apreciaba,
que el sindicato me había ayudado en muchas ocasiones y que no quería que tuviera
más actas en mi expediente, que saldría perjudicada, que no era necesario, pues
se había quedado en la sucursal, que para que si ya había pagado mi error, que
si pensaba que podía cambiar algo estaba equivocada; fue un pleito como nunca
lo habíamos tenido. Me sentí no solo vejada, mi integridad estaba siendo
cuestionada y juzgada, mi derecho ante lo honesto como según tanto pregonan, lo
había pisoteado, la responsabilidad que tanto exigen, refutada.
Dentro de las
obligaciones ante el sindicato, está el acudir a las asambleas. En los
estatutos, está claramente estipulado que se sancionará al que no asista, por
lo cual se le suspende por unos días de acuerdo a las inasistencias; desde que
entre, solo supe de una sola ocasión en que suspendieran y no volvió a darse el
caso. Ni a los recurrentes faltistas con o sin argumento que invariablemente
tenían sacado de la manga.
Sucedió que en
octubre como es la fecha estipulada para las revisiones, se citó en cada
sucursal, dos días antes de la fecha a emplazamiento a huelga. Nos presentamos
como siempre esperando hasta que buenamente nos dieran indicaciones; a veces se
arreglan antes y llega a suceder que no llegamos ni al día de la instalación. Pero
no los últimos años que han sido muy intrincados y peleados. Ese día, como
muchos tenemos compañeros en otros estados con los que guardamos comunicación,
como Margarita que sigue en Córdoba. Cuál no sería la sorpresa, en otros
estados ni siquiera los convocaron en la sucursal, al día siguiente ya en
asamblea, algunos llegamos tarde, la razón; el año anterior habíamos llegado
como siempre a tiempo y pasamos mucho de este platicando, hasta que nos
llamaron a dar informes en plena charla y en grupitos perdiendo el tiempo. Llegamos
justo en el momento para no variar, en que estaban quejándose, explicando que
debíamos de ser responsables, cumplir con nuestras responsabilidades. Gracias a
los compañeros de otras sucursales ya nos estábamos enterando de que ya se
había arreglado y no corríamos peligro de emplazar a huelga. Empezamos algunos
me incluyo claro está, pues estaba muy molesta con el flamante comité seccional
del sindicato, a protestar, que dejaran de hablar de lo mismo en cada asamblea,
los mismos y las mismas tarugadas que no arreglan nada; que dieran en informe
pues ya lo teníamos nosotros.
Como cuestión
personal muy frecuente en esta sección, uno de los compañeros que pertenece al
comité, el cual fue uno de los tres que me montaron su teatrito y pagara por el
error, se montó en cólera: - esto es serio, debemos de ser responsables y
respetuosos de nuestras obligaciones - ¡acabásemos! ¿Cómo pides lo que no das?,
¿cómo exigen lo que no enseñan?, ¿cómo se molestan? cuando son los precursores
de esa misma acción, pero a la inversa. Salieron con lo mismo de siempre, por
mayoría de votos, sancionar a los que llegaron tarde y no asistieron; me
enfurecí tanto, que me salió lo sarcástica, mula, majadera, irónica que
extrañamente, pocas veces soy. Dije en voz bastante fuerte para que me
escucharan los del respetabilísimo comité, que estaba feliz, tendría mi primera
sanción en trece años, la mandaría a enmarcar.
Esa fue la gota
que derramo el vaso, la última pieza que faltaba en el rompecabezas, la razón
de peso para decidir. Ese día hasta el Señor Serenidad que es Antonio, se enojó
como pocas veces; a la siguiente asamblea que cerraba el comité nacional y la
cual ansiaba que fuera antes de enero, pues ya sabía que me iba a ir, diría lo
que nunca en trece años dije; Antonio llegó tarde, había ido al médico, tenía
justificación; cabe mencionar que, en efecto, no hubo sanciones, como siempre y
yo, ya no estaba.
Mi sincero reconocimiento
Jamás y nunca
tendré con que agradecerles, que, en efecto, me ayudaron muchísimo. Cuando me
tenía que mover de Córdoba a Querétaro, una mujer hermosa de corazón del tamaño
del mundo, la cual, estaba en el Comité Nacional; hizo circo y maroma para
poder moverme, el sustento fueron muchos escritos al sindicato para poder
explicar la necesidad de moverme, así funciona, a veces claro. Ella también me
apoyo cuando renuncie a valuadores, junto con la jefa de personal. Sí, es
verdad, pero la ayuda no fue exclusiva, se les ayuda a cualquiera que la pida o
que la necesite, cuando se requiera que meta la mano el sindicato ante la
institución; esas ayudas abarcan desde imprudencias, faltantes, sobrantes,
ausencias al trabajo en exceso, broncas personales, irresponsabilidades, robo,
a menos que y ni así, te agarren infraganti. Así que esa ayuda desinteresada o
por aprecio porque he sido buena trabajadora que no ha dado problemas o han
sido mínimos; en realidad esos problemas eran por rebeldía, por inconformidad,
porque nunca entendí ese doble juego; mis desatinos eran porque no era sumisa,
dejada y protestaba de lo que no estaba bien; porque no aceptaba que no se
puede trabajar con dos amos, pues siempre quedaras mal y de pasada nadie te lo
reconoce.
Descubrí entonces
que debía agradecerles por enseñarme que el sindicato sirve para solapar,
salvaguardar la integridad de los compañeros, que servía para debernos a él,
cuándo se tenga que defender el contrato colectivo y no quiten los beneficios
que pocas empresas tienen, pero que, en algunos, les falla mucho eso de
apreciarlos de verdad y no pensar que tienen todavía cosas muy buenas, quien
sabe hasta cuándo gozaran de ellas, se darán de topes en la cabeza. No tengo
rencor para nadie en especial, mucho menos para el lugar que me enseño tantas
bondades.
Hay personas,
muchas, que luchan día con día para mantener ese renombre como debe ser, en
alto. Trabajadores que afortunadamente todavía piensan que las cosas se hacen
bien siempre y nada más, que no se meten con nadie, que respetan no solo a los
demás, respetan su trabajo. También hay muchas inconformes que ven cómo se está
desmoronando bajo sus pies, después de tantos años de dar su sudor, su amor y
su integridad. Es desilusión, es enojo, impotencia y tribulación, por todos,
que no lo ven, o no quieren, o les vale.
Pero ahí fue donde
después de tratar no una, muchas veces de incluirme, adaptarme, corresponder,
incluso poner pequeños o grandes granitos de arena para cambiar, no fue
posible. Entendí que no se puede cambiar al mundo, que no puedo pretender que
las personas piensen, en lo que yo pienso, que deben hacer. Que no se pueden
eliminar los hábitos, cuando estas en una burbuja cerrada y opaca, inerte a
sentimientos y realidades; cuando es más fácil ser borrego entre leones, sumiso
entre déspotas, ciego entre invidentes, mudo entre habladores.
Esta lucha desigual,
incongruente, me llevó a pensar durante mucho tiempo, si ponía en una balanza
las buenas y las malas, ¿qué pesaría más? Mucho tiempo antes de este evento, viví
muchas cosas, disfrute de tantas, que no puedo decir que no aprecié en su justa
medida, así como sé, que se puede considerar un espacio donde la realidad es
que nadie te presiona; si lo vemos del lado positivo, mientras no tengas
compañeros que estén jodiendo como los hay y muchos, puedes entretenerte en
otras cosas mientras cumplas con tu chamba; con decir que hasta puedes estar
estudiando y trabajando. Como yo y muchos otros, no habrían podido leer,
escuchar música, escribir dentro los horarios laborales; la compañera que se
quedó con mi puesto en Córdoba termino por descubrir esa ventaja.
Es un trabajo
mejor que un burócrata, relajado, metódico; de ninguna forma es desgastante
para quien quiera hacerlo así, no es exigente, ni estresante; no estás en una
torre de controladores de vuelo, ni en un restaurante atiborrado de personas. ¿Porque
se quejan? ¿Porque no ven esas bondades?, ¿qué pasa en ese espacio que hace que
te hartes de ir a trabajar? Y esto le pasa al noventa y nueve por ciento de los
que laboran ahí, comprobado.
Hay espacios donde
no puedes ni pararte, tampoco es malo. Depende de muchos factores, ahora hay
mucho tiempo muerto, en donde no hay nada que hacer; entendible, ¿en que se
entretienen? Por otro lado, volvemos al punto, no se puede hacer que todos se
rijan por la misma manera de pensar, podrán sujetarse a reglas; pero cada quien
piensa diferente.
Decía que por
salud mental tenía que expresar que había pasado. A pesar de que puedo hablar
con toda apertura de muchas cosas, por ética, no debo; no es correcto
desprestigiar ni a un lado, ni al otro, aunque en México los sindicatos,
próximos a ser extintos, por esa razón; no sirven absolutamente para nada, al
contrario, son el juego perfecto para impunemente robar para los que están
políticamente dentro. Detesto la política, no me gusta; en algún momento, solo
que afortunadamente no sucedió, quise entrar a ese juego y no por política; pero
gracias a esa palabrita maravillosa, casualmente, no lo hice, supongo que, por
subversiva, y contrariamente a sus ideas, pues la esencia del sindicalismo bien
aplicado, en efecto es salvaguardar los intereses de la clase trabajadora ante
la empleadora… ¿será? O esa fue la explicación que me dio el hijo más grande de
mi otra madre, el que vive en Polonia: Si eres sindicalizado no te corren. Es
verdad, por eso hacen lo que les viene en gana, nadie los castiga. Soy líder
nato, eso lo sé, desde hace mucho tiempo, lo he aplicado muchas veces; a veces
se han dado cuenta, otras ni lo huelen. Pero para mí como salmón que, en efecto,
va contra la corriente, no fue nada fácil.
Yo no entendía,
así lo había aprendido, así me lo habían inculcado y así se hace en muchos
lugares; no es requisito ser el más popular, el más listo, la más guapa, el
mejor; trabajas para un fin, por un camino trazado, con reglas y
procedimientos, ¡que carajos tiene que ver las relaciones personales! ¡Pues
resulta que todo! Si tienes trasero que dar y mochada que recibir, ¡adelante!,
con eso defiendes a la clase oprimida que son los trabajadores.
Atajando recuerdos
Cuando comencé
este relato tan extraño y tan expuesto; hablaba de como las relaciones entre
las personas se ven afectadas por un sinnúmero de situaciones. Al paso del
tiempo vamos cambiando, modificando e incluso madurando. Yo, ahora, no pienso
ni remotamente como hace treinta años; es lógico, bueno hay quienes nunca
maduran. Solo vamos asimilando como las vivencias, los errores, si se les puede
llamar así, nos van redirigiendo; como si una brújula interna pero inconsciente
nos manejara a voluntad.
Como cuando te
encuentras en una bifurcación y no sebes cual camino tomar; sin duda alguna se
prende un interruptor que nos indica, cual debe de ser, aun cuando en ese
momento, no tengamos la certeza de que es el camino indicado, no lo sabemos
hasta después, eso sale a relucir como magia. No quiero pensar en que camino seguiré;
después de trece años y de esa presa que se desbordó un día, después de que
había pasado varios meses ideando, pensando, poniendo sobre la mujer vendada de
los ojos y su balanza en mano, que debía y que quería hacer.
Mi madre
afortunadamente, dentro de sus encantadores setenta y seis años muy sana, pocas
veces nos ha dado sustos y han sido más, por estrés, ansiedad y locura; muy de
la familia, así somos. Las personas cuando van llegando a la edad del titi; titipuchal
de años y de la sejuela; se jue la juventud, eso lo decía mi padre; se vuelven
aprensivos, tercos, intransigentes; María hace unos veintitantos años hacía y
deshacía, no se alteraba, era más bien conchuda y tranquila, ahora es un
peligro; Pero decir que tiene enfermedades serias, de cuidado, crónicas; solo
la locura y esa insisto, es de familia. Julia está terminado la preparatoria y
va entrar a la universidad pública; lo cual nos quitaba mensualidades de
colegiaturas y solo pagar por semestre; seguirá en su curso de paramédico, el
cual la tiene más que enloquecida; si no sale con otra locura, como trabajar o
cualquier otra cosa, pero la universidad es de cajón, por ella y para ella.
Gracias a que mi hijo me afilió, tengo atención médica del Ejército; si muchos
años sobrevivimos con Seguro Social y tampoco no lo usábamos, el flamante, no
muy completo y restringido servicio médico de la Institución; su bandera más
preciada, lo que más defienden y del que abusan bastante y no procuran; el
cual, el día menos esperado, se los van a pasar por delante, mandándolos al
Seguro Universal; que es el siguiente paso del hermoso gobierno que tenemos. No
se los van a quitar, puesto que para los que no sepan, no se pueden quitar
beneficios ya dados en un contrato colectivo; se pueden modificar, negociar,
comprar; claro si le llegan al precio. Aun y con esto el muy adelantado de
Antonio decidió, que después de trece años pasáramos por el registro civil,
fueron por muchas razones todas provisorias; así que, si es muy urgente como
era antes, pues ahora creo que lo uso… nada, sigo teniendo atención médica de
la institución. Pero ese no es el punto de que me adelante a lo inevitable,
llegarán al punto, en que se tengan que renovar, gastaran lana, sí, y mucha,
pero se puede hacer.
Entonces me dije;
haber, vas a ganar lo mismo, salvo los seis puntos porcentuales en cada
revisión anual, no más, pues el gobierno no deja. Las mismas horas o puede que
hasta modifiquen el horario, pues la competencia esta de horror; me faltaban
doce años para jubilarme, tanto en la institución y por edad, que llegara a los
sesenta; pues tengo el régimen anterior y las semanas requeridas en el Seguro Social
ya las tengo, hasta de más. De acuerdo a
un balance, las vacaciones de un mes que en casi ningún lado ya tienen; el
fondo de ahorro dos veces por año; aguinaldo superior al de ley; haciendo
números, era la mitad de lo que ganaba al mes, esos beneficios de ingresos
independientes del sueldo, si los repartía en el año. Con esas elucubraciones y
con un sentimiento, que en algún momento especifico me motivó, no fue como dice
mi madre; que no se deben de tomar decisiones en estados emocionales alterados,
fue con calma, analizado, tomando en cuenta, muy importante, que sabía de
antemano que Antonio me podía apoyar; pues él se quedaría de lleno con todos
los gastos de las dos casas.
María y Julia
viven en la casa que yo saqué por Infonavit; esa casa la compré cuando el
negocio de mi hermano pintaba bien y como socia tenía un respaldo aparte de mi
trabajo, también estaba una entrada fija por la venta de la casa de mi padre,
la cual después de muchas broncas y desconocimiento, se vendió en abonos
chiquitos, sin intereses, con todas las facilidades, para el abusivo comprador.
Cuando por taruga e intransigente, no me di cuenta de lo que mi amigo el
abogado pretendía hacer y dejé que me enjaretaran un contrato cochino. Pues
bien, desde que había salido de Córdoba y con ese ingreso extra, hasta que
logré tener un puesto mejor, realmente muchos de los gastos que conformaban la
mensualidad de la casa, los de mi madre y Julia y muchos más, yo los absorbía.
Nunca hemos tenido
broncas por el dinero, somos una pareja que sabe respetar y acoplarse, dialogar
y entenderse, no me pesaba hacerlo, sabía que en el momento en que lo necesitara
Antonio me apoyaría y así fue. Cuando deje de recibir ese dinero extra, se le
cargarían los gastos a él, no habría mayor problema. Él, había comprado también
una casa, por lo que podíamos bien estar los dos. Mi madre había decidido que
quería que nos quedáramos solos, para que hiciéramos lo que se nos pagara la
gana; en realidad pienso que era al revés, la que quería independencia era
ella, quería sentirse más libre de hacer o no hacer. Mi hija prefería quedarse
con ella lo cual, era de esperar y no porque no nos quiera o estuviera a
disgusto; lo que sucede, que es muégano con María, nada tonta, bien sabe dónde
le dan manga ancha. Julia es su motor, su razón de que continúe viviendo; ambas
se han hecho una sola, indivisibles.
Mi madre ya tenía
mucho diciéndome que ya la tenía fastidiada, que ya se había cansado de verme
histérica, de malas, aburrida, harta; yo me debatía aun entre el deber y el
querer o poder. Un día los senté a la mesa, estábamos los cuatro, cual debe de
ser cuando se toman decisiones familiares y que nos afectaban a todos, lo
aprendimos tras muchos descalabros.
Les dije así a bocajarro;
< voy a renunciar >. No fue… estoy pensando en… ni quiero opinión de…
pocas veces en la vida he tomado decisiones con pleno uso de mis facultades mentales.
Tranquila, consiente, acertada; expuse no solo las razones, las cuales estaban
de sobra, las sabían perfectamente. Solo que, para Antonio no fue algo que lo
tomara por sorpresa, al contrario de lo que pensaran los demás, el siempre
estará como mil pasos adelante, generalmente no necesito ni abrir la boca, solo
me ve y me dice; que estas tramando. Para mi madre fue como el despertar de la
momia, pero de lo petrificada que estaba yo, enmohecida y atrofiada, como si en
un segundo se viese dentro de la casa, una estrella fugaz; le agrado la fuerza
con la que había sentenciado mi decisión, de momento no externo lo que es
normal en una madre o en un adulto experimentado preocupado por una decisión de
esa envergadura; o visto de otro modo su eterna forma de pensar, opino, pero tú
decides. Solo preguntó, si estaba segura de lo que iba hacer. Segura por
supuesto, solo requería de tener la anuencia, que, en sí, no era permiso pues
la decisión ya estaba tomada; era el apoyo de parte de los tres, mi plan ya
estaba trazado; sabía que funcionaría.
La primera parte
del plan ya estaba en marcha. Lógicamente la logística posterior ya recayó
directamente sobre Antonio y yo, cuando aterrizamos lo que necesitaba; como era
de esperar, dado a que él es el tenedor de los billetes. La segunda fase del plan era la más
complicada, pues representaba tomar otra decisión, lo hacía público y me
enzarzaba, para empezar con Gabino; que después según él dijo, que me hubiera
apoyado como siempre, cosa que como le explique: < tenías ya mucho tiempo
metido en tus broncas que, no había forma de hablar contigo, no era tema para
hablar en el trabajo pues medio mundo se iba enterar y tu vieja no te dejaba ni
salir sin correa >. Discutir con
personas necias que me harían estallar, llorar hasta mas no poder con las que
quiero; decidí que solo los importantes, la gerente que me felicitó ampliamente
y de pasada me dijo que era la mejor determinación que podía haber tomado y el
delegado de la sucursal, que de hecho es la persona a la cual se debe uno
dirigir para cualquier asunto, él se encarga de trasmitirlo al secretario;
obviamente no necesitaba pasar por él, o habría sido como muy pocas veces un
poquito majadera y sarcástica.
Les avise a principios
de diciembre. Cuando fuimos a la cena de fin de año, que sería mi última, donde
vería a casi todos mis compañeros, con muchos de los cuales trabajé. A cada uno
lo tengo en su justo lugar y a muy pocos prefiero tenerlos, muy lejos. Ese día,
me acerque a aquellas personas que a pesar de tantos años y de conocernos, no
faltaba que nos molestáramos y en temporadas simplemente no nos hablábamos; sin
dar mayor explicación les dije, a las que quería decirles por razones que solo
yo sabía, que les tenía aprecio, que les agradecía por haber compartido tantos
momentos y muchas experiencias; fue en efecto una reivindicación solitaria e
íntima, dejaba una etapa muy importante de
mi vida, al reencontrarme con quien me encontrara, podría explicar
porque lo había hecho.
Sabía que
obtendría de cada uno, los conozco, se cómo son, fueron muchos años y todos me
dieron algo que aprender, hasta los peores y con los que más conflictos tuve,
me llevé los mejores consejos mudos y silenciosos; respeto, tolerancia, aceptación,
ellos no merecían ni mí lastima, ni rencor, no odio, esas personas solas
quedarán, pues solas y vacías serán siempre. Entregué como corresponde en
tiempo y forma, casi finales de mes la renuncia. Para el dos de enero que
Antonio se presentó y que habían pasado el treinta y uno y día primero, yo ya
no regresé. Cuando la comunidad se empezó a enterar, hubo de todo, muchos se
sintieron felices, pero de ya no verme ahí; otros contentos, porque había
logrado tener las bolas muy grandes y dejar lo que me estaba haciendo daño,
para hacer algo y alguien mejor.
En efecto, esa fue
la razón fundamental, yo dije que no soy de ambicionar en exceso, mas no que no
quiera vivir mejor. Si me seguiría matando por ganar un sueldo, mejor me
fregaba, tranquila, a gusto y con paz mental y físicamente fuerte para algo que
fuera para nosotros. Si yo, no estaba bien, nadie a mí alrededor lo estaba. Muchas
personas me criticaron, me cuestionaron, me movieron la cuerda y no caí. Yo
estaba segura de lo que iba hacer, no le debía a nadie una razón o un motivo.
Vamos ni en el peor de los casos, el único que podía haberme dicho no y era
Antonio, en ningún momento lo externó.
Cambio de rumbo
Cuando estuvo mi
nuera en diciembre ya sabía lo que haría, mi hijo también, mi hermano y mi
cuñada. Curiosamente y casualmente; dos palabras con doble significado. Todos
opinaron, todos dieron su punto de vista, querían participar. Y nadie, al
tiempo, me ayudó. Severa quería un local chiquito, tipo tianguis, obvio un anexo
del pueblo. Sé que me aventé al mar sin saber nadar, ¿será?, yo había aprendido
la lección con mi hermano, tenía en mis compartimentos guardados todos esos
aprendizajes, necesitaba a las personas, necesitaba en contacto directo,
personal afectivo y efectivo, necesitaba sentirme útil.
Tenía los recursos
guardados, empolvados y atrofiados, recordar cómo tratar a las personas, era
como volver a andar en bicicleta, solo que ahora tendría madurez, tranquilidad,
seguridad, ya no cargaría con mis piedras; encontraría otras. Ya no habría
hueros, los llenaría de ganas de hacer lo que quiero hacer, pues tendría tiempo
para hacer lo que me gusta; podría leer, escribir, pensar y soñar. La libertad
la obtendría, cuando descubriera que tomar decisiones, asumiendo las
consecuencias y me llevara a no sentirme insatisfecha, ni encarcelada o inútil.
Cuando se realizó el proyecto y se abrió el local en febrero, había decidido
que sería ropa americana, con las respectivas tres B`s buena, bonita y barata. Desde
que concebí la idea en mi mente, sabia como lo quería; poca infraestructura, me
llevé la mesa de mi comedor; nosotros casi no la usamos, rescaté un closet que
se había comprado en sams, tubos y
colgadores chicos con ruedas.
Ya mucho antes
había investigado en internet donde conseguir la ropa, afortunadamente me di
cuenta de que la mayoría son viles fraudes. Terminé comprándola en un mercado
que hay en Celaya que se dedican a esa ropa, corrí con suerte, no creo en eso,
y encontré un proveedor que tiene ropa excelente. Y entonces se me ocurre la
grandiosa idea, si no entiendo, soy necia, no aprendo de los trancazos; le dije
a mi hermano que si entre sus múltiples conocidos, encontraba un intermediario
que vendiera las pacas de ropa. ¡Oh sorpresa! Si encontró, rápidamente se
alboroto como es su costumbre, le mandé dinero y… se armó un desmadre. Yo
entiendo muy bien, de verdad. Mi cuñada da clases en Ensenada donde viven, Brandon
trabaja como es su eterno modo, mientras más ocupado este mejor, viaja mucho y
cuando está en casa, totalmente de acuerdo, quiere salir a divertirse con su
familia y atender otros negocios más rentables, o que le dan más satisfacción, más
cache y estatus. Ya hemos hablado de su forma de ser, lo que siendo realistas,
les deja muy poco tiempo para ir a hacer compritas al mercadote de Ensenada.
Mandó el primer paquete, el cual, no supe si lo que le mandé, más lo que según
gasto de más, fue o no fue. Confié, después de tardar mes y medio, le envié otra
vez, sigo sentada esperando. Pero sé que la tonta soy yo, “me queda claro”,
como dice mi cuñada, su frase favorita; para que me enojo, mejor me hago a un
lado y ya. Perdí de nuevo.
Pero aquí lo que
importa no es el que me haya fallado de nuevo, eso no importa; es lo que
entendí, ¿quién debe de salir adelante?, Yo, ¿quién debe de buscar la forma de
hacer las cosas y que esto funcione?, Yo.
Como sentencié, porque son eso, decretos, afirmaciones, esto está
funcionando y muy bien. Estoy contenta, tranquila, tengo tiempo para seguir con
mis amores. Retomé lo que me hacía falta, tratar con personas, verlas entrar y
traspasar sus mentes y deseos; saber desde que llegan, qué quieren, cómo lo
quieren; si son de ver o son de platicar; saber su nombre y que les gusta;
extrañaba tanto eso, como el sentirme útil y productiva, era un hongo o un
caracol, me sentía totalmente fuera de lugar. Pero como muchas cosas en la
vida, se tiene que pasar por vericuetos, bardas, tropezar una y otra vez y …
esperar a que sea el momento adecuado, cuando ni sabemos con exactitud cuándo
es.
Si ahora me
preguntan, si me arrepentí de hacer esto, nunca, para nada, en lo absoluto. Lo
han dicho y yo lo siento, lo veo, estoy como probablemente no había estado
nunca, en paz… hay más proyectos aleatorios, que serán como pequeños puentes
para fortificar los caminos que ya están trazados. Transitorios que duraran
solo el tiempo que deban para llegar a la siguiente meta.
Las ruedas siguen girando
¿Qué sigue?...
pues supongo que seguir ¿o no?... Cuando terminé los dos libros anteriores,
fueron una satisfacción muy especial, fueron los bebés, que, junto con los
ejercicios de los cursos y el hambre, me dieron las directrices para saber
hacia donde debía dirigirme, para poder hacer esto.
Con esto, no me
refiero a esta historia. Esta nació, de todo el conjunto de evidencias que fui
juntando, de todas las experiencias que debía de espulgar, de los supuestos
errores que había cometido; también salió de la necesidad imperiosa de sacar a
la Herminia estropeada, vejada, lastimada que no dejaba salir a la Herminia que
estaba guardada detrás de las sombras fatales de cualquiera, la inseguridad, la
insatisfacción, la desidia; la que debía salir es la fuerte, la decidida, la que
tiene confianza en sí misma; esta, que ahora ve de colores la vida y sabe que
disfrutar de cada día como es, pues mañana no sabe que pasara.
Reencontrarse o
creo yo, conocerme, saber, que, de no haber pasado por los caminos intrincados,
no podría ser lo que quiero ser. Esta miscelánea tan florida de brutalidades
expuestas, dibujadas en un tamiz y con tinta de limón; esa que solo cuando se
le prende fuego aparece. Esta historia no es mi historia; yo armé una, con
trozos de tela esparcida, con hilos de colores, con personas que comparten un
común denominador, con caras cual diamante pulido, cual maquinaria de un reloj,
en perfecto engranaje y a su tiempo perfecto. El motivo no es uno, no es
Darien, él, es solo el principio de una continuación que, se quedara en él. Con
él se termina este círculo.
Ya no habrá
regresos, si los hay solo en hacedor que todo ve, todo oye, todo pone en su
justo lugar y a su tiempo perfecto decidirá; pero eso ya no me corresponde a
mí. Lo mío será seguir creando de pequeños granos de arena y construir
castillos sólidos, ya sean reales o imaginarios. Darien es y seguirá siendo mi
motor, es como un catalizador cual bujía que sé, que estando o no, será mi luz.
Será otra forma de ayudarlo a que llegue a un intrincado de vericuetos, que en
su momento sucederán. Pero debía y no sé la causa real, supongo que necesitaba
saber quién soy para creer y crear. Es por ello que tenía que ser brutal y
dolorosamente abierta y tajante. No podía ponerle flores para que se viera
rosa, ni nadar por encima de las aguas turbias, ni dejar los miedos flotando a la
deriva, los absurdos traumas inexistentes guardados en un cajón con llave, ni
las piedras con las que debía de tropezar, ni pedir disculpas, ni
justificaciones. La razón vital de contar los dolores y las vidas de las personas
que conforman, mi vida, es de alguna manera, por agradecimiento; si, es
gratitud. O alguien que me diga que no ha aprendido de nadie, que ha vivido por
osmosis o que nació sabiendo quien es. No son todas a las que les debo pequeños
o grandes momentos y sentimientos, pues eso es lo que rige la existencia; los
sentimientos. Pero entonces sería muy complicado; más que ello, nos perderíamos
en anécdotas que llevarían a un laberinto sin sentido, ni salida.
Cuando un maestro,
el cual me estaba asesorando en las primeras cuartillas, cuando le estaba dando
forma a este proyecto, me decía atinadamente: - expone las emociones, traza los
nudos, extrae de las experiencias el relato crudo, pues ese es el que le dará
forma. Encuentra a los héroes, a los ángeles, los demonios. Crea una batalla
interna; confronta, debate, desnuda -. Cuando fragüé en mi mente, la idea de
cómo quería esta historia, me desvié muchas veces; en un principio yo platicaba
la historia con Darien, era mi interlocutor, dialogábamos y nos cuestionábamos,
era más una historia de ficción en base a muchas realidades; vagaba de pasado a
presente, de primera a tercera persona, - eso no cambió me queda claro -, y
como narradora me perdía hasta no saber quién era o hacía donde iba; no había
trama, ni motivo, ni porqués. Había que regresar al principio, al origen y al
determinar que no buscaba excelsitud, quería realidades, pues esa excelencia
solo se obtiene con años y años de escribir, esa perfección inexistente, puesto
que, en la diversidad, radica el gusto.
Quería que fuese
tan simple y sencillo, que sin importar si gusta o no, cumpla con el cometido,
el de entender, el porqué de mí anhelo de encontrar algo inexistente, pero que
existe; el amor. Como descubrir que, ni he sido tan mala madre y mucho menos
pésima hija o nefasta hermana. Que tengo un marido excepcional, el que, en mi
mente, nunca imaginé encontrar. Pero sobre todo descubrir un motivo, un rumbo,
una meta y un cometido; que no son para mí, son para quien quiera, ponerse un jersey sin mangas.
Epilogo
Darien entra a
cirugía el día diez de junio, de este dos mil dieciséis. La segunda y no la
última; tendrá más y saldrá de todas ellas avante en el trascurso de su vida.
Mi hijo estará
unos días, cuando lo vea, no solo lo abrazaré fuertemente y con tanto amor, que
me sentiré explotar. Lo acogeré como su madre, sintiendo por primera vez en mi
vida que, en efecto, soy su madre. Lo escucharé, le daré su tiempo y espacio
dedicado solo para él; no habrá culpas, ni reproches, solo felicitaciones,
aplausos, orgullo y esponjosidad enorme de agradecerle por ser mi hijo.
Oraré como siempre,
pidiéndole al Padre Creador que ese niño que vino al mundo con un cometido; el
cual descubrirá e indicará que, nada se le ha interpondrá en la vida, así sea
su condición. Decretaré cada día que me de fuerzas para aceptar lo que debe
ser, que me ilumine para entender que no soy yo la salvadora de Darien, ni la
heroína de la batalla que librara en la vida.
A Julia, que puedo
decir, aparte de gracias; ella me dio la vida, me la da todos los días, ya no
tengo el deseo de utilizar ese verbo que no me gusta; hubiera querido ser como
ella, ¿es incongruente verdad? Que una madre quera ser como su hija, pero así
pensaba, que podía anhelar ser como ella y eso… es imposible; ahora, es
admiración, orgullo, satisfacción, gratitud. Hará lo que yo no hice, colgara no
uno, dos títulos en la pared, más los que le vayan llegando, pues conformista
no es. Seguramente, aunque no lo tengo muy claro, me llenará de perros y gatos;
me hará su chacha en un refugio en lugar de cambiar pañales; el tiempo el mejor
hacedor de caminos. Nos haremos una cada vez más fuerte, ella seguirá siendo
ese cordón sideral que estaba unido a mí, solo que yo, no me había dado cuenta.
Ella me ha enseñado que la vida son pequeños fragmentos que se encuentran en un
caleidoscopio sin fin, todo se mueve, todo se trasforma, nada es para siempre.
Mi madre, creó
seres excepcionales, porque ella es increíble, es un ser lleno de luz y amor.
Nos dio muchísimo más de lo que ella cree, debe de saber que lo que somos,
parte de ese cúmulo de pequeños momentos recopilados a través del tiempo y que
hoy reflejan que es una mujer especial. Lo que le quede de vida, será feliz,
sabrá que esos supuestos errores, solo fueron tormentas en una gota de agua
evaporada por el calor que invade su vida ahora.
Harry sanara sus
heridas, crecerá no solo como persona; como padre, descubrirá la maravilla de
luchar por el ser que sea ama. Sorteará sus laberintos; descubrirá sus héroes y
demonios; lo cuidaran los ángeles y siempre tendrá sus duendes junto a él.
Ahora entiendo que
amar no significa dar todo, es estar a un lado, adelante, atrás, dando giros y
brincos; pero nunca con lastima, culpa, rencores ni dudas.
Para Arturo, ¡caray!...
cuando leía un papel en el cual había escrito: la ley del bien absoluto está atrayendo hacia mí el compañero adecuado
para mí… eso fue, muchos meses antes de que el llegara a Querétaro, casualmente.
Parafraseando,
dijo alguien; que no puede uno pretender buscar la media naranja, puesto
llegamos al mundo completos. Yo lo llamaría complemento de esa mitad que
perdemos en el camino, de esa búsqueda incansable por la otra mitad; en efecto
seremos completos.
Mi hermano, lo amo
incondicionalmente y lo sabe, seguiré igual que siempre, adelante, atrás,
rodeando, brincando, saltando, ahorcándolo, mentándole la madre, aceptándolo
tal cual es, tengo muchas opciones, el no.
Para Ana, solo
aceptación, respeto sin cuestionamientos, pues ya no entran en este tiempo, mi
tiempo. Sin deudas o resquemores. Entendí lo que debía entender y agradezco lo
que debo de. Culparla, ya no, así tenía que suceder para llegar a esto, que
somos ahora.
Mi vida ha sido
miel sobre hojuelas, he tenido una vida llena de Gracia y bondades; he tenido
muchas personas que me han querido, guiado, acompañado. Que tengo defectos y
virtudes, si y quien no los tiene. Que cometí errores, no existe quien no los
cometa.
Entonces, ¿porque
habría de quejarme?, ¿porque no sabía, que quería?, ¿por qué no tenía
conocimiento de mi rumbo?, tan sencillo como ver el sol todos los días y dar gracias
por amanecer un día más; tan simple como ver las cosas hermosas que tenemos
cada instante, en lugar de querer lo que no tenemos. ¿Qué me hace falta?...
nada. En mi universo no me hace falta nada, lo tengo ya completo.
Todo esto son
decretos, así entonces, yo sentencio a todos a ver la verdad, a buscarla en
cada uno, a sentir que nada por doloroso, difícil e incomprensible que sea, no
tendrá su recompensa.
Esta historia en
donde faltaron muchísimas anécdotas, dolores y alegrías, pero que, sería
interminable de haberlas incorporado, independientemente de que no era el
cometido; no es una autobiografía pues no tengo ochenta años y me faltan tantos
por aprender y vivir; tampoco es una biografía, puesto que no habla de un
personaje y su vida.
Yo preferiría
darle la categoría de historia basada en hechos reales; una analogía eficaz de
la historia de cualquier persona, familia; esas pequeñas células que componen
una esfera en la vida, las ruedas que giran incontroladamente y, que a veces,
no sabemos hacia donde nos llevan.
– ¿Porque surgió
esta vorágine? ¡Usted dígamelo!, yo vine a platicar… mejor dígame si le debo
algo por las consultas…
– Entonces me está
diciendo… ¿Qué, no debo nada?, que yo sola hice mi chamba… ¡qué bien! Porque la
verdad creo que no existe psicólogo, loquero, mago u lo que sea, que pueda
arreglar la vida de nadie, si ésta, no dice lo que en realidad debe.
– Por su puesto
yo, le podía haber contado lo que se me pegara la gana, mentiras o verdades y
tal vez se percataría de ello, pero… ¿Me habría servido?
– Ya se… no ver
atrás, no culparme, aceptar y seguir adelante.
– Pero sí le puedo
dar las gracias ¿verdad?... digo, ¡esas son gratis también!...
– Gracias, ahora
puedo decir que…
Si vivir fuera
sencillo, creo que nadie aprendería nada, ni de sí mismo, ni de los demás. Si
tropezar significa levantarse, me tendré que caer mil veces más, si amar
significa aceptar, comprender, apoyar y estar donde se debe de estar, sin
ataduras ni muletas, entonces, seguiré viviendo libre y feliz, aun cuando tenga
trozos de vida esparcidos guardados en compartimentos por separado.
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