Las Extrañas Siluetas de La Vida de Darien

 

 

LAS EXTRAÑAS SILUETAS DE LA VIDA DE DARIEN

 

 

 

 

MARÍA GABRIELA RODRÍGUEZ

 

 

 

                                      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

copyright©MaríagabrielaRodríguez

Todos los derechos reservados 

 

  

 Este libro fue creado hace más de cinco años.

    Muchas cosas han pasado desde entonces. Algunos, hemos logrado entender que, en la diversidad de pensamiento, se encuentra el entendimiento.

    Agradezco profundamente a todas y cada una de las personas que, en esta historia, representan mi propia historia, sin ellas, no sería quien soy.

Después de haber escrito este compendio de historias, las cuales son verídicas, de haber tomado posteriormente,

Diplomados en Memorias y discurso autobiográfico,

De acudir recientemente a terapia, entendí,

Que escribir, no es fuga, no es querer entender lo que nos pasa en la vida,

Es, sin duda alguna, reconstruirnos, deconstruirnos, y, actualizar nuestra historia.

En este punto, entiendo que lo que se vive, son las más poderosas herramientas para ser, lo que queremos ser.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Con todo mi amor para mis guías eternas,

El que ya no está conmigo, la que me dio la vida

Y al amor de mi vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                               I.            El Inicio

                            II.            Desentrañando sentimientos

                         III.            La esencia traslúcida

                         IV.            El pasado remoto

                            V.            Utopía

                         VI.            Fatalidad en el jardín

                      VII.            Los sellos inconscientes  

                   VIII.            Preguntas extrañas

                         IX.            Intenta no sufrir

                            X.            Llenando hueros

                         XI.            Los certeros reproches

                      XII.            Quiero ser tu cómplice

                   XIII.            Las ruedas que giran y giran

                    XIV.            Medusa

                       XV.            Enfrentando mis demonios

                    XVI.            Una boda para dos

                 XVII.            Fue… boda unilateral

             XVIII.            Empezando por los traumas

                    XIX.            Lugares vacíos

                       XX.            La espera silenciosa

                    XXI.            Sentimientos encontrados

                 XXII.            Tristeza crónica 

             XXIII.            Saltando sobre fuego

              XXIV.            Educación a distancia

                 XXV.            El pulpo de muchos rostros

              XXVI.            No colgué un título en la pared

           XXVII.            El jinete sin cabeza

        XXVIII.            Recordar es volver a sufrir

              XXIX.            Mi familia de acogida

                 XXX.            Alentando amores

              XXXI.            Mi otra madre

           XXXII.            El amor de mi vida

        XXXIII.            Demasiados mandos a bordo

        XXXIV.            Comienza el viacrucis

           XXXV.            No era solo un árbol torcido

        XXXVI.            Utopías

     XXXVII.            No es magia, es realidad

  XXXVIII.            La necedad andando

        XXXIX.            La tecnología al servicio del hombre

                       XL.            El proceso de las intenciones

                    XLI.            El universo que explota

                 XLII.            La víctima no es tal

              XLIII.            El centro del universo

              XLIV.            La tormenta que ahoga

                 XLV.            Salvando al soldado Brandon

              XLVI.            Cansancio eterno

           XLVII.            El mismo menú todos los días

        XLVIII.            Honrando el trampolín

              XLIX.            Sí se pagan los errores

                             L.            Mi más sincero reconocimiento

                          LI.            Atajando recuerdos

                       LII.            Cambio de rumbo

                    LIII.            Las ruedas siguen girando

                    LIV.            Epílogo

 

 

El inicio

Había llegado en medio de hilos y telas. Como si su vida solo significase coser y remendar viejas heridas que plasmadas en largas y metódicas estancias detrás de una máquina de coser; como años atrás sus antepasados debieron de hacer. Dejando sus espaldas incrustadas en el respaldo duro de la silla. Encorvados y tiesos como su vida, todos los días. Antes de su llegada, nadie sabía su propósito. Cada uno enfrascado en su rutina, vacía y sin sentido. Y él, simplemente llegó. Como llega un deseo suspirado y anhelado en silencio inconsciente.

La mayoría de las personas cuando cuentan cómo llegaron a este mundo. Lo hacen como si fuera el evento del siglo. Guardan, no solo los recuerdos, también almacenan esas monerías que tanto les gusta platicar: El día que dijo mamá por primera vez, cuando dejo el pañal, el momento justo en que se dio en la maceta tratando de dar los primeros pasos. Yo en lo personal, puedo decir que fue un suceso inexplicable, desde antes de que llegara. Y decir con exageración que casi angélico. Pero cuando se llega a este mundo, es con un propósito, el cual, tardaremos miles de años luz en entender o peor descubrir y este angelito llegó para darnos muchas lecciones.

Aún no nacía y, como cualquier primogénito era aguardando y anhelando. Mi hijo, Harry Terkiannis había llegado al pueblo un poco antes de cumplir los dieciocho y tenía veinte cuando nació Darien. Como iba diciendo: pensé en ese entonces que, de alguna manera sus padres, a pesar de muchas situaciones difíciles se aventaron al ruedo con todo y la inexperiencia normal en los padres primerizos. Presente en aquellos que, solo lo hacen y no saben las consecuencias del traer una criatura a este mundo. La realidad es que nadie arriba con instructivos ¿verdad?  Pero aquí lo importante y la pregunta es: ¿por qué llegó? Y mientras me preguntaba el porqué, diré que la respuesta en este momento no la daré; sencillo, no tendría chiste adelantar juicios funestos, aparte de ignorarla.

Supondré de momento, que tal vez no tenían la capacidad para ser padres, pero eso se vería al tiempo. Como sucede con todos, se aprende del modo en que solemos hacerlo a base de caerse y levantarse; de errores y aciertos; destrozos y, después dan las gracias.

No pregunten porque Darien decidió que quería esos padres puesto que son el sol y la luna; Cortez y la Malinche; pinky y cerebro. Uno por bruto, su padre y por lista su madre o a la inversa, cuestión de enfoques y acomodos posteriores.  Pero debió de ver mucho amor en ellos para que decidiera llegar. O simplemente pensó que era momento de que alguien colmara esos hueros tan grandes. Esos espacios de vida sin sentido. Ese querer llenar totalmente su necesidad de dar, para entender. Debió de vislumbrar que, de alguna manera, esa esperada llegada significaría trasformar, aunque sean el atlántico y el pacífico; Chetumal y Mexicali. Pero tal vez en los extremos radica el equilibrio. Pero, sobre todo, porque no se conocían.

¡¿Y cómo es esto de que no se conocían?!... Me enteré después de mucho. Sus padres se habían conocido a través de la fantástica tecnología, detrás de la fría pantalla de un ordenador creando su mundo cibernético. Ese, en el que vivimos la mayoría de las personas. Indiferentes e inexistentes ante los sentimientos. Oyes, pero no tocas, ves, pero no sientes. Ellos se pasaban las horas platicando, descubriéndose, contándose cosas que tal vez, algunas eran ciertas, otras no lo sé, ni lo sabré. A la fecha, es un tema tabú entre ellos. Siendo un vicio para mi hijo las computadoras, entre Harry y la novia virtual, hicieron de ese recurso su vida tras la pantalla; como esos chicos de las series de televisión. Lo bueno que mi hijo no era un enganchador que secuestra chicas brutas por internet. Con esa labia liviana y de no malos bigotes, no porque sea mi hijo.

Harry de pequeño era un niño regordete con cara de garbanzo. Observen uno y verán una carita de boca pequeña, cachetes rellenos y una nariz apenas asomando. Blanco de cejas pobladas y pestañas tupidas de aguacero. Ojos vivaces que daban impresión de travesura constante. Su cabello tan lacio y necio como él, que se pueden ensartar pendejuelas y chingaderitas. Harry llegó en un día del maestro, en completo estado de dolores austeros y carcajadas en el hospital al filo de las cinco y veinte de la mañana. Yo había llegado quince minutos antes.   

Continuando… decía que cuando a su madre, Severa Allegrianni Bipolentiaris le enseñaron por medio de tecnología, la cual en estos tiempos ya gozamos de su benevolencia. Pues ahora, podemos saber si será niño o niña. Lo podemos ver en tercera y hasta cuarta dimensión. Entonces, por medio de un ultrasonido común, de esos que practican en una clínica o gabinete de laboratorio, que algo extraño tenía y que no sabrían con certeza que era, hasta que llegara a este mundo. Los comentarios de los galenos fueron tan diversos como inconsistentes; tumores, malformaciones y toda una gama de horrendos diagnósticos. Durante varios meses solo tendrían eso y atenidos a las exiguas ayudas, todos vivimos en la más absoluta de las incógnitas durante los primeros meses.  De hecho, ya empezaba a ser el foco de atención y aún no nacía.

Algunas personas se preguntarán en el trascurso de sus vidas, ¿para qué llegaron? y, la mayoría de las veces, no encuentran una señal aclaratoria al respecto. Solo se centran en sus vidas hueras sin saber cómo llenarlas de ilusiones y fantasías. Atestadas de sueños incumplidos y aun así siguen viviendo en la más absoluta de las ignorancias. ¿Por qué llegué? ¿A qué vine a este mundo? ¿Cuál es mi cometido en él? ¿Para qué? Nos preguntamos y, terminamos pensando que, llegamos simplemente para vivir o, para llenar una vida con ideales que no siempre se cumplen. ¿Me pregunto, cuál es el mío?

Para entender esta historia, nos vamos a adentrar en la mente de muchas personas. Dentro de lo que se pueda, pues no creo que me pueda poner los zapatos del señor Freud. En algunas ocasiones será doloroso y brutal. Sentiré como me clavan espinas cual Jesús o peor, como me dejan en medio del helado Atlántico. Otras parecerán increíbles e inconsistentes. Algunas verán que es la vida de cualquier familia, se podrán sentir confusos, enojados, incluso identificados. Pero nada como descubrir los hilos negros en personas que en no son extraordinarias. Serán personas normales, con vidas comunes.

Parecerá un laberinto de personalidades. Todas ellas tendrán su espacio y su porqué de entrar en este fantástico mundo de Darien. Van a ir y venir, deambularán, serán intercaladas en aparente ton ni son, pero todas, con un propósito. Aquellas que indiquen la revelación pronta y ocurrente. Lo que cada uno de ellos representa. Eso que cada persona pasa y no siempre se acepta el por qué o para qué.

Se preguntarán porqué cuento esta historia que no es solo la suya. Es la de muchas personas que llegaron a su vida y otras que no conocerá más que a través de mis palabras y las de su familia. De cómo y porqué decido contar los vericuetos y circunstancias, de hasta ahora su corta vida. Cuando soy, la menos involucrada con él. Será, porque siento que debo de explicar que, su llegada significó grandes cambios en muchas personas. También, porque me adelantaré a cosas que sucederían. Y no porque sea bruja, ni tengo una bola de cristal. Solo fueron saliendo en el transcurso de analizar y desnudarse al contar esta historia, el porqué de nuestras vidas.

Para entender esto viajaremos a mundos de ficción y de realidad. Cuando se cuenta una historia siempre se mezclan esas partes de irrealidad y de verdad, pues de lo contrario, no podría haber historias. Pero, el sentido de las aparentes quimeras quedará expuesto en lo que supondrán ustedes; como esos anhelos que todo ser en algún momento de su vida, desea que sucedan. Supondremos que es, lo que debería de ser y solo por eso sabrán, que son más verdades que ficción.

Le llevará muchos años descubrir su cometido y para que había llegado a este mundo. Él, solo se ira desprendiendo de sus propias utopías, para convertirlas en realidades. Yo dejaré pendientes, no solo en nuestras vidas, también en la de otras personas. Pero lo que sucedió durante muchos años, con nosotros, los de esta historia, realmente será interesante de contar, saber y entender.

¿La razón?, es un florilegio de almas perdidas, en circunstancias, tiempos y condiciones diferentes. Que llegaron para amalgamar sus vidas en este enjambre y lograr un cometido.

 

                                           Desentrañando sentimientos

¿Qué sentí cuando fui a verlo? … Caminaba lentamente y con firmeza hacia el fondo de un pasillo. Con su loseta blanca y pulida, cual debe de ser en un hospital. Oliendo a ese desinfectante que tanto pica la nariz y en automático te genera ese recuerdo de enfermedad y encierro.

Después de pasar por el puesto de enfermeras, en el cual se encontraba una apostada cubriendo diligentemente su turno. Me sonrió, algo extraño pero agradable cuando vas a un hospital. Ella no sabe mi estado de ánimo, pero me brinda un remanso dentro de la angustia.

Las paredes blancas, algunas puertas desvencijadas, todo limpio y ordenado. Por fuera, no puedes ver la inmensidad a la que entras. Es un edificio alargado de cuatro pisos, pintado de colores vivos, lo cual debe de ser por una razón; es un hospital infantil. Con los barrotes circundando, las casetas cuidadas por guardias que te escudriñan. Patios con césped bien recortado. Bancas y pasillos largos que parecen laberínticos modos de llegar al mismo punto; la salida y la entrada. Personas sin nombre y con rostros desencajados. Algunas, con el dolor reflejado en la cara. Otras llorando por alguna perdida o por la gravedad de una enfermedad. Padres y madres, abuelos, amistades; siempre circundándolos la desolación y la fe. Orando y rezando. Cuando le dije a la enfermera adonde me dirigía y con una identificación de cartón, con mica plástica, que me colgaba del cuello anunciando que era, una visita. Me proporcionó las instrucciones pertinentes: <llegue al fondo de este pasillo, gire a la izquierda y del lado derecho en la última habitación, ahí está>. Pasé por varios cubículos. En algunos se veían las enfermeras y médicos con sus batas blancas y estetoscopios colgados, se movían sin prisa, reían, platicaban.

Llegué a una habitación con cuatro camas, en el área de nefrología. Entre sigilosa saludando a las demás madres que se encontraban a un lado de sus respectivos infantes. Unos mejor, otros peor. Me acerque circunspecta a tu cama inmensa. La cual, tenía sus barandales. Me recargue en uno de ellos para poderte ver. No porque estuvieran muy altos es que te veías como balsita en medio de un gran piélago. Me sentí increíblemente contrariada, mis sentimientos se dispararon de manera incontrolable. Estabas conectado a un tubo de oxígeno, tenías sondas para alimentarte y administrarte medicamentos. Parecías astronauta diminuto y no otra cosa. Como era de esperarse después de dos paros respiratorios y tu condición frágil al nacer. Picoteado por todos lados. Tenías el catéter para el suero en una manita y otro en el hombro; terminarías con un mapa lunar de tantos cráteres. Tu cabeza estaba metida en una cápsula de acrílico blanco, parecía el molde de yelmo moderno sin terminar. Servía como nebulizador. Solo tenías puesto un pañal desechable y se veía tu barriguita redonda como Buda recogida en lonjitas diminutas, igual… que una ciruela pasa.

Sin prestar atención a mí alrededor, puesto que no me di cuenta de lo que estaba en ese momento en el televisor con canales locales. Las pláticas de las otras madres las ignoré. Un llanto por ahí silencioso como quejido acuciante, tampoco escuché. Me concentré solo en mirarte. Quería meterme en tu mente y tu corazón. Necesitaba con gran urgencia que me fueras reconociendo como tu abuela paterna. Como tú compañera de travesuras. Tú confidente y cómplice leal. Tu admiradora número uno, la que tanto te anhelará.

Quería que sintieras mi energía, mis sentimientos suspendidos a tu alrededor como aura de luz y tranquilidad. Que llegaran a tu subconsciente, esos decretos firmes y acuciantes, trasformando en tu interior, esa gama cual crisol que tendrías de pensamientos, tradiciones, cultura y vida. Te observé con tu carita cual garbanzo minúsculo como la de tu padre. Me sorprendí tanto de esa calca paterna, me habías dado un golpe de veinte años atrás cuando nació tu padre.

Algunos hijos se parecen tanto a los padres o las madres. Así sucede con tu tía. Dicen que somos hermanas. Pero en lo que respecta al parecido físico, eres una calca al carbón.  Blanco, no moreno quemado o curtido por el sol como tus antepasados maternos. De facciones delicadas y sonrisa desde que llegaste. Esa salió de tu padre, pero ahora, ya no sonríe. De carita redonda, con el mentón ligeramente puntiagudo, grandes cachetes esponjados, ojos de color hueso de mamey, grandes, expresivos y chispeantes en sumo grado. Abundantes pestañas y curvas cejas. Estabas rapado de la cabeza, según ya tenías mucho pelo y abundante como el de tu padre. El espacio entre la nariz diminuta pero abultada como bulbo y la boca de labios delgados, es amplia, si no sales de poco vello facial tendrás un hermoso mostacho. Tienes un lunar en el hombro derecho redondo y rosado. De haber nacido con esas facciones paternas pero el color de tus abuelos maternos nos hubiéramos vuelto locas de gusto. Nos gustan los bebés prietos por no decir que querríamos un negrito. Pero tu padre, con todo el conocimiento previo de sus gustos femeninos, generalmente blancas tendiendo a güeritas insípidas. Pero tu mamá no es blanca como la leche, ni morena como sus padres, tíos, abuelos y demás congéneres. Tiene un color amarillento hepático como el mío. Detesto mi color informe entre guayaba amarilla y plátano maduro. De cara redonda y con la mirada ocurrente. De cabello lacio como su ser y negro.

En efecto, sonreías. Te veías feliz. Nada de lo que ocurría a tu alrededor te importunaba. Estabas tan tranquilo. Algo que podríamos pensar extraño, si tomamos en cuenta, que tenías unos meses de nacido y que los seres humanos tendemos a recurrir a esos episodios de molestia cuando nos sentimos enfermos y mal con tanto picoteo en nuestro cuerpo. Te quedarán las marcas de todos esos piquetes y otras que no se verán.  

Creo que como se comentó un día. Cuando naces, no sabes de sufrimiento, puesto que ignoras ese sentimiento. No sabes de odio, ni de remordimiento, pues no se ha adquirido la experiencia. En este caso, creo que, al estar todavía inmune de esos aprendizajes comunes, que los instruidos en materia no te han dicho o inconscientemente, ya te lo plantaron en el chip; escuchando desde el vientre, pero, ya vivirás esas cosas como: “tapate hace frio”, “te va a doler esta inyección”, “si corres, te puedes caer”. Mientras los que ya crecimos, las pesadillas en la noche son por mero aprendizaje, tú, aún no sabes todo lo que sortearas para aprender a ser tú, para ser solo Darien.

¡Es la verdad! Es lo que nos van enseñando, lo que vemos en casa, no son invenciones ¿o sí? Por lo menos eso pienso yo…

 

 

 

La esencia traslúcida

El sonido de la televisión y los llantos a tu alrededor no te hacían mella. Habitabas en tu esfera; esa burbuja sólida, pero trasparente y porosa. Diáfana, porque dejabas ver tus emociones. Permeable, ya que permitías sin reparos, que entráramos de lleno a tu vida. Sólida, pues ya mostrabas tu autoridad contundente. Así habías llegado. Apenas llegaste a este mundo y verás que la vida te deparará muchas sorpresas. Pero más nos darás tú y eso será lo increíble.

Tomé con cuidado y delicadamente tu manita entre las mías. Te susurré con lágrimas corriendo a mares sobre mi rostro, aun tratando de salir de mi asombro por verte tan frágil y a la vez tan fuerte. Sentir tu energía, observar en tu mirada una cómplice sentencia de “aquí estoy”. Te musite muy bajito: ¿Sabes Darien que has llegado por algo?  Fue la primera frase que te dije cuando después de haberte murmurado un padre nuestro y decretar, que, bajo ninguna circunstancia permitieras que nada se interpusiera en tu vida, ni siquiera tu condición.

Ese día no te conocí. Ya te había visto antes, cuando saliste del hospital once días después de nacer. Entraste en mi vida cual raudal sin freno y te amé tanto desde ese preciso instante. Ame tu sonrisa. Adore tu fortaleza. Me diste el mejor de los regalos y tú, ni te enteraste. Me otorgaste, ganas de vivir, cuando te vi en los brazos de tu madre que complaciente te dejó en los míos y, al acurrucarte contra mi pecho, parecía una loca con sonrisa estúpida en la cara, tan desquiciada que parecía una chiquilla a la que le dan el regalo más esperado.  

Mientras te veía en medio de tu inmensa cama ya me habías hecho tus primeros pucheros, después de que me regalaste muchas de esas sonrisas graciosas que haces. Achicas los ojos, arrugas la nariz y enseñas las encías en mueca de sonreír. Cuando te estabas poniendo molesto y comenzaste a llorar, se me ocurrió tomar tus pies regordetes y pequeñitos, los empecé a acariciar como haciéndote masaje, después de un rato, te tranquilizaste y volviste a sonreír. Sentí que, desde ese día, podíamos llegar a tener una especie de señales propias, solo para nosotros dos o eso quería desde que te vi; formar parte de tu vida intensamente. Tener un lenguaje particular, propio de dos, sin más nadie, algo que nos uniera como un cordón cósmico e invisible que se conectara de manera telepática.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pasado remoto

Va a ser doloroso, pero en fin… si tengo que explicar que sucedió. Como un ente inexistente y extraño que reverbera en el aire, las palabras para mi hijo ese día fueron contundentes. Él, sentado en un baúl y yo, en una silla diciéndole con toda la seriedad y tranquilidad que podía tener en ese momento: – vete, ya no te quiero aquí, ya lograste acabar con la poca paciencia que se puede tener –. El día pudo ser como cualquier otro, soleado o nublado; con lluvia o mucho aire. En mi cabeza, solo había nubarrones cargados de desilusión, torrentes de lágrimas atragantadas en la garganta. No me hubiera calentado ni una fogata de fiesta en playa. Pero eso, no importaba, pues todos los recuerdos incomprensibles pasaron ese día por mi mente, desde el momento en que nació mi hijo, hasta el sentimiento de culpabilidad que había atesorado durante tanto tiempo y, que no sabía cómo quitármelo.

Había subido a su habitación a rellenar o atascar la maleta. Mientras bajaba, anhelaba que fuese como la primera vez, que regresaría al siguiente día. Años y años de culpa mal entendida, mal encausada. No fue suficiente, que yo me hiciera la vida de cuadritos, espirales y que giraran incontroladamente, aún con él, tenía culpas. Pero esas culpas tenían su origen, obscuro y cargado como nubes en un cielo pronosticando tormenta. Como día del juicio final. Pero esos yerros no eran míos. Después lo entendimos.

Pero él, sí me recordó mis culpas y de la manera en que siempre solía hacerlo. Escudado y colgado de sus eternas muletas. Aquellas que le habían dejado hasta que él, decidiera quietárselas. Me dijo muy enfadado: – ¿Por qué me culpas de algo que tú causaste? Tú no me educaste, tú no estabas conmigo, tú no pasaste por lo que yo… el no saber que quiero –. Con el rostro cual jitomate encendido de enojo e impotencia pues sabía, que él estaba mal.  Presentía que iba a huir en lugar de enfrentar. Pero eso, mi hijo no sabía cómo hacerlo… aún. Mi madre rondaba por la casa, al oír sus reproches y ese tono altanero, se le enfrentó y le dijo, que no tenía por qué ofenderme, ni faltarme al respeto. Él no sabía en ese momento o tal vez no quiso pensar, que solo era una reacción de defensa normal, cuando sabemos que estamos haciendo mal o no queremos verlo.

Bueno como iba diciendo… El día que Harry bajo del autobús que lo llevó al pueblo, llevaba en su mochila de lona, cuadrada y dura como su vida en ese momento; sus recuerdos, los fantasmas y sus fotos. Todas las que se llevó sin mi autorización, dejándome sin ninguna que fuera la representación impresa de su llegada. Iba fumando un cigarrillo, herencia mía, de mi madre, de mi abuelo, de miles. Desaliñado y cabizbajo, seguramente sin bañar en muchos días. Cuál era su costumbre, desde hace ya varios meses.

Es horrible experimentar esa sensación de abandono. Como si tu cuerpo no te perteneciera o visto de otra forma, no querer que tu cuerpo contenga un alma, neuronas y sentimientos. Él, se sentía vacío, desorientado, sin rumbo y abandonado. Enfundado en sus pensamientos aun frescos como el aire que le rosaba la cara. En esos momentos, él, no pensaba, simplemente se dejaba guiar por sus pasos, dejándolos que lo llevaran como autómata a un lugar al cual nunca había ido, el cual, desconocía. Él simplemente, había huido, pensando que tal vez, podía probar suerte con esa novia prometedora.

Caminando para poder llegar a su punto de encuentro, a través de calles desoladas, con transeúntes que lo miraban extrañados; cual forastero fuera de lugar. Ausentes de ese bullicio que él conocía de ciudades grandes y pobladas, de avenidas inmensas y, algunas, menos estruendosas. Sin ver un camión urbano en varias cuadras. Tal vez la contradicción del pintoresco ambiente contra la inexistencia de ruido, estrés y smog. Personas moviéndose frenéticamente de un lado a otro, tráfico y largas caminatas en donde había vivido.

Mientras escudriñaba a su alrededor y escuchando el sonido del viento que revoloteaba a su alrededor desordenando sus ideas. Seguramente estaba empezando a maquinar la historia oficial, esa que daría al llegar a la casa. La historia inventada que contendría verdades a medias y mentiras completas y que, al paso del tiempo, le daría la vuelta. Su vida se finco en bases nada cimentadas. Aprendió de un modo nada bueno que podía mentir, manipular y engañar cuando quería obtener algo. Pero no es nada raro que las personas mientan, todos mentimos, empezando a nosotros mismos, cuando no queremos ver esas verdades que, por dolor, orgullo, necedad, incluso ignorancia, nos hacemos de verdades a medias para no quitarnos las máscaras y aceptar lo que en realidad somos. En su mente la imagen de la novia que vería por primera vez de frente y saber que, por fin, podía tocarla, abrazarla y tal vez, darle un ósculo cargado de ternura y espera ansiosa. Y con una sola idea certera; de que se sabía solo, desamparado y sin brújula que lo guiara.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Utopía

¿Qué era lo que esperaba o en qué estaba pensando?... Después de algún tiempo y, de tratar de hacerles entender a los progenitores de mi nieto, que debían mudarse. Salir de ese pueblo. Ver otros horizontes. Buscar otras opciones. Yo decía, que en ese lugar no iba a vivir más que dentro de cuatro paredes, hilos y telas que solo lo remendarían y lo coserían una y otra vez, mientras necesitara de esas tantas operaciones, pero que, solo su físico, seria remendado, más no compuesto; pues eso nunca sucedería. Lo que sí podrían remediar, sería su mente y su interior, esos pensamientos que sentiría encapsulados, enjaulados cual presa de los miedos ajenos, su entereza forzada a abandonarse y doblegarse por temor a perderlo, ¡si aún no sabía cómo vivir!

Cuando a su madre por medio de un común ultrasonido practicado en una clínica del pueblo, que tenía algo extraño, no entendieron nada. Siguieron con sus vidas cargadas de hilos y telas. Continuaron con sus horarios de madrugada al anochecer sin pararse de la silla, más que para sus dos alimentos al día. En realidad, era de esperar, dado a que en esa casa si no te ven casi muerto, no te llevan con un matasanos. Cuando les llamaba por teléfono, pues se enfadaban si me llamaban ellos; pues se gastaba mucho en el recibo telefónico o tenían la costumbre de escuchar por otra extensión. Solo me decían que estaba bien, creciendo sin otra complicación más que; la de no saber, qué era eso extraño que había en su vientre.

Tuvo que pasar un tiempo después de comunicarles que, en el pueblo no encontrarían hospital que aceptara atender ese parto y que mejor se fueran a Puebla. En algún momento se pensó en un hospital particular, pero los debates al respecto comenzaron por lo normal, sería un gasto excesivo y sin saber que sucedía con el bebé, les sugirieron que fueran a la Cuidad de México.

Para que eso se lograra, fue gracias a esa labia necia de mi hijo, que ingresaran a mi nuera al Hospital de Perinatología en la Ciudad de México, cuando ya su vientre era de un globo cantoya y estaba a escasos dos meses de parir.

Se presentaron al hospital, pero no les permitieron ingresar a Severa, el argumento; casi estaba a punto de parir. Alegaban, que no la habían atendido desde el principio, entonces mi hijo, decidió ir a un hospital privado que estaba cerca de ahí. Pidió hablar con el director, le explico la situación; tenían seguro popular, nada más. Argumento ingenioso a pesar de que era la realidad. No tenían recursos para poder ir a otro hospital, aunado, con el estado de salud de la criatura que hasta ese momento no sabían con certeza, qué tenía. Salió de ahí con una carta firmada del director dándoles todas las facilidades para el ingreso. Todo ese enredo, lo arregló mi hijo, el que los padres de mi nuera abrieran la boca, implicaría el desastre total. Protestarían de todo, se quejarían, alegarían que ellos son dueños de un negocio y entonces todo el intento de lograr ayuda sin gastar, se vendría abajo.

 Cuando nació, explicaron la discapacidad que tendría. Le suerte de ser el elegido de uno entre trecientos cincuenta mil. Determinaron con exactitud, la magnitud y estado. Llegó a este mundo y fue recibido con un certero diagnóstico: síndrome de ciruela pasa o en términos médicos, síndrome de Prune Belly. Anomalía genética que no se sabe con certeza la causa.

Para los que no quieran indagar metiéndose a internet o simplemente porque es más sencillo explicarles en que consiste este síndrome, les diré: es la ausencia de los músculos del abdomen. Durante el embarazo la cavidad abdominal se llena de líquido, haciendo que este se hinche por la ausencia en el desarrollo de los músculos. Esto causa problemas en la mayoría de los sistemas, pero con severidad en el digestivo, que deja a todos los órganos en una gran piscina y se expandan a sus anchas; el urinario se verá directamente alterado ya que es requisito para establecer la triada que conforma en síndrome, este será amenazado por recurrentes infecciones en las vías urinarias; por lo que requerirá de cirugías para derivarle las uretras; el respiratorio será el tercer componente, generando de igual modo, infecciones,  en casos más severos, riesgo de paros cardiorrespiratorios. Los testículos no le bajaran por sí solos, lo que, a la larga, repercutirá severamente en su condición física. Requerirá de un implante en el escroto y por medio de cirugía bajarle los testículos, podría ser totalmente estéril y tal vez el riesgo de padecer cáncer.

En algún momento de su edad adulta, puede suceder que requiera si es el caso, de un trasplante de riñón o estar sujeto a diálisis, si el caso llegase. Lo aciago en esto, es que cuando todos nos metimos, en especial mi hijo, a indagar esa condición extraña, tal vez no aquí en México y por desgracia nunca sabremos; que, con tecnología y recursos a la mano, tiempo y buena disposición, se hubiera podido remediar o mitigar dentro de los primeros tres meses de gestación. Resulta que, se podía haber realizado una operación estando aun en el vientre materno, pero esa palabra “hubiera”, no me gusta, porque ya pasó, ya sucedió. No culparemos a nadie de esta situación, puesto que representa lo que es ahora y el hecho de que llegó en esas condiciones por alguna razón específica, será una bendición por extraña que parezca, está vivo y eso, es un milagro.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fatalidad dentro de un jardín

Externar sentimientos… me cuesta mucho trabajo… El día que fui a ver a Darién al hospital, llegué en completo estado de angustia; si le puedo llamar angustia a ese sentimiento que se presenta en condiciones de incógnita. Las predicciones sobre el tiempo que viviría eran tan variables, como lo fue el clima ese día. Me azotaron varias opiniones nada alentadoras: Una tía médica, que era muy complicado que pasaras de unos meses. Le había comentado a mi madre cuando llegaron a hablar de la situación en conferencia telefónica. Ella comento que estaba en buen lugar, el infantil era el hospital adecuado para que se le atendiera, pero pronosticaba tormenta segura. Otro galeno conocido, que trabajaba en el área administrativa en la empresa donde yo laboraba, por segunda ocasión y sin ponerle florecitas, que no esperáramos nada bueno. Más aguas torrenciales y del sol que ilumina los días cuando amanece dando gracias al altísimo por un nuevo día, nada. En ese momento, con pocos meses de nacido y sin que mediaran tratamientos o posibilidades no había mucho que hacer, más que esperar y seguir esperando.

Dentro de mi cabecita solo decretaba, oraba y pedía que lo que debiera pasar, sucediera sin más nada. No éramos galenos, ni alquimistas, éramos simples mortales que queríamos que esa criatura viviera, egoístamente, pues no queríamos sufrir una perdida.

Pero éramos nosotros los que sentíamos el miedo y la angustia de no saber, sin ponernos a pensar si sería como en muchas otras circunstancias, no permitirle al que sufre, más dolor y con mucho sacrificio de nuestra parte, dejarlos ir. Tiempo después y de varios estudios, por fin determinaron que, dentro de los grados que tiene el síndrome, el de Darien era el más benévolo o de otro modo, el menos agresivo. Paso de categoría II a III lo cual dejaba muy cerrado el espacio de mortandad a temprana edad, en la categoría I simplemente no estaría contando el proceso; fallecen dentro de las dos a cuatro primeras semanas de nacidos. La categoría II es de riesgo, sí en los primeros meses las complicaciones respiratorias son agudas y las otras dos que componen la triada, si no es el caso, vivirá muchos años; con sus debidos cuidados, sus múltiples complicaciones, entradas y salidas del hospital y poniendo de cabeza enteramente a todo mundo.

Vivir, eso tiene un significado muy amplio cuando una persona sufre por una enfermedad, deficiencia o discapacidad, también alteran la vida de todos a su alrededor. Tal vez, no se dan cuenta de lo que sucede con ellas, hasta que van tomando conciencia de ello y, ¿que da esa condición?, la experiencia de ir viviendo con sus propias limitantes, Agrandarlos o atenuarlos. Pero no se hacen solos, en general, los que invadimos la inocencia de lo incierto, somos los que vivimos a su alrededor, puesto que ya aprendimos que es el dolor físico, la angustia, el miedo y la incertidumbre; y lo único que hacemos es, heredar esos aprendizajes sin saber a ciencia cierta, si les duele, molesta o simplemente que aprenden a sobrellevar esas cuestiones, nosotros ni remotamente entenderemos que, es mejor dejarles sus propias vivencias.

Recuerdo a Rubén, era hijo de Ágata, la esposa de mi padre y padecía de hemofilia. Lo traté muy poco, pero vi ese peregrinar del hospital a casa muchas veces por un simple golpe o raspón. Llevaba dentro de sus limitantes una vida casi normal, pues eran más los que le ponía su madre, que los que él se permitía. Sabía que, si se excedía en hacer algo, debía de tener a la mano sus bolsas frías para desinflamar las articulaciones. Nunca pudo tener hijos, por algo fue. No falleció de viejito; por las interminables transfusiones contrajo VIH, tenía treinta años. Pero lo que si viví, fue el sufrimiento constante de su madre y la atenta intervención de mi padre, alentándolo a que se cuidara, pero que no se limitara. No lo quería en algodones; él, le enseñó a andar en bicicleta, su madre se infartaba, pero aprendió.  

Mientras bajaba del metro, ese gusano anaranjado que trasporta como en muchas otras ciudades, miles y miles de seres humanos con sus rostros tan iguales; durmiendo o pensando en cómo tener algo más en la vida; soñando o simplemente truculando como arrebatarle el bolso a quien se deje. Para mí, no era problema manejarme en metro, lo había hecho muchas veces, conozco la Cuidad de México y no solo por haber vivido ahí en algunas temporadas.

Me veía en el vidrio sucio y rayado, con una imagen borrosa, descolorida, informe. No llevaba más que lo puesto, no había cargado con una muda de ropa para cambiarme. Sin bolso pues preferí ponerme una cangurera de esas que te atas alrededor de la cintura; son muy prácticas y evitas que te arrebaté el bolso algún malandro. Había decidido irme en un proletario camión en lugar de irme en auto, la realidad es que no se me da eso de manejar en la Ciudad de México; cuando no se está acostumbrado y se desconocen las rutas para llegar, el tráfico y tener que manejar entre locos descarriados, es estresante.

Cuando salió Darien del hospital después de que nació, ese ocho de noviembre del dos mil trece, fuimos el veintiocho. Le pedí a mi hermano que nos llevara, iba con mi hija, aún y que él sabe por dónde moverse, dimos tantas vueltas que ya me imagino de haber ido sola me hubiese perdido fácilmente, así que no me quedo más remedio que aguantar apachurrones y olores almizclados, independientemente que gastaría menos.

Al caminar por las calles se veía el cielo gris y cerrado, como si se augurara un torrencial aguacero. Pero solo fue mi imaginación. Creo que el aluvión lo tenía dentro de mi mente. Caminaba con la cabeza gacha. Ensimismada en mis pensamientos funestos, mientras iba tomando café en un vaso desechable y fumándome un cigarrillo, quemando mis neuronas, pero de pensar.

No recuerdo con exactitud cuando fui. A Darien lo operaron en julio, pero lo que recuerdo es, que cuando lo estaban preparando para la intervención quirúrgica en la que le derivarían las uretras; una idea salida de la mente de un internista que decidió hacer la intervención anticipadamente, pensando que, con eso podrían retrasar lo más posible las infecciones y le daría tiempo a que se fortalecieran sus órganos, entonces andaría con sus bolsitas y sonda o un pañal alrededor del vientre.

Buscamos donantes hasta que, en algún momento al no llegar nadie; será por falta de tiempo, por ignorancia, miedo, que se yo; o simplemente por no cubrir con los requisitos. Acudieron mi hermano y mi cuñada, con todo y el pavor que tiene a las agujas, pero al ver esa criatura se le había olvidado todo. Ya llevaban dos o tres meses con el internado, más los que siguieron hasta que salió después de la operación. Todo sucedió muy rápido, empezó con infecciones frecuentes, índices elevados de potasio y creatinina, todo para que empezara a descender su calidad de vida. Era el principio de la continuidad en su vida. Hospitales, operaciones, límites.

 

 

Los sellos inconscientes

¿Que si soy pesimista y negativa?... ha sido un sello en mi subconsciente… Siempre pensando que las cosas pueden salir mal o puede que no sea pesimismo, es realismo, contundencia. No es que pensara que algo podía salir mal, era que en realidad así era de esperarse, sabía más o menos por lo poco que vi a los consuegros, que no eran muy dados a exponer, dialogar y menos aceptar comentarios. Por pláticas con Harry me comentaba que había algunos problemas, cuestiones de dinero, decisiones, quejas sobre él. ¿Cómo no llegar con la guardia atenta y tratando de no ponerme a la defensiva?, era yo, la otra parte en disputa, la madre del padre de ese hijo que necesitaba ayuda; la contraparte de un equilibrio que jamás y nunca se iba a dar. Yo sabía que su condición iba a requerir que todos tuviéramos pensamientos realistas, pero ¿realistas de qué?, si ignorábamos que iba a pasar, solo quedaba el esperar y pensar que saldría adelante.

Es curioso y entra en franca contradicción con nosotros, es decir mi familia; no estamos acostumbrados a muchas cosas, no nos gusta ponerles flores a los problemas; no aceptamos que cuando hay un lío se haga más grande, preferimos buscar una solución en lugar de agrandarlo. Pero esa criatura logró que mi pensamiento consiente cambiara por completo. Sentía que debía ser positiva y no dejarme llevar por ningún tipo de pensamiento o sentencia negativa, pues lo único que lograría, sería sentirme mal y no quería que sintiera ni percibiera esa inquietud, él no necesitaba eso.

Lo que llamó mucho mi atención y me sigue sorprendiendo, es la abismal diferencia que existe entre esa familia y la nuestra; como debe suceder con muchas familias en cualquier parte del mundo. Al principio, nunca sospeche que fuese tan extrema, así como sé, que, para mi hijo, ese camino que empezó a recorrer con los ojos vendados, se trasformó al tiempo, en grandes vericuetos que lograron que entendiera, los muchos problemas que se avecinaban.   

Los bebés desde el seno materno, escuchan, sienten y perciben todo lo que sucede afuera. Sienten alegría, dolor, aceptación o rechazo. Harry acostumbraba ponerle a Mozart cuando estaba inquieto, también le ponía metálica o Ramstein; variadito para que se acostumbrara. En una ocasión me mandaron un video donde estaba bailando rítmicamente, con una pieza de los Rolling Stones, se veía hermoso llevando el ritmo con sus nalguitas de un lado al otro y contoneándose de forma alocada.

Mi conocimiento de Darien se ha basa, en una cantidad considerable de fotografías que me mandan sus papás; por supuesto que lo he visto y no una, varias veces, pero hay razones de mucho peso para no verlo tanto como quisiera, espero no tardarme mucho en mandarlas a imprimir y colgarlas en una habitación, que seguramente será el estudio; donde las musas me guían y con repisas llenas de libros que compondrán mi burbuja particular. 

Al llegar a las calles aledañas al hospital, mientras aguardaba que mi hijo o mi nuera salieran en mi búsqueda, me senté en la orilla de la banqueta, me fumé unos cigarrillos, mientras mi mente viajaba.

 

 

Preguntas extrañas

¿Qué esperaba yo?, no lo sé… Sus cuestionamientos eran fugaces. Ma, ¿cómo es Tlaxcala?, me había preguntado mi hijo en un momento de aparente sin sentido mientras bajábamos del camión e íbamos a cobrar uno de sus tantos finiquitos; de uno de tantos trabajos que había dejado. Como menor de edad requería que lo acompañara para retirar el dinero. En un periodo no muy largo, solo como de seis años ¡nada más! Harry salió de la secundaria y empezó a descarrilar ese tren que más o menos había estado a salvo, comenzó a entrar y salir de escuelas, trabajos, casa, mundo.

Habíamos tomado un camión de ruta atestado de personas sin rostro que van y vienen, dejando en el aire su olor a sudor y cansancio. Cuando logré estar en la banqueta y poder contestar a su pregunta, no tenía la más remota idea del porqué quería saber, por clases de geografía no creo. Solo podía explicarle que, era el más chiquito de los estados, sin chiste y el principal exportador de teiboleras, pero se quedó guardada la pregunta en mi memoria y la respuesta, la obtendría después.

Teníamos más de un año de haber regresado a Querétaro. Habíamos pasado cuatro años en Córdoba, Veracruz, ahí fue donde Harry se empezó a perder y donde sucedieron los cambios más intricados. No había logrado terminar la preparatoria, no trabajaba, se salía todo el día a la calle a hacer sabrá dios que cosas; estando en Querétaro fue lo mismo.

Mis hijos tuvieron muchos cambios, no solo de ciudades, de casa también. Antes de irnos a Córdoba, habíamos pasado como dos años y medio en San Juan del Rio, Querétaro. Ahí todavía eran criaturas tranquilas y también se empezaron a cocinar los grandes cambios posteriores en nuestras vidas como familia; pero eso lo iré aclarando posteriormente, quiero mantener cierta cortina de caos en la historia.

Cansada estaba yo de tanto hablar y explicarle, como de intentar que a sus quince años entendiera que, no todo se le podía dar peladito y en la boca. Así mismo, yo me veía hace treinta años y sabía el porqué de esas palabras y el porqué de su actitud.

Harry al llegar a la casa de Severa, sintió que había llegado al cielo. Su imaginación voló tan rápido, como el tiempo que tardó en tomar la decisión no volver a su hogar. Nunca le había faltado nada, tenía comida, ropa, sustento, educación y amor; en efecto, demasiado amor. Se había limitado a un mundo donde el sólo abriría la boca para dos cosas: comer y pedir; protestar y molestar; huir y manipular. Para bien o para mal cuestión de enfoques, estaba acostumbrado en su corta vida a que todo tenía, de la forma que fuese, pero nunca le falto nada. No tuvo que trabajar hasta que casi se le obligo pues, no hacía nada. Su tiempo era para estudiar, jugar, hacer lo que toda criatura debía hacer, siendo impúber.

En su niñez no supo de maltratos, ni malas palabras, no vivió sufrimiento ni carencias afectivas, su entorno era de apertura, confianza y amor; esto no quiere decir que no existían dificultades, estas fueron, como las que podría haber tenido cualquier otra criatura.

 Pero cabe la posibilidad que, para Harry, eso no fue suficiente. No valoro en su momento lo que se le había brindado y lo que se le seguía dando. Pero yo sí sabía con exactitud de dónde provenía su necesidad o su necedad, su fastidio y al mismo tiempo el no querer usar esa inteligencia que le sobra y no usa. Sabía y conocía muy bien, quien le había proporcionado las muletas. Lo que no entendía era por qué no se las lograba quitar y durante mucho tiempo pensé, que fui yo la causante muda e inerte.

Al tiempo nos hemos dado cuenta de lo difícil que es quitarse las muletas, liberarse de los cordones umbilicales y dejar de depender de esos compartimentos llamados comodidad, conformismo, inseguridad.

Vio la inmensidad de todas esas cosas materiales que ansiaba y que muchas, ya tenía.  En su habitación, la cual tenía últimamente muy desordenada, cosa poco común en él pues es muy ordenado; tenía su televisión, se podía quedar viendo tele hasta que casi salía el sol para anunciar un nuevo día; Su cama, la cual era imposible que lograra mantenerla ordenada; también tenía un aparato para escuchar música, en el cual ponía esa música de locos que lastima los oídos, tan pesada y estridente; rock metálico dantesco y deprimente.  Curioso, algunas me llegaron a gustar. Abría la puerta del refrigerador y encontraba comida y la infinidad de veces que sacaba latas de frijoles que estaban debajo de su cama o comerse lo que fuera sin calentar. Su ropa siempre estaba limpia, hasta que nos enfadamos y se le dijo que el lavara su ropa; pero no duro mucho pues corríamos el riego de que saliera más caro arreglar la lavadora.

Al entrar en la casa de su novia, vio televisores; en plural pues eran varios, por no decir que se me hicieron muchas. No entendí para qué, si nunca tienen tiempo de ver televisión, cada quien sus gustos. Esas máquinas de coser alineadas, como taller bien montado de muchos años de esfuerzo, sudor y cansancio, de todas las formas y para hacer de todo. Los armazones atascados de ropa terminada. Los retazos de telas esparcidos como sus trozos de vida dejada atrás. La camioneta y el coche; le dio cólico entripado, cuando se enteró de que habíamos sacado un auto de agencia y después la camioneta. Su ambición era y es extraña.

Yo puedo entender a las personas que buscan la forma de luchar por obtener algo mejor de la vida, pero en la vida de algunas, es sentirse frustrado ante los logros de los demás y no ver la capacidad de la suya; puede que, para Harry, fuese esa frustración, al no querer descubrir su capacidad.

Cuando entro a la cocina llena de utensilios y tan grande que se perdió en ella, no entendió de momento para que tantos platos y vasos, dos refrigeradores, alacenas llenas de tantas cosas; era para servir a los invitados en las fiestas, cosa que para nosotros es algo extraño habiendo desechables, que contaminan o se reciclan; a veces pienso que contaminamos más con acciones. Pero tomando en cuenta que ahí viven, tres familias y una que entra y sale, eso es poco.

El cobertizo con esas ollas de barro inmensas y los anafres y a sus ojos, esos descomunales sembradíos de maíz. Observó la amplitud de esa casa tan grande y no las habitaciones solitarias donde dormía; los inmensos ventanales que iluminaban esa estancia donde podías poner tres comedores con sus salas y sobraba espacio, ver algo desconocido para él, un altar con una Virgen de Guadalupe y títulos colgados en la pared. 

Él, al ver esa prosperidad y la posibilidad de tener casa, comida y sustento por unas cuantas horas de trabajo sencillo, cosa que sospecho con toda seguridad, que no pensó. Que tendría que trabajar era lo lógico, pero se deslumbró, no imaginó cuán difícil sería aprender lo que nunca había aprendido; para mi hijo, el tener órdenes y disciplina, era algo que no siempre le agradaba. Su huida le iba a costar cara. Había sido fácil, hasta que se topó con pared, eso lo aprendería después y del modo en que menos nos habríamos imaginado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Intentar no sufrir

Siempre espere que regresara, ¡yo no lo quería ahí!, sufría mucho y me dolía… De momento no entendí por qué y cómo decidió quedarse y sobrevivir ahí tanto tiempo. ¿Que si sentí frustración?... ¡obvio que sí! Esto en el trascurso de más de dos años y de que decidieran casarlos o casarse y de la llegada de Darien.

No podía imaginar a mi hijo en medio de ese marasmo de ideas y costumbres, sentado y quieto tanto tiempo, haciendo lo mismo, todos los días, tal vez, porque era algo nuevo para él, en todos los sentidos. Pero ese triunvirato conformado por los suegros, realmente es el tema ancla en muchas situaciones. Anodinos y a la vez muy trabajadores, de mente poco abierta a debatir, cerrados y necios y con tantas diferencias, como los colores en un arcoíris y es poco. Ejercen un fuerte modo de vida, que nunca entenderé.

La primera vez que se le ocurrió ordenar el taller; colocó los hilos por colores y enrollados, los cierres y las telas acomodados, pero se llevó tremenda sorpresa al descubrir que, no todo podía tener orden. Los últimos años a su alrededor era desorden y caos, a pesar, de que siempre ha sido ordenado, de hecho, él es así.

Al darse cuenta de que no había forma de mantener nada en su lugar, pues todo se usaba en momentos diferentes y se requerían a la mano, aprendió algo diferente; adaptación, aceptación e incluso respeto. Tuvo que intentar comprender ese proceder extraño, en esa casa extraña, con personas extrañas y es donde ahora, a pesar de no ser de nuestro agrado, no cabe duda que ese gran dicho es por algo; <el respeto al derecho ajeno es… la conservación de los dientes> y Don Benito Juárez se revolcaría por esta modificación tan explícita; sin embargo, ante esa aparente aceptación de que todos pensamos diferente, en contraparte, ellos dicen que los estúpidos e ignorantes, somos nosotros.

A diferencia de la educación machista, mi hijo fue educado del modo más abierto. En casa no existe y ni con mi hermano tampoco lo fue, aplicar la diferencia o deferencia, esa de que por ser varón no haces nada, con nosotros; la cosa es pareja. Aprendieron por igual a realizar de todo y sin tapujos ni preferencias; con la salvedad y se aclarará posteriormente, de esa educación sobreprotectora. Pero será capítulo aparte.

Se adaptó con cierta facilidad, en parte, por su carácter noble. Descubrieron, por ejemplo, que era bueno para hacer el quehacer de la casa, sabe hacer las cosas bien hechas, cuando quiere claro. Al tiempo, algunos factores ayudaron a su no buena aceptación, aún con eso, se quejaban y se siguen quejando. Quisiera saber si hay algo que les haga sentirse bien, hasta con ellos mismos.   

Tener que comer dos veces al día y con suma alegría, con un estilo de cocinar de verdad de lo más sabroso, yo me chupaba los dedos cada vez que comía en casa de mi nuera. Para él, los guisos eran novedad; no es costumbre hacer guisos elaborados en casa, la tendencia es la alimentación sana y sencilla; pero no cejó cuando decidió hacerles cosas extrañas de comer, como el día que fue con el carnicero, pariente de todos y de quien sabe quién más y pidió unos T bones como de medio kilo cada uno, lo vieron con cara de: ¿qué madre es esa?, casi querían lamber el sartén; su espagueti o sus hamburguesas los dejaron igual de sorprendidos, pero esos choques ideológicos, no fueron nada comparado con los que seguirían. Quiero aclarar que no juzgo si hay amor o no. Quiero suponer que sí. De lo contario, desde mi particular punto de vista, no habría durado ni un suspiro en ese lugar, por mucho que fuese huida o eso he pensado, de momento.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llenando hueros

Al encontrarse con la familia que lo acogería como huérfano, pues saberse corrido por su madre lo dejaba en abandono total. De entrada, saber que tendría una imagen que no conocía y que cuando la tuvo, no supo cómo entenderla y aceptar esa parte de compartir a su madre, a su familia y su espacio, mucho menos compartirse él. Cuando tenía Harry diez años y cursaba cuarto de primaria. Julia con ocho y en segundo de primaria, llegó a nuestras vidas Antonio Trakillizantis.

En esa edad y, habiendo vivido con tres madres; la progenitora, la madre de esta y la madrina de su progenitora, era un mundo en el que, la figura paterna era inexistente. La masculina recaía en breves, fugaces y ausentes espacios por mi hermano. Para Harry en particular y lo ahondaré después con más detalle, no le fue nada sencillo razonar esa intrusión de buen agrado, después, mucho después, entendió el porqué de muchas cosas.

Cuando vio a ese señor con la cara curtida de sol, serio y seco como las polvorientas calles por donde camino mientras dejaba atrás el pasado y llegaba a un futuro incierto, lo dejo en un estado de inquietud y asombro. Él, no sabía cómo eran, pensó que tendría por gendarme al padre, que sería él, quien lo mandara y disciplinara; eso esperaba y al tiempo llegarían a tener muchos enfrentamientos, pero el tiempo le indicó, no que sería muy diferente, tendría problemas con los dos, la suegra, no fue la excepción.  

El conocía y a la vez le era extraño, ese rol de familia que vislumbraba un padre, él tenía como decía en algún tiempo de forma despectiva, un padrastro, después fue amorosa y respetuosamente Pa. Desconocía la figura de un padre biológico. Nunca la tuvo y supongo que no se hará presente a menos que, al tiempo, decida lo contrario. Y aquí no puedo adelantar ni juicios, ni sospechas, amén de que no es mi decisión. El tiempo, el mejor aliado en la vida.

La mayoría de las veces pensamos que los roles de padre y madre son: el padre que manda, amonesta y provee. La madre protectora, tierna que atiende el hogar. La estructura molecular de la familia se ha modificado mucho en los últimos tiempos; hoy en día, ambos trabajan, en muchos casos los dos ayudan en las labores de la casa y la atención de los hijos, pero sigue existiendo esa brecha generacional, la educación a la antigua, la forma cuadrada de algunas personas.

Observó una madre que no tenía nada de lo que él conocía; él siempre había tenido en su mundo amor y apapachos, pláticas y risas, sabía que podía platicar sin que lo abofetearan, mucho menos ser sojuzgado. La imagen de las tres mujeres que han rondado su vida en nada encajaba con esta. Sería en extremo, artera y mordaz; un choque ideológico para mi hijo.

Con nosotras bromeaba y jugaba, conmigo, el trato es abierto, sin faltarnos al respeto. Recuerdo que en el patio de una de las casas donde vivimos, lo llenábamos de agua donde solo había tierra hasta hacer lodo y cual puerquitos nos enlodábamos, se me encimaban los dos, hasta que nos limpiaban con la manguera y nos hacían quedarnos en paz, después de retozar como chamacos los tres.

Como decía, su vida eran cuatro mujeres y muy fugaz en su corta vida de infante, la presencia cual cometa de mi hermano. Bueno en realidad así ha sido siempre, un cometa. Pero el hecho de vivir entre mujeres puede que sea un fenómeno el cual después tendremos que desmenuzar, pues no es un caso aislado en esta familia. 

Ver a la madre de la novia, la que se pondría cual gallina cuidando sus pollos y recibir más trabas y quejas que cualquier otra persona. La agresiva, indispuesta a dialogar, la que decía la última palabra, aquella que con apariencia de mujer sumisa y abnegada es nada condescendiente. Critica sin fundamentos, ignorante de los sentimientos o necesidades de los demás, poniendo a los varones en altar cual debe de ser y dejando a la hija en calidad de bulto de maíz echado a perder. Severa, creo que llegó para no ser la dicha de tener una fémina. A veces veo una criatura que parece sombra amorfa, trasparente y sin vida. Mi nuera a la fecha, es un enigma algo desfigurado.     

Con su hermana, aquella que trepaba los árboles como changuito mientras que él, se azotaba de panza dejando salir todo el aire que le quedaba. La que le ataba las agujetas de los zapatos, pues él, casi dos años mayor no podía. A la que defiende y quiere, pero que, invariablemente era ella, la que soltaba los golpes cuando se dedicaba a fastidiarla. En realidad, no pudo convivir con Julia de la forma en que dos hermanos deberían ser, pero no fue su culpa, al tiempo, en algún momento, espero que descubran que pueden partir de cero. Serán el ejemplo a la inversa, el experimento, si lo quieren así, de partir de las experiencias y encontrarse como hermanos.

En contraste, los hermanos de esa mujer vibraban más bajo que una roca en el piso. Su aura pesada, sus rostros jetones, sin hablar y solo mamando de sus padres. Los dos únicos que colgarían un título en la pared y los que sienten junto con sus mujeres, que no merecen al piso donde caminan. Celosos de chamaco estúpido que llegó para ver que, ni es tan tonto y que tampoco es dejado; llegaron a causar conflictos tan serios que, uno se cuestiona acerca de la integridad de esa familia.

Supo que el padre había cambiado su anhelo de ser médico, por darle una vida a su familia; sus carencias eran más que sus sueños, algo que mi hijo no conocía, la inconformidad. A pesar de que no hay títulos colgados en la pared… aún, él no sabía de faltas o ausencias, hueros o vaguedades, puesto que vivió la lucha constante de nosotras; de una forma u otra hicimos lo necesario para sacarlos adelante. A pesar de los desplantes y quejas, sabía que no les faltaba nada, su educación fue siempre abierta con amor y respeto, nunca se les increpó o se les habló con majaderías ni se les sometió o incluso, nunca pasaron de una nalgada única, certera y no fue necesaria otra más.

Yo supe de una nalgada de mi madre, que, por cierto, me dolió varios días y tendría como trece años; algún desmadre habré hecho que de verdad merecí esa única azotina y vaya que hice muchas. Mi hermano la recibió de casi tres años, cuando se azoto en el suelo de un supermercado haciendo berrinche porque quería unos carritos. Ya adulto podría haber recibido unas buenas cachetadas, pero nunca llegaron.

Así paso con mis hijos, cuando Julia se ponía morada por hacer un berrinche mejor la metía mi madre a la regadera y abría la llave del agua fría. No es que fuera salvajismo puro, no la dejaba ahí más de dos segundos; eso tardaba en dejar de gritar y patalear, si fueron dos veces fueron muchas.

Harry fue un problema, de verdad y ahora nos da risa. Pues resulta que tiene el trasero tan esponjado que una nalgada en realidad le dolía más a uno que a él, así fuese con un cinturón, pero de igual forma, nunca ha existido la agresión en la familia. Harry me contó después de mucho tiempo, que solían ser autoritarios, incluso agresivos en su trato. En un pasaje cuenta mi hijo, que cuando su novia quiso salir de casa, la golpearon y encerraron. No la dejaban salir a ningún lado, ella se defendía sin lograr mucho avance; dialogar con ellos no era tarea sencilla, se acurrucaba en su cuarto llorando, dejando pasar el tiempo, esperando hasta que las aguas se calmaran; en algún momento me contó que le habían pegado estando embarazada de Darien, no pude creer semejante acción, para mí, eso no podía caber en una mente sana y juiciosa. Pero ese episodio se quedó corto, al paso del tiempo lo descubriría con tristeza y esto viene al caso aún, cuando me esté adelantando. Severa como cualquier hijo que pasa experiencias difíciles, no es la única culpable, ni la mártir, ni mucho menos la sufrida, pero si hemos de ser equilibrados, cosa que no es nada sencilla, ella, simplemente aprendió de lo que vivía en casa.

Lo que al juicio de uno es censurable, para otros es lo correcto y viceversa. Seguramente para sus padres no les hizo gracia y de hecho así fue y sigue siendo, que llegara un extraño a quitarles a su muñequita, a su niña preferida, a su bulto permanente, al estorbo medio amado; a la que le han llenado la cabeza de pájaros haciéndola sentir, no solo menos, inexistente, dependiente de sus decisiones y atada de por vida a su cordón umbilical. La han maniatado de tal forma que difícilmente lograra salir de su casa, de su cárcel, del pueblo. Para ellos, el intruso sigue siendo mi hijo y, para nosotros ellos son los cuadrados que no ven que fuera de su esfera existen otras formas de vivir. Pero lo que ahora estoy narrando y que después ampliaré en detalle, no ha sido para muchas personas algo que el entendimiento pueda… ¿aceptar?, su ideología difiere en gran medida a la de nosotros, como puede suceder en muchas familias, solo que es muy doloroso entenderla.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los certeros reproches

Después de un rato de aguardar afuera del hospital salió Harry a mi encuentro junto con Severa y su madre. Como sabía que era visita y sintiéndome departamento de quejas y línea directa a supervisión, estaba consciente de que debía ser prudente. Puesto que ya mi nuera y mi hijo me habían dicho que era muy complicado dialogar con ellos, cualquier cosa que dijese, seria posteriormente utilizada como desquite, por haber sido imprudentes, nunca se les perdona ahí, salirse del guacal.

Pero he de ser sincera, después de escuchar las quejas de la madre, de cómo mi hijo era un flojo y había que estar de tras de él pues no ayudaba nada, me altere. Tenían varios meses encerrados en el hospital, se turnaban para estar con el bebé. En algún momento Harry se dedicó a vender dulces o lo que se le ocurriera, pedía dinero a las personas, comía lo que podía para dejar que Severa se alimentara mejor. Del pueblo dos veces por semana les llevaban ropa limpia y algo de comer; no mucho. Compartían un refrigerador comunitario en la casa de asistencia, les pagaban el hospedaje; Pero estando los dos ahí, ¿cómo podían? Pregunto yo, que ayudara si no había forma. Al paso del tiempo corroboré, que aparte de ser contradictorios y necios; les importa muy poco dejar a la mano del señor la vida de los demás, así sean sus hijos o nietos. Con una mano dan y con la otra quitan. No saben ser nada agradecidos y la ayuda que uno pueda proporcionar, sea grande o pequeña la ven como obligación y no como dar de corazón, se sienten incluso ofendidos y además protestan y se quejan de todo, para ellos nada es suficiente. Claro está, que la queja se extendió a todo el tiempo que llevaba en el pueblo. La consuegra llegó a tildar de padrote a mi hijo, culpó a Severa de ser caprichosa y dejar que el novio flamante aparecido de la nada se quedara; parecía que había llegado belcebú y no un chamaco desorientado y con cerebro a ponerlos de cabeza. Creo sin exagerar que, de haber sido machista, golpeador y vago lo hubiesen aceptado sin chistar. 

En algún momento, después de mucha presión de los papás, Harry salió de la casa y se fue a trabajar a puebla. Vivió, comió y se sostuvo como pudo por casi un año. Regresó dando lástima como dijo la consuegra. Flaco y demacrado, se quedó de nuevo; pero con esa experiencia algo amarga, se percató como era su costumbre, en que podía manejar los lados flacos de la gente. Al mismo tiempo entrever, que, si seguía en el pueblo, a la sombra y dependiendo, jamás saldría de ahí. Fue su primera barda a saltar y nada agradable pero fructífera al tiempo.

Después de escuchar las lamentaciones y tratando de hacer una especie de puente muy endeble entre ellos y mi hijo, sin llegar a la justificación, pero si dando razones por las cuales, a un chamaco de veinte años, que nunca sufrió en la vida y ahora con una criatura delicada y broncas, se le exigía que respondiera tal y como se le había educado. Esto sale a relucir cuando les dije, que él, no estaba acostumbrado a rascarse las bolas, que había visto la forma de resolver problemas y no se quedó con lo que ellos buenamente les daban o decidían; de lo contrario, no hubiesen tenido atención médica, entre otras cosas. Para que se enteraran, era yo infinitamente más exigente, cosa que a la fecha no entienden; después supe la razón de ese enconado rechazo hacia nosotros.    

Puesto que no les podía ayudar gran cosa, me quedaba el estar detrás de él; incitándolo a que buscara soluciones y no que se quedara cruzado de brazos. Fue una forma un tanto brusca de ayudarlo, debía agarrar el toro por los cuernos. Ante la queja de que lo había botado, les dije: <no abandone a mi hijo>, expuse lo más equilibrada que pude, tratando de ser educada y serena a pesar de que hervía y me sentía volcán en erupción; ellos, vuelvo a lo mismo, al paso del tiempo siguieron recriminando esa actitud. En mí, no era aceptable que lo corriera, en ellos golpear a su hija era lo adecuado, eso sí funcionaba. El problema fue, que no solo era Harry el agredido, también lo estaba siendo Severa; les dije ya muy molesta: < qué derecho tienen ustedes de juzgar las decisiones que yo tomé con mi hijo, si no les pareció, porqué lo dejaron quedarse en su casa; por la necedad de Severa como dicen, ya está bastante grandecita para decidir > a lo cual, una respuesta idiota: < Es que pobrecita, como se enferma tanto y le dan sus sangrados, es delicada de salud, pues que hacíamos >. Me quedé turulata.  < Entonces, si ustedes la maltratan y la golpean está bien, ¡no pues sí!, tienen toda la razón >. No supieron ni por donde les cayó el balde de agua fría, mi hijo sí se dio cuenta, pues ya sabe cómo soy cuando me pongo mordaz. Lo que les enfado aún más, era que estaba defendiendo a su hija y eso no se lo esperaban.

Me habían comentado sus formas cuadradas, pero esto, no se acercaba a esa plática. Desde que salió de casa mi hijo, esta fue la primera vez que intentamos dialogar mis encantadores consuegros y yo; como era lógico, para mí, no era precisamente el mejor momento, ni lo más adecuado. Mi lógica estúpida de ser coherente lo pensó, pero pareciera que a ellos se les atragantaban las quejas en el cogote, como si fueran rocas de hiel. Las dudas, aceptables, el no saber quién o cómo era yo nuestra familia. Yo sabía y entendía ese proceder, también tenía dudas; quería entender dónde se había colocado mi hijo, quería saber cómo pensaban y cómo se conducían; lo normal cuando se conocen las familias de la nueva pareja, solo que, generalmente en circunstancias un tanto diferentes. Asimilar ese proceder tan cuadrado y eso, que ya había logrado entenderme mejor con mi nuera, pero ellos eran otro mundo. Desafortunadamente ese primer encuentro que no fue el adecuado y mermó mucho mi intento por meterme y opinar lo que fuera, después entendería que nunca se daría eso.

Luego que salió Darien del hospital a finales de noviembre, de alguna manera me tomó por sorpresa que les dejaran pasar con nosotros la navidad ese año. Estuvieron como una semana y, ahí fue donde Severa comenzó a darse cuenta cómo éramos como familia. Abiertos, cariñosos, jugábamos, platicábamos sin tapujos, bromeábamos. Su mundo, ese, en el cual se había desarrollado, a pesar de ser ella mucho más extrovertida que su familia, la llevó a la conclusión de muchas cosas. Entendió la razón de haber botado a mi hijo de la casa. Se dio cuenta de que no había rencor o enojo, solo un amor infinito, el cual, me había orillado a dejarlo partir a pesar de que me había dolido hasta el alma. De momento no entendió nuestra forma rara de ser, ¡era lógico caray!, yo no estoy para juzgar, somos diferentes ideologías como todos en este mundo. Después de mucho, entendió que, empezando por mí, siguiendo todos los demás en la familia, podían decir lo que fuera y nunca se les juzgaba. Cuál será choque de pensamiento, que, a la fecha, a veces me habla de tu, a veces de usted. Sucedieron muchas cosas al tiempo. Me dolieron como ella nunca tendrá una idea, hasta en el alma.

Se asombró, de que podían indistintamente decirme Ma o mamá, madre, bola e incluso simple por mi nombre.  De igual modo a mi madre; María, corchis y lo tomó a mal al principio, no le agrado esa familiaridad, era lógico, no estaba educada o acostumbrada a eso, pero se dio cuenta, de que nunca nos faltábamos al respeto.  En la noche, decidió la madre de Severa, que ella entraba con Darien para que yo pudiera estar con los muchachos y platicar. Pensó que amonestaría a mi hijo o que confabularía con ellos, no sé. Nos fuimos a cenar unas hamburguesas los tres tan campantes y tranquilos. Mientras cenábamos, platicamos de lo más ameno; ellos dos solos, son muy diferentes, Se tratan de manera muy especial a la que demuestran estando en presencia de sus padres o familia. Bromeamos y reímos; es cuando Severa se empezó a dar cuenta de la forma de ser tan distinta, conmigo sabía que podía ser ella sin que se le juzgara o criticara; vislumbró esa complicidad entre mi hijo y yo, la forma de hablarnos sin que en ningún momento nos faltásemos al respeto. En un momento posterior, incluso se dio cuenta, de que no necesitaba alzarle la voz o hablarle con malas palabras para llamarle la atención o hasta dejarlo mudo y sin poder protestar.

Me agradaba la manera en que estando solos se comunicaban, a diferencia de estar en la presencia de los padres, tal vez no era lo adecuado para nosotros, insisto, es contradictorio, pero eso me indicaba que tendrían una buena relación entre ambos, pese a las adversidades. Ellos solos, podrían hacer mucho… deberían… sigo con mis verbos funestos.

Las discrepancias ese día desataron la ira de mi hijo, la mía, la de Severa y lógicamente la de sus papás. A la mañana siguiente salió la señora pues ya no tardaba en llegar el consuegro. De nuevo, se cargó de balas y municiones, continuó su ataque hasta que logró hacerme explotar; se soltó llorando sintiéndose la ofendida, cuando la realidad es, que solo fue concreta y precisa con sus comentarios arteros y ofensivos. Cuando llegó el consuegro y mientras comían, yo hablaba. Me dedique de lleno a poner en claro, a pesar de que las represalias podían ser funestas. Sentí que debía de mantener no solo la postura de mi hijo y mi nuera, que finalmente son los padres del bebé, debía dejarles en claro que dejados no éramos… ¡Estaba furiosa!, terriblemente contrariada, no entendía en donde diablos habíamos caído, ¡todos!

La plática acalorada se centró en dos temas fundamentales: A la réplica de que no querían que Harry se quedara, previa necedad de Severa, volví a insistir en que, si no habían estado de acuerdo, tiempo pasado, para qué seguir con el tema; finalmente no tenían que haber esperado dos años desde que llegó, para que lo sacaran de su casa. Si el haberlo recibido fue el error, como ya le había dicho a la señora, en realidad fue un gastadero de saliva; ya no era tiempo de decir eso. A pesar de todo, no me limité y me fui con todo. Haberle dado oportunidad, bajo su pensamiento e ideología, a un chamaco al cual no conocían y esperar que actuara conforme a sus disposiciones un tanto divergentes y después de todo este tiempo; además, ser precursores de una boda, la cual, se promovió por una sencilla razón; es un pueblo y como tal, después de tanto tiempo ya debían casarse, so pena del que dirán. 

La otra cuestión fue peor, pues involucraba a su hija; todo imaginaron, pero nunca, que saldría en defensa de ella o creo yo que fue contradecir sus ideas tontas e ilógicas. A pesar de que dependían económicamente de ellos, muy entrecomillado, eso a mi juicio, no era justificación para amedrentar y cuestionar en qué estaban de acuerdo o no. Aclaré la lógica un tanto tirándole la piedra a Harry, hablando con Juan para que entendiera Pedro; si no se les daban un salario, puesto que finalmente iría a dar de regreso a la manutención de los gastos de los tres, ya que vivían en la misma casa; pero, la cuestión aquí era que ellos decidieran lo que debían o no hacer con su criatura, era su responsabilidad nada más. Esto no fue del agrado de ambos, peor aún, cuando les deje en claro que, si yo tuviera la capacidad económica como la que gozaban ellos, no estaríamos peleando por pesos y centavos o de estarlo, tendría el mismo derecho de opinar; cosa que dudo mucho que se me permitiese.

A mi hijo no le fue muy bien, le llamé la atención fuertemente; que, si le daban o no diez pesos para sus chicles, ni modo, tenia de dos sopas gastárselos o guardarlos para su familia. Le dije que él había tomado la decisión y, por tanto, no cabía el que se quejara y menos ahora que tenía una responsabilidad que es una familia; que se fajara los pantalones y que acatara las reglas, pues no tenia de otra. De alguna manera fue un discurso de doble filo, me fui sobre Harry echándole en cara sus errores y al mismo tiempo era como tirar la piedra a los otros; Harry lo entendió a la perfección y no porque lo estuviera defendiendo, a él, en otro momento y no de manera agradable pues la pasó muy mal, cuando le logré llamarle la atención de muchas cosas. Al final, este asunto fue en ese momento y en muchos posteriores el tema central y el motivo por el cual, yo procuraba no ir al pueblo, ni meterme en nada, pues todo sería en adelante, motivo de controversias.

Por otro lado, si los reclamos hacia la supuesta pasividad de Harry, que gracias a estar educado para ver la forma de resolver los problemas y no hacerlos más grandes; había logrado que se les atendiera en el hospital de Perinatología y posteriormente que el bebé fuese atendido en el Hospital Infantil, contradictoriamente a la forma de ser de mi hijo, de atenerse a que todo le den en la manita, peladito y en la boca; estaba capacitado y era capaz de moverse en las aguas más turbulentas y salir airoso de ellas. Eso forma parte de su carácter el cual, apenas estaba descubriendo.

Un día le pregunte a mi hijo porque no se fajaba los pantalones y se imponía junto con Severa sobre las decisiones respecto a su vida y la de su hijo, esto sucedió en el momento en que menos esperaba esa respuesta; me explico que de hacerlo, probablemente ya no estuviera con su mujer, pero como le importaba mucho, la quería y deseaba salvar esa relación, no podía más que tratar de ir resolviendo los problemas e ir atajando el camino de tal forma que, cuando fuese el momento pudiera sacarlos de ese lugar. Por otro lado, no podía tampoco enfrentarse a los papás, pues solo dejaría desamparada a Severa a merced de los desquites y arranques de los dos. Este comentario fue después de algún tiempo y de muchas broncas.  

De nuevo salía ese miedo que no dejaba que ella, fuera capaz de decidir por ella y para ella; mucho menos para su hijo. A la fecha y así seguiremos. Los berrinches que hacemos todos de este lado son, por las estupideces del otro bando, son de telenovela chusca, lo malo es, que es real.

Me echaron en cara que, de haber sabido que les mandaba dinero de vez en cuando podríamos haber tenido coordinación y que fuese alternado; a lo cual les explique tajante con cierto resquemor: <mando cuando puedo, si puedo y si tengo, nosotros no poseemos un negocio de miles de pesos, soy empleada, si no llego a trabajar pierdo dinero. No somos ricos ni pregonamos nuestra forma de vida, se les ayuda en lo que se puede, finalmente somos familia, el que estén bajo su techo y les trabajen, parecen más sus esclavos y no su familia>, es duro llegar a esos extremos. Entonces entendí que las cosas, se debían de acomodar a su gusto y a sus reglas, no había consenso en eso, ni en ningún otro trato o acuerdo. Esta feliz reunión, fue un día de esos largos meses que se quedaron en el hospital, después de que Darien tuviera su primera operación.

Quiero ser tu cómplice

 ¿Qué podía lograr?, buena pregunta… Me quede preocupaba, más que eso me angustiaba, que su ser no se llenase de ganas de vivir; así como yo, no había vivido casi nada de lo que debía de haber hecho. Me asalto ese ogro terrible llamado pesimismo, a pesar de verlo reír y con su aura fuerte, no quería pensar que se dejara, que no luchara, puesto que por algo había llegado y por alguna razón seguía vivo, a pesar de los pronósticos. Lo deje ese día sintiendo que debía de hacer algo. Me salió esa parte de madre protectora. Me asaltó la idea de hacer lo imposible por verlo cada vez que pudiera o de ser posible cada fin de semana. ¿Con qué objeto?… Que viviera la otra parte de la moneda, pero eso iba a ser muy complicado. El tiempo es el mejor solucionador de problemas.

Tenía que ser objetiva y realista, después de mucho pesar, las cosas se desarrollarían de manera muy diferente. Quise soñar que se volcaría en mí, cuando descubriera que podía ser alguien en la vida. Que podía de ser alguien mejor, mejor que yo. Que todo eso que su físico imposibilitado le podía llenar de frustraciones, podría encausarlo en cosas que le llenaran y, que le dieran independencia. No quería que siguiera dependiendo de ese cordón umbilical, que lo ataba a tradiciones, cultura cerrada y hermética. Ellos decían que como no sabían hasta cuando viviría, para que vivir. Me molestaba, aunque en cierta forma me servía de ancla, el ir de vez en cuando a verlo, a pesar de tener que estar aguantando los celos, la dureza y la sobreprotección hacia él; pero de esa forma, me daba cuenta del modo en que iba a vivir en ese mundo lleno de contradicciones, que, a la larga, causarían problemas específicamente a Darien. Ese niño caería pronto en la categoría de rebelde igual que su padre, lo tacharían de necio, inquieto y desobediente, les causaría una serie de conflictos por el simple hecho que él hace las cosas; cuando quiere, si quiere y como quiere, él, no se detiene a ver si puede hacerlo simplemente lo hace y eso no va agradar mucho con una mentalidad protectora y compasiva, autoritaria y displicente, como la que tienen sus abuelos maternos.

Quiero ver cuando empiece a hablar, claro está, cuando se le hinche la regalada gana, no los va a dejar siquiera decir agua va; me voy a reír y no saben cuánto. Como el vulgo dice: < van a saber lo que es amar a dios en tierra de indios >. Si mis predicciones no son erróneas y en base a observaciones y ese carácter férreo que tiene; independientemente de que, en su condición, ya maneja a entera voluntad a quien se deje, ¿que será después?, una hecatombe descomunal y es ahí precisamente donde radica mi terror incontrolable, que sé, que no puedo remediar nada. Al paso del tiempo se irá acostumbrando a sus dos comidas al día, como su prole familiar; a dormir fuera de horarios inexistentes; a vagar de un lado al otro, eso nada raro, pues con las entradas y salidas de hospital la rutina no existe. Sabrá lo que es frío, hambre, dormir en el auto de sus abuelos mientras ellos venden en el mercado. Su vida no será nada sencilla. Nada de infancia feliz. Nada de vivir como niño rodeado de otros niños jugado con lodo o en los columpios. Será como un hongo en medio de la fauna silvestre, dejado a la mano de dios. Pero nada de esto será para mal. Eso quiero pensar, pero como me gusta adelantarme y atrasarme, mantener esta historia en un contexto de desconcierto, aparente desorden y caos, les contaré un episodio muy lamentable.  

Tres meses antes de que Darien cumpliera los tres años, sucedió algo terrible y esto es otra muestra de lo extensa que es la diferencia de cultura e ideología. Tenía mi nuera más de dos meses quejándose de que se sentía mal, como era de esperar, no acudiría al médico hasta que las molestias fuesen muchas. Se aguantó, puesto que tenían mucho trabajo; acudir a vender al mercado rigurosamente los lunes, atender a su chamaquito y demás quehaceres. Un domingo, ya no pudo más y les dijo que se iba al hospital. A regañadientes sus padres la llevaron, no alcanzaron a llegar a la Cuidad de México, a duras penas llegaron a Puebla. La ingresaron al hospital, le hicieron estudios de emergencia y dictaminaron que tendrían que operarla al día siguiente, pues no sabían con exactitud dado a los síntomas que presentaba, que era exactamente, salvo un posible tumor en una de las trompas. Sucedió entonces que sus padres la dejaron en el hospital, tenían que ir vender al día siguiente, no se podían quedar, que tal si pierden un chorro de lana.

Cuando me llamó, pues le habían indicado que debía de haber alguien con ella, me fui a Puebla, con la certeza de que me encontraría con muchos problemas, pero no podía dejarla sola; cuando me pide ayuda, no cuestiono, simple y sencillamente hago lo que tengo que hacer. Apenas llegue y estaba mi consuegro tratando de solucionar la bronca de las bolsas de sangre, recordemos la anemia crónica de Severa. Como no había quién, de su numerosísima familia fueran a donar, hubo que comprar las bolsas al banco de sangre y como ya estaba ahí, que mejor, ¡sirve de algo!, me dejaron en el banco de sangre del otro lado de la cuidad y, regrésate en taxi con las bolsas, bien lindos mis compadres.

Pasamos la noche platicando de las mismas cosas de siempre, sus problemas, sus temores, nos dedicamos a desentrañar el desenlace de la operación, pensando positivamente y también realista. Esto fue muy duro… me dolió demasiado… me sentí tan impotente, desilusionada, triste. Al día siguiente pasó el médico a informarnos; había que firmar una responsiva para la operación. Nos explicó con detalle bastante claro y conciso, que no sabía con que se encontraría, según las reglas, debíamos de estar de acuerdo en que se aceptaba realizar acciones en caso de toparse con alguna situación complicada. Ambas, yo más que ella, vislumbre la gravedad del asunto y sopese infinidad de situaciones.

Dada a la forma de pensar que tenemos, recurrimos a las posibilidades, de tal forma que, de tener una situación complicada, se vea la forma de solucionar y en el peor de los casos, si no la hay, no entrar en desesperación pues nada se consigue con ello. Yo estaba aterrada, temía por la vida de mi nuera y no fue para menos.

En pocas palabras me dejaron toda la responsabilidad en la toma de dediciones y de cuidar de ella. ¡Menudo problema me había encandilado! La ingresaron a quirófano y a la hora y media de haber ingresado se armó un alboroto; estaban pidiendo de emergencia cuatro bolsas más de sangre. Me preguntaron que, si podía pagar las bolsas, obvio no podía. Marqué infinidad de veces al consuegro, al hermano y nunca obtuve respuesta. Estaban vendiendo. Cuando después de cinco horas salió el médico a informarme, sentí que el mundo se derrumbaba a mis pies. Que la fatalidad se hacía presente y que la vida nos daría la vuelta de la peor manera.

Sucedió que llevaron a Severa en el justo momento, de haberse tardado no hubiera llegado viva. Embarazo utópico. Se le había reventado la trompa y tenía hemorragia interna. Dado a que no se cuidó lo suficiente después de la cesárea de Darien, resultó que tenía muchas adherencias, por lo que fue muy complicado poderle retirar solo la trompa afectada. El médico tomó la determinación después de no poder detener el sangrado y, de estar en riesgo su vida, quitarle la matriz y las dos trompas.

Ella anhelaba tener otra criatura, a pesar de las órdenes tajantes de que si podía evitarlo sería mejor, pues corría el riego de forma alarmante dada a su condición física, de tener serios problemas. Yo, como muchas otras personas incluyendo mi hijo, no entendíamos esa postura; si tenían los problemas mayúsculos con Darien, los gastos, las situaciones que se generan por su condición física, ¿cómo traer otra criatura?, pero cada cabeza es un mundo.

También estaba consiente de sobra, de la situación anímica, de sentimientos y emocional que le generaría esta situación, iba a ser aplastante. Habían puesto en riesgo su vida y ahora quedaría a la deriva y expuesta a su ideología estúpida.

Cuando al filo de las nueve de la noche se aparecieron sus padres, caray iba a ser muy complicado explicarles lo que había sucedido. Decirles sin echarles en cara su manera tan ilógica de pensar, sin decirles que eran unos irresponsables. Como pude con manzanitas y palitos, palabra por palabra tal cual me había explicado el médico, les dije lo sucedido.   

Tenía que ir por unos medicamentos. Así que los dejé asimilando la información, nada alentadora y muy dura. Cuando regresé no lo encontré. Supuse bien, habían ido a buscar al médico, necesitaban corroborar mi versión puesto no me habían creído nada. Cuando me acerque el galeno, les estaba diciendo lo mismo solo que nada de florecitas, ni de alientos; fue directo al grano y nada delicado. La verdad sea dicha les espetó sin el más mínimo sentimiento de compresión, que se tardaron en llevarla, en consecuencia, que no podía poner en riesgo su vida por el hecho de que no tuvieran más nietecitos, finalmente sería un riesgo innecesario y con la criatura en esas condiciones como para qué, ¡así o más claro!   

¡Por favor!... ¿que diga lo demás?… ¡fue muy duro!… no podían pasarla a la cama pues no tenían cuidados intensivos, estaba el hospital en remodelación. Se quedó en quirófano hasta decidir si se enviaba a la Ciudad de México o la dejaban ahí. Entonces les dije que se fueran a descansar, para ser honesta no por ellos, me importaban poco, estaban acostumbrados a malpasarse y ya entrados en el lio, pues que batallaran un poco; fue por Darien, lo traían ellos. Ya se había ido al mercado cosa que no era raro, pues se iba con su mamá a vender. Estaba haciendo mucho frio, iba a mal cenar, sabrá que había comido. Decidieron que se quedaban.

En algún momento que estábamos hablando de lo sucedido, traté de guardar la compostura, intenté serenarme ante los comentarios; el culpable de que le pasara eso, había sido de nuevo mi hijo, cuando en junio había ido a verlos y pues cual lógica de marido y mujer, dejó embarazada a mi nuera con todo y el dispositivo intrauterino puesto. Eso no fue nada comparado con las siguientes acusaciones.  En pocas palabras que preferían golpear a su hija que correrla como yo al mío. Entre otras monadas y para no variar sacando lo mismo de hace mil años. No fue todo lo que me endilgaron lo que provocó que me sintiera fatal, fue la forma en que lo dijeron, la intención con la que actuaron y, sobre todo, darme cuenta que, nunca podría lograr que dejaran de tirar al caño a mi hijo y de pasada a su hija, cuando saben que ellos son los que están mal, pero eso es utopía; cuando no se quiere cambiar, creo que ni perder a un ser querido, logra el milagro.

Yo les había dicho que me iba con ella a México para que pudieran ellos quedarse con el niño. Después de las calurosas gracias por mi ayuda y de lo bien que había solucionado el problema, honestamente, ¿para qué seguir? No importaba lo que hiciera, no les preocupa lo que uno piense o ayude. Ellos siempre estarán inconformes, criticaran y despotricaran. Me fui con el corazón en un puño, el alma destrozada, con el sentimiento de que no debía nada, ni a ella, ni a mi hijo. Había hecho lo que podía, más, no era posible.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las ruedas que giran y giran

¿De nuevo?... ¿sentimientos?... fueron encontrados y contradictorios… Cuando fueron a visitarme después de casi dos años para anunciarme que se casaba Harry, ya había pasado por los días más tristes de mi vida. Me había sentido más sola de lo que en toda mi existencia, mi alma y mi ser podrían sentir. Saberlo solo, enfrentado una vida que él había escogido, pero sin la plena conciencia de lo que quería, me llenaba de angustia y remordimiento, de culpa e impotencia. 

Ahora que pienso en lo que sentía durante tantos y tantos meses, sin saber, cuáles de sus mentiras eran verdades completas o verdades pintadas de mentiras a medias. Conociendo a mi hijo sabía que aún tendía a esa forma clásica de martirizarse siendo la víctima. Por otro lado, sé, que en ningún momento le dije: < regresa a casa >. Le pedí que hiciera la preparatoria hasta le propuse que le ayudaba. Me decía que sus parientes agregados opinaban que no tenía caso. Yo fastidie mucho a mi hijo con eso, mucho, sabía que se daría de topes en la pared por ello. Si quería buscar otro trabajo no podía, pues no tenía ni la preparatoria, lo maniataron y desconozco la razón real, aun cuando en efecto, se dio de topes. Pero lo que no entendía y sigo sin entender, como se lo dije un día delante de los señores: < tienes la mesa puesta y en charola de plata, que más quieres; ellos ya hicieron la parte más dura ya el negocio es rentable solo tienes que aprender y seguir en él >, ahora entiendo que sentía mi hijo.

No estoy segura de recordar, haber ido al pueblo antes de que se casaran, supongo que sí o no sabría que Harry dormía en un cuarto que está en la entrada de la casa, separado por el basto jardín. Del lado contario se encuentra otra habitación mucho más amplia que por medio de un baño se conecta a las escaleras de la casa o propiamente dicho con lo que conforma el taller, que es la parte de abajo de casi toda la casa. Seguía teniendo un cuarto vacío y frio, desprovisto de calor y tranquilidad, como perrito arrimado.

Ese día en especial fue horrible… Te fuiste y cual criatura humilde, respetuosa y amable me dijiste: – adiós ma cuídate, te quiero – me quedé destrozada. Una vez más llena de culpabilidad. Te había corrido de la casa y yo quise pensar que regresarías a los dos o tres días, pero no fue así, no regresaste. Cargue con esa culpa mucho tiempo. Después de que te boté de la casa, se fue contigo una parte de mí, nunca lo dije. Yo sé que sí lo notaron y solo veía mis propios demonios. Sufrí mucho. Muchas veces llore en el trabajo con mi amiga Mary, con mi amiga Silvia, con mis pocos amigos. No tocaba el tema en casa, era motivo de conflicto. Muchas noches solo daba vueltas y vueltas sin saber si había hecho bien o no. Pasaban los días y no regresabas, los meses y yo aullaba de dolor. Peor me enojaba cuando tenía a medio mundo diciéndome que había hecho lo correcto, me molestaba tanto, me sentía atacada; ahora pienso que fue una forma no solo de enfrentarme a mí misma. Fue de culpabilidad por no querer desprenderme de ti.

Llegaron los consuegros. – Venimos a solicitar su presencia para el enlace de estos muchachos – me dijeron los suegros muy seguros de su postura de padres responsables y actuando conforme a la tradición. Me quedó muy claro que no fueron a pedir permiso, mi hijo apenas rayaba la mayoría de edad. Sentenciosos y categóricos los padres de Severa, la novia que yo, no conocía, ¿en realidad qué podíamos conocerlos?, nada. Comentaron también que, según sus costumbres, debía acudir la madrina de bautizo y confirmación. Finalmente, a Harry solo se le bautizo y eso, por imposición, como siempre de mi madrina, luego comadre, ella decidió, organizo y los llevo. También debían estar los padres y la familia. – Usted deberá de ayudar en la organización de la boda y auxiliar en el cuarto que se ha destinado a los regalos de boda, recibiendo y dándoles las gracias a los invitados por los presentes dados –. Me explicaron mientras nos veíamos con cara de desconocidos, tratando de arreglar un enlace matrimonial sin previo trato, ni conocimiento de ambas partes, como si fuese, de esos enlaces de la época de antes de nuestro señor o mejor dicho cual extraños que deciden los padres con quien te casas. ¿Otra cosita más? Pensé irónica y sarcásticamente. Ya mostraban sus modos de pensar, muy incluyentes los señores.

Esa fue la primera vez que nos vimos o por lo menos la que yo recuerdo. Son tantos los huecos que inconsciente o conscientemente tengo, como comentare después, dudo que los tiempos en aparente desorden cuando la realidad es que no desvirtúan de forma trascendental los hechos. Estábamos en un momento poco apropiado, pero no hubo de otra. Ese día habían operado de un hombro a Antonio, por lo que estábamos en el hospital, el aún dormía, no se enteró de nada. Avisaron que llegaban y había que recibirlos. No preguntaron si podían ir, simplemente tenían que ir a dar las buenas nuevas. Estábamos mi madre, mi hija y yo observando a los padres de Severa, con los rostros secos y agrios. No dejaban ver ningún sentimiento. Se veían como lo que eran, extraños sin saber con quién, van a tratar y con antecedentes mal aportados por mi hijo. Él se había hecho el mártir y sufrido, dijo que lo había corrido de la casa, lo cual, había sido cierto, pero no explico por qué lo había botado. Nunca aclaro que había sido su conducta la causante, ni que él tenía todo lo que podía necesitar. Solo llegó con su máscara de chamaco extraviado y si saber qué hacer con su vida. Desde el primer encuentro no hubo forma de intentar mostrarnos totalmente tal cual somos. Nos quedamos marginadas y sintiendo que se iba interponiendo una muralla China, así de grande y amplia, tan grande entre el pacífico y el atlántico, como la diferencia de cultura, ideología y educación.  

Se veía claramente que era gente de pueblo. Aclarando que, bajo ninguna circunstancia es en tono despectivo. Somos respetuosos con las personas sea del extracto que sea, es más, a veces, recibe uno más grosería de personas supuestamente educadas y de lana, con abolengo y que se creen las ultimas cocas del desierto.

Con una vestimenta queriendo verse arreglados, pero que no era tal. No esperaba a la crema y nata de la alta sociedad, tampoco voy a ser grosera criticando, cada quien es como es. Sabíamos que tenían un negocio y que ganaban muy bien. Que tenían una casa muy grande, pero no sabíamos, hasta que los conocimos, eran de esas personas que luchan a brazo partido, de sol a sol, que guardan en ese chip genético el orgullo y la tenacidad. Correctos, pero con un aire de falta de confianza hasta para dar la mano, de esa que te rozan solo la punta de los dedos sin dar la mano completa y mucho menos ese cálido apretón de manos que demuestra seguridad y certeza. Ni siquiera cerraron la palma de la mano como queriendo que no la sostuvieras lo suficiente para descubrir su esencia. La mirada huidiza, procuraban no ver a los ojos. Tendían más a tener la cara abajo, en forma sumisa, pero no, era de tirria; esas actitudes de personas que por lo bajo destrozan. Mi cabeza daba vueltas, lo que menos quería era que llegara a esa determinación tan tajante. Por otro lado, después de dos años de vivir en casa de la novia y en un pueblo, lo que menos esperas es que no lleguen a un enlace matrimonial. No quería que hiciera algo de lo que no estuviera seguro, y de lo que después, se pudiese arrepentir.

Me comentaron que, había que acudir a la casa de la madrina, para hacerle partícipe del enlace y obviamente solicitar su presencia. Eso me cayó como balde de agua fría, pues tenía mucho tiempo que no nos veíamos, había dejado zanjada esa relación en no muy buenos términos. No quería pensar en que tenía que verla, podía haber inventado cuanto pretexto me viniese a la cabeza, pero, sabía que, si no era yo, seria Harry quien la llamara. Las razones, hay muchas; gratitud, respeto, espina que hay que quitarse con pinzas, pero la más importante y creo que en lo bajo fue la que pensé; Harry tenía que enfrentarse a ella en un terreno diferente y en tiempos muy distintos. Por otro lado, ya cuando logré dar vuelta a la página me di cuenta que yo, no debía nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Medusa

¿Qué cómo era ella?, esto no es fácil de explicar… Este evento es solo la muestra de un botón. Lo comentaré al margen, a reserva, de ampliar posteriormente quien era mi honorable comadre. Estando en Córdoba cuando las cosas ya estaban muy álgidas, la relación entre cuatro adultos y dos criaturas no era nada sencilla. Ella ya había perdido el control de su matriarcado desde el momento en que Antonio había entrado a la familia y como mi pareja debía y tenía injerencia en las decisiones de todos, lo cual no le era nada agradable, pues siempre había sido ella, la que decidía y ordenaba.

Un día por causas que no quedaron muy claras, en una ciudad caótica para manejar, pues los automovilistas son muy brutos. Ahí el peatón no existe les viene valiendo progenitoras como se cruza uno en una calle, por la esquina donde están las rayas marcadas imposible, son invisibles. Resulta que trató de pasar por el segundo o tercer automóvil, los cuales invariablemente se avientan para poder cruzar la avenida, estas tienen la preferencia, así que, si vienen sobre avenida, van tendidos. Los que están sobre una calle y quieren cruzar, solo aceleran para poder pasar como torbellino pues difícilmente podrán pasar si no se abalanzan sobre los otros, literalmente y, si no ven que un peatón va a cruzar salen como bólidos, así de simple, no hay forma de que den el paso a los peatones, a pesar de que los vean, esa es una triste realidad.

La tropellaron. Se fracturo la pierna en dos, la cadera y estaba magullada. Le hicieron cirugía poniéndole clavos y placas, requeriría rehabilitación. Afortunadamente el chico que no la vio, se paró, la atendió en lo que llegaba la ambulancia y la empresa se hizo cargo de los gastos. No sé a ciencia cierta mi decisión de que se fuera a la casa mientras se recuperaba, estaba en ese entonces viviendo en un cuartito y en realidad no estaba muy conforme. Como siempre he pensado que las cosas pasan por algo y no se puede uno cuestionar en el momento esos porqués. Pues podrían haberle puesto la enfermera en su departamento, pero no. Tenía que suceder, así de simple.

Tenía un enfermero para cuidarla y que realizara los ejercicios que debía hacer para poder caminar lo más pronto posible, ya que no había razón para que no pudiese hacerlo. Había salido bien de la operación y gracias a que durante muchísimos años todos los hermanos grandes nadaban, entonces sus músculos en realidad estaban en muy buen estado.

Antonio había ideado con una escalera empotrada al filo de techo del closet que era de mampostería, con unas cuerdas para que pudiera hacer los ejercicios, se incorporara sola y evitar que la estuvieran levantando hasta para limpiarle la cola. Durante varios meses en que el médico terminó harto y le dijo a mi madre que ya debía caminar. Pero obvio, mientras tuviera a la chacha, que atendía a la comadre; la que le limpiaba el trasero, la que le daba de comer y aguantaba sus clásicos humores, quejas y majaderías, hasta que la cuerda se rompió. Le había llevado el cómodo obvio se lo ponía, le ponía los pañales, se le llevaba de comer, claro a su antojo. Ya tenía la andadera y el famoso bastón de tres patas. Se le ponía bolsas de arroz en los tobillos para que fuera haciendo fuerza, no quiso caminar por que, no se le dio la gana. ¡Que padre tenía atención, mandaba a los niños, a todos y más a mi madre a su santa voluntad!

Un día harta le dije, más bien le propuse, que mientras terminaba de recuperarse, se fuera a un lugar donde la pudieran atender como es debido, que sería más rápido y que estaría mejor. Había investigado de una fundación, era una beneficencia donde tendría todas las atenciones, no era que se quedara ahí encerrada toda la vida. Eso bastó para que se sintiera corrida, que la estaba echando de nuevo de la casa, pero ya no había de otra; estaba viendo desmoronarse a mi madre, a los muchachos cansados y todo el tiempo de mal humor, la que se llevó la peor parte fue Julia como siempre y Antonio estaba a punto de explotar cosa que no es su costumbre. No la estaba corriendo, solo estaba protegiendo a mi familia, incluso la estaba ayudando a ella.

El alboroto que armó después de que subió las empinadas escaleras de la casa como si nada tuviera, fue fenomenal. Imprudentemente decidió irse primero con una vecina, que estaba a unos pasos abajo dando la vuelta a la esquina. Pobre llegó el momento en que le dijo que ya no podía tenerla ahí, se estaba metiendo para variar en lo que no le importaba y además qué necesidad tenía la señora de tener ahí una persona que ni de su familia era y además jodona.

Entonces la comadre se fue a Querétaro, donde viven dos de sus hermanas. Las casas están de estas están juntas, llegó con una de ellas; no podía llegar con la menor pues no sería bien recibida por el marido, acabo por hartar a la hermana y se salió de ahí. Como solo tenía su pensión y no sé cómo o por qué fue a dar a esa comunidad hasta casa del cuerno. En algún momento antes de que saliéramos de Córdoba me llamó para pedirme que la ayudara para pagar un terreno, le dije que no.

Después de ese evento, ahí acabo el poco trato que quedaba con su familia, después de que era la única familia que tenía; se salvó una, que es punto y aparte. Así salió de nuestras vidas mi comadre y madrina requerida para mi hijo en su flamante enlace matrimonial.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Enfrentando mis demonios

Su vida cambió drásticamente. Ella vivía en una comunidad alejada, más o menos como cuarenta minutos de donde nos encontrábamos. Tendría que recordar cómo llegar a su casa, lo cual, después de haber ido una sola vez, dudaba mucho dar con ella. Mientras iba manejando hacia su casa con mi hijo a un lado le pregunté: < ¿Estás seguro de lo que vas hacer?, ¿tienes idea de la responsabilidad que eso implica?, yo no conozco a tus suegros, no sé cómo viven y no sé qué has hecho o vas hacer salvo lo que tú me has contado. Lo que si te puedo decir es que debes de entender que saliste de una casa donde tenías todo y llegaste a otra en la cual tienes todo. Sabes que tonto no eres, que tu inteligencia te hace armar vericuetos, de los cuales, luego no sabes cómo salir. Espero que sepas lo que estás haciendo, a pesar de que no esté de acuerdo. Pero la realidad y sabes cómo pensamos; que uno debe de enfrentar las consecuencias de las decisiones que tomamos >. Solamente me dijo parcamente que, si sabía lo que hacía, que la amaba. Me tuve que conformar con esa exigua explicación.

Como no había ido más que una vez a casa de la madrina, dimos algunas vueltas con los futuros suegros siguiéndonos en su auto. Hasta que me detuve y les dije: < yo voy después y le aviso. Tendré que dar con la casa, pero no los quiero distraer más >. Se fueron y me quede sola pensando que debía hacer. Creo que fue providencial que sucediera así, veía a mi comadre poner el grito en el cielo, llorar como loca y puede que hasta saliéramos corriendo de ahí o me pondría como la mala de la película como siempre y se hubiera ido para ayudar de volada a que la boda saliera perfecta, ella todo lo puede y todo lo sabe. La reacción era inimaginable, como el clima a veces poco predecible hasta para los meteorólogos más avispados.

Muy en el fondo sabía que debía de buscarla, no sé porque en realidad. Tal vez dentro de mi inconciencia sentía que era una incorrección o una falta de respeto a las indicaciones de la familia de Severa. Podría ser que también a propósito, causara ese enfrentamiento con Harry para que intentara dejar sus muletas o visto de otro modo que conocieran a la que había causado los estragos en mi hijo.  

Manejé un tramo de carretera, hasta que di con lo que me recordaba que era la entrada a la comunidad; le marqué a su celular para que me aguardara en algún sitio. Mientras manejaba por esas calles llenas de baches y polvo, viendo a la gente pasar con los rostros curtidos y afligidos, llenos de pesadumbre y hambre. La comunidad donde la gente se amontona en casas mal construidas, de cartón o medra, que vas añadiendo conforme unos pesos les llegan, casas recicladas, sin servicios. La casa de la madrina que había comprado con esfuerzos y de pedir a quien le pudiera o quisiera ayudar, con partes que ya no usaban; parecía un bazar de cosas sin aparente orden, pero ella siempre le daba su toque; un cuadrito en la pared, plantas y adornos colocados de tal forma que, le daban a esa casa sin estucar por fuera, lo acogedor que sentías por dentro. Siempre curiosa tirando a cierta coquetería para arreglar, dada a las cenefas de lo que se le ocurriera, podía pintar flores, aves lo que fuera; incluso pintaba los muebles si quería darles otra vista. Cuando la vi parada esperándome, al subirse a la camioneta me espetó de lleno, que cómo no podía acordarme llegar a su casa, le comenté que seguía siendo muy despistada. En cierta forma así era. Decía mi madre que cuando manejara me volvería más orientada, pero quiero suponer que cuando no te interesa a donde te diriges, no se presta atención, eso pasaba con ella.

Al entrar a la casa sentí ese sello propio, la tranquilidad y armonía que le imprimía sus espacios, totalmente contradictorio con su espacio vital, con las personas a su alrededor y con ella misma. La primera y única vez que había ido a buscarla, fue en otra casa que estaba ahí mismo en esa comunidad. Fue tiempo después de que ella se fuera de Córdoba y en términos nada agradables. El motivo de mi visita era esa conciencia que me hacía tener que corroborar que en efecto se encontraba bien, ya que nunca hasta ese momento había vivido sola; salvo un corto tiempo antes del accidente. Dependiendo solo de ella misma y sin tener a quien cuidar, más que de ella. Probablemente era un vestigio de mi responsabilidad, esa que, durante años de estar bajo su cuidado, me hacían asegurarme de su tranquilidad. No había sido fácil durante tantos años vivir con ella, todos fuimos presa de su forma de ser tan aplastante.

Parcamente solté sin más preámbulo: < Se casa Harry, en diciembre el día veintidós, si quieres ir le marcas para que te de la dirección >. No me senté, estaba parada cerca de la cocina fumándome un cigarro para mitigar los nervios y la ansiedad. Nervios de que no quería alargar la plática y ansiedad por qué no me agradaba estar en su presencia. Fue todo lo que de mi boca salió. No quería detenerme a decir más pues sabía que, de entrada, saldrían los reproches, las culpas, los porqués. Tenía miedo de que me cuestionara al respecto, de cómo había llegado Harry a esa decisión o porque había salido de la casa. Explicarle que lo había corrido, implicaba que me diera la eterna letanía de toda la vida, sus eternos demonios del pasado: - se fue porque no lograste educarlo, lo corriste porque era más fácil quietártelo de encima, siempre tu eterna irresponsabilidad, nunca has hecho nada bueno y tus acciones, causan que no tengas estabilidad -. Pero me preguntaba, ¿cuál estabilidad?, he dicho que no existen las familias normales, esas que se componen de mamá, papá e hijos, aquí eran dos madres, la mía y ella, el cometa de mi hermano y después mis hijos. No éramos nada extraordinario. No por el hecho de que no hubiese padre no cabía una célula familiar. Pero esa inestabilidad se generó a base de muchos contratiempos.

Ese día no quería detenerme, nuestras vidas fueron una bola de estambre enmarañada con tantos hilos sueltos, que, hasta la fecha, no hemos logrado ir sacando de uno en uno para hacer nuestra propia cobija. Hemos tejido sobre esos hilos sueltos deteniéndonos en cada calle, mirando como el viento se mueve a su parecer, como si fuera ella la que está detrás; dejando que esas muletas sigan cargando el peso muerto de no saber quiénes somos. Solo quería salir de ahí y dejar todo atrás, aunque eso implicara no enfrentarla o de otro modo no enfrentarme a las realidades que aún me estorban.

 

 

 

 

 

Una boda para dos

Llegó el día de la boda. Después de que nos sentenciaran sobre la asistencia de la familia seguía en mi trance. Yo no aceptaba esa unión, mi temor por no decir pavor, era tan sencillo que habitaba en mi ser como sello de huida. Pensaba que, como una decisión mal pensada podía tomarse como una salida fácil, sin saber realmente a lo que se enfrentaba mi hijo.  No quería ir por no tener que desafiar ideologías diferentes, tener que confrontarme con la culpa de haberlo orillado, a sabiendas de que él lo había decidido. En mi interior todavía existía esa parte de sentido de protección donde me decía “no lo dejes cometer el mismo error” veo esas ruedas que giran y giran e invariablemente nos llevan al mismo punto de partida. Yo me había casado cuando tenía dieciséis años.

Me salí de mi casa un día, harta de la asfixiante vida con mi madrina. Mi madre en ese tiempo no estaba con nosotros. También había decidido que tal vez podríamos estar mejor sin ella, eso fue lo que pensó; que nos hacía menos daño dejándonos en manos de la sabia y correcta, de la que siempre sabía cómo resolver los problemas y educar mejor que ella.

En fin, a medias cuento esto pues lo extenderé, porque será necesario. Sobra decir que no duró mi matrimonio. Pareciera que la vida nos había colocado en un camino lleno de piedras y bardas; como cuando juegas con bloques de madera y quieres formar un algo, que en tu mente se dibuja. Tratas de construir y, solo lo logras en medio del aire, sin cimientos, sin pilares que sostengan, sin aquellas cosas que dan la cohesión a la vida.

Para ese día y con un escaso sentido común, puesto que sabía que era un pueblo que me era desconocido. No formaba parte del entorno cómodo de la cuidad donde vivía, las reglas de etiqueta podían ser muy intrincadas por no decir inexistentes. No me decidía que debía de ponerme o que quería; era tan complicado determinar algo tan simple y a la vez tan obvio. Por lo que había observado y por un poco de lógica, sabía que no debía de optar por un vestido de noche elegante, me habría sentido disfrazada o, de hecho, mostrar lo que no era, tampoco soy tan mula como para esas acciones. Simplemente podía llegar con un sencillo traje tipo sastre, es más, hasta con uno de los que usaba en el trabajo con otra blusa hubiese sido bueno. Pero también por esa actitud y cierta altivez de la familia no podía llegar simplona y sencilla, estaba confundida, los ricos eran ellos, ¿no?

Podía bien imaginarme a Antonio de traje y corbata muy guapo llamando la atención de las féminas, con un simple pantalón de vestir, camisa y una chamarra de cuero, no importaba, él se vería bien, él se habría incluido con toda la tranquilidad que irradia, no obstante, habría sido complicado ver a la madrinita a pesar de que es muy sosegado. Imagino la escena como si fuese película mental, dándole la mano, muy correcto, pues es incapaz salvo muy contadas excepciones, que no le haga el más mínimo caso a una persona, incluso casi puedo asegurar que sería tan… correcto, que le diría: – Buenas tardes Ana Dessastroisse –  respeto disfrazado de sarcasmo impropio de él; de mi comadre creo que podría optar por dos formas muy propias de su forma de ser: dejarlo con la mano extendida dándose la media vuelta o saludarlo con una retorcida sonrisa sarcásticamente abierta y lanzando veneno al por mayor – todavía en la familia que interesante…alguien ya logro que sentara cabeza –. Alguna estupidez por el estilo.

Me habían prestado y luego ya fue regalo, un huipil rojo de algodón, yo hubiese estado feliz con ese atuendo, porque no tenía que aparentar nada. Me presentaría con lo que a mí me gustaba, con lo que yo me sentía cómoda; hasta podría decir que como soy, diferente simplemente. A la madrina le hubiera dado coraje entripado verme así, me habría portado mula al decirle quién me lo había regalado, decirle con esa sorna que luego se me sale sin querer, que fue obsequio de su hermana; su enojo habría sido cusa de un ataque cruento a su orgullo, pues es la única con la que seguiría teniendo tratos. De poder o tener, ella se habría puesto lo mismo, pues nos gusta ese tipo de ropa. Pero como bajo muchísimo de peso sobre todo después del accidente y de su vida no tan tranquila, seguramente ya no tenía ropa. En realidad, como creo conocerla, supongo que llegó de indigente diciendo que no tenía nada adecuado y se lo compraran.

Puesto que no me conocen, no saben cómo soy, no habría sido más que un arroz quemado, pero nada que fuese inadecuado. La realidad es que no tenía la más mínima ilusión por buscar que ponerme ese día que debió ser el más importante, para una madre el día de la boda de su primogénito o el segundo, el tercero, es motivo de fiesta y algarabía; para mí de angustia y desilusión. Tampoco hubiera ido al salón a peinarme, ponerme la uña, las pestañas postizas, jamás y nunca he ido con los disfraces. Salvo que la situación así lo exigiese, dudo mucho que llegue yo hacer semejante disparate, siento que el sentirse tal cual se es, vale más que, aparentar lo que no se es. Para rematar en la noche llevaba uno de lana, que ese sí lo tenía que regresar, en Tlaxcala hace frio por las noches.

Me ponía a pensar hasta en cosas tan ilógicas. La boda fue en sábado, lo cual no daba chance pues faltaríamos al trabajo y nos salía muy caro no ir. Pero el domingo debíamos salir a buena hora, pues tomando en cuenta que, son casi cinco horas al pueblo y aparte regresar. La idea era salir el sábado muy temprano y haber que pasaba.

El suegro de tacuche mandado a hacer o eso se comentó, muy elegante y fino, lo cual no puedo asegurar. La suegra con un trajecillo de saco y pantalón que no tenía nada de elegante, en verde pasto quemado. El traje de mi hijo de imitación de Armani, bien puesto, se veía muy bien. El vestido que uso Severa, esponjado con tantas orlas que se perdía en él, pues es un taponcito de uno cincuenta. Se habían ido a la Ciudad de México para agenciarse los atuendos, algunos supongo. Lo supe porque mi hijo me pregunto dónde podían encontrar la ropa, aun no estaba muy familiarizado con la ciudad, ellos menos. A la sufrida de la madrina le prestaron un traje de la suegra, pues no tenía nada para ponerse ese día.

La gente de pueblo es y será la que por fortuna preserva tradiciones, que los de cuidad ya no le damos casi importancia. No importaba que nos hubiéramos puesto, los días de fiesta ahí, son para gozar y nada más; no para ver quien lleva el mejor atuendo, el más caro, el más fino. No se ocupan de ver si lo repitió en la fiesta del primo del vecino el año anterior, esas nimiedades no existen. La realidad en ese lugar solo se sostiene en una cosa, quien gasta más en la fiesta; en eso marcan el estatus territorial y económico.

Comentaban que, según la tradición de ahí, son los padrinos de velación, deben y sin cuestionamientos, ser los proveedores del bautizo del primogénito, lo cual no sucedió en este caso, puesto que fue un bautizo al vapor y sin contratiempos, después de que saliera Darien del hospital; dadas las circunstancias de que no se sabía cuánto tiempo estaría entre nosotros, lo bautizaron otra pareja parientes de la familia materna. Para ese bautizo casi furtivo no solicitaron nuestra presencia, me comento mi hijo unos días después que lo habían organizado de rapidito, así que ni para que protestar, fue rápido, urgente, apremiante que se le bautizara, ¡quién sabe cuánto duraría la criatura!

Bueno si he de contar otros detallitos medio extraños, como el hecho, de que mientras el niño crecía durante el primer año, debía de dormir con la madre y de preferencia con la abuela en medio de las dos; con un rosario y la biblia, para que el chamuco de los niños no se llevara su alma. Cuando a nosotros, nos depositaron en nuestras respectivas cunas cual angelitos, Harry no había durado ni dos meses en el cesto pues ya se movía mucho, por eso me dijo un día que ni gastara en cesto, que esas cosas no les gustaban. Cosas de la vida.

A los padrinos de velación se les dio la fiesta del primer año, para darles las gracias por ese favor y corre por cuenta de la familia. De nuevo tiran la casa por la ventana gastando según su estatus, así que el primer año fue otra fiesta de miles de pesos. Honestamente no recuerdo porque no fuimos, seguramente por la misma razón. No creo que a Darien le llegue a molestar en un futuro saber que fue hasta el segundo cumpleaños que fuimos a su fiesta. Pero ya estábamos un poco más entonados y menos huraños con la familia o por lo menos las aguas, aún no llegaban a tornado. 

Para el día de la boda y posterior primer año de Darien, en efecto el fiestón fue de esos que se ven en las casas ricas, que no sufren por lo que gastan o como en los pueblos, algo semejante a las fiestas que se dan en Xochimilco cada vez que le toca la fiesta del Niño Pan; toneladas de comida que otorgan a cuanto transeúnte pase por ahí, se conozcan o no. Borregos, puercos, gallinas, arroz en costal, alcohol a destajo. Yo no voy en contra de las celebraciones no soy Grinch, lo que a veces me cuestiono es el motivo real de estas, ¿la sociedad, las costumbres, el qué dirán, el estatus? si hay, que padre, se gasta y, ¿si no hay…? Claro está que, para una familia que se da el lujo de en buenas temporadas de friega trabajando de sol a sol, se embolsan tranquilamente más de un millón de billetes azules, mismos que gran parte son para reinvertir, pero es un negocio que deja mucha lana, nada despreciable, pero, es un oficio muy sudado, desgastante, destructor de estructura ósea, vista y demás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fue… boda unilateral

¿Cómo imaginé que podría ser?, ¡horrible!... Harry, sin que yo lo viera, sin tener conocimiento de causa, podía asegurar que se sentía un ser disfrazado; un arlequín pintado con una sonrisa inerte, un bambuche y no otra cosa. Ese que los nervios y además las ausencias lo estaban dejando cual mimo o títere sin cabeza, en medio de una mescla de informalidad y contrastes. Hubo quienes estaban con traje, otros con simples pantalones de mezclilla, vestidos de noche y faldas tan cortas y blusas que solo dejaban las lonjas salir a dar paseo. ¡Yo no encajaba ahí!, me sentiría como jarrón de porcelana, entre barro de talavera o a la inversa, cuestión de enfoques de quien estaba fuera de su lugar, obviamente yo. La contradicción radica en que, igual trato con respeto al barrendero que me encuentro en la calle, que a un profesionista; la educación mora en lo que sale del corazón y alma, no de como vistas. Lo que no encajaba ahí es mi forma de pensar y de ser ideológica ante algo que no me era extraño, no era la primera vez que acudíamos a una fiesta de pueblo, somos toda la familia sumamente adaptable, nos incluimos con facilidad en el ambiente por el simple hecho de disfrutar; nos viene valiendo gorro si comemos con tortilla y sin cubiertos. Las experiencias son fascinantes, disfrutas la algarabía en sumo grado. Seguramente y, sin temor a equivocarme, me hubiera divertido de lo lindo estoy segura de ello.

Un día que fuimos de visita, nos llevaron a unos quince años, sabemos que ahí, en el pueblo, así como en muchos lugares, solo usaran si acaso cuchara. Se me ocurrió pedir una pues era mole. Mi consuegro medio raro o molesto me dijo que ahí las cucharas eran las tortillas. Ya lo sabía, no era el punto, puedo comer con las manos si quieren, fue la forma: a la casa que fueses has lo que vieses. Y así nos educaron ¡de verdad!

Cuando me percaté y entre en razón que no llegaría a la boda, lo sé, sí sentí que defraudaba a mi hijo, me dolió y mucho, siendo otra de las culpas que he cargado. Simplemente un día antes despedace el auto sacado de la agencia cuatro días antes. En un choque de lo más estúpido. Creo estar consciente, que no fue a propósito; me pregunto ¿no lo fue? No cabe en mi cabeza la posibilidad de haber sido tan torpe y chocar para no ir a la boda. Podría haber sido la absoluta tontera de ponerme tacones… si eso fue, se me atoró el tacón y al dar la vuelta la cual, no podía hacerla rápido; puesto que la entrada del estacionamiento para el trabajo estaba a unos pasos adelante. Mi mente no reacciono simplemente me dejé. Podría haber maniobrado, ¿frenado? ¿Equivoque el pedal? No lo supe. Solo sé que mis reflejos que son muy buenos, ese día no funcionaron. Pero lo que fue más angustioso, ¡que choque un auto nuevo!, salido días antes de la agencia Esto explica literalmente, las grandes ganas que tenía de ir; preocuparme más del coche que de no llegar. Sabía y lo corroboró después el enfado de mi hijo, saber que había comprado Antonio un coche nuevo, tal vez, solo tal vez recurrí al sentido inverso de protección al decirle; mira que tú puedes tener uno si trabajas o ve de lo que te has perdido.

Fue ese sentimiento inconsciente que me aguardaba como monstruo para abalanzarse sobre mí. En cuanto tomé el cinturón de seguridad y me lo quité, verme la nariz de reno por la bolsa de aire y saberme ilesa, me tranquilizó. Todavía quite del tablero del coche la colilla de cigarro que iba fumando, esos días no era yo. Bajé del coche en estado de aparente shock. Estaba desorientada, pero consiente, atontada, puesto ignoraba que había pasado, mi mente solo registró el saberme liberada de algo, que no quería hacer y, es donde te das cuenta de lo fuerte que puede ser subconsciente; tanto como un pulpo que te abraza con todos sus tentáculos, como los recuerdos que te llegan del pasado y que no enfrentas. Lo que pensaron el noventa y nueve por ciento de las personas que asistieron, las cuales eran familia de la novia; pues la única que estaba con él y no era ni de la familia, era la madrina, seguramente fue que era de lo peor y una irresponsable, ni modo así sucedió.

En esa fiesta donde se tiró la casa por la ventana. En la cual, según la tradición caminaron de la casa de la novia por las calles empedradas y polvosas de San Cosme, donde casi todos se dedican a la manufactura y maquila de ropa. En un pueblo que el contraste de las casas es tan increíble, como espantoso.

Pasaron por casas llenas de columnas románicas o disque barrocas; por otras que tenían leones inmóviles adornando los balcones; algunas parecía que las había esbozado un arquitecto después de fumar mota, pues no les veías la armonía por ningún lado; unas que, en efecto, no deberían de estar ahí, tal vez en Santa Fe se verían geniales. Muchas otras de cartón y madera. Campos de maíz, baldíos llenos de basura. Caminaron sin pensar en otra cosa que, celebrar una unión, si detenerse a espulgar los pasados o presentes; simplemente se dejaron guiar por esa corriente de humanidad tan informe, sin coherencia, variopinta, contradictoria como todo en ese lugar.  

Llegaron hasta el atrio de la única iglesia del pueblo, en donde, con flores de papel y adornos cargados, recibieron a los novios. Las personas se arremolinaban en torno a la entrada esperando que saliera el cura. La figura traumática de Harry dándole el brazo a su madrina, para que no se fuera a caer con su bastón en mano, el cual supongo que fue por precaución, pues hace mucho que ya no lo necesitaba; era su muleta que nos recordaba ese accidente imprudente que “casualmente” tuvo. Inconscientemente Harry sentía que debía protegerla, su sentido de responsabilidad ante la persona a la cual le debe, no solo su educación, también sus muletas, como ese bastón que cargaba la humanidad de la madrina impositiva e intolerante; la que siempre fue tan laxa con él y que cuando vi su expresión sonriente y satisfecha, heroica como siempre, sintiéndose airosa por ser la que lo llevo al altar. Como se ve en una de las fotos, colgada de su brazo caminando hacia la iglesia.

Vi lo que significaba para mi hijo, su madre no estaba, lo había dejado solo de nuevo. La que iba a su lado era la que nunca lo había dejado; esa era su expresión traumática. Tal vez por eso el en las fotos se veía con la mirada triste e ida, como buscando en el horizonte lejano la madre que debía de haber estado ahí, a pesar de todo.

Cuando vimos las fotos y el video de la boda, en automático, sin mediar palabra, sin pronunciar alegatos que fuesen indiscretos; ¡qué bueno que no habíamos ido!, triste, sí. A mi madre no le gusta el escándalo, el ruido ni la gente, antisocial y poco tolerante, lo contrario de la comadre. Yo sé que no estuvo bien, que no fue lo correcto, no haber ido, pero creo que también, era mi derecho y mi decisión. Que mi hijo guardara cierto resquemor por ello puede que sí, tal vez ahora ya lo olvido o por lo menos ya lo asimilo, ya entendió la razón no justificada, pero si tal vez aceptada. Los que no olvidaron fueron los otros, ellos esperaban que llegara casi con la camilla, bueno la verdad es que no creyeron que me accidentara, me lo comentarían después; ellos no entendieron semejante disparate. Sencillamente y siendo realistas, tenían razón; cómo era posible que no llegara la madre del novio… ¡Pues no llegué punto!, ¿arrepentida?... solo al principio, después para nada…

 

Empezamos por los traumas

¿Debo de hablar del pasado, aunque me duela?... está bien… Mi hijo durante mucho tiempo creyó o así le hicieron saber, que había sido el fruto de un acostón irresponsable de parte mía, esa claro fue la versión de mi honorable comadre, la única que sabía con certeza como educarlo; ella se encargó de hacerle creer tantas cosas y dejarlo bien marcado como res en matadero.

En algunos ratos de nostalgia o lucidez extraña, se cuestiona si la madrina estará bien. En otras, sin remordimiento saca toda su furia despotricando contra ella. Algunas veces llora como bebé, por haber sido tan rebelde y termina diciendo que da gracias por lo que ha vivido… Ahora está empezando a colocar en su justo lugar cada supuesto error. La verdad de esto es que, mi hijo había sido planeado, aguardado y esperado. En un momento de desorden y desvarío de mi parte, tratando de encontrar un ancla que me hiciera sentir que podía valerme por mí misma, alguien que me diera esa razón, para seguir adelante; a pesar de la contradicción que significaba, seguir viviendo con mi madrina.

El padre de Harry, un ser realmente bueno en muchos aspectos, noble, sencillo y sentimientos puros, fue durante mucho tiempo no solo mi mejor amigo, mi confidente y celestinos mutuos. Yo podía haber escogido cualquier pedazo de tarugo, daba lo mismo, pero no, lo había elegido a él, por ser como es, nada más. Yo, probablemente al igual que mi madre, no entendía con absoluta realidad el ser mamá, lo único que sabía, era que quería una criatura.

No lo dejé en abandono, ni en el absoluto cuidado de la madrina. Para ella fue un alguien en quien volcarse, a no tener de momento a quien rescatar, a quien guiar. Tuvo que pasar mucho tiempo y muchos problemas para darnos cuenta, de que, no era que Ana fuese la mala de la película o la bruja malvada. Dentro de su cabecita algo traumada como muchas personas lo somos, cargaba un sinfín de situaciones y hacían que tuviese, lo más normal del mundo; una infancia problemática y falta de seguridad en ella misma en grado máximo, añadiéndole el argumento eterno de, “soy la sabia que todo lo puedo”. Al tiempo nos fuimos dando cuenta que, no es el camino correcto, la soberbia y la supuesta autosuficiencia no son muy buenas compañeras en la vida. Impositiva, tajante, intolerante, metiche, incongruente; pero todo tenía su porque de ser. Ella se alimentaba de los demás. No sabía cómo tener vida propia, salvo la que tenía a través de los que se apropiaba. 

Aún recuerdo cuando vivíamos en el fraccionamiento. En muchas ocasiones nos poníamos a jugar los cuatro, no mojábamos y cualquiera que empezara, bastaba para que la casa, el patio y nosotros quedáramos empapados. Había algunos fines de semana que podíamos estar en santa paz y armonía. Estando en San Luis nos poníamos las dos muy monas a hornear galletas o pasteles, no todo en absoluto fue malo; sería muy injusta en decir eso. Pero si puedo poner las situaciones en una balanza, podría ser, que fuese más pesado lo malo, que lo bueno.

No era la mayoría de las veces lo que decía, era como lo decía, para concretar, la intención; el cómo planteaba ella, lo que demandaba se hiciera y porqué. Era como tener un sargento mal encarado y nada accesible. Amorosa con Harry, pero no ese amor sano, desinteresado, incondicional y podría tomarse así, pero era aprensivo, dominante, ciego y opresivo e incluso protector, cosa que, en conjunto no creó otra cosa más que dependencia. Todo esto sirvió de parapeto para mi hijo se volviera un ser sin personalidad y carácter, ella decidía, pues yo era ignorante al respecto, supongamos que como las madres primerizas que acuden con la madre cuando tienen una duda, pero las madres cuando dan a luz a un hijo nos proveen de un chip que proporciona un sexto sentido de lógica o de saber que algo anda mal; en mi caso no funcionaba del todo, estaba eclipsado. Las madres no sé en qué circunstancias, detectamos alteraciones en los hijos, en este caso, no tuve mucho tiempo, no solo forma de aprender, ni de prender ese interruptor; mi comadre me indicaba que hacer y cómo, me había enseñado a dormir a mi hijo enrebozado, es muy práctico. Enredas a las criaturas y te deja las manos libres para poderte mover, lo veo con las Marías cuando traen a sus criaturas en la espalda y se mueven como si nada. Se tranquilizan en efecto, proporciona un método natura; ya que cuando lo colocas a la altura del pecho, escuchan los latidos del corazón. Me indicaba a qué hora dormirlo, claro que eso fue al principio antes de que entrara a trabajar, así que la realidad es que, en efecto ella se encargaba de Harry. No puedo negar que mientras estábamos las dos en las mañanas no me despertaba tarde, ni me hacia la taruga. En algún tiempo, se le llevo a la guardería, pero no duró mucho. Yo me encargaba de preparaba su comida previa supervisión claro, lo bañaba, le sacaba fotos, tejía sus chambras en dos agujas; nunca aprendí en ganchillo. Al paso del tiempo se fueron cimentando eso pilares en el aire que le darían a mi hijo, esa inestable forma de pensar y actuar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Lugares vacíos

Con una expresión de angustia más que de gozo, por saber que se uniría en sagrada comunión y después de haber tenido que hacer su catecismo, puesto que no había hecho la primera comunión, ni tampoco estaba confirmado. No entiendo, yo le hubiera dado una mochada al cura, pero entiendo que ahí, eso, era una utopía.

Como era de esperar, las personas preguntaron la razón de la ausencia de su madre, puesto que se les hacía inconcebible que no asistiera. Ahí nadie me conocía excepto mis consuegros: - tuvo un accidente no pudo venir, ¿y no tienes más familia? Mi abuela no podía venir sola, mi hermana tampoco, mi tío está trabajando - no sabían que, de haber ido, solo hubiéramos ido dos. Lo curioso o extraño de esto, es que nadie de la familia creyó que me había accidentado, pensaron que era mentirosa y que me pasaba de irresponsable. Lo peor no fue eso, podríamos haber ido, así como estaba, pero… ¿cómo para qué? Y entonces a pesar de que me pueda sentir arrepentida, que no lo siento; de que me sienta culpable, puede que sí, solo tengo un sentimiento de inconformidad. No había razón lógica para que no fuera y eso se quedara junto con otros recuerdos dolorosos, pero superables. Cual raciocinio en un evento de esa envergadura, no nos colocarían a cuatro o cinco almas en mesas diferentes, sería tonto, lo cual no nos dejaría mucho espacio de maniobra. Mi madre no quería ir por el simple hecho de no estar de acuerdo, tajante y sensata. Evitar confrontaciones que sabíamos perfectamente se darían al estar Ana ahí. Conocemos al dedillo la calidad de la melcocha. Se abalanzaría de lleno a cuestionar, criticar, recriminar, cuál es su costumbre.  Mi hija julia no le agrada nada la gente, ni el ruido, mucho menos las fiestas. Quiere muchísimo a su hermano, pero le da coraje que se escude en lo que no debe. Son totalmente diferentes y eso tiene su explicación. Independientemente de que, dada a la forma de ser de mi hija, esa, no se hubiera quedado calladita cual señorita modesta y bien portada, que lo es. Estar a metros de la madrina era algo simplemente imposible, no se hubiera medido, la habría hecho llorar, se habría montado un espectáculo de circo Romano, fácil. Mi hermano ya se había ido a vivir a Ensenada, por lo que sería realmente complicado que quisiera ir, aparte de que en sus prioridades no incluían la boda de mi hijo, le tiene una tirria enconada por la misma razón, por seguir cargando muletas y peor, por no querer ver que todos pasamos por la misma vida y sin embargo hemos tratado de seguir adelante. Aunque él, no tenga mucha boca con que opinar al respecto.

Esa es toda la familia de mi hijo: seis almas fundamentales que son los satélites que rigen nuestro propio universo estático, circulando de un lado a otro sin aparente sentido, pero que invariablemente están ligadas sus trayectorias entre unos y otros. Las desviaciones de uno les afectan a los demás. Somos un auténtico muégano los que componemos esta familia. Compuesta por mi madre, mi hija, mi hermano y su esposa, Antonio y yo. Después de que logramos sacar de nuestra esfera a la madrina. Son los que circundan un universo de posibilidades que antes no sabíamos que podía existir; cuando la madrina dejo de pertenecer a nuestro mundo, descubrimos que podíamos ser felices.

Para ellos la madrina debía estar incluida, lo estuvo muchos años, pero desde ese día vislumbraron quien era la antagónica en esta esfera tan extraña a los ojos de la familia de mi nuera; nadie queríamos ir y en efecto nadie fuimos. Tristemente se dieron cuenta después de la boda, de lo latosa, metiche y chillona, quejosa y pedinche que era.

Después de la boda, quería quedarse con Harry, quería que durmiera con ella y lo tenía prendido de sus faldas como chicle; no se le fuera a perder. Les hizo comprar un montón de chucherías y se pasaba el día como siempre pidiendo que la atendieran. Mi nuera me contó que quería meter su cuchara en todo, critico hasta cansarse y de pasada, la ofendió. No sé si fue por necesidad o por imposición, pero esa ocasión y la siguiente que ella fue al pueblo, la llevaron de regreso a Querétaro, no fuera a ser que ahí se quedara. La segunda prácticamente Severa la corrió, ya la tenía harta y terminaron por medio entender sus papas, quien había sido la causante de que Harry fuese como es. Increíble que recibieran de quien menos debían, según nosotros, esas críticas que en lo absoluto ellos aceptan, su ideología es, que los padrinos son como en muchos lugares o familias, los reales sustitutos a la falta de los progenitores. Lo que les escandalizo, fue, esa irreverencia con la cual se quejó, cuestionó, arremetió y para colmo, decidió que mejor se quedaba para educar a Darien, ¡válgame sea el señor! Por eso la llevaron de regreso a su casa, creo que mejor la debieron de mandar por paquetería.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la espera silenciosa

¡Mi nieto hermoso!... La llegada de Darien a este mundo fue complicada. Yo solo preguntaba: < ¿Qué ha sucedido? ¿Cuándo nace el bebé? > Entre las idas y venidas del pueblo a la Cuidad de México a consultas. La vida no se las puso fácil, esa criatura antes de llegar ya tenía el premio mayor. Darien nació el ocho de noviembre del año siguiente que se casaron, es decir, que después de la boda se pusieron a chambear dos mesecitos. Así entonces pensé, que ya era una urgencia esa boda, pues de lo contrario hubiese sido muy mal visto en el pueblo, no ante nosotros, que llegara una criatura. Después de que Severa pasara por diversos problemas en su embarazo, ya que había que estabilizarle la presión; tenía pronosticado preclamsia. Hubo que tener a la mano bolsas de sangre por si era necesario transfundirla, ya que sus plaquetas estaban por los suelos, sufre de anemia crónica desde muy chica. Recordemos ese asunto de que no son muy afectos a los galenos en la familia o tal vez en la comunidad, sabrá el Padre Creador esas ideas, cada quien sus pensares. En los meses de espera, se hospedaban en una casa de huéspedes provisionalmente mientras entraban y salían del hospital, el cual se encontraba a un costado. Ahí pasaron muchas noches de angustia y cuestionamientos. No ha de ser nada sencillo medio saber o tratar de adivinar que deparaba para ellos esa criatura, cual era de esperar, las dudas los asaltaron de tal forma que la angustia se presentaba de mil maneras. Estar de malas, echar culpas, de preguntarse, ¿y ahora qué haremos? En un cuarto con una cama matrimonial de colchón en buen estado, aún tenía la bolsa plástica, a medio pintar con un amarillo tirado a naranja, compartiendo el refrigerador comunitario que estaba en un área que hacía de sala de estar y comedor, con un televisor con solo canales locales. Se tenían que bañar muy temprano o ya no había agua, con dos baños igual compartidos en que no sabías, si te pegaban los hongos, bichos y microbios. No había forma ni economía de ir a otro sitio, los suegros les daban lo indispensable, tenían que vivir con lo que tenían. Ahí pasaron muchos meses, fue su refugio indigente donde pasaron los días más angustiosos de su vida.

Cuando nació Darien, mi hijo y mi nuera sintieron que el mundo se les ponía en su contra, que les habían mandado el peor de los escenarios. Su vida se tambaleo y a pesar de que nuestro Creador no manda nada que no puedas soportar, para ellos eso era limitaciones, gastos, ajustar sus vidas nada centradas, seguir atenidos a los padres - suegros - proveedores. Si en algún momento llegaron a tener sueños, esos se cortaron pues no saldrían del pueblo, ni del taller que les daba para esos gastos que se les avecinaban, ni tendrían de momento futuro cierto, solo algo inexistente que no comprendían.

A pesar de que los tres hijos tienen sus terrenitos con sus casitas y ya estaba en proceso de construcción la casa de Harry y Severa, cómoda, muy espaciosa. Nada como las casitas de los dos hermanos; con su local y anexo para taller, nunca se irán a vivir ahí, por lo menos dentro de la vorágine de acontecimientos que se han desarrollado desde que nació ese increíble angelito. El tiempo, este solucionador de problemas dictara el trazo.  

Siguieron en ese cuarto desolado pues les habían dado indicaciones; no podían trasladarse en camiones, metro, ni nada en que llevaran y trajeran microbios; algo que me pareció ilógico pues en un hospital entra y sale gente, en una casa de huéspedes donde no sabes quién se mueve con su respectiva carga de bichos pegados a las ropas, cabello y demás, pero tenían que seguir las órdenes. Así tuvieron que pasar semanas más. Entre tanto, pasábamos los días en angustia y zozobra, ellos entrando y saliendo del hospital junto a su hijo, turnándose para estar con él, mientras pensaban que sería de su vida con ese bebé, con sus vidas y el futuro.

Yo en mi espacio, sin poder cooperar mucho, a veces les mandaba algo de dinero, no mucho pues mi economía no se acerca a la de los consuegros, esperando que amaneciera al siguiente día y el siguiera con vida; Rezando porque esa criatura fuera una razón para seguir adelante, no solo para sus padres, también para mí. De algún modo las circunstancias de su nacimiento representaban esas respuestas a mis dudas y culpas. Sentir que mi hijo tendría una razón por la cual luchar cuando yo, por comodidad y cobardía, no lo hice por él, ni por mí.

Fue muy sencillo. Creo que dentro de mi mente al igual que mi madre, no podemos quejarnos de todo lo malo de Ana. Nunca hubo carencias, tuvimos al igual que mis hijos lo necesario y más. Yo suponía que, a pesar de la forma de ser tan impositiva y tajante, estaban otros factores positivos, nos había inculcado la responsabilidad, la cortesía, teníamos tareas que realizar y no había forma de no hacerlas pues enfrentarse a ella era muy desagradable. Vimos en ella su sentido de organización y responsabilidad casi enajenante; mucho tiempo después lo hablamos con mi madre. Al estar Ana trabajando de sol a sol, la que nos educó desde que llegamos hasta muy pasados los siete años de mi hermano, los cuales le llevo de diferencia; mi madre fue la encargada de darnos todo. Los fines de semana eran el horror, mi comadre se dedicaba a dar órdenes y contraordenes, mientras se echaba como vaca, pues trabajaba toda la semana, para Ana su autoritarismo era incuestionable. 

Se la pasaba en la cama viendo televisión o leyendo, hurgando cosas para desordenarlas y luego, obvio, ponerlas en donde según era su lugar, su entretenimiento favorito, pedir y mandar, < Hazme chilaquiles, ahora quiero un emparedado, ahora tráeme esto o aquello >.

No había tregua los fines de semana, eran de verdad terribles, por eso, de lunes a viernes éramos libres, podíamos ir y venir a nuestro antojo. No había forma de que no supieran de nosotros, pues era un lugar que en ese entonces era muy chico; todas las madres se conocían. Mi vida era poner discos de vinilo y grabar cintas. Me salía a ver a los amigos o nos íbamos al cine. Como éramos una bandita de varios, en ocasiones llegaban a la casa y nos poníamos hacer hot cakes dejábamos un batidillo y entre todos recogíamos el desastre.

En una ocasión se nos metió la loquera de irnos de pinta, fue chistoso, llegué a la casa y le informé a mi mamá que nos íbamos a Chapultepec, se quedaron asombrados de que avisara; pero esa era la consigna, debíamos y a la fecha, de avisar donde andamos, pues si necesitaban buscarnos sabían en dónde empezar. 

Cuando se fue mi madre de la casa y nos quedamos solos mi hermano y yo con Ana, las cosas no fueron sencillas. En ese momento no podíamos entender como podría ser que a esa edad nos dejara; mi hermano rondaba los siete más o menos y yo estaba en la edad de la punzada. En efecto nos sentimos defraudados y desdichados, pensando en la razón que causó que mi madre no se quedara con nosotros. Pero sin juzgar ahora, ella pensó que era lo mejor.

La primera vez que se fue estábamos todavía en el fraccionamiento, creo que para mi madre llegó un momento en que la presión fue mucha, ella no lo hizo por mal, simplemente las broncas eran muchas. A veces uno no sabe cómo actuar, por miedo o por falta de confianza, pero lo que sí sabemos, es que, aun estando lejos, siempre que la necesitábamos ahí estaba para nosotros. Al paso de los años la historia se repitió, mi hermano se fue de la casa, enojado y sin saber que haría, más que con una decisión dentro de su mente, de dejar la cárcel. En su lugar se quedó mi hijo, el cual llenó ese huero. Mi hermano era la niña de los ojos de Ana, fue su posesión más preciada, pero eso no evitó enfrentamientos muy violentos con ella y prefirió irse. Ya había nacido Harry cuando se fue, antes de eso decidió que él le ponía nombre a la criatura. Un día cuando ya había pasado más de un mes y no se le registraba, tomo el periódico, anoto en papelitos cuatro nombres y dijo que el último sería el afortunado; menos mal que fue Harry, me gusto. Eso de Sad, Luiggi, Angelo; era una crónica de una fiesta de extranjeros, obvia verdad.

Cuando se fue, ya había tenido varios altercados con Ana, al grado uno de ellos que para no golpearla de lo enojado que estaba, terminó por tirar plantas y destrozar la puerta de la entrada de un golpe con el puño. Rara vez nos enojamos, pero cuando sucede, solemos salirnos de los cabales. En una ocasión mi madre llegó a tener un explosivo pleito con ella, estaba yo muy pequeña, a mis gritos y jalones soltó del cuello a mi comadrita; quien sabe que hubiera pasado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sentimientos encontrados

¿Reivindicarme? ¡Por supuesto que sí!...  Quise hacer de ese nieto mi razón de sentir, vivir y también de sacar mis remordimientos a través de él. Iniciar mi viaje a desmembrar los porqués, las acciones y sus consecuencias. Quería dejarle una historia, en la cual trasformara todos esos recuerdos de mi vida, de tal forma en que resurgiera como fénix y me desprendiera de toda culpa, de toda insatisfacción, de todo miedo; me quitara las muletas y reconociera mis fallas, porque dejársela a él, va a ser la única forma de que sepa el otro lado de la moneda, que haga él, sus propios juicios, puesto que no estoy ocultando nada. Que juzgue sin mediar terceros, que sepa que él deberá de tomar sus propias decisiones y perseguir sus sueños, a pesar de su condición. Él nos está enseñando lo que nosotros no aprendimos, a salir adelante por su propio esfuerzo. Saber que el papel que jugaron mi madre, la madrina- comadre y otras personas, las cuales ahora debo colocar en su justo lugar y saber que tenía que pasar por cada aprendizaje para conocerme en realidad.

Ahora, varios años después, mis hijos están poniendo en su justo lugar todas las cosas que han pasado. Intentan armar su propio rompecabezas, que literalmente ha sido, rompernos la madre para aprender de algunas por no decir muchas; en realidad han aprendido mucho. Otras serán los catalizadores que generen que esas mariposas salgan de su crisálida.  Para Julia, entender y aceptar que, de no haber vivido esas vicisitudes, no sería quien es, ni entendería que las experiencias por duras que sean, son los aprendizajes que te van dando el equilibrio en la vida. Para Harry ha sido creo yo, con más dureza, mucho por sus propias decisiones, otras por las circunstancias, pero está logrando, poco a poco, paso a paso, enderezar su rumbo y entender, espero, que siempre tendrá madre, pero que debe de quitarse las muletas, las culpas y descubrir quién es Harry.  

Cuando les dieron las indicaciones sobre los cuidados, alimentación, medicación y todo lo referente al cuidado de Darien, comenzaron otros cuestionamientos. La criatura no podía comer carne de ninguna, especialmente roja, sal, ni muchas otras cosas, nada de plátano, en fin, una larga lista. Cual la lógica indica sobre sus complicaciones, tiene que tener cuidado con el potasio, pues le puede generar sencillamente, un paro cardiaco, aunado con la deficiencia en las vías urinarias, no puede procesar correctamente los alimentos que en una persona normal sería diferente.

En algún momento decidieron los papas de Severa, darle una bomba mal fabricada, en el aparatito ese que parece licuadora, el problema fue, como mencionamos, sería como darle de comer a un barril sin fondo; la criatura simplemente no se llenaría, con tanto espacio en el vientre, ¿cómo lo llenarían?, aparte de combinaciones inadecuadas. Uno puede decir que sabe muy rico el jugo de naranja con plátano o que se pueden poner verduras y frutas a destajo, así como se antoje, y no; como gran controversia entre los galenos y los que con bases reales explican los beneficios de comer de forma ordenada, pero esto podría ser un tema muy extenso y polémico.

Mi madre durante muchos años fue vegetariana, a medias, con lo cual ahora entendemos porque es tan sana a sus setenta y seis años. Hice el intento, trate de hacerle entender a mi nuera que podía tener a niño muy bien alimentado recurriendo a sustitutos, el embrollo es que, ahí los que deciden son sus papás, < no le hace daño si come un pedacito de plátano, no le pasa nada si come bastante, se recupera más fácil >  el niño tenía infecciones, que siga tomando leche, a la fecha no lo entienden, muchos no lo entienden; cuando hay infecciones no deberíamos de tomar lácteos y harinas, pues es como darles de comer a las bacterias.

Les dijeron que usar una faja podía ayudar a fortificar el vientre, al fin músculo, si lo ejercitas se fortalece. ¡Nooo, como!, así ya no come, se llena rápido, además le puede doler. ¡Y como carajos sabemos si le duele o no! Por lo que he observado en estos cortos tiempos, o no le molesta o lo más acertado, le vale gorro. Obviamente cuando lo operaron menos podía usarla puesto que con el pañal o las bolsitas en el vientre podía ser problema. La sorpresa la daría después el mismo Darien.

Cada situación que prevaleció desde que nació y desde que se fue mi hijo, causó un desajuste muy extraño en mi vida. Fue como despertar de una pesadilla de la cual había estado en trance durante toda mi vida. Comencé a cuestionarme, mi conciencia despertó descontrolada y volvió más visible lo que hacía y de cómo vivía, de lo que sentía; se iniciaron estallidos más recurrentes de mal humor, de frustración, de soledad y necesitaba saber el porqué.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tristeza crónica

¿Que como me sentía? ¡Vaya pregunta!... Llevaba algún tiempo sintiéndome impotente y harta, me sentía enferma y desdichada. No hacía nada por ser productiva y en muchos momentos, me dejaba caer y abandonaba esa idea de cambiar. Tenía un trabajo casi burocrático, aburrido, monótono, me habían ayudado a entrar a esa empresa cuando tenía treinta y cuatro, lo cual no dejaba mucho margen para un trabajo estable, después de haber pasado muchos años como mesera; luego de que nació Harry debía lógicamente que trabajar.

En ese entonces vivíamos en San Luis Potosí, nos había llevado Ana en un arranque de sus eternas decisiones. Mi madre no quiso irse con nosotros. En ese momento y retomando lo anterior, acaso fue falta de confianza, a pesar de que sabíamos que podía hacerse cargo de nosotros, ¿fue miedo?, ¿inseguridad?, nunca lo hablamos hasta muchos años después. La opinión de mi hermano, la realidad, la desconozco, es tan hermético en sus sentimientos como en su propia actitud, frio y hasta cierto punto indiferente a su familia. De ninguna manera que no nos quiera, no para nada, solo que el por alguna razón, vive en una burbuja aislado de la vida que lo rodea.

Estaban por abrir un restaurante vips en la cuidad, gocé de la inmensa fortuna de aprender de las antiguas formas que dieron a esa cadena su fama, ahí aprendí lo que es trabajar en equipo; la responsabilidad ya la tenía. Para poder salir de turno, había que realizar la limpieza del área que nos asignaban, por lo que dejar las azucareras y saleros llenos y limpios, los bordes de los complementos como el pomo de mostaza rellenos y parejos y las salsas de igual modo, de hecho, había que mantenerlos así todo el turno. Pulir el acero inoxidable hasta que lo dejaras como espejo o no salías. Nos acostumbraron a la letanía invariable e irrevocable de dar la bienvenida al cliente, sugerirle la comida del día, venderle complementos, dar las gracias y dejarles la cuenta antes de que la solicitaran, lo cual en algún momento valió que, cuando llegara el primer shopper de cien, que era lo máximo y fuese mío.

Son por decirlo así, clientes que no sabe uno ni quiénes son y llegan solo a calificar el servicio y los estándares. Arriban como si nada y luego te enteras que te examinaron. Recuerdo que se sentaron en un gabinete. Era una señora de edad, una mujer joven y un niño. En muchas ocasiones estábamos solo cinco vendedoras como nos denominaban, por lo tanto, nos teníamos que repartir todo el restaurante, así que tenía muchas mesas a mi cargo. Ese día alrededor de las tres de la tarde, tenía ocupadas cuatro mesas, una de ellas pegada a ese gabinete, con tal vez veinte comensales y otras dos mesas con dos personas, no estaba camote como decimos en el gremio, pero si acelerada; en realidad era poco el movimiento, pero si andaba muy ocupada. Solo sé que cumplí con mí trabajo, de lo contrario, no me habrían calificado con cien. Ese episodio fue muy curioso y contradictorio. Mi comadre me dijo que como era posible que no me sintiera orgullosa de haber logrado eso, que no me podía poner de tapete en el suelo y que valorara mi trabajo y a mí, ¡perdón! ¿¡Cómo me tiras al suelo y luego me quieres levantar!? Siempre era una contradicción con ella, en todo.

El gerente que estaba en ese entonces, mi mentor y héroe, muchos lo detestaban, pero yo lo adoraba, por el simple hecho de que decía: “si vas hacer algo hazlo bien hecho y a la primera y te quitas de líos”. Gerente hecho a la antigua, con muchos años en la cadena, que sabía muy bien lo que hacía, tanto que, cuando salió era gerente triple A, algo así como un master. Yo temblaba de miedo cuando me llamaba por mis tres nombre y curioso siempre a la inversa. Cuando era simplemente Kika, ni me alteraba.

La rutina era la misma y sencilla, si acaso lo que variaba era la forma en que veíamos cada quien a los clientes. Yo descubrí que me gustaba la gente, disfrutaba de atenderlas y adivinarles los gustos, las mañas. Me fascinaba saber de qué humor llegaban desde que los veía entrar, me buscaban mucho porque antes de sentarse ya había servido el café como les agradaba o pedía los platillos que sabía que ordenarían. Me gustó el servicio al público, gozaba de escucharlos, observar las diferentes formas de pensar y actuar; era una forma de extender mi otro yo, ese, que hacía que a través de las personas encontrara un punto de referencia, una delgada fibra que me uniera a algo, que yo no sabía, algo con lo que yo no me identificaba.

Siempre abierta, amena, platicadora, me gustaba estar con mis compañeras, trataba de obtener una identidad, no tenía la más mínima idea de que quería conmigo misma, ni hacia donde me dirigía. Como estaba en un trance, esa indiferencia, incluso ante mí misma, fueron muchos años de contradicción. Disfrutaba lo que hacía, pero me fastidiaba después de un tiempo y cambiaba de lugar, mientras tuviera veintes, cara linda y un trasero que dar. En efecto, no me importaba, simplemente me acostaba con quien se me pegara la gana. Así como somos de abiertas tanto mi madre como yo, así lo soy con mis hijos. Con Julia he tenido la suficiente apertura para decirle muchas cosas que hice, ella ha sido un hermoso remanso en medio de todas mis estupideces, tranquila a pesar de sus tropiezos, lo cual es el polo opuesto a lo que yo hice. Ella será la primera que, con todo el orgullo y necedad, colgará un título en la pared. Pero dejaremos de un lado solo un poco el tema Julia, es algo importante.

Antes de que naciera Harry, mi vida se había llenado de incongruencias. Saltaba de un chico a otro, nada que fuera serio hasta que llegó ese con el que me casaría y antes de eso perdiera mi virginidad. Tan inmaduro como yo, tan inseguro de si, con muchos conflictos de familia, como cualquiera puede tener en la vida. Pero me había servido para huir, lo había tomado como tabla de salvación en medio de mi piélago de dudas e insatisfacciones.

Un día, emberrenchinada con mi comadre para variar, me salí de la casa. Llegué a casa del novio y les dije que no quería regresar. Ahí me quede importándome muy poco que pasara. Llegó Ana en tal estado de histeria ¡qué raro, si ni sabía! Grito, dijo cuanta estupidez pudo y se fue tan enojada que, se encerró en el closet de una de las recamaras de la casa gritando como loca. No era la primera vez que lo hacía, lo recluirse en algún sitio o debajo de un tinaco siendo aún muy chica; ya había hecho esos dramas y otros con anterioridad. Después de unos días llegó mi madre a vernos, hablo con nosotros, fue muy explícita y contundente como siempre en sus comentarios y dijo: - si lo que quieren es coger hasta hartarse váyanse a la casa o hagan lo que quieran, pero dejen de hacer estupideces - Y ahí me quedé. Paso un año hasta que decidieron que nos casáramos, a lo cual no estuvo de acuerdo mi madre. Dije bien, decidieran, pues fue en cierta forma necedad o estar jode y friega de los padres, a esa edad quien se tragó que nos casamos, ¡nadie! Muchos años después platicando con personas de esa época del fraccionamiento tenían el entendido de que nunca nos habíamos casado, ¡qué ironía! y no duramos. La realidad fue que en intervalos de un año de vivir en casa de sus papas y luego dos fugaces temporadas como las de un buen aguacero de noche, hasta que definitivamente cada quien se fue por su lado.

Después de muchos años decidí que debía cerrar ese círculo, luego de treinta y tantos años nos vimos. Manteníamos comunicación puesto no nos habíamos separado en términos conflictivos. La verdad es que, tal vez por el amor que en algún momento me tuvo y a pesar de ser de carácter fuerte y terriblemente rencoroso, que no tenía idea de sus sentimientos, pero nos volvimos a encontrar; yo necesitaba quietarme piedras que no me correspondían y cerrar círculos inconclusos.  

En efecto yo logré salir adelante y madurar dentro de todas mis locuras. Él, seguirá vagando y perdido, inmaduro e inestable, supongo siempre. Él dice, que vive cada día sin preocuparse del después, que disfruta de su forma de vida, que ama su libertad y vive el día a día como si fuese el ultimo. Pero lo único que vi fue una inmensa soledad y un no saber qué quiere. Afortunadamente me di cuenta de que yo no había tenido la culpa de nada, sencillamente éramos unos chamacos de pañales y no sabíamos ni lavarnos los calzones.

La historia la repetí de alguna manera. Mi madre se había casado con mi padre por la misma razón, por inexistencia de identidad, por inseguridad, por huir. Cuando decidió que quería un hijo, busco a mí padre; ya se habían divorciado. Un día a bocajarro, tomando café en un Sanborns, le dijo que le pagaba el hotel y que cooperara con sus espermatozoides, mi papá se atraganto con el sorbo de café. Cabe mencionar que en efecto me reconoció, el día que me llevaron a registrar, me dieron en toda la progenitora, cuando mi madre por no discutir con dos necedades dejó que me pusieran a su antojo, cada quien un nombre; de ahí que si solo hubiera sido Herminia y no anteponer mi madrina-comadre el María como mi mamá y para no quedarse relegado y olvidado, me enjareta el Lucas mi papá. Pero tampoco es tan mal, ¡tengo muchas personalidades!, por eso luego no sé por cual decidirme; ninguno de los tres me gusta. Por eso soy María Herminia Lucas Briseis, como esa brisa liviana y diáfana amada por Aquiles. Me agradaba como me decía mi abuelo materno, él me llamaba MaríaHerminia, así sin espacio, el de cariño que era gorgor ¡y no se vayan a burlar, salió de gorgojo!, cuando nací estaba llena de pelo casi cual chango, fea con ganas y con media cara morada de un golpe, esto fue con una cesta de mimbre de esas rígidas que se usaban en el mercado, estaba mi madre en uno y se golpeó con la canasta esquivando unos chamacos; tres días antes de que yo naciera. Me decían con mucha burla, pura mofa claro está, que era feísima, nada agraciada, ni hermosa como mi hermano cuando nació, ese sí fue un bebé lindo; ya después me compuse, cuando tenía un año y estaba cachetoncita y rellenita, me agregaron el mote de bolita.

 

 

 

 

 

 

 

Saltando sobre el fuego

Mientras me debatía entre en encontrar un punto de equilibrio, después de ese fallido matrimonio de juguete, en que no me sentía dejada, divorciada, soltera, ni nada, seguí con una vida llena de locuras desenfrenadas. Saltaba de cama en cama, recorrí de la A llegando casi a la Z, el alfabeto de nombres que nunca o salvo algunas excepciones me dejaron nada bueno más que vacío y ausencia. Trozos de mi alma y mi cuerpo esparcido en girones, sintiéndome cada vez más, perdida.

Pero todo eso no fue nada, comparado con el sentimiento de culpa que me apropie y arrope, cuando llegó Harry y posteriormente Julia, a diferencia de este, mi hija sí arribó a este mundo por un tarugo acostón, sin ningún sentimiento, por simple atracción y ganas de tener sexo. Esto va hacer brutalmente expuesto, difícil para mí y seguramente doloroso para muchos. Podrá ser que se sientan incómodos, tal vez identificados, pero que es algo terriblemente difícil exponer, no solo ante un espejo.

El cómo somos, es necesario de explicar y forma parte de esta historia bestialmente exhibida. Aun cuando muchos episodios son intensos no solo para mí, serán el parteaguas, no solo de la reivindicación de quienes somos o cómo nos vemos. Darnos un nombre y un rostro, que no sea un bambuche; es decir, una figura de barro ridículo. Serán verdades que ni son malas, ni buenas. Son aquellas que ayudaran a entender que, nada pasa porque sí, todo tiene su respuesta e incluso, el entender esas ruedas que giran y giran, los círculos que no se cierran y esos que se repiten. Exponerse ante extraños y compartir esta historia es solo, contar la novela dramática de cualquiera. Una persona inexistente. Aquella que sienta de debe de sacar sus peores temores y ser libre.

Decía que pasaba de cuerpo en cuerpo buscando uno que me pudiera dar eso, que ni yo sabía que era. De entre todos esos, que no llegaron a nada, un compañero del trabajo, estando en San Luis Potosí, un chico con un carácter de los mil demonios, muy terco, responsable en su trabajo, de pocas pulgas, que no le gustaba que hicieran las cosas mal. Ese que pensaba que solo él podía hacerlo y le costaba trabajo sociabilizar y trabajar en equipo; todo parecido es mera coincidencia, se llaman genes. Una sola vez tuvimos sexo, solo eso, vil y absoluto sexo. Cuando descubrí que estaba embarazada, lo cual fue totalmente una sorpresa, pues se supone que habíamos usado esas cosas horrendas pero necesarias, llamadas condones. Dado a mi inestabilidad en ese aspecto, siempre estaba protegida, fuese dispositivo intrauterino, muchos años pastillas anticonceptivas; todo esto gracias a la bendita apertura de mi madre al llevarme y decirme cuídate, nada más. Pero como no solo era un embarazo, hay miles de cuestiones llamadas enfermedades, a pesar de ser tan irresponsable, creo que, dentro de todo, siempre sabía con quién me metía o ya hubiera muerto de sida.

El día que platicamos simplemente no creyó que fuera de él, lo cual siendo honesta era de esperar, sabía que no era muy modosita que digamos. El padre de Harry como hombre noble y de buenos sentimientos, no optó por la negación. En realidad, y para no quitarle merito, me dijo después de su enfado por haberse enterado por terceras personas; lo cual era de esperar pues ya no vivía en San Luis, se había ido a otro lado después de salir de la academia de la federal; que, si necesitaba algo, le avisara. Solo me ausenté y no volvimos a saber nada hasta uno del otro, hasta mucho tiempo después; pensé que había huido con sus debidas y respetables razones, sin querer saber nada de ese hijo, como ni yo insistí así se quedó el asunto. Creí que, si no se quiere saber nada, ahí se debe dejar las cosas. El tiempo solucionador de controversias. El padre de Julia, se casó con otra compañera del trabajo, tal para cual de genio y de otras cosas, hasta donde sé, siguen juntos y con familia.

En el momento en que me enteré que estaba embarazada, para empezar, sabía que tendría problemas con la autoridad; necesitaba ayuda y esa, solo me la podía brindar mi madre. Con ella, desde que tengo uso de razón he podido hablar sin tapujos, sin juicios, es como platicar con una amiga, salvo que es tajante y directa. A mi madre no le gusta hacer las cosas grandes y enredadas como a mi comadre, ella va al grano, no hay grises, ni florecitas.

Somos intensamente unidas, como lo son los átomos, como si la teoría de la relatividad se mostrara en nosotros. Un gesto, un tono de voz delata a cualquiera de las dos, al grado que, cualquier cosa que le pase a una, lo detecta la otra; es una forma que pocas veces he visto, una conexión casi telepática, no es exageración, no podemos mentirnos, mucho menos si estamos frente a frente. Esa misma conexión tiene Julia con ella, espero llegar a la cuarta parte algún día.

Esto no fue nada sencillo… y sí, muy doloroso… Llegó a vernos mí madre, hablé con ella; no me sentía nada capaz ni preparada para tener otra criatura, estaba en completo estado de shock y con muchísimo miedo. Si no había logrado en año y once meses encontrar la estabilidad, ¿cómo podría con otro crio?

Cuando se embarazo mi madre de mi hermano, mero accidente alcoholizado de su padre, el cual era conocido de la familia, para quitárselo de encima se le hizo fácil, dejar que satisficiera su necesidad fisiológica y que se fuera. Cuando le dijo a Ana en estado de pavor, más que por su reacción, la cual se sabía cuál sería, era por mí; mi madre tenía miedo de mi reacción. Antes de decirle, hizo estúpidamente lo que fuera, para que no continuar con el embarazo. Pero, insisto e insistiré, que por algo pasan las cosas y por algo estamos en este mundo.

Ana decide que siga adelante. Cabe hacer una aclaración importante, mi comadre en algún momento trato de tener una relación estable con un tipo, intento embarazarse, sabrá el Padre Creador por qué no logró tenerlo, ya que las cosas pasan cuando deben de pasar. Yo, emocionada y al pendiente; cuando Brandon llegó, fue mi luz, mi vida y todo mi ser. Me volqué en esa criaturita hermosa desde que apareció en mí vida, lo hice mío, éramos absolutamente muéganos y no otra cosa.

Pero resulto que quería quedárselo su papá, decía que le daría mejor vida, estatus, mucha lana y buena educación. Él tenía tres féminas, a los dos años de esto, tuvieron el ansiado varón; por lo que no sabremos si fue la decisión adecuada, pero en ese momento era la viable, que lo adoptara legalmente Ana. Después de tantos años, me pregunto si todo este embrollo, más las muchas cosas que vivimos, hicieron de mi hermano, el ser que es ahora; frio, distante, con una identidad que siento que muchas veces, ni el conoce, disfrazado de querer ser alguien, genéticamente y fuertemente cargado de padre y sin él; egoísta, nada afectuoso, indiferente, soberbio y a la vez defensor férreo de María y de mí. No es mala persona, lo adoro.

A Brandon Sthepanos, hay que quererlo como es o no, así de simple. No se le puede pedir lo milagros, aunque sepa que está mal. Es como un cometa disperso, que va y viene al movimiento de su propia trayectoria, ¿cuál?, la que él decida. Pero como el decidir que naciera, fue por alguna razón, como el sentirnos orgullosos de lo que ha logrado, es excelente trabajador, sus mejores orgasmos los tiene trabajando, ambicioso, idealista, contradictorio pues maneja a la gente a su antojo y voluntad y con un carísima de envidia; pero que es terriblemente inseguro de sí mismo. Tan hermético, que no deja que sus sentimientos afloren por miedo a ser vulnerable. Necesita estar en constante movimiento e ideando que va hacer a continuación, aunque todavía no afiance lo que está haciendo en el momento, cuando se mete en algo no lo suelta, aunque eso implique no hacerle caso ni a su familia, es decir, a su esposa y sus hijas; mucho menos a nosotros.

Sus prioridades pueden ser tan fugaces, como el Halley, puede ponernos, como ya lo ha hecho en una burbuja de jabón, impulsando un proyecto y termina por romper esa pompa en menos de lo que uno se puede percatar, cuando va el reclamo, está en otra cosa y simplemente ya se le olvido que estaba haciendo y de los destrozos que causó.

Malísimo para delegar responsabilidades, pues él puede hacer todo como un superhéroe. Bueno para criticar a los demás, cuando según él, todos somos una bola de tarugos que no sabemos hacer nada, menos él. Muy malo para enfrentar las broncas o para dar la cara cuando la caga, es más fácil para él hacerse el tarugo, que dar la cara, aunque sea para decir: lo olvide, así de simple. Pero curiosamente no lo hace de forma consciente, simplemente su falta de seguridad y sus prioridades mal ajustadas y, sin que sea pretexto algunos cables mal puestos, sé que algún día, entenderá muchas cosas.   

Pero, así como mi hermano tocó nuestras vidas para darnos miles y millones de alegrías, como también algunos contratiempos, algunos muy dolorosos; así también Julia, pese a mi temor y gracias a la ayuda de mi madre, de hacerme entender que debía de responsabilizarme de mis acciones y dejando a un lado, la estúpida idea de no tenerla. Ella existe para ser mi guía, para enseñarme que ni he sido tan pésima madre, que puedo ser una buena amiga, que entenderla ha sido de las cosas más complicadas y a la vez las más satisfactorias. Para ella como lo será Darien, pero creo que corregido y aumentado; la tenacidad, la terquedad, serán sus armas clave. En ella no cabe el conformismo, ni la mediocridad, tampoco es dejadita ni sumisa. Rara vez por no decir nunca, se queda callada, externa lo que piensa valiéndole madres lo que opinen los demás; generalmente sus argumentos son correctos, aunque, tendrá que ir aprendiendo que, en la vida, no siempre se tiene la razón. No podemos ir por el mundo pasando por encima de alguien o algo por el simple hecho, de que queremos que se haga como a uno le plazca, aun, cuando sea razonable. Ese es un error que me ha costado mucho entender. Querer que los demás piensen como yo quiero que sea, así no funciona.

Pero mi hija está por algo, llegó a nuestras vidas por muchas razones. Sería el equilibrio que se necesitaba y la poderosa razón para que mi madre regresara a la casa y no se fuera nunca más; cosa que honestamente dudé. Nunca cruzó por mi cabeza el pensar, que María se quedara o propiamente dicho, que mi hija se la apropiara; no lo sé, ignoro esos intrincados efectos de las supuestas coincidencias y casualidades, seguiré pensando en esas ruedas que giran. Estoy obsesionada con ellas, existen miles de razones que no comprendemos y forman parte de un todo, el de la vida de cada ser, son como trayectorias de átomos que invariablemente se cruzan es sus trayectorias, amalgamadas como neuronas, sin conexiones, no funcionan.  

Cuando nació Julia, mi madre entendió muchas cosas, no solo, que no podía dejarme sola con ella, de hecho, esa criatura llenó a María de ganas de vivir, la embrujó, la enganchó, se reconocieron al instante; se apoderó de ella y Julia, dato curioso, desde antes de nacer yo ya había decidido que, si era niña, seria Julia y ella decidió que mi madre le pertenecía.

Mi hija no supo de la señora María, hasta que nació, así que suponemos que esa decisión excedió sus expectativas, que sería su ancla en la vida vacía y huera que tenía. Como si fuese un ente que había dejado pendientes en la vida de mi madre. Como si su existencia se hubiese forjado desde antes, para darle un sentido que no había encontrado. La razón de que Julia no sabía de la existencia de mi madre, es una obviedad, recordemos que mi madre no estaba con nosotros, es decir, que no oía su voz, no la sintió. La reconoció semanas antes de llegar al mundo. Solo iba estar unas semanas y después, tal como fue con Harry, se volvería a ir; ¡sorpresa! siempre dejamos pendientes en la vida. Y dije reconocer, puesto que siempre he pensado que, llegamos a una esfera familiar, por alguna razón específica, y descubrirla es tarea individual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Educación a distancia

A Julia, a diferencia de Harry, la educó María. Las divergencias entre los dos son abismales. Recibieron educación de personas totalmente diferentes y además para colmo, mi comadre se encargó de enfrentarlos siempre. Mientras para Harry era todo entre nubes de plumas, donde se movía a su voluntad resolviéndole los problemas, enseñándole en vivo y a todo color la forma de manipular y mitigar las broncas cada vez que fastidiaba, molestaba y abusaba de todo el mundo. Aprendió como el hacerse el mártir y sufrido, provocando que termináramos por caer en sus antojos; la misma mecánica de Ana. Se encargaba de que Julia, siendo casi dos años más chica le hiciera las tareas e incluso le ataba las agujetas de los zapatos, pues según él no podía.

Para Ana la reacción ante el abandono de mi hermano y la posesión de Harry género, que cuando nació Julia, mi madre decidiera que se quedaba con nosotros, dejó todo lo que tenía, es decir sus pertenencias, su vida en apariencia tranquila, el poder ir venir a su antojo, sus amistades, su figurada libertad, la cual en realidad nunca había tenido y cuando la descubrió, fue cuando se quedó por Julia. Mi madre decidió hacerse cargo de ella ya que sería una verdadera batalla campal dejarla en medio de Harry, de mí y de pasada con mi comadrita, lo que le proporcionó, fue educación. Después de habernos dejado y de lo que ella había vivido y aprendido de su propia soledad, entendió que lo mejor que podía hacer, era forjarla fuerte, segura de sí misma, independiente.

Mi hija no pedía ayuda, no se conformaba con caerse y llorar, se levantaba, se limpiaba y seguía adelante. Le indicaban los caminos que podía seguir, si eran buenos o malos, pero la decisión sea cual sea, la tomaba ella; con lo que, por un lado, la hizo en efecto fuerte, por otro lado, es muy complicado a la fecha que se abra para poder externar sus dudas, angustias y dolores. Se cierra en su burbuja y decide que ella sola debe de resolver sus líos, aunque en algunas ocasiones se los busca, solo por el hecho de saber que pasa y cómo sale librada de ellos. Terriblemente fría y a la vez sumamente sensible, a veces siento que no la conozco, cuando la realidad es que julia es, como yo hubiera querido ser.

En esta ecuación la incógnita seguiría siendo yo, debo de ser honesta y plantear no solo lo malo, lo bueno también. Yo debía trabajar y como mesera, mis horarios generalmente eran vespertinos. Llegaba al filo de no sé qué hora de la madrugada, cuando llegaba y no me largaba de parranda o despertaba en alguna cama. Pero llevaba dinero a la casa. Ana había quedado pensionada y mi madre trabajaba, por lo que entre las tres y con esa sabia forma de administrar el dinero de la comadre, en realidad a los chicos no les faltaba nada, estaban en escuelas privadas, vestían y tenían diversiones.

La verdad creo que en muchos momentos disfrutamos de estar los tres, como ese episodio de enlodarnos como puerquitos. Durante los primeros años, los cuales fueron honestamente los más terribles ya que los ataques verbales de Ana sobre nosotras hacia los niños eran fatales. Las quejas, los engaños, decir que éramos las irresponsables, malas madres, las putas. De hecho, a mí ya me lo hacía siendo muy chica, cuando mi madre trabajaba haciendo quehaceres de casas. Decía muy orgullosa de si, que, quien sabe en qué cama y con quien se estaba revolcando. Para los chicos el estar en constante enfrentamiento, pues Harry era muy fastidioso y se pasaba el tiempo molestando a su hermana y la otra nada dejada, terminaban separándolos y separados siguieron, a pesar de que dentro de ellos existe amor. En realidad, se quieren, solo que Julia se desespera, tontamente, pues no es culpa de su hermano ser como es. Lo que no entiende es porque ahora que ya es padre y puede quitarse esas muletas, no lo hace. Muy aceptable el razonamiento, en la práctica, es mucho más complicado que decirlo. La manera de pensar de mi comadre es simple: piensa que ella es la única que tiene capacidad de resolver problemas, de meterse en la vida de todo mundo y decirles que tienen que hacer. Por ello no tiene a nadie su lado, ni una sola persona que de verdad quiera estar por el simple hecho de quererla. Ni la hermana protectora que la ve, por gratitud o educación, se detiene. Huyen despavoridos cuando empieza la letanía de cómo deben actuar.

Si somos realistas, esos niños mientras crecieron viendo a una madre ausente, pero presente, tampoco un ser que pudieran sentir de su propiedad o, tal vez presente, pero sin inmiscuirse. Era muy fácil, tenía quien hiciera las cosas por mí, ¿para qué preocuparme?; el detalle fue, que, en algún momento de mi vida, empecé a tener conciencia y, fue entonces cuando las culpas se agolparon de tal forma que me estaba ahogando.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pulpo de muchos rostros

Después de saltar de trabajo en trabajo, pero siempre buscaba emplearme en algo, así fuera hacer quehaceres. Una compañera del grupo de auxilio donde llegamos a estar mi hermano y yo, el cual solo era para carretera; de ahí que fuese el trato tan amplio con la Policía Federal.

Me dijo que su hermana necesitaba quien le ayudara en su casa. En realidad, era un trabajo de concha, hacíamos las cosas entre las dos, platicábamos, me hacía sentir más amiga que chacha. Me ayudaba con la preparatoria pues iba en la tarde, así que salía de ahí después de comer y a veces, hasta con una siestecita. Todo estaba perfecto hasta que el marido pretendió tirarme el calzón, preferí irme, antes hacer algo que no debía, quería mucho a toda la familia; pocas veces salió mi conciencia al rescate como esa ocasión.

Nunca me gustó trabajar en antros, porque no me gusta tomar alcohol, no sé robar y soy malísima para hacer tranzas. Los ambientes de los antros son muy extraños. No son malos solo hay que saber moverse y evitar todas las tentaciones que hay; desde el alcohol, las drogas, las cuales tuve al alcance de mi mano y jamás me llamaron la atención. El saber robar era lo de menos, ahí supe que no estaba mal educada, solo un poco desorientada, pero andar de antro es otra cosa, salir a bailar, echar relajo con las amigas que ni son tales, conocer tipos de todos los gustos y formas.

Algo que también será controversial es que muchas de mis relaciones pasajeras o no, importantes o simples, quedaron en buenos términos, si nos tropezábamos en algún sitio, saludos cordiales y plática normal; “que has hecho, que es de tu vida”, cosas así. Algunos me han visto y pasan de largo, pero no le doy importancia.  Lo que sigo valorando en las personas que aparecieron en mi vida, es la amistad que se generó. No todas han sido nefastas, ni tampoco todos se incluyen en esas relaciones tormentosas de una noche o un mes, algo muy curioso y poco entendido; como un chico con el que salí un tiempo, simpatizaba con su inmensa familia y muchísimo tiempo después de que dejamos de vernos, yo continué teniendo tratos con una de sus hermanas, al tiempo, ella y su marido llegaron a ser muy importantes en mi vida.         

Tengo pocos amigos en el sentido puntual de la palabra. Uno de mis amigos más queridos, realmente lo quiero muchísimo. Durante largos años, cuando andaba para no variar desorientada, nos veíamos en el antro donde estuviese trabajando. Ya no habíamos visto en algunas ocasiones, pero no nos tratábamos. Un día nos encontramos en un bar, en donde llegaban todos después de que salían del trabajo, es decir, que si llegabas a las cinco o seis de la mañana encontrabas a toda bola de empelados de antros, discotecas, restaurantes y afines. En una ocasión me invitó a su mesa, nos pusimos a platicar; teníamos conocidos en común pero no habíamos trabado plática antes. Desde ese día fuimos auténticos chicles. De alguna manera ese tiempo fue, de entrecomillada tranquilidad, pues el único lugar a donde iba y no todos los días era donde estuviera él.

A la hora que llegara me esperaba hasta que se desocupara y entonces, nos seguíamos en gran plática arreglando el mundo. La realidad es, que, de manera incongruente, la que quería arreglarle el mundo era yo a él, siempre lo sentí tan solo, tan indiferente a lo que le rodeaba. Él trabajaba de bar tender, porque le gustaba; pero más le gustaba agarrar la jarra. Yo detestaba que se perdiera de esa forma, tenía anhelos e ideales, pero en ese momento le valía madres, tenía veintitantos, a esa edad no nos importaba nada. Más chico que yo, sus ideas eran otras, afortunadamente al paso del tiempo aterrizó como todos hacemos, con muchos raspones, heridas sin cerrar y hueros que apenas está en proceso de desaparecer. Con él podía platicar de cualquier tema, lo que fuera, a la fecha, tenemos debates álgidos. Le aguanté lo indecible, hubo veces en que me dejaba en la mesa esperando, terminaba por irme. Le podía gritar, enojarme, dejarle de llamar y él ni en cuenta, cuando me buscaba terminaba por hacerme reír y me olvidaba de todo. 

Él no sabe ser serio, tiene un concepto de la felicidad, que pocas personas tienen, para él es indispensable que los demás se sientan felices, bromea, hace burrada y media, lo que sea para sacar a quien se deje, una buena carcajada. Después de mucho le perdí la pista, eso fue mucho tiempo antes de que Antonio llegara a mi vida, andaba de un lado a otro, paso por varias ciudades, trabajando, buscando, perdiéndose. Se casó, se divorció, se volvió a juntar, se separó; su vida toco fondo y cuando nos volvimos a encontrar, ya éramos otras personas y a la vez las mismas. Pareciera que no nos habíamos dejado de ver nunca.

Esto lo cuento, porque forma parte de las pocas personas que me han dejado huella, de esas que quieres a pesar de todo. Sigo siendo su adoración, me sigue queriendo de la misma forma que siempre, solo que ahora más serena, más tranquila. Seguimos siendo los mismos chiquillos, solo que, con más experiencias dolorosas. Lo hermoso aquí es lo que sucede con mis amigas, podemos dejarnos de ver y seguimos siendo las mismas. Eneas, así, sin otro nombre u apellido, forma parte de ese cumulo de ángeles protectores que circundan mi vida, para recordarme que no era ni mala, ni nefasta; que solo estaba medio perdida.

¿Cuántos hueros tengo que llenar?, ¡muchísimos!... Siempre busqué quién llenara ese hueco tan grande y solo conseguía lastimarme más. Hice muchas tarugadas, deje pasar los mejores años de la infancia de mis hijos, dejé de disfrutar de tantas cosas y los lastime a tal grado que, lo que repercute en sus acciones, es solo el reflejo de las ausencias y desamores.

Con nada podre ya llenar esos hueros, así como tampoco puedo decir, que mi madre no le dio a mi hija todo lo que necesitara para ser la increíble persona que es ahora, ni esas muletas han ayudado a que mi hijo descubra, que, si cambia eso negativo, por el opuesto, logrará poco a poco descubrir quién es Harry, para Harry, sin tener intermediarios.

Pero había un Grillo buscando a Pinocho y empezó a tocar más fuerte mi puerta, ese salvador y héroe que, con su armadura oxidada después de mucho hablar e incluso detenerme casi al borde del abismo; no siendo esta la primera vez, me ayudó y me salvó.

Cuando estaba trabajando en Sanborns, una de mis tantas entradas y salidas de restaurantes, al cual entré en una época de mucha crisis. Mis hijos estaban pequeños tendrían tres y dos, no quiero recurrir a la memoria andante de mi madre. Sucedió que me birlé un bote de medicamentos de mi comadre; pues siempre parecía farmacia ambulante y nunca tenía nada, muchas se quedaban cerradas, con su eterna capacidad de sufrimiento y de llamar la atención cuando notaba que no era atendida como ella quería; eterna enferma de algo, pero creo que solo de la cabeza. Tomé varias no sé cuántas, pero si eran más de diez, le había recetado diazepam, mi intención aclaro, no fue matarme… ¡No lo que quería hacer!, técnicamente… podría ser, tal vez me quería sentir como ella, llamar la atención, fugarme, perderme.

Llegué al trabajo y en algún momento del turno fui a los vestidores, saqué la servilleta, me senté en una silla y me tome unas cuantas, las suficientes que, cuando reaccione, me di cuenta de que estaba en una camilla en urgencias del Seguro Social. Cuando me dejaron salir, estaban esperándome mis hijos, mi madre y Ana. El golpe he de decirlo, fue brutal; creo que una golpiza hubiera sido suave, pero enfrentarme a mis hijos fue mucho.

Esa fue idea de mi madre, a la cual se opuso mi comadre, pues pensaba que era muy fuerte para mí y para los niños los cuales solo pensaron que era paseo, estaban muy chicos. María en cabio pensó que era una forma muy tajante y brusca de decirme; que, a toda acción, le corresponde una reacción, cual debe de ser y de acuerdo a la teoría Newtoniana, de igual fuerza. ¡Y vaya que sí! Nunca he olvidado ese episodio.

Cuando ese héroe de armadura oxidada se dio cuenta de que estaba tramando hacer algo semejante o, que estaba peor que olla exprés apunto de botar la tapa y me estaba dejando caer a un pozo del cual no quería ver el fondo, ni mucho menos salir de él; montó en cólera cual potro salvaje al cual se le quiere dominar; su pasión, por cierto, montar caballos sin domar.

En ese tiempo trabajábamos como sucedió en otras ocasiones en el mismo lugar y, casi a punto, de verdad cachetearme, logró de alguna manera hacerme ver y entender que no era ni remotamente, una causa perdida. Que había tenido mis locuras sí, pero, ¿quién no las tiene?, que me sentía insegura, aceptado, pero nada que no se pudiera remediar, que podía recuperar mi vida y a mis hijos también, pero necesitaba estabilidad, obviamente.

Pero para tener esa estabilidad necesitaba empezar por algo necesario, un empleo estable que me permitiera tener otras aspiraciones, otros logros; que pudiera incluso, desengancharme de ese ambiente, no por malo, pero tampoco eterno.

¿Pensar?... ¡yo no pensaba!… se me prendió el foco, podría funcionar. En un inter había decidido por cuarta o quinta vez hacer una carrera. Había hecho mi examen de admisión a la Universidad Tecnológica de Querétaro; administración, cosa que no entendí muy bien puesto que soy muy mala con las matemáticas, pero nada mala con el estudio.

La primera vez que trate de hacer algo fue en un Conalep en gastronomía. Me gusta mucho cocinar, hubiera sido una muy buena chef. Perdón ese verbo no existe. Lo intente tres veces más, una de ellas, cuando me había ido con mi padre a vivir la segunda vez, un año y medio tal vez menos. Me habían inscrito en la Universidad Internacional de Hotelería y Gastronomía. Una fufurufa escuela muy buena, en donde debo decir, que estaba muy bien, pero cual era de esperar con un padre que no había tratado gran cosa y una esposa medio especial, las dos estancias en diferentes tiempos, no fueron realmente buenas, más que para darme cuenta de que quería a mi padre por el simple hecho, de que yo quería quererlo.

Víctor Manuel no era mala persona, era un ser muy egoísta, con el cual, no podías entablar una conversación bilateral de más de dos palabras, antes de que fuera unilateral. Su esposa me enseño algunas cosas que creo, al tiempo y ahora lo veo, me sirvieron; como el hecho de que no se puede uno engañar queriendo aparentar lo que no eres, máxime cuando según me querían cuidar mucho y darme lo mejor, puesto pensaban que no estaba educada; eso incluía dejarme cortejar por un casado con muchísima lana, eso les iba a dar mucho cache.

Mi padre en pocas y llanas palabras poniéndolo en su justo lugar, vivió su vida. Nunca trato de ser padre pues no estaba en sus prioridades y su inmenso egoísmo, aunado con su pensamiento corto, al grado de que, un día hizo una tarugada y no supo, ni hacerla bien. Había desfalcado a la empresa donde trabajaba, tan no supo hacerla que lo metieron al bote unos años. Pero lo que, si supo hacer bien y, eso sí se lo celebre, fue y no sé cómo, adoptar legalmente al hijo de su mujer; la lana mueve montañas. Él sí recibió lo que a mí no me dio, pero a ese chico lo quise muchísimo; murió antes que su madre, sufría de hemofilia y fue por una mala transfusión.  Su madre falleció unos años después, ya había que dializarla, sufría de deficiencia renal crónica, de cuidarla se encargó mi padre después de regresar con ella; sus últimos meses de vida. Él se quedó con la casa, no por abusivo, en realidad ya había testamento de su mujer, lo que sucedió que sería una rebatinga de no haberlo hecho, pues la familia de ella se habría desollado; solo que mi padre olvidó no ser egoísta. Dejó un verdadero berenjenal a no dejar testamento, cuando intempestivamente falleció de leucemia; probablemente pensó que no se iría tan rápido, creo que nadie nos lo esperamos.

Muchos años antes, había dicho que no me dejaría nada, no lo esperaba, solo lo cuide y me mantuve cerca en el trascurso de mucho tiempo. Yo, me quedé tranquila, sin ese sentimiento de deuda, ni tampoco de remordimiento, ni mucho menos de resentimiento.

Hay personas a las cuales puedes querer, pero no serán de esas que su ausencia deja un hueco que no llenas con nada, podrán pensar que como puedo sentir eso si era mi padre; en realidad el solo coopero con sus espermatozoides. Los padres y madres que engendran no llevan tatuado el privilegio de serlo por ello o, en todo caso, a los padres que adoptan no se les llamara así. Les dirían cuidadores, educadores, proveedores. A la familia para bien o para mal, depende y con sus debidas excepciones, no la escogemos.

Algunas teorías, las cuales serían de gran controversia, se dice, que uno escoge a los padres, porque siempre dejamos círculos sin cerrar, asuntos que no se aclaran, aprendizajes que no entendemos y más; estas teorías, las cuales desde mi punto muy particular, tal vez, no están tan erradas, ya que si analizamos, esas ruedas que giran y giran; los roles repetitivos en las generaciones; las acciones que repercuten cuando nos hacemos los clásicos y… ¿porque a mí?, ¿porque llegue?, ¿a dónde voy y de dónde vengo?, salen a relucir muchos trapitos sucios. Por eso he llegado a tener enfrentamientos, el simple hecho de que Brandon sea mi hermano, lo debo de amar, algunos sí creen eso, yo no y no es el caso.

Lo místico, es un comportamiento muy natural en las personas, creer en alguien, en algo. ¿Que creo yo?...  dije que en algún momento dejaría aclarado el punto del pensamiento espiritual… Soy por elección y por educación creyente de un alguien, sin poner nombre o imagen, que te da cuando le pides, que te cuida y te guía, creo en el poder de la mente, como esa fe interna que te da las armas para que, en este mundo, puedas crear el camino que quieres seguir. Contradictoriamente a todo lo que he expuesto hasta ahora, será cuestionable que piense así. En efecto, fue por aprendizaje y por vivencias. En algún tiempo, cuando vivíamos creo que Xochimilco, acudía a clases de metafísica. Mi madre también los tomó, pero en otro momento, fueron pocas clases, no recuerdo con exactitud. Dejé eso por muchos años, dicen que cuando el alumno está listo, aparece el maestro; a mí, se me han aparecido muchos, algunas ocasiones los tomé en cuenta, otras no. Lo que sí puedo externar es que, la fuerza de la fe o la mente como quieran ponerla, es muy fuerte.

No creo en la mala suerte, no creo en las coincidencias, no pienso que existan las casualidades; pero para esto, tarde muchísimo tiempo en entender, vivir y ver que, pide y se te dará, también pasó mucho tiempo para entender que los estados de ánimo repercuten directa y proporcionalmente a lo que recibes día con día. La negatividad es como un imán. Así que, mentalizarse en lo que uno quiere hacer, no es que sean milagros, son canalizadores de energía. ¿Será?... tal vez… por eso ahora veo que vivimos acelerados inconformes, quejándonos; pero pensamos que es normal, ¿no?   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No colgué un título en la pared

En efecto, es verdad, mis padres no estudiaron nada de nada… mi padre no terminó contabilidad… se notó ¿verdad?... Yo me quedé finalmente solo con el bachillerato, mi último intento, fue hacer administración en línea; no seguí para variar por matemáticas.

Si… lo he pensado, creo que sería bueno y necesario, pero tengo miedo… y en efecto sería diferente… Mi madre cuando tenía veinte, entro a trabajar a una agencia de publicidad, inquieta como era, que no aceptaba que solo debía contestar el teléfono y poner cara de mona. Al empezar a curiosear vieron que podía tener potencial para realizar proyectos de más responsabilidad, lo cual, significaba que tenía que estudiar.

< Mariquita, ¡deberías de irte al país vecino, ahí se puede todo! > Le había dicho el gerente de la agencia de publicidad. Pero la niña María se espantó, le dio hueva, ¡cómo dejar su vida, para irse a un lugar extraño!, la idea de esforzarse por hacer algo en su provecho no la entendía, ¡no, eso era mucho! Así como dejé pasar una beca completa en la Alianza Francesa, me fascina el francés; pero me dio hueva. ¿Arrepentirme? ¿Cómo para qué?...  

De ese chistecito de mi madre me enteré muchos años después obviamente, cuando ya estaba en edad disque de entender, que las oportunidades pasan y pasan y siguen pasando; que uno no las quiera tomar, es otro rollo.

Así con esa desfachatez y cinismo, con la desvergüenza, que en realidad es exageración, pues fue una anécdota que sirve de ejemplo del carácter de mi madre. No la voy a juzgar, ni tampoco creo que sea nada del otro mundo, estas cosas pasan más de lo que imaginamos. Abundan y se propagan por ser cuentos de hadas, pero no todas las personas se encierran en una jaula de oro.

Estando en la agencia de publicidad empezó a tener tratos con personas importantes, las mejores cuentas que había ahí, eran de empresas como en ese entonces, la cervecería Moctezuma; estaba de boga, la rubia superior; la despampanante Gina Romand. Entre esos personajes se le pegó como lapa un tipo un poco más alto que María, ella mide uno cincuenta, uno mes más grande; chaval de familia de lana, alcurnia bien ganada con trabajo y sudor.  Un Ingeniero egresado de la Universidad Autónoma de México. Metido en los negocios de la familia, excelente visionario y heredero de la fábrica de hacer negocios, que es la mentalidad de los judíos y libaneses, como él.

El cortejo esponjante y acaramelado, en que María disfrutó de tener cuanto se le daba la gana, pero, cuando a ella se le daba la gana. El galán en cuestión, en esa edad que te puedes permitir hacer lo que te plazca, que cualquier otra fémina hubiese aprovechado que la dejaran con departamento, auto y cuenta en el banco y con visitas eventuales hasta que se fastidiara. Fue muy claro en que no se podía casar con María, pues ya tenía prometida, cual es la costumbre de las alianzas económico-estratégicas, la cual por cierto mis respetos y mi admiración, fue la media naranja exacta para ese magnate durante muchos años.

Pero decía, María no quería una jaula de oro, mando derechito a un baile al galán después de unos buenos meses, según cuenta; que ni arreglos florales más altos que ella lograron ablandarla. Si acaso esta historia fuese de esas verdades a medias o mentiras completas, yo, no lo pongo en duda; mi madre era muy hermosa, se le pegaban con frecuencia los monos, pero esta historia, con la salvedad del que me querían enjaretar mi padre y su mujer, era un indigente en comparación; mi admiración para la inteligencia, humildad, carisma y humanidad del galán de mi madre. Esto viene al caso por una razón, a veces dentro de nuestra mentecita loca, pensamos que la libertad, es hacer lo que se nos da la gana, andar por la vida sin ataduras y responsabilidades; pensamos que atarse aparentemente a algo o alguien, que en ese momento solo nos coartaría el tener otras oportunidades mejores o peores, sin saber que la libertad es en esencia, el saber cuándo, cómo y porque tomar decisiones que buenas o malas nos generan consecuencias. En otras palabras, ser libre es estar en armonía y equilibrio con lo que hacemos, teniendo conocimiento del origen de nuestras acciones.

¡Si ya se!... A estas alturas las incoherencias entre lo que expongo, lo que pienso y lo que hemos vivido, distan mucho de ser eso, coherentes… Ella pensó que tendría cara bonita y nalgas firmes mucho tiempo. Lo peor del caso y es la realidad, vivió presa de su propia libertad; nunca aprovecho ni la cara, ni las nalgas, más que eso y, no se puede negar, su canasta de huevos es muy grande y sus colmillos de mamut extinto. Nunca fue su fascinación el sexo y cuando lo hacía era cuando se le daba la gana. Así como tenía lana, así la gastaba. Nunca previó pues ni por asomo pensó que podía tener algo… lo que fuera. Para que si la vida es para vivirla y el dinero para gastarlo.

Para ella, la supuesta libertad que perdió por elección cuando se quedó por Julia, era ir y venir a su antojo, quedarse un día o varios con una amiga y luego irse con otra; poder decidir sin presiones si quería vivir diez años con una familia o quedarse en temporadas con nosotros. Su idea de la libertad estaba contradictoriamente ligada y proporcionada a la inversa de su no querer tener responsabilidades, de no enfrentar sus consecuencias, de su miedo al fracaso; el cual no podía tener puesto que nunca arriesgaba nada, de sus demonios internos que le generaban inseguridad en ella misma, cuando pensaba que en efecto no era nadie, ni quería hacer nada.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El jinete sin cabeza

Cuando estaba en la universidad me dijo el de la armadura oxidada, que siguiera con la escuela; eso fue casi dos años antes de que lograra entrar a la institución. Cuando dejé el estudio por haberme quedado sin trabajo y nos habían pedido la casa donde nos enlodamos como puerquitos y hacía de comer tortas de avena con verduras fiadas, entonces, movió sus hilos largos y entré a trabajar a donde él, ya había entrado.

Sus tentáculos no se ceñían solo a las relaciones familiares que ahí estaban, los brazos llegaron por otro lado. En junio veintiséis del dos mil dos entré en esa institución, que ahora, gracias a no estar en ella, puedo hablar con toda tranquilidad, satisfacción y orgullo.

Pero antes de abordar ese espacio de tiempo, el cual será el complemento de muchos otros hueros que me persiguieron, me nulificaron, me frustraron, pero si han visto la película  Intensely, esa de animación para niños, que veo más para adultos que quieren madurar un poco, entenderán que, a veces, requieres de tristezas para encontrar alegrías, necesitas de ausencias y pérdidas para entender las fortalezas, como lloré con esa película y con muchas otras, incluso me ha pasado con algunos libros; entonces, apliqué el famoso FODA en la vida.

Quiero contar que esa relación, que sin duda alguna muchos no creerán y, la realidad es que no me importa, pues no le debo nada a nadie y no tengo porque justificarme de nada, ni ante nadie. El eterno debate inmemorial. ¿Puede existir una verdadera amistad entre un hombre y una mujer?, déjenme decirles, so pena de enfado de algunos, cosa que me viene importando muy poco y entraré en debate álgido. Las personas, por un sinnúmero de circunstancias en las que intervienen educación, cultura, creencias y pongan el nombre que les venga en gana, no les cabe en la cabeza, primero que nada; en cualquier relación, la amistad es la base sólida, efectiva y afectiva que mantiene sana una relación. En esta, se entrelaza el respeto, porque nos aceptamos tal y como somos; convivimos de tal forma que, sabemos cómo pensamos, sentimos y anhelamos; hemos hecho de nuestra amistad, prioridad y preocupación mutua.

 La amistad desencadena que se tengan sentimientos que no incluyen la falsa fachada de querer quedar bien, pues nada se pretende, no entregamos en cuerpo y alma por el bienestar de la otra persona, les dedicamos tiempo, espacio en nuestra vida y en ello tenemos la autoridad moral y de amor de poderles decir lo que sea, sin temor a ser rechazados, ofendidos o incluso mandados a china a un baile.

Otros beneficios es el reír, que ayuda al sistema inmunológico llorar, librera estrés; abrazar con fuerza descomunal libera oxitocina la cual ayuda a sentirse alegre y estimula los pensamientos positivos. Esto fue una embarrada de ciencia básica sacada de internet. El héroe de armadura oxidada que se llama Gabino Monta Bolas Grandes, pues dentro de sus más amados pasatiempos, era montar toros, hasta que tuvieron que operarle el aparato pues corría el riesgo de que no se le parara nunca jamás. Estuvo en la Marina de México, cuando salió, era GAFE, cocinero en el país vecino, de donde que mastique chorreando el inglés que ya ni él se entiende. Este tipo raro y de muy mal carácter, increíblemente noble, o más bien diría muy tarugo; llegó a ser y, es a la fecha, a pesar de muchas broncas cual toda amistad pasa, tras muchas aventuras y alegrías, tristezas y enojos, el mejor de mis amigos. Nos conocemos de tal forma que difícilmente nos podemos engañar. Somos cómplices, somos leales en extremo, fieles el uno al otro; por lo que dirán que eso es utopía. En lo absoluto lo es, conozco varios así.

Durante mucho tiempo salíamos juntos en bola de cuatro a seis almas, nos divertíamos, nos íbamos a bailar, nos poníamos a tomar tequila, pues al señor no le gusta otra cosa. Platicando de tantas cosas y arreglando el mundo. El amor que sentimos el uno por el otro va más allá de lo físico, la respuesta es sencilla, pero nada aceptable para la ideología de muchas personas; no le hacemos daño a nadie, no lastimamos, pues no engañamos a nadie. Para engañar es necesario algunos elementos, como son la posesión, lo celos, la insatisfacción por la vida que se tiene, el egoísmo, la careta y la falsedad. Engañar es traicionarse a sí mismo, pensando que esa persona puede ocupar el espacio de otra, suponer o pretender que podemos ocupar el espacio y los sentimientos de otra persona y transmutarlos para que solo sean nuestros; es decir robar el lugar de otra persona. Por eso es que tengo ganas de cachetear a su mujer, no a su esposa, a la otra indigente de sentimientos que durante muchos años aguardo como reptil arrastrándose y se agazapó como fiera cazándolo y acorralándolo hasta lograr que su supuesta relación, después de que dejara a su esposa y terminara quedándose con él. Pero ojo, las segundas, las otras, las que a la mala y con traición empezando por ellas mismas, se quedan muy a gusto pensando que ganaron, que pena me da su caso; generalmente terminan en fracaso. Pero hasta ahí dejo ese asunto pues sería darle importancia en esta historia a quien ni remotamente la tiene. Lo mencioné ya que me importa la estabilidad de mi amigo, así como él se preocupa de la mía y aquí entra el ejemplo de: te puedo ayudar, mas no te resolveré el problema; te apoyo, pero no estoy de acuerdo; te quiero por eso respeto tus decisiones, aunque sean una estupidez.

Vivimos mucho tiempo en una esfera cerrada y hermética que solo ocupaba un espacio vital y ese solo pertenecía a nosotros dos. No dejábamos que nada entrara en ese espacio, ni compartíamos con nadie más ese tiempo, así fuera un segundo, solo era de dos. ¿Qué fue lo que sucedió?, que la amalgama que se había formado de una amistad real, sincera y sumamente fuerte, dio paso al respeto inalterable y tajante, por el camino que seguiríamos después. Cuando abandoné la idea de buscar, en el momento que dejé de sentirme perdida y sin rumbo que seguir, desde el momento en que comprendí, que me debía respeto a mí misma, que podía quererme y que valía como ser pensante, me tracé un plan en mi mente y, con la ayuda de un trabajo estable pensé que sería posible ir dibujando esa vida que quería tener; fue cuando concebí el vivir sola con mis hijos.

No recuerdo habérselo comentado a mi madre, supongo que sí, pero no es relevante. Mientras me iba asentando en el nuevo trabajo y pensando que, en realidad no necesitaba de una cama acompañando a un bulto, que debía de empezar a descubrirme e incluso desnudarme para dar con la que yo quería ser, apareció. Como he dicho, no creo en las casualidades, esta, no podía ser la excepción.

 

 

 

 

 

Recordar es volver a sufrir

 ¿Retroceder?...

Hablar de la infancia ¡no acabo!... ¿es una forma de no tener desconciertos?… En el trascurso de muchos años, en esa búsqueda incontrolada de llenar ese hueco de aparente falta de amor, me di cuenta que no era que buscara amor, lo que necesitaba era amarme, respetarme, aceptarme. Mientras viví una infancia llena de tranquilidad de lunes a viernes. Jugando cartas con mi madre hasta antes de que llegaba la bruja malvada. Yendo y viniendo entre las calles de un fraccionamiento, que era en ese entonces una delicia; pues todos nos conocíamos, era tan pequeño cuando llegamos. Ahí mi hermano y yo disfrutamos de los mejores días de nuestra infancia. Ahí sufrió sus primeros accidentes. Era tal la inquietud de Brandon que nunca media las consecuencias.

Recuerdo el primer accidente. Tenía la costumbre, como cualquier ser normal, de treparse al tobogán por las escaleras, pero no de bajarse del modo adecuado o mejor dicho convencional. Él, no se deslizaba por la rampa descendiendo velozmente como cualquier chiquillo, se bajaba como bombero por los tubos de los costados. Un día le falló el tino y fue a dar al suelo, se conmocionó y se quedó como muñeco de trapo tirado en la tierra alborotada por el cuerpo inerte que cayó con todo su peso. Lo único que pensé, fue cargar a mi chamaco y correr; no sé cómo, pues la entrada del parque estaba retirada de la casa. El parque lo teníamos enfrente de la casa, pero era toda una manzana, enorme a mis ojos de chiquilla. Fueron a dar al hospital con el Jesús en la boca durante el trayecto de más o menos una hora a la ciudad de México.

Nosotros vivíamos en el Estado de México, en ese entonces el recorrido era de una hora, hoy mejor no digo. Al día siguiente, cuál era su costumbre se levantó temprano. Se vistió como siempre, cual caja fuerte. Cuando fuimos a buscarlo a su recamara, no estaba. Las tres estábamos pegadas a la ventana viendo cómo se subía y baja del mismo modo una y otra vez; solo dejamos rodar las lágrimas y nos fuimos a hacer otra cosa, dejando al chamaco que hiciera lo que le venía en gana. Brandon tenía tres años.

No fue el último. En uno que otro, no sabemos porque salió vivo. Como aquella vez que se fue con unas amistades de paseo y se le ocurrió que quería bellotas, pero no de las que estaban en el suelo, esas para qué. Se trepó a un árbol hasta que topó con el musgo del pino. Pensaron los presentes, que recogerían al niño en inventario; vieron cómo se enconchó como pelotita y casi a punto de llegar al suelo se irguió, se puso lo más duro que pudo y aterrizó con raspones en todos lados menos en sus huevitos; así dijo el cínico.

Un esguince de tercer grado en un tobillo y una de sus muchas cicatrices en la cabeza. Su expediente de traumatología era una réplica del Quijote sin compendiar. Dejamos ese lugar después de que cumpliera los diecisiete y que abandonara a mi marido la primera vez y fuimos a dar a Xochimilco.

Habían rentado un local cual chorizo, donde casi se metió lo que había en una casa de dos pisos muy amplia y atascada de plantas. Ahí entre la primera vez al Conalep. Habían conseguido de traspaso una dulcería, la cual le sirvió de negocio a mi hermano, pues se llevaba las cajas de dulces y las revendía en la escuela en supuesto secreto, pues le hacía mal obra a los de la cooperativa, pero le valía gorro.

Mis andanzas comenzaron o más bien siguieron. Llegué a encontrar un buen chico, pero no podía haber llegado a nada estando en ese trance de no sentirme nada. Al año siguiente regresó mi flamante marido y me fui con él, lo dejé a los cuatro meses y no volví.

Llegó el día en que mi comadre decide que nos íbamos a San Luis Potosí, recordemos que mi madre no se fue con nosotros. Las visitas a la familia de Ana no eran novedad, pasábamos las vacaciones de julio y agosto, antes así era; las de semana santa, navidad y año nuevo, alternando entre Querétaro y San Luis. Les comenté que en Querétaro tiene dos hermanas y en San Luis estaba otra de sus hermanas. La familia de mi comadre estaba compuesta por cuatro del primer matrimonio de su padre, del cual, son: un varón que es el más grande y luego tres mujeres; del segundo matrimonio fueron dos varones y una mujer.

Dado a que no trataba a la familia de mi padre, era muy chiquita; solamente una hermana y un hermano. En algunas ocasiones vi a mi abuela materna. Recuerdo una señora sombría y callada, nada afectuosa igual que mi tía, pero el marido de mi abuela era un amor. Una sola vez me acuerdo de haber ido a Chapala con mi tía y una de mis primas, ahí vive mí tío. En realidad, no hay mucho más que contar en cuanto a la familia paterna. De la materna ni que decir. De pequeña celebraban mis cumpleaños allá en el fraccionamiento bonito, hasta que el alcohol causante de la separación provocó que dejaran de ir. A mi madre no le hacía gracia que nos acostumbráramos a eso, ella no toma, ni consejos.

Pero dentro de la familia de mi madre hay personas que son realmente valiosas. Personas que llegué a querer infinitamente, entre ellos mi padrino de confirmación; una de las cuñadas de mi mamá y sobre todas ellas y no por mal; por admiración y orgullo. Una prima de mi madre, la cual es el vivo ejemplo andante y sonante de lo que es tener muchas bolas y no dejarse caer. Esta tía mía, hermosa mujer que se parece ahora más a la mujer biónica, de tantos implantes, pues se ha sometido a tantas cirugías y es un peligro cada vez que pasa por el detector en un aeropuerto, que es bastante seguido ya que suena como si fuera terrorista.

Con la magia de la medicina moderna casi toda ella tiene fierros y placas de aleaciones metálicas; pero eso no es lo maravilloso, lo es, que no se deja vencer, con su dolor permanente viaja cada vez que puede. No se cuales países le faltará por conocer, pero creo que han de ser muy pocos. Disfruta de la vida literalmente como si cada día fuese el último de su vida; bien dice que, así se quede encerrada o se mueva le va a doler, que mejor se mueve. Ella no se detiene a pensar si en una cirugía, no sale de ella, lo hace y ya. Con un marido que es un santo, vive dejándome con la boca abierta cada día. Su hogar, en Florida en el país vecino.

Dentro de la familia de mi madre, hay personajes muy especiales. Primos talentosos que hacen de su profesión lo que les gusta y aparte les pagan por ello. Tíos que llegaron a ser figuras importantes en algún momento, gracias a lo que se dedicaban, como aquel tío que tampoco estudio nada, pero fue un excelente autodidacta, hablaba varios idiomas, era una enciclopedia andante; como mi abuelo. Vivió y conoció muchos lugares, algunos por gusto otros por exilio forzoso, por ser medio imprudente con algún presidente en turno. En algún tiempo colaboró con un periódico y tenía tratos personas muy importantes. No pienso colgarme de ahí, soy honesta, no le llego ni a la suela de los zapatos y no porque me sienta menos, no, es porque cada quien debe de hacer lo que le corresponde. En fin, tengo un poco de todo, como en todas las familias.

De mi abuelo materno que puedo decir, era su adoración. Él fue el que me enseño y no de muy buena forma, cuando se me ocurría preguntar qué significaba alguna palabra, ¡madres! < ve y busca en el diccionario, luego me indagas los sinónimos y antónimos, después me explicas en que la puedes utilizar > etc. Si viviera, una de dos o ya me hubiera colgado hace muchos años, o me estaría matando con varita de higo a la usanza de sus tiempos, la razón; por ser tan estúpidamente desperdiciada.

Padre poco amoroso, más bien ausente, algo irresponsable. Que esperaba con ansia los viernes, para que mi madre fuera por él y llevarlo a la casa. De chica me había comprado una alberca roja, rectangular, se le salían las piernas por los costados, pero ahí estaba conmigo siempre.  Tenía una colección inmensa de fotografías y películas mías, haciendo monada y media, donde quedaron, ni idea.

Disfrute muchísimo a mi abuelo, cuando ya estaba muy enfermo pues tenía unos cuantos trastornos; diabetes, presión alta, cáncer de próstata y de pilón enfisema pulmonar. Su vida siempre fue hecha como se le dio la gana. Cuando el médico le dijo: Don Hugo debe de dejar… inmensa lista de cosas que no debía hacer, comer, beber, etc.

< haber médico, ¿si dejo y hago todo eso voy a vivir más? > Por supuesto que no, ya estaba en el filo de huir con la flaca, que seguramente como decía; quiero una de esas que son malas pero que están muy buenas, terminó sus días haciendo lo que se le pegaba la gana. Mi madre cerraba el tanque de oxígeno aguardaba un poco, prendía un cigarro y se lo pasaba por enfrente de la nariz, ya no podía ni hablar, solo hacia señas con la boca como pescadito.

En el hospital mi madre se quedó con él las veinticuatro horas del día durante no sé cuantos meses, días, semanas, pues nadie podía ayudarla. Pero la realidad es que fueron los mejores días de sus vidas. Se dijeron lo que jamás se habían dicho. Hablaron de lo que nunca en otro momento pudieron o quisieron hacer, hasta se despejo esa idea absurda de que la madre de María, no era su madre biológica. De chica y aún más grande pensaba que era así, por el simple hecho de que la había dejado en manos de su abuela paterna y su madre nunca se interesó por ella. Cuando en una sola ocasión por exagerada necesidad la mandaron con ella, la puso a barrer, María no sabía de hacer nada, todo le hacían; le rompió la escoba en la cabeza, fue a dar de regreso con su abuela.    

Lo que deja a la familia de mi comadre en un estado de stand bay. Durante muchos años la única que tuvimos, la que nos acogió como miembros más en ella. Las esperadas vacaciones, las anheladas fiestas de fin de año. Durante algún tiempo a pesar de las diferencias que existen como en todos lados, llegué a disfrutar de reuniones llenas de tranquilidad y armonía.

Las sobremesas en Querétaro eran fenomenales, los fines de año en San Luis, cuando llegamos pocas veces a juntarnos casi la mayoría de los hermanos y algunas primas, con baile, risas y parloteo a más no poder de toda la chiquillada. Cuando nos juntábamos muchos, mandaban a la chamacada a dormir en la sala con edredones y bolsas de dormir; era tan divertido.

 En una ocasión la hermana más chica junto con su marido, nos llevaron a los más grandes que éramos como cinco ese día de campamento a la Media Luna, esto en San Luis Potosí, una laguna hermosa. Ahí, con todo y tienda de acampar, comiendo no sé qué cosas y durmiendo amueganados disfrutamos de lo lindo. Nos llevaba uno de los hermanos más chicos al cine, era un relajo, sobre todo a la hora de acomodarnos, teníamos que ponernos en cierto orden o no tenía chiste.

Yo disfruté mucho a la familia, aprendí de todos y cada uno. Cuando llegábamos a la casa en Querétaro, me ponía a hurgar los discos de vinilo y libros que abundaban, en San Luis era mismo. De los primos más grandes, es decir aquellos en los que la diferencia de edad rondaba entre los dos o tres años arriba o abajo, llegamos a tener una buena relación. Lo curioso de esto es, que solo en mi mente guardé un chip lleno de recuerdos gratos, cuando me di cuenta que la relación entre los hermanos chicos y grandes no era nada buena con mi comadre, salvo con la más pequeña, entendí muchas cosas. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi familia de acogida

Yo quería a esa familia, fue la única que tuve, la que me acogió sin mediar nada. De todos y cada uno siempre recibí amor, respeto, atenciones. Si acaso en algún momento me llamaron la atención por algo, seguramente fue con cariño y preocupación como otro adulto lo hiciera por alguien de la familia. Que todos y cada uno tiene su historia, obviamente que sí.

A los hermanos no les fue muy bien cuando quedaron huérfanos y a la llegada de la madrastra, les tomó mucho tiempo asimilar muchas cosas. Todos con sus traumas, desde el más grande hasta el más chico. Cada uno forjó su vida a como pensaron que era lo correcto o lo que decidieron, que querían hacer. Ninguno ni los que se quedaron solteros, ni los que tiene hijos, quedaron realmente satisfechos de lo que hicieron en la vida. Ni el más grande, que no sabía que estudiar y por cuestiones de “suerte” después de licenciarse en veterinaria, realiza una tesis sobre la rabia. No la rabia interna de su familia. Se va al extranjero y salta como espuma a la OMS. Se pierde de la familia y se vuelve el snob innombrable.  

Pero eso no es extraño, sucede en todas las familias, son las cargas que arrastran de sus ancestros, son esas ruedas que giran y aquellas que se repiten; incluso llegan a estar tan unidas, como debe ser en las esferas familiares, que como cualquier pareja adoptan y entrelazan ambas burbujas, intercambiando situaciones muy semejantes. Las ausencias, los hueros, los abandonos, las indiferencias, la diversidad de gustos. Como no sería extraño que algunos no salgan del closet y otros lo sean abiertamente. Otros dejen a su esposa con la que duró años y un día decida que, por su salud mental, la de él claro y se vaya. U otros que tengan aventuras y la esposa por decidía, por conchudez o que se yo y siga con él, en vez de hacer lo que realmente quiera hacer. Así entonces las familias de mí madre y la de mi comadre, llegan a ser como todas, semejantes a cualquier familia existente.

Durante muchos años hubo una creencia mal entendida, que fue aclarada hasta muchos años después y solo con una persona en concreto. La familia o parte de ella creían o les hizo creer mi comadre, sin ser clara o explicita, directa y tajante; por ese efecto de mártir y heroína de la película, que mi madre y ella eran pareja cosa que no es verdad y no es que fuese malo, cada quien vive como quiera vivir y nadie absolutamente, debemos de juzgar la vida de los demás. Las decisiones que cada persona tome son suyas nada más. Cargamos frustraciones, escondemos nuestros sentimientos detrás del que dirán, o por la educación que se recibió, por tabús, etc.  Sin pensar, que lo único que hacemos el prolongar el dolor de no vivir como uno quiere hacerlo.

Cuando se conocieron mi madre y Ana, las dos eran dos almas perdidas. Sin rumbo y sin personalidad, sin metas o anhelos. Para Ana, ser rescatada de las garras de la desilusión, una vida sin sentido, verse atendida por alguien que ni la conocía; fue como sentir, qué era lo máximo. Al fin encontraría un propósito en la vida. Para María, dejar que la salvaran de quien sabe qué cosa y decirle qué hacer, cómo, cuándo y mantenerla, apoyarla muy entrecomillado, pues siempre la hizo sentir que no era nada sin ella; pero se le hizo fácil, ¿qué más podía pedir?, solo tendría que aguantarla, que difícil podía ser.

María después de que falleciera la abuela Torito, tuvo que salvarla por lo menos dos ocasiones. La primera, pretendió tirarse de un balcón, dice que solo sintió un golpe seco y quedó en el suelo como muñeca de trapo. La segunda, aceleró un auto y antes de que llegara a una curva se apagó, sin más, cuando reaccionó, bueno… medio reaccionó, encendió sin problema alguno. María se perdió cuando se fue su abuela; bien dijo que no le gustaba mi comadre, por algo era. 

Se conocieron cuando mi madre trabajaba y se tenía que arreglar de salón de belleza y toda la cosa. Ana trabajaba en uno, no se explicaba mi madre como una persona tan jetona, seria, callada podía hacer ese trabajo. No hablaba y María tampoco es nada dada a ese asunto de los chismes; sigue sin serlo. Así que había esa aura de curiosidad entre ellas.

 Así se conocieron. Ana contándole su vida tan trágica y sola y, la otra enganchándose sin saber que le deparaba esa extraña relación cual película de terror. De ahí empezó el matriarcado de Ana y la soledad de María. Pero lo curioso del caso es que ninguna de las dos lo hacía por mal. Es decir, cada quien dentro de su mentecita pensaban que era lo correcto, lo mejor. Es por eso que ahora por fin, puedo poner en su justo lugar a cada una sin reproches y sin resentimientos.

 Abrirse, desnudarse, representa el entender que aun cuando sentimos que nos hicieron daño y no fue así, ahora entiendo que cada persona debe de recorrer su camino, ese trazado por nosotros mismos, con todo y las acciones, que sean buenas o malas y repercuten en las que nos rodean y forman parte de eso que es el aprendizaje de lo contrario, no seriamos lo que ahora somos. Que es válido mas no aceptable decir: me hubiera, otra vez ese verbo que me da horror, haber hecho de mi vida otra cosa, ¿cómo para qué? El día que inventen si es que no es existente ya, pero sería un arma de destrucción masiva; una máquina del tiempo, chispas pobre Newton se ha de revolcar con los mortales, seria inoperante. Sencillamente seria como echar a perder un experimento, que aún no se ha hecho. No detesto, no odio, no guardo rencor y, si dentro de toda esta gama de peculiaridades encuentran similitudes, felicidades, somos seres humanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alentando amores

En algún momento de mi vida se empezó a desquebrajar la relación con la familia de mi comadre, nos empezamos a ausentar; ella ya no era propiamente bien recibida con el mismo agrado. Causaba invariablemente conflictos, lo mismo de siempre, se metía en lo que no debía. Cuando decide que nos fuéramos a San Luis Potosí, suponía que la relación con la hermana que vivía ahí sería más o menos buena, lo cual, gracias a su injerencia imprudente no fue así, era de esperar que su hermana defendiera a su familia, pero, aun así, solía llegar de vez en cuando a la casa.

 A pesar de que yo hacía locuras y más locuras, antes de vivir ahí y sobre todo ya estando cerca, fui formando una relación extremadamente estrecha con su hermana, lo que no le agradaba nada a mi comadre; creo que esa molestia estaba íntimamente ligada a varios factores, no aceptaba que pudiera yo tener una relación estrecha con nadie que no pudiera ella aceptar; lo cual era imposible, nadie le agradaba, siempre ponía trabas y pretextos.

Tengo una amiga, una de las pocas que tengo; en realidad son cuatro. A Elizabeth la conocí cuando estaba con mi papá e iba a la universidad. Estábamos en el mismo salón, andábamos de un lado para el otro, juntas como hermanitas que somos. Elizabeth me llegó a conocer en muy poco tiempo, una chica terriblemente observadora, analítica, inquisitiva al grado máximo; con una especie de sexto, séptimo y no sé cuántos sentidos muy desarrollados. Un día y lo recuerdo con gracia, fuimos a San Luis de visita. Nos fuimos en tren, cuando todavía había, de eso hace mil años luz, hicimos un montón de horas, pero llegamos; Ya después optamos por regresar en autobús. No estuvimos muchos días, pero fueron suficientes para que destrozara a mi comadre con solo observarla, no me dijo nada en algún tiempo. Pero mi comadrita linda si se aventó con toda la artillería valiéndole muy poco decirle a Elizabeth lo que pensaba.

De entrada, que era una chamaca ligera, insensible, que se aprovechaba de mis debilidades para manipularme a su antojo, lo peor fue decir que no me veía como amiga, que lo que buscaba era tener una relación conmigo amorosa y pasional. ¡Cielos eso fue muy estúpido! Obviamente a mi amiga le importo muy poco sus comentarios, solo se sintió muy molesta porque no entendía, cómo podía vivir con ella, que me hacía mucho daño; tenía mucha razón. Elizabeth a la fecha y después de que nos perdimos la pista muchos años, sigue siendo pilar fundamental de mi vida. No estamos todos los días mandando mensajes o hablando por teléfono. No nos hemos visto desde que nos reencontramos, sin embargo, estamos firmemente unidas. Ella después de una vida muy complicada, se volvió a casar. Su marido que es semejante al mío, un hombre maravilloso, adoptaron a una criatura, la cual tenía su rostro completamente quemado; su madre le había vaciado acido sobre el rostro. Lleva varias operaciones y es el ser más increíble, amado intensamente por sus padres; la rutina diaria de ese par es tan intensa, que no sé de dónde su madre saca tantas energías, bueno si se, su hijo se las proporciona. Es la maravilla del amor.

Otro dato de amistad incondicional. Ligado a mi comadre y que también vio y vivió lo que era aguantarla. Cuando el accidente mientras estaba en el hospital y nos turnábamos para cuidarla, que no fueron muchísimos días. Trabajábamos en la misma sucursal cuando estábamos en Córdoba. Ella fue mi mancuerna perfecta en muchos sentidos, nos compenetramos tan rápido que después, ya no había forma de que dejáramos de ser inseparables. Podemos pasar horas platicando, nos conocemos muy bien, nos apoyamos a pesar de la distancia y seguimos estando presentes.  Margarita se ofreció unos días en ratos a cuidar a la comadre accidentada. Inteligente, observadora y con gran corazón que sabe dar sin esperar nada, de mentalidad abierta y gran sentido de equilibrio, logró sortear los arteros comentarios de Ana, la escuchó, la ayuda con sus pláticas la hizo sentir que era una mujer muy inteligente y buena. Pero esto no lo hizo por mal o por darle el avión, fue una forma sutil, pero con su dosis de psicoanálisis de hacerla entender que su molestia era por dentro, con ella misma.  Nunca supe de parte de mi comadre un mal comentario hacia Margarita, lo cual era extraordinario, que no criticase a alguien. Para mi comadre no existían las amistades, ni las de mi madre, ni las mías. Obviamente ella nunca ha tenido ni tiene ninguna. Dice un dicho: muerte pobre, pero no te mueras solo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi otra madre

¿Amor?, en diferentes formas, lo he conocido… Como decía, su molestia de que tratara a su hermana era tal, que sacaba su arpón y se ponía con su letanía eterna que constaba en qué; < Te hace daño tener esa relación tan cercana con mi hermana, solo te critica, te llama la atención, se mete en lo que no le importa y ni te quiere > Pero el tiempo y otros factores, trasformaron esas actitudes egoístas, en lo que después, llegó a ser la relación más hermosa que podía haber tenido.

Yo no recuerdo haber hecho nada extraordinario, para que el inmenso amor que había entre Magdalena y yo llegara a donde llegó. Dudo mucho que al estar escribiendo estas líneas no empiece a llorar. Así como he sido brutalmente honesta, en todo lo que he contado, así sé, que se sentirán algunos ofendidos y otros orgullosos; pues sabrán lo que es amar a una persona, simplemente porque se nos da la gana. Mi relación con ella fue simple, llana y sin complicaciones. Nada nos hacía correr o apresurarnos, simplemente sucedió.

Tenía una fijación especial, primero por admiración pues me resultaba fascinante la forma en que llevaba su vida de pareja. Eran una burbuja cerrada y propia, en donde solo ellos dos se pertenecían el uno al otro. Existía tal armonía que rayaba en una extraña complicidad mimetizada y muda, sin necesidad de confrontaciones, sus arreglos eran entre dos y nadie absolutamente podía interferir. Muchos pensaran que la que decía la última palabra era ella, yo, pongo eso en duda razonable. Siento y así lo percibí, aunque nunca lo viví, que eran de esas pocas parejas, que el dialogo, el consenso, el equilibrio llegaba a tal punto, que, si uno no estaba de acuerdo, cedía ante el otro y a la inversa.  Llegaron a tomar decisiones realmente difíciles, dolorosas e incluso inadecuadas, pero fueron sus decisiones y, se atuvieron a sus consecuencias juntos, ninguno que yo sepa oculto nada, detrás del otro. Probablemente como cualquiera, no fueron los padres perfectos, cometieron errores como los cometemos todos; pero, también trataron y pensaron que hacían lo mejor que podían o debían, sus tres hijos dos varones y una mujer, tienen sus entres; poseen sus defectos y sus virtudes como los tenemos todos.

Sus diferencias radican, no en los pleitos normales de los hermanos. Sus broncas se cimientan en algo más simple, que aún, no han visto o simplemente no quieren ver. Aceptar que han decidido cada quien el rumbo de sus vidas y si no están de acuerdo en la de los demás, eso no es de su incumbencia; los errores si se les puede decir así, son solo sus propios aprendizajes y no han descubierto que ellos deben de dejar a un lado, los que no les corresponden y tomar los que son suyos.

Desde que tengo uso de razón y que trataba a la familia, tengo una relación más estrecha con el más grande, me lleva cinco meses. Es el ser más complicado que conozco, el más controversial y contradictorio. Puedo casi asegurar, que muchos de la familia incluso sus hermanos, no han descubierto las facetas ocultas detrás de su máscara de fuerte e intransigente. Es sumamente sentimental, pero no deja que aflore por temor a perder su vulnerabilidad; no le gusta que lo lastimen, por lo cual nunca se expone. Expresa sus sentimientos y su afecto, de la forma más brusca y cavernícola, algunos pensaran que es ataque y jactancia exagerada, pero no, el solo se muestra con quien sabe que no le dará la espalda o lo juzgara. Con cierto grado de inseguridad que radica, no en el como persona, es de las pocas que hace lo que quiere y está conforme y a gusto como es; sus decisiones erradas solo le han dado la madurez y la experiencia un tanto amarga de que no es muy estable con sus relaciones amorosas; e insisto, la razón es que no suele demostrar sentimientos a pesar de querer mucho a una persona. Lo que percibo y no porque sea malo, irresponsable o mal compañero, simplemente, es de los que le gusta hacerse cuestionamientos, pensar y analizar si va por el camino correcto y cuando no se siente seguro, prefiere salir del juego en vez de cambiar sus posturas, las cuales muchas ocasiones son para muchos erróneas y hasta necias, pero solo el que recorre el camino sabe dónde están las piedras. Pragmático en cuanto a su vida, es suya nada más y eso no es del agrado de los demás. Necio en demasía, hace que la gente se salga de sus cabales con esa forma muy propia de pensar; dice bien, que los demás hagan lo que consideran mejor mientras a mí no me afecte, no hay mucho consenso con él; sin embargo, tiene muchísimas amistades las cuales defiende por encima incluso de su familia. Se entrega de lleno cuando decide que quiere hacerlo y no hay forma de cambiar, leal con sus afectos, cuando decide amar va con todo.

Le he visto llorar como niño. Cuando falleció su abuelo materno. Cuando murió la madrastra malvada, que terminó siendo la abuela adorada sobre todo de ellos. Lo he visto llorar de dolor por perder un amor. Lo conozco, como puede que mucha gente no lo conozca; pero en muchas ocasiones me dan ganas de ahorcarlo, otras de verdad lo quiero en demasía.

Con la hermana no tenía realmente ninguna relación, ni buena ni mala, pero me dolió y mucho cuando me reclamó después de que su madre falleciera, no llamara para saber cómo estaba su papá. Ese reclamo se me hizo fuera de lugar, conociendo perfectamente cómo era la relación que teníamos, bilateral punto. A esta mujercita, le gusta cargar con piedras que no debería de tener, solitaria de modo inconcebible, encerrada en sí misma, con pendientes que la han hecho sentirse culpable y reprocharse sus acciones, sin tomar en cuenta las consecuencias. Lo que sé o no, es a través de lo que me comentaría su mamá, es decir que no puedo decir más, pues era solo pláticas de dos y así debe ser; lo que yo tengo de impresión después de tantos años de tratarnos es lo que dije. Es muy solitaria y vacía e inconforme con ella misma.

El más chico, el que estuvo realmente pegado como chicle, amueganado, como estampilla con su madre toda la vida; el que sé, obtuvo los mejores momentos, las mejores pláticas, el que más recibió la confianza de su madre, el confidente, el equilibrio, la cordura cuando su madre se sentía confusa por algo. El más dedicado con sus papas y con el mismo. Excelente padre, de esos pocos que se ven, el que antepone a su hijo por sobre todas las cosas. Llevamos ahora una muy buena relación. No me he reprochado nada, ni me cuestiona de nada; pienso que él, sí estaba consiente que la relación con su mama, era de dos; no me ha juzgado por no haber regresado a San Luis, ni por no llamarle a sus papás de vez en cuando. Sabe que lo quiero, sabe que estoy al pendiente; pero mi amor estaba en otro lado. 

Un día de esos en que mi madre agregada y yo platicábamos de tantas cosas, me preguntó qué pensaba de ellos, de los tres. No sé cuál fue la razón, como madre conocía muy bien a sus hijos; podría ser que como adulto, una visión de joven podía entenderlos de otra forma. Siempre pensé y así se llegué a decirle en muchas ocasiones, que les había dado lo que debía, que el hecho de que los mantuviera fuera de esa burbuja, en donde solo eran dos, no implicaba que no pudiera acercarse a ellos de otra forma.  

Nosotras llegamos a un punto sin temor a equivocarme o a exagerar, en que era yo, como una hija más; tenía otros afectos muy importantes, no era la única de la cual se había apoderado y ella era como una madre; de hecho, así lo fue para mí, pues nuestra relación era sumamente franca y muy estrecha, llegué a ser su confidente y al tiempo, ese punto de equilibrio en el cual, ya no era solo la chamaca rebelde, que le daba lata;  descubrimos que nos queríamos, simplemente porque nos queríamos querer. Me había aceptado desde siempre, tal y como era, no me juzgaba, no me quería diferente; sus regaños si podía decirles así, eran llenos de amor y ternura, nos podíamos enfrascar en verdaderas e intricadas polémicas, lo que hablábamos se quedaba y se quedó entre las dos.

La otra razón por la cual tenía esa fijación en ella, era porque había vivido tal y como ella había decidido que quería hacerlo, había trazado su modelo de vida bajo sus preceptos, buenos o no, pero eran por convicción, defendía sus valores de forma férrea y vivió sin dejar que las piedras que no eran suyas le afectaran y, las que le pertenecían se las guardo y nunca las soltó; pero tampoco le causaban molestia. Ella como los otros tres tuvieron sus problemas con la madrastra, al tiempo y por amor, porque esa es la realidad, fue la que se hizo cargo de ella, hasta que falleció. ¿Porque por amor? Ella era agradecida, la abuela adoraba a sus hijos, creo yo, de una forma diferente a la que podía querer a los otros nietos.

A la hija de la abuela, aquella que se turnaban para cuidar las más grandes; la que durante mucho tiempo fue como el pilar central de la familia, ese cordón invisible que hacía de catalizador entre todos, la más sensata y coherente, con todo y sus respectivas fallas; como todo ser humano, pero que hacía que se amalgamaran cuando era necesario.

Siendo la más chica de las mujeres y, a la que le tocaría las partes más duras. Irse desprendiendo uno a uno, de los que se han ido. Ha sido y es la más fuerte, a la que le tocó llegar por una razón o muchas, no lo sé.  En los últimos meses de la vida de su hermana, a la que le dio amor y tiempo y sé que fue un golpe muy duro; no más que haber perdido a un hijo, a sus dos hermanos y a su madre; pero es el eje de la familia, la argamasa que los mantiene unidos, la que se apodero del papel de nana cuidadora de las almas en pena y de la que recibí mucho amor y atenciones, guardo en mi memoria gratísimos momentos con ella, estoy segura que, de haber tenido más tiempo y menos interferencia podríamos haber tenido una buena relación. La quiero muchísimo por innumerables razones.   

Cuando falleció mi madre adoptiva, yo había estado con ella días antes. Sabía que ya se iba ir, lo sentí, lo vi ese día que entré al hospital para quedarme con ella esa noche. Era yo muy cínica con ella, pero jamás y nunca le podía haber faltado al respeto, aun cuando habláramos muy abiertamente y me toleraba lo que no a muchos, sea la verdad; bromas, juegos, incluso mis medios regaños, como se le pudiera regañar a una matrona como ella.

Detestaba que tenía canas, muchas; ya de familia son de canas prematuras. Siempre y desde que tengo uso de razón, se pintaba el pelo. Ese día que llegué al hospital le dije: < y ese color zanahoria que te pusiste, que >. Se rio, con esa sonrisa de “ya vas a sacar tus babosadas”. Cuando me quedé sola con ella, platicamos un rato, lo suficiente. Me pidió que le diera masaje en las piernas y los pies, que le rozara la cabeza como si fuera a espulgársela, que le acomodara las almohadas; era muy mandona, sí, terriblemente posesiva con lo que era suyo; en el trascurso de la noche, me quede observando cómo se iba el ser que había amado tanto. Me avisaron unos días después, que ya se había ido; ya lo esperaba.

Nadie o muy pocas personas sabrán realmente lo que sentí, sí me dolió, ¡claro que me dolió!, que la extraño, bueno es mucho; pero sé que aquí sigue, detrás de mí.  Sin embargo, puedo decir, a pesar de que sabemos que las personas morimos, es natural, es lo consecuente en la línea de la vida; la extraño demasiado, me hace mucha falta, todavía nos faltaban muchas cosas por vivir y, por otro lado, me quedé en paz, pues no me guardé deudas, ni dudas, le di absolutamente todo lo que debía darle y más. No albergué remordimientos en mi corazón, ni se quedaron hubieras; Me quedé con la mejor de las satisfacciones, darle mi amor incondicional. Ahora la tengo conmigo siempre, le canto las mañanitas en su cumpleaños; le hablo el día de la madre, ella sí me regañaba si lo olvidaba, yo soy anti fechas y a mi mamá también, le chocan. Los días veinticuatro y treinta y uno de diciembre, le digo que feliz año y que sigamos juntas.

Cuando fuimos en su cumpleaños el año anterior a que nos dejara; había venido su hijo el más grande. Vive en Polonia desde hace muchos años. Esa ocasión decidí, a pesar de saber que, si llegaba con María, no había problema, pero llevé a Antonio con nosotras; la razón y después le expliqué el porqué. Ya lo conocía, pero necesitaba que viera que estábamos bien, fue como pedirle su bendición.

Cada quien vive diferente las perdidas, algunos se quedan con tantas culpas, porque no quisieron, no pudieron, no pensaron, lo que sea; lo que creo yo que sucede, es la forma en que las tomamos; a veces lloro, en otras me rio con ella, otras le hablo para que me ayude; me dolió perder a mi abuelo materno, él había dejado mucha huella en mí, gracias a él en muchos sentidos es que escribo. Se fue mi padrino y apenas nos habíamos vuelto a reencontrar. Los sufrimientos ante las pérdidas son el reflejo de lo que consciente o inconscientemente se cumplió como cometido. Entonces, así como cada una de las personas que pasaron por nuestra vida, nos dejan un aprendizaje; es nuestra opción seguirlas, aprovecharlas, guardarlas, atesorarlas. Y estamos hablando de pérdidas, estas no son solo físicas, en donde la persona fallece; las hay de presencia, de sentimiento, de actitud, de rumbo. Mi pérdida era de rumbo. Mi pérdida fue de madre por sus hijos. Fue por mi nieto, fue por mí misma.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El amor de mi vida

¿Ahora después de tantos años? y unas cuantas patoaventuras… ¿cómo me siento?... Cuando entre a trabajar a esa institución llena de sorpresas, cargada de tradiciones, con un cúmulo de aprendizajes de tantas personas, como crisol tan amplio que era como vivir en todas partes y en ninguna. Que lograron hacer de ella, un ejemplo viviente de lo que se puede hacer, cuando las personas saben preservar los valores y el orgullo de pertenencia. Así era antes, mucho tiempo antes.

La confianza que me imprimió mi amigo Gabino, me llevo a conocer y descubrir, lo que tanto tiempo me pase buscando y nunca había encontrado; cuando en efecto dejé de buscar, de pretender y de ponerme una careta de falsedad, para empezar a actuar tal como era, con mis defectos y mis virtudes; como mi modelo de pareja, ese ejemplo de virtud que esperas de la otra persona, aquello que esperaba y que debía de identificar como el elegido, aquel que me acompañara en el resto de mi vida, apareció.

 Cuando llegó Antonio a la sucursal donde yo estaba, fue en agosto, es decir, “casualmente” dos meses después de que yo entrara. Había llegado de Mazatlán, después de haber estado en Tepic; salió de la Ciudad de México luego de muchos años, buscando la oportunidad de tener un puesto mejor, pero muy amueganado con su familia, lo que era problemático para visitarlos, estando tan lejos. Aparece la oportunidad de moverse de nuevo y llega a Querétaro; cuando así tenía que ser, ni antes ni después. A los pocos días, semanas no sé, de verdad; una compañera me dice muy graciosa, así lo tomé: < mi Hermi anímate mira que está soltero, un hombre hecho y derecho, bueno y sencillo, serio y educado >. Mi primera reacción fue de mandarla por un tubo y decirle que estaba loca de remate.

Cuando entras a ese lugar todos sin excepción, los sindicalizados, entramos de mozos, hacer limpieza, ir por mandados; conforme pasa el tiempo y vas aprendiendo las diferentes áreas, te van dejando que las realices hasta que, por medio de aplicaciones y antigüedad puedes lograr tener un puesto.

A los dos meses de entrar y de hacer mis labores me mandaban a ayudarle al encargado del depósito, donde se quedan en custodia las prendas que llevaban las personas a empeñar; ese señor tranquilo, sereno muy cuerdo, me enseñó muchas cosas, no olvido lo que me dijo una vez: < nunca se quede conforme, aprenda, observe, analice y siempre haga más de lo que debe de hacer y bien > Ahí pase muchos meses hasta que me movieron de sucursal.

En cada entrada para hacer limpieza del espacio donde estaba Antonio, se volvió uno de los momentos esperados, la razón, fue de lo más inesperada. Yo estaba acostumbrada a escuchar todo tipo de música, me gustaba lo que a mi mamá le gustaba, viví con la música vieja y no tanto la de mis tiempos, aunque también era de mi agrado; pero me tocó la época de todavía escuchar buena música, finales de los setentas y ochentas, pero como había varias estaciones de radio, más un montón de discos de vinilo, me daba mis entres con la música.

Cada vez que entraba me metía en otro mundo. Soy mala para saber quién canta o como se llaman las melodías, solo atinaba torpemente a decir < yo conozco eso, pero no sé quién es > después sucedió que me comportaba tal cual soy, bromista y alegre, desfachatada y juguetona, pero sin faltar al respeto. En la puerta había colgadas unas campanitas, con lo cual no se podía ocultar la entrada, pero lo que invariablemente no evitaba, era hacerlo brincar cuando le picaba las costillas por detrás. Nunca me dijo que no lo hiciera, ni tampoco lo tomó a mal. Platicábamos de cosas intranscendentales. Yo lo veía serio, tranquilo, juicioso, no se metía con nadie, no lo veía que hiciera ronda de cotorreo con los demás, saludaba de mano a todo mundo; su mundo era tan extraño, como intrigante.

En todo ese tiempo nunca me pasó por la cabeza absolutamente nada, que no fuera disfrutar de la música y medio platicar con él, de hecho, era más fácil que yo hablara como cotorra a que el comentara algo. Cuando me cambiaron de sucursal me dijo: – a ver si luego nos vamos a tomar un café –. Me dio su teléfono, me fui y paso mucho tiempo antes de que yo me decidiera a llamarle; chistoso a mí eso no me pasaba, no me detenía a pensar si le llamaba o le hablaba a un tipo, era tan poco equilibrada que muchas ocasiones me fui a la cama con alguien que había conocido unas horas antes en algún antro. A mí me valía madres mis relaciones, fui tan promiscua, que ahora que entiendo muchas cosas, no me siento bien al respecto, pero tampoco sigo cargando con esas piedras que solo me llagaban y laceraban el alma.

Cuando por fin logré llamarle, nos vimos en un jardín en el centro, continuó con la costumbre de saludarme de mano. No nos veíamos todos los días, en un principio me sentía muy extraña; después, cuando simplemente me dejé llevar y me di cuenta de que no me ponía ninguna careta, ni me aceleraba pues no esperaba nada, eso fue, desde el principio y con todo y ese comunicado de mi compañera, yo no buscaba nada. Y no porque fuera más grande que yo, eso no tenía importancia. Era su forma de ser la que me llevó de la mano con su calma y serenidad. Él, estoy segura tampoco pensaba nada en un principio, puede que hasta le causara gracia tratar conmigo y distraerse de su monótona vida, lo era y mucho. Conocía a algunas personas de antes o por conocidos en común, muchos compañeros tienen años trabajando y se han movido de un lado a otro, pero nunca lo vi salir en grupo o con otros compañeros, sino hasta después. Quien era Antonio no lo sabía, tampoco me importaba, yo fui lo prudentemente honesta, me mostré tal cual era, con mis miedos, mis traumas, mi vida y lo que esperaba de ella, en ese momento, sola.  Así pasamos tres o cuatro meses; ya había pasado de darme la mano a saludarme de beso en la mejilla.

Resulta que se casaba una compañera del trabajo y lo invité, ese día iba la honorable comadre y mis hijos. Después de un rato en la fiesta se fueron y me quedé yo sola, todavía faltaba fiesta. La primera foto de los dos juntos, fue ese día. Yo traía un vestido amarillo pollo, tenía todavía en ese tiempo el cabello largo por debajo de los hombros, con mis chinos que me dieron el mote junto con los lentes que usaba, de Margaret. El muy apuesto con corbata, usaba el cabello un tanto largo y se lo peinaba para atrás, relamido como si una vaca lo hubiera lengüeteado, lentes de fondo de botella y armazón de pasta. Pero siempre vi algo que me llamaba la atención. Él llama la atención, tiene un no sé qué, que se yo; una mirada coqueta que no parece eso, una sonrisa contagiosa, plática amena y de lo que sea, uno no se puede aburrir con ese hombre.

Pero desde el principio y ahora que lo analizo eso fue lo que me hechizó, esa aura extraña, carismática sonrisa, mirada traviesa que conscientemente no sabía que mostraba. Y yo inconscientemente no había registrado. Cuando me fue a dejar a mi casa, ese día y por favor no se pregunten si antes lo hizo, irme a dejar ¡porque no lo recuerdo! Cuando se iba a despedir me extendió la mano y como suponía yo, con un beso en la mejilla, pues no, ¡oh sorpresa! ¡Me dio un beso en la boca! El primero y sentí lo que no había sentido antes; me había dejado con las piernas temblando y llena de miedo, de gozo, de expectación y sobre todo de alegría. Ya pocos días antes, ya nos tomábamos de la mano o muy raro pues no es de su agrado, me pasaba el brazo sobre el hombro; pero como es muy alto, le es incómodo.

Me derretí con ese beso, fue magia. Por primera vez recibía un ósculo aguardado, pero sin prisa, inesperado pero anhelante, tierno pero cargado de deseo. Actuando como niño travieso que se esconde detrás de las faldas de mamá, reaccionamos de forma inesperada, es decir, no sabíamos hasta ese momento que estaba pasando o que seguía a continuación. Uno solo. Se despidió y me dejó muy propio en mi casa. Bien he dicho que en un ósculo se representa lo que toda una vida puedes sentir, es donde fundamentas, en el alma y en cada fibra, eso que sabemos que es amor.

Pasaron otras tantas semanas más, empezamos a vernos en el departamento donde vivía, escuchábamos música, platicábamos, empezábamos a llevar una relación un poco más parecida a algo que podría ser de pareja, de novios o amigos o que se yo. Seguíamos despacio, no había prisa.

Antes había viajes donde los empleados y las familias podían ir a algún lado que se escogiera y se organizó la ida a un balneario. Esa primera vez solo fui yo. Me quedé en el departamento pues nos quedaba más cerca de donde íbamos a salir en la mañana; es chusco este episodio, dada la forma en la que estábamos llevando la relación, esa circunspección poco común en mí. El temor de que, en realidad, no sabía cómo actuar aun con él, ¡carajo ya no éramos adolescentes!, a la hora de que decidiéramos irnos a dormir pues la levantada era temprano, que risa ahora, me acosté con todo y la ropa, en una minúscula orilla de la cama, quietecita y cual tabla. ¡Esa fue nuestra primera noche!, ¡juntos!

Yo ya había aprendido a querer su música, extrañaba su presencia, me gustaba estar con él. Bromeábamos, ya se abría más. Un día inexplicablemente, como todo lo que sucede con Antonio, estábamos escuchando a Joe Cocker, el cual ya conocía, pero solo por aquel programa de los años maravillosos; era You are so beautiful la que estábamos escuchando, mientras las prendas de ropa, se iban desparramando por todos lados por donde pasamos. Era inevitable que fuera así de sorpresivo, así es él, impredecible y a la vez previsible; me di cuenta de que era un paso importante, más que eso, sería la puerta que no dejaríamos cerrar nunca más.

Al día siguiente me llegó a la sucursal un arreglo de flores; no tengo que decir que me había dejado en completo estado de pendejes, lo cual fue después choteo. Resulta que no fue ese arreglo hermoso y grande el premio romántico de nuestra primera vez, no; sucedió que lo había encargado días antes, pero como llegó auditoria, sorpresivamente como siempre, lo dejó en espera hasta que se fueran, lo cual coincidió con ese evento tan especial; no dejó a un lado su propósito, realmente fue una experiencia hermosa y cargada de ilusión. Como no supe lo era cortejo, ni noviazgo en su expresión real, el ir descubriendo facetas de una relación en la que, de entrada, no había prisa; fue mágico irnos descubriendo, conociendo poco a poco situaciones que sé, ninguno de los dos sabiamos como hacerlas.

A finales de mayo principios de junio, estábamos platicando tranquilamente de que quería hacer algo con mis hijos. Ya sabía muchas cosas la situación de la familia, mi inquietud al respecto, mis andanzas y es querer de alguna forma, estar con ellos. Le dije que quería buscar un lugar a donde nos fuéramos mis hijos y yo, a lo cual, muy campante, riéndose y dándome lata como sigue siendo su costumbre, me dijo que le rentara un cuarto. En ese momento me reí tomado de choteo el asunto y le contesté; pues mejor vivimos juntos y nos quietamos de líos. Yo lo dije sin pensar, se me salió como decir cualquier otra cosa, no era esa mi intención de hecho dejé el tema y pasamos a otra cosa como si nada.  No pasaron muchos días y me dijo que había que ir buscando donde cambiarnos, en ese momento todavía no me caía el veinte de lo que significaba, ¡no tenía la más mínima idea de lo que sería vivir juntos!, mi cabeza no podía registrar esa posibilidad y menos después de tantos años; bueno la realidad es que, debía de ser completamente diferente que cuando era una chamaca de dieciséis.

Encontramos un departamentito muy mono de dos recamaras y una mini estancia con un patio y el baño afuera. Lógicamente se llenó con sus cosas pues yo no tenía nada. Cuando les dije a mi mamá y a la comadrita la decisión, de parte de mi madre no hubo otra objeción que, el lógico temor de que en realidad y con toda justificación, los niños no estaban acostumbrados a mí.

En una temporada muy corta había podido entrar al restaurante vips de Celaya, cuando supuestamente no se admitían reingresos, yo entré y salí cuatro ocasiones, gracias y ahora lo entiendo y admito, a mi expediente impecable como trabajadora. Entre los tantos pleitos que se daban en la casa, no solo por los niños, más por mi falta de responsabilidad, me los llevé; fue horrendo, los dejaba en casa de una compañera con la que vivía, los cuidaba la muchacha, cuando no podía se los llevaba a su casa; estaban muy pequeños Julia aun usaba pañales. Harry más que Julia recuerda con desagrado esa época, fue muy triste. Un día llegó mi mamá y se los llevó de regreso a la casa.

Acordamos entonces que María se iría en las mañanas, los recogería de la escuela que les quedaba muy cerca y se iba en cuanto llegara Antonio. En los pocos meses que empezamos a convivir como una familia, con sus buenas y sus malas, tratando él, de incluirse en algo que no sabía, igual estaba yo; nos habíamos aventado al mar sin saber nadar, los dos. Pero de alguna manera se empezaron a vislumbrar, cómo se irían dando las cosas después. Me había ilusionado con tener un espacio para mí, con la gran influencia de mi comadre que sin lugar a dudas algo debía de dejar. Pinte el depa de blanco, había comparado manta cruda para hacer cortinas y las pinte de colores con pintura para tela. Como muchas ocasiones llegamos a usar huacales para guardar la ropa a falta de armarios, conseguí unos y los pinté de colores. Puse en la pared de una de las entradas pues había dos puertas; una que estaba enfrente de la entrada de la calle y otra que salía al fondo del patio donde estaba el lavadero, no había fregadero adentro; un árbol con sus hojas y flores, pasto y toda la cosa; psicológicamente de manera inconsciente había puesto lo que representa la solidez de una familia; como hacen en las pruebas psicológicas que te hacen que dibujes una casa o una pareja de hombre y mujer; si no les pones piso, detalles, el caminito de entrada, está uno perdido, quiere decir, que no hay estabilidad en la vida.

De las primeras cosas que pasaron en esa nueva aventura, no estaba acostumbrada o no sabía cómo manejar algunos asuntos, cual era normal en nuestro caso. Había puesto una estufa de gas de dos hornillas así que decidí comprar una, solo que no tenía horno. Comento este detalle porque yo ganaba muchísimo menos que el, pero sentía que de alguna manera podía y debía aportar a la comunidad y bienestar de la casa. Otras cuestiones se fueron puliendo con los años, no estaba o estábamos acostumbrados a pedir. Tan hechos a nuestro pequeño mundo, de ese que mi comadre nos limitaba, organizaba y decidía, que a pesar de que aportábamos las tres; no sabíamos cómo hacerlo. Entonces lo que sucedía era que teníamos nuestros apartados pa los chicles y demás. En general dentro de todo era independiente lo cual me fue muy extraño adaptarme al compartir, opinar, consultar, pedir. Esa parte de estructura familiar que de entrada él sabía que venía en el paquete completo; pobre hombre, hasta en eso nos reeducamos.

El primer cambio se dio, cuando se abrió la sucursal de San Juan de Rio. Hicimos las respectivas aplicaciones y con ayuda de Gabino, nos quedamos los dos. Van de nuevo los críos a la casa con sus respectivas guardianas. Ahí se acomodaron un poco los papeles, como era nueva el ganaría casi lo mismo que yo, en lo que empezaba haber comisiones sobre ventas.

Llegamos con una señora que rentaba sus habitaciones a señoritas, pero como clienta de la institución, asidua en los empeños, no tuvo objeción en alojarnos en su casa. Después rentamos una casita de dos pisos muy cómoda, puesto que nada más éramos dos. De esa, nos pasamos a un departamento muy mono, era muy agradable, ahí se llegaron a quedar los niños unos días, pero aún no terminaba el ciclo escolar.

Nos fuimos ajustando como pareja mientras corría el tiempo. El acoplamiento entre los dos fue increíblemente más fácil de lo que muchos pensaron, creo que los demás tenían más temor de que no funcionara, que nosotros. Ahora después de catorce años, creo que el secreto, fue en parte lo mucho que me dejó de enseñanza mi otra madre, aparte saber lo que no quería que sucediera; pero el complemento perfecto en realidad y dándole su crédito justo, es su tranquilidad y equilibrio para enfrentar la vida. Yo sabía que debía de hacer, no sabía el cómo; pero creo que, si alguien me hubiese dicho que encontraría, quién aguantara mi genio, mis loqueras, mis estallidos y demás, me reiría, pues una perita en dulce no soy ¡pero para nada! Pero Antonio es el polo opuesto, el equilibrio, la tranquilidad, el cerebro pensante; creo que si fuese un loco desequilibrado no habría funcionado o simplemente llegó y sucedió, porque así tenía que ser.

Cuando conocí a su familia, bueno una parte fue estando todavía en el departamento cuando llegó a Querétaro; hicieron una comida para la primera comunión de su sobrina. Ahí conocí a la parte de la que sería mi parte favorita de su familia, uno de sus hermanos más grandes que vive en Orizaba. Su familia es excepcional, son increíbles, adoro estar ahí. Cuando pasamos unas vacaciones en Orizaba, no recuerdo si fueron vacaciones o fin de año, la cosa es que estaba su hermana, me comentaron que no sabían cómo saldría Antonio, si en rifa con boletos regalados, por premio mayor o que, creo que al igual que muchos se asombraron que decidiera hacer vida con alguien. No entremos en más honduras, que las normales y espero que no se queden desilusionados; finalmente, volvemos al mismo punto, todas las familias tienen sus broncas, sus traumas, sus secretos y sus virtudes, está en concreto me fascino, pues son tan amueganados, tan compactos, son muchos; cuando nos llegamos a juntar la mayoría de la familia, realmente es increíble la armonía que expiden todos. Algunos con sus diferencias, nada que no sea lo común. Habrá alguien a quien no le agradé y nunca le agradaré, pero ni me importa, pero bueno en todos lados se da. Encontré una familia de nuevo y más grande, ¡qué es supermegahermosa!

 

Demasiados mandos a bordo

En el trascurso de esto años, hemos pasado por muchas buenas, por algunas malas, pocas nefastas y muchísimas hermosas. Las malas, gracias a que no hubo forma de consensar entre el matriarcado de Ana y que aceptara la relación de forma medianamente aceptable. Confrontaba a los niños, les metía en la cabeza ideas, que desafortunadamente si hicieron mella y eso que María hacía de catalizador. Les fue casi imposible aceptar y entender, cuando ya logramos vivir juntos todos, que lo que Antonio dijera, opinara, mandara, cuestionara; cosa que, jamás y nunca, fue nada imposible, ni loco, ni malo, que fuera extraño o marciano. El problema es, ¿cómo concilias tres o cuatro adultos con dos criaturas?, estábamos hechos a otras formas, a pesar de que se intentó mucho tiempo; los dos años en San Juan y los cuatro en Córdoba, pero en algún momento, se dio por vencido y prefirió quedarse al margen, pero cerca, siempre; a un lado, junto, apoyando y cumpliendo su parte que le correspondía, estar a mi lado. Pero ahora entiendo otras muchas cosas, como el hecho que consciente o no, le privábamos sus interferencias, era como adaptarnos a algo sin saber cómo. A eso agregamos la forma de pensar de María en lo tocante a Julia, dejaba y sigue dejando poco margen de maniobra. Para todos y cada uno ha sido un ajustarse conforme ha pasado el tiempo y aun así hay muchos huecos todavía.

Antes de que sucediera ese percance en Córdoba y saliera por fin la comadre de nuestras vidas, la relación entre nosotros en lugar de fracturarse por las diferencias, broncas, rebeldías y demás, se hacía cada vez más fuerte. Logramos llegar a un punto en que en muchas ocasiones no necesitábamos decir nada, nos adivinábamos, nos amalgamamos en perfecta comunión. Estando en San Juan todavía existió un poco de, medio tranquilidad, dentro de lo que permitía la comadrita, los niños estaban menos acelerados, fue creo, que la mejor etapa, vivíamos bien, era un lugar agradable. Julia hacia sus pinitos yéndose de empacadora a la farmacia que estaba a tres puertas de la casa, María se paraba a espérala a la salida hasta que la otra la mando mucho al cuerno y le dijo que la dejara en paz.  Estaban más que bien en la escuela, fueron muy buenos estudiantes hasta ahí, bueno Julia es otra historia. Buscábamos los tiempos para jugar todos, Antonio se los sacaba a caminar junto con una perrita que nos dejó mi hermano todavía estando en Querétaro; se salían los domingos temprano y regresaban a despertarnos.

En pequeños o grandes detalles algunos perceptibles, otros los descubrieron mucho después; Antonio llegó a dejar su huella en mis hijos, les costó mucho adaptarse, pero cada quien a su modo sabían que podían contar con él. Sirvió a la larga, no de momento pues protestaban; que les dijera que reutilizaran las hojas de las libretas, que no les daba otro lápiz si no le daban uno casi chiquito, que cuidaran sus cosas en pocas palabras.

Cuando mi madre se tuvo que ir en algunas ocasiones, unas porque mi hermano la necesitaba, otras mi abuela, hermana de su papá; cuando se cayó a los casi noventa y nueve años y había que cuidarla, entonces se fue un tiempo. En ese inter estábamos por irnos a Córdoba, habíamos aplicado y tendríamos mejores puestos, se quedaron en San Juan mientras terminaban el ciclo escolar.   

En esos espacios de tiempo en que se quedaron solos no fue nada sencillo para ellos, Julia tuvo que sortear a la comadre y a su hermano, fue muy duro. Más duro; cuando ya estando en Córdoba, los dos también se quedaron solos con Ana y Antonio, yo no sé cómo no se volvió loco él y los niños no quedaron peor de lo que ya estaban. En Córdoba se dieron los cambios más difíciles, mientras para nosotros como pareja estábamos más que tranquilos, pero el lugar no fue nada agradable; la humedad no nos ayudó mucho, no estábamos acostumbrados a ese calor, no había mucho que hacer, chiquito y la gente medio conchuda pero muy abierta. Ahí se empezaron a descarriar los chicos. Harry había terminado la secundaria y se suponía haría la preparatoria, lo cual no hizo; entro a una, se salía de clases o no llegaba, empezó a vagar, después entro a otra de sistema abierto, tampoco siguió. Trabajaba o más bien disque trabajaba, pues en realidad no hacía nada. Los problemas se agudizaron y máxime en las temporadas en que no estaba María, la comadre tan linda se encarnizaba con Julia y a los dos los seguía poniendo en contra de Antonio. El seguía en su intento de tratar de acercarse a los chicos de forma velada, tal vez para no ser atacado o rechazado, se los seguía sacando los domingos a caminar y nos poníamos a jugar los cuatro.

Cuando un día de repente me entró la locura, que al final, nada que no sirviera de aprendizaje. Hablé con Antonio y le dije que, si me apoyaba, quería irme a la escuela de valuadores de la institución. Como ahí se les prepara de manera amplia y certificada, son los únicos valuadores capacitados en todas las áreas para poder incluso, trabajar por su cuenta. Son una de las muchas bondades de esa institución. De entrada, no le agrado la idea, no porque me preparara, al contrario, su temor era que podía ser que nos costara trabajo después, poder estar en la misma cuidad, ya que al principio los mandan de un lado a otro donde sean requeridos, hasta que puedan tener una sucursal propia. Pero accedió.

Yo descubrí después y lo pensé en algún momento que, debía hacerlo para poder darme cuenta de muchas cosas. Una de ellas, es que suele adelantarse a las cosas. Me dejo ir, sabiendo que sería un aprendizaje más. Yo en cambio vislumbre que si seguía adelante me quedaría sin familia y sin él, eso no me agrado nadita. 

Para empezar, sí, definitivamente de haberlo hecho mucho antes, hubiese sido increíble, de nuevo verbos que no uso, pero esa experiencia me ayudo a conocer, no solo más el lugar donde trabajaba, la gente, la forma de pensar de otras personas y valorar las oportunidades; pero, sobre todo, valore a mi familia y a mi pareja. Cuando decidí que renunciaba al curso, llevando casi las tres cuartas partes; la razón más importante, en efecto, si continuaba terminaría sin Antonio, sola y haciendo desmadre y medio, de nuevo me asaltó esa inconciencia que había logrado quitarme; si seguía, sería fácil de nuevo; había quien cuidara de mis hijos, mientras no se desesperara, estaba Antonio ahí, no, esa no era la intención. Menos aún quedarme sin él, eso no cabía ya en mi cabeza, ya no me veía sin el de ninguna manera.

Regresé y no sentía que había sido fracaso, simplemente debía poner en una balanza las prioridades y por ahí no era, donde me debía dirigir. Regresé a mi jaula de changos, la que, por cierto, ha sido la labor que más disfruté, desde que estuve la primera vez ayudando a ese señor tan hermoso, lleno de vida y consejos sabios. Como estaba sola en Córdoba, sin que tuviera que estar viéndoles las caras todo el día a los demás; no estaba aislada y convivíamos mucho, pero ahí hacía y deshacía, literalmente hacia lo que me venía en gana, el espacio era mío nada más y no lo compartía con nadie. Leía como loca, podía escribir tranquilamente, escuchaba mi música, tenía mi depósito ordenado y más práctico para poder realizar el trabajo rápido y sin problemas. No hubo en cuatro años un problema, ni hubo una auditoria que no se asombraran de lo organizado que estaba y la facilidad para encontrar las prendas, aplicando bien las observaciones de mi maestro, había adecuado un sistema que, sin salirme de las reglamentaciones establecidas, podía ubicar con mucha más rapidez las prendas que se desempeñaban.

Mientras lograba encontrar un equilibrio personal, comencé a escribir como medio de fuga, en ese momento. Me daba la oportunidad de sacar todas esas cosas que me molestaban, las que veía, las que me hacían sentirme frustrada. En un inicio fue eso, un pasatiempo ante la agonía que ya estaba comenzando a tener. Los problemas con Harry se estaban agravando, se había metido en tanto líos, que un día me fui a la Cuidad de México a indagar donde lo podía meter, una escuela militarizada, un internado, algo que me ayudara a que entendiera que se estaba yendo por el lado equivocado; su rebeldía se estaba agudizando. Las cosas se pusieron peor cuando después del accidente de Ana, Harry se quedará en aparente abandono, pues sin su guardiana que lo protegiera de las garras de nosotros, él se revelo aún más.

Aquí fue cuando Antonio y yo tuvimos una estúpida separación, que a la fecha no entendí por qué la causó. Yo le propuse después de que había salido la comadre de la casa, que nos separáramos, que cada quien se quedara en un espacio, eso no significo que lo dejaría o que ya no quería saber nada de él. Lo que yo sentía y así lo percibí, fue una presión exagerada de parte de mi madre; creo que fue una absoluta falta de comunicación de parte de todos. Antonio procuraba no meterse de lleno con las decisiones al respecto de mis hijos, pero, por otro lado, una constante ha sido, que se da cuenta de las cosas, le molestan, pero no dice nada, lo cual, nos deja muchas veces con la responsabilidad de tomar decisiones y a veces mal. Antonio de muchas maneras, siendo como es de tranquilo y equilibrado, podía ejercer de contraparte y tener autoridad con ellos; pero no lo fue así. María se sentía presionada por él, pero no decía nada; era de alguna manera y creo que fue lógico, mi madre no estaba acostumbrada tampoco a acatar reglas, como tampoco a tener alguien más que, aunque no estuviera errado, tampoco sabía cómo comunicarse.

Yo no me daba cuenta, que lo único que necesitábamos, era haber puesto las cartas sobre la mesa y reorganizar esa familia sin la comadre. Llegamos a lograrlo, pero mucho tiempo. Cada quien se fue a un departamento, iba a comer a la casa, de paso a mi sucursal le llevaba el desayuno, seguíamos casi con la misma rutina, los fines de semana me quedaba con él, hasta que Harry se me salió de las manos completamente y Julia daba sus primeros brotes de adolescente rebelde, pero sin llegar a los extremos. Yo no sabía qué hacer, estaba entre la espada y la pared. Si seguíamos ahí corría el riesgo de caer en un hoyo y sin fondo. A María le estaba causando estragos físicamente seguir ahí, mis hijos se estaban yendo al caño; Julia estaba perdiendo interés en la escuela cosa que nunca había sucedido, pues en realidad no era nada buena la educación ahí; ya se había pensado en meterla a una particular, cuando se decidió por el peor de lo escenarios y lo que se nos venía encima. Teníamos que salir de Córdoba, pero eso implicaba dejar a Antonio y no sabía cuánto tiempo. Esa fue nuestra primera crisis fuerte.

Había comprado un terreno y estaba construyendo una casa, antes de que pensáramos en el éxodo. Mientras veía la forma de que me pudiera mover y regresar a Querétaro, pues era la opción más viable, mande a María y a Harry con mi hermano. El cual aún vivía en Querétaro, estaba iniciando un negocio junto con unos socios; ese es tema aparte y será nuestra segunda crisis. Al quedarnos mi hija y yo solas, Antonio seguía en su departamento en lo que terminaban la casa; la cual disfrute muy poco, era tan bonita, la habíamos hecho para nosotros y no la disfrute. Cuando se vendió, la pareja que la adquirió dijo que les había gustado que sentían que tenía mucha tranquilidad; pero sobre todo que habían percibido que había mucho amor ahí; en efecto esa casa se hizo con amor, la llenamos de amor.

Al quedarnos solas Julia y yo, empezaron otros vericuetos, no muy buenos, de hecho, muy dolorosos. Mi hija, como adolescente que estaba empezando a descubrir sus soledades, sus alcances lo que podía o quería hacer. Empezó a andar de novia lo cual no había hecho, pero a los catorce, quince era de esperar. Siempre como he dicho, hemos sido muy abiertas, se les había educado del mismo modo que a nosotros, dándoles los valores y las bases de lo que es bueno y malo; para ella, tomar decisiones no era nada nuevo, lo hacía desde muy chica, tenía la libertad y la confianza suficiente, solo que no siempre sabia como acercarse y dialogar. Se había creado una burbuja impenetrable y a la ausencia de mi madre y siendo la que siempre estaba cerca de ella, hacerlo conmigo era una tarea complicada.   El problema no era que empezara de novia, sabía que en algún momento lo haría, el lio es que se empezó a rodear, cual había hecho siempre con personas más grandes.  No muy dada a socializar con criaturas de su edad, aun mas chica; puede ser por su forma de pensar o porque de alguna manera, había madurado más rápido.

Vivió muchas situaciones que le hicieron ver la vida de otra forma, con lo cual, no encaja generalmente con sus contemporáneos. Así como el no saber quedarse callada y decir las cosas tal y como las siente, eso muchas veces le genera conflictos. Sus primeros novios más grandes que ella la llevaron al momento que, aunque no hubiera querido que llegara tan rápido, otra vez ese verbo que no se debe usar; comenzó a tener relaciones íntimas. Lo bueno dentro de todo y gracias a su forma de ser, sabía que debía cuidarse; lo que me hacía sentir mal y era por simple culpabilidad, que cayera en ese juego falso del cual, yo había sido presa siempre. No quería pensar que actuara del mismo modo que yo lo había hecho y eso me daba pavor, angustia, me sentía realmente mal y culpable. Por mucho que se quiera poner en algodones a los hijos no es posible; deben de caminar su propio trecho y caerse con sus propias piedras. En ese sentido por ejemplo Antonio era y es de la idea de que se pueden atenuar las cosas antes, pero creo que entiendo su postura, no es padre; por mucho que se acepte ese papel; generalmente los padres tienden a pensar que las broncas se deben evitar, con lo cual no hay proceso de aprendizaje que es, lo que nosotros pensamos, aquí es a la inversa, curioso. Es la misma rueda la que genera esos aprendizajes de la vida. Curiosamente él se dio cuenta mucho antes, que la niña, andaba haciendo sus diabluras, cuando llegaba a la casa a la hora de la comida para ver cómo estaba Julia en lo que yo llegaba y se tardaba a veces en abrir la puerta.

Por fin llegó la oportunidad de poder regresar a Querétaro, no era precisamente en un puesto que me agradase, pero no había de otra. Aunque en su momento y como todo, tuvo sus ventajas. El día que nos fuimos pues la mudanza llegaría después, fue un momento que nunca voy a olvidar. Llegó Antonio a despedirse de nosotras, era inevitable, no sabíamos cuando podía el moverse a Querétaro de nuevo, todo quedaría en stand bay, en angustioso suspenso, la dolorosa separación, antes de subirnos al taxi se nos arrasaron los ojos. Vi en su rostro tristeza, desilusión, frustración y dolor.

 

 

Comienza el viacrucis

Llegamos con mi hermano en lo que buscaba un lugar a donde vivir, escuela para Julia, en fin, lo propio de un nuevo cambio. Pasaron casi dos meses y pensamos que, por todo el desorden del cambio, las separaciones, los reencuentros, solo elucubramos… pero yo no estaba tranquila, se había prendido un foco rojo de alerta, la sentía extraña, la veía rara y pese a que mi hija es muy alerta a cosas extrañas no se dio cuenta de nada, mi madre lo atribuyo a miles de razones; confirmé mi temor, cuando le llevé la caja con la prueba de embarazo.  

 Mi hija, el día que lea esto, espero que logre entender, que, en primera, no fue su culpa; es decir, fue accidente, algo salió mal, sencillamente no se colocaron bien el preservativo. Para ella fue demasiado duro, un golpe brutal a los quince años, un muro infranqueable y no saber más que, ¿y ahora que voy hacer?, ¿la escuela, mi vida?, vio derrumbarse a sus pies todo lo que quería de ella. Más doloroso y creo que a la par de ella, para no variar, el sentirme culpable, no estaba con ella ese día, María fue la que se chutó el primer ramalazo y eso sí que no fue nada bueno, la que debía estar ahí era yo. No la juzgamos y, ni remotamente nos enfadamos, ni por asomo la culpamos. Quise hacerle ver que tomara la decisión que fuera la íbamos a apoyar; de nuevo, pero en circunstancias muy diferentes, pues no fue un acto irresponsable, dentro de lo que se pueda pensar y ella no lo entendió en ese momento, ni lo ha entendido. Se sigue castigando por tomar una determinación que era sin lugar a dudas la correcta, aunque no la aceptable para muchos; puede ser, que más que culparse, no entendía, cómo podía ser tan fría para tomar determinaciones ante las consecuencias. Dije de nuevo, puesto que mi madre fue el pilar que fundamentó al llegar Julia tomara mi responsabilidad, aquí fue distinto. Todo esto la ha hecho mucho más fría, encerrada en sí misma, con una fuerte coraza ante los varones, poco demostrativa de sus afectos, con un muro tan grande para no a ser lastimada; cuando la realidad es que nadie la hirió, ni ella se lastimó y no termina por ver que no puede cargar con esa culpa, ni con muchas otras que no le corresponden. Sí, ha sufrido mucho… y más yo por no estar cerca cuando debía…

Siendo un tema tabú, que se sigue cuestionando e incluso estigmatizando. En mi caso concreto yo no podía hacer eso, no era lo correcto, ya estaba en condiciones de tomar la responsabilidad de mis actos, eran con plena conciencia; pero a nuestro juicio y el de ella, sobre todo, no cabía truncar una vida que apenas empezaba, la de ella. Yo sé que no le va agradar que comente esto, pero, quiero que tal vez, al igual que yo intento desprenderme de mis culpas mal encausadas; que otras personas intenten procesar situaciones que, en muchas ocasiones son el reflejo de lo que tienen a su alrededor; de la educación, de la ignorancia, no porque sean tontas o malas, es por falta de confianza ante sus padres, por fuga, por rebeldía.

A mi hija le tocó vivir una de las situaciones más amargas, se sintió frustrada, culpable y sola, como nunca lo había estado, tomo la decisión que era adecuada, en ese momento y deberá algún día de superarlo como muchas otras experiencias amargas que sirven para aprender, madurar y no cargar culpas que no sirven, salvo para encerrarse más en uno mismo.  Muchos se sentirán molestos, defraudados, desilusionados, pero les diré, quienes son para juzgar a los demás cuando no han visto sus errores o peor cuando no han aprendido de ellos. Ella fue fuerte y sensata, otros, ni siquiera dan la cara cuando cometen un error que lastima a los demás.

Ahora, cuando veo lo que ha recorrido Julia, sé que saldrá adelante gracias a esos errores que ha hecho, que vea la vida con tenacidad, apego a sus ideales; ella observa a su alrededor y procura aprender de cada cosa que ve, oye y analiza. No es perfecta, pero es el ser que yo hubiera deseado ser, ella más que cualquier otra persona, es la que me ha enseñado a ser una mejor madre y una mejor persona. Puedo decir abierta y honestamente que no puedo sentirme más orgullosa de mi hija, no podría tener una hija mejor y por eso ahora sé, por qué debía llegar, pues tenía que enseñarnos mucho de lo que es vivir.  Es por ello que hoy, entrando de nuevo al tronco de toda esta bola de estambre enredada, empiezo a sacar hilo por hilo. Tenía que poner a cada quien, en su justo punto, en el lugar adecuado para poder entrelazar la razón de muchas cosas. Empezar a desentrañar mi inconformidad, mi soledad, mis culpas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No era solo un árbol torcido

Harry siguió en su trance, con todo y que mi hermano nada paciente, en lugar de intentar encausarlo, se dio la vuelta y solo hizo lo que siempre, cuando no le interesa tomar una responsabilidad, le corresponda o no, olvidarse del asunto. Para mi hijo fue sentirse relegado, que no formaba parte de ningún lado, rechazado y castigado, causó más rebeldía. Aquí comienza ese peregrinar de mi hijo. Llegamos al punto donde estando en la casa sin saber cómo ayudarlo, lo deje ir.  

Cuando no encontraba por ningún lado esa fuerza para poder continuar, la llegada de Darien a mi vida dio un giro desconocido para mí. Me sentía responsable de querer hacer algo con él. Cabe la posibilidad que el motor, fuese esa criatura.  Podría ser que cuando me di cuenta de que lo estaban matando y no en forma literal, obviamente, era esa actitud de pensamiento cerrado lo que no me gustaba, decidí que podía hacerlo de forma paralela y que intentaría llevarlo al mundo al que debía pertenecer. Pero grandes sorpresas me llevarían. No podía entender, como dejarlo en esa burbuja aislada y vacía, cuando tenía tanta cabeza para extender en el mundo. Y así fue como pensé en sacarlo de la caja de algodones. Gran error… Un día como muchos de los que llegue al pueblo a verlo.

En los primeros años de vida no fui muy seguido, tenía miedo y era comprensible, creo que todos teníamos ese miedo atorado y observar con tristeza que, no lo dejaban ser; lo detenían, le solucionaban, lo acogían en la mente de cada uno de ellos, pensando que mientras estuviera en sus vidas, su único cometido era cuidarlo para que siguiera viviendo. Pero de alguna manera me di cuenta, que él quería vivir a su modo, en su mundo y con sus ideas que nadie le entendía; lo imaginaba rebelde, queriendo hacer su voluntad poniéndose metas y llegando a ellas, solamente con el esfuerzo medido y calculado por el mismo, nadie le decía que hacer o cómo hacerlo, lo hacía y punto.

Como lo vería después en algunas visitas. Un día, con motivo de segundo año de mi nieto, comentábamos con el consuegro, que dadas las circunstancias que se habían presentado, pues Harry había decidido a finales de octubre que se iba, ya desde hace mucho rondaba por su cabeza la idea de entrar al Ejército. Curiosamente estando aun en Córdoba, cuando buscaba la forma de que se alineara por el camino recto, busque todas las alternativas posibles; incluso hasta había encontrado un colegio religioso donde se quedaría encerrado estudiando, cosa que, ya ni eso hacía.

Yo no habría imaginado que el querría entrar a la milicia; pero como los hubiera no existen, ya que las cosas deben y pasan cuando son su memento, cuando deben llegar, porque son para algo, de ser así no estaría Darien y ni mi hijo fuera lo que es ahora.  Durante tres días, por teléfono un día y al otro también, le dije a mi hijo que pensara, razonara y pusiera en una simple hoja en blanco, mentalmente o si prefería físicamente, junto con Severa, que era lo que querían que se hiciera.

Yo siempre los he alentado a que tomen sus propias decisiones y se ajusten a sus consecuencias, como pareja deben de hacer las cosas entre los dos; cosa poco factible estando en la casa de quien manda. Le expliqué que como madre no podía o más bien no debía decirle que hacer, puesto que no era mi vida, ni mí parecer. La forma en que nos hemos educado, ha sido esa, la de inculcarnos lo correcto, pero al final, cada quién debe de tomar su camino. Cuando platicamos respecto y, que era lo que debía hacer, le dije: < no hay decisiones fáciles, ni difíciles, uno decide si la hace y como la hace >.

Los suegros sabían que quería irse y, lo único que buscaba mí hijo, era que su familia tuviera una vida mejor, que estuvieran protegidos, quería sentir que aportaba con un trabajo; estando ahí nunca sintió que aportaba en algo trabajando con ellos, se sentía como la chacha que como ahí vive, te sujetas a los mandatos de los señores patrones; como joven podía tener ideas o proyectos buenos, nunca aceptaron, ponían el pretexto tal vez razonable, que ellos sabían cómo manejar su negocio; si Harry y Severa querían hacer otra cosa tendrían que apoyarse en ellos, finalmente las maquinas eran de los suegros y las decisiones las tomaban ellos; los chicos, ni quejarse, se atenían a lo que les mandaban y eso causaba impotencia en los dos. La realidad y cada vez lo ratifico, si las cosas no son como ellos dicen, malo; mi hijo salió de una educación autoritaria para caer en una peor.

En un principio pensé y lo hablé, que sentía que era fuga; no veía a mi hijo metido en ese ambiente fuera de su entendimiento, pero creo que a veces uno busca los extremos más complicados para poder salir a flote. Varias ocasiones antes de este episodio, me pidió, incluso el mismo habló por teléfono con Gabino y le solicitó su ayuda para entrar, tan sensato, firme y tajante como es; solo le espetó un tanto encabronado, que muchas veces le pidió, que el decidiera que quería hacer de su vida, que muchas veces le dijo que estaba cometiendo muchas estupideces; ahora si quería hacer algo tenía que ser por sus medios y por su esfuerzo, que ya le habíamos dado mucho y no lo había valorado; algo semejante le había dicho un sinfín de veces Antonio a Harry. Lo mando al cuerno y le dijo: “si tantas ganas tienes de entrar hazlo y ya”. Lo primero que me paso por la mente era; huir. Ya habíamos llegado a otros planes antes de eso, me había pedido prestado una cantidad para que pudieran ellos continuar con su propia producción e irse capitalizando, a fin, de tratar de depender menos económicamente de los padres de Severa. Eso fue meses antes, ya habían recuperado la inversión y la doblaron. Trabajaban mucho los dos, pero el brazo fuerte y la mano derecha del suegro era Harry; como negocio ya de muchos años, el consuegro tenía siempre mucho trabajo, no solo en temporada escolar. Indiscutiblemente que debió pasar mucho tiempo, para que aprendiera el negocio y tuviera el conocimiento de, cómo usar las máquinas, se adaptará al ritmo de trabajo y, como todo, lograr después de mucho algo de confianza, la suficiente como para que en algún momento el suegro, aceptara incorporar algunas novedades, pero eso me lo dijo, poco a poco, atragantándose el cogote y después que mi hijo se fuera.

Él lo sabía. Sabía que tenía la mesa puesta y la charola en la mano, que, de una forma u otra, con los problemas digamos normales de una familia en que todos se meten y nadie hace nada; los hermanos de Severa poco se inmiscuyen, las esposas arman muchos líos, al fin broncas de familia mal educada, pero no quería eso.

Cuando me comentó la oportunidad de que podía intentar ingresar a la milicia, pensé; puede tener de dos sopas y las dos son buenas, si logra entrar que lo veía difícil más no imposible, mucho menos para su terquedad, tomando en cuenta que es más miope que un topo, estaba pasado de peso, se la pasaba sentado todo el día, lo que no le daba nada de condición física; le sugerí que se pusiera en los pocos ratos que pudiera hacer ejercicio, no lo hacía y hasta se burlaban de él. Pero por otro lado su obstinación y necedad hacían, junto con la inteligencia poco usada, que también le pedí que hiciera la prepa y tampoco se decidió; me dejaba muchas incógnitas en el aire. Entonces le quedaban dos posibilidades, aguantar o rajarse. De entrada, se llevaría la mejor de las experiencias; disciplina, orden y normas que, contradictoriamente en algún momento, nunca quiso o pudo llevar, ni estando con sus suegros, por lo que no le quedaban muchas opciones, si lo hacía consiente, ganaría y si lo hacía por huir, se daría cuenta de una forma un tanto brusca de que era lo que debía valorar más, de igual forma ganaría. Las experiencias de la vida son frecuentemente, las que nos hacen madurar o por lo menos tratar.

Ese día el consuegro me dijo que ya no quería trabajar al mismo ritmo pues sin su brazo derecho que le ayudara con lo más pesado y, sin la oportunidad de llevar a cabo los planes que tenían, ya no quería seguir. Viéndolo de otro modo cosa que también consideré después, que se comenzara hacer pato y ya no cargara el con todos los gastos y mi hijo tuviera que organizarse para mandarle dinero a su mujer; al tiempo eso fue lo que sucedió. La triste realidad es que, ni ha bajado el ritmo, sigue jodiendo a Severa y en efecto ahora exigen que el otro mantenga a su familia como si ganara los miles de millones; aparte de otras cuestiones poco lógicas; ellos no saben cómo viven o sobreviven en ese ambiente, eso, a ellos, les viene quedando muy guango. Por el lado que lo viera, forma parte de la responsabilidad, aun cuando Darien genera muchos gastos, simplemente las idas a la Ciudad d México cada mes o dos meses a consultas, eso ya basta para que ni Severa pueda dejar de trabajar y siga dependiendo de sus padres; lo peor del caso y yo lo sé, es que  sus padres e incluso ella no entienden, no aceptan, no asimilan, los soldados rasos no gana una fortuna, les dan muchas cosas estando en su lugar de trabajo; otras muchas, diría yo demasiadas las tienen que comprar ellos, ahí adentro, un café, un refresco, una dona; equipamiento, cosas para el aseo, botellas de agua pues no pueden, hablando de practicidad tener garrafones por ejemplo; es un ambiente difícil y conflictivo, indiscutiblemente que muy bueno para muchas cosas, tiene infinidad de bondades que se deben de tomar en cuenta, la bronca es que la familia y la misma Severa entiendan que, todo tiene su proceso; nada es gratis, nada es fácil. ¡Pero sí que están buenos para que nada les parezca! si no es a su modo y a su acomodo.

Yo sentí que, podía ser esa determinación una forma en que Severa se encargara de tener su propia producción mientras estuviera ahí, teniendo forma aprovecharla y menguar la idea que le rondaba por la cabeza; como locura no tan descabellada, quería irse con su marido, el cual estaba en ese momento en un estado donde el clima es tan extremoso como difícil, nada adecuado para ambos; Severa con su anemia crónica y sus sangrados de la nada y Darien propenso a infecciones, el calor no era el mejor aliado. Pero aquí lo que me llamo la atención es esa disparidad de ideologías, por un lado, la idea de querer como pareja hacer su vida, como fuera, contra lo que sea y eso podía un arma de dos filos y no precisamente malo, solo tal vez arriesgado, pero quien no se arriesga no sabrá cómo le va ir, no hay bolas mágicas. Una parte de mi interior me decía que lo llevaran a cabo, la otra, la cerebral, decía que físicamente los dos podían correr ciertos riesgos, pero igual que mi hijo si no lo hacen no saben, y si no intentan no aprenden.

Harry por fin decidió que se iba. No le dijo absolutamente nada a sus suegros, sabía que le seguirían dando largas y en el peor de los casos drama seguro. Según ellos no querían decir nada por temor a enfrentamientos, yo le pedí todo lo contrario, finalmente ahí viven y saben cómo reaccionan, mi pensar no tiene nada que ver. Solo les dijo que iba a ver lo de su cartilla y hacer el servicio para liberarla. Cuando fui para el cumpleaños de Darien me preguntó si yo sabía algo, que, si regresaría, le dije que no, que no iba a regresar y que yo le había pedido que fuera honesto. Mientras platicábamos vi al consuegro con una reacción que no me esperaba, estaba consternado, por un lado, se sentía orgulloso de que lograra saltar sus bardas e hiciera lo que él veía correcto, al mismo tiempo desilusionado pues él lo había acogido como hijo y como tal quería que continuara con su tradición en el negocio; lo sentí molesto porque simplemente el otro se brincó las trancas y los dejó con todas las broncas; por otro lado creo que sintió, al igual que yo, que sería un aprendizaje, duro pero bueno. Cuando en el trascurso de cuatro meses entre que hizo circo, maroma y teatro para poder ingresar; fue un verdadero zarzal de líos, problemas y espinas. Dadas las condiciones poco favorables, fue un verdadero vericueto que se quedara, gastos al por mayor, compras de quien sabe que tanta cosa, finalmente se quedó.

Puedo imaginar a mi hijo más de lo que pudo habernos contado. Pienso que, al ser de las pocas cosas que decidió con o sin conciencia; realizarla a pesar de todo contratiempo; haber tenido el valor y lo que él solito estipuló, no podía imaginarse lo seria estar absolutamente solo. No esa soledad de cuando se fue de la casa, no esa, puesto que sabía que podía haber regresado, que tenía a la mano a su familia, que podíamos ir a verlo, hablarle por teléfono; no, era otra soledad que no conocía, esa de estar con gente extraña y saberse solo, esa que te corroe las entrañas cuando duermes en un catre duro, oyendo ruidos desconocidos, esa que cuando deseas un abrazo, no lo encuentras, cuando tienes días francos y vagas por las calles buscando rostros extraños para poder desahogar tus soledades.

No, no ha sido fácil, al contrario, admiro a mi hijo por entender que debe seguir adelante para saber quién es y hacia dónde va. Aun cuando en algún momento y sin saber la razón al escucharlo muy desencajado un día que me marcó. Había estado dos semanas sedado y vigilado en el hospital, su mundo en fracción de segundos se nubló, en algún momento se perdió en ese laberinto de contrariedad y pensó, tontamente en vez de buscar ayuda, cual era lo adecuado, salirse por la vía rápida. Yo sé que pasó por su cabecita, yo lo viví, solo que no puedo asegurar si las intenciones fueron las mismas. Afortunadamente creo que ahora entiende que primero debe de conectar el cerebro antes de tomar una mala decisión. Supongo que el mismo Darien está contribuyendo a esa ayuda.

Puedo medio, solo medio imaginar cual fue su frustración, desesperación, enojo, tantas cosas; pensando en ese momento, cuál hubiera sido el desenlace de no haber llegado un superior y le quitara el arma de la mano. Tuvo que haber sido un momento en extremo doloroso, nublado en que no enchufo el cerebro. Podemos tener en situaciones extremas, reacciones que después, no entendemos cómo llegamos a ellas, simplemente nos cegamos. Que también creo, no podía regresar con la cola entre las patas y derrotado y fracasado. Hacer algo, que, dentro de su cabecita loca, sabía que podía ser muy bueno, mas no sabía en realidad a lo que se enfrentaría hasta que no lo viviera en carne propia. En su caso como en el de muchos supongo, se ha de ver hecho rueditas, espirales, círculos de tantas realidades que casi segura, no imaginó y lo peor del caso siendo honesta, no me preocupa, ni me angustian los problemas a los cuales se puede enfrentar; curioso, pero no me asusta, ni me paso en vela las noches pensando si come, duerme, vive o se muere de miedo. Cuando se fue, yo sabía que tendría que enfrentarse a muchos problemas, algunos, a él le servirían para aprender a solucionarlos solo. Yo no podía seguir resolviéndole la vida, ya no y me dolió mucho, pero formaba parte de ese aprendizaje; así como ahora entiendo que podría haber hecho algo para Darien viviera conmigo, protegerlo y ayudarlo, pero… ¿sería lo correcto?, serviría de algo, no, solo elucubro sin saber lo importante, que quien debe decidir es mi hijo, este o no cerca. También, para no variar me sirvió a mí; saber el sentimiento que había en él y que yo, no podía hacer nada; cuando tenía días de descanso mientras estaba en su tiempo de entrenamiento y esperar a ver si se quedaba, si lo aceptaban; no tenía como muchos donde quedarse o se encerraban todos los días en la base o los mandaba a despejarse la cabeza, este lapso de tiempo le ayudó a analizar muchas situaciones que, en otro momento no habría hecho.

El hizo su entrenamiento en la base de Ensenada, en una ocasión me pregunto si podía quedarse unos fines de semana con mi hermano, a lo cual yo le dije que no creía posible pues generalmente salían. Él le llamó para preguntarle, Harry le pregunto directamente, que si podía quedarse y si le prestaba su lavadero para lavar sus uniformes. Podía y de hecho solucionó el problema, yo le di algunas ideas, sabía que no le darían chance. Lo entendí, pero no lo acepte, o lo acepte, pero no lo entendí. Argumento que no quería dejar a mi hijo solo con mi cuñada y sus hijas, puesto no le tenían confianza; acaso era tan malo, tan malo. El que tenía que aprender a solucionar sus problemas era mi hijo, le serviría más a él, que a los demás, que se les ha tendido la mano cuando la han necesitado.

En el pueblo cuando había temporada de trabajo, es decir antes de temporada escolar, era estar en la silla a las cuatro de la mañana y pararse dos veces a medio comer y parar al filo de la media noche; sin dejar de ir los lunes rigurosamente a vender en el mercado de San Martin Texmelucan, la noche de lunes para martes los uniformes escolares. Pero eso a levantarse a las cinco, bañarse con agua fría, ponerse a correr como tarugo, hacer ejercicio, comer lo que les dieran y aguantar el cambio de clima; le toco llegar en invierno y ¡Ahí no hace frio, es lo que le sigue! Ahora sufre de los primeros calores de cuarenta grados.

Para mi hijo las órdenes son y no, un problema, es un chico muy noble, lo cual le da ventaja o desventaja cuestión de enfoques, pues no se puede quejar de ello, educación y bases de moral que cualquier criatura recibe; así que no puede decir que no sabe, cuál es la diferencia entre bueno y malo, lo correcto y adecuado, si a eso le aunamos su inteligencia desperdiciada, que está acostumbrado más bien a manipular para obtener lo que quiere, si lo sabe utilizar de forma correcta puede llegar lejos.

Ahora tendrá que quedarse calladito y no podrá ni decir pío, aunque no esté de acuerdo, ni modo así le tocó. Tendrá que aprender a sortear situaciones o seguirán arrestándolo, lo cual no es nada bueno. Muy sociable, platicador, observador que sabe cómo ganarse a la gente y como aprovechar los hueros que se le vayan presentando. Lo primero que le pedí cuando se fue, era que hiciera lo posible por estudiar, que hiciera la preparatoria como fuera y que ingresara al colegio militar, esto por dos cosas; una para que tuviera una buena preparación y le generara mejores ingresos y, la posibilidad de mejores oportunidades; la segunda menos riesgo, menos problemas y forma de avanzar para obtener rangos más altos. Pero algo que no entendí muy bien y que vino para variar de la familia de mi nuera; el ingreso como soltero, lo cual era la forma en que podía ingresar al colegio y hacer una carrera; pero no podía ingresar al colegio si declaraba después estaba casado y afiliara a mi nuera y al niño.

Yo, la verdad, no entendí es estupidez, porque fue una estupidez, si no declaraba que estaba casado y no afiliaba a su mujer e hijo, ¡cuál era el problema!, ellos están más que atendidos uno en el Hospital Infantil y la otra en Perinatología; ¡que! ¿Acaso pensarían que se sentiría solterito y los dejaría, o que se desentendería o que sería mal visto?, no sé qué pensaron, pero eso para no variar, es su mente cerrada. Se ha dado la arrepentida ilógica de su vida por haber sido rebelde y no hacer la preparatoria, pero más se va a sentir estúpido por no haberse impuesto y haber hecho lo correcto; otra vez usando los verbos que no se deben.

Ya lo hizo, ya ni modo, tendrá que revalorar cuando cumpla sus tres años reglamentarios, que decide hacer con su vida; con la suya, no la de los demás, ni para los demás; pues si él no está conforme, no lo estará con los que tiene junto a él, sabe que no tiene mucho de dónde escoger, puede regresar con sus suegros, lo cual no será nada satisfactorio, se sentirá atado de nuevo y peor pues dejaran saber sus burlas y sus quejas, lo tildaran de fracasado y será una vida indeseable. La misma Severa sabe que deben salir de ahí.  Y eso yo lo sé, lo viví, lo sigo viviendo, pero es mi camino, el suyo es otro. No solo lo hemos visto nosotros, lo han visto otras personas; Harry quiere a Severa, pero lo que significa Darien para Harry es completamente diferente, todo su ser se llena cuando esta con el niño, más ahora que no lo tiene cerca. Mi hijo adora a su criatura, es su vida y su ser; se ha volcado en el cómo ese ente que llegó para transformar su mundo y su vida; por eso sé, que no habrá poder humano que haga que lo separen de su hijo. Ahora puedo ver tras bambalinas, lo que comenté en algún momento; se llevan totalmente diferente cuando están solos, que estando con la familia de mi nuera y es, una triste realidad; pero como no puedo más que ser realista, positiva y objetiva, ni lo puedo cuidar, ni vale de nada preocuparme pues no está en mis manos, solo me queda orar para que este bien y dejarlo.

Lo imagino haciendo lo que nunca, ni de pequeño, ejercitando su relleno cuerpo cebado por no hacer nada, sudando a mares, usando sus neuronas, siendo honesto dentro de sus preceptos, dejarlos sin dejar de sentirse extraño en un mundo de órdenes contradictorias, analizando sus errores y lamentándose al mismo tiempo; intentando quitarse las muletas de trozo en trozo, como cebolla de capa en capa. Un día hablamos por teléfono cerca de hora y media, lo escuche pidiendo auxilio, literalmente su voz temblona y apagada, en que daba a notar desconsuelo y desesperación; al mismo tiempo resignación y un hálito de madurez, me contó que había platicado con una psicóloga, la tercera o cuarta en su vida; que entre las cosas que le llamaban la atención era su inestabilidad, pero más su falta de seguridad en el mismo. Muchas veces le dije que debía de indagar que quería Harry para Harry, que quien era Harry por sí solo, esos cambios bruscos, pasar de un momento de seriedad y cargando una careta o armadura oxidada, para no sentirse lastimado al darse a conocer, a otro de nostalgia e inquietud, nervios y aceleramiento inoportuno; pero lo más importante que no daba todo lo que debía dar. Mi hijo ha demostrado no una, muchas veces que le sobra cerebro, a diferencia de Julia, esta es perseverante, terca y se afianza de lo que desea hacer y hasta que no lo logra; el otro, sabiendo que puede, se deja llevar por las aguas fáciles cual barquito de papel que maneja la corriente.

Que sucederá, no lo sé y ya no estará en esta historia, pues ese no es el cometido. Solo sé que pide a gritos auxilio y sosiego, que necesita estar con su familia y esta vez, hablo de nosotros; nos necesita y como siempre aquí estaremos. Pero lo que percibí ese día, no fue nada agradable; me sentí impotente, alarmada y con una fuerte sensación de que sentía inmensamente solo. No cabe duda que alguien lo cuida, sea su conciencia o un ente lejano; esta plática fue semanas después del episodio del arma.   

 

Utopías

Sus esperanzas de que su pudiera irse su familia con él se vinieron abajo, lo cual le dejaba la posibilidad de solicitar un cambio, para poder estar más cerca o más accesible a ellos. Me preocupa sobremanera, pero no puedo, no debo hacer nada; que siga esa criatura metida en esa casa, en ese ambiente, sin tener otras oportunidades, sin tener a su padre cerca que haga la contraparte en educación y equilibrio.  

 Decía muy horonda mi nuera, que quería que entrara en preescolar a una escuela Montessori, si claro, quiero verlo, aun cuando se le ayudara a pagar; va aprender a ser independiente, a pensar, a usar su potencial para regresar a un a casa donde lo van a molestar, a limitar,  juzgar, tildar de rebelde y anexas, aunado con esto mi nuera y no es pretexto, lo quiero aclarar por qué yo lo he vivido durante mucho tiempo, ella también sufre de la tiroides solo que en ella si es solo hipotiroidismo; un mal que aqueja a tantas personas y que es complicado de sobrellevar, te trastornan tantas funciones, pues es la glándula que regula infinidad de funciones en el cuerpo. A diferencia de Harry, Darien se altera con su madre, mi hijo lo tranquiliza, ella lo ignora, se desespera, lo deja cómodamente al cuidado de los demás. Para ella, como decíamos, en su casa no es aceptable que se sienta mal, que sienta cansada, deprimida, de mal humor, que tenga hambre o no, eso a su familia le viene valiendo y le sumamos la falta de ayuda y conocimiento para saber cómo ayudarse; se puede sobrellevar eso de muchas formas.

Un día le expliqué que podía hacer, incluso le dije que podía ayudar a Darien al mismo tiempo que ella se ayudaba, enseñándole cosas, jugando con él, buscando una forma de vida paralela; esa criatura es tan susceptible, que se da cuenta cuando algo no está bien, a su corta edad, se vuelve el héroe ayudando a los desvalidos con su ternura y su entrega total.       

Lo que no quiero y espero no suceda, que sea esa actitud la tomen como pretexto de claro sentimiento de autoflagelación para obtener atención de él, pues eso lo detectará en algún momento y se retirara. El necesita ser útil, ver que los demás entienden y por consecuencia ser útiles. Si él puede, no espera que los demás no lo hagan, máxime siendo normales.

Lo dije en un inicio y lo sostengo; no veo mal esa diferencia de ideología, de vida, de todo; lo que no entiendo y no es mi problema, lo que va a pasar Darien para quitarse esas piedras, será interesante de ver, los que van a batallar con él, son los demás, él no, para nada. Mi hijo me comentó en algún momento: - no sé si sea bueno que solicite un cambio por la condición médica de mi hijo, acabo de entrar y no creo que me lo den - esto fue un consejo que le dio un superior, ¿porque la duda?, ¿de dónde asumía algo que aún no había hecho?, denotaba esa falta de confianza, a lo cual, solo le comenté que cuando se hacen las cosas bien y se actúa correctamente conforme a lo que debes hacer, las recompensas para sí mismo en primer término y los añadidas llegaban, así como también le dije; que desde mi punto de vista debía de buscar la forma de estar cerca de su familia, si recordamos esa manera de pensar media incongruente tarde o temprano le meterían pájaros en la cabeza a Severa y por otro lado le estaba anticipando las reacciones de Darien conforme fuera creciendo. Y sucedió el enfrentamiento.

Llego Harry a la Cuidad de México, contra todas las broncas que se echó encima, pues no le tocaban vacaciones aun, se aprovechó de brincarse algunas trancas y logró que lo dejaran salir unos días, esto le costó caro, no solo en dinero, pues le pidieron que realizara algunas tareas a costa de su bolsillo; en fin, llegó y se encontró con su mujer e hijo. Recordemos que habían terminado con sus anhelos cuando aseguro a su familia, eso le quitaba toda posibilidad de poder aun haciendo la preparatoria de ingresar al colegio.

El aprovecho esta venida para poder ingresar a Darien al hospital militar; eso fue lo que tanto pelearon los padres de Severa y ella misma, ¡cómo no iba hacerlo!, ¡qué tal si se daba a la fuga sintiéndose soltero!, total que importaba que se quedara como vil soldado de tropa, pudiendo haber hecho una carrera y ganar más, obtener un rango, eso no importaba.

Se me ocurrió estúpidamente, que como mi nuera se tenía que regresar  antes al pueblo, pues tenía la inmensa fortuna y suerte, de haber sido elegida por los dioses, de tener que participar en una casilla electoral; si, estoy siendo sarcástica, aparte de cuadrados, politiquillos, como si eso dejara algo bueno, en fin, se queda mi hijo para poder llevar a Darien al hospital, se me hizo fácil a sabiendas y que coraje de verdad saber lo que va a pasar, como si en efecto tuviese una bola de cristal y adivinara el futuro.

Yo sabía desde la última plática de más de hora y media que tuve con mi hijo por teléfono, que quería venir a verme, lo sé, estaba en medio de un marasmo de confusiones y contradicciones; más que eso de nostalgia, ganas de que lo abrace fuerte y le diga que lo amo, que vea en sus ojos y sienta en su voz, que ha avanzado en el camino del reencuentro, no ha sido nada sencillo, de hecho ahí está el punto ¡con un carajo!, tenemos que pasar por cada una de esas bardas, piedras, dolores, soledades para encontrarnos. Me duele mi hijo, soy madre, él es padre.

Le advirtió Severa que debía de llegar al día siguiente con el niño, en primera porque le harían una misa; lo que me pareció de lo más estúpido e incongruente y que en efecto fue mi augurio cual arbitrio funesto y certero; si quería venir a verme a Querétaro, era solo, ¡no podía traerse a su hijo, suyo de él!, su queridísimo suegro no quería que se lo llevara, no fuera ser que no lo regresara, ¡Eso quisiera hacer, quedármelo, nada más a él!    

Pero después de todo, no llegó más que a enojo de parte nuestra y de él, se tuvieron que quedar mi hijo y mi nieto el día de la misa, con todo y enojo; había que empezar a introducirlo en las consultas en el hospital militar, así que, al día siguiente los alcanzó mi nuera y ahí se quedaron hasta el día de la cirugía, la cual, ya estaba programada en el Hospital Infantil.  Para variar con su labia y artimañas logró en menos de una semana que, le arreglaran las citas, hicieran exámenes y le entregaran copia del expediente, que normalmente se tardaría tres meses, se lo dieron en cuatro días. Para mi nuera, era ineludible que esa confianza que le tiene a su marido, se viera reforzada; está moviendo los hilos de tal forma que, pueda de manera neutra, estar con ellos, fuera del pueblo, lejos de la malsana influencia y logrado entender que dos son más que uno.

 

 

 

 

 

No es magia, es realidad

¡No soy bruja, ni tengo bolita mágica!... es simple lógica o ilógica, no sé… Yo veía a una criatura que en la medida que fuera creciendo, lo iban a tomar por rebelde y desobediente; presentía que se debatirían entre dejarlo ir al preescolar y ponerle tutor en casa, no le fuera a pasar algo; o puede que ni tutor, si los otros sobrinos ignorantes, si es que van, para Darien no sería más que pérdida tiempo, él claro está , los dejaría con los ojos cuadrados y triangulares cada vez que decidiera hacer algo que él quería, sin importar y solo midiendo sus fuerzas, atajando sus molestias, simplemente porque es terriblemente terco y perseverante.

Imagino su enojo al ver, la extraña diferencia, entre atascarse la boca cuando le dan de comer, empujándole cucharada tras cucharada sin darle tiempo a masticar, con lo cual parece ardilla almacenando la comida en los cachetes, a comer con su cuchara o con la cuchara favorita de la comunidad; la tortilla y empujándola con sus manitas.

Una ocasión que estuvo con nosotros solo con su mamá, fue un año nuevo y se quedaron dos semanas, Darien tenía un poquito más de dos años, tenía poco de haberse soltado a caminar, parecía pingüinito o algo perecido, suponíamos que necesitaba guardar el equilibrio entre su inmensa barriguita y la fuerza que suponía el esfuerzo de caminar; recordemos que con los músculos del abdomen hacemos prácticamente todos los movimientos y esfuerzos, pero, la realidad es que caminó cuando el decidió que quería caminar, no obstante aun no quiere hablar, ha de decir que para que, si todo le adivinan y es cierto; me preocupare cuando comience a hablar, horror va ser una pesadilla para todos, será el niño NO.

En esos días nos dejó con la boca abierta, estábamos sorprendidos de su capacidad no solo de aprender, de imitar, pero sobre todo de observación; es tan analítico, que de entrada, el decidía en que, momento y cómo, dejaba que las personas se le acercasen, a mí que no me ve muy seguido, se pone rejego el primer día; claro que lógico después del viaje y llegar de noche, pero él se divierte a su modo. En una parada técnica que hicimos para tirar el agua acumulada en la vejiga, pasaron por delante de la camioneta unas chicas, las cuales fueron seguidas con la mirada atenta de la criatura hasta que desaparecieron de su vista; desde muy pequeño es coqueto o yo diría que conchudo y se deja querer si él quiere claro está.

De las primeras cosas que me llamaron la atención fue, que estaba acostumbrado a que le dieran de comer, lo sentaban en su periquera o en las piernas del abuelo, yo le puse un cojín en una silla, para que alcanzara y le puse su plato y su cuchara; cuál no sería la sorpresa, le quito las manos a su mamá para agarrar él solo la cuchara y comer.

Cuando le mencionamos y le hicimos con el ejemplo de masticar y luego meterse otra cucharada, dejó de rellenarse los cachetes de comida; dejó de masticar con la boca abierta y ya no empujaba la comida con las manitas. Al día siguiente de que llegaran, ya se había acostumbrado al espacio, en mi a casa a diferencia de la de sus abuelos maternos, podría ser como dijo mi nuera, que era como si se manejara en su recamara; ese espacio es un poco más grande de lo que abarca mi sala y comedor con la cocina, honestamente no creo que sea esa la razón, pues se movía como pirinola por todos lados, y no pienso que sea esa la razón por que sencillamente los muebles no están dispuestos igual, así que cómo podía pensar en que, veía la mesa del comedor y sin pensar saber por dónde moverse; no se pegó ni una sola vez; corría como loquito y esquivaba los muebles como si nada.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La necedad andando

El primer día que Darien vio a mi hija; no estoy muy segura de que tanto  la recuerda o no, pues la había visto varios meses antes; otro yoyo territorial que pretendió cual perrito dejar en claro cuál era su territorio, la dejó con un palmo en la nariz, hasta que Julia descubrió,  inconsciente o consciente, yo pienso que lo primero, que si se ponía a la altura de la criatura, jugando con él, obtendría algo y como estaba azorada de la vivacidad y lo mulísima que es su sobrino, la tenía enganchada, al grado que parecían no uno, sino dos criaturas corriendo para todos lados.

Como fuimos al supermercado, pues había que llevar leche, Darien toma mucha y pañales en paquete grande; le llevo Antonio unas colchonetas de plástico, de esas que se arman de colores para poner en el suelo; a él, también lo traía tarugo. Julia se encargó de armarlas para hacer un túnel, al que, en el otro extremo, le puso una cobija; se pusieron a jugar cual enanos, las risas de los dos y de nosotros eran estridentes. Corría de un extremo a otro, mientras mi hija se escondía y le salía por el otro lado, pregúntenme que pensé al verlo moverse de esa forma, que no era más que esa terquedad de hacer lo que le viniera en gana. Según lo que dicen, esa molestia física de cierto dolor manejable, el cual indiscutiblemente solo él sabe si lo tiene o no, no hay manera de saber si le duele o no, que tanto o si es poco o nada; ¡le voy a mandar a poner sensores para medir su dolor!, lo cual me deja con la certeza, de que para variar, somos los adultos los que enseñamos lo que ellos no se dan cuenta, el dolor, el enojo, el rencor, la prudencia, cualquier cosa que van experimentando por su propia cuenta, hasta que neceamos en lo contrario.

Un día en que estaba jugando, empezó a sacar debajo del sillón, la camita que se esconde, en la cual, era donde dormía él; tontamente rodeado de los cojines para que no se fuera a pegar con los muebles que están cerca, ni remotamente le hubiera pasado nada, solo se sentía sultán entre tanto cojín. Al principio quisimos ayudarlo hasta que nos mandó a la goma, cual era de esperarse; logró meterla y sacarla solo, nuevamente eso requería esfuerzo. Comenzó con señas a poner sus manitas en la camita para que me acostara, no necesita hablar, con sus movimientos se daba perfectamente a entender. Me acostaba y se trepaba encima de mí para hacerme diablura y media. Se ponía a observar lo que hacíamos, como lo hacíamos; tengo la costumbre de hacerle apapachos a mi marido, en la barba o juntamos la cabeza, le agarro el brazo; mientras comíamos de repente comenzó Darien a ponerme la cabeza junto a la mía y haciendo su típica carantoña con gestos de risa enseñando dientes y le hacía a Antonio con la manita cariños en la barba igual que yo; cuando regresó a su casa trató de hacerle lo mismo al abuelo, no le agradó que llevara monerías diferentes; su expresión bastó para que Darien lo dejara de hacer, se dio cuenta de que había regresado a su casa, así que adaptarse y cual camaleón es, recordó que ahí es donde todo le hacen.

Me da tanta ternura y al mismo tiempo me retuerzo de la risa con sus gestos, ¡es tan expresivo!, como cuando descubrió que, si me hacía gesto de enfado en vez de asustarme o dejarlo en paz me reía, eso bastó para que ese gesto, fuera su bienvenida cuando me veía. Salíamos a caminar en las tardes por la privada, con su cuerpecito de robot y si en algún momento le daban ganas de que lo cargaran, comenzábamos a jugar con él y mágicamente se le olvidaba. Incansable, terriblemente inquieto, sagaz y muy intuitivo.  

Cuando fuimos a regresarlos a su casa, me sentí muy mal, había descubierto que ese niño sería muy complicado en la relación con su familia materna, me di cuenta de que iba a vivir entre dos mundos y nada que ver con que lo veamos o no, simplemente, él ya trae su carga, su carácter, su pensamiento infinitamente más abierto que el de sus parientes cercanos, me di cuenta que no puedo, más bien no debo de meterme, pues lo peor del caso es que me quede con una impresión muy extraña de su madre.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La tecnología al servicio del hombre

Podríamos haber pensado que por el hecho de que estaban de visita, ella supuso, que acapararíamos a la criatura, que nos haríamos cargo de él, de pies a cabeza; lo curioso y no sé cómo explicarlo, yo pienso que, con todo y que este esté en casa ajena, no solo atiendo a mi criatura, si veo que están haciendo otra cosa; lo vigilo. A un niño pequeño hay que tenerle mil ojos; simplemente no me pongo a perder el tiempo en el teléfono o dejo a mi criatura ahí sin ver ni que hace. No sé, me dio la impresión de que su atención, no estaba precisamente atenta, que si en mi casa lo dejó que se entretuviera con lo que pudiera mientras ella se metía en el teléfono, no imagino en su casa como es, cuando tiene a los primos para estar con él. Contradictoriamente ella me comentaba, que, si está muy consciente de que debe ir al preescolar, y que sabe que no debe de desperdiciar esa capacidad que se nota a leguas, la pregunta es; ¿podrán después de empezar a darle alas para volar y mente que ocupar, lograr que no existan diferencias y problemas?, pero como no puedo ponerle la excusa de que se sienta mal en algunas ocasiones, tendrá que aprender, como madre, que eso pasa a segundo término.

Y no seré la más indicada para dar ese consejo, lo sé. Es muy cuestionable, ahí es donde yo sabía que no podía inmiscuirme; en primera porque no es lo correcto, solucionarles los problemas a los dos, ellos deben de decidir qué hacer con su hijo. Por otro lado, sería más complicado para él, estar dividido en dos mundos tan diametralmente diferentes y contradictorios. Pero mi mente se negaba, una parte de mi me decía que podíamos arriesgarnos, que podía pedir una especie de tregua, tal vez un tiempo, ayudarle a fortalecerlo, para en efecto, se preparara para lo que se le avecinaba. Darle un chance de que tuviera esa educación que le permitiese sortear los problemas y saber cómo salir adelante. Ayudarlo a que se hiciera independiente, que tenga algo con que defenderse en la vida, pues no tendrá madre, ni padre toda la vida, ni abuelos para siempre, ni nosotros tampoco. Saber que puede aprender y lograr sus objetivos y no dejarlo como una persona que dependa de los demás para seguir; me da pavor cuando empiece a hablar, cuando quiera leer, cuando exprese sus ideas. Pueden pasar muchas cosas y hacia donde volteará ese niño. Pero era algo que debía de analizar y sobre todo hablar con sus padres, solo con ellos. Así como en muchas ocasiones los padres generamos respuestas ante las dudas de los hijos, pero lo correcto es darles las armas, las decisiones son de ellos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El proceso de las intenciones

¿Analizar?, ¿reflexionar?... ¿será?... No sé si comenzar por el principio, cual debería de ser, pero tal vez iniciar con las repercusiones y el desenlace de esta crisis que se apodero de mí sería interesante. Puesto que esta me llevó a realizar cambios muy drásticos y a la vez comenzaron a generar esas dudas, no solo respecto a mi nieto, mi hijo y a mi frágil estabilidad que estaba carcomiendo mi vida. Ha sido muy fácil hablar de mi hijo y de mi nieto, de la familia de mi nuera, de las diferencias marcadas, pero al extender cómo somos nosotros o, de dónde parten esas insensateces, que en aparente sin sentido, revolviendo tiempos, personas, situaciones, ya que, de alguna manera tenía que expresarlas, no solo para entender quién es Harry, quien soy yo y cuál es el motivo de los conflictos.

Somos una familia “normal” y lo pongo entrecomillado porque no existen las familias normales, en todas y cada una existen desavenencias, hueros, inconformidades, alegrías y satisfacciones; decir que aquellas que componen un padre y madre son mejores, que las que carecen de uno de los dos o ambos, seria inconsistente con una realidad; que si aquellas en que son dos madres o dos padres, no deben según la moral e ideología de la sociedad que, aplaude al machismo y la abnegación como fundamentos de la familia correcta o que se basa en ejemplos; cuando deciden que estos son negativos y afectan la psique de las criaturas; es como encumbrar al que golpea, humilla y denigra sabiéndose protegido por la sociedad, que ve con buenos ojos que se alcoholicen, se droguen o incluso que exista promiscuidad. Cuando cada cosa que se hace como progenitores, sea lo más insignificante o lo más grande, con palabras, acciones, ejemplos o hechos, interfiere en el resultado a futuro.

Se han de preguntar a qué viene todo este choro, cuestionamiento, introducción fuera de tono de la historia que estamos contando. Parecerá extraño, pero tiene que ver todo. Y no solo conmigo y, les aseguro que será un enjambre interesante y nada fútil. Durante muchas veladas, en que nos encontrábamos tratando de desmembrar y saber: ¿qué quería de mí?, ¿hacia dónde iba?, ¿que había hecho?, porque, cuándo y cómo. Y como me había dejado llevar por la fácil salida del “no sé y me vale” o, de evadirme en medio de desenfrenados enojos e histerismos, sin llegar realmente al fondo de nada.

Podía tener días en que, simplemente no aguantaba un simple comentario y explotaba, no solo en llanto, en gritos, es ansiedad al extremo. Ya estaba siendo muy frecuente que me saliera de mis cabales, que mis estados de ánimo se trasformaran de un segundo a otro en aparente tranquilidad a estallidos de enojos o insatisfacciones recurrentes. El cuestionarme con: ¿Qué hacía de mi vida? ¿Que esperaba? Pero, sobre todo, que podía sacar de fructífero, tras muchos años de estar aletargada, indiferente e inexistente.

En una ocasión le habíamos dejado tener a Julia unos pollos que nos dieron el supermercado, parece inofensivo, lo fue, por varias circunstancias provocadas para variar por mi comadre; la tensión familiar, era una olla exprés. Yo no estaba en ese tiempo en la casa, me había ido a la Cuidad de México a estudiar, cada fin de semana que llegaba casa, era departamento de quejas.

 Es día estábamos todos, no sé por qué fue en sí, el problema, no me acuerdo con exactitud; Ana encerrada en su recamara como siempre con tal no ver a Antonio; en un momento de estallido aparentemente sin explicación, tome mi plato de comida y lo azote en al suelo y grite que ya estaba harta. Creo que al poco tiempo fue cuando decidí regresarme, con todo y el enojo de Antonio y de mi madre, sabían que me sentiría frustrada y fracasada.

En efecto así me sentí, pero nunca y lo dejo muy claro arrepentida. No perdí lo mejor que he tenido en la vida. Uno piensa que cuando llegas a cierta edad, indeterminada, por cierto, puesto que puede ser que, a los veinte, se pueda ser racional, o llegan a los cincuenta y apenas medio atan cabos, la edad es tan relativa, cual Newton quiera que sea así. Pero en la vida terrenal entre los mortales, actuamos de una, representamos otra, la física, es decir, que tan jodidos nos veamos al espejo y la cronológica; lo cual nos deja la incógnita ¿qué maduramos?, ¿a qué le llamamos madurar? Es algo, que yo en lo personal, creo que es como la rueda de la fortuna, a veces estas arriba y a veces abajo, y está en directa relación con lo que aprendes abajo y arriba, no muy claro el asunto, ¿verdad?   

Suponemos que comienzas a tener algo más de eso que se llama conciencia, de lo que nos rodea, de las situaciones a nuestro alrededor; no solo de la vida, también la de personas que están con nosotros; las que dependen de uno, a las que les procuramos ya sea buenas o malas acciones; y cuando aún no entendemos las leyes universales, nos da igual ese asunto de tratar a los demás como queremos ser tratados, o aquel que dice que con la vara que midas serás medido; es entonces, tal vez, cuando te dedicas a reflexionar del pasado.

 Seguiré disertando. Entonces, yo me decía que no podía estar arriba en la rueda de la fortuna, que seguía abajo, pues no había aprendido nada; lo que sucedía es que no quería darme cuenta de lo que había hecho ni abajo, ni arriba. Decíamos entonces que ese pasado, obviamente ya pasó se fue, chupo faros, se desvaneció como hielo en playa y nada de él puedes cambiar; y que el futuro, ese que aún no llega, en el cual, afortunadamente no existen las bolitas mágicas, ni que te hecho las cartas, te leo el futuro, como ¡para que!    Aparte de que no es posible, no serviría de absolutamente nada; entonces en algún momento lo ves obscuro y sin sentido, peor aún, cuando lo que tienes en ese instante, no lo puedes distinguir como la realidad que es; lo pintas de colores ya sea rosa o gris porque como no tiende a blanco ni a negro, es como cuando no sebes en donde empieza el calor o el frio; las medidas aplicables a ver un vaso medio lleno o medio vacío, y todo, para que no sea tan dura la realidad  y no querer ver más allá de las cosas infinitamente hermosas que existen a nuestro alrededor. Dentro de este caos sin sentido, en una historia que parece sin pies ni cabeza, las reflexiones pueden ser un tanto fastidiosas, pero aguanten la vara y continúen.

 

 

 

 

 

 

 

 

El universo que explota

Haré un paréntesis y contar lo que sucedió en algún momento, o en muchos momentos en realidad. Este episodio me dejó en un estado de shock durante muchos días, este en concreto, explote y llore tanto, como hacía mucho no lo hacía; y que mi derramamiento de lágrimas podría haber creado un gran piélago; no solo de dudas, remordimientos, impotencia, como sucedió. Estaba tan desolada que tuve cual ave fénix resurgir de mis propias cenizas para poder seguir y entender.

Sola no estaba. Como en muchas otras ocasiones estábamos reunidos en casa, con algún amigo o dos o tres. Generalmente los mismos, Gabino el de la armadura oxidada, el abogado que era el tercer mosquetero cuando en esos tiempos tan difíciles nos juntábamos los tres y hacíamos el mundo nuestro. Él es también de las personas más importantes en mi vida. El otro amigo incondicional que nos ha sacado de las broncas más dolorosas.

Había llegado a Querétaro con una mano detrás y otra adelante. Sin estudios, con una vida terriblemente difícil, logró levantarse, hacer una carrera, licenciarse en leyes. Muy inteligente, capaz con un huero inmenso de falta de confianza, solitario, de los que sabe con quién puede abrirse para no perder su vulnerabilidad y salir lastimado; noble en exageración, el da sus calzones y no le importa, ha llegado a ser como un ángel de la guarda para mi hija y una guía muy certera para mí. Le daré su crédito merecido cuando platiqué de los destrozos en que me vi involucrada y los cuales logro atenuarlos. El otro, es Eduardo, un compañero que tuve cuando trabajaba en vips y que en ese tiempo fue un buen compañero, amigo, confidente y desde entonces muy dado a decirme que estaba muy loca; pero al tiempo cuando nos volvimos a encontrar, centrado y yo más equilibrada, la amistad de la cual he hablado, seguía en pie, sin fracturar y creo más sólida; como dos adultos que podemos dejar atrás las relaciones que buenas o malas, dejan lo que vale la pena. Ha sido para mi marido y para mí una buena amistad, con todo el respeto y cariño que existe. Tan ha sido buen camarada, que fue el elegido por su sentimiento equilibrado, para un evento que fue importante. Los tres aleccionados de muchas cosas que me habían pasado, los tres al igual que mis únicas amigas en diferentes épocas, siguen junto a mí. Cualquiera de ellos sabia más de mi vida que yo misma, a la par de mi marido podíamos pasar toda la noche platicando de mil y un cosas, tirándonos tranquilamente una botella de tequila.

A veces las pláticas cuando se centraban en situaciones como el trabajo, recordemos que Gabino, trabaja en el mismo sitio que yo estaba, pero aun fueran los otros dos, el resultado era el mismo, nos metíamos hasta la cocina tratando de arreglar el mundo; cuando el tema aparte del trabajo, era la situación con mi hijo o mi nieto, esta se tornaba escabrosa, pero nada como cuando se tocaba el tema de mis inquietudes, insatisfacciones y enojos, los cuales, mucho después entendimos el porqué.  

Sucedió un día, muchos de esos que se presentaron a lo largo de algunos años y es increíble, ahora lo veo desde otro prisma; mi gran debate entre intentar redimirme con mi pobre actuación con mi hijo y el ver que a mi nieto se le avecinaba una vida muy complicada y entender que no poder hacer nada al respecto, más que aguardar a que ellos solos marcara las pautas y ver con mucha gracia como se iban a desesperar.

Pero la desesperada era yo, queriendo justificar mis traumas que ya no podía cambiar, lo que veía y que no me correspondía, entonces algo estaba mal; aparte de mí claro, de mi propia insatisfacción, de mi propia vida llena de hueros sin llenar.

No somos de esas personas que nos tildemos ni remotamente rencorosas, de hecho, tenemos la ideología de; “si tu mal tiene remedio para que te preocupas, si no tiene, para que te preocupas” y es algo que difícilmente se hace; el ser humano se desgarra el alma cuando tiene problemas; los hacen más grandes, más chicos, les da vueltas, los apapachan y acogen para que sigan viviendo, entre tanto piensan, en qué momento decidirán buscar alguna opción y eso, si lo hacen; mientras siguen en una burbuja para supuestamente cuidarse de los ataques y lamerse la heridas. Entonces me di cuenta de que no podía culpar a los demás por lo que yo sentía, ni tampoco podía castigar a mi hijo, por lo que yo había hecho. La que estaba inconforme era yo. No podía ejecutar a la familia de mi nuera por ser como son, puesto que es su forma de vida, no se les puede cambiar. Enojarme porque él se debate entre su educación y la de ellos, ese era su problema, no el mío. Entonces tenía que escudriñar en mi cabeza, alma y corazón, el motivo de mi insatisfacción. La cual después de atar cabos, no solo la tenía yo, también la tenía mi hijo, mi nuera, sus padres, mi madre, mi hermano, mi comadre, mis amigos; si quieren hasta ustedes añádanse a la lista. 

Entonces despiertas y te preguntas ¿en qué mundo vivo, que vida quiero, que hago?, no tienes todas las respuestas. El corazón o, mejor dicho, los sentimientos hacen o provocan grandes decisiones, a veces, ni uno mismo sabe hasta donde se puede llegar. Cuando nos quedamos detrás de una barda, parados y pensando ¿que habrá detrás de ella?...  ¿sí podemos saltarla?, ¿y si nos caemos?, ¿y si no sabemos cómo nos va a ir después?... y si, y si, y si sigues así, nunca jamás pasaras esa barda, de eso… que se llama miedo; la falta de confianza, apatía y ese no querer salir de la burbuja de la comodidad de donde todo te dan, todo tienes.

Pero como cuando después de una tormenta llena de truenos ensordecedores y nubes negras cargadas de lluvia, sale el sol esplendoroso y limpia en cielo dejándolo azul, lleno de estrellas por las noches y alguna luna llena que alumbra el camino; así pues, ¿qué sería de la tristeza sin la alegría, la desesperanza sin la fe, y el enojo sin el entendimiento?, es entonces cuando los sentimientos juegan un papel intrínseco, que solo el que los siente, decide cuanto valor darles o cuanta medida aportarles; acaso habrá quien ante el dolor lo vea y sienta como esa carga de redención que lo apodera de sus sentidos, viendo como carga esa loza pesada diciendo, es mi cruz o podrá ser que ante un problema mayúsculo, le busque una plétora de pensamientos positivos y soluciones antes de rendirse. Ahora supongamos, que esas vicisitudes, son solo la antesala, de los aprendizajes que obtendremos de ellos.

 

 

 

 

La victima que no es tal

Mi comadre había vivido en una burbuja de insatisfacciones; se había dado la tarea durante toda su vida de cargar con la bandera del sufrimiento, el manipuleo, sentirse la victima de la vida que llevó. No es mala persona y quiero dejarlo claro, ahora que puedo poner en su justo lugar a cada persona; ella solo pensaba y sentía que, hacia lo correcto, salvaguardar a los que eran de su propiedad, o sea nosotros, de los errores que pudiéramos cometer; y no nos enseñó a vivir, pues ella no pudo o no quiso vivir; se dejó llevar por el camino más fácil el de culpar a los demás, mas no supo cómo intentar, caminar su propio camino con todo y sus errores y piedras; entonces cargo con las de los demás.

Culpó a sus padres, a su madrastra, a sus hermanos, ella se sintió aislada, lo cual le hacía recurrir a muletas, que éramos nosotros.  Nos encerró en un hábitat de incongruencias y críticas, no éramos nada, no teníamos nada, sin ella no existiríamos; pero al tiempo, descubrimos, que, dentro de sus exageraciones y sus enfados, no pedía nada que no fuese malo o incongruente; ¿ser responsables, educados, honrados? Ella no permitía que no fuésemos a la escuela porque teníamos flojera, llovía o hacia frio; revisaba las tareas a la hora que llegaba once o doce de la noche y si no estaban hechas nos despertaba para hacerlas. Tal vez no fue muchas veces la forma; pero la realidad es que no se sabe, somos rompecabezas o puzles, todos los hijos son diferentes, todos los seres somos disímiles unos de otros. Como tampoco es pretexto el no ser padre o madre, es cuestión de querer o no habría adopciones; pero aquí un punto importante, el carácter y la genética, que no se pueden cambiar. La educación, el medio ambiente, la cultura, sí. ¿Cómo equilibrar ese crisol de variantes? Con amor, respeto, comprensión, disciplina, reglas. Hacía tiempo que había comenzado por rondar y hurgar en mi vida; esas acciones, sentimientos y consecuencias; estaba en la típica época del despertar de la conciencia. Cuando llegó ese momento en que amanecía y ya ponía cara de horror, tengo que despertar y levantarme de la cama; con los parpados hinchados y tan pesados que no querían abrir.

Tenía ya mucho tiempo, desde Córdoba en que por error de interpretación o simplemente por desconocimiento, estaba mal medicada para la odiosa tiroides; lo cual me generaba muchos cambios, aunado con el estrés, esta pobre glandulita se ponía más loca que de costumbre. Me sucedió lo que nunca antes, era Aurorita; me costaba dormir y yo, sin dormir bien, soy nefasta. Empecé a tomar medicamento. Ya estando en Querétaro y que me lograran estabilizar, mis depresiones y ansiedad no disminuían, se acentuaban, ¡entonces no solo era la glandulita dichosa!, ¡la rutina me estaba matando!... ¡¿Qué?! ... ¿no puedo echarle la culpa a algo?… ahora resulta, ¿estaba loca entonces?…

Horror desde un día antes, dejar planchado, preparado el desayuno, la comida, si nos tocaba comer en el trabajo y si no también. Los sábados y domingos pasarnos lavando y haciendo el quehacer de la casa, pues entre semana ni ganas. Cada día, de cada semana, de cada mes. Llegar al trabajo, hacer lo mismo todos los días; renegando de las incongruencias y las sandeces de los demás; regresar a casa para hacer las mismas cosas; ver a la misma persona con la que he habitado, dormido, compartido; enojándonos, riéndonos y amándonos infinitamente desde hace años.

Mis pensamientos se estaban aglutinado y amalgamando, como si mesclara de repente y sin sentido, viejos sentimientos que iban llegando, como si esa fusión, diera como resultado una cámara del tiempo, en donde, el pasado se unía al presente y me fastidiaba el futuro. Me di cuenta por qué comencé a escribir, no era ya solo por fuga. Hice de escribir en un principio no solo huir; cuando mis primeros escritos fueron una variedad de sentencias de cualquier cosa que veía a mí alrededor, de aquellas cosas que me inquietaban; como esa hija que vivía en un pueblo, donde solo servía para cocinar, remendar y recibir sin deseo el semen de la hombría que diera para procrear; o aquella que desmembraba las relaciones de pareja, o de los hijos, los valores y la educación; o aquella otra que hablaba de los niños de la calle. Estos se fueron tornando protestas contra la sociedad, contra la injusticia y la inconformidad, pronto descubrí que la facilidad con la que brotaban las ideas y las plasmaba en un ordenador era increíble, pero me faltaba.

Requería de aprender cosas de las cuales no tenía una noción real, entonces decidí tomar cursos de redacción, de narrativa, y otros que me llevaron a la sentencia, que hoy me deja con un buen sabor de boca y las neuronas trabajando, además de que me gusta, lo disfruto; tenía que dar ese salto y tomármelo en serio, saber de dónde sale una reflexión de una insatisfacción; una alegría hacerla una victoria; un logro crear una recompensa; de una ausencia un remanso y crear los motivos para escribir.

Lo que fue fuga en un principio, se tornó en la forma de empezar a desnudarme, aquella, en que expandiera mis miedos, mis sueños, esos anhelos ocultos que tras una historia ficticia y al analizarla, descubriera que era yo la que pedía a gritos algo y que aún no entendía. Ahora lo hago porque sé que puedo hacerlo. No se tomen muy a pecho ese desliz esponjante y andante de sentirme de lo mejor, me falta mucho para eso, espero llegar a ello; pero lo importante es que me gusta y lo disfruto, no lo hago para ser una lumbrera y aquí no entra, el conformismo de hace unos años; de saber que he sido buena trabajadora, buena hija, buena madre; no, es el sentimiento de hacer por dar a los demás, nada más.

Se ha convertido en la delirante forma de extender mi otro yo, ese, que no dejo o no quiero dejar salir, ese que me corroe y me estaba matando de hastío y de ausencia.

En algún momento no hace mucho, alguien me dijo: “si no aspiras a vivir de esto, no lo hagas, no sirve”; pero entonces me pregunto, si acaso esa prima que hace teatro, la cual, no es de ese medio comercial y lleno de dinero, con producciones millonarias, que da clases a chiquillos, ¿gana para vivir?, sí, y vive bien, no es famosa en las televisoras, por algo será, tiene sus razones; lo que sucede es que ama su trabajo, adora lo que hace, lo disfruta como si fuese la razón inexplicable de su vida, la cual tampoco fue de lo más perfecto, ni lindo.

Como ejemplo de aquellas personas que hacen una labor por el simple hecho de aportar algo a los demás y que, cual ley universal se te regresa, aumentada y corregida. Sin hacer menos ni criticar por mal, no estoy dispuesta a ser una Cohello, ni nada semejante; son buenos, mis respetos; quiero ser YO, nada más; no quiero comercializarme, quiero dar utilidad, sobre todo utilidad a mí misma. Admiro en demasía, lo adoro, al maestro Saramago, como a muchos otros; leer por leer, no… ¿Que si me divierto?, sí… y mucho, ¿que si analizo a veces?…

Otra persona me dijo: “la gente busca lectura para entretenerse, no para pensar, ya se tiene suficiente con el día a día, para que sufrir; es como ir al cine, vas para distraerte, ¡carajo!” Ahora quiero ver que los chicos lean, por lo menos las tiras cómicas, tal vez, solo tal vez, acaso una criatura que le caiga esto en sus manos, de entrada, no sepa ni de que madres estoy hablando; peor, tal vez un adulto joven diga que son tarugadas, en fin, estoy divagando; el punto, esto es como semillas de curiosidad, que se van dejando esparcidas, quien las coseche, será otra cosa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El centro de mi universo

¿Hasta dónde voy a llegar?… ¡ni idea!, algún lado será, debo llegar algún lado… Recordemos que este florilegio de historia, que empezó con una criatura y que espero, no llegar al fastidio en la narración y cumpla el cometido esperado. Pero como toda historia deberá pasar por sus hecatombes, luchas, héroes, laberintos, hadas y ángeles protectores. Así como algún capítulo de solo reflexión y nada de acción, aburridos pero detectores buenísimos, para dar rienda suelta a los sinsabores y los hueros. Podría ser que  seamos  muy buenos para aconsejar, dar opiniones, exponer nuestros puntos de vista,  meternos en la vida de quien se nos pegue la gana y luego cuando nos voltean la tortilla, no nos parece, nos sentimos invadidos y lastimados, pero no vemos que detrás de esas ayudas, en ocasiones por amor otras por simple interés, dejamos de lado lo importante que es quedarnos con lo bueno y desechar lo malo; independientemente de que nadie podemos o debemos ponernos los zapatos de los demás, creo que no es lo correcto, puesto que solo el que trae los zapatos sabe cómo y por dónde camina.

Pero que sucede cuando afectamos o nos afectan diversas situaciones que no vienen al caso y las hacemos nuestras, como si quisiéramos traerlas como segunda piel o viviendo dentro de ellas. Aquí viene una parte interesante y muy álgida.

Cuando regresamos a Querétaro mi hermano estaba iniciando un negocio en sociedad con una pareja de amigos. Este era de acabados para la construcción, un amigo suyo fabricaba acrílicos con diversos materiales como bambú, henequén y otros, lo cual le daba al material para diversos acabados, muy interesante y diferente; utilizaban maderas finas y resistentes a la intemperie, por lo que se podían hacer toda una gama de aplicaciones.

Han visto que de repente se pusieron de boga esas pérgolas de madera con techos de bigas trasversales, algunas con lona resistente otras con acrílico, pues esos acrílicos y esas monerías junto con, muebles, pisos para exteriores y cuanta madre cabía en la imaginación; vi diseños ya montados muy hermosos. Como negocio podía ser muy lucrativo pues no lo había en la ciudad. Sucedió durante un tiempo, con esa hiperactividad de mi hermano, montar stands o showrooms por todos lados, en Sams donde trabajo muchos años y otros lados.

Podía haber funcionado en grado máximo, de no haber sido, gracias a su extraña forma de pensar. Soberbio y egoísta que tenía a su lado a personas que, no solo lo quería y lo ayudaban; tenían la capacidad para poder hacer un equipo y dejar que el hiciera lo mejor que sabe hacer, vender; vende su imagen, vende su carisma, vende su palabrería, se mete hasta el fondo en lo que hace y ello le da la ventaja de manejar los conocimientos y a las personas a su antojo y voluntad.

El problema es, que él piensa, que solo lo que él hace está bien; él, es el todólogo que todo lo hace y, no sabe cómo delegar responsabilidades; si él se mueve a mil kilómetros por hora los demás pueden hacerlo, si el piensa en grandes ideas, los demás deben de pensarlas. No considero su idealismo, como una irrealidad, sin la mancuerna de la confianza y el saber cómo aprovechar las virtudes de los demás o las debilidades para hacerlas fortalezas; el famoso FODA en administración, que bien se debería de utilizar en la vida cotidiana. Fue en ese tiempo, cuando yo trabajaba un día sí y otro no, mi puesto en el trabajo era así, entonces era chofer de niñas, lleva y trae, pero hasta ahí. Dentro de mi conocimiento de causa de cómo era mi hermano, preferí no meterme, pues saldría muy raspada. De todos modos, salí mal.

Cuando empezaron los problemas pues él para las finanzas es pésimo, él quiere vivir como millonario, quiere aparentar lo que no es pensando que dando a manos llenas le van a tener respeto, piensa que teniendo un status social le dará ventaja; eso es genética, así era su padre. Pero en él, eso va más allá de una careta, va de la mano con su falta de confianza en él, en no querer ver las muchas virtudes que tiene y aprovecharlas de la forma adecuada. No es porque no lo ame infinitamente, es un increíble ser lleno de luz y ángel; el cual está vivo, no por sus múltiples accidentes, que sabrá dios porque no le pasó nada; está porque tiene que descubrir quién es y para qué está, cosa que, le está costando mucho trabajo y aun no logra esa estabilidad a los pasos que vamos, no sé cuándo llegue ese día.  

Resultó que aún no podía regresar Antonio a Querétaro, así como pedí su auxilio desesperado cuando es asunto de Julia, de un día para otro mándame dinero y no preguntes; él ya sabía para qué, ya lo había visto venir, como muchas otras cosas.

En esta ocasión tomé yo sola la determinación, claro está consultándola con él y dándole las bondades de esa ayuda, solo que no medí las consecuencias. Estaba en mis manos ayudar a mi hermano, así como lo había hecho miles de veces con su familia; sabíamos que el negocio bien llevado podía seguir adelante; dentro de mi cabeza en ese momento, yo confiaba no solo en mi hermano, a pesar de su arrogancia estúpida; el negocio necesitaba liquidez y pagar deudas que no eran del negocio, eran por la malísima administración de Brandon, aunque no estuviéramos de acuerdo en sus forma de llevar o de gastar no había forma de decir nada o era pleito seguro.

Vio la forma de obtener un préstamo, como la garantía no daba para que se lo dieran, hicieron un arreglo con los balances, los que, en efecto, daban para demostrar que era rentable; pero se requería otra garantía. Sucedió que me pidió un terreno que había comprado Antonio y estaba a mi nombre, aparte otro aval el cual con todo y que no estaba de acuerdo, pues el siempre ve más allá, ve alrededor, ve diferente. Gabino lo hizo por mí, o por mi madre, no lo sé.

Ese dinero se fue al caño pues prácticamente sirvió para disque pagar deudas con el amigo proveedor de los acrílicos, abusivo y mala onda, que junto con el otro que estaba como presidente de la empresa y su esposa que era la socia, se lavaron las manos. Pero esos según él, eran sus amigos.

 

 

 

 

 

 

 

Tormenta que ahoga

Cuando se disolvió la sociedad con la esposa de su amigo, entre yo en su lugar; gran error, cuando inventariaron el negocio, lo valuaron en infinitamente más de lo que valía en realidad, al tiempo y con ayuda descubrimos que le había visto la cara de pendejo. Lo que quedó en garantía al pago de la parte de sociedad… fue el terreno.

¡Perdón fue un desliz!... Esto sucedió a la inversa, quiero aclarar, primero de disolvió la sociedad y después se solicitó el préstamo, pequeño error de tiempos, esa temporada no sabía ni quien era… Está bien…sigo sin ser yo, pues…

Se hizo tal desastre, que no solo el terreno se había perdido, había dos deudas, que no eran mías; todavía para tratar de retrasar el embargo de mi casa y la de Gabino, el tercer mosquetero, el abogado, hizo circo, maroma y teatro para sacarnos del problema. Fueron muchos meses de angustia en que mi amigo, a pesar de detener el problema, no logró que no se hiciera un profundo abismo entre mi hermano y yo; eso me causó mucho estrés, cansancio, dolor, angustia. De nuevo Antonio viendo como estábamos, siguió poniendo de su bolsillo para atenuar las broncas en lo que se arreglaban. Nunca se arreglaron de hecho.

Esta experiencia mandó a mi hermano a un hoyo tan profundo que le costó mucho tiempo salir.  Huyó de Querétaro con la cola entre las patas, derrotado, enojado y sin nada en las manos; sin darnos la cara y dejando miles de broncas, una deuda que no vale la pena mencionar el monto, pero que tristemente sabemos que nunca pagará, como no ha sido capaz de pagar con atenciones simples, decir mínimo ya no a mí, a Antonio; lo siento, la cague, gracias, algo, eso… no entra en su cabeza. Aun y con eso, jamás y nunca se le han cerrados las puertas, ni de la casa, ni de ayudarlo; Antonio lo recibe con tal algarabía cuando llegó a ir a la casa mucho después y supongo que, dado a su forma de ser, que a pesar de que todo tiene un límite, hay un motivo más fuerte, María; él se preocupa más por ella que el otro descerebrado. Así como durante años no ha sido capaz de preocuparse o dar para su madre, para María claro; le llama cuando se acuerda, si se le pide algo es muy probable que nos sentemos, pues nos cansaríamos; en realidad es el toma y daca inexistente, pues cuando ha necesitado, se le dado; ahora, honestamente estoy en la postura de entender que no se puede esperar nada que él no quiera dar y eso, si tiene tiempo.

Pero no puedo decir que no nos quiera, es incongruente, demasiado, ni que no quiera a su esposa, pero su forma de querer es desde mi punto de vista es; acomodativa, conveniente, de acuerdo a sus prioridades y que no le estorbe o cause conflictos, lo limite, frene o exija demasiado o nada, más bien. Sin ser mala persona, no es tampoco una persona que se le aprecie por su apego a los sentimientos, los afectos, las responsabilidades a menos, que sean para darse él, el placer de sentirse el todopoderoso.

En este momento y creo, que como muchas cosas que lastiman, a pesar de que será doloroso para mi madre, prefiero hacerme a un lado y no continuar con sentimientos que solo me molestan y me duelen, a mí, he dicho que no soy rencorosa, es un sentimiento inconexo a la aceptación y ver realidades. Si alguien te lastima o te molesta, no debería de ser un asunto, de tomarlo personal, por el contrario, tampoco de expresar que el que sale dañado al tiempo es aquel que hace el daño; simple ley universal. La cuestión es no dejar que efectivamente no dañen y nos lastimen, es por ello que, así como esta de lejos, así lo quiero y evito confrontaciones. He llegado al punto como decía con mi hijo, que no es que no me preocupe, simplemente no dejo que me afecte, pues no puedo resolver nada, será que solo, mejor me ocupe y no me preocupe; ya no quiero pensar en las personas como afectos que necesito para vivir, yo doy, pero si no obtengo respuesta, no tengo porque cortarme las venas por quien no tiene el mismo tiempo que yo para decir, hola como estas. Antonio como ser equilibrado y tranquilo, ha aguantado toda clase de arrebatos de esta familia loca, ha tenido sus deslices por ser buena persona que confía en los demás, teniendo sus descalabros; mientras nosotros nunca hemos tenido un pleito, enojo, irnos a dormir sin decir nada, jamás nos hemos levantado la voz, nos hemos acoplado, cual dos seres que tenemos defectos y virtudes, cosas que no nos gustan el uno del otro, pero que no las hemos hecho grandes al grado de no sobrellevarlas. Tan simple como la forma de apachurrar el tubo dentífrico, para que pelear por tonterías. Como su decisión al igual que la mía, él sin comentarla de hecho o habría pegado de gritos y le hubiera parado los tacos; pero mi hermano es así, que le vamos hacer.

Así como Antonio es buena gente, creo que como a mí, le han visto la cara de tarugo, simplemente porque es buena persona. Habíamos recibido por parte de la institución una cantidad de acuerdo a la antigüedad, cuando se nos incorporó al Seguro social; obviamente a los que tenían miles de años luz trabajando, les fue más que súper bien, de ahí salió la casa que se construyó en Córdoba.

Pero no faltan las personas realmente pasadas de listas, abusivas y que, gracias a sus atributos físicos, pero no de cerebro claro está, abusen. Mi gran enojo fue que la señora compañera de trabajo, necesitaba dinero para hacerle su fiesta de XV años a su hija, claro quien le podía soltar dinero, aun con una garantía, que no indagó si en efecto era sólida y le vieron la cara de tarugo. Su maridito le había dejado las palcas del taxi que trabajaba; cuando pasas por líos legales desafortunadamente te vuelves tan desconfiado, como interesado en saber todo.

Un día le pide las placas, que disque las va a vender, ¡qué coño! si las palcas son concesiones en este país tan lindo; las podrás rentar, mas no vender. Sin la garantía, sin que tuvieran en que caerse muertos los dos, pues no tenían nada por lo mismo, les daba por gastar y meterse en líos. Hice el intento de que alguien viera la forma de rescatar algo, pues no fue poco, no meto las manos al fuego, la gente en ese pueblo feo como le puse a Córdoba es muy pinche gandalla, la abogada se debió de arreglar con el marido, la fulana terminó separándose de él, ya andaba como siempre de cascos ligeros con otro, ahí eso es lo normal; me terminé molestando con la abogada y se perdió mucho dinero.

Sé que el dinero va y viene, no nos llevamos nada al hoyo al morir; para mí acumular no es de mi agrado, me gusta vivir bien, pero a diferencia de Brandon, yo no atesoro lo que no tengo, lo que tengo lo disfruto, agradezco de las cosas bellas que tengo a mi alrededor; para mí o, incluso para María y Julia se nos hace ilógico gastar cuando no necesitas, o pelear por centavos cuando gastas miles. Pero yo entiendo que eso es un reflejo que va mucho de la mano de la forma en que se vivió de infante, de joven. Mi pregunta es, de dónde mi hermano sufrió de carencias, de ningún lado, en él, es genética.

 

 

 

Salvando al soldado Brandon

Yo, no puedo, ni debo reclamarle a Antonio nada, no es correcto, ni justo, cuando él ha dado y sigue dando, de repente exigirá, pero por saber nada más. Que ha modificado muchas acciones, sí, que nos ha hecho a nosotras ser diferentes también. De la misma forma en que nosotros confiamos en él, confía en nosotros. Él sabe que enfrentar a mi hermano, cosa que no haría, pues no es su naturaleza, el simplemente evita los conflictos, no pelea, no discute; pero sé que él también puso ya un muro de indiferencia velada y callada. No digo que no se enoje solo no lo externa; a veces, no sé si eso sea bueno o malo, pues no cabe la parte de conciliar, opinar o incluso de ser tajante, sabe que la primera que se pondría mal sería María, ella sabe, que Brandon no actúa de la forma correcta, pero no hace nada por remediarlo; se escuda en el razonamiento eterno de que él es así y punto; bonito remedio, pero no se le puede cambiar, ella es así, se enoja, se estresa, pero no reclama; creo que todavía no se quita los remordimientos.   

Me pregunto si esta actitud no responde más a un acuerdo interior semejante al que en algún tiempo sentí yo por mi hijo. El de compadecerlo por no haberle dado lo que debía, por haberlo abandonado y sentir que no merece que el otro pedazo de tarugo se preocupe por ella. O acaso mi comadre fue tan fuerte, que le dejo marcado a Brandon la imagen de su madre, tan insignificante que no puede ver que ella fue la que lo educó.

A Brandon le ha tocado de parte de mi madre, llamadas de atención al estilo María, con tonos muy fuertes; sumamente dolorosos y tajantes. Lo ha rescatado de diversos pozos de desorden y angustia, lo ha procurado como madre y como cualquier ser que trata de encausar de nuevo a un hijo. Ha tenido sus temporadas, en que lo deja, para ver, hasta cuando se digna a llamarle y solo para contestar: “de que te preocupas estoy bien, mientras no sepas lo contrario”, pedazo de estúpido, no es solo preocuparse por saber si estás bien, eso ya lo sabemos, que nunca estas bien; lo que espera es que él, se preocupe por ella, cualquier madre y seamos realistas nos hace sentir insignificantes, que un hijo sea tan indiferente; peor cuando no es merecido. Pero el, no solo desapareció de su vida a Ana no viviéndola a ver y cuando la vio por una tarugada de Harry cuando estaban con él, la corrió de su casa. ¡¿Pero maría?!  Un día según palabras de mí hermano, y digo según… que mi madre era una cabrona, pero que lo había educado bien.

Después de haber estado enojada con el mucho tiempo, en que no quería ni hablarle, ni sabe nada, hasta que vi que mi madre se estaba desmoronando pues ella dice: - solo se tienen uno para el otro, igual que mis hijos, igual que yo con cada uno de ellos; - siendo una célula tan pequeña, es injusto que no se hablen -. ¡Bien fácil madre!  

Cuando lo yo lo busqué, si claro fui yo la que accedió a bajar la guardia y presentarme ante su alteza, siempre soy yo la que dobla el brazo, eso molesta, pero ya no duele. Hablamos largo y tendido; prometió de todo, accedió a todo, se disculpó, cosa que, sí fue extraordinaria; ¿de qué ha servido? no de mucho, cualquiera puede decir lo siento y no sentir nada.

 

 

 

Salvavidas a la mano

Entonces sucedió que, aunque muchas personas salieron a mi rescate, durante mucho tiempo, otras me indicaron el sendero correcto, algunas pasaron de largo, otras permanecieron y solo yo, podía llegar al final del túnel. Dentro de aquellas personas que pusieron una montaña de granitos de arena, para ese cubo donde jugaría, donde mi vida daría tantos giros como tempestades, de esas personas se desprenden también, la vida de mi madre, mi hermano, mi hijo y tantas más. No sabremos entonces quién es la o el antagónico; como tampoco quien será el bueno o el malo del cuento, ni la mala de la película, simplemente existen. Heme aquí y ahora tratando de elucidar cada situación, cada persona, cada aprendizaje y error. Abriré las ventanas del alma y cerrare las puertas al entendimiento insulso e infausto; efímero y acuciante; vago y también lleno de regocijos y logros y deleitosos amores. Espero poder realmente abrirme lo suficiente, no solo para saber quién soy, tal vez para dar a alguien más, la pauta del saber quién es, porque estamos y para qué. Nadie que yo sepa, sabe todo, conoce de todo, ni ha aprendido por osmosis. Nadie jamás, no se ha tropezado, caído, levantado y, dejado trozos de su alma, corazón y cerebro, para ser lo que son ahora. Nadie deberíamos decir o pronunciar; hubiera, porque incongruentemente es el verbo que debemos de usar, pero en presente y no en futuro, no en pasado. Los ahora son los pequeños instantes que nos hacen ver y ser, esos que significan: soy, hago y ahora. Esta no es solo mi historia, es la de muchos. Es la de cualquiera de aquellas que, no supieron apreciar lo que pasó en millones de instantes, fragmentos de sus vidas y, que llenaron las de otras, haciendo un cúmulo de hilos enredados, amalgamados, entrelazados y que de alguna manera trazaron no solo mi vida, la de muchos también. Así que mejor cuento una historia que haga pensar a quien sea, en esos millones de fragmentos de sus propias vidas. Podemos mentirnos, sí, pero nos mentimos a nosotros mismos. Podemos mentir por miedo, por vergüenza, por miles de razones. Pero esas mentiras solo son bolas de estambre enredadas que, cuando queremos hacer algo estamos tan metidos en una vida, que no es la nuestra. Hay mentiras tan simples que sirven para causar reacciones que, de forma explícita, no sabemos cómo enfrentar; pero las mentiras que enmascaran las realidades, son las peores, pues no nos dejan ser y pensar como en realidad queremos o debemos. Culparemos a los demás de todas ellas, nos pondremos detrás de las culpas de los demás y las haremos nuestras como si de ello dependiera el justificarnos. Les daremos créditos por un sinnúmero de acciones que realizaron en nuestro beneficio, cuando lo único que sucedió, fue que no nos dieron las bases, más aún, las muletas para seguir caminando a través de ellos. Para eso no dieron el libre albedrio, para determinar con autonomía nuestras decisiones, claro está y asumir las consecuencias. ¿Sencillo? Absolutamente que no. Pero nunca imposible.

Sin embargo, no hay peor cosa, que mentirse a sí mismo, dejarse la careta de mártir y sufrimiento eterno, sin querer cambiar, sin querer ver, que hay más allá de esa vida que tanto nos ha lastimado. Entonces, seguimos atesorando esas muletas al grado, de ya no saber ni quiénes somos, ni a dónde vamos.

 

 

 

Cansancio eterno

Frustrada, cansada, desilusionada, inerte… Estaba llegando, casi a la mitad del medio siglo de vida, ¡cielos que ridículo se oye eso! Es como si me sintiera anciana, decrepita, inútil y buena para nada, como dice mi madre, en son de guasa. Pero la realidad, es que así me sentía. Trataba de no sentir que la edad se me había venido encima y no había hecho nada de ella, todo lo contrario, había sido un verdadero desperdicio. O por lo menos eso es lo que pensaba, sentía y agonizaba por ello.

Hacía ya unos años que había comenzado con esa sensación de inutilidad en el alma. Estaba enfrascada en un sitio, que como muchas personas llegan, porque tienen que llegar. La hermosa edad o tiempo de responsabilidad o la de que el consciente le da zarpazos al subconsciente y surgen los cuestionamientos, que brotan de una fuente agua con fuerte propulsión a chorro como una manguera de bombero. Cuando menos me lo esperaba, estaba haciendo algo que me daba para vivir, de ningún modo malo, en realidad tenía muchas ventajas y muchos contras, era un todo y un nada. A pesar de haber hecho lo que se me pegó la gana, eso se comentara después; pero lo que creo sucedió, es que hice sin hacer, busque sin encontrar, derive sin encallar.

Yo tenía un trabajo de oficina, por así llamarlo, con un horario de envidia; tomando en cuenta los horrendos trabajos, en donde, tienes que laborar más de doce horas para ganar un mísero sueldo de obrero, que a estas alturas ya no sirve ni para frijoles y chiles. En realidad, muchos vivimos rasgando las paredes, cuando el supuesto es que estamos de maravilla, ganamos para comer, rentar o pagar la casa, la gasolina o el trasporte de dos progenitores que trabajan y por lo menos dos chamacos con los cuales no se acaba nunca, pero eso es lo que dicen los sabios. Mientras otros con más neuronas deciden, que mejor se van a otro lado pues aquí no les favorecen con buenas partidas. A eso, aunemos un medio donde la educación, la cultura y muchas otras cosas, no son importantes. Pero bueno este no es el tema, ni tampoco decir que la migración de talentos en muy alta, pero pensándolo bien si viene al tema.

Decía, el trabajo que, en su momento, el que fuese que realizara, era de manera rutinaria y mecánica, todos los días de la misma forma y de igual manera, monótono y pasivo. Son de esos lugares, ambientes y labores casi burocráticos por no decir otra cosa, en donde es una labor de cadena, de equipo y secuencial; imaginen cuando van a una casa de empeño porque no les alcanza con lo que le queda del gasto o quiere irse de antro y no tiene ni un quinto partido por la mitad, entonces, llega a una de esas casas, esta, de algunos cientos de edad, tradición y renombre que cuidar.

Llegas tomas asiento o paradito en la fila si no hay bancas; si hay mucha multitud sea en temporadas navideñas, sacramentales de supuesto recogimiento, pero para ir a la playa o vacaciones escolares o, la entrada de escuelas, uniformes, colegiaturas, libros y todo eso que piden y que nada dan, ni buena educación.

Después de tomar asiento si hay, o paradito en la fila en lo que le atienden; claro está, si no están tomando cafecito, comiendo, metidos en el celular, que debería de estar prohibido en casi cualquier lado. Eso de estar con la familia y nadie se pela, solo acarician el celular como oro.  Cuando logren atenderlo, puede o que reciba una sonrisa o una cara agria más que el limón, pero bueno de todo hay en esta viña del señor.

Le dará sus tesoros, los cuales a veces pensara que valen las perlas de la virgen de siglo XV, resulta que le dicen que es pura falsedad, lógicamente se va a molestar, pero créame para eso estudian y mucho; yo supe de eso.

Bueno digamos que si es pepita de mina o simplemente oro como quiera. Le ofrecerán un préstamo por su prenda, le harán un contrato buenísimo, con todas las facilidades y hermosuras para usted, que sarcástica me estoy poniendo, pero por otro lado si diré las virtudes de ese lugar porque se las merece y en demasía. Ya se fue con su lana para gastar, fin de la historia.

Ahora bien, qué se hace internamente, se revisa que en efecto, sea lo que usted dejó, tal cual, pues otra persona escribió lo que el que la recibió y le ofreció su préstamo, el supuesto dictado fiel de las palabras salidas de la boca del primero que usted vio al dejar sus tesoros; luego la revisa otra persona que se encarga específicamente de esa labor, esta o este, podrá omitir tal vez las faltas de ortografía, hay quienes ni eso toleran; en caso de haber alguna diferencia deberá de hacerla saber; ya sea la más mínima cosa, para poner por medio de sistema de cómputo, ya saben la tecnología al servicio del hombre y así cuando usted regrese por ella, no se quiera pasar de listo pidiendo de más o diciendo, que llevo un diamante y era una roca de mar.  

Esa cosa que usted dejo, se embolsa, se sella con maquinita caliente, es decir que, no se puede abrir. Para no hacerles el cuento fastidioso y llegar al punto, cada quien tiene una labor, la cual debería de ser invariable, rutinaria y sistemáticamente la misma, lo cual, se supone que no debería de ser ningún problema; véase a los amarillos trabajando por miles en filitas haciendo lo mismo un día y otro también.

Las labores de maquinaria de reloj no son extrañas, se realizan en la cocina de un restaurante, en una fábrica X, el meollo del asunto es; cuando trabajamos por qué, no queda de otra y ese tenemos, ¡aleluya!, alguien con trabajo en estos tiempos; otra, que pasemos por él, cómo quien pasa sin pena ni gloria, como la caca del perico; que ni huele, ni hiede.   Lo inconcebible y mucho después trate de entender, es el gran conflicto que representan las relaciones humanas. Por lo menos en este caso particularmente, puesto que todos vivimos dentro de nuestra propia burbuja. En este como en todos lados, quien sea, a menos que… y ni así, trabaje en su casa siempre dependerá de otras personas para su labor.

No trabajo sola y aislada, tengo otros compañeros a mi alrededor, que realizan labores diferentes, las cuales algunas están ligadas al mío. En ese espacio conviven varias personas, las cuales de una u otra forma se entrelazan para darle forma a un final o un principio. La realidad es como todo, es una cadena de trabajo. Como maquinaria de un reloj todas las piezas deben funcionar correctamente.

Sucede como en todo lugar, hay cabezas; esos cerebros pensantes que realizan la labor de supervisión. Nunca faltan como en toda sociedad, así sea la más pequeña, que es la familia como mínimo núcleo, donde existen padres que mandan y ponen orden, pero como en todas ellas, sucede que, los seres humanos no somos iguales, afortunadamente; siempre tendremos ideas, conceptos, incluso, educaciones diferentes, que es lo que nos da la realidad de la diversidad y el aprendizaje.

No obstante, cada una de las personas seremos toda la existencia, tan egoístas, que siempre querremos que sean como nosotros pensamos que deben ser y es un error fatal. ¿Y a qué viene todo esto de que me encuentre en trance de inconformidad?, es sencillo y a la vez complicado explicar, se trata de entenderse a sí mismo y, ahí déjenme decirles que está muy complicado entendernos.

Siempre nos pondremos una careta de lo que queremos expresar, de lo que deberíamos o de lo que no queremos ser; más jamás y nunca, de lo que en realidad somos, sencillamente porque no sabemos o peor no queremos abrir los ojos. Así como puse el ejemplo de mi hermano hay millones de seres que son células unitarias que creen que están erróneamente, en otro planeta. Inconformes de sí mismos, manejando un taxi porque no supieron ser buenos profesionistas o no estudiaron. Sirviendo en dependencias públicas o privadas para ganar un sueldo para medio vivir, pero que no quieren aprender a servir a los demás, pero que cuando están esperando en un restaurante exigen buen trato, que monería somos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El mismo menú todos los días

Mi rutina de todos los días: llegar a las ocho y cuarto, preparar mi área de trabajo, encender mi ordenador, revisar si tengo lo necesario para la labor del día; luego para evitar retrasos y molestias me voy a  desayunar tranquilamente antes de que comience mis labores, el cual es sumamente rutinario, fruta con yogurt y granola, esto me permite, evitar comer a deshoras, también la actitud responsable hasta donde puedo, de cumplir con mi horario y no estarme ausentando de mi lugar de trabajo, lejos de que según no está permitido; pero como todo siempre existe ese estira y afloje, cosa que muchos les venía muy grande y se abusaba de ese privilegio.

Me apostaba en mi lugar y comenzaba el día, el cual puede ser lento o agitado, depende de los ánimos de cualquiera de los presentes en esa área. Pero tratar de convivir o medio adaptarse en un ambiente, que lejos de ser sano, dejaba a la larga tantos conflictos que, siendo muy realistas y hasta cierto punto crueles, no dejaba nada bueno. Físicamente te va desgastando, el estrés te va agrandando el sentimiento de frustración, al grado que te vuelves una olla exprés a punto de explotar.  

El convivir con seres a los cuales, por obviedad, no puedes cambiar su modo de pensar y actuar, pero que cada cosa que hacemos es como un estrecho camino donde se cruzan constantemente. Lo que haga uno les afecta inmediatamente a los demás, lo cual, si externamos o como se dice comúnmente llevamos al trabajo las broncas de casa y viceversa, todas nuestras ondas locas, afectamos en automático y cual Ébola se convertirá en virus mortal.  Aquí no había de solo dedícate a lo tuyo; los asuntos personales, esos, de que fulano y zutano me caen mal y no le hablo, son día con día. Tienden a hacer de cada cosa insignificante, un marasmo de intrincados problemas que solo causan la falta de respeto, de intolerancia y la ausencia total de responsabilidad. Pero todo esto dirán ustedes ¡sucede en todos lados! Y sí, están en lo cierto, pero no del todo, ni en todos sin excepción espacios laborales. Tratar de convivir en un espacio de trabajo es complicado, más aún cuando no se está en el lugar adecuado ¿por qué? por infinidad de circunstancias.

Así me sentía, fuera de lugar, aislada a pesar de que durante mucho tiempo traté de anexarme y logré, por qué no decirlo salir adelante y realizar mis labores como deben de ser. Tengo por salud metal hablar de esta época. Simplemente porque forma parte de ese aprendizaje, de ese entender y razonar que, cuando una situación te está haciendo daño y afectas a los que te rodean; porque sirve de parteaguas para muchas personas, que no saben que están mal encausados. Hacen lo que no les gusta y no es lo adecuado, les desagrada, pero no pueden hacer otra cosa, o simplemente se conforman. Me llevó catorce largos, fructíferos, dolorosos y aletargados años, descubrir la verdad, indagar ¿qué hacía ahí?, ¿porque seguía? Y hacia donde me dirigía; me llevó ese tiempo aprender, querer, detestar, llorar y alegrarme, hasta llegar a donde me encuentro ahora.

 

 

 

 

Honrando el trampolín

En esta institución hace millones de años, cuando eran un puñito de personas, muchísimas de ellas familiares; antes se permitía eso, había en ellos un alto sentido de responsabilidad, complicidad sana, comunicación y engranaje casi perfectos. Los antiguos empleados podían hacer y deshacer, pues sabían al dedillo la forma de operar, los gerentes eran de extracción sindical con lo que daban la tranquilidad, no solo de saber, desde cómo se debía barrer y trapear, lavar baños y ser IBM.

Su manejo de operaciones diarias era estratosféricamente más grande de lo que ahora, gracias a la competencia, el pastel se ha dividido mucho. Se fueron modernizando conforme la vida misma iba avanzando, pero, antes hacían el trabajo más rudimentario, simple, rápido; estaban acostumbrados a utilizar más la cabeza, bueno las neuronas; menos tiempo para el ocio.

Antonio me contaba así como muchas personas que conocí en el camino, que decían con orgullo de verdadera pertenencia, tener veinte, treinta y más de cincuenta años trabajando; son personas felices, disfrutaron de muchas cosas; esa mayoría de personas y que muchas todavía están, de verdad eran felices en el trabajo, lo defendían, luchaban por él, se partían la madre contra el abuso de los patrones, aun eran un poco más benévolos y menos ambiciosos, realmente trabajaban en equipo, sus asuntos personales eran de la puerta para afuera, punto.

Existen muchas empresas por decirlo de algún modo, ésta, por ejemplo, también lo es, puesto que genera empleos, ganancias, beneficios de servicio, es una empresa punto. Que su capital humano es aún más importante que su capital financiero; el motivo, los empleados son los que les dan a ganar, ellos son el pilar que mueve a la empresa haciéndola productiva.  Productividad: la relación estrecha y directa, entre lo que realizas y, en lo que te realizas. Los seres humanos no somos maquinas, ni robots; tenemos sentimientos, necesidades, ilusiones y metas. Que sucede cuando desatiendes a tu capital humano, se hace un desastre.

Cuando yo entré había poco más de dos mil empleados entre sindicalizados y los de confianza que fueron anexando según las necesidades de los sabios con mentalidad burocrática, que debía de haber el departamento que supervisaba al departamento, que, a su vez, supervisaba al inspector, que se dedicaba a ver, si el superior del gerente, hacía que toda la bola de abajo es decir los empleados que son el primer eslabón con el público, hacían bien su chamba. La supervisión no es mala, todo lo contrario, es la que controla y ajusta, que las reglas y procedimientos se lleven a cabo como debe de ser. Lo que esta terriblemente mal equilibrado y, esto sucede en este hermoso país, cuando sirves a dos amos.

Voy a entrar en un tema muy álgido, altamente debatible y con muchas aristas. La razón por la cual estaba como frijol en un saco de arroz. Pero el error y lo sé, lo aclaro de antemano, no son los demás los culpables, soy yo y tal vez muchas otras personas, que no entendemos esas incoherencias. Como sindicalizados, las personas se deben a estatutos, contratos colectivos, normas y reglas impuestas y reglamentadas por ellos; aquellas que regulan y equilibran entre el patrón y los proletarios; los que arreglan, es toma y daca de que hacer y cómo hacer, dentro de las normas del patrón.

Desde que yo entré me aleccionaron de mis deberes y obligaciones, de un lado y del otro; debía seguir las normas de la institución, así como las reglas del sindicato. Yo observe desde el principio una división extraña, una barda inmensa entre unos y otros. Pareciera que el enemigo siempre era el patrón, no había en realidad un equilibrio entre ninguno de los dos, ni un consenso de las acciones de los empleados. Si se hacia el trabajo correctamente, ¡qué bien!, no tenías líos, aparentemente; pero la incongruencia radica en que ahí no importa si haces o no haces bien tu chamba. Voy a comentar un episodio que aparte de que fue la gota que derramo el vaso, fue lo que me hizo ver muchas cosas.

Después de trece años de trabajar, de tener, comparado con muchísimos un expediente casi microscópico; yo no había acumulado actas administrativas al por mayor como trofeos de buen comportamiento, faltas e incapacidades, eran tan pocas y si hay quienes se la viven enfermos de algo, faltan por quítame estas pulgas, en fin. Sucedió que, entre mis tantas ideas de lograr una forma para supuestamente estar más tranquila, apliqué a otro puesto; cosa que muy en el fondo sabía que iba derechito a la cueva del lobo, caperucita no era dejada y en esa sucursal había que ser sumisa y otras cosas.

Ya había pasado por las cajas varias veces, ya sea porque era mi puesto o por cubrir las horas extras cuando me fastidiaba de la rutina. Para acceder a un puesto después de haber sido aceptado, pasas por un periodo de prueba por así decirlo, correctamente dicho es periodo de competencia, saber si estas capacitado para ese puesto.  Me fui a la sucursal, donde de hecho, había entrado trece años antes, ya conocía a las personas que estaban ahí, generalmente los cambios son entre las mismas sucursales así que, solo cambian de una a otra.

El área de las cajas está totalmente aparte, aislado del resto; lo cual da la ventaja que no había en donde estaba, de pláticas, risas, gritos, celulares y ver a la gente esperando a ver a qué hora los atienden. La compañera que tendría es otra de mis pocas amigas, así que ni porque preocuparme. Pero, no conté con que probablemente era que, no querían que me quedara ahí, por razones que en realidad aparte que desconozco, ya no importan; gracias por su ayuda, no imaginan el gran bien que hicieron, de haberme ido a otra que estaba disponible seguiría en un lugar que ni quería, haciendo lo que detestaba. En la primera semana de competencia, después de poner sus reglas, cosa que no debí de haber aceptado.

Voy a ver si logro ser clara para que entiendan el punto. Los puestos tienen funciones específicas que están determinadas en una circular, esas reglas que se ponen, de lo que debes y no debes hacer. En el puesto que estaba, claramente decía caja de empeño y desempeño; por la necesidad y arreglos de ambas partes, muchas ocasiones esas son en definitiva acomodativas, interpretativas y de acuerdo a los responsables de cada área y el gerente. Decidieron que ahí, las dos cajas hacían de todo parejo, primer error. De acuerdo acepté porque sabía cómo se manejaban todas las funciones, aunque no recibiera comisiones sobre ventas que manejaba la otra caja, pero ese no era el punto… de momento. A los pocos días me encamotan como se dice en el ambiente gastronómico, cuando estas más que hecho bolas y no sabes ni cómo te llamas. Me piden que realice unos cobros de unas boletas extraviadas, que, posteriormente se volverían a ingresar al empeño. No quiero hacerlos bolas. El punto en concreto fue que entre todos esos movimientos que realicé, no cobre uno.

Este que no fue cobrado, las prendas que se habían dejado en empeño ya habían salido a la venta, por lo que estaban en el área de ventas; un área totalmente diferente, con una persona al frente que se hace responsable de ella. La cuestión fue, que se supone que deben de llevar un seguimiento de las prendas que salen, para ir de nuevo al empeño; una persona va por ellas las lleva con el valuador y entrega el contrato en la caja, se registra ese cargo y se cobra. Sencillo si tengo un juguete apartado en una tienda voy líquido y me lo dan. Si debo en la tarjeta abono y mi deuda va disminuyendo; no espero a que me entreguen mi juguete sin terminar de pagar o me aparezca mi deuda pagada por magia.

La persona o las personas que se involucraron en ese llevar y traer, si se percataron de que la prenda que sacaron de la sala de ventas, no estaba amparada por un comprobante de pago; entregaron el juguete sin verificar que no estaba liquidado, por decirlo en palabras más entendibles. Claro está, no fue otro error más que el no cobrar ese movimiento, las prendas se quedaron de nuevo, no pasaba a mayores, salvo que, como en muchos otros casos; ir a buscar a la persona.   

Aprovecharon de lo lindo esa oportunidad, salida como por arte de magia de movimientos que se hacen todos los días, pero en específico en esa sucursal, como lo hacen diferente, sabían que daría exactamente ahí el traspié. Pero insisto muchas gracias por eso. ¡A mí, no me jodieron, me ayudaron!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sí se pagan los errores

Antonio y otras personas, me comentaron que yo no tenía por qué pagar por ese error; otras que sí tenía que hacerlo; me fui por el camino indicado, por conciencia, ¡Fue mi error! No cobre punto. Pero en realidad, en efecto, no debí de haber pagado. Aquí reflejare esa división incomprensible. Entre los cuestionados al respecto, estuvo un gerente que antes fue auditor, es decir que era de extracción sindical, muy equilibrado y justo, conocedor de los tejes y manejes de muchas cosas; una compañera que pertenece al comité seccional, hubo de todo.

 Cuando después de mucho debate, de preguntar que hacía, de cuestionarme lo correcto, deslindando mi responsabilidad, la cual en efecto estaba clara, no había cobrado hasta ahí vamos bien. Lo que me molesto sobremanera, fue la indiferencia y la división, cada quien interpreta como le acomoda.

Como dije del trabajo en equipo, de la maquinaria de reloj; al día siguiente se podía haber arreglado el problema, como en muchas otras ocasiones, llegaba a suceder; se entrega una prenda a la persona equivocada, por la razón que sea, se va a buscarla y se arregla en lio o, paga el empleado que cometió el error. Pero, casualmente, nadie se dio cuenta hasta muchos días después. Ese día solo me quedé helada cuando en mi corte había un faltante, me sentí morir y peor.

Puesto que la flamante gerente trató de ayudar e investigamos que podía haber sucedido, si no se pagó un empeño, si no se cobró un desempeño, si esto, si aquello, todos los movimientos de las cajas se reflejan en los cortes del gerente al final del día, ahí botan los errores punto. Pero no buscamos donde debíamos buscar; en las reposiciones las cuales, a los días siguientes, aparecieron mágicamente selladas.

Fueron tres personas, las que estaban directamente involucradas, más la encantadora gerente, que le encanta dejar a los demás las broncas pues a ella no se le da eso de enfrentarlas. Ella estaba en la otra sucursal, donde estaba antes de irme a esa cueva de lobos. La realidad es que han paso tantos, a ellos sí los mueven y quitan a antojo y voluntad.

Un día me llamó la atención, porque habían decidido que no se iba a usar ni radio, ni celulares, ni se iba a leer; solo leía yo de hecho, ni nada en ningún lado, me dijo mientras salíamos del área de ventas y me vio con los audífonos puestos y el celular en la bolsa del chaleco. Yo no tenía atención al público; mi puesto era, nada que ver con atender a la gente. Sí, lo sé, me pase de rosca; le dije que, cuando lograra que todos obedecieran y se sujetaran a las órdenes, yo cumplía con la norma. Porque conteste así, nadie obedecía, nadie hace caso de las reglas, sean escritas o no, para que, si ahí no pasa nada, nadie te hace nada.

Pues bien, después de que pagué mi error, les dije que renunciaba al puesto y me regresaba a mi lugar; se supone y lo voy a aclarar, que hace mucho tiempo las indicaciones de factor humano era que no se podían renunciar las aplicaciones; es decir si decidías  moverte de puesto, lugar de residencia, te la pellizcabas, pues se supone que haces un examen antes y que ya sabes el puesto adonde quieres aplicar, aparte de que eso genera un sinfín de movimientos a nivel nacional que hacen que otras personas paguen por esas fallas, pues van de regreso. Si durante el tiempo de competencia de verdad eres una piedra pueden optar a menos que… el secretario del sindicato y el gerente decidan lo contrario y te dejen, total engrosas tu expediente, pagas los errores económicamente, punto.

Yo decliné, no me dieron una incompetencia que podrían haberla dado lo cual no era posible puesto realizaba bien mi trabajo, errores los tiene cualquiera y ahí son invisibles; se esponjaron diciendo que no me la habían dado, que lindos.

Lo que a continuación hice, fue quitarme la venda de los ojos. Decíamos que cuando cometes una falta se realiza un acta administrativa y una constancia de hechos, estas las mandan al departamento jurídico de la institución, te mandan una amonestación o una suspensión de días y la guardan en tu expediente. Como ya estaba la constancia de hechos por el faltante; casualmente se decidió, cosa que se puede hacer, mas no se debe, que se quedara interna, es decir que no se enviara a jurídico para su evaluación.

Después de muchos días, de que ya había regresado a mi puesto y que muy horondamente se pavonearon diciendo que no me habían dado la competencia, más no, que yo había renunciado. Entonces me comuniqué con al gerente y le dije que mandara la constancia a jurídico como debía de ser, que yo me atenía a mis consecuencias y las aceptaba. Sabía que podrían pasar varias cosas, que me sancionaran, que determinaran que en efecto había sido mi error el cual ya estaba cubierto o que investigaran que la cadena había sido vulnerada y, que no solo había sido mi error.

Al día siguiente, cosa extraordinaria, pues es muy difícil que lo haga, se apareció el apreciadísimo secretario de sección del sindicato.  Me encerré con el flamante secretario y le dije: < quiero que manden la constancia de hechos a jurídico >.

Para mí era lo correcto, era lo que debía proceder; independientemente del enojo y desilusión enconado que tenía por la injusticia, ¿saben que contesto?, que me apreciaba, que el sindicato me había ayudado en muchas ocasiones y que no quería que tuviera más actas en mi expediente, que saldría perjudicada, que no era necesario, pues se había quedado en la sucursal, que para que si ya había pagado mi error, que si pensaba que podía cambiar algo estaba equivocada; fue un pleito como nunca lo habíamos tenido. Me sentí no solo vejada, mi integridad estaba siendo cuestionada y juzgada, mi derecho ante lo honesto como según tanto pregonan, lo había pisoteado, la responsabilidad que tanto exigen, refutada.

Dentro de las obligaciones ante el sindicato, está el acudir a las asambleas. En los estatutos, está claramente estipulado que se sancionará al que no asista, por lo cual se le suspende por unos días de acuerdo a las inasistencias; desde que entre, solo supe de una sola ocasión en que suspendieran y no volvió a darse el caso. Ni a los recurrentes faltistas con o sin argumento que invariablemente tenían sacado de la manga.

Sucedió que en octubre como es la fecha estipulada para las revisiones, se citó en cada sucursal, dos días antes de la fecha a emplazamiento a huelga. Nos presentamos como siempre esperando hasta que buenamente nos dieran indicaciones; a veces se arreglan antes y llega a suceder que no llegamos ni al día de la instalación. Pero no los últimos años que han sido muy intrincados y peleados. Ese día, como muchos tenemos compañeros en otros estados con los que guardamos comunicación, como Margarita que sigue en Córdoba. Cuál no sería la sorpresa, en otros estados ni siquiera los convocaron en la sucursal, al día siguiente ya en asamblea, algunos llegamos tarde, la razón; el año anterior habíamos llegado como siempre a tiempo y pasamos mucho de este platicando, hasta que nos llamaron a dar informes en plena charla y en grupitos perdiendo el tiempo. Llegamos justo en el momento para no variar, en que estaban quejándose, explicando que debíamos de ser responsables, cumplir con nuestras responsabilidades. Gracias a los compañeros de otras sucursales ya nos estábamos enterando de que ya se había arreglado y no corríamos peligro de emplazar a huelga. Empezamos algunos me incluyo claro está, pues estaba muy molesta con el flamante comité seccional del sindicato, a protestar, que dejaran de hablar de lo mismo en cada asamblea, los mismos y las mismas tarugadas que no arreglan nada; que dieran en informe pues ya lo teníamos nosotros.

Como cuestión personal muy frecuente en esta sección, uno de los compañeros que pertenece al comité, el cual fue uno de los tres que me montaron su teatrito y pagara por el error, se montó en cólera: - esto es serio, debemos de ser responsables y respetuosos de nuestras obligaciones - ¡acabásemos! ¿Cómo pides lo que no das?, ¿cómo exigen lo que no enseñan?, ¿cómo se molestan? cuando son los precursores de esa misma acción, pero a la inversa. Salieron con lo mismo de siempre, por mayoría de votos, sancionar a los que llegaron tarde y no asistieron; me enfurecí tanto, que me salió lo sarcástica, mula, majadera, irónica que extrañamente, pocas veces soy. Dije en voz bastante fuerte para que me escucharan los del respetabilísimo comité, que estaba feliz, tendría mi primera sanción en trece años, la mandaría a enmarcar.

Esa fue la gota que derramo el vaso, la última pieza que faltaba en el rompecabezas, la razón de peso para decidir. Ese día hasta el Señor Serenidad que es Antonio, se enojó como pocas veces; a la siguiente asamblea que cerraba el comité nacional y la cual ansiaba que fuera antes de enero, pues ya sabía que me iba a ir, diría lo que nunca en trece años dije; Antonio llegó tarde, había ido al médico, tenía justificación; cabe mencionar que, en efecto, no hubo sanciones, como siempre y yo, ya no estaba.

  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi sincero reconocimiento

Jamás y nunca tendré con que agradecerles, que, en efecto, me ayudaron muchísimo. Cuando me tenía que mover de Córdoba a Querétaro, una mujer hermosa de corazón del tamaño del mundo, la cual, estaba en el Comité Nacional; hizo circo y maroma para poder moverme, el sustento fueron muchos escritos al sindicato para poder explicar la necesidad de moverme, así funciona, a veces claro. Ella también me apoyo cuando renuncie a valuadores, junto con la jefa de personal. Sí, es verdad, pero la ayuda no fue exclusiva, se les ayuda a cualquiera que la pida o que la necesite, cuando se requiera que meta la mano el sindicato ante la institución; esas ayudas abarcan desde imprudencias, faltantes, sobrantes, ausencias al trabajo en exceso, broncas personales, irresponsabilidades, robo, a menos que y ni así, te agarren infraganti. Así que esa ayuda desinteresada o por aprecio porque he sido buena trabajadora que no ha dado problemas o han sido mínimos; en realidad esos problemas eran por rebeldía, por inconformidad, porque nunca entendí ese doble juego; mis desatinos eran porque no era sumisa, dejada y protestaba de lo que no estaba bien; porque no aceptaba que no se puede trabajar con dos amos, pues siempre quedaras mal y de pasada nadie te lo reconoce.

Descubrí entonces que debía agradecerles por enseñarme que el sindicato sirve para solapar, salvaguardar la integridad de los compañeros, que servía para debernos a él, cuándo se tenga que defender el contrato colectivo y no quiten los beneficios que pocas empresas tienen, pero que, en algunos, les falla mucho eso de apreciarlos de verdad y no pensar que tienen todavía cosas muy buenas, quien sabe hasta cuándo gozaran de ellas, se darán de topes en la cabeza. No tengo rencor para nadie en especial, mucho menos para el lugar que me enseño tantas bondades.

Hay personas, muchas, que luchan día con día para mantener ese renombre como debe ser, en alto. Trabajadores que afortunadamente todavía piensan que las cosas se hacen bien siempre y nada más, que no se meten con nadie, que respetan no solo a los demás, respetan su trabajo. También hay muchas inconformes que ven cómo se está desmoronando bajo sus pies, después de tantos años de dar su sudor, su amor y su integridad. Es desilusión, es enojo, impotencia y tribulación, por todos, que no lo ven, o no quieren, o les vale.

Pero ahí fue donde después de tratar no una, muchas veces de incluirme, adaptarme, corresponder, incluso poner pequeños o grandes granitos de arena para cambiar, no fue posible. Entendí que no se puede cambiar al mundo, que no puedo pretender que las personas piensen, en lo que yo pienso, que deben hacer. Que no se pueden eliminar los hábitos, cuando estas en una burbuja cerrada y opaca, inerte a sentimientos y realidades; cuando es más fácil ser borrego entre leones, sumiso entre déspotas, ciego entre invidentes, mudo entre habladores.  

Esta lucha desigual, incongruente, me llevó a pensar durante mucho tiempo, si ponía en una balanza las buenas y las malas, ¿qué pesaría más? Mucho tiempo antes de este evento, viví muchas cosas, disfrute de tantas, que no puedo decir que no aprecié en su justa medida, así como sé, que se puede considerar un espacio donde la realidad es que nadie te presiona; si lo vemos del lado positivo, mientras no tengas compañeros que estén jodiendo como los hay y muchos, puedes entretenerte en otras cosas mientras cumplas con tu chamba; con decir que hasta puedes estar estudiando y trabajando. Como yo y muchos otros, no habrían podido leer, escuchar música, escribir dentro los horarios laborales; la compañera que se quedó con mi puesto en Córdoba termino por descubrir esa ventaja.

Es un trabajo mejor que un burócrata, relajado, metódico; de ninguna forma es desgastante para quien quiera hacerlo así, no es exigente, ni estresante; no estás en una torre de controladores de vuelo, ni en un restaurante atiborrado de personas. ¿Porque se quejan? ¿Porque no ven esas bondades?, ¿qué pasa en ese espacio que hace que te hartes de ir a trabajar? Y esto le pasa al noventa y nueve por ciento de los que laboran ahí, comprobado.

Hay espacios donde no puedes ni pararte, tampoco es malo. Depende de muchos factores, ahora hay mucho tiempo muerto, en donde no hay nada que hacer; entendible, ¿en que se entretienen? Por otro lado, volvemos al punto, no se puede hacer que todos se rijan por la misma manera de pensar, podrán sujetarse a reglas; pero cada quien piensa diferente.

Decía que por salud mental tenía que expresar que había pasado. A pesar de que puedo hablar con toda apertura de muchas cosas, por ética, no debo; no es correcto desprestigiar ni a un lado, ni al otro, aunque en México los sindicatos, próximos a ser extintos, por esa razón; no sirven absolutamente para nada, al contrario, son el juego perfecto para impunemente robar para los que están políticamente dentro. Detesto la política, no me gusta; en algún momento, solo que afortunadamente no sucedió, quise entrar a ese juego y no por política; pero gracias a esa palabrita maravillosa, casualmente, no lo hice, supongo que, por subversiva, y contrariamente a sus ideas, pues la esencia del sindicalismo bien aplicado, en efecto es salvaguardar los intereses de la clase trabajadora ante la empleadora… ¿será? O esa fue la explicación que me dio el hijo más grande de mi otra madre, el que vive en Polonia: Si eres sindicalizado no te corren. Es verdad, por eso hacen lo que les viene en gana, nadie los castiga. Soy líder nato, eso lo sé, desde hace mucho tiempo, lo he aplicado muchas veces; a veces se han dado cuenta, otras ni lo huelen. Pero para mí como salmón que, en efecto, va contra la corriente, no fue nada fácil.

Yo no entendía, así lo había aprendido, así me lo habían inculcado y así se hace en muchos lugares; no es requisito ser el más popular, el más listo, la más guapa, el mejor; trabajas para un fin, por un camino trazado, con reglas y procedimientos, ¡que carajos tiene que ver las relaciones personales! ¡Pues resulta que todo! Si tienes trasero que dar y mochada que recibir, ¡adelante!, con eso defiendes a la clase oprimida que son los trabajadores.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Atajando recuerdos

Cuando comencé este relato tan extraño y tan expuesto; hablaba de como las relaciones entre las personas se ven afectadas por un sinnúmero de situaciones. Al paso del tiempo vamos cambiando, modificando e incluso madurando. Yo, ahora, no pienso ni remotamente como hace treinta años; es lógico, bueno hay quienes nunca maduran. Solo vamos asimilando como las vivencias, los errores, si se les puede llamar así, nos van redirigiendo; como si una brújula interna pero inconsciente nos manejara a voluntad.

Como cuando te encuentras en una bifurcación y no sebes cual camino tomar; sin duda alguna se prende un interruptor que nos indica, cual debe de ser, aun cuando en ese momento, no tengamos la certeza de que es el camino indicado, no lo sabemos hasta después, eso sale a relucir como magia.  No quiero pensar en que camino seguiré; después de trece años y de esa presa que se desbordó un día, después de que había pasado varios meses ideando, pensando, poniendo sobre la mujer vendada de los ojos y su balanza en mano, que debía y que quería hacer.

Mi madre afortunadamente, dentro de sus encantadores setenta y seis años muy sana, pocas veces nos ha dado sustos y han sido más, por estrés, ansiedad y locura; muy de la familia, así somos. Las personas cuando van llegando a la edad del titi; titipuchal de años y de la sejuela; se jue la juventud, eso lo decía mi padre; se vuelven aprensivos, tercos, intransigentes; María hace unos veintitantos años hacía y deshacía, no se alteraba, era más bien conchuda y tranquila, ahora es un peligro; Pero decir que tiene enfermedades serias, de cuidado, crónicas; solo la locura y esa insisto, es de familia. Julia está terminado la preparatoria y va entrar a la universidad pública; lo cual nos quitaba mensualidades de colegiaturas y solo pagar por semestre; seguirá en su curso de paramédico, el cual la tiene más que enloquecida; si no sale con otra locura, como trabajar o cualquier otra cosa, pero la universidad es de cajón, por ella y para ella. Gracias a que mi hijo me afilió, tengo atención médica del Ejército; si muchos años sobrevivimos con Seguro Social y tampoco no lo usábamos, el flamante, no muy completo y restringido servicio médico de la Institución; su bandera más preciada, lo que más defienden y del que abusan bastante y no procuran; el cual, el día menos esperado, se los van a pasar por delante, mandándolos al Seguro Universal; que es el siguiente paso del hermoso gobierno que tenemos. No se los van a quitar, puesto que para los que no sepan, no se pueden quitar beneficios ya dados en un contrato colectivo; se pueden modificar, negociar, comprar; claro si le llegan al precio. Aun y con esto el muy adelantado de Antonio decidió, que después de trece años pasáramos por el registro civil, fueron por muchas razones todas provisorias; así que, si es muy urgente como era antes, pues ahora creo que lo uso… nada, sigo teniendo atención médica de la institución. Pero ese no es el punto de que me adelante a lo inevitable, llegarán al punto, en que se tengan que renovar, gastaran lana, sí, y mucha, pero se puede hacer.

Entonces me dije; haber, vas a ganar lo mismo, salvo los seis puntos porcentuales en cada revisión anual, no más, pues el gobierno no deja. Las mismas horas o puede que hasta modifiquen el horario, pues la competencia esta de horror; me faltaban doce años para jubilarme, tanto en la institución y por edad, que llegara a los sesenta; pues tengo el régimen anterior y las semanas requeridas en el Seguro Social ya las tengo, hasta de más.  De acuerdo a un balance, las vacaciones de un mes que en casi ningún lado ya tienen; el fondo de ahorro dos veces por año; aguinaldo superior al de ley; haciendo números, era la mitad de lo que ganaba al mes, esos beneficios de ingresos independientes del sueldo, si los repartía en el año. Con esas elucubraciones y con un sentimiento, que en algún momento especifico me motivó, no fue como dice mi madre; que no se deben de tomar decisiones en estados emocionales alterados, fue con calma, analizado, tomando en cuenta, muy importante, que sabía de antemano que Antonio me podía apoyar; pues él se quedaría de lleno con todos los gastos de las dos casas.

María y Julia viven en la casa que yo saqué por Infonavit; esa casa la compré cuando el negocio de mi hermano pintaba bien y como socia tenía un respaldo aparte de mi trabajo, también estaba una entrada fija por la venta de la casa de mi padre, la cual después de muchas broncas y desconocimiento, se vendió en abonos chiquitos, sin intereses, con todas las facilidades, para el abusivo comprador. Cuando por taruga e intransigente, no me di cuenta de lo que mi amigo el abogado pretendía hacer y dejé que me enjaretaran un contrato cochino. Pues bien, desde que había salido de Córdoba y con ese ingreso extra, hasta que logré tener un puesto mejor, realmente muchos de los gastos que conformaban la mensualidad de la casa, los de mi madre y Julia y muchos más, yo los absorbía.

Nunca hemos tenido broncas por el dinero, somos una pareja que sabe respetar y acoplarse, dialogar y entenderse, no me pesaba hacerlo, sabía que en el momento en que lo necesitara Antonio me apoyaría y así fue. Cuando deje de recibir ese dinero extra, se le cargarían los gastos a él, no habría mayor problema. Él, había comprado también una casa, por lo que podíamos bien estar los dos. Mi madre había decidido que quería que nos quedáramos solos, para que hiciéramos lo que se nos pagara la gana; en realidad pienso que era al revés, la que quería independencia era ella, quería sentirse más libre de hacer o no hacer. Mi hija prefería quedarse con ella lo cual, era de esperar y no porque no nos quiera o estuviera a disgusto; lo que sucede, que es muégano con María, nada tonta, bien sabe dónde le dan manga ancha. Julia es su motor, su razón de que continúe viviendo; ambas se han hecho una sola, indivisibles.

Mi madre ya tenía mucho diciéndome que ya la tenía fastidiada, que ya se había cansado de verme histérica, de malas, aburrida, harta; yo me debatía aun entre el deber y el querer o poder. Un día los senté a la mesa, estábamos los cuatro, cual debe de ser cuando se toman decisiones familiares y que nos afectaban a todos, lo aprendimos tras muchos descalabros.  

Les dije así a bocajarro; < voy a renunciar >. No fue… estoy pensando en… ni quiero opinión de… pocas veces en la vida he tomado decisiones con pleno uso de mis facultades mentales. Tranquila, consiente, acertada; expuse no solo las razones, las cuales estaban de sobra, las sabían perfectamente. Solo que, para Antonio no fue algo que lo tomara por sorpresa, al contrario de lo que pensaran los demás, el siempre estará como mil pasos adelante, generalmente no necesito ni abrir la boca, solo me ve y me dice; que estas tramando. Para mi madre fue como el despertar de la momia, pero de lo petrificada que estaba yo, enmohecida y atrofiada, como si en un segundo se viese dentro de la casa, una estrella fugaz; le agrado la fuerza con la que había sentenciado mi decisión, de momento no externo lo que es normal en una madre o en un adulto experimentado preocupado por una decisión de esa envergadura; o visto de otro modo su eterna forma de pensar, opino, pero tú decides. Solo preguntó, si estaba segura de lo que iba hacer. Segura por supuesto, solo requería de tener la anuencia, que, en sí, no era permiso pues la decisión ya estaba tomada; era el apoyo de parte de los tres, mi plan ya estaba trazado; sabía que funcionaría.

La primera parte del plan ya estaba en marcha. Lógicamente la logística posterior ya recayó directamente sobre Antonio y yo, cuando aterrizamos lo que necesitaba; como era de esperar, dado a que él es el tenedor de los billetes.  La segunda fase del plan era la más complicada, pues representaba tomar otra decisión, lo hacía público y me enzarzaba, para empezar con Gabino; que después según él dijo, que me hubiera apoyado como siempre, cosa que como le explique: < tenías ya mucho tiempo metido en tus broncas que, no había forma de hablar contigo, no era tema para hablar en el trabajo pues medio mundo se iba enterar y tu vieja no te dejaba ni salir sin correa >.  Discutir con personas necias que me harían estallar, llorar hasta mas no poder con las que quiero; decidí que solo los importantes, la gerente que me felicitó ampliamente y de pasada me dijo que era la mejor determinación que podía haber tomado y el delegado de la sucursal, que de hecho es la persona a la cual se debe uno dirigir para cualquier asunto, él se encarga de trasmitirlo al secretario; obviamente no necesitaba pasar por él, o habría sido como muy pocas veces un poquito majadera y sarcástica.

Les avise a principios de diciembre. Cuando fuimos a la cena de fin de año, que sería mi última, donde vería a casi todos mis compañeros, con muchos de los cuales trabajé. A cada uno lo tengo en su justo lugar y a muy pocos prefiero tenerlos, muy lejos. Ese día, me acerque a aquellas personas que a pesar de tantos años y de conocernos, no faltaba que nos molestáramos y en temporadas simplemente no nos hablábamos; sin dar mayor explicación les dije, a las que quería decirles por razones que solo yo sabía, que les tenía aprecio, que les agradecía por haber compartido tantos momentos y muchas experiencias; fue en efecto una reivindicación solitaria e íntima, dejaba una etapa muy importante de  mi vida, al reencontrarme con quien me encontrara, podría explicar porque lo había hecho.

Sabía que obtendría de cada uno, los conozco, se cómo son, fueron muchos años y todos me dieron algo que aprender, hasta los peores y con los que más conflictos tuve, me llevé los mejores consejos mudos y silenciosos; respeto, tolerancia, aceptación, ellos no merecían ni mí lastima, ni rencor, no odio, esas personas solas quedarán, pues solas y vacías serán siempre. Entregué como corresponde en tiempo y forma, casi finales de mes la renuncia. Para el dos de enero que Antonio se presentó y que habían pasado el treinta y uno y día primero, yo ya no regresé. Cuando la comunidad se empezó a enterar, hubo de todo, muchos se sintieron felices, pero de ya no verme ahí; otros contentos, porque había logrado tener las bolas muy grandes y dejar lo que me estaba haciendo daño, para hacer algo y alguien mejor.

En efecto, esa fue la razón fundamental, yo dije que no soy de ambicionar en exceso, mas no que no quiera vivir mejor. Si me seguiría matando por ganar un sueldo, mejor me fregaba, tranquila, a gusto y con paz mental y físicamente fuerte para algo que fuera para nosotros. Si yo, no estaba bien, nadie a mí alrededor lo estaba. Muchas personas me criticaron, me cuestionaron, me movieron la cuerda y no caí. Yo estaba segura de lo que iba hacer, no le debía a nadie una razón o un motivo. Vamos ni en el peor de los casos, el único que podía haberme dicho no y era Antonio, en ningún momento lo externó.

 

 

 

Cambio de rumbo

Cuando estuvo mi nuera en diciembre ya sabía lo que haría, mi hijo también, mi hermano y mi cuñada. Curiosamente y casualmente; dos palabras con doble significado. Todos opinaron, todos dieron su punto de vista, querían participar. Y nadie, al tiempo, me ayudó. Severa quería un local chiquito, tipo tianguis, obvio un anexo del pueblo. Sé que me aventé al mar sin saber nadar, ¿será?, yo había aprendido la lección con mi hermano, tenía en mis compartimentos guardados todos esos aprendizajes, necesitaba a las personas, necesitaba en contacto directo, personal afectivo y efectivo, necesitaba sentirme útil.

Tenía los recursos guardados, empolvados y atrofiados, recordar cómo tratar a las personas, era como volver a andar en bicicleta, solo que ahora tendría madurez, tranquilidad, seguridad, ya no cargaría con mis piedras; encontraría otras. Ya no habría hueros, los llenaría de ganas de hacer lo que quiero hacer, pues tendría tiempo para hacer lo que me gusta; podría leer, escribir, pensar y soñar. La libertad la obtendría, cuando descubriera que tomar decisiones, asumiendo las consecuencias y me llevara a no sentirme insatisfecha, ni encarcelada o inútil. Cuando se realizó el proyecto y se abrió el local en febrero, había decidido que sería ropa americana, con las respectivas tres B`s buena, bonita y barata. Desde que concebí la idea en mi mente, sabia como lo quería; poca infraestructura, me llevé la mesa de mi comedor; nosotros casi no la usamos, rescaté un closet que se había comprado en sams, tubos y colgadores chicos con ruedas.

Ya mucho antes había investigado en internet donde conseguir la ropa, afortunadamente me di cuenta de que la mayoría son viles fraudes. Terminé comprándola en un mercado que hay en Celaya que se dedican a esa ropa, corrí con suerte, no creo en eso, y encontré un proveedor que tiene ropa excelente. Y entonces se me ocurre la grandiosa idea, si no entiendo, soy necia, no aprendo de los trancazos; le dije a mi hermano que si entre sus múltiples conocidos, encontraba un intermediario que vendiera las pacas de ropa. ¡Oh sorpresa! Si encontró, rápidamente se alboroto como es su costumbre, le mandé dinero y… se armó un desmadre. Yo entiendo muy bien, de verdad. Mi cuñada da clases en Ensenada donde viven, Brandon trabaja como es su eterno modo, mientras más ocupado este mejor, viaja mucho y cuando está en casa, totalmente de acuerdo, quiere salir a divertirse con su familia y atender otros negocios más rentables, o que le dan más satisfacción, más cache y estatus. Ya hemos hablado de su forma de ser, lo que siendo realistas, les deja muy poco tiempo para ir a hacer compritas al mercadote de Ensenada. Mandó el primer paquete, el cual, no supe si lo que le mandé, más lo que según gasto de más, fue o no fue. Confié, después de tardar mes y medio, le envié otra vez, sigo sentada esperando. Pero sé que la tonta soy yo, “me queda claro”, como dice mi cuñada, su frase favorita; para que me enojo, mejor me hago a un lado y ya. Perdí de nuevo.

Pero aquí lo que importa no es el que me haya fallado de nuevo, eso no importa; es lo que entendí, ¿quién debe de salir adelante?, Yo, ¿quién debe de buscar la forma de hacer las cosas y que esto funcione?, Yo.  Como sentencié, porque son eso, decretos, afirmaciones, esto está funcionando y muy bien. Estoy contenta, tranquila, tengo tiempo para seguir con mis amores. Retomé lo que me hacía falta, tratar con personas, verlas entrar y traspasar sus mentes y deseos; saber desde que llegan, qué quieren, cómo lo quieren; si son de ver o son de platicar; saber su nombre y que les gusta; extrañaba tanto eso, como el sentirme útil y productiva, era un hongo o un caracol, me sentía totalmente fuera de lugar. Pero como muchas cosas en la vida, se tiene que pasar por vericuetos, bardas, tropezar una y otra vez y … esperar a que sea el momento adecuado, cuando ni sabemos con exactitud cuándo es.

Si ahora me preguntan, si me arrepentí de hacer esto, nunca, para nada, en lo absoluto. Lo han dicho y yo lo siento, lo veo, estoy como probablemente no había estado nunca, en paz… hay más proyectos aleatorios, que serán como pequeños puentes para fortificar los caminos que ya están trazados. Transitorios que duraran solo el tiempo que deban para llegar a la siguiente meta.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Las ruedas siguen girando

¿Qué sigue?... pues supongo que seguir ¿o no?... Cuando terminé los dos libros anteriores, fueron una satisfacción muy especial, fueron los bebés, que, junto con los ejercicios de los cursos y el hambre, me dieron las directrices para saber hacia donde debía dirigirme, para poder hacer esto.

Con esto, no me refiero a esta historia. Esta nació, de todo el conjunto de evidencias que fui juntando, de todas las experiencias que debía de espulgar, de los supuestos errores que había cometido; también salió de la necesidad imperiosa de sacar a la Herminia estropeada, vejada, lastimada que no dejaba salir a la Herminia que estaba guardada detrás de las sombras fatales de cualquiera, la inseguridad, la insatisfacción, la desidia; la que debía salir es la fuerte, la decidida, la que tiene confianza en sí misma; esta, que ahora ve de colores la vida y sabe que disfrutar de cada día como es, pues mañana no sabe que pasara.

Reencontrarse o creo yo, conocerme, saber, que, de no haber pasado por los caminos intrincados, no podría ser lo que quiero ser. Esta miscelánea tan florida de brutalidades expuestas, dibujadas en un tamiz y con tinta de limón; esa que solo cuando se le prende fuego aparece. Esta historia no es mi historia; yo armé una, con trozos de tela esparcida, con hilos de colores, con personas que comparten un común denominador, con caras cual diamante pulido, cual maquinaria de un reloj, en perfecto engranaje y a su tiempo perfecto. El motivo no es uno, no es Darien, él, es solo el principio de una continuación que, se quedara en él. Con él se termina este círculo.

Ya no habrá regresos, si los hay solo en hacedor que todo ve, todo oye, todo pone en su justo lugar y a su tiempo perfecto decidirá; pero eso ya no me corresponde a mí. Lo mío será seguir creando de pequeños granos de arena y construir castillos sólidos, ya sean reales o imaginarios. Darien es y seguirá siendo mi motor, es como un catalizador cual bujía que sé, que estando o no, será mi luz. Será otra forma de ayudarlo a que llegue a un intrincado de vericuetos, que en su momento sucederán. Pero debía y no sé la causa real, supongo que necesitaba saber quién soy para creer y crear. Es por ello que tenía que ser brutal y dolorosamente abierta y tajante. No podía ponerle flores para que se viera rosa, ni nadar por encima de las aguas turbias, ni dejar los miedos flotando a la deriva, los absurdos traumas inexistentes guardados en un cajón con llave, ni las piedras con las que debía de tropezar, ni pedir disculpas, ni justificaciones. La razón vital de contar los dolores y las vidas de las personas que conforman, mi vida, es de alguna manera, por agradecimiento; si, es gratitud. O alguien que me diga que no ha aprendido de nadie, que ha vivido por osmosis o que nació sabiendo quien es. No son todas a las que les debo pequeños o grandes momentos y sentimientos, pues eso es lo que rige la existencia; los sentimientos. Pero entonces sería muy complicado; más que ello, nos perderíamos en anécdotas que llevarían a un laberinto sin sentido, ni salida.

Cuando un maestro, el cual me estaba asesorando en las primeras cuartillas, cuando le estaba dando forma a este proyecto, me decía atinadamente: - expone las emociones, traza los nudos, extrae de las experiencias el relato crudo, pues ese es el que le dará forma. Encuentra a los héroes, a los ángeles, los demonios. Crea una batalla interna; confronta, debate, desnuda -. Cuando fragüé en mi mente, la idea de cómo quería esta historia, me desvié muchas veces; en un principio yo platicaba la historia con Darien, era mi interlocutor, dialogábamos y nos cuestionábamos, era más una historia de ficción en base a muchas realidades; vagaba de pasado a presente, de primera a tercera persona, - eso no cambió me queda claro -, y como narradora me perdía hasta no saber quién era o hacía donde iba; no había trama, ni motivo, ni porqués. Había que regresar al principio, al origen y al determinar que no buscaba excelsitud, quería realidades, pues esa excelencia solo se obtiene con años y años de escribir, esa perfección inexistente, puesto que, en la diversidad, radica el gusto.

Quería que fuese tan simple y sencillo, que sin importar si gusta o no, cumpla con el cometido, el de entender, el porqué de mí anhelo de encontrar algo inexistente, pero que existe; el amor. Como descubrir que, ni he sido tan mala madre y mucho menos pésima hija o nefasta hermana. Que tengo un marido excepcional, el que, en mi mente, nunca imaginé encontrar. Pero sobre todo descubrir un motivo, un rumbo, una meta y un cometido; que no son para mí, son para quien quiera, ponerse un jersey sin mangas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Epilogo

Darien entra a cirugía el día diez de junio, de este dos mil dieciséis. La segunda y no la última; tendrá más y saldrá de todas ellas avante en el trascurso de su vida.

Mi hijo estará unos días, cuando lo vea, no solo lo abrazaré fuertemente y con tanto amor, que me sentiré explotar. Lo acogeré como su madre, sintiendo por primera vez en mi vida que, en efecto, soy su madre. Lo escucharé, le daré su tiempo y espacio dedicado solo para él; no habrá culpas, ni reproches, solo felicitaciones, aplausos, orgullo y esponjosidad enorme de agradecerle por ser mi hijo.  

Oraré como siempre, pidiéndole al Padre Creador que ese niño que vino al mundo con un cometido; el cual descubrirá e indicará que, nada se le ha interpondrá en la vida, así sea su condición. Decretaré cada día que me de fuerzas para aceptar lo que debe ser, que me ilumine para entender que no soy yo la salvadora de Darien, ni la heroína de la batalla que librara en la vida. 

A Julia, que puedo decir, aparte de gracias; ella me dio la vida, me la da todos los días, ya no tengo el deseo de utilizar ese verbo que no me gusta; hubiera querido ser como ella, ¿es incongruente verdad? Que una madre quera ser como su hija, pero así pensaba, que podía anhelar ser como ella y eso… es imposible; ahora, es admiración, orgullo, satisfacción, gratitud. Hará lo que yo no hice, colgara no uno, dos títulos en la pared, más los que le vayan llegando, pues conformista no es. Seguramente, aunque no lo tengo muy claro, me llenará de perros y gatos; me hará su chacha en un refugio en lugar de cambiar pañales; el tiempo el mejor hacedor de caminos. Nos haremos una cada vez más fuerte, ella seguirá siendo ese cordón sideral que estaba unido a mí, solo que yo, no me había dado cuenta. Ella me ha enseñado que la vida son pequeños fragmentos que se encuentran en un caleidoscopio sin fin, todo se mueve, todo se trasforma, nada es para siempre.

Mi madre, creó seres excepcionales, porque ella es increíble, es un ser lleno de luz y amor. Nos dio muchísimo más de lo que ella cree, debe de saber que lo que somos, parte de ese cúmulo de pequeños momentos recopilados a través del tiempo y que hoy reflejan que es una mujer especial. Lo que le quede de vida, será feliz, sabrá que esos supuestos errores, solo fueron tormentas en una gota de agua evaporada por el calor que invade su vida ahora.

Harry sanara sus heridas, crecerá no solo como persona; como padre, descubrirá la maravilla de luchar por el ser que sea ama. Sorteará sus laberintos; descubrirá sus héroes y demonios; lo cuidaran los ángeles y siempre tendrá sus duendes junto a él.

Ahora entiendo que amar no significa dar todo, es estar a un lado, adelante, atrás, dando giros y brincos; pero nunca con lastima, culpa, rencores ni dudas.

Para Arturo, ¡caray!... cuando leía un papel en el cual había escrito: la ley del bien absoluto está atrayendo hacia mí el compañero adecuado para mí… eso fue, muchos meses antes de que el llegara a Querétaro, casualmente.

Parafraseando, dijo alguien; que no puede uno pretender buscar la media naranja, puesto llegamos al mundo completos. Yo lo llamaría complemento de esa mitad que perdemos en el camino, de esa búsqueda incansable por la otra mitad; en efecto seremos completos.

Mi hermano, lo amo incondicionalmente y lo sabe, seguiré igual que siempre, adelante, atrás, rodeando, brincando, saltando, ahorcándolo, mentándole la madre, aceptándolo tal cual es, tengo muchas opciones, el no.

Para Ana, solo aceptación, respeto sin cuestionamientos, pues ya no entran en este tiempo, mi tiempo. Sin deudas o resquemores. Entendí lo que debía entender y agradezco lo que debo de. Culparla, ya no, así tenía que suceder para llegar a esto, que somos ahora.

Mi vida ha sido miel sobre hojuelas, he tenido una vida llena de Gracia y bondades; he tenido muchas personas que me han querido, guiado, acompañado. Que tengo defectos y virtudes, si y quien no los tiene. Que cometí errores, no existe quien no los cometa.

Entonces, ¿porque habría de quejarme?, ¿porque no sabía, que quería?, ¿por qué no tenía conocimiento de mi rumbo?, tan sencillo como ver el sol todos los días y dar gracias por amanecer un día más; tan simple como ver las cosas hermosas que tenemos cada instante, en lugar de querer lo que no tenemos. ¿Qué me hace falta?... nada. En mi universo no me hace falta nada, lo tengo ya completo.

Todo esto son decretos, así entonces, yo sentencio a todos a ver la verdad, a buscarla en cada uno, a sentir que nada por doloroso, difícil e incomprensible que sea, no tendrá su recompensa.

Esta historia en donde faltaron muchísimas anécdotas, dolores y alegrías, pero que, sería interminable de haberlas incorporado, independientemente de que no era el cometido; no es una autobiografía pues no tengo ochenta años y me faltan tantos por aprender y vivir; tampoco es una biografía, puesto que no habla de un personaje y su vida.

Yo preferiría darle la categoría de historia basada en hechos reales; una analogía eficaz de la historia de cualquier persona, familia; esas pequeñas células que componen una esfera en la vida, las ruedas que giran incontroladamente y, que a veces, no sabemos hacia donde nos llevan.

– ¿Porque surgió esta vorágine? ¡Usted dígamelo!, yo vine a platicar… mejor dígame si le debo algo por las consultas…

– Entonces me está diciendo… ¿Qué, no debo nada?, que yo sola hice mi chamba… ¡qué bien! Porque la verdad creo que no existe psicólogo, loquero, mago u lo que sea, que pueda arreglar la vida de nadie, si ésta, no dice lo que en realidad debe.

– Por su puesto yo, le podía haber contado lo que se me pegara la gana, mentiras o verdades y tal vez se percataría de ello, pero… ¿Me habría servido?

– Ya se… no ver atrás, no culparme, aceptar y seguir adelante.

– Pero sí le puedo dar las gracias ¿verdad?... digo, ¡esas son gratis también!...

– Gracias, ahora puedo decir que…

Si vivir fuera sencillo, creo que nadie aprendería nada, ni de sí mismo, ni de los demás. Si tropezar significa levantarse, me tendré que caer mil veces más, si amar significa aceptar, comprender, apoyar y estar donde se debe de estar, sin ataduras ni muletas, entonces, seguiré viviendo libre y feliz, aun cuando tenga trozos de vida esparcidos guardados en compartimentos por separado.

 

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